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DISPUESTO A TODO 16 страница



—Papa, é l es Rodrigo… Un amigo. —Digo.

Espero librarme de é l lo antes posible y contar a mi padre lo que ha sucedido realmente. Rodrigo se acerca con una sonrisa falsa y le extiende la mano.

—Es un placer conocerle, señ or. Su hija me ha hablado todo el tiempo de usted. —Miente. Tengo que reconocer que es un ó ptimo actor, de verdad muy bueno.

—Un amigo… —Repite mi padre volvié ndose hacia mí. Me mira sospechoso y tiene toda la razó n.

—¡ Solo un amigo! —Especifico apoyando la cabeza sobre su hombro mientras tiene todaví a en su mano la de Rodrigo.

No está convencido, me conoce demasiado bien. Antes de que decida complicar la situació n decido jugar con astucia y esperar a que mi padre comprenda la situació n.

—Conocí a Rodrigo en el gimnasio, nos hicimos buenos amigos desde el principio. En nuestras interminables conversaciones descubrí que querí a visitar Europa. Lo siento por mi comportamiento, pero ambos sabemos que no


me habrí as dejado, así que decidí salir con é l. Intenté avisarte, incluso llamé a mamá, pero ya sabes có mo es, siempre ilocalizable.

Solo é l puede saber que nunca he pisado un gimnasio porque soy demasiado vaga. Por no hablar de mi madre que no la veo desde pequeñ a. Estoy sudando frí o. Por favor, papá, no muestres asombro por mis palabras, porque de lo contrario, estamos acabados. Me sorprende cuando me rodea con sus brazos fuertemente.

—¡ Lo importante es que has vuelto a casa! —Exclama con la mirada puesta en Rodrigo. —Y en cuanto a ti, muchacho, gracias por haber cuidado de ella. Si no te molesta, quisiera recuperar el tiempo perdido con mi hija.

Se está deshaciendo de é l rá pidamente, pero sin alterarse. Muy bien, papá, tiene que parecer todo normal.

—Paso mañ ana a buscarte, Crystal. Hasta mañ ana, señ or. —Rodrigo se pone las gafas de sol y se marcha con desenfado.

Muy tranquilamente me deja entrar en casa y, una vez cerrada la puerta con llave, se vuelve hacia mí con la expresió n de quien pretende muchas explicaciones.

—¿ En qué lí o te has metido, Crystal? —Pregunta furioso. Restriego las manos entre ellas y voy hacia el sofá.

—Sié ntate porque es una larga historia. —Encuentro el coraje de decir. Se acomoda junto a mí y se pasa la mano por la cara alterado.

—¿ Quié n es ese tipo? —Pregunta.

—El ú ltimo mono. No es é l mi problema má s gordo. —Explico. En sus ojos veo preocupació n, rabia.

—Todo comenzó la noche de mi cumpleañ os. Conocí a un hombre… —No consigo hablar, se me forma un nudo en la garganta.

—Continú a, no te detengas hasta que no hayas contado todo.

¿ Digo que me ha secuestrado o no? En cuanto diga la palabra “secuestro”, querrá llevarme a la comisarí a y se desencadenará el caos. Mi padre no imagina lo que significa ponerse en contra de Alexander Volkov. Por no hablar luego de Vladan Kensko. Cuando la noticia se difunda, sabrá que he vuelto a casa y para vengarse de Alex, vendrá a buscarme, como dijo Rodrigo. ¿ Y si miento valdrí a para algo? Protegerí a a todos, incluida a mí misma. El hecho es que no podré estar aquí, tendré que marcharme. No sé cuá nto tiempo tengo a disposició n antes de que Alex aparezca. Probablemente no sabe lo que estoy haciendo, podrí a estar ahora mismo con la policí a. Quiero mucho a mi padre, pero por el bien de todos debo mentir. Cierro los ojos y digo lo que es mejor


para todos.

—Conocí a un hombre del que me enamoré. Fui con é l a su paí s, pero allí me di cuenta que no podí a formar parte de su mundo y decidí volver a casa.

Silencio. Me mira, me examina y se levanta. Coge la botella de brandy, llena un vaso hasta arriba y lo bebe de un trago.

—¿ Crees que soy estú pido, Crystal? Se ve que está s mintiendo, ¡ no finjas conmigo y dime la verdad, por el amor de Dios! —Grita golpeando las manos en la mesa.

Me estremezco apretando la tela del sofá entre las manos. Miedo. No sé qué hacer. No quiero poner en peligro a nadie, solo quiero cambiar pá gina y salir adelante.

Se acerca intimidante y me apunta con el dedo.

—Habla, dime toda la verdad porque ya estoy harto. Papá, estoy en Londres, me estoy divirtiendo, te echo de menos. Esta no es mi hija, ¿ me tomas el pelo?,

¡ Dime quié n cojones te ha hecho esto! —Grita fuera de sus cabales. Inadvertidamente las lá grimas humedecen mi rostro. Se arrodilla ante mí y ruega.

—Dime la verdad. Soy tu padre, sabes que puedes fiarte de mí. Por favor, cariñ o mí o, dime lo que te ha pasado.

Y es en ese momento que mi má scara se despega. Comienzo a llorar desesperadamente mientras me abraza. Estoy cansada de luchar y fingir ser fuerte. Solo soy una persona frá gil que sabe esconder bien sus debilidades.

—Me he enamorado del peor hombre sobre la faz de la Tierra. —Digo sollozando. —Y no puedo volver atrá s…

Me dejo acunar por el hombre que me ha criado, protegido y querido. Tengo un padre especial, siempre lo he sabido y ahora estoy por arruinar todo.

¿ Có mo podrá mirarme con amor cuando sepa todo lo que ha pasado? Me juzgará, me odiará y al final cuando sepa que estamos todos en peligro me abandonará como hizo mi madre. Todos me abandonará n, soy yo el problema.

—Cué ntame todo con calma y verá s que resolveremos cualquier problema…

—Susurra.

No funcionará, nada volverá a ser como era. Yo no volveré a ser la de antes porque Alexander Volkov me ha cambiado para siempre.


 


CAPÍ TULO 3

♠ ♠ ♠

 

 

Miro por la ventana. Espero. Vivo cada segundo en alerta esperando la llegada de Alex de un momento a otro. Es extrañ o observar có mo el tiempo no pasa cuando se está preocupado. Es verdad que solo han pasado siete dí as, pero esta tranquilidad me asusta. No es tí pico de é l rendirse, y mucho menos, darme a elegir.

He pensado en lo que ha pasado entre nosotros en Rusia y cada recuerdo se transforma en un dolor insoportable. Cuando conté a mi padre quié n era el hombre del que me habí a enamorado, palideció. En sus ojos se leí a el terror, si bien trataba de mostrar tranquilidad. Me ha sorprendido su comportamiento. A pesar de su desconcierto, no ha hecho nada de lo que me esperaba. No ha corrido a la policí a, no ha querido investigar má s y desde aquel dí a no hemos vuelto a hablar de ello. Me habí a tranquilizado dicié ndome que un hombre como Alexander no vendrí a a buscarme poniendo en peligro su persona. Me pregunto có mo se ha tomado la situació n con tanta superficialidad y frivolidad. Tal vez no se da cuenta del lí o en el que estoy metida. Me habrí a gustado contarle mucho má s de mi estancia en Rusia, pero no he podido. Si bien es retorcido, de alguna manera he tratado de proteger a Alexander y lo que hubo entre nosotros. Hasta el final. No le he contado lo de nuestro hijo, no le hablado del asesinato y de otras muchas situaciones.

En los ú ltimos dos dí as no he pegado ojo. Cada mí nimo ruido me poní a en alerta. Pensaba que era miedo, pero despué s me he percatado de que era otra cosa: lo echo de menos.

Quié n sabe có mo puedo echarlo en falta despué s de todo lo que ha hecho… Quisiera odiarlo porque así deberí a ser, pero no puedo. Cada vez que me esfuerzo en verlo desde otra perspectiva, se me cae el mundo encima.

Si é l es el mal, yo tambié n lo soy. Este es el motivo porque el que nunca me podré librar de é l. Me siento incompleta porque mi corazó n está con é l.

—Ya han llegado, voy al trabajo. Nos vemos esta noche. —Avisa mi padre. Me vuelvo hacia é l en un primer momento desorientada, pero despué s recuerdo que mis amigas vení an hoy. Me pregunto có mo reaccionará n cuando me vean, dado que no desconocen toda la historia. Por un lado estoy contenta de verlas, pero por otro, estoy decepcionada y enfadada. Ellas vieron a Alexander y no dijeron nada. Mi padre no sabí a nada y me pregunto por qué


decidieron no decir la verdad. Decí an que me querí an mucho como a una hermana, pero por su comportamiento, parece todo lo contrario. Bajo a la planta inferior mientras escucho sus cuchicheos cada vez má s pró ximos. Tomo un respiro profundo mientras golpeteo los dedos en las caderas y giro la esquina. Las observo mientras está n tranquilamente sentadas en el sofá y hablan en voz baja entre ellas. Percatá ndose de mi presencia, se sorprenden y empalidecen, como si estuvieran viendo un fantasma.

—¡ Crystal! —Exclama sorprendida Jasmin levantá ndose de sopetó n. No se mueve, ninguna de ellas lo hace.

—Claro… Crystal. ¡ Veo que todaví a te acuerdas de mí! —Digo molesta, detenié ndome a pocos pasos de ellas.

No consigo comprender si está n felices de verme, parecen sorprendidas. Sharon sale a mi paso y me abraza fuertemente.

—¡ Te he echado de menos! —Susurra.

En un instante me encuentro rodeada de abrazos y por un momento bajo la guardia. Sin embargo, despué s las preguntas reaparecen. ¿ Por qué no me buscaron?, ¿ có mo pudieron dejarme ir? Y por si fuera poco no informaron a mi padre del motivo real de mi desaparició n. Tiene que haber una explicació n a ese comportamiento, no pueden ser tan inconscientes. A menos que…

—¿ Vosotros sabí ais que estaba en Rusia? —Pregunto de buenas a primeras y el mundo se detiene. Parecen trozos de hielo, eso es lo que parecen. Las miro desconcertada. ¡ Por supuesto que lo sabí an!

—¡ Decidme que no, por favor! —Digo con tristeza.

Agachan la cabeza culpables y ese gesto corrobora mi hipó tesis. Ellas siempre han sabido donde estaba.

—¿ Vosotras sabí ais que me habí an secuestrado? —Grito alterada.

La ú nica que responde es Tessa. Trata de avanzar extendié ndome una mano lentamente, pero yo me alejo. Me cruzo de brazos intentando mantener la calma. No debo perder el juicio, porque de lo contrario, serí a el fin.

—¡ Crystal! Nosotras solo querí amos que te divirtieras. Eres tan racional y prudente. Pensamos que la idea de Alexander no era mala. Unas vacaciones te habrí an venido bien… —Explica con desenvoltura.

¡ No me lo puedo creer! Ellas lo sabí an todo y permitieron esta locura. Annabel se acerca cautelosa.

—Ni lo intentes. ¿ Querí ais que me divirtiera?, ¿ os dais cuenta de las tonterí as que decí s?, ¡ me habé is mandado al infierno! —Las grito mientras apunto el dedo hacia ellas. Estoy fuera de control. Cojo lo primero que veo, el jarró n de


flores sobre la mesa, y lo arrojo contra la pared con violencia y grito descargando toda la rabia. Sabí a que acabarí a así.

—¡ Solo sois unas estú pidas! Habé is permitido a un desconocido llevarme quié n sabe dó nde y ni siquiera os habé is preocupado de saber si era una buena persona. —Digo entre dientes mientras otros objetos vuelan por la casa.

—Alex dijo… —Intenta justificarse Sharon, pero mi mirada la acalla. Avanzo intimidante má s histé rica que nunca.

—¿ Quié n es Alexander Volkov para decidir sobre mi vida?, ¿ quié n sois vosotras para decidir qué es mejor para mí? —Gruñ o a pocos centí metros de su rostro. —No tené is la mí nima idea de lo que he pasado en estos meses. No imaginá is si quiera la gravedad del asunto.

Sharon, confundida por mis palabras, se cubre la boca con las lá grimas que le inundan el rostro. Y es entonces cuando sale la defensora del pueblo Annabel en su ayuda. Le posa una mano en su hombro y luego se dirige a mí.

—Nos equivocamos, pero en ese momento pensamos que era una buena idea. En estos meses hemos estado en contacto con los hermanos de Alex. Hemos estado al corriente de tu estancia en Rusia y pensá bamos que todo iba bien. — Explica con calma. Qué ilusas. Se han tragado las palabras de personas que no conocen. Podrí a haber muerto y ellas ni se habrí an enterado.

—Y decidme…

Fulmino con la mirada una a una.

—¿ Os han dicho lo que ha pasado?, ¿ os han contado quié nes son en realidad? Annabel           me mira sorprendida como si no entendiera la pregunta. Su ingenuidad me da pena, pero despué s pienso que si estoy en esta situació n es porque yo tambié n tengo la culpa. Ha sido una cadena de eventos la que me ha llevado donde estoy.

—¡ Noticia de ú ltima hora, chicas!, ¡ enviasteis a vuestra amiga a la madriguera de los hombres má s temidos de Rusia!, ¿ y sabé is cuá l es la parte má s divertida? Son mafiosos. Ya sabé is a qué me refiero, ¿ no? hombres sin escrú pulos dispuestos a todo.

Las expresiones de asombro no se hacen esperar. Pues sí, estoy en un mar de problemas. No hace falta explicar mucho, a veces las pelí culas son muy instructivas. Annabel mira a Tessa a los ojos como queriendo decir, ¿ ¡ pero qué hemos hecho!? y avergonzada se vuelve hacia mí, duda, e intenta acercarse. Levanto la mano en su direcció n y se detiene. No tengo ninguna intenció n de dejar esto así, tienen que saber có mo ha sido mi vida.

—¡ Esperad!, no os he contado la parte má s divertida. —Digo riendo con


tristeza.

Ninguna de ellas respira, me observan como si fuera una aliení gena.

—No solo son mafiosos, sino que tienen una larga lista de enemigos. Y encima yo me he vuelto el blanco perfecto para tales personas. Mi vida está en peligro porque mis adorables amigas…—Les digo lentamente y con desprecio. —… pensaban que me divertirí a. Pues sí, me estoy divirtiendo como una loca, siempre he deseado que me siguieran mafiosos rusos. Y por si fuera poco, no solo no puedo retomar mi vida porque pondrí a a todos en peligro, sino porque ofrecen por mi cabeza una recompensa de dos millones de dó lares. — Grito a pleno pulmó n notando el temblor en las manos.

Intento tranquilizarme un poco. Toda esta ansiedad me volverá loca. Alex no querí a preocuparme, pero Liam me dijo la verdad. Vladam está dispuesto a gastar mucho dinero para vengarse.

—¡ Oh, Dios mí o! —Exclama Tessa.

Permanecemos en silencio mientras me observan apenadas, pero yo solo siento rabia. No podí an saber quié nes eran, pero habrí an podido evitar ponerles las cosas fá ciles.

—La noche que desaparecí, ¿ sabí ais que irí a con é l?

—Habí a dicho que te convencerí a para marcharos esa noche. Alex habí a dicho que cuidarí a a de ti y nosotras pensá bamos que te merecí as a una persona que… —La voz de Tessa se rompe entre sollozos.

—Lo siento mucho, Crystal, nosotros no imaginá bamos que… —Se inclina y me rodea los hombros. Llora a lá grima viva.

—Qué estú pida soy. —Comento con tristeza.

Siempre he sido la má s prudente, o al menos eso es lo que creí a, pero la verdad es dura de asimilar. Me equivoco como todos, no considero lo suficiente la situació n y cometo errores. Errores que me llevan a situaciones como la que me encuentro. Nunca tendrí a que haber provocado a uno como Alexander, sabí a que me darí a problemas, y sin embargo, no he resistido a la tentació n. Representaba la prohibició n, la alteració n en mi ordenada vida. Dicen que el peligro llama la atenció n, y lo corroboro. Me habí a dicho que sentí a curiosidad por mí, que le gustaba mi cará cter rebelde y provocador, pero la realidad es diferente, yo no soy lo que parezco. En realidad soy una persona extremadamente insegura, tí mida y reservada. Me pregunto por qué con é l surgió una Crystal que yo no conocí a. ¿ Có mo consigue transformarme sin que ni siquiera yo me dé cuenta?

—Cué ntanos lo que ha sucedido. —Dice Annabel. La miro, pero ahora es


como si no la viera realmente. Tengo la sensació n de no conocer a ninguna de ellas. Tal vez con el tiempo se me pase. No excluyo la idea de perdonarlas, pero ahora no puedo. Necesito estar sola, tengo decisiones importantes que tomar y no puedo dejarme llevar. Quisiera aclarar má s cosas, pero no tengo tiempo.

—Marchaos a casa. Os llamaré yo cuando consiga… arreglar la situació n. Mentira. Sé perfectamente que no volveré a ser la de antes. A estas alturas no me fí o ni de ellas. ¿ Quié n me asegura que no dirá n nada a los hermanos de Alex? Mejor ser prudente y fiarme solo de mí misma.

Me vuelvo dá ndoles la espalda y me marcho antes de que puedan replicar. No me esperaba algo así, no de ellas. Otra parte de mi vida que desaparece. ¿ Qué quedará de mí al final de esta historia? Me encierro en la habitació n y lloro incesantemente. Nadie puede verme, nadie puede entender el dolor que tengo dentro. Es como una gran piedra que me aplasta el pecho. Hace dañ o, no consigo respirar.


 


CAPÍ TULO 4

♠ ♠ ♠

 

 

Quisiera tenerte para siempre entre mis brazos, Crystal.

Abro los ojos de sopetó n, perdida. Sudada y jadeando miro a mi alrededor. Era su voz, yo amaba esas palabras. Me hací an sentir protegida, adorada. Me cubro el rostro y lloro enfadada y decepcionada. Era solo un sueñ o, y sin embargo, parecí a tan real. Durante un instante he creí do que estaba de nuevo entre sus brazos. Lo má s sorprendente es que me gustaba.

Despué s de todo lo que ha pasado, yo lo quiero. Lo deseo. Quisiera eliminar el dolor, sustituirlo por felicidad. Quisiera escuchar su voz, su perfume y que su mirada se cruzara con la mí a. La manera en la que me miraba me hací a sentir especial. Con los brazos rodeo mi cuerpo e intento ahogar un grito. Todo esto es un error, no puedo pensar en é l, no puedo amarlo. Lo echo de menos, es esto lo que trato de negarme a mí misma. Lo necesito como el aire que respiro y no consigo dormir, me falta algo por dentro. No logro decirle adió s porque quiero que se quede conmigo, para siempre. Si tuviera otra posibilidad querrí a tenerlo en mi vida, decirle cuá nto lo necesito. Le confesarí a mi amor, y por primera vez, lo vivirí a plenamente. Durante un instante la idea coge forma, pero la descarto inmediatamente. Mis propios sentimientos me asustan. Quisiera llamarlo, escuchar su voz, pero luego pienso que solo empeorarí a la situació n. Una parte de mí espera que venga a buscarme porque soy una cobarde. Quisiera que viniera, pero sé al mismo tiempo que no puede ser. Nuestro amor es imposible y ninguno de los dos acabarí a bien. No estamos destinados a estar juntos y es esto lo que tengo que recordar cada vez que mis sentimientos toman el control. Miro el reloj que marca las tres de la madrugada, ya estoy despierta y no conseguiré dormirme. Doy vueltas en la cama varias veces hasta que me canso. Me apoyo de medio lado sobre uno de los codos resoplando y miro a travé s de la ventana. Oscuridad, silencio, comienza a ponerme de los nervios esta tranquilidad. Se acabó, tengo que hacer algo o corro el riesgo de enloquecer. Enciendo la luz y comienzo a caminar por la habitació n mientras golpeteo con los dedos en la barbilla. No sé lo que me pasa, pero no estoy bien. Me falta el aire, el corazó n late con fuerza. Estoy nerviosa y no consigo estar quieta. Miro a mi alrededor hasta que mi mirada no se fija en el ordenador del escritorio. Podrí a distraerme y ver una pelí cula. Tal vez me ayuda a no pensar. Lo enciendo y como imagen de


fondo aparece una foto junto a mis amigas. Era el ú ltimo dí a de colegio y yo estaba feliz. Observo la foto triste porque me veo sonreí r. Resoplo mientras abro el navegador y con la mente deambulo hasta que el sonido de las notificaciones no llama mi atenció n. La bandeja de entrara está llena de correos electró nicos. Impulsada por la curiosidad abro para revisarlos y el corazó n se desboca. ¡ No es posible! Abro los ojos incré dula ante numerosos correos de la misma persona: Alexander Volkov. ¿ Có mo ha conseguido mi direcció n? Bueno, es una pregunta estú pida, no deberí a sorprenderme, é l es el hombre de los mil recursos. Trato con todo mi ser de olvidarlo y ahora esto. Muevo el rató n arriba y abajo indecisa, y luego poso la flecha en su nombre. Alex, Alex, no me dejará s vivir en paz.

No sé lo que está escrito y no creo estar todaví a preparada para descubrirlo. Miro las fechas en las que los ha mandado. Se remontan todas a los ú ltimos dí as. Quiere ponerse en contacto conmigo, estaba seguro de que los leerí a. Estú pido manipulador ruso. Cierro el ordenador de golpe como si fuera una bomba a punto de explotar y lo observo. No leeré esos correos, no puedo. Querrí a ir a dormir y olvidarme de todo lo que he visto, pero mi cuerpo reacciona, se paraliza. No lo hagas, Crystal, no cedas. É l esperaba que lo leyera y no debes darle esta satisfacció n. Vamos, consciencia, recué rdame que todo esto está mal porque parece imposible resistir a su llamada. Respiro profundamente tratando de despejar mi mente, pero no hay modo. La curiosidad se apodera de mí.

—¡ Al diablo! —Murmuro abriendo el ordenador. Quité monos esta espina rá pidamente, total, no conseguiré dormir despué s de este descubrimiento. Apoyo las manos a los lados del dispositivo golpeteando con los dedos sobre la superficie del escritorio mientras espero a que se abra la pá gina. No deberí a, pero siento la necesidad. Quiero saber lo que le ha llevado a hacerlo. No es ingenuo, y sin embargo, ha decidido escribirme. Con los dedos temblorosos voy hacia el final de la bandeja de entrada y abro el má s antiguo. Á nimo, descubramos qué quiere decirnos Alexander Volkov.

 

De: Alexander Volkov.

Fecha: 13 de abril de 2016, a las 8: 10

Asunto: Te quiero

No he pegado ojo esta noche. En mi soledad solo he pensado en ti, en lo que é ramos y en lo que ya no somos. Te has marchado. Me has abandonado, pero espero de todo corazó n que vuelvas.


Siempre tuyo, Alexander.

 

¡ Dios mí o! No es tí pico de é l escribir estas cosas, soy una estú pida. Me cubro la boca desconcertada mientras prosigo con el segundo correo.

 

De: Alexander Volkov.

Fecha: 13 de abril de 2016, a las 13: 56

Asunto: ¿ Por qué?

¿ No era lo bastante importante nuestro amor?, ¿ có mo has encontrado el valor de acabar con nosotros?

Me estoy haciendo dañ o, no deberí a continuar. Este es el peor castigo que he recibido por haberme alejado de é l. Las lá grimas descienden por mi rostro mientras abro otro mensaje.

 

De: Alexander Volkov.

Fecha: 13 de abril de 2016, a las 18: 20

Asunto: Te echo de menos.

Vivo por ti, Crystal, por el aire que respiras, por tus besos. Vivo por verte sonreí r, por escuchar tu voz mientras pronuncias mi nombre. Vivo por ver tus ojos iluminarse mientras me observan. Sin ti la vida no tiene sentido. Me has regalado la felicidad y ahora me la has arrebatado. ¿ Có mo puedo salir adelante sin ti, que eres mi vida?

Lloro a lá grima viva mientras releo esas palabras. Yo soy su vida como é l es la mí a. Me estoy encaminando hacia la autodestrucció n, pero no consigo detenerme. Sollozando, y con el deseo de leer todaví a un poco má s, abro otro correo.

 

De: Alexander Volkov.

Fecha: 13 de abril de 2016, a las 23: 00

Asunto: Buenas noches, cariñ o mí o.

Estoy solo en nuestra cama. No está s, no está s aquí sonrié ndome tí midamente mientras intento cohibirte con mis pensamientos poco castos. Ya no puedo abrazarte y estar junto a ti toda la noche mientras tu perfume me impregna.


Un vuelco al corazó n. Rodeo mi cuerpo con las manos y por un instante tengo la sensació n de sentirlo. Adoro cuando sus brazos me rodean.

 

De: Alexander Volkov.

Fecha: 14 de abril de 2016, a las 7: 50.

Asunto: Loco.

Responde, Crystal, estoy enloqueciendo.

¿ Có mo puede estar realmente seguro de que responderé? Habrí a podido incluso no leerlos, habrí a podido no hacerlo. Tendrí a que haberlos eliminado, y sin embargo, no he resistido a la tentació n. Querí a saber por qué lo echo de menos y no consigo asimilar, de una vez por todas, la palabra fin. Con frustració n leo el siguiente correo y mordisqueo la uñ a del pulgar. Mal rayo te parta, Alexander Volkov. Te odio y te quiero al mismo tiempo. Quiero continuar y leer aú n má s. No creí a que escribirme entrara entre sus cualidades.

 

De: Alexander Volkov.

Fecha: 14 de abril de 2016, a las 21: 00

Asunto: Elí geme.

No consigo respirar, estoy mal. Estoy enloqueciendo sin tu presencia. ¿ Por qué no dejas todo y me eliges?, ¿ no te he demostrado lo suficiente el amor que siento por ti? Me pregunto qué habrí a pasado si no te hubiera traí do a Rusia. ¿ Habrí as elegido a uno como yo?

Pienso en ti continuamente y tengo la sensació n de que tú tambié n lo haces.

¿ Soy un presuntuoso si lo pienso? Te he vivido, te he enseñ ado todo de mí, si bien no esté orgulloso de ello. Soy un hombre perdido, lo sé perfectamente, pero tú podí as salvarme. Me has hecho mejor, me has devuelto la felicidad. Y ahora… me siento vací o.

Yo tambié n Alex… Quisiera decí rtelo, pero empeorarí a la situació n. Nunca podrí a elegirlo porque su mundo me destruirí a. La ú nica demostració n de amor que habrí a querido nunca llegó. Si me hubiera dicho dejo todo, marché monos, yo habrí a aceptado. Me seco el rostro y abro otro correo.

 

De: Alexander Volkov.

Fecha: 14 de abril de 2016, a las 22: 00


Asunto: Escrí beme.

Me está s leyendo…

Piensa en mí. Perdó name. Bú scame. Á mame.

Apoyo los codos en el escritorio, cruzo las manos y apoyo en ellas la barbilla con los ojos puestos en esas palabras. Es descarado, imprudente. ¿ Y si he ido a la policí a y he contado todo?, ¿ por qué arriesgarse a escribirme?, ¿ No le importa meterse en lí os? Tal vez está seguro de que no haré nada de eso. ¿ Me conoce lo suficiente como para saber qué haré? Quisiera responder, ¿ pero qué le puedo decir? Abro el ú ltimo correo aturdida.

 

De: Alexander Volkov.

Fecha: 15 de abril de 2016, a las 10: 00



  

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