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DISPUESTO A TODO 13 страница—Necesito una ducha, ¿ entras conmigo? Muy a mi pesar rechazo la oferta inventá ndome una excusa. —No puedo, debo preparar la cena. Saca el labio inferior y yo rí o, es muy gracioso. Me gusta cuando se deja llevar, é l no consigue entender todo lo que amo este lado suyo cariñ oso y bromista —Venga, dú chate y vuelve aquí. —Le digo. Se aleja. Lo sigo con la mirada hasta que da la vuelta a la esquina y entonces respiro profundamente. 3, 2, 1. Escucho la puerta abrirse, silencio. Está todaví a procesá ndolo. Agudizo el oí do pero no escucho nada todaví a. Qué extrañ o. —¡ ¡ ¡ Crystal!!! —Grita hacié ndome sobresaltar. Ya está, se ha enfadado. Me quedo en el sofá y repentinamente me entra el miedo. Escucho sus pisadas firmes y tiemblo. —¿ Qué coñ o ha pasado a nuestra habitació n? —Pregunta perdiendo el juicio. —Has dicho que podí a hacer lo que quisiera, así que la he modificado en funció n de mis gustos. —Digo intentando parecer inocente. Culpable, grita mi yo interior. Me entran ganas de reí r, está alterado y furioso. Se acerca y posa las manos en las caderas mientras me fulmina con la mirada. Tengo que reconocerlo, intimida. —Y dime, ¿ te parezco uno que duerme en una habitació n de ese tipo? En ese momento entran en casa sus hermanos, algo que no habí a previsto. Nos miran curiosos, pero ninguno dice nada. —¿ Có mo se te ocurre hacer algo así? — Despotrica. Creo que dentro de poco le saldrá humo por las orejas. —No seas tan dramá tico… —Trato de restar importancia, pero me mira con crueldad, así que decido no decir nada má s. Una gran carcajada llama nuestra atenció n, la de Ivan. Ambos nos volvemos, pero ha desaparecido. Ups, han visto la habitació n. —Alex, ¿ te gusta tu nueva habitació n? —Pregunta Liam tratando de contener la risa. Alex lo fulmina con la mirada y levanta el dedo corazó n hacia é l. No sabe divertirse y no sabe cuá ndo se bromea. Es un viejo por dentro. —Si no os importa, Crystal y yo tenemos que hablar. —Gruñ e entre dientes y me agarra por el brazo arrastrá ndome dentro de la habitació n. Cierra la puerta con una patada sin apartar su mirada de la mí a. Lo miro inocentemente sin decir nada, aun sabiendo que estoy metida en serios problemas. —¿ Te divierte verme perder los papeles? —Pregunta a un palmo de mi rostro. Retrocedo un paso llevando las manos detrá s la espalda. —Solo querí a personalizar nuestra habitació n. —Digo agachando la cabeza. Pasan algunos minutos de silencio mientras é l mira a su alrededor molesto. Suspira y se encamina hacia la puerta. —Ahora vamos a comer, despué s seguimos hablando. —Dice apartando la mirada. ¿ Ya está? Y yo que me esperaba algo peor. Tal y como prometió, despué s de cenar, en absoluto silencio y con sus hermanos observá ndonos, volvemos a la habitació n y é l cierra la puerta con llave. —Visto que amablemente has personalizado nuestra habitació n, me parece correcto corresponder de alguna manera. Alzo la mirada hacia é l confundida. ¡ Oh no! El modo en el que me mira no promete nada bueno. —Yo tambié n quiero personalizar algo que aprecio mucho. —Susurra malicioso mientras me toca la camiseta. —¡ Desnú date! —Ordena con severidad. Ya no es un hombre cariñ oso, ha vuelto el cazador. Retrocedo decidida a no facilitarle el trabajo a pesar de lo que lo deseo. —¿ Dó nde crees que vas, Crystal? —Pregunta. Se mueve rá pidamente y al poco tiempo me lo encuentro encima de mí agarrá ndome por las muñ ecas. Desliza los dedos hasta el borde de la blusa y tira con fuerza. La arranca. Me estremezco, pero permanezco callada, curiosa de ver lo que está tramando. Sopla sobre mi cuello y besa mi piel mientras sus manos me desnudan completamente. Me besa, muerde la piel y la vuelve a besar. Má s besos y má s mordiscos, sin embargo, la intensidad aumenta. Intento empujarlo pero no lo consigo. —¡ Alex, me haces dañ o! —Me lamento. No parece importarle, continú a incansablemente. Siento sus manos deslizarse por mi cuerpo y un escalofrí o recorre mi cuerpo. —Te dejaré un recordatorio, así te acordará s de no volverme a enfadar. Su boca se detiene en mi cuello, lo besa y muerde la piel. Solo entonces me doy cuenta de lo que querí a. Quiere dejarme una marca. Trato de rebelarme, pero no consigo detenerlo. —¡ No, te ruego, en el cuello se ven! —Protesto mientras trato de empujarlo. Me bloquea entre sus brazos y continú a impasible hasta que no acaba. —¡ Es esto por lo que lo hago! —Responde con una sonrisa maliciosa. Se está vengando por lo que he hecho, lo sé. Intento liberarme de su agarre con todo mi ser, pero mis esfuerzos parecen inú tiles. Resoplo despotricando como una loca mientras sus manos viajan por mi cuerpo hasta llegar a mi parte í ntima. La acaricia con movimientos regulares con dos dedos. Maldició n, deberí a controlarme, pero no lo consigo. Me gusta lo que siento y me rindo, dejo una vez má s que haga de mí lo que quiera. —Sé que te gusta, pero quiero que tú me lo digas, Crystal. —Su profunda voz alcanza mis entrañ as. —Sí, me gusta… —Admito a merced de la excitació n. Ante esta afirmació n se detiene, me aleja mientras me observa victorioso. Intento acercarme alargando la mano hacia é l, pero la aparta. Trato de hacerlo de nuevo, pero me paraliza de nuevo. —No se toca. Ahora compó rtate bien y duerme. —¿ Dormir? Espero que esté s bromeando. Me dirige su tí pica mirada penetrante que no deja lugar a dudas. Este es su castigo por haberlo desafiado. —Esta noche duermo en el sofá. —Avisa con severidad con una almohada en la mano. Desapruebo contrariada mientras é l se comporta como si nada. Me ha provocado y me deja así. Antes de salir de la habitació n, se vuelve hacia mí y me guiñ a el ojo. —Que duermas bien. —Dice. Me dejo caer en la cama y cubro mi rostro con la almohada. Se me escapa un grito de frustració n. Se ha burlado de mí. Me esperaba una reacció n, pero é l sabe elegir el modo má s eficaz y cruel. Yo, a su lado, soy una principiante. Suspiro arrojando la almohada al suelo y permanezco quita observando el techo durante algunos minutos. No conseguiré dormir, es imposible. Entrecruzo las manos en el abdomen golpeteando los pulgares entre ellos mientras trato de pensar có mo resolver la situació n. Reacciona Crystal, dice mi consciencia. Podrí a, sin embargo, no sé qué hacer. Podrí a ir donde é l para hacer las paces. ¿ Por qué no? No estoy dispuesta a dormir sola. Lo quiero a mi lado y si es necesario le pediré incluso perdó n. Bueno, tal vez esto no lo haga, pero lo tendré como ú ltima opció n. Me visto rá pidamente y voy hacia el saló n de puntillas. Lo reconozco inmediatamente, está tumbado en el sofá mientras cambia de canal continuamente. Madre mí a, qué sexy es. Tranquila, estamos aquí con la bandera de la paz, no con la de la guerra. —¡ Crystal, ve a dormir! —Ordena sin mirarme. Parece triste y me siento mal vié ndolo así. Me acerco en silencio y me tumbo junto a é l. Se aparta ligeramente dejá ndome espacio, sin embargo, no me abraza como hace normalmente. —Quiero dormir contigo… —Susurro mientras apoyo la cabeza en su pecho. Lo escucho suspirar, está decidiendo lo que hacer. Me encojo arrimá ndole las caderas y es entonces cuando sus brazos me atrapan. —Siento lo de ayer, pero hablaba en serio cuando te dije que se me habí a olvidado —Explica. Me besa la mejilla mientras su mano me acaricia el cabello. —Basta ya de desafiarme. —Susurra. No replico, en silencio escucho su corazó n latir con fuerza, con esa fuerza que le caracteriza. Aunque todo esto sea extrañ o, é l me hace estar bien. Por mucho que yo pueda estar enfadada por lo que ha hecho, no consigo prescindir de é l. Se ha convertido parte de mí.
CAPÍ TULO 8 ♠ ♠ ♠
Me despierto de sobresalto con un fuerte dolor en el bajo vientre. Intento cambiar de posició n, pero la situació n no mejora. Me vuelvo hacia Alex, pero no lo encuentro. El dolor persiste y me doy cuenta de que algo extrañ o ocurre. No me siento bien. —¡ Alex! —Lo llamo con voz ronca mientras me retuerzo. Se despierta y todaví a somnoliento enciende la luz y me mira con preocupació n. —¿ Qué sucede? —Yo… No lo sé, me duele… —Intento hablar, pero el dolor no ayuda. —Llamo al mé dico inmediatamente. Se levanta y ponié ndose apresuradamente el pantaló n del pijama sale de la habitació n. Intento sentarme y con gran dificultad lo consigo. Respiro profundamente para tranquilizarme, pero no es fá cil. Nunca he sentido tanto dolor. La puerta se abre y é l entra, pá lido. Nos miramos y por primera vez lo veo aterrorizado. Yo tambié n estoy preocupada y comienzo a temblar. Agacho la mirada, y cuando lo hago, veo sangre, mucha sangre. Grito sin comprender lo que está sucediendo mientras el lí quido recubre mis piernas. —¡ Crystal! Se acerca, me acaricia el hombro e intenta tranquilizarme. Aparentemente mantiene la calma, pero su voz lo traiciona. —¿ Qué está pasando, Alex? —Pregunto a merced del pá nico. Me abraza, no habla. Me besa la frente, me acaricia con dulzura, sigue en silencio. Lloro mientras aprieto entre las manos con fuerza el borde de la camiseta. Está sucediendo algo feo, lo sé. Manchada de sangre, inmó vil y con pinchazos, espero la llegada del mé dico que tiene lugar veinte minutos despué s. Me tumba para hacerme un reconocimiento. Alex se queda a un lado mientras camina de un lado para otro con la mirada perdida. Reina un silencio eterno. Siento otra extrañ a sensació n de vací o. Me dirá que el niñ o no está vivo, lo leo en los ojos de ese mé dico que me ha atendido en los ú ltimos meses. Su mirada se posa en Alex, suspira y me mira. Por favor, no lo hagas. —Lo siento, ya no siento el latido. ¡ Bum! Contengo la respiració n. Mi hijo ha muerto. Algo dentro de mí explota. No lloro, no grito, no hago absolutamente nada. Dirijo la mirada hacia el techo y permanezco en esa posició n durante mucho tiempo. Se acabó nuestro sueñ o, nuestro futuro. Me siento vací a, inú til, perdida, como cuando mi madre me abandonó. He crecido rá pidamente tanto a causa suya como de Alex. Se acabó, nada tiene sentido. —Debé is venir a la clí nica para el raspado. —Nos damos una ducha y vamos. —Responde Alex con un hilo de voz. No estoy mentalmente presente. Me encuentro en un espacio oscuro, no veo, no oigo y no siento nada. Mi hijo ya no está junto a mí. Habí a llegado por casualidad y estaba asustada, pero despué s lo habí a aceptado, amado. ¿ Por qué se ha tenido que marchar? Lo he cuidado, he descansado, he comido sano. Mi hijo crecí a y yo era feliz, querí a tenerlo. —Duché monos. Me coge en brazos, pero yo no reacciono. No lo miro, no le hablo. Todaví a estoy en ese sitio frí o y lú gubre y no quiero abandonarlo. Me desnuda, me ayuda a entrar en la bañ era y comienza a lavarme. El agua está caliente, pero yo siento frí o. Tiemblo y me abraza. —Por favor, cariñ o, no lo hagas. No entiendo a qué se refiere. No estoy haciendo nada. Retiro las manos e involuntariamente las apoyo en mi vientre. Un acto reflejo. Ya no tengo qué acariciar, qué amar. Mi hijo ya no está. ¿ Por qué te has marchado? Yo querí a amarte para siempre. Habrí as sido mi razó n para vivir. Tú eras el inesperado milagro que habí a cambiado todo. Me habí a olvidado de todo, eras mi mundo perfecto dentro de esta locura que me rodea. Alex me levanta, me cubre con la toalla y me lleva a la habitació n. Me siento en el borde, ausente y con la mirada perdida. Me seca cuidadosamente y despué s me viste como se hace con los niñ os pequeñ os. Como cuando bromeá bamos con que lo harí amos alguna vez. Habí amos tratado de vestir a una muñ eca y yo lo regañ aba continuamente porque no era delicado. Querí amos a nuestro hijo má s que otra cosa. Habí amos planeado nuestra vida durante muchos añ os. Una noche hablando se habí a dado cuenta de que no serí a sano criarlo aquí y repetí a que cambiarí a su vida por nosotros. Habrí amos formado una familia y podrí a haber habido un nuevo comienzo, lejos de todo. Ahora ya no hay nada. Todos mis sueñ os y deseos se han desvanecido. Solo ahora me estoy percatando de estar en el coche. Me pone el cinturó n y despué s me besa en la frente. Durante un instante lo miro y me arrepiento de haberlo hecho. Tiene los ojos vidriosos. Está mal como yo, pero uno de los dos debe permanecer lú cido y yo soy incapaz de razonar. No quiero pensar en el presente, sino en el ayer. Cuando tení a todaví a mi hijo y era feliz. Cierro los ojos y me apoyo a é l. Quiero dormir, olvidar y esperar que todo sea solo una pesadilla. —¡ Crystal, despié rtate! Abro los ojos y é l está ahí, junto a mí. No sé cuá nto he dormido, pero siento la cabeza pesada. Posteriormente una molestia en el brazo llama mi atenció n. Es suero. Estoy en una clí nica. He perdido a mi hijo. No era una pesadilla, sino la realidad. La mano libre se desliza por mi vientre y é l la mira con tristeza. Me falta el aire, no consigo respira. Intento moverme, pero é l me detiene. —Tienes que descansar, acabas de salir de la sala operatoria. —Me dice acariciá ndome el rostro. Le aparto la mano bruscamente y lo miro aterrorizada. —Nuestro hijo… —Digo con tono apagado mientras aprieto las sá banas entre las manos. Lo hago fuertemente tratando de mantener la calma, pero no resisto. Grito con todo mi dolor interior. —¡ Lo siento! La voz de Alex es dé bil. Me abraza y dejo que me acune. Las lá grimas descienden surcando mi rostro. —Estoy aquí, cuidaré de ti. —Me susurra. Nadie podrá curar mi dolor. No existe una cura y deberé convivir con ello durante el resto de mi vida.
CAPÍ TULO 9 ♠ ♠ ♠
Los dí as pasan en la má s absoluta soledad. Veo a Alexander en el desayuno, en la comida y en la cena. Ni una palabra, ninguno de los dos ha comentado lo sucedido. Paso mis dí as encerrada en la habitació n, no salgo, no como mucho. No me apetece hacer nada. A veces me mira fijamente esperando a que yo diga algo. Entre nosotros ha cambiado todo, yo he cambiado. Ninguna objeció n, ninguna pregunta, ninguna protesta. Absoluto silencio. Me pregunto el sentido de mi presencia, visto que mantiene las distancias desde hace semanas. Quisiera volver a Españ a y recomenzar, intentar olvidarlo, junto a todo este dolor. —¡ La cena está lista! —Irrumpe en la habitació n avisá ndome con cierta prepotencia. No lo miro, no le digo nada. Me levanto y me dirijo hacia la el comedor pasando a su lado. Es así como hemos pasado las ú ltimas semanas, ignorá ndonos. É l ha intentado por todos los medios acercarse y cuidarme, pero yo me he negado. Despué s de varios tentativos, ha renunciado. É l tiene la culpa de todo. Me ha secuestrado, me he quedado embarazada involuntariamente y al final he perdido a mi hijo. É l me hace dañ o de la peor manera y ni siquiera se da cuenta. Me siento en mi sitio y comienzo a comer. Realizo estos movimientos desde hace dí as y no quiero cambiar. Se cansará y espero que al final me deje libre. Necesito recomenzar lejos de é l y de su mundo. —Esta noche vamos a una exposició n. —Informa. Con el rabillo del ojo noto có mo me observa atentamente. —De acuerdo. —Respondo manteniendo la mirada en el plato. Lo escucho respirar. Falta poco, sé que está a punto de ceder, le molesta que lo ignoren. —¿ Está s bien? Asiento sigilosamente y sigo comiendo. —Cuando una persona te habla es de buena educació n mirarla a los ojos… — Murmura molesto. Alzo la cabeza y lo miro sin expresió n alguna. —Estoy bien. —Digo y llevo la mirada al plato. Sus ojos queman mi piel, pero poco importa. No le permitiré acercarse má s a mí. ¿ Qué amor serí a este? —¿ Crystal, has escuchado lo que te he dicho? —Perdona, estaba distraí da. Aprieto los cubiertos con fuerza mientras los acerco al plato. No consigo comer mucho, no tengo hambre. Cada vez que pienso en comida me acuerdo del niñ o, cada movimiento que hago me recuerda a é l. Este es el motivo por el que prefiero quedarme encerrada en la habitació n, en la oscuridad. Repentinamente me falta el aire en los pulmones y los pinchazos en el pecho aumentan. Trato de levantarme, pero su mano agarra la mí a. Es la primera vez que me toca despué s de aquella noche. Un escalofrí o me recorre mientras miro fijamente su mano. —No has comido nada estos dí as. —No tengo mucho hambre… —Respondo tratando de apartar la mano. No deja el agarre, es má s, lo refuerza y me atrae hacia é l. —Podrí as intentar comer algo má s. ¿ Me harí as este favor? —Pregunta amablemente. Nos miramos a los ojos y me dejo llevar. —No consigo hacer nada, Alex, pienso continuamente en nuestro hijo… — Confieso con el rostro inundado de lá grimas. No consigo guardarme todo dentro, el dolor es demasiado intenso. Me abraza y me mece con ternura. Paz. Un lugar escondido que vislumbro en pocas ocasiones. Quisiera dejarme llevar por la tranquilidad y la paz, pero me lo impide la oscuridad que me rodea y me devora cada vez má s.
***
Aquí estoy, delante del espejo observando reticente mi reflejo. Rostro pá lido, ojeras que no consigo esconder ni siquiera con maquillaje. Para ser sinceros, no me he puesto má s que un pintalabios y el rí mel. Esto demuestra las ganas que tengo de salir, de ver personas que no conozco en un lugar desconocido. El problema es que no sé có mo salir adelante y combatir. Ya no tengo un objetivo, ya no tengo nada a excepció n de un gran vací o insaciable. Suspiro estirando el vestido con las manos. Tranquila, respira y camina. Sigo repitié ndolo, pero no parece funcionar. Una ú ltima ojeada y despué s me rindo, salgo de la habitació n. É l está sentado en el sofá, con la mirada perdida y de brazos cruzados. Me pregunto si tambié n é l piensa en nuestro hijo. Nunca ha dicho lo que siente, no sé cuá les son sus pensamientos. Percatá ndose de mi presencia, se levanta de sopetó n y sale a mi paso. Lleva un traje negro con una camisa blanca que le proporciona un aspecto fascinante, pero su mirada es triste. —Podemos ir. Se acerca, me acaricia el brazo con los dedos mientras sus ojos recorren mi cuerpo. —Está s preciosa. Agacho la cabeza mientras acerca sus labios a mi mejilla. Un beso delicado, con sentimiento y respetuoso. —Por favor, mí rame… —Suplica. Lo miro y me arrepiento inmediatamente. Estoy en medio de un torbellino. É l es mi perdició n. Permanezco embelesada mirá ndolo mientras acerca sus labios a los mí os, los acaricia, pero duda un instante antes de besarme. No me opongo, dejo que ocurra y por un momento encuentro la paz que parecí a un recuerdo lejano. Los dedos se deslizan por mi cabello hasta detenerse en la nuca. —Te echo de menos… —Susurra interrumpiendo el beso. Apoya la frente en la mí a y me abraza. No digo nada, me mantengo firme mientras siento có mo su corazó n late con fuerza. —No te puedes imaginar lo mal que estoy cuando te veo así. —Susurra con voz rota. Me coge la mano, la besa y me mira con amor. No tengo dudas de sus sentimientos. Pero ese momento dura poco, la mirada de amor se transforma en preocupació n y es entonces cuando todo sale a la superficie. —Estoy sufriendo, no sé có mo superarlo, Crystal. Querí a tanto a ese niñ o como tú porque habrí a sido el fruto de nuestro amor. Me lleva dulcemente hacia la salida entrelazando sus dedos con los mí os. Soy un cuerpo completamente carente de emociones. Me entran ganas de llorar, pero intento resistir, duele demasiado pensar en lo que hemos perdido. —Haré cualquier cosa para hacerte feliz, aunque soy consciente de que para ambos la herida no ha cicatrizado. Tenemos que intentar salir de esto juntos. — Dice agarrá ndome fuertemente. Tiene razó n, pero no sé có mo hacerlo. Despué s de todo lo que hemos pasado estamos todaví a aquí, é l y yo. Debo intentar permanecer a flote y é l es mi salvavidas. Una parte de mí querrí a dejar todo atrá s, olvidar y salir adelante. En cambio no lo consigo, estoy paralizada. Lo que existe entre nosotros es algo profundo e inexplicable. Un amor-odio, una guerra que persiste en el tiempo, donde cada cierto tiempo se alza la bandera blanca, pero posteriormente se retoman las armas. Nunca habrá un final, un ganador. Dos almas retorcidas que encajan a la perfecció n, pero que no pueden mantenerse unidas. Perfectos y destructivos al mismo tiempo. Cuando llegamos ante el moderno edificio aparca el coche y mira a su alrededor. En el aparcamiento está parte del personal de seguridad. ¿ Có mo olvidarlo? Podrí an matarme de un momento a otro para hacerle dañ o. Suspiro mientras baja del coche y da la vuelta para llegar a mi puerta. La abre, me tiende la mano, que agarro rá pidamente, y alzo la mirada. Fuerza una sonrisa, pero se ve que está preocupado. No entiendo por qué llevarme, mostrarme. Está al corriente del peligro que corremos. Cuando entramos permanezco fascinada ante lo que veo. Un ambiente ú nico completamente gris. Suelo de madera, y paredes y techo sobre los cuales numerosas luces forman perfectas lí neas paralelas. Me fijo en las fotos colgadas en las paredes y me doy cuenta de que se trata de un ambiente asé ptico para resaltar las numerosas fotografí as. Alex me acompañ a en silencio mientras observo las imá genes con atenció n. Momentos de todos los dí as, de personas normales. Han sido inmortalizadas en la cotidianidad. Una chica bajo la lluvia sin paraguas que corre por la carretera. Avanzo un paso y encuentro un anciano sentado en el banco mientras lee el perió dico. A sus pies un perro tranquilo con la mirada perdida. Es primavera, se ve por los colores de fondo. Continú o avanzando intrigada. Esta vez encuentro una pareja de ancianos que pasean de la mano por una alameda. Me detengo volviendo el cuerpo hacia la foto y la observo atentamente. El hombre la mira con ternura, ella parece feliz, sonrí e. La imagen me transmite muchas emociones. La demostració n de que el amor no tiene fin, puede durar toda la vida. Los miro y pienso que son muy afortunados. —¿ Te gusta? —Pregunta. Apoya la barbilla en mi hombro mientras me agarra por las caderas. Asiento con la mirada fija en la foto. Es extraordinario lo que transmite. —La manera en la que ella lo mira es el sueñ o de cada hombre. —Susurra suspirando. —Señ or, preguntan por usted al telé fono. —Dice una voz de fondo. Nos volvemos encontrá ndonos ante uno de sus hombres con el telé fono en la mano. Es el hombre sobre el que Alex habí a descargado su ira solo porque me estaba acompañ ando a la biblioteca. Lo miro disgustada porque no puedo hacer nada para cambiar las cosas. En parte me siento culpable y quisiera pedirle disculpas. —Qué date con ella. Vuelvo ahora mismo. Me besa en la frente y se aleja. Es bipolar, primero se enfurece y despué s me deja con é l. Nunca conseguiré entender sus cambios de humor. —Siento lo que ha sucedido. —Murmuro. —No te preocupes. —Responde acercá ndose aú n má s. Algo se apoya en mi mano y sorprendida me vuelvo hacia é l. —Haz como si nada, ve al bañ o, lé elo y despué s destrú yelo. Cierro el puñ o y me vuelvo nuevamente hacia la foto. ¿ Qué está escrito en ese trozo de papel? Aprieto la tarjeta indecisa y asustada. Cualquier cosa me meterá en problemas. No quiere que Alex lo descubra y esto me preocupa todaví a má s. ¿ Y si fuera una trampa organizada por Alex? Tal vez me está poniendo a prueba. El hombre se aleja, lo que quiere decir solo una cosa. Ha vuelto. Un soplido ligero llega a mi cuello dá ndome un escalofrí o. —Está s muy pensativa. —Comenta posicioná ndose junto a mí. —Estaba… estaba observando las imá genes… —Miento. Maldició n. Debo tranquilizarme, de lo contrario, se dará cuenta de que algo pasa. Su mano se posa en mi hombro desnudo, los dedos se deslizan lentamente arriba y abajo por mi piel. ¡ Venga ya! Soy de carne y hueso, no consigo quedarme quieta como un tronco. Lo está haciendo adrede, estoy segura. Me vuelvo, me esfuerzo por sonreí r con el corazó n en un puñ o. —Voy un momento al bañ o. —Digo intentando alejarme de é l. Su mano me agarra, me examina y yo quisiera morir. Se dará cuenta, acabaré en un lí o. —¿ Está s segura de que está s bien, Crystal? ¿ Bien?, si por “bien” quieres decir que me estoy muriendo de miedo, entonces estoy má s que bien. —Estoy bien. —Digo alejá ndome de é l. Cuando encuentro la puerta, me vuelvo y lo veo detrá s de mí. Oh, vamos, no tendrá intenció n de acompañ arme hasta dentro… espero. —Te espero aquí. —Avisa metiendo las manos en el bolsillo. De acuerdo, puedo hacerlo. Tengo la adrenalina por las nubes, una mezcla de emociones. Curiosa por descubrir cuanto antes lo que está escrito en la tarjeta, entro en el bañ o y cierro con llave. Abro y leo.
Si quieres escapar, ven mañ ana a las 15. 00 a la puerta trasera de la cocina comú n. ¿ Escapar?, ¿ me lo tengo que creer? Es solo una farsa de Alex, estoy segura. Apoyo las manos en el lavabo y miro mi reflejo en el espejo. No me reconozco. No parezco yo. Una lá grima desciende por mi rostro y no entiendo por qué. No consigo entenderme. Dentro de mí se encuentran sentimientos contrariados. Es una lucha continú a y no consigo escapar. ¿ Qué me está haciendo Alex? Destrozo el papel en mil pedazos y lo tiro en una papelera. Respiro profundamente y me pongo nuevamente la má scara de la indiferencia. Vuelve a la escena, Crystal, me digo. Salgo del bañ o encontrá ndome cara a cara con Alexander. Nos miramos y la expresió n de felicidad en su rostro desaparece transformá ndose en frialdad. —Te estaba esperando. —Dice duramente.
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