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DISPUESTO A TODO 15 страницаNuestro amor es imposible en todos los aspectos. De algo estoy segura: sin mí estará mejor. Conseguí a sacar lo peor de é l y no era bueno. Estoy lista, me convenzo. Miro el reloj colgado en la pared y suspiro profundamente. Ya es la hora. Salgo de los aposentos y me encamino hacia la salida. No llames la atenció n, compó rtate normalmente, me repito a mí misma una y otra vez. Tengo miedo de que sea una trampa, pero quiero arriesgarme y llegar hasta el final. Es la ú nica posibilidad que me queda. Cuando llego ante la puerta trasera, me percato de que el hombre de Alex no está solo. Con é l hay un chico joven. Pá nico. ¿ Y este quié n es? Oh, madre mí a, espero a que Alex salga de un momento a otro. Miro a mi alrededor preocupada hasta que la voz del hombre no me llama. —Muchacha, tenemos que irnos. Para empezar no soy una muchacha, pero mejor dejé moslo. No me parece el momento má s adecuado para una discusió n de este tipo. —Sé que Alex está en los alrededores. Ahó rrame la molestia y dime que es una trampa. Deberí a morderme la lengua, pero no lo consigo. Estoy nerviosa y me parece demasiado fá cil escapar así. —¿ Te parezco uno con ganas de bromear? —Murmura acercá ndose con intimidació n. —No tenemos mucho tiempo, por lo tanto decí dete rá pidamente. El joven a su lado desaparece al doblar la esquina mirando a su alrededor circunspecto. Me pregunto por qué tomarse tanta molestia por mí. Conozco a Alexander mejor que a mí misma, y ellos podrí an peligrar su vida. El hombre mira el reloj de muñ eca y luego dirige su mirada hacia mí. —Tenemos que marcharnos inmediatamente. No digo ni una palabra y lo sigo en silencio. Subimos a un coche con los cristales tintados. Me piden que me tumbe en los asientos traseros y que no me mueva hasta que salgamos del castillo. No me queda otra que obedecer y esperar que todo sea real. Me encojo y permanezco en alerta con el corazó n desbocado. Ruego para que todo salga bien, que Alexander no se percate de mi ausencia. No puedo imaginar có mo acabarí a esta vez. Cuando salimos del castillo el hombre me avisa de que dentro de poco podré sentarme. Pasan varios minutos durante los cuales cruzo los dedos y espero que todo vaya por el buen camino. —Crystal, cuando lleguemos al aeropuerto ve inmediatamente al control de seguridad. Allí encontrará s a un hombre que se llama Rodrigo. Lo reconocerá s porque lleva un sombrero rojo. Se encargará de ti, te llevará a casa sana y salva. —Me informa. Me acomodo en el asiento y miro por la ventana. Estamos lejos del castillo, pero todaví a lo vislumbro. —¿ Có mo pasaré el control si no tengo ningú n documento? —Pregunto. —Rodrigo lo tiene todo pensado. Te identificará s como su sobrina. Crystal… Escucha atentamente lo que estoy a punto de decirte…— Hace una pausa volvié ndose hacia mí mientras el chico joven al volante me mira a hurtadillas por el espejo retrovisor. — Haz todo lo que te diga Rodrigo, y lo má s importante, cuando llegues a casa, olví date de este sitio. Muchas personas está n peligrando su vida para sacarte del castillo, deberí as tenerlo en cuenta cuando esté s allí. —¿ Por qué arriesgar vuestra vida por mí? —Pregunto con un hilo de voz. —No tiene importancia. Lo ú nico que tienes que hacer es mantenerte lejos de Alexander Volkov para siempre. Estoy dejando mi vida en manos de personas que no conozco, pero en este momento no tengas muchas otras alternativas. Una vez en la entrada del aeropuerto De Boa Vista, detiene el coche y se dirige hacia mí. —Ahora ve, no mires atrá s. Rodrigo te espera en el control de seguridad, lleva un sombrero rojo y tú eres su sobrina. Despué s é l te explicará mejor lo que tendrá s que hacer cuando llegues a casa. —Dice con calma para que asimile toda la informació n. Estoy a punto de asentir cuando el sonido de un telé fono se me adelanta. El hombre lo mira, está leyendo un mensaje. Por su expresió n aterrorizada comprendo que Alexander se ha percatado de mi ausencia. —Tienes que correr. Está llegando. —Exclama alarmado. No lo pienso dos veces y bajo del coche como una bala. Mi corazó n late a mil por hora y el miedo se está apoderando de mí. Tengo solo que entrar, ir derecha a los controles y buscar a Rodrigo. —¡ Crystal! —Grita una voz a lo lejos. Me quedo de piedra. Me vuelvo y veo el motivo por el que estoy escapando: Alexander. Está corriendo hacia mí como un poseí do. ¿ Có mo diantres ha hecho para encontrarme tan rá pidamente? Corro hacia la entrada mientras mis ojos vagan en busca de la puerta de embarque. Este sitio es enorme. No llegaré a tiempo, Alexander me alcanzará y todo se irá al traste. ¡ No te vuelvas, Crystal, corre! Mi corazó n está desbocado y estoy jadeando, pero no me rindo. Por fin consigo encontrar el control de seguridad, unos pasos má s y estaré a salvo. Siento su voz gritar mi nombre, pero no me detengo. ¿ No se dará cuenta de que llamará la atenció n de todos? Junto a uno de los hombres del personal de seguridad, reconozco a un hombre con sombrero rojo. Espero que seas tú, Rodrigo. Por favor, dime que eres tú. —¡ Rodrigo, soy Crystal! —Digo jadeando. El hombre levanta la mirada. Ojos negros. Mirada ambigua. —¡ Hola, sobrina! —Exclama con media sonrisa. —Tí o, tenemos que marcharnos de aquí en cuanto antes. ¡ É l está aquí! —Lo informo nerviosa. Agarra mi mano y pasa los documentos por el control sin perder tiempo. Instintivamente me vuelvo hacia la direcció n desde donde he venido. Oh no, Alexander está corriendo hacia nosotros. Rodrigo me lleva al arco detector de metales, y una vez al otro lado, me siento a salvo. No resisto a la tentació n, me vuelvo para mirar a Alex. Permanece inmó vil con la mirada puesta en mí. Parece desilusionado, pero no preocupado. Levanto una ceja preocupada mientras é l rí e burló n. Se acerca a los controles, Rodrigo intenta alejarme, pero yo no me muevo. No es posible, no puede pasar el control así sin má s. Que alguien lo detenga. Se me ocurren muchas opciones. Si pasa el control estoy acabada. A menos que fuera todo falso y que se haya burlado de mí. —¡ Maldició n, Crystal, debemos marcharnos! —Gruñ e entre dientes a mis espaldas. Mis pies está n clavados en el suelo, no consigo moverme y estoy demasiado concentrada observando sus movimientos. Con la mirada puesta en mí se acerca a uno de sus hombres y le susurra algo. Este asiente. Dios mí o, estoy acabada. Me sonrí e y despué s saca un bolí grafo y escribe en un papel. ¿ Qué está haciendo? Deberí a correr y marcharme, pero creo que no servirí a para nada. Si pasa el control, no hay vuelo que lo detenga. El hombre coge el papel, pasa el control y viene hacia mí. Es un mensaje para mí. Está a pocos metros, podrí a venir a buscarme. Sin embargo, me escribe. Sorprendente. Abro la hoja doblada en cuatro y leo el contenido.
Escapa todo lo que quieras amor mí o. No existe lugar o persona que te tenga alejada de mí. Eres solo mí a. Levanto la mirada hacia é l y lo miro mientras está tranquilo sonrié ndome como un tonto. No me sorprende. Siempre he sabido que no se rendirí a. Lo sonrí o, levanto la mano y con mucha elegancia le muestro el dedo corazó n antes de dirigirme definitivamente hacia la puerta de embarque. Adió s Alexander. Espero que nuestros caminos no se crucen nunca má s. ALEXANDER La observo desaparecer sin hacer nada. Quisiera correr hacia ella, cargarla a mis espaldas y llevarla a casa conmigo, pero no puedo. Qué pena. Me habrí a gustado escucharla gritar mientras me la llevaba. He esperado hasta el final para que cambiara idea, y en cambio, ha decidido escapar. Querí a ponerla a prueba, así que he elaborado un plan. He encargado a Igor entregarle el mensaje cuando está bamos en la galerí a y he querido esperar a su reacció n, pero una vez má s me ha asombrado. Ha conseguido mantener la calma, ha hecho el amor conmigo pensando que era un adió s y al final ha tomado una decisió n. Me ha dejado. Me decepciones, Crystal, no sabes cuá nto. La llegada de Dimitri ha arruinado todo, no era algo que habí a previsto. Creo que ha sido eso lo que le ha impulsado a escapar. Sé lo inteligente que es mi princesa, espera ir a Españ a, pero no sucederá. Rodrigo estará a su lado intentá ndole creer que la protegerá de mí, pero ella no sabe un detalle muy importante: é l trabaja para mí. Rodrigo será su sombra hasta que no decida volver aquí. La he dejado ir porque secuestrá ndola habí a tomado una decisió n equivocada. No puedo obligarla a amarme, si bien dentro de mí sé que lo hace. Deseaba volver a su vida y no podí a retenerla má s. Ahora solo queda esperar que me ame lo suficiente como para buscarme. Mientras tanto deberé zanjar de una vez por todas todos mis conflictos con Vladan. Si ella decide quererme, quiero estar preparado para ese momento. Nadie se podrá entrometer. —¡ Señ or! —Me llama Igor. —El vuelo está a punto de despegar. —Me informa. Bien. Todo está yendo segú n lo planeado. Me acerco a la cristalera que da a la pista e observo el avió n. La echaré de menos, no sé lo que haré sin ella. Esta vez decidirá si aceptar nuestro amor o cambiar pá gina alterando el curso de nuestras vidas. Vuelve, Crystal. No me olvides. DISPUESTO A TODO CAPÍ TULO 1 ♠ ♠ ♠
Cuando Rodrigo me ha informado que cogerí amos el vuelo para Parí s me he alarmado, pero despué s me ha explicado que con Alexander es mejor tener un plan alternativo. Habí a reservado dos billetes para ambos vuelos por si Alex nos encontraba. Tengo que decir que ha sido una buena idea. Un plan perfecto. Deberí a ser feliz porque soy libre, sin embargo, me siento fatal. Por mucho que desee mi libertad, é l es una parte de mí y la echo en falta. Nunca olvidaré su expresió n en el aeropuerto. No parecí a preocupado, es má s, parecí a tranquilo y me ha incluso sonreí do. No es tí pico de é l, incluso pienso que está organizando un plan para devolverme a Rusia. Es consciente de que no puede arriesgarse, podrí a correr a la policí a y denunciarlo. ¿ Es esto lo que quiero hacer? No lo sé, estoy desconcertada y no sabrí a cuá l es la decisió n correcta. —¡ Crystal! Me vuelvo inmutable hacia el desconocido al que estoy dando la mano. Es joven, tendrá má s o menos la edad de Alex y es un hombre apuesto. No entiendo có mo un españ ol ha acabado colaborando con rusos. Qué cosas pienso… No me parece el momento má s adecuado para perderme en observaciones estú pidas. Estoy en mitad de una fuga y no estaré tranquila hasta que vuelva a mi casa. —Necesito tu colaboració n para que mi plan vaya por el buen camino. —Hace una pausa esperando ver mi reacció n. Estoy todaví a aturdida por la situació n y me es difí cil pensar sensatamente en este momento. Creo que lo má s adecuado es dejar todo en las manos de este hombre, se ve que es un profesional. Solo me pregunto quié n puede apreciar tanto mi vida como para haberlo contratado para que me devuelva a casa. —Cuando llegues a casa, estará s obligada a mentir. Dirá s que has dado la vuelta a Europa conmigo, que necesitabas vivir a tu manera. Me estremezco mirá ndolo contrariada. ¡ Esta sí que es buena, é l y yo por Europa! —Yo no soy así, nadie me creerá. Resopla molesto y coge unos documentos de su maletí n. —Como demostració n de tus viajes está n estas fotografí as. —Explica pasá ndome un sobre, en silencio echo un vistazo una a una. Detrá s de cada foto está escrito lugar y dí a. Italia, Francia, Alemania, Londres, Austria. —No tení a dinero y tampoco ningú n documento, no puede funcionar. ¿ Por qué no decimos simplemente la verdad? No responde inmediatamente. Se pone a buscar algo entre los documentos, saca una hoja y la apoya en mis piernas. —Esta es la lista de las personas que está n deseando derrotar a los Volkov. Ahora, si dices que te ha secuestrado, se interpondrá la Interpol, se creará un gran escá ndalo y tendrá s encima toda la atenció n del mundo criminal. Se interrumpe, arruga los labios y se acerca aú n má s. —Por fin Alexander Volkov tiene un taló n de Aquiles… Eres tú. Imagina que botí n má s delicioso para la criminalidad rusa… Me estremezco. La idea de ser el blanco de hombres sin escrú pulos capaces de matar sin pestañ ear me aterroriza. He asistido personalmente al asesinato de uno de ellos. Un recuerdo para el resto de mi vida. Nunca olvidaré la frialdad de Alexander mientras mataba a uno de los hombres de Vladan. En ese momento solo querí a protegerme y no ha vacilado. Lo ha matado y yo estaba allí asistiendo y viendo la transformació n del hombre que posee mi corazó n. —Elige, Crystal, ¿ realmente quieres ponerte en peligro a ti misma y a todas las personas que está n a tu lado?, ¿ o dejará s que me encargue yo? Haré lo que esté en mi mano para que todo salga bien… Por lo que parece no tengo alternativas. Tendré que mentir por el bien de todos, pero no creo que sirva de mucho. Mi padre se dará cuenta de que algo pasa, nunca se creerá lo del viaje por Europa con un desconocido. Por si fuera poco, Rodrigo no inspira mucha confianza, tiene una apariencia sospechosa y si esta es mi primera impresió n, no quiero imaginar cuá l será la de mi padre. —É l vendrá a buscarme, ¿ qué haré cuando me encuentre? —Pregunto de buenas a primeras. —Esto es otra cosa de la que querí a hablarte… É l vendrá a por ti y ambos sabemos que te encontrará. Mi plan prevé que esté s en Madrid durante un par de semanas. Despué s te marchará s, irá s a Oslo donde comenzará s una nueva vida. He pensado en todo, documentos, dinero, casa y si todo va bien, tambié n un trabajo. Alexander Volkov no es ingenuo, elaborará un plan y necesitará tiempo. En todo caso tengo informadores, sabré cuando vendrá a buscarte. No me lo puedo creer, una vez má s mi vida ha sido organizada por terceros sin dejarme elecció n. Es una situació n surrealista y no tengo idea de có mo la manejaré, lo ú nico que puedo hacer es dejar que me ayude. Solo volviendo a pensar en las palabras de Rodrigo asimilo toda la informació n. —¿ Tendré que irme a vivir a Noruega? No se inmuta, asiente como si nada. Para é l no será un problema, pero para mí sí. Mi vida no será la misma. ¿ Qué estoy diciendo? Mi vida ya no es la misma desde hace tiempo. Suspiro mientras observo la lista, concretamente un nombre llama mi atenció n. Vladan. Una vez má s é l. —¿ Qué puedes decirme de Vladan Kensko? —Es uno de los hombres má s peligrosos que he conocido. —Responde inmediatamente. Me vuelvo hacia é l sorprendida. —¿ Lo has conocido? —Le pregunto. —Todos conocen a Vladan, es un hombre que no pasa desapercibido. He tenido un pasado tormentoso e inevitablemente me he topado con é l. Si necesitas ayuda, puedes contar con é l, pero cuando eres un deudor, no escapas. —Explica con calma mientras vuelve a meter las fotografí as en el sobre. Contengo la respiració n mientras aprieto el borde de la camiseta. ¿ Por qué tengo la impresió n de estar en peligro? Si é l conoce Vladan, ¿ Quié n me dice a mí que no está aliado con é l? Ha dicho que una vez que lo conoces, no escapas. —Tengo curiosidad por saber có mo has hecho para toparte con Alexander Volkov… —Dice mientras está ocupado mirando su telé fono. —Lo conocí casualmente en Madrid… —Corto de raí z. No me apetece hablar de Alex y de mí, todaví a tengo que saber para quié n trabaja. Lo examino atentamente y decido ser directa esperando una reacció n que me haga saber algo má s de é l. —¿ Quié n te ha contratado, Rodrigo? —Pregunto de buenas a primeras. No consigo darme una respuesta ló gica. Ninguno tiene el interé s de liberarme sin sacar provecho de ello. Tiene que haber un segundo objetivo, siempre hay uno. Se endereza en el asiento y deja caer la cabeza hacia atrá s. —No tiene que interesarte quié n, lo importante es que está s a salvo. Y lo má s importante, no verá s nunca má s a Alexander Volkov. Es lo que querí as, ¿ no? Aparentemente es así, pero dentro de mi cabeza hay una gran confusió n. Me contradigo en mis pensamientos, es una lucha continua entre corazó n y cabeza. —Me interesa, y mucho. No te conozco, y por lo que parece tú sabes todo de mi vida. Exijo las respuestas inmediatamente, de lo contrario no seguiré tu plan. Intento parece intimidante, sin embargo, no creo que un hombre como é l se asuste fá cilmente, está acostumbrado a cosas peores. Puede creer lo que quiera, pero he aprendido que fiarse es bueno, pero no fiarse es mejor. No seguiré su plan, no tengo ninguna intenció n de escapar y refugiarme en Noruega. Querí a marcharme de aquel mundo, pero alejarme de Alexander no es fá cil. Es una ardua decisió n, no puedo mentirme a mí misma. Lo echaré siempre de menos. No consigo interrumpir completamente el hilo que nos une… tal vez no quiero hacerlo. —Escucha, muchacha. —Comienza alterado volvié ndose hacia mí. —No estamos jugando. ¿ Crees que eres la ú nica en peligro?, ¿ crees que me divierto aceptando un compromiso tan grande? Por mucho que el dinero venga bien, contigo estoy peligrando mi vida. Tú seguirá s ese maldito plan sin rechistar porque no tienes elecció n. ¿ He sido claro? Su humor ha cambiado repentinamente, está mostrando su verdadera naturaleza sin darse cuenta. Me mira con una maldad que da escalofrí os. Creo que me he metido en un lí o todaví a má s grande. ¿ Có mo he podido pensar en escapar poniendo mi vida en manos de un desconocido? É l no es mucho má s diferente que Alexander, pertenece a su mundo. Podrí a matarme si pierde la paciencia, sin embargo, lo que sé es que no me dejaré intimidar. Estamos hablando de mi vida y quiero ser la ú nica dueñ a. —¡ Seguiré tu plan solo si me dices quié n te ha mandado! —Refunfuñ o mirando por la ventana. Silencio, no responde. Sin conocerlo no me gusta y tengo un mal presentimiento. Bebe un trago de agua y cierra los ojos enderezá ndose en el asiento. —Me ha contratado Liam Volkov. ¿ Contenta? Me vuelvo hacia é l incré dula. Liam se ha puesto en contra de su hermano por mí. Es una catá strofe. Cuando Alexander lo descubra, porque lo descubrirá, se desencadenará el caos. —Ahora que sabes la verdad, hará s todo lo que te digo. Por sus palabras parece convencido, sin embargo, no me conoce en absoluto. Cuando quiero, sé jugar con fuego, aú n sabiendo que acabaré en el infierno. Permanezco en silencio y dejo que siga hablando. —Tengo la obligació n de llevarte a casa sana y salva. Tendrá s poco tiempo para estar con tu familia y esto está fuera de toda negociació n. Cuando te vayas a Oslo, dirá s a tu padre que te mudas a Londres. Me puedes usar como coartada, declarará s que estamos juntos o que somos muy amigos, lo que te apetezca. Va en serio. Proceso la informació n rá pidamente mientras pienso en sus palabras desconcertada. ¿ Có mo puede pensar algo así? Mi padre no está acostumbrado a ciertos comportamientos. Siempre he sido una chica pací fica que no transgrede las normas. Si ya le costará creer que he pasado meses dando vueltas por Europa, imagí nate si le digo que me mudo a Londres con é l. Tengo que tratar de concentrarme, reflexionar y decidir có mo librarme de este troglodita. No iré a ninguna parte con é l. Si debo ir a algú n sitio obligatoriamente, sé dó nde. Acudiré a una persona de la que me fí o ciegamente: mi tí a. Cada cosa a su tiempo, lo primero que tengo que hacer es decir la verdad a mi padre. No puedo mentir, solo así lo entenderá todo. No tendré mucho tiempo, Alexander vendrá a buscarme. Suspiro profundamente mientras mi mente vaga. Recuerdos, emociones, é l. Solo y ú nicamente é l ocupa mi mente y mi vida.
CAPÍ TULO 2 ♠ ♠ ♠
Cuando aterrizamos en el aeropuerto de Barajas, Rodrigo alquila un coche. No hemos vuelto a hablar. Yo no tengo nada que decir, estoy distraí da e intentando buscar una solució n a esta locura. Desde que estamos aquí, Rodrigo mira a su alrededor compulsivamente y usa continuamente el telé fono. Escribe mensajes sin cesar, probablemente estará informando a Liam de nuestros movimientos. —No tiene sentido preguntarte si conoces mi direcció n. —Comento subiendo al coche. Sonrí e burló n. —Calle Rafael Herrero. —Responde. Obviamente sabe dó nde vivo. Configura el navegador mientras su telé fono suena continuamente. Resopla llevá ndoselo a la oreja y responde. —¿ Da? —Pregunta. Escucha al interlocutor. —¡ Eto sve v poryadke! —Exclama. Le ha dicho que todo va bien. La expresió n de Rodrigo cambia, frunce el ceñ o mientras mira hacia adelante. —Eto ne bylo v planakh. ¿ Qué no estaba programado? Se acabó. Está n hablando de mi persona, no pueden decidir por mí. En un ataque de histeria le quito el telé fono a Rodrigo. —Escucha, Liam, ya sé que quieres tenerme a salvo, pero no puedes decidir sobre mi vida. Ya casi he llegado a casa y quisiera que no me siguiera. Al otro lado no responde nadie, silencio. Trato de mirar la pantalla, pero en ese momento Rodrigo me quita el telé fono de la mano despotricando. —¡ No lo vuelvas a hacer! —Grita mientras comprueba si la llamada todaví a sigue activada. Acelera adelantando a los coches irresponsablemente. ¿ Por qué de repente tiene prisa? No lo entiendo. Tal vez estamos en peligro y no quiere alarmarme. No me parece el tipo que se preocupa por los demá s. Sigo sospechando por qué hace todo esto. De acuerdo, es su trabajo y probablemente le pagará n generosamente. Parece no tener miedo de Alexander, lo cual es extrañ o. ¿ Quié n está realmente detrá s? —¿ Me explicas qué está pasando? —Intento preguntar manteniendo la calma. —Estú pida muchacha… —Murmura irritado sin mirarme. Ya estamos, otra vez esa palabra. Maldito estú pido. Podrí a seguir con esta discusió n, pero no creo que sirva para mucho. Está enfadado y lo mejor es estar en silencio. Quisiera liberarme de é l lo antes posible. Cuando llegamos ante mi casa, aparca el coche y yo suspiro mientras observo la puerta verde agua. CASA. Me he alejado de é l y he decidido volver a mi tierra. ¿ Pero có mo puedo saber qué decisió n tomar?, ¿ soy feliz? No, para nada, aunque deberí a. He esperado y deseado este momento. Apoyo la mano en la manilla, pero no consigo abrirla. Tengo que bajar, abrazar a mi padre y acabar con todo esto. Mi cuerpo no reacciona, estoy paralizada. Nunca he sido una buena mentirosa y mi padre no se creerá la historia de las vacaciones. Cuando me vea en compañ í a de Rodrigo será todaví a peor. Un hombre desconocido acompañ a a su hija por Europa. No se lo creerá. —¡ Sigue el plan y no hagas tonterí as! —Advierte. Su tono es intimidante y es precisamente esta actitud la que me hace reaccionar. Abro la puerta y salgo porque no tengo alternativas. Entraré en casa, en presencia de Rodrigo, diré todo lo que é l quiera y cuando esté sola con mi padre, le contaré toda la verdad. Bueno, no toda. No le puedo decir que me he enamorado de mi secuestrador, que hubo un periodo en el que era feliz y que ademá s estaba embarazada de un niñ o que ya no está en mi vientre. Se me crea un nudo en la garganta, me entran ganas de llorar solo con pensarlo, pero logro resistir. Tengo que ser fuerte. Despué s de todo, tengo solo que interpretar un papel una vez má s. Todo inició así: una provocació n, una actuació n. Actú e de un modo que no era proprio de mí provocando al hombre equivocado y desde ese momento mi vida no existe. Mientras avanzo hacia casa las imá genes de Alex y yo juntos se vuelven má s ní tidas. É l me mira con curiosidad, yo con descaro. Nuestro primer encuentro fue algo fuera de lo normal. Sabí a que estaba mal, y sin embargo, no resistí a la tentació n. Nunca hubiera imaginado que mi corazó n le perteneciera. Esta es la verdad, pero é l nunca la sabrá. Me enamoré de é l desde el primer momento, sin embargo, intenté convencerme a mí misma de que era imposible. Mis dedos rozan el timbre, y una vez má s, vacilo. ¿ Qué me sucede? deberí a ser feliz y desear volver a ser lo que era antes de conocerlo. Enfadada conmigo misma me armo de valor y llamo. Ya está. É l ya no existe, tengo que asimilarlo. Cada paso que realizo para retomar mi vida es como una herida abierta en el corazó n. Me alejo cada vez má s de é l y el dolor en el pecho aumenta. Un abismo que no se cierra. La puerta se abre de sopetó n mostrando la figura de mi padre. Me mira con una mezcla de rabia y alivio. Tendré que dar muchas explicaciones, no será fá cil. —¡ Crystal!, ¡ has vuelto! Parece cansado y sé que yo soy la causa. Primero mi madre, despué s yo. Pensará que soy idé ntica a ella y eso no me gusta en absoluto. Nunca seré como ella. Me tiro a sus brazos y escondo mi rostro en su cuello. Perfume de hogar. —¡ Soy muy feliz de verte, papá! —Susurro tratando de contener las lá grimas. No puedo llorar, se alarmarí a. —¡ No sabes lo que te he echado de menos, cariñ o mí o! —Suspira profundamente. —Te marchaste sin decir nada. —Continú a. Me aprieta y mi corazó n se rompe en mil pedazos. Habrá pasado meses infernales pensando que su hija era una desconsiderada. Será difí cil decirle la verdad y sinceramente estoy considerando la idea de no decir nada. La tos de Rodrigo interrumpe nuestro momento. Ha llegado la hora de actuar… Una vez má s. Me suelta y estudia al hombre situado a mis espaldas. Observo como su mandí bula se contrae y me doy cuenta de que debo intervenir, de lo contrario, conociendo a mi padre, se volverá loco.
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