Хелпикс

Главная

Контакты

Случайная статья





DISPUESTO A TODO 14 страница



¿ Y ahora qué he hecho?, ¿ se habrá dado cuenta de algo?, ¿ o su plan prevé que le cuente todo?

Estoy desconcertada, no sé si creer en esas palabras escritas en un trozo de papel. É l serí a capaz de ponerme a prueba. Lo sigo en silencio hasta un pequeñ o bufé. Coge dos copas y me pasa una.

—¿ Por qué has llorado? —Pregunta cogié ndome de sorpresa. A punto de hablar, una voz de fondo se me adelanta.

—¡ Alexander Volkov!

Me vuelvo encontrá ndome ante una hermosa mujer. Rubia con pelo casco, ojos azules de gato. Alta y esbelta, atrapada en un largo vestido rojo que le ajusta ese cuerpo perfecto.

—¡ Liudmila! —Exclama é l besá ndole la mano.

¿ Ah sí, eh? Con otras mujeres es todo un caballero, ¿ quié n lo dirí a? Los dos intercambian algunas palabras en ruso mientras se sonrí en. ¡ É l la sonrí e, joder!, ¿ por qué no me sonrí e a mí así? Ah, claro, yo solo consigo sacar lo peor de é l. La mujer lo mira codiciosa, lo desea. ¿ Quié n no querrí a uno así? Ella se le acerca, apoya la mano en su hombro y la expresió n de Alex cambia y se vuelve inmutable, ha vuelto el de siempre. Le sonrí e maliciosa. Saltarí a encima de ella y le tirarí a de ese pelo perfecto y brillante. Descargarí a toda mi rabia sobre ella por diferentes razones, tal vez una de estas son los celos que tengo. Es la misma sensació n molesta que sentí cuando las chicas tocaban a Alex en el local.

—Ella es mi novia. —Exclama volvié ndose hacia mí.

Me coge de la mano, sonrí e un instante y despué s dirige la atenció n a la mujer que me mira con frustració n. ¡ Qué horror!, ¡ Alex está con una como ella! , seguro que está pensando algo así. Bebo el champá n que queda y le doy la mano. Tengo que mantener la calma. Mostrarme indiferente no es fá cil,


quisiera abalanzarme sobre ella.

Dobryy vecher, miss.

Me mira pasmada y Alex contiene la risa. No he hecho nada, he sido muy educada, le he llamado señ ora. La mujer nos mira a ambos y despué s se detiene en mí.

—No hace falta que me llames señ ora, probablemente tengo solo algunos añ os má s que tú.

Es así como la bella se transforma en un monstruo de dos cabezas. Disfrutando de la situació n y satisfecha me vuelvo hacia Alex.

—Liudmila, ella tiene la mitad de añ os que tú. —Le dice.

Imaginaba lo mayor que era, pero no creí a que tendrí a el doble, le sientan estupendamente bien. No me perderí a por nada del mundo la graciosa expresió n de la mujer enfadada.

É l acaricia mi rostro.

—Es precioso verte sonreí r. —Me susurra. Estoy sonriendo por primera vez desde…

—¿ Te apetece dar un paseo? —Pregunta interrumpiendo mis pensamientos. Asiento agradecida. Necesito aire. Repentinamente me ahogo. Obviando a la mujer que se encuentra a pocos pasos de nosotros, salimos fuera del edificio. Cruzamos la carretera caminando en silencio de la mano.

Besa mi mano detenié ndose ante un pequeñ o parque.

—He pensando mucho en nuestra situació n ú ltimamente… —Dice encaminá ndose hacia el interior del parque.

—Creo haber cometido muchos errores para obtener lo que querí a… pero quiero remediarlo.

Se detiene, se vuelve hacia mí y me acaricia nuevamente. No es el Alex de siempre, parece diferente. Tiemblo como una hoja cuando una racha de viento helado me atraviesa. Rá pidamente me envuelve entre sus brazos, me da calor y yo no tengo ninguna intenció n de moverme.

—Quiero devolverte tu libertad, Crystal… —Susurra. Abro los ojos incré dula. ¿ Lo ha dicho de verdad?

—No tengo tenerte encerrada en mi castillo, pero necesito saber que solo será s mí a…

Deja que me marche. Yo no reacciono, no comprendo, estoy desconcertada.

—¡ Quiero casarme contigo! —Declara decidido.

—¿ Qué? —Pregunto con un hilo de voz. Tiemblo consciente de lo que ha dicho.


Ty moya, Crystal, y quiero pasar el resto de mi vida contigo. No quiero tenerte encerrada entre esas paredes. —Declara acariciá ndome la barbilla con el pulgar. Creo que no lo entiendo. ¿ Quiere que de pronto sea libre?, ¿ por qué ahora?

—¿ Quieres decir que puedo volver a casa y ver a mi padre, mis amigas, y retomar mi vida?

—Suspira, lo cual no es buena señ al. Su mirada se detiene en mis labios, los desea. Mi corazó n grita, ¡ bé same! Es desconcertante. Dios mí o, contró late, te acaba de pedir matrimonio.

—¿ Tú quieres casarte conmigo? —Pregunto conmocionada.

—¡ Sí! —confirma sonriendo. Esto va má s allá de cualquier problema de personalidad. Está loco. Chiflado. Fuera de sí. Por el amor de Dios, ¿ có mo puede decir algo así?

Quiero casarme contigo, Crystal. Ya sabemos que nos conocimos de forma normal y que estamos juntos desde hace tiempo y creo que ha llegado el momento de… Teó ricamente funciona así, ¿ no?, ¿ qué deberí a responder?, ¿ sí, cariñ o, casé monos? Ni muerta. Ya estoy enjaulada, si me caso con é l firmo mi sentencia de muerte. Y ademá s, tengo solo 18 añ os. No quiero casarme ahora. Necesito mi espacio para poder pensar con claridad. Hasta que no esté encerrada en su mundo, no podré ser yo misma. Quisiera tener la libertad de elegir, algo que nunca he tenido desde que lo conozco. Me ha secuestrado,

¿ có mo puede pensar que me casaré con é l? A menos que… Oh, no… ¡ É l no quiere una respuesta!, ¡ ya lo ha decidido!

—Lo que estoy tratando de… —Se interrumpe mirando a mis espaldas con los ojos abiertos de par en par.

Me coge de los hombros atrayé ndome hacia é l e impulsada por la curiosidad me vuelvo. Me quedo de piedra al ver a un hombre de mediana edad apuntando hacia nosotros con una pistola en la mano. Alexander avanza con cautela posicioná ndose delante de mí y yo quisiera gritarle que no lo haga, es vulnerable. La idea de que el hombre pueda disparar de un momento al otro me aterroriza.

—¿ De verdad me está s apuntando con la pistola? —Le pregunta Alexander. El hombre sonrí e malé fico, baja la mirada hacia la pistola situada entre sus manos temblorosas, y luego la dirige hacia é l.

—No estoy aquí por ti, sino por ella. —Responde en ruso el hombre, o eso es lo que creo entender.

Contengo la respiració n con el corazó n latiendo a mil. Oh, Dios mí o, está aquí


por mí. Quiere matarme.

—Baja la pistola, Dimitri, y tal vez te deje vivo… —Lo amenaza Alexander. No deberí a provocarlo, sino intentar tranquilizar la situació n. Estamos solos y sin protecció n. El ú nico que posee un arma es justo el hombre que está ante nosotros y que nos matará.

—Tu chica vale dos millones de dó lares y no estoy dispuesto a renunciar a todo ese dinero. —Responde el hombre avanzando.

Alex intenta retenerme, pero consigo posicionarme a su lado. Una tonterí a por mi parte, pero ha sido una reacció n involuntaria. No quiero que use su cuerpo como escudo. No puedo permitir que muera para protegerme. É l es má s importante que yo misma.

Mi corazó n se desboca mientras apunta la pistola hacia mí. Hay una recompensa por mi cabeza, soy una persona muerta.

—Ven aquí, dulzura. —Dice agitando la pistola.

No me muevo, los pies está n clavados en el suelo. Alex me agarra la muñ eca e intenta ponerme detrá s de é l, pero yo no me muevo.

—¡ Si la llevo viva donde Vladan tendré el doble de recompensa! —Sonrí e burló n.

—¡ Crystal, detrá s de mí, inmediatamente! —Dice entre dientes. Trato de hacer lo que me dice.

—Si das otro paso, te mato. —Grita el hombre con la pistola en la mano. Permanezco donde estoy. Me tiemblan las piernas, tengo miedo.

—Te daré el doble, baja la pistola. —Gruñ e Alexander cogié ndome la mano. Nuestros dedos se entrelazan con fuerza. Aparentemente estaba demostrando tener sangre frí a, pero se percibí a su terror.

—No quiero tu dinero. Mandaste asesinarme cuando supiste que Vladan me lo habí a encargado. Me encantarí a saber quié n es tu infiltrado.

La voz del hombre está llena de rabia. Me vuelvo hacia Alex que mantiene la mirada fija en Dimitri. Má talo, le habí a escuchado decir en su despacho aquel dí a. Querí a matar a Dimitri porque yo estaba en peligro. É l siempre ha querido protegerme, a costa de matar. Siempre ha pensado ú nicamente en mí y yo me he escapado. Siempre me ha amado, protegido; y yo, en cambio, he buscado cualquier excusa para odiarlo.

—Matarí a a cualquiera que solo piense hacerle dañ o. —Dice amenazante Alex dejando mi mano y avanzando hacia é l. —Má tame.

Está loco, lo matará si continú a así. Siempre he sabido que era un hombre instintivo, pero esto es una locura. No quiero que muera por mi culpa, morirí a


yo tambié n.

—Otro paso má s, Volkov, y la disparo. No puedo matarte porque Vladan me ha dado ó rdenes precisas, aunque me encantarí a hacerlo, imbé cil.

Observo la mano de Alexander desplazarse lentamente detrá s de su espalda, mete la mano debajo de la chaqueta y saca la pistola. Sucede todo rá pidamente.

—¡ Al suelo, Crystal! —Grita a pleno pulmó n. Mi cuerpo reacciona inmediatamente y me tiro al suelo. Siento los disparos e instintivamente me tapo las orejas encogié ndome. Miro aterrorizada al hombre que amo. Alex está en pie con la pistola todaví a humeante apuntada hacia Dimitri che está tirado en el suelo, desangrá ndose, todaví a vivo.

Se acerca a é l, le da un puntapié en el tó rax y se agacha apuntá ndole la pistola a la frente. El hombre asustado le suplica, le pide perdó n. Asisto a la escena paralizada. La mirada de Alex es penetrante, esto significa solo una cosa: lo matará.

—No, por favor… —Suplico, pero mi voz se escucha a duras penas.

No puedo asistir al asesinato de una persona, es algo demasiado cruel y horroroso. Observo al hombre que se retuerce sobre sí mismo mientras la sangre brota y se derrama por el suelo.

—¡ Nadie le hará dañ o! —Le dice un instante antes de pulsar el gatillo. Chillo asistiendo imponente a tal escena.

Ha matado por mí . No puedo vivir esta vida y dejar que é l elimine a cualquiera que intente dañ arnos. Ha matado por mi culpa, yo soy la causa de todo. Vuelve hacia mí y me observa. No veo al hombre que amo sino a uno que mata a sangre frí a, sin la mí nima vacilació n. Me pongo en pie aturdida y no puedo evitar mirar al hombre tirado por el suelo despojado de vida. Despué s veo sangre, mucha sangre y me entra el pá nico. Me falta el aire, me estoy ahogando. La cabeza comienza a darme vueltas y creo estar a punto de desmayarme.

—Pequeñ a, ¿ está s bien? —Pregunta preocupado.

No estoy bien, estoy a punto de tener un infarto, lo siento. Se me nubla la vista, é l me coge por el brazo, me llama, pero no escucho nada.


 


CAPÍ TULO 10

♠ ♠ ♠

 

Abro los ojos y miro el techo perdida. Estoy en la cama. Los recuerdos todaví a está n vivos. Alexander ha matado a un hombre ante mis propios ojos. Me entran escalofrí os solo con pensarlo.

—Por fin te has despertado.

Se acerca sentá ndose junto a mí mientras su mano aprieta la mí a. Me observa, o mejor dicho, me estudia, y yo intento interrumpir dicho molesto contacto visual.

—Te has desmayado. El mé dico ha dicho que está s bien. —Explica.

Reina el silencio. Yo no sé qué decir y tambié n é l parece en apuros. Deberí a decir algo, pero en mi cabeza solo aparecen imá genes de é l matando por mí.

—Crystal, lo que ha pasado esta noche… —Suspira mirá ndome a los ojos. — No debí a suceder, pero no permitiré que nadie te haga dañ o. Te protegeré siempre, incluso a costa de perder mi propia vida. —Explica serio.

Lo sé, ya lo he visto. É l es capaz de todo, y nada y nadie podrá detenerlo. Se me cae el alma a los pies porque ya no lo veo con los mismos ojos. Lo que ha pasado me ha cambiado definitivamente, ha cambiado todo dentro de mí.

—¡ Has matado a un hombre! —Le recuerdo con frialdad.

No tení a elecció n, lo sé, pero no habrí a querido verlo, ser testigo. Soy tan culpable como é l, he asistido a un homicidio.

—Lo he hecho y lo volveré a hacer mil veces si eso significa tenerte a salvo.

—Responde decidido. Otro punto sobre el que no tengo dudas. ¿ De verdad quiero estar junto a un hombre así?

Luego recuerdo aquellas palabras antes de que Dimitri llegara, no quiero tenerte encerrada en mi castillo. Necesito saber algo má s, pero no cambiaré idea, no quiero casarme con é l.

—Has dicho que serí a libre… ¿ a qué te referí as?

Se endereza y se acerca aú n má s. Mi corazó n late con fuerza, y es é l quien desencadena este efecto en mí.

—Quisiera ir a Españ a y conocer a tu padre, quisiera conocer tu vida y formar parte de ella.

Tocada y hundida. Quiere dejarme libre. Puedo volver a casa. No, no es posible, demasiado fá cil. Rí o con tristeza y é l me mira severo.

—Me han secuestrado, ¿ có mo reaccionará mi padre cuando te vea? Te mandarí a a la cá rcel y arrojarí a la llave. ¿ Por qué quieres ilusionarme con


algo que no sucederá nunca?, ¿ te divierte tomarme el pelo, Alexander?

Se pasa la mano por la cabeza mientras los mú sculos de su rostro se contraen.

—A este punto deberí a decirte algo sobre tu secuestro.

Trata de mantener un contacto acercando la mano, pero yo la aparto bruscamente. Lo presiento, dirá algo que no me gustará.

—¡ Habla! —Ordeno impaciente. Me dirige una mirada severa, duda y al final decide hablar.

—Nadie sabe que te han secuestrado…

Arrugo los labios mientras é l me examina. ¿ Qué novedad es esta? Yo creo que está tratando de confundirme y esto me hace pensar que tiene que ver con el papelito que uno de sus hombres me habí a entregado.

—Continú a… —Digo. Veamos dó nde quiere llegar, tengo curiosidad.

—Tu padre y tus amigas piensan que te has tomado un añ o sabá tico. Cada dos semanas reciben una carta donde describes los lugares que has visitado y donde aseguras que está s bien.

Lo miro patitiesa. Parece demasiado serio, no está mintiendo. Se me cae el alma a los pies.

—¿ Piensan que estoy dando la vuelta al mundo? —Pregunto con un hilo de voz asustada por una posible confirmació n.

Asiente y abro los ojos de par en par. Nadie me creerá porque todos piensan que soy una persona insensible que se ha marchado a saber dó nde sin dar demasiadas explicaciones. No consigo hablar, estoy intentando procesar la informació n recibida. Este es el motivo por el que estaba tan tranquilo, no corrí a ningú n riesgo. Tení a todo planificado, tení a un plan. Todo ha sido realizado concienzudamente, la ú nica que conoce la verdad soy y yo y nadie me creerá.

—Crystal, nunca he querido secuestrarte realmente, pero necesitaba tenerte toda para mí. Sé que es muy egoí sta por mi parte, pero creí a que con el tiempo, estando junto a mí, me aceptarí as como soy.

¡ Oh Dios mí o! Es un manipulador, alcanza siempre sus objetivos. Debí a imaginar que detrá s habí a un plan elaborado, é l no deja cabos sueltos. Nunca comete ningú n desliz, no alguien de su calibre.

—Di algo…

¿ Qué deberí a decir? Me ha dejado sin palabras. Me ha hecho creer que estaba prisionera cuando todos pensaban lo contrario. ¡ Pero qué digo!, ¡ soy una prisionera!

Nunca me permitirí a marcharme. Necesitaba solo tiempo para que yo aceptara


por agotamiento y cansancio la situació n. Y por si fuera poco hay una recompensa por mi cabeza de dos millones de dó lares. Y luego la verdad llega como un fuerte bofetó n. É l querí a que me quedara embarazada, entonces ya no tendrí a otra opció n excepto quedarme con é l para siempre. Sin embargo, ahora la situació n ha cambiado y usa la ú nica carta a disposició n: me pide matrimonio.

El añ o está acabando y el ú nico modo para tenerme es que me case con é l. Es escalofriante pensar lo retorcida que es su mente.

—¡ Yo no quiero casarme para ser libre! —Protesto abriendo los brazos. Sorpresa por mi reacció n, se levanta, retrocedo y explota.

—Ambos sabemos que no es esta la razó n. Tú no me quieres, este es el problema.

Su tono es duro. Tiene de nuevo esa expresió n frí a. Rí e tristemente pasá ndose la mano por el cuello.

—No serí a suficiente una vida entera para que hacerte cambiar de opinió n. Nunca me querrá s. —Comenta Alex.

No me mira, observa fijamente un punto impreciso por la ventana y suspira.

—¡ No es verdad! —Exclamo sorprendié ndome incluso a mí misma.

Igual de desconcertada que é l me restriego las manos y lo observo. Es esto lo que trato de negarme a mí misma. Lo amo retorcidamente. Nuestro amor no es sano, pero es así. É l me hace dañ o, pero es el ú nico que me hace sentir bien, sentirme amada. Una parte de mí lo odia por haber manipulado mi vida, otra parte lo ama. Un amor así nos destruirí a a ambos. Estamos hechos el uno para el otro, pero no estamos destinados a estar juntos. Pertenecemos a dos mundos diferentes que no se pueden unir porque reinarí a el caos. Se acerca titubante, me acaricia la mano y solo entonces se relaja. Entrelaza los dedos y me mira con amor.

—Yo harí a cualquier cosa por ti, Crystal.

Lo sé, te he visto matar a un hombre por mí. Me has encerrado en tu castillo aú n sabiendo que serí a un blanco fá cil para tus enemigos.

Decido jugá rmelo todo porque necesito saber algo má s para decidir qué hacer.

—Dé jame marcharme… —Suplico.

—Si te dejo ir, no volverá s nunca má s.

¿ Volverí a donde é l? Una idea se me pasa por la cabeza. ¿ Y si no sabe nada del papelito que me dio uno de sus guardaespaldas? Eso querrí a decir que tengo una posibilidad de retomar mi vida. Me da un vuelco el corazó n. ¿ Retomar mi vida es má s importante que estar con é l? Si no lo intento, no tendré la certeza.


Estoy tomando en consideració n la posibilidad de escapar de nuevo y descubrir có mo serí a volver a mi vida, sin é l. Si las palabras escritas en ese trozo de papel son verdad, quiere decir que esta es la ú ltima noche juntos. Algo en mi interior grita peligro y tal vez sea eso lo que siempre me ha atraí do de é l. Sin pensarlo demasiado me acerco y lo beso. Quizá s sea un beso de despedida, porque ya he tomado una decisió n. Mañ ana me marcharé. La idea de que sea la ú ltima noche con é l me hace desearlo á vidamente, por ú ltima vez. Ya no sentiré su perfume, no veré má s esos ojos que me han hechizado y lo que me má s echaré en falta será su voz. Le acaricio el rostro y me pierdo en sus ojos. Es extraordinario lo que siento, pero al mismo tiempo es aterrador. No es un amor normal, es esencial, de vital importancia.

—Si me quieres de verdad, debes dejarme elegir.

No responde, me envuelve entre sus brazos fuertemente atrayé ndome hacia é l. Estoy paralizada en un limbo y es frustrante.

—Necesito má s tiempo, Crystal, si te dejo ir, te perderé para siempre.

Tengo que dejarlo escapar. Esta vez me da a elegir y elijo marcharme. Deberí a ser feliz, podré retomar mi vida, y sin embargo, no lo soy. Me entran ganas de llorar, pero me contengo. Lo abrazo fuertemente consciente de que mañ ana, en un modo u otro, todo cambiará. Ya no habrá un “nosotros”. No me importa si es una trampa, quiero arriesgarme. En el peor de los casos seguirá enfadado.

—Creo que es mejor consultarlo con la almohada. Mañ ana hablaremos de ello má s detenidamente. —Sugiere.

Ya no habrá un mañ ana para nosotros. No puedo permitir que lo haya. No quiero ser la causa de numerosos homicidios y de una pelea entre clanes. Lo conozco demasiado bien como para saber que si permanezco aquí, se casará conmigo con o sin mi permiso; y pasaré toda mi vida asistiendo impotentemente a la eliminació n de cada amenaza que se presenta.

Asiento y apoyo la cabeza en la almohada. No creo que consiga dormir. Espero a que se marche, pero se queda sentado observá ndome. Conozco esa mirada. Me quiere. Yo tambié n lo quiero, pero no así. No puedo desearlo y escapar al mismo tiempo, tengo que ser decidida y elegir lo que es mejor para mí.

Me he enamorado de é l, aú n sabiendo el error que cometí a. Tení a una idea equivocada de quié n era y de lo que podí a hacer, pero verlo en persona es otra historia, cambia todo.

—¿ Puedo quedarme? —Pregunta.

Es una de las pocas veces que pregunta, normalmente lo hace y ya está. Desde


que perdimos a nuestro hijo, no hemos vuelto a tener momentos í ntimos. Nuestras noches acababan con é l susurrá ndome al oí do que me amaba.

No lo pienses, no esta noche. El instinto me impulsa a arrastrarlo y a tumbarlo junto a mí. Se acabó. Quiero desearlo por ú ltima vez. Aprovecharé esta ú ltima vez, recordaré este momento en mi corazó n para siempre. En silencio deslizo mi mano por su pecho, aunque tenga puesta la camisa consigo sentir su calor. Con los dedos temblorosos suelto uno a uno los botones de los ojales.

—¿ Qué está s haciendo? —Pregunto.

Observo la suave piel del tó rax y no logro resistir a la tentació n de pasar los dedos por encima. Rodeo el contorno de cada mú sculo y estos se contraen.

—¡ Detente, de lo contrario no seré responsable de mis acciones! —Advierte con la respiració n entrecortada.

No quiero que se detenga, esta noche quiero tenerlo todo para mí. Esta noche, por primera vez, estaré a su disposició n.

Siempre seré suya, aunque no nos volvamos a ver. Mi corazó n le pertenece, permanecerá para siempre aquí con é l. Desciendo con los dedos hasta tocar la hebilla del cinturó n.

—¿ A qué está s jugando, pequeñ a?

Detiene mis movimientos suspirando y yo lo miro sorprendida. Esta es mi parte descarada y solo con é l consigo mostrarme completamente como soy. Lo empujo obligá ndolo a tumbarse. Podrí a detenerme en cualquier momento si quisiera, pero no lo hace.

—Te deseo. Nada de juegos esta noche, solo nosotros dos…

—Susurro sobre su piel.

Me pone a horcajadas encima de é l mientras nos miramos. Lleva su mano a mi hombro, la deja caer hasta que encuentra mi mano, la lleva a la boca y la besa. Locura.

Me inclino trazando su cuerpo con pequeñ os besos. Está intentando contenerse, pero me deja actuar. Sé que quiere tocarme.

—¿ Qué pretendes de mí, Crystal?

Me ayuda a desnudarme y sigo sin responder a su pregunta. Deja que haga lo mismo con é l y cuando estamos desnudos nos tumbamos en la cama, uno de frente al otro.

—Quiero todo de ti, Alexander. —Pronuncio esas palabras con sentimiento mirá ndolo a los ojos.

Mí rame porque te dará s cuenta de que estoy diciendo la verdad. Extiende la mano rozando el perfil de mi cuerpo mientras me devora con los ojos.


—¿ Y yo?, ¿ tendré todo de ti, Crystal?

Siempre espera mi permiso, nunca está seguro de lo que pienso y esta misma noche, lo estará.

—¡ Todo! —Afirmo.

Sus ojos brillan, el corazó n me da un vuelco. Mañ ana acabará todo. No volveré a ver esos ojos azul oscuro como la noche que consiguen regalarme un instante de Paraí so. Sus manos juegan con mi cuerpo con la seguridad de quien tiene una larga experiencia y sabe lo que hace. Me acaricia lentamente y yo correspondo. Se acerca y cuando mi piel roza la suya un escalofrí o me recorre. Me acaricia el seno, lo admira y luego lo besa. El tiempo se detiene, el silencio reina. Solo nosotros, dos almas condenadas a sufrir por amor. É l me masajea, me venera y me penetra lentamente hacié ndome arder de deseo cada vez má s. Se aparta y vuelve a comenzar con lá nguidas caricias. Concentra su atenció n de nuevo en mis senos, con los dedos aprieta uno de los pezones y lo besa. Al final detiene sus movimientos dejá ndome jadeante y deseosa.

—Eres solo mí a y esto no cambiará nunca.

Se pone encima cubrié ndome con su poderoso cuerpo mientras envuelvo los brazos alrededor de su cuello.

—Mi corazó n te pertenece. —Admito mientras aprieto las piernas a su alrededor. Complacido me muerde el labio, lo devora á vidamente y despué s me regala uno de esos besos que me corta la respiració n.

Esta noche será inolvidable porque por primera vez todo es diferente. Esta noche nuestros corazones se han encadenado, para siempre. Hacemos el amor mientras me susurra palabras sentidas que provienen del corazó n. No quiero pensar en mañ ana. Esta noche me encuentro en un lugar escondido, donde ninguno podrá encontrarnos. Y aquí permanecerá mi corazó n, mi amor por é l y mi felicidad. Cuando retome mi vida, ya no tendré mi corazó n, é l ya no estará conmigo.


 


CAPÍ TULO 11

♠ ♠ ♠

 

 

Llevo diez minutos mirá ndome al espejo. Ha llegado el momento. Anoche fue la noche má s loca y hermosa de mi vida. Me dejé llevar, demostré mis sentimientos y el los agradeció, me cuidó y me amó. Y ahora estoy intentando convencer a mi corazó n de que estoy tomando la decisió n correcta. La idea de marcharme por una parte me alegra; por otra me entristece, porque sé que una parte de mí permanecerá inseparablemente unida a é l. Mi corazó n no quiero marcharse, pero es lo correcto. No olvidaré nunca lo que ha pasado. Nunca lo olvidaré y tampoco lo que hay entre nosotros, es imposible.

Cuando me he despertado esta mañ ana, lo he sorprendido observá ndome. Parecí a má s feliz que nunca, sonreí a y mi corazó n iniciaba a desgarrarse. Ha dicho que soy lo mejor que le ha pasado nunca. En ese momento yo he pensado que é l es lo má s devastador que me ha pasado en mi vida. Con é l he descubierto emociones que no sabí a que existieran. He disfrutado, he llorado, he sufrido. Un bagaje emocional y de recuerdos que siempre llevaré conmigo. En estos meses he cambiado, no sabrí a decir si para mejor o para peor. Solo lo descubriré cuando vuelva a mi vida. Me pregunto có mo será. Yo ya no soy la que era, quié n sabe si volver a mis orí genes colmará el vací o que siento… Antes de que saliera de casa lo he besado y abrazado. Incluso é l se ha sorprendido, sin embargo, no ha preguntado nada. Me ha miro a los ojos y me ha dicho que me querí a. Cuando ha salido, me he apoyado a la puerta y he llorado. En silencio me he despedido de é l.



  

© helpiks.su При использовании или копировании материалов прямая ссылка на сайт обязательна.