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DISPUESTO A TODO 19 страница—Alex. Es una petició n desesperada de ayuda. —Eres mi rincó n de Paraí so. —Susurra mientras me tiene abrazada. —El Paraí so en el Infierno. —Consigo decir con voz temblorosa. Abro los ojos repentinamente. Alza el rostro y yo me pierdo en el azul oscuro y misterioso. Me sonrí e mientras a nuestro alrededor se desata el caos. Con la mano temblorosa me acerco a su rostro, lo acaricio y permanezco contemplá ndolo. Me encuentro en un lugar en donde solo estamos é l y yo, el resto no existe. Apoya su frente en la mí a y despué s se gira. En la mano tiene una pistola, la apunta hacia alguien, pero yo no miro, no tengo valor. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco disparos. Los oí dos me silban a causa del ruido y me encojo aú n má s sobre mí misma mientras me agarro a é l con fuerza. Los mú sculos de su cuerpo está n contraí dos mientras continú a disparando incesantemente. Ya no sé ni las veces, no escucho nada. Cierro los ojos y sueñ o con algo bonito mientras el Infierno se apodera de nosotros.
Teper`: Ahora
CAPÍ TULO 9 ♠ ♠ ♠
A nuestro alrededor reina el silencio. Ha acabado todo, no oso mirar. Un quejido casi imperceptible llama mi atenció n. Abro los ojos y lo primero que veo es el rostro de Alex contraerse. Maldiciendo trata de levantarse, pero sus brazos ceden y cae sobre mí. Verlo dolorido me destroza el corazó n y reacciono instintivamente levantá ndolo. Es pesado, pero consigo colocarlo de lado mientras su cuerpo cae al suelo. No importa lo que está sucediendo a nuestro alrededor, mi ú nica preocupació n es é l. Me arrodillo y trato de levantarlo. —¿ Alex, qué sucede? —Pregunto mientras lo zarandeo. Sus manos me agarran las muñ ecas y es entonces cuando nuestras miradas se cruzan. La suya está apagada y su rostro ha empalidecido. —Tranquilo, estoy bien. —Trata de asegurarme. Me fijo en la camiseta, tiene sangre en el costado, mucho sangre. Acerco la mano al borde de la camiseta, pero é l la bloquea. —Te he dicho que va todo bien. No le hago caso y levanto la camiseta. Una sensació n de ná usea me entra al ver la sangre derramarse. ¡ Dios mí o!, ¡ es un agujero de bala! Intento regular la respiració n mientras lo observo. —¡ Te han disparado! —Afirmo con voz temblorosa. Me entran ganas de llorar, pero me contengo. ¿ Qué debo hacer? No puedo estar de brazos cruzados. Tengo que ayudarlo, no puedo dejarlo así. Arranco su camiseta tratando de obtener la mayor tela posible sin moverlo. Se retuerce mientras aprieta los dientes. —¿ Qué está s haciendo? —Pregunta sorprendido. Su voz es dé bil y eso no es bueno. Nunca lo he visto así y estoy preocupada. —Tengo que detener la hemorragia. Mis manos tiemblan mientras observo la herida. No sé có mo abordar la situació n, pero si puedo ayudarlo de alguna manera, lo haré. Se ha puesto en medio, sabí a que Rodrigo dispararí a, y sin embargo, me ha protegido sin pensarlo dos veces. Liam se acerca y en silencio trata de ayudarme. Tengo que mantener el control aunque sea difí cil. Estoy embarazada, me he encontrado en mitad de un tiroteo y el hombre que amo, padre de mi hijo, peligra su vida por haberme protegido. —Tenemos que llevá rnoslo, Crystal. ¡ Si llega la policí a, estamos acabados! — Advierte su hermano. —Necesita un mé dico urgentemente, está perdiendo mucha sangre. —Digo a la merced del pá nico. —Me encargaré yo de é l. —Interviene Vladan. Saber que está vivo, de algú n modo, me tranquiliza. No lo considero un padre, pero lo quiera o no, lo es. Dejo que Vladan se acerque e intento desplazarme, pero Alex me lo impide. —Por favor, no te vayas. Te necesito, Crystal. Me aparto arrastrá ndome dejando que sus hermanos lo levanten. Es entonces cuando miro a mi alrededor. Rodrigo yace en el suelo despojado de vida. Miro su cuerpo y tiemblo. Me arrastro un poco má s mientras aprieto la tierra con las manos. Sangre. Muerte. Su mundo es solo esto. Alex me necesita, pero no sé si seré capaz de soportarlo. Me encuentro sumergida en un mundo donde matar está a la orden del dí a. ¿ Cuá ntas vidas tendrá n que cobrarse?, ¿ cuá ndo podré decir que todo esto se ha acabado? —¡ Alex, tienes que mantenerte despierto! —Grita Liam alarmado. Lo abofetea, pero Alex cierra los ojos, no reacciona. Grito desesperada y me acerco a é l, le rodeo el rostro con la manos. —Alex, mantente despierto, hazlo por mí. —Suplico mientras le acaricio el rostro. Le beso la frente, los ojos, las mejillas, y por ú ltimo, los labios. —Por favor, qué date aquí, no me abandones. No reacciona, lo zarandeo mientras grito y lloro. —Estú pido ruso, despierta, ¡ maldició n! Lo beso reiteradamente mientras las lá grimas humedecen mi rostro y ruego para que se despierte porque no quiero perderlo. Ahora má s que nunca quiero que viva, que me persiga y me ocasione problemas. Por favor, cariñ o, no te marches, no me hagas esto. —¡ Crystal, tenemos que llevá rnoslo! —Insiste su hermano, pero yo no me muevo. —¡ Despierta!, ¡ despierta! —Repito incesantemente. Vladan trata de alejarme, pero yo me opongo bruscamente y sigo acariciando el rostro de Alex. Estoy embarazada, quisiera gritarlo con la esperanza de que se despierte. —No puedes marcharte despué s de todo el lí o que has montado. ¡ No consentiré que me dejes ahora! —Chillo mientras lo zarandeo todaví a má s. Las comisuras de la boca se ensanchan en una ligera sonrisa, está sonriendo. Abre a duras penas los ojos y me mira con esa tonalidad de ojos oscura. —Estoy dispuesto a todo por ti, ¿ te queda claro? —Su voz apenas se escucha. —Te odio. He muerto diez veces en los ú ltimos minutos. La idea de haberlo perdido para siempre me estaba matando. —Lo sé, pero tambié n sé que quieres. —Replica con un hilo de voz tenue. —El avió n nos está esperando. Tenemos que marcharnos. —Insiste Liam. Tiene razó n, no hay má s tiempo que perder. Necesita curarse lo antes posible. Liam e Ivan cogen a Alex por el brazo y se encaminan apresuradamente hacia el jet, pero yo no me inmuto. Tengo los pies clavados en el suelo. Me siento perdida y desorientada. Vladan se vuelve hacia mí, me hace señ as para que los siga. —Si te quedas aquí, tendrá s que darle muchas explicaciones a la policí a, ¡ creo que por ahora te conviene venir con nosotros! —Exclama notando mi vacilació n. Lo dice con indiferencia, lo cual aumenta las dudas y la confusió n. No puedo volver a Rusia porque, de lo contrario, sé que no volveré a casa. Bueno, ya no tengo una casa. Las piernas se mueven solas, estoy cometido una gran tonterí a, pero no sé qué hacer. Subimos al jet y tumban a Alex. A nuestro alrededor reina el silencio mientras los hermanos Volkov analizan el siguiente paso. —Necesito el botiquí n de primeros auxilios, tenemos que limpiar la herida. —Vladan imparte ó rdenes mientras presiona la herida con la tela que yo misma habí a usado. Alex sigue perdiendo mucha sangre. Me aparto y observo la escena. Me asombra la tranquilidad de todos ellos. Alex ya no se queja, pero su rostro se contrae continuamente por el dolor. Lo miro y ruego para que todo vaya bien. —Pedazo de cabró n con suerte, eres duro de roer, ¡ la bala te ha pillado de lado y ha salido! —Murmura Vladan negando con la cabeza. Lo está ayudando, pero parece que le decepciona un poco que Alexander esté todaví a con vida. —Ahora llega mi parte preferida. Esta vez el tono de Vladan parece guasó n y luego entiendo el porqué. Tiene en la mano una botella de vodka. ¡ Dios mí o!, ¡ la usará como desinfectante porque disfruta vié ndolo sufrir! Alex la coge y bebe un buen trago. Perpleja observo a los dos hombres má s valientes que he visto en mi vida. —¡ Dale ahí! —Dice con voz determinada pasando la botella a Vladan, el cual sonrí e con satisfacció n. Inyecta un calmante en el brazo, quieta el tejido de la herida y versa una cantidad considerable de vodka. Son duros de roer, mantienen siempre la calma. Yo por un esguince he lloriqueado como una niñ a y ellos por una herida de bala ni se lamentan. Con una mueca de dolor Alex golpea el suelo con violencia. Está sufriendo las penas del purgatorio y es culpa mí a. Me ha protegido a costa de perder su vida. Tengo que hacer algo, no puedo estar aquí observá ndolo mientras sufre. Me posiciono junto a é l y le cojo la mano. Me mira y en sus ojos veo desesperació n. Me hiere el corazó n verlo así. —Todo irá bien… —Susurro acercá ndome a su frente sudada. La beso delicadamente mientras aprieta mi mano. —Te amo. —Dice en voz baja mientras Vladan presiona la gasa en la herida. Yo tambié n te amo, no te imaginas cuá nto. Estoy embarazada Alex, esperamos un niñ o. Quisiera decí rselo, pero las palabras se ahogan. Está n preparados para cualquier eventualidad, de lo contrario no me explico por qué disponen de todo lo necesario para ciertas situaciones. —Ya está, ahora la mujercita puede descansar. El comento de Vladan llama nuestra atenció n. Alex lo mira severamente, pero despué s deja caer la cabeza hacia atrá s suspirando. —Gracias. Sé lo que le cuesta pronunciar esa palabra, pero es consciente que sin la ayuda de Vladan esto no saldrí a bien. —Has salvado a mi hija, te lo debo. —Responde el hombre. Su hija. Todaví a no me entra en la cabeza lo de ser hija de Vladan y probablemente nunca lo asimilaré. Llevan a Alex a la habitació n y lo colocan en la cama. Permanezco en el umbral de la puerta observá ndolo mientras Liam le comunica que estamos a punto de despegar. Ambos me miran y ya sé por qué. ¿ Voy con ellos? Retrocedo, pero su voz me detiene. —Qué date. —Suplica. Habí a ya pensado quedarme, pero no sé por cuá nto. No es una decisió n a largo plazo. No quiero vivir en su mundo, pero no quiero dejarlo en este momento, no estoy preparada. Espero a que Liam salga de la habitació n y cierro la puerta a mis espaldas. Me apoyo en ella y permanecemos así durante mucho tiempo. Mirá ndonos el uno al otro. Estaba dispuesto a sacrificar su vida por mí, su gesto me ha conmocionado. Ha puesto en duda todas mis decisiones. Avanzo poco segura mientras é l espera. No pregunta, deje que sea yo quien decida. Me siento en el borde de la cama y es entonces cuando busca mi mano. La encuentra, la aprieta y entrelaza sus dedos con los mí os. —Tengo que explicá rtelo… —Dice. Me parece lo correcto, necesito explicaciones, pero este no es el momento. —Tienes que descansar. —Respondo. No creo estar preparada. Quiero saberlo todo, pero no ahora. Han pasado muchas cosas y no sé có mo enfrentarme a ellas. —Tendrí a que haberte odiado, y en cambio te amé inmediatamente. Llegué a Madrid con la intenció n de secuestrarte y usarte como mercancí a de intercambio, pero aquella noche en la discoteca, por primera vez en toda mi vida, no estaba preparado para lo que pasó. Agacho la cabeza y suspiro. No estoy preparada porque sé que me hará dañ o. —Cuando te acercaste a la mesa con seguridad, pensé que eras la tí pica chica idiota sin corazó n. Una niñ a mimada no podí a ser peligrosa. Pensaba que atraparte en mi telarañ a habrí a sido fá cil, te habrí a persuadido y engañ ado; y en cambio, caí en mi propia trampa. Tus ojos me hechizaron, tu manera de actuar me desarmó y yo quise vivirte… Hace una pausa. —Mi plan fracasó cuando probaste el Fuego. Se veí a que era un mundo que no te pertenecí a, y sin embargo, no estabas dispuesta a mostrar tus debilidades. Valiente, directa, descarada. Me mirabas con aquellos ojos inocentes y yo estaba cada vez má s confundido. Cuando me besaste, no era un beso cualquiera, era un beso lleno de pasió n. Fue el beso má s bonito de mi vida, y fue el instante que me arruinó para siempre. Querí a cada vez má s y la idea de hacerte dañ o no se me pasaba por la cabeza mí nimamente. Querí a protegerte, amarte y tenerte toda para mí. Me acaricia el rostro y con el pulgar me seca las lá grimas que descienden por mi rostro humedecido. Mi corazó n está cansado de luchar, está paralizado en un limbo. —Por favor, perdó name, Crystal. —Susurra. Ya te he perdonado llevando en el vientre el fruto de nuestro amor enfermizo, pero tú no lo sabes. —Tienes que descansar y yo necesito hablar con Vladan. No es fá cil abordar la situació n en la que me encuentro. —No puedo hacerlo si no está s a mi lado. —Declara. Ha usado un tono dulce y eso es muy extrañ o teniendo en cuenta que no es tí pico de é l. No digo que no sea dulce, pero lo deja ver pocas veces. —No me abandones, acé ptame có mo soy y deja que te muestre nuestro amor. Me gustarí a, pero no puedo. Es difí cil aceptar algo que va en contra de mis principios, y sin embargo, todaví a estoy aquí. En silencio rodeo la cama y me tumbo junto a é l. Me pongo de lado y lo observo. Eres el veneno y la cura al mismo tiempo, Alexander. Me encojo sobre mí misma sin tocarlo. Se vuelve hacia mí y me mira a los ojos. —Está s pá lida. —Afirma. —Tú tampoco tienes una buena cara. —Respondo frunciendo el ceñ o. Estoy embarazada y a ti te han disparado. Nunca habrí a imaginado verme en una situació n de este tipo. Confusió n. Tristeza. Rabia. —Soy la persona má s equivocada para ti pero no puedo cambiar lo que siento. —Duerme, tienes que descansar. —Le digo intentando acabar con un discurso para el que no estoy preparada. Es doloroso. Cierra los ojos mientras su mano coge la mí a. No objeto, dejo que nuestros dedos se entrelacen y con el pulgar me acaricia el dorso de la mano. Cierro los ojos durante un instante y me invade una sensació n de paz y tranquilidad. Silencio. Casa. É l, nuestro hijo y yo.
CAPÍ TULO 10 ♠ ♠ ♠
Abro los ojos lentamente y lo primero que veo es é l. Duerme feliz y pienso que, mirá ndolo así, parece la inocencia en persona, pero é l de inocente no tiene nada. La oscuridad lo rodea y esto me aterroriza. Parce calculador, frí o y dispuesto a todo con tal de alcanzar sus objetivos. Miro mi mano, todaví a atrapada en la suya, e intento sacarla lentamente. Bajo de la cama esperando que no se despierte. Cuando llego a la puerta de puntillas, me vuelvo para comprobar si duerme todaví a y me escabullo. Necesito hablar con Vladan, por mucho que no me guste la idea de que por mis venas corre su sangre, necesito respuestas. Me acerco al silló n donde está sentado y respiro profundamente. ¡ Dios mí o!, ¡ mi padre es un mafioso! —¡ Hola! —Digo sentá ndome ante é l. Levanta la mirada del perió dico y me sonrí e a duras penas. —Podemos comenzar cuando quieras. —Dice con voz decidida. Comenzamos bien. Lo que es seguro es que no saben có mo hacer sentir có modas a las personas. Luego pienso que yo no soy muy diferente. Soy directa como é l. —¿ Có mo conociste a mi madre? —En Italia. Está bamos en el mismo resort. Yo como cliente y ella como camarera. —Explica llevá ndose las manos a la barriga y entrelazá ndolas. —¿ Qué sucedió despué s? —La cortejé. Su belleza era extraordinaria, tí pica de las españ olas. Despué s de vernos durante dos semanas, le propuse que viniera a Rusia de vacaciones. No creo que mi madre supiera quié n era y me parece demasiado bonito y poco realista lo que está contando. —¿ Ella sabí a quié n eras? Sus ojos me miraron con tristeza. —Lo descubrió una semana despué s de su llegada a Rusia. Ló gico. De lo contrario, no me explico. Ninguna persona en su sano juicio entrarí a en ese mundo podrido. —Dé jame adivinar. No querí a quedarse pero tú intentaste convencerla de todos los modos posibles. —Digo con tristeza. —No querí a entrar en razones. Dos meses despué s dejé que se marchara, pero si hubiera sabido lo de… —¡ La habrí as obligado a quedarse si llegas a saber que esperaba un hijo tuyo! —Acabo la frase por é l. Miro sus ojos color avellana que me miran apenados. Observá ndolo mejor, me doy cuenta de que mis ojos, si bien de un color diferente, tienen una forma similar a los suyos. —Mi madre me abandonó cuando tení a poco má s de tres añ os. No sé nada de ella ni de mi padre. El hombre que me ha dado todo nunca mencionó su pasado. Frunce el ceñ o sorprendido, no dice nada. No entiendo por qué desapareció sin dejar rastro. Nunca me ha buscado y a menudo me pregunto el porqué. A menos que… ¡ claro, por supuesto!, ¡ es obvio! —¿ La buscaste, verdad? —Pregunto. Suspira. Mala señ al. —No conseguí a olvidarla, no podí a dejar de pensar en ella, querí a solo que razonara y la busqué. Ella tení a que escapar. No querí a que é l supiera de mi existencia. Querí a un futuro mejor para mí, este es el motivo por el que desapareció y dejó que me cuidara Carlos. —Cuando la encontré era diferente. Parecí a asustada de mí y ahora entiendo muchas cosas. No querí a que tú acabaras en su mundo… —Admite má s a sí mismo que a mí. Comprendo que quisiera protegerme, pero no entiendo có mo consiguió dejarme con una persona que ni siquiera era mi padre, si bien Carlos ha hecho muy bien sus funciones. Le debo todo. —Crystal, no te estoy pidiendo que renuncies a tu vida, querrí a solo pasar tiempo contigo y conocerte, conocernos. Increí ble, pero yo tambié n quiero conocerlo. Siempre será mi padre, aunque hace unas horas pensaba que querí a matarme. —Me quedaré en Rusia algunas semanas. —Digo. Má s no puedo. Tengo que alejarme de Vladan y Alexander antes de que descubran lo del niñ o. No quiero este futuro para mi hijo. —Habí a pensado cambiar por ella. Tení a pensado dejar todo, pero no me dio tiempo y la perdí. Parece pensativo. Mira por la ventana apenado. —Si la querí as, no debiste arrastrarla a tu mundo. No consigo entenderlos, ni a é l ni a Alex. Una persona que te quiere intenta protegerte, darte lo mejor, no implicarte en situaciones que puedan ponerte en peligro. —Pertenecemos a un mundo asqueroso, lo sé perfectamente, Crystal. Pero verá s, cuando no aprecias nada ni te das cuenta. Aceptas lo que eres y la vida que llevas. Solo cuando conocí a tu madre, me di cuenta que no era vida la mí a. Ella me mostró que el amor existe y no es solo una ilusió n. La querí a porque me hací a sentir un hombre mejor, una persona completa. —Era tu rincó n de Paraí so dentro del Infierno… —Digo. Se vuelve hacia mí sorprendido. —Exacto. —Admite. La historia se repite. Alex y yo somos la prueba. Estoy haciendo exactamente lo que hizo mi madre, pero a diferencia suya, yo nunca abandonaré a mi hijo. Lo protegeré y estaré a su lado. —¿ Lo quieres? —Pregunta cogié ndome de sorpresa. Me restriego las manos y agacho la cabeza incapaz de sostener su mirada. —¡ Es complicado! —Respondo apartando la mirada. Suspira profundamente. —La vida siempre es complicada, pero a veces es necesario emprender el buen camino y no el que nos indica el corazó n. Claro, la decisió n correcta. ¿ Quié n puede darme la certeza de que mi decisió n es la correcta? Nadie. Puedo elegir, y por mucho que mi corazó n se niegue a alejarse de Alexander, mi cabeza me aconseja que escape antes de que sea demasiado tarde. —Cué ntame algo de ti. —Parece una petició n. Levanto la mirada y me topo con dos ojos avellana con aspecto muy familiar. No estoy preparada, pero creo que tiene derecho, al fin y al cabo es mi padre. Qué extrañ o verlo desde esta perspectiva. Me esperaba un hombre cruel y frí o, pero cuanto má s hablo con é l, má s me percato de que una parte de é l es buena. Soy consciente de lo que ha hecho e imagino que su vida estará repleta de ilegalidad, pero permitirle conocerme no creo que me haga dañ o. Lo importante es que al final de mi estancia pueda marcharme y no mirar atrá s.
CAPÍ TULO 11 ♠ ♠ ♠
Cuando llegamos a Rusia, decido ir con Alexander. Es una decisió n cuestionable, pero necesito realmente hablar con é l. No puedo dejar cabos sueltos, aunque pienso que no me dejará marcharme tan fá cilmente. Intentará persuadirme, tratará por todos los medios de convencerme de que quedarme será la mejor opció n. He prometido a Vladan que dentro de dos dí as puede venir a buscarme. Pasaré un poco de tiempo con é l, consciente de que será el ú nico tiempo que pasaremos en toda nuestra vida. —He avisado al mé dico, ya está en el castillo. —Lo informa Liam mientras continú a mirando la pantalla del telé fono. Ninguno de ellos me ha dirigido la palabra y tengo la duda de si está n enfadados conmigo. Sobre todo Liam, que consideraba de alguna manera un amigo. Me pregunto si habla con Tessa, por lo que sé siempre han estado en contacto. Mientras recorremos el camino que lleva al castillo siento un nudo en la garganta. Suspiro mientras pienso en todos los recuerdos encerrados entre aquellas paredes. Momentos terribles que no deseo a nadie, pero tambié n momentos ú nicos e increí bles que no olvidaré nunca. No puedo negar haber pasado dí as felices junto a é l, pero el dolor es demasiado fuerte y no consigo olvidarlo tan fá cilmente. Me secuestró con la intenció n de destruirnos a mí y a mi padre, aunque dice que lo hizo para tenerme a su lado. De manera egoí sta decidió sobre mi vida y al final no podré cambiar sus decisiones. De un modo u otro desde aquel dí a he cambiado, he madurado rá pidamente. He aprendido de la manera má s difí cil que el amor es sufrimiento. No consigo cortar ese hilo invisible entre nosotros, es como si no quisiera encontrar el valor, consciente de que serí a nuestro fin. Bajo del vehí culo en silencio y sigo a los hermanos Volkov hacia la entrada. Alex se vuelve numerosas veces como para asegurarse de que todaví a estoy aquí. Tal vez no se esperaba mi vuelta, y sinceramente, es incomprensible para mí tambié n. Una vez má s mi corazó n me ha llevado hacia é l. Cuando cruzo la puerta entro en pá nico. Me da vueltas la cabeza y para evitar caer al suelo, apoyo la mano en ella y me agarro mientras ellos continú an caminando. No puedo permitirme estar mal, no ahora. Tengo que estar lú cida y ser valiente. Respiro profundamente y avanzo un paso para probar mi equilibro. Puedo lograrlo, solo tengo que resistir. Recorro el patio y subo la gran escalera que lleva a las habitaciones. Cada paso es un recuerdo de nosotros juntos: la primera vez que entré aquí, la fiesta, los pasadizos, nuestro hijo, el laberinto. Eres mí a. Otro escaló n. Me perteneces. Sigo subiendo y las piernas me tiemblan. Nunca renunciaré a ti, Crystal. Me quema el pecho. Subo aú n má s. Te amo. Contengo la respiració n mientras el corazó n late de forma irregular. Calma, tú puedes. Me armo de valor y continú o. Cuando veo al doctor Saden la melancolí a se apodera de mí. Me mira con dulzura e intento corresponder. Necesitarí a tomar algo, no me encuentro para nada bien. Quisiera pedí rselo a é l, pero luego se lo contarí a a Alexander y adió s libertad. Si supiera que llevo en el vientre a su hijo lo harí a el hombre má s feliz del planeta, pero para mí serí a una condena. Contendré las ná useas y los mareos hasta que no esté fuera de aquí. Cuando entramos en el gran saló n me dejo caer en el sofá mientras llevan a Alex a la habitació n. No entiendo por qué no ha querido ir a la clí nica, allí le podí an curar de la mejor manera posible. Cuando lo he visto en el suelo sin conocimiento, he temido por su vida porque no querí a perderlo. Y sin embargo, he decidió que lo perderí a igualmente eligiendo desaparecer para siempre. ¿ Soy tan importante como para arriesgar su vida por mí?, ¿ có mo puede querer a la hija de un hombre que mató a la mujer que amaba? Su mente es un lugar oscuro e infinito. A veces tengo la impresió n de no haber conocido nunca al verdadero Alexander. Es huidizo, misterioso y muchas veces su personalidad consigue doblegarme incluso a mí a su voluntad. —¿ Có mo está s, Crytal? Me vuelvo sorprendida hacia Liam. —No lo sé. Se acerca con cautela y se acomoda junto a mí. —Imagino que es una situació n difí cil, comprendo tu desorientació n. Es la primera vez que trata de entablar una conversació n conmigo despué s de mucho tiempo. Cuando viví a todaví a aquí, habí amos creado una buena relació n, siempre era muy hablador y fue el ú nico que intentó comprenderme. Cojo uno de los cojines apoyados en el sofá y lo rodeo con los brazos mirando al vací o. Me encuentro en una situació n poco realista y me cuesta creer que siga con vida. Ha sucedido todo tan deprisa que hasta ahora no he procesado realmente lo que ha pasado. Me he encontrado en mitad de un tiroteo. Mi padre es uno de los peores mafiosos de Rusia. Espero un niñ o de mi secuestrador, y por si fuera poco, me he enamorado de é l. Y para colmo, debo escapar de nuevo. ¿ Có mo he acabado así? Me toco el rostro desconcertada. Ni si quiera me he dado cuenta de que estoy llorando. Quisiera detenerme, pero no lo consigo. Estoy cansada, confundí a y perdida. No sé có mo abordar todo esto y durante cuá nto tiempo podré llevar la má scara de la chica fuerte. Liam me abraza y yo sigo llorando. —Irá todo bien. —Susurra. Nada irá bien, de ninguna manera. Aunque me aleje de Alex sufriré para siempre. Me desahogo, dejo que las lá grimas desciendan en silencio mientras el hermano del hombre del que me he enamorado busca consolarme. Pasamos minutos en dicha posició n. No dice nada porque sabe que no hay nada que pueda decir. La situació n es repugnante. —Descansa, lo necesitas. Lo miro y asiento mientras me seco el rostro. Se aleja y vuelve con una manta. Aprecio la comprensió n, se está portando como un amigo. Me tumbo en el sofá y é l me cubre. Antes de marcharse me acaricia el cabello y me sonrí e dé bilmente. Quiere reconfortarme, pero veo la preocupació n, sus ojos mienten. Una vez que los pá rpados se cierran, intento alejarme de todo esto e imaginar una vida perfecta. Mi hijo, Alex y yo. Nosotros tres juntos en una pequeñ a casa inmersa en la naturaleza. Imagino a Alex mientras juega con nuestro hijo y yo preparo una tarta. Nosotros felices, con la canció n Love me now de fondo, en un ambiente cariñ oso. Un mundo donde nuestro amor es posible. É l me sonrí e, me acaricia el rostro y me pide bailar con é l. Yo sonrí o mientras me lleva por la cocina. Reí mos juntos y yo me siento en casa. Un lugar perfecto donde reina el amor de la familia.
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