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DISPUESTO A TODO 10 страница—Mí rame y escú chame atentamente. Me coloca los dedos debajo de la barbilla y me levanta la cabeza obligá ndome a mirar esos ojos profundos como el mar. —No te tocaré, no te diré el amor que siento hacia ti. A partir de ahora estará s sola, como siempre has deseado. —Se interrumpe inclinando la cabeza y suspirando profundamente. —Estoy loco, todaví a creo que puedes sentir amor por mí, pero no quieres reconocerlo, ni siquiera a ti misma. Te aterroriza la idea de que nuestro amor sea verdad, aun siendo tan retorcido. No puede decir una cosa así. Estoy desconcertada, retrocedo eliminando el contacto y las palabras salen como un rí o arrollador. —Si me he enamorado alguna vez, como bien dices… no es de la persona que tengo delante. El hombre que amaba era amable, atento. Me levanto ponié ndome en pie. No me da miedo, le haré frente hasta el final. —Nunca sabrá s lo que siento a causa de tus faltas de respeto hacia mí. ¡ Un hombre enamorado no niega la libertad! —Digo entre dientes tocando con el í ndice su pecho. No se inmuta mientras escucha y observa mi gesto. —¡ Tu libertad me pertenece, joder!, ¡ yo deberí a ser tu razó n de ser como tú lo eres para mí! —Gruñ e cogié ndome por el brazo. —Tú me perteneces, tu corazó n me pertenece… Retrocedo tratando de librarme, pero é l no afloja el agarre y se acerca. —Tu cuerpo me pertenece… Todo tu ser me pertenece como yo te pertenezco a ti. Choco contra la pared jadeante y con el corazó n desbocado. Estoy atrapada. Quisiera gritar, pero no lo consigo. Sus palabras han sido letales. Le pertenezco, todo mi ser le pertenece, es verdad. Todo esto no tiene sentido, no podemos continuar así. Apoya las manos en mis caderas y se acerca como un cazador insaciable juntando nuestros cuerpos. —¡ Siente como late mi corazó n por ti, Crystal! —Susurra en mi cuello para despué s besarlo. —Has dicho que no me volverí as a tocar. —No se mueve, lo escucho reí r con tristeza y un ligero soplido llega a mi piel. —¿ Tienes miedo de que tu cuerpo te traicione?, ¿ tanto temes demostrar tus sentimientos por mí? —Pregunta mientras sus á vidos labios besan delicadamente mi cuello y suben hasta el ló bulo de la oreja. —¡ Encué ntrame una explicació n a esto! —Continú a imperté rrito mientras se acerca a mi rostro. Besa mis facciones mientras no consigo reaccionar, hablar. —Tú tambié n sabes que esto es algo ú nico y especial… —Susurra a mis labios un instante antes de devorarlos. Dejo que su sabor se mezcle con el mí o, que esos labios carnosos busquen, deseen y prueben los mí os. El equilibro se pierde, existe solo la sensació n de paz y é xtasis en un lugar desconocido, donde solo estamos nosotros dos y todo es perfecto. Un rincó n del paraí so donde este sentimiento es razonable y se puede disfrutar. Repentinamente el paraí so desaparece. La realidad emerge y todo parece podrido y enfermizo. Me deja y retrocede completamente tranquilo y con autocontrol, mientras yo permanezco aturdida e incapaz de comprender el porqué de dicho gesto. —Recuerda este beso porque no tendrá s otro del hombre que has rechazado negando un amor ú nico a ambos. Con esas palabras sale de la habitació n golpeando la puerta con violencia. Mi cuerpo reacciona dejá ndose caer al suelo carente de fuerzas y dolorido. Castigarme es el ú nico modo que conoce para vengarse. Jugará con mis sentimientos, me dejará llegar a ese rincó n de paraí so para despué s arrojarme repentinamente al infierno. Dejo que las lá grimas inunden mi rostro mientras miro fijamente el vací o. Deseo la libertad, la exijo… Sin embargo, é l nunca me permitirá ser libre, me castigará de la peor manera jugando con mi corazó n, y al final se cansará deshacié ndose de mí como un trapo sucio y usado.
CAPÍ TULO 2 ♠ ♠ ♠
—Esta noche tengo asuntos que atender en uno de mis locales y tú vienes conmigo. —Comunica durante la cena. Ú ltimamente no confí a en mí, ni siquiera cuando estamos solos. Habí a dicho que no saldrí a de aquí y que no me verí a a nadie. No tiene sentido. Algo me dice que no es casual, quiere que vaya por algú n preciso momento. Repentinamente adquiere una expresió n amable y eso quiere decir que algo se le ha ocurrido, me hará dañ o. Llevo el vestido rojo que Alex me ha dejado en la habitació n. Es simple, con las mangas de encaje, largo hasta las rodillas. El cabró n me ha dejado tambié n un par de zapatos negro de tacó n y un bolso de mano de saté n negro. Soplo como una gata un mechó n rebelde y me observo en el espejo. ¿ Qué puedo decir? Por lo que parece sabe lo que me queda bien. Salgo de la habitació n y bajo al patio con uno de los gorilas que me sigue como si fuera mi propia sombra. Acorralada, atrapada y rendida. Encuentro a Alex con una pequeñ a cajita azul en la mano y con la mirada puesta en mí. Me acerco bajo su atenta mirada. Contente Alex, en breve se te cae la baba. Mi mirada se dirige a la caja azul situada entre sus manos. ¿ Será un regalo para mí? Continú o mirando curiosa y en ese momento lo abre. —Este collar es muy importante para mí porque era de mi madre. Quiero que lo lleves puesto y que cuides de é l. Miro el collar con diamantes y rubí es incrustados, hermoso. No comprendo su gesto considerando que estamos en pie de guerra. Pocas horas antes habí a aclarado su postura y estaba segura de que encontrarí a un modo para destruirme completamente. Y en cambio ahora me regala un objeto muy cercano a é l y quiere que lo cuide. Estoy desconcertada. Lo coge entre manos y se acerca deslizá ndola alrededor del cuello. —Ahora todo está en el lugar adecuado… —Susurra tocando mi oreja con los labios. No me muevo, contengo la respiració n. No quiero dar importancia a este gesto. Tengo que recordar que para é l no soy má s que un objeto de exposició n y como tal me trata. Cuando subimos al coche nos dirigimos hacia una destinació n que se me oculta, como todo lo que viene despué s. Permanezco en silencio mirando a travé s de la ventana mientras recorremos el camino hacia la verja. Estoy a punto de salir del castillo. Tal vez pueda saltar del coche. No terminarí a bien, me harí a dañ o y me cogerí a. Despué s de una hora nos detenemos ante un local llamado Рай. Habrí a sido perfecto si hubiera sido el paraí so. Bajamos y deja las llaves a uno de sus hombres. Su mano me rodea la cintura y me aprieta a é l. —Ahora te dará s cuenta de lo que podrí a hacer si hubiera querido comportarme mal contigo. Lo miro desconcertada sin entender el significado de sus palabras. Con el ceñ o fruncido me devora con esos ojos que quitan la respiració n y despué s me agarra firmemente acercá ndome a é l. —¿ Tienes miedo, Crystal? —Me está provocando. Me está torturando psicoló gicamente. É l quiere esto. Quisiera poder lavarte el cerebro, decí a. Sé que lo desea por encima de todo. —¿ Por qué deberí a tener miedo de quié n afirma quererme? Pronuncio inesperadamente. Me mira, no responde. Si realmente me quiere no me hará dañ o, si bien ya me haya hecho mucho. Cuando entramos nos acercamos a la mesa donde se encuentran sus hermanos. No parecen sorprendidos de verme. Alex coge la silla junto a Liam y me ofrece sentarme, lo cual hago sin vacilar. Encuentro la situació n bastante extrañ a, sobre todo por el modo apenado con el que me mira Liam. —Cuidad de ella, vengo ahora mismo. Dicho esto se aleja recorriendo el local hasta desaparecer detrá s de una puerta de cristal templado. —¿ Có mo está s? Me vuelvo hacia Liam y lo miro seria. ¿ Có mo cree que estoy? Soy prisionera de un hombre que es impredecible y tenebroso. —Lo siento, Crystal. He tratado de disuadirlo, pero no atiende a razones. Parece seriamente decepcionado. Siempre he pensado que é l era el ú nico con una pizca de cerebro. Solo é l ha intentado hacer entrar en razó n a su hermano y es el ú nico que ha tenido el valor de desobedecer y contarme lo de Natasha. —¿ Tú sabes por qué estoy aquí? —Pregunto esperando que me diga la verdad. Dirige una mirada fugaz a sus hermanos, ocupados en una conversació n acalorada, y despué s se acerca ligeramente. —Cualquier cosa que pase, no cedas, manté n la calma. Lo miro perpleja. ¿ Mantener la calma? No consigo entender por qué deberí a permanecer tranquila. —Dobryy vecher, gospoda. Reconozco esa voz, Alex. Me vuelvo repentinamente encontrá ndolo en medio del local con un micró fono en la mano y la otra en el bolsillo. Sonrí e radiante hinchando el pecho y despué s dirige la mirada hacia mí. — Ya rad predstavit’ novyye zvezdy Рай. La luz se vuelve tenue y una mú sica de fondo acompañ a la aparició n de dos chicas con vestidos muy cortos. Se acercan a é l. Sonrí en y Alex les devuelve la sonrisa. Se me vuelca el estó mago cuando ambas apoyan las manos en sus hombros. Una de las dos lo besa y é l no se aparta. Me ha traí do hasta aquí para esto. ¿ Quiere que lo observe mientras se divierte con otras mujeres? Aprieto el borde de la silla con fuerza. ¿ Qué podí a esperarme de un hombre cruel y sin corazó n? É l es así, este es su verdadero yo. Una vez má s me ha ilusionado hacié ndome creer que está enamorado de mí. Me ha regalado el collar de su madre, en el caso de que sea verdad, y al final como siempre me está machacando como si no contara nada. —No des cré dito a lo que está s viendo. —Susurra Liam a mis espaldas. Mantengo la mirada fija en Alex mientras las mujeres comienzan a moverse de manera sensual junto a é l. Lo tocan, sus manos se deslizan por su pecho mientras bailan a su alrededor. El fuego me quema, ardo de rabia, de celos. No deberí a estar celosa, lo odio con todo mi ser. Golpeteo el suelo con el tacó n e intento contar para mantener la calma. ¿ Qué espera de mí?, ¿ cree que haré una escena de celos? Es esto lo que quiere, estoy segura. Respiro profundamente mientras pienso có mo responder. No le permitiré que juegue conmigo una vez má s. Esta vez no tengo intenció n de permanecer en el banquillo, quiero devolverle un poco de esa malvad que ha usado conmigo. Me levanto de sopetó n y Liam rá pidamente me agarra por la muñ eca. —¡ No lo hagas, es lo que quiere! —Advierte. —Dé jame. Ha llegado el momento de hacer bajar a ese cabró n del pedestal. —Digo entre dientes sin perder de vista mi objetivo. Me libera y aprovecho para avanzar algunos pasos. Tomo un respiro profundo y despué s de esbozar una falsa sonrisa me acerco a Alex. Me mira, me examina y se sorprende cuando apoyo la mano en su pecho. Parece que las chicas no se preocupan de mi presencia, las habrá n pagado para bailar, por lo tanto nos las importará quié n sea. —¿ Qué está s haciendo? No respondo a su pregunta. Me acerco a sus labios sonriendo con burlonerí a. ¡ Ahora verá s lo que quiero hacer! —Está s acabado si tienes necesidad de pagar para que te toquen. Se paraliza frí o como el hielo y me mira incré dulo. Retrocedo un paso y con los dedos acaricio el collar. Lo mira mientras lo rodeo con los dedos. Lo hago lentamente, quiero que quede grabado en su cabeza eternamente. Le sonrí o y arranco el collar. Los pequeñ os diamantes resbalan por mi cuerpo hasta caer al suelo bajo su mirada conmocionada. —¡ Este es el valor que doy a tus palabras, Alex! Me vuelvo y corro hacia la salida, consciente de que me pronto me alcanzará y se desencadenará el caos. He desatado su ira y esta vez le he disparado al corazó n. Dos hombres del personal de seguridad me obstaculizan el camino, intento escabullirme entre sus cuerpos, pero todo es inú til. Mis movimientos se detienen cuando me agarran y me levantan por los aires. —¡ Has cavado tu propia tumba, cariñ o! —Gruñ e a mis espaldas la crueldad en persona. Grito intentando soltarme mientras me arrastra de los pelos fuera del local. Me aprieta aú n má s impidié ndome cualquier movimiento. Una vez en el coche, bloquea las puertas y sale a gran velocidad hecho una furia. Lo observo mientras mantiene la mirada fija en la carretera pensativo. Me agarro al asiento sintiendo el gé lido aire, no estoy muy abrigada. —¿ Tienes frí o? —Pregunta volvié ndose hacia mí con esa mirada penetrante que da escalofrí os. Agacho la cabeza sintié ndome pequeñ a e indefensa. Está enfadado, y yo estoy enfadada. —¡ Responde, joder! —Grita golpeando las manos en el volante. Se está pasando de la raya, está descontrolado. —¡ Estamos en Rusia, hace un frí o terrible y se ve que me estoy congelando! — Respondo rá pidamente llena de rabia. —¡ Deja de actuar así, no tienes ni el má s mí nimo respeto por mí! —¿ Tú quieres que te respete?, ¡ dime que no lo has dicho! —Comento riendo con tristeza. Su cerebro se ha evaporado, eso seguro. ¿ Có mo puede pretender respeto despué s de todo lo que ha hecho? Digo yo, me ha secuestrado, me ha tratado de la peor manera posible, ¿ y exige respeto? El coche frena bruscamente y salgo disparada hacia adelante. Por suerte las manos se apoyan en el salpicadero atenuando de esta manera el golpe. —¡ Debes respetarme! Me agarra por los brazos y me zarandea mientras nos miramos a los ojos. Su rostro está enrojecido y tiene los ojos fuera de las ó rbitas. Tiene la frente sudada y jadea. —¡ Te respetaré cuando tú comiences a respetarme! Me libera, se restriega la mano por el rostro y despué s masculla algo incomprensible. Vuelve a arrancar el coche y a partir de ese momento reina un silencio sepulcral. Me sorprende cuando enciende la calefacció n. Tal vez lo haya hecho porque tiene frí o, no quiero pensar que lo haya hecho por mí, no despué s de todo lo que ha pasado esta noche. De vez en cuando, durante el viaje, lo miro de reojo. Mirada seria puesta en la carretera y cambio de marchas con violencia. Imagino lo que quisiera hacerme en este momento. Torturarme. Tal vez lo haga. No creo que esto acabe aquí, ya he aprendido a conocerlo. Cuando destruí su coche me habí a encerrado en una celda mugrienta para exigir mis disculpas. Esta vez me espero algo peor. Me carga a las espaldas y me lleva a la habitació n, donde cierra la puerta con llave y despué s deja que mi cuerpo rebote en el colchó n. El vestido se ha subido y trato rá pidamente de bajarlo sin arreglarlo. A los pies de la cama me mira, pero su mirada es la de un cazador y yo soy de nuevo su presa. —Has destrozado el collar de mi madre. Sabí as que era un objeto importante para mí. Esta vez su tono es tranquilo y esto me aterroriza. Cuando está sereno, se vuelve calculador y da en el blanco. Se afloja la corbata con la mirada fija en mí. Peligro. —¿ Tú crees que esto es un juego, Crystal? Deja caer al suelo la corbata y despué s la chaqueta. ¿ Qué piensa hacer? Retrocedo en la cama hasta que mi espalda no toca la cabecera. No puedo ir a ninguna parte. Se acerca, apoya las manos a los lados de mi cuerpo. Contengo la respiració n incapaz de decir o hacer cualquier cosa mientras su rostro acaricia mi abdomen hasta subir ante mi rostro. —Podrí a enseñ arte mi maldad, sin embargo, recientemente he descubierto que tienes un taló n de Aquiles y pretendo usarlo. No, yo no tengo ninguna debilidad. Se está inventando todo solo para doblegarme. Roza mis labios con los suyos, pero no los besa. Su cá lida respiració n quema mi piel mientras desciende hasta detenerse entre mis senos, donde el sutil tejido lo separa de mi piel. —¡ Tu cuerpo me desea, Crystal! —Susurra mientras las manos se deslizan sobre mis caderas hasta los senos. Iré al Infierno, me estoy excitando y no deberí a pasar. Respiro a duras penas mientras sus manos rodean mis pechos. Los dedos se disponen bajo el tejido que los cubre. Lo miro, ruego para que se detenga, pero nada ocurre. Continú a imperturbable y yo me doy por vencida. Una mirada que arde de deseo y de ira. Las manos agarran el tejido y en un ú nico movimiento lo desgarran descubriendo los senos desnudos. En un momento de lucidez trato de empujarlo, pero su cuerpo reacciona, me bloquea colocá ndome las muñ ecas detrá s de la cabeza. —Es inú til que finjas. Está s excitada, me deseas y yo a ti. ¿ Por qué no acabamos con estas gilipolleces, Crystal? Me muevo frené ticamente debajo de é l tratando de liberarme mientras disfruta de la situació n. No puedo creer lo que siento. No es posible dejarme llevar por algo tan equivocado, peligroso y prohibido. —¡ Sué ltame! —Encuentro la fuerza para decir, pero mi voz apenas se escucha. —Nunca te dejaré. Tú eres mi obsesió n como yo lo soy para ti y tengo intenció n de acostarme contigo esta noche, mañ ana y siempre. Mi cuerpo está fuera de control, pero no le permitiré que se salga con la suya. Nunca seré suya. —¡ Eres un monstruo! No era lo que querí a decir, pero ya es demasiado tarde para dar marcha atrá s. Me agarra con má s firmeza mientras se sienta a horcajadas sobre mí y respira. —Sí, Crystal, soy un monstruo porque tú me has vuelto tal. Se acerca buscando mis labios, pero yo trato de evitarlo. Es entonces cuando coge mi rostro entre sus manos sin dejarme escapatoria. Me besa con pasió n, pero yo consigo tener los labios cerrados impidié ndoselo. No le permitiré hacer lo que quiera contra mi voluntad. —¡ Bé same! —Ordena. Muevo la cabeza violentamente intentando alejarme. —¡ Te he dicho que me beses! —Gruñ e entre dientes. Retrocedo en la cama, pero estoy en el borde. —¡ Bé same, joder! —Grita zarandeá ndome. —¡ Prefiero ir al infierno! —Grito a pleno pulmó n. Emite un gruñ ido y golpea los puñ os contra la cabecera. Me levanto e intento escapar de la habitació n, pero me agarra llevá ndome de nuevo a la cama. —No puedes escapar, Crystal, ningú n sitio te podrí a alejar de mí. Eres solo mí a, mé tetelo en la cabeza. Se acerca, me besa y se marcha cerrando la puerta tras de sí. Me cubro el rostro con las manos y lloro. Lloro porque no he sido capaz de protegerme. Si aquella noche en la discoteca no la hubiera provocado, ahora no estarí a en esta situació n. Grito golpeando las manos contra el muro. Me ha aniquilado nuevamente. Una parte de mí sigue sintiendo algo que solo una persona merecedora podrí a recibir. Por mucho que me haga dañ o no consigo eliminar ese sentimiento desconcertante. Estoy enamorada de un monstruo.
***
No sé cuá nto tiempo ha pasado. Estoy encerrada aquí dentro como una prisionera. Los rayos del sol entran a travé s de las cortinas mientras de fondo se escucha el canto de los pá jaros. He pasado la noche llorando y golpeando el cojí n, como si fuera la causa de todo. Me froto los ojos con insistencia y pienso que hoy será un dí a como el resto. No cambiará nada. Permaneceré encerrada aquí dentro para siempre. No consigo pensar con claridad, mis pensamientos está n condicionados por sus palabras, su mirada, su perfume. Por é l. La puerta se abre y entra, lo miro mientras se queda ahí observá ndome. Ya lo has conseguido Alex, ahora puedes ver lo mal que estoy. —La comida ya está lista. —Comunica con frialdad. Lo observo secá ndome las lá grimas y con la misma frialdad respondo. —No tengo hambre. Ante mis palabras avanza con una expresió n descontenta. Me agarra por las muñ ecas con fuerza y me arrastra consigo. —No me interesa. ¡ Hará s lo que yo te digo! —Comenta enojado. Dejo que me lleve donde quiera, no sabrí a qué otra cosa hacer en este momento. Una vez en el comedor, me acomoda y se sienta junto a mí. Miro el plato y tengo que reconocerlo, ademá s del olor tiene un aspecto apetitoso. Morir de hambre no me ayudarí a mucho. Quisiera rechazarlo con todo mi ser, pero mi cuerpo, por lo que parece, necesita nutrirse. Suspiro cogiendo el tenedor y comienzo a comer muy lentamente. Estará satisfecho de mi obediencia, y siendo sincera, en este momento no me interesa. Despué s del tercer bocado, mi estó mago se revoluciona: una sensació n de ná usea que nunca antes habí a sentido. Trato de contenerme con todas mis fuerzas respirando profundamente. Tal vez sean los nervios lo que me provoca este efecto. —Esta noche tengo unos asuntos que atender y tú vienes conmigo. —Informa. Lo miro perpleja. ¿ Quiere que vaya con é l?, ¿ despué s de lo sucedió anoche, quiere igualmente que vaya con é l? Me pregunto que estará tramando. —Me da igual que me mires así. —Murmura mientras corta la carne en su plato. Está poco cocida y la sensació n de vó mito vuelve. Me siento extrañ a y como si… Me siento como si estuviera a punto de perder el conocimiento, sudo frí o. —En la habitació n encontrará s un vestido. Esta noche tengo una sorpresa para ti. —Continú a mientras en su rostro aparece una sonrisa burlona. Quisiera saber má s acerca de ello y estoy segura de que esta noche lo descubriré. Trato de levantarme, pero no consigo ni siquiera tenerme en pie. —Alex, no estoy bien. Me… —No consigo hablar, me faltan las fuerzas incluso para eso. —No busques excusas, no caeré, muchacha. Se me nubla vista, no consigo respirar. Apoyo los codos en la mesa y con las manos me ayudo a aguantar la cabeza. Oh, Cielos, no me encuentro bien, nada bien. Los pá rpados se vuelven pesados y no consigo tener los ojos abiertos. —¡ Crystal! Lo miro y despué s no veo nada má s. A mi alrededor solo hay silencio y oscuridad.
Dobryy vecher, gospoda: Buenas noches, señ ores. Ya rad predstavit’ novyye zvezdy Рай: Estoy encantado de presentaros a las nuevas estrellas del Paraí so
CAPÍ TULO 3 ♠ ♠ ♠
Desconcertada y confusa, intento abrir los ojos lentamente. ¿ Qué diantres ha pasado? Solo recuerdo que no me encontraba bien. Ahora me encuentro en la habitació n, no estoy sola. En el silló n que está junto a la ventana se encuentra Alex, con las manos apoyadas en las rodillas mirando el vací o. Mirá ndolo así, parece innocuo y adorable hasta cierto punto. ¡ Oh, vamos! No puedo haber pensado eso. Deberí a odiarlo, no encontrarlo adorable. No me muevo, solo quiero que se dé cuenta de que lo estoy observando. Quiero disfrutar un poco má s de este Alex indefenso y carente de frialdad. Observo ese rostro cansado y preocupado. Su mirada está triste, no tiene ese extrañ o resplandor que he podido comprobar solo en nuestros momentos de paz. Entrecruza los dedos y suspira. Parece frustrado, quié n sabe si será por mí. Solo le importa é l mismo y no se preocupa de nadie má s. Inesperadamente alza la mirada y es entonces cuando tiene lugar la colisió n entre dos universos completamente diferentes, pero que sin embargo, se complementan a la perfecció n. Nos miramos, pero nadie de los dos parece dispuesto a hablar. Se levanta y avanza hacia la cama con cautela, como si esperara una reacció n por mi parte, la cual no llega. Me desplazo ligeramente hacia atrá s y se sienta, coge mi mano entre las suyas y la besa. Un beso dulce que provoca una vibració n que recorre todo mi cuerpo. Inexplicable, imposible. —¿ Có mo te sientes? —Estoy bien. Estamos en un aprieto, como si ninguno de los dos subiera qué decir. Me pregunto có mo es posible encontrar la guerra y la paz el mismo dí a, en el mismo momento. —¿ Te apetece un bañ o caliente? —Pregunta mientras agacha la cabeza hacia mi mano, todaví a entre las suyas. Con el pulgar masajea el dorso y yo me pregunto qué es lo que ha cambiado en tan poco tiempo. No parece la misma persona frí a e imperturbable de hace unas horas. —¡ Está s enfadado conmigo! —Afirmo. Intento retirar la mano, pero é l la bloquea. —Dé jame que cuide de ti… —Suplica alzando la mirada. Estoy estupefacto, no logro dar cré dito a este cambio tan radical. Algo me empuja a descubrirlo, sin embargo, tambié n quiero atenciones insanas por su parte. Aun sabiendo que todo esto es un error, no puedo prescindir de é l. Intento levantarme y rá pidamente se acerca cogié ndome entre sus brazos. Dejo que me lleve al bañ o como si fuera una reliquia valiosa. Es una sensació n ú nica y agradable. Apoyá ndome delicadamente sobre el borde de la bañ era me besa en la frente. Mi corazó n grita, ¡ cuida de mí ! Cuando toca el extremo de la camiseta tiemblo ligeramente y no comprendo el motivo. —Levanta los brazos. —Ordena con voz cá lida y yo obedezco sin rechistar. Dejo que me desnude, ninguna palabra, solo miradas que se cruzan. Si bien es una situació n absurda, parece tener mucho sentido. No estoy segura del motivo de todo esto, y tal vez en este preciso momento no me importa. Comprueba el agua con la mano y luego me incita a entrar, lo cual hago con mucha calma, desnuda, vulnerable ante sus ojos sin el mí nimo recato. La temperatura del agua como siempre es ideal, sin embargo, esta vez un nuevo olor me invade. Parece orquí dea. Sí, estoy casi segura. —¿ Puedo entrar? No me puedo creer que Alexander pida permiso. No sé si estoy soñ ando. Estoy realmente muy desconcertada, pero ante la duda decido asentir. Admiro su tó rax mientras se quita la camiseta negra ajustada, y luego, cuando lleva sus manos a los pantalones, trago saliva. No deberí a encontrarme en esta situació n, es un error garrafal. Aparto la mirada y con las manos toco la superficie del agua. É l está junto a mí. A saber si es otro de sus modos para vengarse. Tal vez está buscando de seducirme para luego dejarme a medias. —¿ Qué ha cambiado en ti, Alex? —Pregunto de buenas a primeras mientras entra en la bañ era. No responde, me aparta dulcemente para colocarse. Me tenso cuando entro en contacto con su piel y el pá nico aumenta. Sus manos acarician mis brazos hasta llegar a los hombros para despué s obligarme a apoyarme contra su pecho. —¡ Todo! —Afirma. No lo entiendo, ¿ qué ha podido pasar en tan poco tiempo? Tengo el presentimiento que no quiera decirme el motivo, pero no me rindo. —¿ Por qué? —¡ Porque sí! —Corta de raí z.
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