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DISPUESTO A TODO 6 страница



¿ Cree que soy su perro o qué? Asiento con falsedad mientras se aleja. No estaré aquí posando para todos, ni lo sueñ es. Agarro la copa y camino entre la multitud. Al fondo de la sala veo una terraza, una bocanada de aire fresco me vendrí a bien. Cuando salgo me asombro, luces tenues, plantas de todo tipo. Un


gran rosal de rosas rojas llama mi atenció n. Adoro las rosas, tienen espinas, pero son muy hermosas. ¡ Oh cielos! Parezco Alex. Me acercando acariciando algunos pé talos y los huelo, un delicado perfume me envuelve. La atmó sfera es relajante hasta que la presencia de otra persona no me pone en alerta. Creí a estar sola.

—Buenas noches, señ orita. —Una suave voz que no reconozco.

Me vuelvo encontrá ndome ante un hombre con cabello rubio y mirada avispada. Lo observo, quizá s demasiado. Sonrí e acercá ndose con astucia.

—Por fin conozco a la rosa de Alexander.

Avanza con elegancia ofrecié ndome la mano. Dudo un instante antes de extenderle la mí a, no creo que sea una buena idea, pero no puedo ser maleducada.

—Perdó neme, ¿ usted es…? —Pregunto en estado de alerta.

—Un viejo amigo de su chico. Me llamo Igor.

Me sonrí e. Tengo la impresió n de que su visita no se produzca por casualidad, pero quizá me equivoco. Un escalofrí o me recorre obligá ndome a frotarme los brazos. Salir aquí se ha relevado una pé sima idea, hace demasiado frí o, me estoy congelando.

—¿ Có mo una chica como tú se encuentra en este mundo? —Pregunta con curiosidad el tipo.

Quisiera tanto decirle que me han secuestrado, pero no me servirí a de nada. Alex se enfadarí a y todos mis esfuerzos serí an en vano.

—Ya sabes có mo es, el amor… —Miento temblorosa.

Percatá ndose del labio que me tiembla, se quita la chaqueta y la pasa por mis hombros.

—Te está s congelando. —Murmura.

—Gracias, no era necesario. Creo que volveré dentro. —Respondo amablemente.

Intento quitarme la chaqueta, pero su mano bloquea mis movimientos. Lo miro sorprendida corrugando la frente.

—¡ Quí tale las manos de encima! —Grita una voz extremadamente familiar a mis espaldas.

Esto es lo ú nico que no habrí a querido: Alex enfurecido. El chico se desplaza dirigiendo la atenció n hacia é l.

—Alexander, ¡ qué placer volver a verte!

É l pasa a su lado con los ojos posados en mí, parece furioso. Quita violentamente la chaqueta de mis hombros y la tira contra el pecho del


muchacho.

Ischezayut. —Gruñ e entre dientes.

Ninguna reacció n, agacha la cabeza y se aleja. ¡ Vaya! Nunca he asistido a algo similar. Lo miro con un nudo en la garganta mientras se desborda de rabia.

—¿ Qué parte no te ha quedado clara de “no hables con nadie”, niñ ata?

Odio cuando me llama niñ ata. Retrocedo mientras avanza con aspecto intimidatorio. La situació n está empeorando.

—Estaba admirando esa rosa cuando se me ha presentado como tu amigo. — Intento explicar con calma.

Me agarra el mentó n bruscamente mirá ndome a los ojos.

—Tú no debes hablar con nadie. ¿ Entendido?

Sus ojos son rojos, llenos de rabia. Contengo la respiració n. Pá nico.

—No he hecho nada malo. —Susurro apartá ndome.

Intento resistir, pero estoy a punto de echarme a llorar. Detesto este lado suyo. Escapo corriendo hacia el saló n mientras grita mi nombre. Me vuelvo, no me detengo. Me acerco al bar pidiendo una botella de champá n, la agarro y corro hacia la escalera. Al diablo, tengo que poner fin a esto, ahora. Subo a la torre que me habí a enseñ ado esta mañ ana. Es un lugar tranquilo, tiene una terraza desde donde se ve todo el jardí n. Estoy llevando a cabo a escena mi desesperació n, una pobre chica herida y triste. Veamos si resiste tambié n a esto. Estoy decidida, dispuesta a llegar hasta el final. ¿ Pero a qué precio?

 

Ischezayut: Desaparece

 

Cuando llego me quito los tacones y camino descalza hasta la barandilla. Podrí a acabar con todo esto ahora, podrí a arrojarme. Sin embargo no puedo, aprecio mucho mi vida. Bebo un trago de la botella, pero sin exagerar. No quiero emborracharme, solo oler a alcohol. Quié n hubiera imaginado que mi vida acabarí a de esta manera… Me siento en el borde de ladrillos y contemplo el horizonte. Me pregunto qué habrá má s allá … Lo que es seguro es que no lo descubriré si permanezco aquí. Á nimo, vamos, no tengo mucho tiempo. Me pongo en pie y camino lentamente intentando mantener el equilibrio, deberí a tener miedo de caer, pero no parece importarme. Quiero ganarme su confianza y estoy dispuesta a todo.

—Crystal, ¿ qué está s haciendo?

Una voz conocida llama mi atenció n, es Liam. Parece asustado, seguramente está pensando que quiero arrojarme. Lo miro, no hablo, continú o caminando


lentamente. Llevo la botella a los labios y bebo otro trago.

—¡ Crystal, por favor, baja! —Suplica asustado.

Todaví a no. Falta algo. Niego con el dedo sonriendo, sigo caminando. Falta la persona má s importante y sé que está llegando. El telé fono de Liam suena, lo siento murmurar. Queda poco, llegará en cualquier momento. No pasa mucho tiempo hasta que aparece, ahí está paralizado como un trozo de hielo mientras me mira. Pues sí, quié n lo dirí a… Yo, Crystal Kaleda aparentemente borracha y a punto de suicidarme.

—Pequeñ a, te ruego, baja de ahí —Pide con la voz ronca.

Me vuelvo hacia é l leyendo en su rostro una expresió n asustada. Es la primera vez que lo veo tan dé bil. No sabe có mo comportarse, pero aú n así avanza un paso hacia mí.

—¡ Quieto ahí! —Grito.

Se detiene. Tengo proseguir con mi plan y poner fin a esto lo antes posible, me estoy congelando. Y ademá s la idea no me parece de las mejores, podrí a caer de verdad y morir. Que no cunda el pá nico, debo ser fuerte.

—Liam, ¿ podrí as dejarnos solos? Deberí a decir un par de cosas a tu hermano…

El chico duda, no se mueve. Y es entonces cuando interviene Alex.

—¡ Vete! —Dice en voz baja con los ojos posados en mí.

Sigo caminando con atenció n de un lado para otro, muy lentamente. Una vez solos, me dirijo hacia mi secuestrador y suspiro. Comienza la escena.

—He decidido resolver nuestro problema de manera tajante. —Digo tambaleando la botella hacia el vací o.

—Te ruego, no lo hagas. —Suplica.

He abandonado mis principios adentrá ndome en un ambiente desconocido y saldré solo cuando sea libre. No me detendré precisamente ahora. Bebo el ú ltimo trago que queda y dejo caer la botella al suelo, no se rompe, pero los continuos rebotes provocan mucho ruido. No estoy ni borracha ni loca. Solamente soy una actriz nata. Quiero su completa confianza, quiero que se fí e ciegamente. Solamente así tendré la posibilidad de escapar. Ahora llega la parte má s difí cil. Deberé decirle esas palabras siendo creí ble si quiero alguna posibilidad de conseguir mi plan.

—Creo que me he enamorado de ti… —Digo dirigié ndome hacia é l. Sus ojos me estudian sorprendidos por mi afirmació n.

—No puedes imaginar lo que se siente cuando te enamoras de una persona que te trata mal, una persona de la que no sabes nada… —Continú o mientras


observo có mo sigue mis movimientos aterrorizado. —Me has secuestrado y nunca te lo perdonaré. Sin embargo, al final hemos decidido empezar todo desde el principio… Yo lo estoy intentando, con todas mis fuerzas, pero tú no tienes confianza —Me detengo. tambaleá ndome, pero despué s retomo el control.

Intentemos acabar con esto inmediatamente, estoy comenzando a tener miedo.

—Quiero amarte y no vivir con miedo. —Me detengo mirá ndolo a los ojos.

—Dime quié n eres, Alexander, há blame de ti. Solo así puedo conocerte. — Susurro dando una pequeñ a vuelta sobre mí misma. De acuerdo, he exagerado, me da vuelta la cabeza.

—Ya te he dicho quien soy.

—No es verdad, no soy tan estú pida para creer que tú eres un simple hombre de negocios. Demasiadas personas te temen, tienes demasiados guardaespaldas, tienes demasiado dinero.

Silencio, no responde. Lo está pensando. Es una buena señ al. Rezo para que ceda, es la ú nica manera que hay, mi ú ltima posibilidad.

—Baja y te diré todo lo que quieras saber. Te lo prometo. —Se acerca cauto ofrecié ndome la mano. Increí ble, lo he conseguido, sabré todo de é l. Alexander se encuentra a un paso de mí, lo cual es bueno, no consigo seguir má s aquí.

Me dejo caer entre sus brazos escondiendo el rostro en su cuello. Me he salido con la mí a.

—Me has matado varias veces esta noche. —Susurra mientras sus brazos me agarran fuertemente.

—Lo siento… —Murmuro. Me coge en brazos y me besa. Solo puedo permití rselo. Satisfecha de mi resultado, lo abrazo fuerte dejá ndole pequeñ os besos en el cuello. Por fin se han invertido los papeles.


 


CAPÍ TULO 7

♠ ♠ ♠

 

 

Sentada en la cama observo a Alex esperando a que me hable de é l. Parece preocupado, se pasa la mano por el cuello suspirando.

—Promé teme que cualquier cosa que yo te cuente no te hará cambiar de opinió n sobre mí.

Tranquilo, ya tengo una pé sima opinió n de ti. Contengo la respiració n y respondo falsamente.

—Te lo prometo.

Ahora sué ltalo todo que tengo curiosidad por saber quié n eres.

—Veamos por dó nde comienzo… Soy un hombre importante y de esto ya te has dado cuenta. Digamos que tengo un grupo de personas que trabajan para mí, mis negocios tienen que ver principalmente con la construcció n, pero tambié n con otros sectores. —Explica seriamente intento captar un cambio en mi mirada. Permanezco impasible, mientras comienzo a crearme una idea. Peligro.

—¿ Qué tipo de negocios? —Se acaricia el mentó n y me mira fijamente.

Parece indeciso, no se fí a totalmente de mí, así que decido formular alguna hipó tesis.

—Creo que tu trabajo va má s allá de los lí mites de lo legal. No soy estú pida, he visto bastantes pelí culas y leí do varios libros. Eres un hombre temido, tienes má s personal de seguridad que el presidente, posees demasiadas riquezas…

Parece anonadado, se acaba de dar cuenta de que lo he comprendido todo sola. El problema es ver la gravedad del asunto. Para tener este poder, debe estar muy alto en la escalafó n.

—En una palabra… —Se levanta en pie agachando la cabeza y camina con las manos detrá s de la espalda. Se levanta de sopetó n y confiesa. —Mafia.

La cosa no me sorprende, me interesa saber su importancia en todo esto. Ya me habí a percatado de que no era una persona normal.

—¿ Qué papel tienes? —Pregunto con curiosidad mirá ndolo a los ojos. Llena el pecho completamente de aire.

—Soy el jefe. —Declara.

¡ Mierda! Quisiera gritar, pero tratado de parecer impasible.

—¿ El jefe de qué?, ¿ tené is un clan como los de las pelí culas? —Pregunto


intentando investigar má s a fondo.

Disfrutando de mi comportamiento se acerca posando ambas manos alrededor de mi rostro.

—Te acabo de contar quien soy y no está s asustada. —Comenta a escasa distancia de mis labios.

Hazme caso, lo estoy, pero debo mantener la calma.

—¿ Có mo comenzaste?

—Comencé hace diez añ os. Creé un clan y para tener todo lo que tengo hoy, he hecho cosas que es mejor no contar.

Trago saliva, sé que no bromea.

—Droga, prostitució n, trá fico de armas y todas esas cosas. ¿ Es eso lo que haces? —Pregunto titubeante con el corazó n desbocado.

Tranquilí zate, respira, no te hará dañ o. He acabado en la madriguera del peor monstruo que existe sobre la faz de la Tierra, y sin embargo, algo me dice que no corro peligro. Increí ble.

—Desde hace muchos añ os intento respetar la ley. Estoy intentando construir una red de inmobiliarias respetable, y quié n sabe, un dí a podrí a desintoxicarme de este asqueroso mundo. —Responde.

No me esperaba una respuesta similar. Sin embargo, no parece que esté muy orgulloso de quié n es y lo que hace. Sabe que no es lo correcto. Podrí a prostituirme o incluso matarme, nadie se enterarí a. Digo yo, ¿ con todos los hombres que hay me tení a que tocar un mafioso?

—Se supone que cuando te canses de mí, acabará s conmigo. —Lo provoco mientras desliza las manos sobre mi piel.

—Nunca te harí a dañ o, pero tienes que entender cuá ndo es el momento de rendirte y no exagerar.

Se parece mucho a una amenaza. Tiemblo cuando acerca su mano al interior de mis muslos. Cuanto má s se vuelve la situació n peligrosa, má s me excito. No es normal, no deberí a suceder, y aun así, no logro parar. Quisiera verme rendida a sus deseos, aterrorizada y obediente. Si continú a así no creo que haya elecció n. Por mucho que yo lo deteste, desea mi cuerpo terriblemente.

—No me das miedo incluso sabiendo quien eres. —Susurro levantando la mano para acariciarle el rostro.

Aparentemente parece imposible, pero si obvio algunas cosas, parece perfecto para mí. Se preocupa por mí como nunca otro lo habí a hecho antes. Me venera, me desafí a y al final rompe mis seguridades.

—Todos tienen miedo de mí. —Murmura evitando mi mirada. Es consciente


de que no está haciendo lo correcto, lo veo.

Tengo la impresió n de que lucha contra sí mismo, en el limbo entre el bien y el mal. Tal vez si lo conociera, descubrirí a su verdadero yo, quié n sabe… No, es un pensamiento completamente demente que no se me tiene que pasar por la cabeza.

—No puedo tener miedo de quien me cuida, aunque tus modos sean muy poco ortodoxos. —Respondo sonriendo mientras restriego la nariz contra la suya. Suspira y su cuerpo comienza a relajarse. Observo sus labios mientras se levantan. Sonrí e.

—Eso no está bien, pequeñ a. —Sus manos se deslizan por mi espalda, toques ligeros en los costados, las manos se arrastran bajo el vestido, contengo la respiració n, pero luego cedo.

Rí o con ganas, me retuerzo, tengo cosquillas. No se detiene, insiste aumentando la presió n de sus dedos en las costillas, mientras chillo y lo agarro por los hombros. La atmó sfera se ha transformado en algo ú nico, fuera de la realidad. Nuestras carcajadas resuenan en la habitació n y todo parece cobrar un sentido. El sentido de la locura.

—¡ Te ruego, ya basta! —Grito riendo.

Sus manos no se detienen y lo empujo ligeramente obteniendo el efecto contrario. Se sienta a horcajadas encima de mí y sigue torturá ndome disfrutando de la situació n.

—¡ Dime que no tienes miedo de mí y te dejo libre! —Propone con una sonrisa que deja sin aliento.

Intenta parecer serio, pero no lo consigue, no puede fingir conmigo. Un mechó n de cabello se desliza sobre su rostro y no resisto a la tentació n de apartarlo. Se sorprende nuevamente y me percato de haber pasado la raya. Lo agarro por la chaqueta y lo arrastro a pocos centí metros de mi rostro. Estoy má s dispuesta que nunca a desafiarlo, porque al fin y al cabo es esto lo que lo má s lo provoca.

—No tengo miedo de ti… —Susurro antes de besarlo. No sé dar una explicació n a las emociones que me hace sentir, ni siquiera a la situació n que se ha creado. Mi parte racional se rebela gritando que es una locura, y sin embargo, no me desagrada, me siento bien. Me siento en la cama y le quito la chaqueta, lo quiero, lo deseo y quiero poseerlo. Lo miro a los ojos mientras la camisa se abre dejando ver una piel perfecta. Desorientada y con un resquicio de esperanza en los ojos, continú o sin pensar. Me dejo llevar por las emociones, renuncio a la racionalidad. Con el pecho al descubierto, paso los


dedos por el tó rax contemplá ndolo. Perfecto, no sabrí a có mo describirlo de otra forma. Lo detesto, pero al mismo tiempo, lo deseo. Es desconcertante pero irresistible, representa el pecado. Delineo los mú sculos marcados manteniendo la mirada puesta en la suya.

—¡ Si continú as así no seré responsable de mis actos! —Advierte con voz ronca mientras su respiració n se vuelve cada vez má s irregular.

—¿ Qué querrí as hacerme en este momento?

Lo estoy provocando, consciente de estar jugando con fuego. Sus manos aprietan mis glú teos, me tira hacia é l apretando la mandí bula.

—Quisiera hacerte mí a y escucharte gritar mi nombre mientras gozas.

Estoy excitada. No logro detenerme, quiero explorar aú n má s. Quiero má s de é l. Se acabó ser la que razona, la que sabe siempre lo que está bien y lo que está mal. Incluso comportá ndome bien he acabado en un gran lí o, al menos es hora de recoger los beneficios. Me levanto, lo contemplo, me vuelvo dá ndole las espaldas y con mucha calma dejo caer el vestido al suelo. No tengo nada encima excepto el encaje rojo que cubre mis pé talos. Me estoy dejando arrastrar hacia lo desconocido, estoy cansada de reprimir la atracció n que siento hacia é l.

Camino hacia é l intentando parecer sensual, aunque no tengo mucha idea de có mo se hace. No tengo experiencia, no sabrí a dó nde comenzar, pero dejaré que todo suceda de manera espontá nea. Derroto mi inseguridad mostrá ndome fuerte y decidida.

—Te deseo. —Afirma mientras sus ojos vagan por mi cuerpo. Soy consciente de que me desea.

Acaricio sus hombros, desciendo hasta sus grandes manos y entrelazo nuestros dedos. No habla, me mira estupefacto. Llevo mi rostro ante el suyo y soplo sobre sus labios, sonrí o vié ndolo pasmado. Queremos lo mismo, ahora ha quedado muy claro.

—Posé eme, Alexander… —Susurro y lo beso. Sus manos me envuelven abrazá ndome mientras el beso se vuelve má s intenso, ardiente.

Pero todo se detiene repentinamente. Rodea mi rostro con sus manos y me mira con severidad.

—Ya no hay vuelta atrá s. Me apoderaré de ti y no tendrá s derecho a ré plica. Tiemblo, pero no es miedo, es excitació n. Quiere poseerme, por alguna retorcida razó n la idea me gusta, al menos por esta noche. Se escucha un rugido… El suyo, mientras mis uñ as se deslizan por su pecho.

—Sorprendente. —Comenta.


Dejo que sus manos vaguen por mi cuerpo, es placentero. Me despoja de la pequeñ a tela que queda sobre mi cuerpo dejá ndome completamente desnuda a su alcance. Quiere tenerme, y yo quiero que me tenga. Con impaciencia lo desnudo dejando caer al suelo los pantalones. No me importa parecer desesperada, no esta noche. Y he aquí la primera vez que veo a un hombre desnudo. Enrojezco avergonzada mientras mi mirada se fija durante un instante en su miembro. ¡ Dios mí o! Es bastante grueso, tal vez es el efecto que produzco en é l.

Respiro de forma irregular mientras me desplaza delicadamente hacia el centro de la cama. Sigo sus movimientos saboreando cada gesto, cada expresió n que aparece en su rostro. Se inclina besá ndome el cuello y luego desciende hasta detenerse en el seno, lo mira, y lo rodea con las manos. Me mira por ú ltima vez, se agacha y me lame los pezones. Siento su cá lida lengua mientras se desliza. Subo por los hombros hasta colocar mis dedos entre su pelo, y aprieto. Es una sensació n extrañ a, pero placentera. Alza la mirada como para asegurarse de que estoy bien. Sonrí o.

—¡ Quiero saborear cada centí metro de tu cuerpo! —Susurra a mis espaldas. Ante dichas palabras mi cuerpo reacciona, tiembla. Posiciona los dedos a ambos lados de mi cuerpo mientras desciende cada vez má s trazando con la lengua una lí nea imaginaria sobre la piel. Dejo caer la cabeza hacia atrá s mientras lo siento cada vez má s cerca de mi parte í ntima. Estoy avergonzada, mi    cuerpo se tensione    repentinamente.   Parece que mi       descaro           está desapareciendo, no puedo volver atrá s, pero la inseguridad y las dudas se hacen cada vez má s ní tidas.

—No te vayas. Qué date conmigo.

Me pregunto có mo hace para darse cuenta de todo. Intento relajarme, mantengo la mirada fija en el techo mientras las aprieto las sá banas con las manos. Se mueve, viene hacia mí y sopla sobre mi rostro llamando de esta manera mi atenció n. Me encuentro ante sus ojos azul oscuro como la noche.

—Mí rame y ve lo que estoy sintiendo. —Se inclina y me besa con dulzura. Cojo su rostro, lo retengo, pero siempre me quedaré con ganas de besarlo. Nos miramos, veo có mo goza, y lo entiendo. Es una locura. Siento su mano bajar hasta tocar mis pé talos. Los masajea lentamente mientras sus labios devoran los mí os. Mi cuerpo se mueve y siento los dedos en mi interior. Es delicado, se está conteniendo. Deberí a hacer algo, tocarlo. No lo consigo. Estoy paralizada.

—Normalmente no me gusta ser delicado, pero contigo debo prestar atenció n.


—Avisa mientras mueve los dedos rí tmicamente. —Eres delicada... La presió n aumenta, es placentero, querrí a que no acabara nunca.

—Eres ú nica.

Los introduce con decisió n, gimo arqueando la espalda. Mi cuerpo colisiona con el suyo y aparto la mirada.

—Mí rame, Crystal, estoy a punto de poseerte para siempre.

Suya para siempre. Un escalofrí o recorre mi cuerpo. Me coge el mentó n y me obliga a mirarlo. Parece feliz, le brillan los ojos. Extrae la mano vaciá ndome, una sensació n de abandono, me habrí a gustado que continuara. Bajo la mirada siguiendo sus movimientos con curiosidad e impaciencia.

—Deja que te enseñ e lo que se siente. —Susurra continuando descendiendo aú n má s.

Me vuelve a abrir de piernas. En un primer momento está n en tensió n, pero una mirada de reprobació n las relaja. Involuntariamente arqueo la espalda mientras sus dedos presionan.

—¡ Mí rame! —Ordena severo.

—Estoy a punto de apoderarme de ti y quiero estar seguro de que eres consciente de ello.

Por supuesto que lo soy. Seguramente me arrepentiré, pero en este momento es lo ú nico que quiero. Soy un fuego que arde, quiero cada vez má s.

—Está s hú meda… Te gusta.

Aparta la mano y aprieto los dientes molesta. No quiero que se detenga. Posiciona la cabeza entre mis piernas y permanezco sorprendida observá ndolo. Sonrí e malicioso para luego desaparecer entre mis glú teos. Lo devora. La lengua se mueve rá pidamente. Me penetra. No sé có mo reaccionar, tengo la sensació n de explotar. Continú a durante bastante tiempo, ya casi he perdido cualquier noció n. Me siento complacido, pero tambié n al lí mite del placer.

—Alex, yo... —Intento hablar, pero no lo consigo, no sé qué me sucede. No consigo mirarlo, tengo la vista nublada.

—Có rrete para mí, pequeñ a, quiero degustarte.

Cada palabra que dice, cada gesto que hace me enloquece. Agarra mis piernas con firmeza mientras muevo las caderas. Inconscientemente grito su nombre mientras exploto. Respiro a duras penas, mis piernas tiemblan. Creo que me voy a desmayar. Mi cuerpo me abandona, está fuera de control mientras la presió n aumenta. No consigo pensar, solo quiero llegar a un punto que siento muy cercano. Algo ú nico que se acerca incesantemente. Y luego tiene lugar…


Me corro.

Estoy rendida. Trato de retomar el control sobre mí misma, pero algo fí sico se apodera de toda reacció n de mi cuerpo. Quiero má s, mucho má s. Me siento complacida, pero quiero experimentarlo má s aú n, sin cesar. Bajo la mirada para observarlo. Sonrí e burló n mientras se lame los labios.

—Como ya imaginaba, ¡ tienes un sabor sublime! —Exclama acercá ndose a mi rostro.

Nuestros labios se acercan como nunca antes, mis manos se deslizan por su espalda mientras lo rodeo con mis piernas. Aunque tengo miedo, quiero sentirlo en mi interior. Bajo la mirada evitando la suya, me siento cohibida.

—No te haré dañ o. Mí rame. —Ordena.

Siento su miembro apoyarse en mis partes í ntimas y el terror se apodera de mí. Me retuerzo y con las manos intento empujarlo. No puedo, tengo miedo. Pá nico.

—Shh, tranquilí zate, dé jate llevar. —Intenta calmarme acariciá ndome el cabello.

Nos miramos a los ojos.

—Tengo miedo. —Confieso. Sonrie y me besa.

—Es normal. Te prometo que haremos todo con calma. —Susurra lentamente. Me riendo. Me fí o. Me relajo perdié ndome en sus ojos y asiento. Se desliza lentamente dentro de mí mientras dirijo la mirada al techo. Estoy temblando.

—Mí rame, Crystal. Quiero que me mires mientras entro.

Lo miro asustada con el corazó n desbocado. Me penetra delicadamente. Se detiene, me mira embelesado, me besa. Nuestras manos se entrelazan mientras lo introduce cada vez má s adentro. No creo que lo logre, es demasiado. Respiro a duras penas y en un gesto desesperado me aferro a é l, como si fuera mi tabla de salvació n. Luego llega el dolor. Duele, y mucho. Se detiene para que pueda acostumbrarme.

—Respira, relaja los mú sculos; de lo contrario es peor. —Sugiere.

Su voz es dulce, sus movimientos, atentos. No quiero hacerme dañ o, ahora lo sé. No se preocuparí a tanto, continuarí a por su camino. No encontrando las palabras, lo beso. Quisiera decirle lo agradecida que estoy, pero no lo consigo.

—Ahora eres mí a para siempre. —Declara apoyando la frente en la mí a. Suya.

—¿ Te hago dañ o? —Pregunta preocupado.


Es atento, es una sorpresa continua. El dolor desaparece gradualmente dejando solo una sensació n fastidiosa. Me armo de valor y niego torpemente con la cabeza. Tengo las mejillas ardiendo de la vergü enza. Se mueve lentamente con la mirada puesta en la mí a, es hipnó tico. Algo que traspasa la realidad. Rá pidamente el dolor da lugar a una sensació n agradable. El ritmo aumenta, el placer se intensifica.

¿ Qué me he perdido? Dios mí o, es una sensació n sublime.

—Si te duele, dí melo.

—Para nada, todo lo contrario. —Digo con timidez.

Su boca busca la mí a mientras aumenta el ritmo gradualmente, pero siempre prestando atenció n a no exagerar. Nuestros cuerpos se funden. Nos miramos a los ojos mientras se mueve con ritmos má s frené ticos. Es maravilloso, me gusta. Nada de lo que imaginaba, es mucho mejor. Nuestras respiraciones se mezclan mientras las manos está n firmemente unidas. Una ú nica unió n, inexplicable. Gime mientras devora mis labios. En todo ese silencio lo ú nico que se escucha son nuestros jadeos. No opongo ninguna resistencia, me dejo llevar completamente. Lo siento parte de mí y lo quisiera para siempre, como si fuera necesario para vivir.

Repentinamente empuja con violencia, con tanta fuerza que me hace sobresaltar. Grito y se percata. Me mira temerosa al descubrir una expresió n de dolor. Se detiene y me abraza.

—Perdó name... —No consigue hablar.

Escondo mi rostro en su cuello e intento tranquilizarlo.



  

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