Хелпикс

Главная

Контакты

Случайная статья





DISPUESTO A TODO 5 страница



Cuando acabo, lleva el peine al bañ o y vuelve dá ndome un beso en la frente. Me siento como una muñ eca, como esas con las que jugaba de pequeñ a. Despojada de vida mientras me dejo hacer todo lo que se le pasa por la cabeza. Lo miro esperando que salga de la habitació n, no se mueve.

—Debo vestirme… —Digo armá ndome de valor.

—Lo sé. No me perderí a el espectá culo por nada en el mundo… —Responde con tono malicioso.

Aquí está de vuelta. Resoplo recogiendo su ropa y trato de ir al bañ o.

—Te verí a tambié n incluso si está s allí, así que, ¿ por qué no hacerlo aquí?

Lo miro con desprecio, estoy a punto de decirle que se vaya al diablo, juro que está poniendo a prueba duramente mi sistema nervioso.

—No hagas la fingida virgencita casta, parecí as tan desvergonzada aquella noche… ¿ Dó nde está esa chica? —Provoca mordié ndose el labio. Adoro cuando lo hace, es tan… Encantador. ¡ Dios mí o!, ¡ lo pienso de verdad!, mal rayo me parta. Qué pena que se le haya pasado por alto lo de que soy virgen. Nadie lo dirí a pero es así. Si tenemos que ir al infierno, será mejor arriesgarse hasta el final. Me acerco al armario, le doy la espalda y tomo una bocanada de aire profundamente. Vamos, puedo conseguirlo. Dejo que la toalla se deslice sin pensá rmelo dos veces. Cojo la camiseta y con mucha calma me la pongo. Suspira profundamente. Ya la camiseta me cubre todo lo que no deberí a ver. Me dispongo a colocarme los calzoncillos y cuando llego a los glú teos los


movimientos se ralentizan, inexplicablemente me vuelvo hacia é l con curiosidad.

Sus ojos llenos de deseo me alertan, me coloco de la mejor manera posible y me vuelvo completamente. He exagerado, no entiendo por qué he querido hacer algo tan estú pido.

—Podemos ir a comer si quieres. —Digo intentando comportarme como si no hubiera sucedido. Parece en un estado de trance, pero se repone rá pidamente volviendo a ser el hombre impasible que conozco. Sale sin mirarme, no puedo evitar reí r, increí ble. Estoy en peligro y rí o. É l es al mismo tiempo atento y cariñ oso, y duro e irascible.

Me siento, en la mesa ya está todo preparado. Solo é l y yo, fantá stico. Será una larga noche.

—Esa es mi camiseta preferida. —Susurra dá ndome un beso en la mejilla, se sienta junto a mí, encabezando la mesa.

No lo miro, pero un comentario se me escapa.

—Qué suerte. —Con el rabillo del ojo noto có mo me observa. Su mirada a veces vale má s que mil palabras.

—Eres hermosa como una rosa… Pero tienes muchas espinas… —Comenta como si hablara para sí mismo.

Coge una copa con lí quido rojo, vino creo, lo acerca a los labios mientras continú o observá ndolo. Y es así como seré una rosa con espinas, probablemente.

—¿ Te gusta mi casa?

—Una verdadera prisió n. —Respondo sin pensar. Me mira, no responde a mi provocació n, permanece impasible. Su mano se mueve hasta alcanzar la mí a, la envuelve con firmeza, pero no para hacerme dañ o. Es impredecible, y tengo que reconocer que es esto lo que má s me atrae de é l.

—No está s en una prisió n. Aquí puedes hacer todo lo que quieras… — Responde besando mi mano con pasió n.

No le importa el error que ha cometido, lo importante es que yo permanezca encerrada para siempre. No tiene respeto por los sentimientos ajenos. Es mejor asegurarse de que puedo obtener cualquier cosa.

—¿ Cualquier cosa?

Tengo una idea y espero que funcione.

—Todo lo que quieras… —Susurra complacido.

Oh, querido, estas palabras nunca las tienes que decir a una chica cabreada. Nunca.


—Quisiera saber si me das permiso para salir al jardí n a pesar, a correr — Intento decirlo con el tono má s amable que puedo en este momento.

No debe sospechar nada. Sus ojos brillan, parece feliz. ¿ Estará fingiendo y se habrá dado cuenta de lo que quiero hacer? No, no lo creo.

—Tendrá s todo lo que quieras. Haré cualquier cosa para hacerte feliz, pero… Por el momento tendrá s que pasear por aquí dentro. —Explica atentamente estudiando mi reacció n. —Hasta que no hayas aceptado la situació n.

Libé rame, es lo ú nico que quiero. Estoy segura de que no me dejará escapar. Me está poniendo a prueba, no se fí a.

—Eres muy amable… —Mascullo.

Durante la cena reina un silencio ensordecedor. Para esto habrí a preferido la presencia de los hermanos. Sigue observá ndome, me intimida incesantemente. Alargo la mano para coger la botella de vino, pero me bloquea cogié ndome por la muñ eca.

—¿ No crees que ya has bebido suficiente? —Pregunta serio. Vamos, ahora está exagerando.

—Acabarí as primero diciendo que quieres a una esclava… Y ademá s… solo he bebido medio vaso. —Extiendo má s aú n la mano y por fin consigo agarrar la botella. No replica, sigue comiendo con la cabeza agachada hasta que toca un tema que me da escalofrí os.

—¿ Hará s el amor conmigo, Crystal?

El vaso se me resbala de las manos, cae sobre la mesa y el vino se derrama por todas partes.

Me levanto, cojo las servilletas de tela y las echo por encima.

—Perdó name… —Digo avergonzada. Mis mejillas arden, me siento cohibida. En realidad pienso que es culpa suya, por salir con ciertos temas como si nada.

—Lo siento si te he puesto en un aprieto, pero soy un hombre directo, no me gustan los rodeos… —Explica mientras me ayuda a limpiar.

Lo habí a notado hace mucho tiempo, pero todaví a no me he acostumbrado.

—Respondiendo a tu pregunta… ¿ no crees que necesitamos tiempo para conocernos?.. No sabemos nada el uno del otro…

¡ No es posible! Soy yo la que está sacando estos temas. No quiero conocer a nadie. Y ademá s, ¿ se me ha quemado el cerebro o qué? Una tonta como yo que nunca ha hecho nada con un hombre mayor y experto… No lo quiero ni pensar.

—De ti sé má s de lo que te imaginas…

—En cambio tú para mí eres un misterio. —Respondo frunciendo el ceñ o.


Aprieto las piernas sintiendo un cosquilleo en el bajo vientre. No entiendo lo que le sucede a mi cuerpo cuando está junto a é l.

—Sabes que por ti harí a cualquier cosa, ya te lo he demostrado.

—Eso se llama tener problemas mentales. Una persona sana no secuestrarí a por capricho.

Su mano se desliza rá pidamente al interior de mis mulos cogié ndome por sorpresa.

—Si descubro que está s hú meda, no podrá s rebelarte.

Me desplazo bruscamente cuando siento sus dedos demasiado cerca de mis partes í ntimas. Insiste acercá ndose con violencia hasta agarrar el borde del bó xer.

—Por favor no lo hagas. —Suplico retrocediendo, temblorosa.

Nunca nadie me ha tocado, no puede hacerlo, no así. Empalidezco mientras se pone en pie colocá ndose a mis espaldas.

—¿ Por qué tienes tanto miedo? Quiero solo poseerte. —Lo dice con una tranquilidad sobrecogedora, como si fuera normal.

Sus manos se deslizan por mis senos, doy gracias porque todaví a no está n al descubierto.

—Me deseas como yo te deseo a ti… —Susurra acariciá ndome los pezones. El deseo se apodera de mí cuando deberí a tener miedo de é l. Se desliza acercá ndose al bajo vientre. No puedo. Me levanto de sopetó n y corro hacia la habitació n apretando los dientes del dolor. El tobillo, se me habí a olvidado. Me tiro en la cama y grito contra el cojí n, todo, todo esto es una pesadilla. No es posible.         Intento       respirar pausadamente   y          contener los       gritos, progresivamente el dolor desaparece. Y luego pienso en é l, es inevitable. Por un lado me atrae y es quizá esto lo que má s me asusta de é l; por otro, lo detesto por haberme secuestrado. A veces ambas cosas se mezclan y se crea tal confusió n que pierdo el control de mi misma.

—¡ Tú! —Chilla entrando como una furia.

No muestro mi debilidad, aparto el cojí n mirá ndolo desafiante.

—¡ No lo vuelvas a hacer! —Da un portazo cerrá ndola. Se acerca colocando las manos a los lados de la cabeza, el humo le sale por las orejas.

—Asegú rate de aceptar todo esto rá pidamente, estoy perdiendo la paciencia. No te gustarí a verme enfadado, niñ a. —Amenaza acercando su rostro al mí o. Trago saliva. ¿ No está enfadado de verdad?, ¿ puede ser peor todaví a?

—¡ Ni hablar! —Deletreo bien cada palabra. Lo estoy desafiando y parece enloquecer aú n má s. No debí a echar leñ a al fuego, preveo serios problemas.


—Te meteré en vereda, haré que seas la persona má s obediente del mundo, cré eme.

Sus palabras son como cuchilladas en el pecho. ¿ Qué querrá hacerme?

—¡ Prefiero morir a secundar los caprichos de un cabró n como tú!

Mis palabras son como el veneno. No he aguantado, ha sido má s fuerte que yo. No responde, me besa bruscamente. Su lengua intenta acceder, pero yo no se lo permito. No es nadie, no puede apoderarse de lo que no es suyo.

—Pues si es así … —Murmura levantá ndose.

Por fin se ha rendido. Se dirige hacia el armario, hurga en un cajó n y cuando se vuelve la sangre se me hiela. Tiene unas cuerdas en la mano. ¿ Por qué guarda cuerdas en el armario?, ¿ ya lo habí a planeado todo?

—¡ No te acerques! —Grito tratando de retroceder. En pocas zancadas me alcanza apretá ndome las muñ ecas, mis movimientos continuos no sirven para nada, estoy paralizada.

—Te lo ruego, Alex, no lo hagas… —Suplico. No me escucha, continú a con su objetivo. Me ata las manos, las desliza sobre mi cabeza y amarra las cuerdas a la cabecera de madera.

—Por fin ahora nada y nadie nos podrá interrumpir.

Grito lo má s fuerte que puedo, pero nadie viene en mi ayuda. Tengo miedo, no tengo escapatoria. Sentado a horcajadas sobre mí me observa satisfecho mientras sus manos se deslizan bajo la tela y acarician mis senos.

—No me dejas elecció n, ya tendrí as que ser mí a, pero has continuado rechazá ndome. Te garantizo que te haré gozar como nunca antes, haré que grites mi nombre. —Susurra en mis labios. ¡ Dios mí o! No se da cuenta de lo que está hablando. No debe pasar, no ahora, no así. No estoy preparada.

—Por favor, no lo hagas. —Lo suplico con lá grimas en los ojos.

No sé cuá ndo he empezado a llorar, pero no puedo parar. Parecí a muy divertido provocarlo, pero ahora me arrepiento. No debí a haberlo hecho. Detiene sus movimientos, tiene una mirada petrificada. Parece que ha visto un fantasma. Se pasa la mano por el rostro y la deja caer hacia atrá s maldiciendo. Asisto a este comportamiento suyo con un nudo en la garganta. Ya no sé lo que pensar. Posa en mi su profunda mirada y entonces veo la humillació n.

—¡ Mierda!, ¡ eres virgen! —Comenta incré dulo.

Continú a maldiciendo para sí mismo y me libera. Las cuerdas se aflojan y é l no consigue mirarme a los ojos. No consigo descifrar su expresió n, no entiendo lo que le ha hecho cambiar de idea. Tal vez tiene un corazó n, aunque nadie lo dirí a.


—Lo siento, no querí a asustarte. Creí a que te hací as la difí cil… No sabí a que… Tú me has provocado, parecí as tan…

¿ Qué?, ¿ qué le ocurre? Parece humillado, creo que lo siente de verdad. Me siento en la cama y lo observo. Vaya, solo era necesario que lo supiera para que se tranquilizara. Ahora me arrepiento de no haberlo hecho antes.

Se acerca a la ventana y mira a travé s de ella, ausente.

—¿ Por qué?

—¿ Por qué que?

—¿ Có mo es que todaví a no…? Bueno… ya lo has entendido —Parece avergonzado, lo cual me hace gracia. Un hombre grande y fuerte como é l cohibido. Me acordaré de este momento para siempre. He conseguido dejarlo fuera de combate.

—No he encontrado al hombre adecuado. Con esto no me refiero a que querí a casarme con é l, sino que deseaba un buen recuerdo y no una tonterí a de una noche. —Explico avergonzada frotá ndome las manos. Increí ble, estoy hablando con mi secuestrador de cosas personales. Y con todo, me sale con naturalidad.

—Es razonable —murmura, respira profundamente y se vuelve hacia mí.

—Creo que contigo las amenazas no funcionan, ¿ eh?

—No, en absoluto —Digo riendo.

—¿ Qué te parece si empezamos todo desde el principio? No puedo dejarte marchar y lo tienes que aceptar. Sin embargo, podemos conocernos, puedes intentar conocer mi mundo y yo intentaré respetarte… —Explica con tono tranquilo y reconfortante.

Lo pienso durante algunos minutos, la idea no es tan mala, podrí amos tener una convivencia civilizada hasta que consiga escapar.

Tal vez baje la guardia. Podrí a ser má s fá cil cogerlo por sorpresa de este modo.

—De acuerdo, pero te pido que te lo tomes con calma. —Digo tratando de parecer convincente.

Me observa dubitativo y decido seguir interpretando mi papel hasta el final. Me acerco agarrando su rosto con mis manos, y sin pensarlo dos veces lo beso. Un beso pasional, arrollador. Vaya, besa divinamente, nada que objetar. Sus manos aprietan mi cuerpo al suyo, me envuelve una extrañ a sensació n, algo hermoso. ¿ Có mo es posible? Deberí a odiarlo y no sentir nada má s, solo estoy confundiendo mis sentimientos.

Ty moya… —Susurra a mis labios.


—Alexander, yo… —Quisiera decir que no soy suya, pero me detengo justo a tiempo.

—Es muy interesante como pronuncias mi nombre… —Susurra y me muerde el labio inferior.

De acuerdo, estamos exagerando y adentrá ndonos en territorios donde no quiero llegar

—Una cosa a la vez. Sin prisa, ¿ recuerdas?

—Sin presiones… no es fá cil, querrí a hacerte mí a… —Responde con la sinceridad que solo é l sabe demostrar.

Nos besamos, y esta vez doy gracias, no habrí a sabido có mo salir de esta. Me pregunto por qué continú o besá ndolo… ¿ Me gusta? Estoy tan confundida…

—¿ Qué te parece si vamos a comer?, ¡ pelear contigo me ha dado hambre! — bromea mientras me coge en brazos. Parecemos felices, pero es solo una farsa, al menos por mi parte. No debe percatarse de nada, haré de todo con tal de abandonar este lugar. No rechisto, dejo que me lleve a la mesa.

—Esta tarde tengo unos temas que resolver. Sahara estará aquí a las cuatro.

La idea de que no esté me hace exultar. Lo miro intentando entender algo má s de é l, es extremadamente enigmá tico.

—¿ Qué ocurre? —Pregunta sorprendié ndome mientras lo miro.

—Nada Alexander.

Bajo la mirada al plato, se me ha pasado el hambre.

—El que nada no se ahoga.

Alzo la mirada y la poso en é l, no resisto, debo decir lo que pienso, lo necesito.

—Me confundes. —Agacho la mirada mientras las manos frotan mis piernas.

—Eres el enigma hecho persona, y sin embargo no consigo tenerte lo lejos que quisiera.

—Mí rame cuando hables conmigo. —Regañ a serio. Estú pido, he dicho algo importante, no te centres solo en mi mirada.

—¡ Mí rame! —Ordena.

Lo miro molesta, detesto las ó rdenes. Sin embargo, algo todaví a peor, detesto aú n má s cuando se enfuria y me lanza miradas penetrantes. Se limpia los labios y se levanta. ¿ Y ahora qué hace? Se acerca, me agarra por una mano obligá ndome a levantarme.

— Desearí a poder convencer tus jodidos pensamientos, porque tu cuerpo ya se deja llevar y lo sabes. — Juega con un mechó n de mi cabello mientras los ojos me devoran, me penetran dejá ndome sin respiració n. Trago saliva a duras


penas. Tal vez no se da cuenta de las palabras que usa, a veces es muy vulgar. Trato de alejarme retrocediendo un paso, mientras é l avanza rá pidamente apretando la mandí bula.

—Puedes intentar resistir lo que quieras, pero ambos sabemos que será s mí a…

Las manos rodean mi rostro.

—Solo mí a… Para siempre… —Deletrea con calma.

Tiemblo, no me rebelo, no lo logro. Quisiera gritarlo, decirle que está loco, y sin embargo el “para siempre” parece reconfortante.

—¿ Quié n es Sahara? —Trato de cambiar de tema.

—Una mujer maravillosa, es como una madre para mí.

Interesante. Esto quiere decir que lo conoce bien, podrí a serme de utilidad. Podré descubrir quié n es en realidad Alex.

—Será un placer conocerla.

Tal vez he parecido demasiado entusiasta, me mira con sospecha. Me acerco posá ndole las manos en el pecho.

—Al menos podré hablar con una mujer. —Intento distraer su atenció n.

Inclina la cabeza examiná ndome. Entrecierra los labios mientras mira los mí os, los desea. Mis movimientos está n descontrolados, elimino la distancia, me acerco dubitativa. Nuestros labios se rozan, está alerta, se espera que continú e, quisiera detenerme, pero no puedo. Beso delicadamente las comisuras de su boca mientras su cá lida respiració n acaricia mi rostro.

—Me está s torturando intencionalmente… —Susurra con voz ronca.

Es verdad. No lo pienso mucho, envuelvo su rostro entre las manos ponié ndome de puntillas y lo beso. É xtasis. Un breve beso, por decisió n propia.

—No te detengas.

Rodea mi cuerpo esperando poder continuar, pero no quiero. He ido má s allá de lo debido.

—Lo has prometido. Sin presiones. —Le recuerdo tratando de liberarme de su agarre, y é l me suelta suspirando con frustració n.

—Mantengo siempre mis promesas, pero la idea de no haberte hecho todaví a mí a me está matando.

Posteriormente se sienta dejá ndome desconcertada y asustada. No sucederá nunca, pero el hecho de que lo desee tanto me aterroriza. Podrí a cansarse y proceder sin pedirme permiso. Exactamente como lo ha hecho con mi vida. No debo provocarlo, de ninguna manera tengo que perder el control, nunca má s.


Cualquier cosa que sienta por é l tengo que controlarla, si quiero escapar.


 


CAPÍ TULO 6

♠ ♠ ♠

 

Una fiesta de presentació n. ¿ Có mo he acabado en esta situació n? Ah, es verdad, querí a hacerme la heroí na y salvar a mis amigas. Qué pena que ellas esté n en su casa tranquilas mientras yo me encuentro aquí encerrada. Quié n sabe, tal vez toda Españ a se ha movilizado para buscarme. No pueden haberse olvidado de mí. Por no hablar de mi padre, me está buscando, lo presiento. Espero que consigan dar conmigo, pero al mismo tiempo estoy elaborando un plan de fuga. No sé cuá nto tardaré, pero lo intentaré por todos los medios.

He recurrido a toda mi buena voluntad para interpretar este papel, he pasado tiempo con Alex comportá ndome como si nada. Y ahora tengo que fingir ser la novia de mi secuestrador. Alucinante. Cuando me ha hablado de la fiesta, pensaba que serí a una normal; en cambio, el cabró n la ha organizado para presentarme a sus amigos como su chica. Otro esfuerzo añ adido que requiere un karma que ya no tengo. No le gusta perder tiempo o tal vez me está provocando esperando que explote. Es un hombre astuto, no bajará la guardia tan fá cilmente.

Para la velada he elegido un vestido largo, negro, con la espalda totalmente descubierta. Estoy segura de que Alex no se espera nada parecido y es lo que quiero: sorprenderlo y hacerle perder la cabeza. He conocido a Sahara, una persona adorable. Tendrá unos cincuenta añ os, pero aparenta menos. Es una persona dulce y amable.

Cuando ha visto el vestido ha emitido un silbido de aprobació n. Me ha sugerido incluso pedir el consentimiento de Alex. Pues va a ser que no. me gusta el efecto sorpresa y é l está a punto de recibir una que podrá a prueba duramente su autocontrol.

—Es hora de bajar, te está esperando. —Exulta eufó rica aplaudiendo.

Miro el perfil de mi cuerpo en el espejo y la inseguridad crece por momentos. Temo que no haya sido una buena idea. ¿ Cuá nto tiempo tendré que fingir todaví a?, ¿ có mo puedo estar junto a é l cuando quisiera gritar, escapar y volver a mi vida anterior? No oso imaginar cuá ntas personas se encuentran en el piso inferior, solamente la idea me asfixia.

—Querida, ¿ te ocurre algo? —Pregunta Sahara notablemente preocupada. La miro e intento sonreí rle, pero mi expresió n no cambia.

—¿ Tú sabes por qué estoy aquí? —Le pregunto.

No se altera, señ al de que sabe lo de mi secuestro. Se acerca posando sus


manos en mis hombros.

—No apruebo la vida que lleva, mucho menos sus decisiones, pero espero que Dios lo perdone. —Suspira con la mirada triste. —Puedo decirte que lo conozco desde que era pequeñ o y nunca lo he visto tan feliz como lo es ahora contigo. —Se detiene volviendo mi cuerpo hacia el espejo.

—Tú eres su salvació n. —Susurra mientras en su rostro aparece una amplia sonrisa.

—¿ Y quié n me salva a mí?

No responde, agacha la cabeza apenada. Tambié n ella se ha dado cuenta de lo atroz del asunto.

—¿ Quié n es é l aquí en Rusia? —Espero al menos que ella me lo diga. Parece envuelto en una nube de misterio.

—Una de las personas má s importantes. No puedo decirte nada má s, se enfadarí a.

Quiero saber quié n es, qué hace y conocer mejor a mi enemigo. Encontraré un modo para descubrirlo. Habrá dado ó rdenes para que me escondan todo y no me revelen nada sobre su persona.

—Tienes que bajar. —Insiste mirando el reloj. No me muevo.

—No me gusta ser el centro de atenció n. —Confieso.

—Tú eres la novia del j…de Alexander, es normal que lo seas. —Me acaricia el cabello dulcemente.

—Todos quieren conocerte.

¿ Có mo resistiré una noche entera en medio de personas que fingen quererlo? Si me niego a bajar, vendrá a buscarme. Prefiero evitarlo.

—Creo que es hora de ir… —Dice suspirando.

Me miro al espejo por ú ltima vez, no me reconozco.

—Sé tú misma, te adorará n. —Susurra apoyando las manos sobre mis hombros. Le sonrí o dé bilmente y salgo. Seguiré su consejo. Seré la novia perfecta esta noche. Quiero ganarme la confianza de Alex y cuando la obtenga, escaparé de aquí. Mientras bajo la gran escalera, escucho la mú sica provenir de la planta inferior, el corazó n comienza a latir a mil por hora. Intento respirar con tranquilidad.

Bajo lentamente las escaleras deslizando los dedos por la barandilla con la mirada vagante. En cuanto la vista de la sala me lo permite, veo a Alex abajo. Me observa, sonrí e asombrado mientras su mirada recorre mi cuerpo. Cuando llego al ú ltimo escaló n le doy la mano, la coge acercá ndola a los labios y la


besa. Mirá ndolo bien parece un fascinante caballero. Vestido con un esmoquin gris que lo vuelve todaví a má s irresistible.

—Está s hermosa… —Susurra acercá ndose a mis labios. No respondo, uno mis labios a los suyos. Tengo que conseguirlo a toda costa, me repito una y otra vez. Su mano roza mi espalda, me entran escalofrí os. Se paraliza mirá ndome a los ojos. Oh, querido, la espalda está al descubierto. Mirada indescifrable.

—¿ Te gusta? —Pregunto con malicia y giro sobre mí misma. Estoy deseando saber qué piensa.

—¡ Eres demasiado sexy! —Murmura atrayé ndome a é l.

—Cada uno de los hombre que está n aquí dentro te deseará n y tú lo sabes. No era exactamente esta mi idea.

—Recué rdame de quié n eres… —Susurra. No lo diré, no puedo.

—Me alegro que te guste. Vamos a coger algo para beber. —Respondo mirando a mi alrededor. Me rodea bruscamente introduciendo los dedos en mi cabello.

—Primero dime de quié n eres. —Ordena serio.

Nos miramos, ninguno de los dos quiere ceder. Frunce el ceñ o corrugando los labios.

—¿ Está s segura de querer seguir jugando a este juego? —Pregunta con tono amenazador.

Me tiemblan las piernas, en cierto modo infunde terror. No estoy segura de querer descubrir lo que sucederí a. Tengo que decir esa palabra y acabar con todo esto. Si continú o desafiá ndolo, no iré a ninguna parte. Respiro profundamente mientras mis dedos se acercan a su corbata, la tiro hacia mí sin apartar la mirada de la suya.

—No necesitas escuchar que soy tuya, ya lo sabes.

No es una verdadera respuesta, espero que funcione. Su mirada se posa sobre su corbata.

—¡ Sí usas la misma pasió n en la cama, preveo una batalla bé lica! —Comenta con malicia.

Me aparto molesta.

—Solo piensas en eso. —Respondo apartá ndome.

No responde, es la verdad. Me coge de la mano y me acompañ a hacia un amplio saló n. A nuestro alrededor hay muchas personas, puedo notar sus miradas posadas en nosotros, no me siento a gusto.

—¿ Quié nes son todas estas personas?


No me responde inmediatamente. Se acerca al camarero pidiendo champá n y es entonces cuando me honra con su atenció n.

—Son amigos, socios, compañ eros. Todas las personas presentes en mi vida.

—Explica mientras me arrastra hasta el silló n de piel rojo. Se sienta, me mira y permanezco desconcertada mientras da palmas en las piernas.

—Ven.

¿ Deberí a sentarme sobre é l… delante de todos? No me muevo. Vago con la mirada buscando una silla, pero no veo ninguna.

—Te he dicho que vengas. ¿ Qué es lo que no te ha quedado claro? —Chilla. Me está tratando como a un juguete, no le importan mis sentimientos en absoluto.

—Es esto a lo que me refiero cuando digo que eres prepotente…

Doy voz a mis pensamientos sin arrepentirme. Aprieta la mandí bula y deja caer la cabeza hacia atrá s. Extrañ o que no se haya puesto en pie y me haya gritado. Tal vez la presencia de todas estas personas sea mi tabla de salvació n. Me mira con una expresió n indescifrable.

—Lo siento… por favor, ven aquí.

No me lo puedo creer, lo siente. Permanezco pasmada mirá ndolo, pero luego me acerco. Hemos hecho un gran paso, mejor no arruinar la atmó sfera. Me siento en sus piernas y en ese momento un camarero se acerca con dos copas. Espero mientras Alex me pasa una de ellas.

—¡ Por nuestra fiesta! —Levanta la copa hacia mi satisfecho. Respira, no te vuelvas loca.

—¡ Por nosotros! —Respondo brindando las copas.

Sonrí e ante mis palabras y se acerca para besarme. ¡ Oh no, otro imprevisto!

—Eres lo má s hermoso que he visto en mi vida, Crystal… Y todos tienen que saber que eres mí a.

Lo que veo es un hombre orgulloso de su conquista. Yo no soy un objeto de exposició n, soy una persona con sentimientos y deberí a ser libre de decidir por mí misma. Uno de los guardaespaldas se acerca susurrando algo a Alex, se pone tenso y murmura algo en ruso. Creo que hay problemas al acecho.

—Pequeñ a, tengo que alejarme un segundo. Date una vuelta, pero no hables con nadie. —Advierte.



  

© helpiks.su При использовании или копировании материалов прямая ссылка на сайт обязательна.