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DISPUESTO A TODO 2 страница



Siento de nuevo ese ardor infernal que se extiende. De repente la cabeza me da vueltas. Me tambaleo y me agarra atrayé ndome hacia é l. Alzo la cabeza para observarlo, agacha la cabeza hacia delante, nuestros labios se acarician, escucho su respiració n caliente en la piel del rostro.

—¿ Quieres que te bese, Crystal? Sí, locamente.

Trato de decir algo, pero mi boca no emite ningú n sonido.

Mi mente se desconecta, ya no razona y sigue pensando en una ú nica cosa… Bé salo. Cierro los ojos ponié ndome en puntillas y lo beso. Sus labios son acogedores, tiernos.

Sostiene mi rostro entre sus manos y me besa bruscamente, con violencia. Me deja literalmente sin aliento. Quisiera detenerme, pero no lo consigo. Necesito esto, lo necesito, ahora.

¿ Para qué sirve ser racional si al final no logro satisfacer mis deseos?

Querí a besarlo y lo he hecho. Sin embargo, tambié n soy consciente de que no puedo ir má s allá del beso. Me separo de sus labios muy a mi pesar.

—Gracias por la velada, pero debo marcharme… —Digo retrocediendo un paso.

Estiro el vestido con las manos intentando evitar la mirada de todos los presentes. El momento ha sido fantá stico, sin embargo, ahora deja paso a la vergü enza. Cristal no hace estas cosas, nunca.

Lo que ha tenido lugar esta noche se lo llevará el viento. Alex y sus hermanos volverá n a Rusia y yo olvidaré esta historia para siempre. No creo poder liberarme de los recuerdos, no podré olvidar el beso intenso que nos acabamos de dar. Estoy convencida de que será así, acabará como en una de esas pelí culas con final triste donde ella se desespera y é l parte.

—No vas a ningú n lado en este estado.

Su mano aferra la mí a y me atrae hacia é l. Me tambaleo y me choco contra el


cú mulo de mú sculos. Lo miro desconcertada mientras me atrapa entre sus brazos.

—Escucha ruso, se acabó el juego. Si no te molesta, volverí a con mucho gusto a mi vida.

Con mirada amenazante me tiene aplastada contra su pecho y me hace sentir todaví a má s impotente.

—No puedes jugar un juego donde soy el ú nico ganador, Crystal —Declara serio.

—¡ Es mi juego y he ganado yo! —Digo guiñ ando un ojo.

Estoy a punto de rebatir cuando repentinamente comienza a darme vueltas todo. No consigo mantenerme en pie, agradezco mentalmente estar entre sus brazos.

—Alex —digo cerrando los ojos.


 


CAPÍ TULO 2

♠ ♠ ♠

 

 

Una taladradora ha decidido triturarme la cabeza, este es el peor despertar de mi vida.

Me encuentro en este estado desde hace algunos minutos, todaví a no tengo el valor de abrir los ojos. Siento todo el cuerpo dolorido. Soy un desecho.

Genial, Crystal, te has emborrachado y ahora pagas las consecuencias. Esta mañ ana mi consciencia no es bienvenida, la odio porque tiene razó n. Trato por todos los modos de recordar algo de la noche precedente, pero tengo lagunas. Me acuerdo de los chicos, especialmente del condenado de Alex.

¿ Pero el resto de la noche?, ¿ Por qué no recuerdo nada?

Abro ligeramente los ojos. Una luz cegadora me obliga a volver a cerrarlos.

¿ Quié n diantres ha abierto las cortinas?, ¿ de qué habitació n?, ¿ có mo he llegado a casa?

Estoy realmente muy enfadada conmigo misma. ¿ Có mo he podido acabar en este estado?

Con gran sacrificio reabro los ojos para comprender donde me encuentro. No reconozco la habitació n, lo cual es muy preocupante. Rezo para no haber mantenido relaciones por primera vez sin darme cuenta. Toqueteo mi cuerpo con las manos y pronto me percato de un hecho perturbador. Llevo puesta una camiseta, tiene toda la pinta de ser de chico. Miro el tejido blanco con reticencia, maldiciendo.

¿ Qué demonios lié anoche?

Mi corazó n late fuertemente mientras respiro con dificultad. Observo la habitació n vací a e intento recordar la noche anterior.

¿ Dó nde está n mis amigas?

Estoy sola en una habitació n anó nima de Dios sabe quié n.

Cuando me siento en la cama la puerta de la habitació n se abre chirriando y entra la ú ltima persona que querrí a ver en este momento: Alexander.

Contengo la respiració n observá ndolo atentamente mientras cierra la puerta a sus espaldas.

—¡ Buenos dí as! —Exclama con cierto tono de listillo. Suspiro.

—Buenos dí as.

Estoy avergonzada. No sé qué decir ni có mo reaccionar, es la primera vez que


me encuentro en una situació n de este calibre.

Se acerca a la cama e instintivamente tiro del borde de la camiseta hacia abajo, pero lo ú nico que cubre son las bragas.

Sus ojos recorren mi cuerpo, me mira descaradamente las piernas y despué s a los ojos.

—¿ Có mo te sientes?

—Confundida. —Confieso.

Se sienta en el borde de la cama rozá ndome la pierna con el dedo.

—¿ Dó nde estoy?

Sus dedos ascienden acariciá ndome como una pluma.

—En mi habitació n. —Dice en voz baja fijando la mirada en mis labios.

—Alex, ¿ qué ha pasado para que yo esté aquí? —Pregunto con el corazó n en un puñ o.

Tiemblo asustada por la respuesta que podrí a recibir. Los mú sculos de su rostro se contraen y adquieren una expresió n seria, enfadada.

—Está s aquí porque anoche decidiste emborracharte y desmayarte. Tus amigas no querí an llevarte a casa en ese estado, mandaron un mensaje a tu padre para decirle que dormí as en casa de Sharon. Ellas no podí an llevarte a su casa porque sus padres habrí an visto el estado en el que te encontrabas, así que decidimos que vinieras a dormir a nuestra casa.

De acuerdo… he dormido en la habitació n de un desconocido y estaba ebria. Me cortarí a el pescuezo sola por el asco que doy.

—Nunca me habí a emborrachado antes…

Me justifico como si me importara su opinió n. La idea de parecer lo que en realidad no soy me repugna y mi comportamiento de la otra noche no fue de los mejores.

Suspira.

—Ya me habí a dado cuenta. —Dice con cá lido tono.

Nos miramos a los ojos, en el ambiente hay una extrañ a electricidad.

—¿ Hicimos…? —No logro decirlo. Dios mí o. Espero que no.

—¿ Quieres saber si nos acostamos? —Pregunta.

Asiento incapaz de hablar y rezo para que lo niegue. Apoya las manos en la cama, a los lados de mi cuerpo, y acerca su rostro al mí o.

—El dí a que te acostará s conmigo te acordará s de cada momento… —Susurra con tono sensual.

Quiero morir en este preciso instante. Presume que un dí a lo haré y este


pensamiento por mucho que me aterrorice me hace arder del deseo.

Trago saliva. Sus labios acarician los mí os. Su respiració n caliente acaricia mis labios y despué s… se aparta. ¡ Santo cielo! Estaba a punto de besarme y yo querí a, ¡ lo deseaba desesperadamente!

—Hay un bikini y un poco de ropa limpia. —Dice autoritario.

—Gracias, pero no creo estar de humor para ir a la playa. Se levanta, coge las prendas y las posa junto a mí.

—¡ Desnú date! —Ordena. Lo miro desconcertada.

—No acepto ó rdenes de ti.

Inclina la cabeza de lado y frunce el ceñ o.

—Escú chame muchacha… —Su mirada me parte como un rayo.

—No me gusta perder el tiempo con tonterí as, cá mbiate porque nos está n esperando.

Me masajeo las sienes y respiro profundamente.

¿ Qué diablos deberí a hacer? No lo conozco, y sin embargo, no consigo no tener miedo de é l. Estoy loca, esa es la explicació n. Me rindo y cojo la ropa apartando la mirada de la suya.

—Sal, estaré lista en cinco minutos. No se mueve, sigue mirá ndome.

Levando la mirada cruzá ndome con sus ojos azul oscuro como la noche

—Alex, ¡ sal!

—¡ No me perderé el espectá culo por nada en el mundo! —Comenta.

La expresió n indescifrable que lo acompañ a deja paso a una sonrisa satisfecha, dura pocos segundos, pero la he visto.

—¡ No me cambiaré delante de ti! —Protesto ponié ndome en pie.

—En realidad lo hará s… —Responde cerrando la puerta con llave y metié ndola en el bolsillo de los pantalones.

Deberí a tener miedo, y sin embargo, el atrevimiento recorre mi cuerpo. Observá ndolo desafiantemente me quito la camiseta que llevo puesta y la tiro al suelo. Me vuelvo de espaldas y desabrocho el sujetador, consciente de que me está mirando. Dios mí o estoy a punto de desnudarme completamente, me quedaré desnuda en la misma habitació n con é l. Cojo el bikini, me pongo rá pidamente la parte de arriba y sonrí o mirando el vestidito extendido en la cama.

Deberí a ser lo suficientemente largo para cubrirme mientras me cambio. Me lo pongo y lentamente me quito la parte inferior dejá ndola caer al suelo y


colocá ndome la pieza del bikini que falta. Ya está.

Al final no ha sido ninguna tragedia.

Me giro hacia é l mirá ndolo con indiferencia.

—Tienes un buen trasero. —Comenta abriendo la puerta.

—Muy gracioso…. —Murmuro pasando a su lado para salir de la habitació n.

—Para morderlo… —Continú a a mis espaldas, pero lo ignoro mientras me acerco a mis amigas.

Las observo mientras hablan animadamente con los hermanos de Alex, parecen a gusto.

—¡ Hola a todos! —Digo acercá ndome.

Tessa me mira mal y no comprendo el porqué. La presencia de Alex junto a mí atrae su atenció n y cuando me giro hacia é l advierto que algo importante está pasando.

—¿ Qué paso anoche? —Pregunto en voz baja acercá ndome a ella.

—¿ No recuerdas nada? —Pregunta Sharon rié ndome y dá ndome una palmadita en la espalda.

Niego con la cabeza sin entender qué es tan divertido.

—¡ Eres un desastre! —Comenta con una expresió n que no me gusta en absoluto.

La miro desconcertada.

—Has desafiado a Alex a beber un licor y despué s… La llamada de los chicos interrumpe a Jasmin.

¿ Y despué s? No entiendo nada. Hasta ahí lo recuerdo yo tambié n, me interesa conocer el despué s.

Cuando salgo me encuentro con un panorama espectacular, estamos en frente de la playa.

Sigo a mis amigas mirando a mi alrededor, y en cuanto Alex está lo bastante lejos como para que no pueda escuchar, apoyo el brazo en el hombro de Tessa.

—Vamos, cué ntame lo que pasó anoche. Ella rí e.

—Alex y tú diste rienda suelta a la atracció n que sentí s el uno por el otro. Pero lo mejor de la noche fue cuando lo besaste.

Cielos. Lo besé.

Aturdida por la noticia me quito el vestido, lo dejo caer en la arena y camino hacia la orilla. No pude haber hecho algo tan estú pido.

Lo deseaba, querí a besarlo, pero nunca me habrí a imaginado tener el valor


para hacerlo.

¿ Solo nos dimos ese beso? Por Dios, me he despertado en su habitació n y lo he besado.

Toco el agua frí a con los pies y mi cuerpo se estremece. Necesito reflexionar sobre có mo proceder y por el momento alejarme de Alexander es lo ú nico que se me ocurre. Me tiro al agua y nado alejá ndome lo má s posible de la orilla. Sigo nadando mientras el sol calienta mi piel y cuando me siento a buen recaudo floto sobre la superficie del agua y observo el cielo. Trato de despejar la mente de todo lo que me rodea hasta que la presencia de alguien perturba mi meditació n.

—¿ Está s escapando de mí? —Pregunta mientras su cuerpo impacta contra el mí o.

—Esa es la idea, Alex. —Argumento observá ndolo de reojo.

Sus labios se posan en mi mejilla y mi cuerpo reacciona apartá ndolo.

—Tenemos que hablar de lo que pasó anoche. Quisiera evitar el tema, pero sé que es inevitable.

—Lo siento, el alcohol se me subió a la cabeza y he tenido una reacció n que no es propia de mí. Fue un error, no debió suceder —explico moviendo los brazos en el agua.

—Ambos querí amos ese beso, es así como tení a que pasar —afirma con tono serio.

Me vuelvo hacia é l bruscamente y me topo con dos ojos azules llenos de deseo.

Mierda, es maravilloso.

—Ese beso no significa nada.

Me alejo nadando hasta la orilla con un ú nico pensamiento…el beso que nos hemos dado. Me acomodo sobre la hamaca, cierro los ojos y dejo que el sol me seque.

Muy bien, Crystal, ignora la situació n. Reprocha mi consciencia. No entiendo nada, una parte de mí se paraliza, no escapa. Como si en realidad me gustara permanecer aquí.

De pronto mi cuerpo ya no se está secando, sobre mi piel se deslizan gotas de agua frí a. Abro los ojos repentinamente y me encuentro ante el rostro de Alexander a pocos centí metros del mí o.

Contengo la respiració n mientras observo sus labios carnosos. Este hombre es impredecible y esto me asusta.

—Deja que te refresque la memoria… —Susurra antes de besarme.


Apoyo las manos sobre su pecho con la intenció n de empujarlo, pero en su lugar me dejo llevar por las sensaciones que experimento. Sus labios son tiernos y agradables, y en este momento no quiero se detenga. Extiende su cuerpo musculoso sobre mí, presioná ndome con su peso mientras sus labios devoran los mí os. Un fuego se esparce en mi interior mientras sus manos acarician mi cabello. Lo siento como fuegos artificiales… mi corazó n late a mil por hora y recuerdo ese beso que tanto deseaba.

He sido yo quien empezó todo esto. La verdad llega como un tren en movimiento. Santo Cielo, é l me gusta. Deja de besarme para despué s susurrarme algo incomprensible. Nos miramos a los ojos y tengo la sensació n de verlo por primera vez.

Admiro sus ojos profundos como el mar, la mirada tenebrosa que corta la respiració n. Sin duda es apuesto, muy sensual y su fí sico, bueno, ¿ qué decir? Parece un dios griego. Quisiera disfrutar de esta sensació n eternamente, pero sé que es imposible. Es mucho má s grande, un hombre con experiencia, acostumbrado a mujeres expertas. En cuanto sepa mi edad, escapará.

Muy a mi pesar lo aparto empujando su pecho, ¡ madre mí a, es marmó reo!

Me mira perplejo, como si no comprendiera mi actitud. ¿ Có mo no va a tener razó n? Primero lo quiero, y despué s lo rechazo.

—Lo siento, no debí a repetirse… —Susurro con un nudo en la garganta.

My prinadlezhim…— Responde.

“Nos pertenecemos”. ¿ Có mo puede decir una cosa similar?

—¿ Sí? —Pregunto con sarcasmo.

—No escapes, Crystal —Dice con voz calmada, tranquilizadora.

El latido del corazó n se acelera, emociones que desconocí a se apoderan de mi existencia. Y es en ese preciso momento que decido tirar la toalla. ¿ Y si…? Imposible… pero podrí a ser. Estoy muy desconcertada. Ya no sé distinguir lo bueno de lo malo.

Sus poderosos brazos me levantan, apoyo la cabeza en su hombro y miro su perfil tan bien definido.

—¿ Adó nde vamos? —Pregunto dulcemente.

—Donde podamos estar solos lejos de miradas indiscretas… —Responde y a continuació n me da un pequeñ o beso en la frente.

—¿ Para qué perder el tiempo conmigo? Acabará s marchá ndote y yo no quiero ser un pasatiempo, ¿ lo entiendes?

—No eres una distracció n. —Declara serio con el tono de alguien que acaba de ofenderse.


—Tú me perteneces.

No es de muchas palabras y no ha respondido a mi pregunta. Continú a diciendo que le pertenezco, ¿ pero có mo te puede pertenecer alguien a quien nunca has tenido?

Se detiene en el acantilado, bien escondido desde el punto donde está bamos. Para conocer este lugar ya ha debido estar antes.

—Ya has estado aquí. —Afirmo.

—Venimos varias veces al añ o. —Responde con sinceridad. Mis pies tocan la arena mientras lo observo.

—¿ Es la primera vez que vienes a Españ a?

—No tiene importancia, Crystal. —Suspira.

Para mí la tiene, miente quien tiene algo que esconder, y ellos mienten.

—Comprendo. Creo que es mejor dejarlo aquí. —Digo retrocediendo.

—Demasiado tarde, no podrá suceder. —Responde fulminá ndome con la mirada.

Sus ojos se entrecierran mientras la mandí bula se contrae.

—¿ Quié n eres tú para decidir qué es lo mejor para mí? —Pregunto molesta apoyando las manos en las caderas. Una vez má s parece sorprendido.

Ty moya. —Gruñ e.

Intento retroceder pero se acerca cada vez má s. Comienza a asustarme la extrañ a situació n en la que me encuentro.

—¿ Tienes miedo de mí? —Pregunta severo percatá ndose de mi comportamiento.

Niego con la cabeza mientras sigo retrocediendo. En un movimiento sorprendente me encuentro envuelta en sus brazos. Sus ojos me miran con deseo, y yo en cambio solo quiero marcharme.

Me escabullo de entre sus brazos y echo a correr, no me vuelvo, aunque querrí a saber si me está siguiendo. Voy rá pidamente hacia mis amigas.

—Chicas, tenemos que marcharnos inmediatamente. ¡ Hay algo que no me convence! —Digo de un tiró n.

—¿ Por qué?, ¡ a nostras nos parecen sú per monos! —Tessa se cruza de brazos en señ al de protesta, no puedo evitar mirarla de mala manera.

—Antes de nada, os han metido, ya han estado aquí má s veces. —Argumento.

—¿ No te estará s preocupando mucho? —Pregunta Sharon extendiendo los brazos.

—Nosotras estamos bien con ellos. Precisamente hace cinco minutos hablá bamos de la posibilidad de ir de vacaciones a Rusia… —Explica con


calma.

No me lo puedo creer, está loca.

La miro de reojo pero no respondo.

—¿ Sois conscientes de que me ha dicho Ty moya?

Jasmin se pone a enredar con el telé fono y algunos momentos despué s abre los ojos y alza la vista satisfecha.

—Significa “eres mí a”.

Sus ojos brillan, y yo no encuentro nada divertido en ello. ¿ Có mo puede decir algo así solo porque nos hemos besado?

—Está loco, yo me marcho. —Digo nerviosa mientras vago con la mirada en direcció n hacia la carretera. Debo encontrar el modo de marcharme inmediatamente.

—¿ Por qué no te dejas llevar de una bendita vez? Ningú n chico te ha dicho algo tan bonito. Y ademá s, ya lo has visto, es un buen ternero. —Deja la frase a mitad y mira a las otras. Rí en. Su pasotismo me pone de los nervios. Es oficial, mis amigas han desaparecido.

—¿ Sabé is que os digo? Haced lo que querá is. Yo me marcho.

Ya estoy en el lí mite de la tolerancia. Está n todos tarados. Me acerco a la hamaca mientras mis amigas me observan en silencio sin protestar, es mejor así. De Alex y sus hermanos no hay rastro, lo cual es positivo, al menos evitaré su mirada mientras me voy. Me preparo con rapidez y con paso apresurado me acerco a la carretera. Espero que el taxi al que he llamado llegue ya. Continú o golpeteando el pie sobre el asfalto impaciente y nerviosa. Venga, ¿ por qué tarda tanto en llegar? No quiero que a Alex le dé tiempo de percatarse de mi ausencia. No me apetece enfrentarme a un ruso loco del que no sé nada.

—¿ Adó nde crees que vas? —Su voz retumba tan fuerte que me hace sobresaltar.

—¡ A casa! —Digo intentando parecer segura sin volverme.

—No puedes. Tienes que estar conmigo. —Ruge a mis espaldas. No pensaba que fuera de su propiedad, tal vez en Rusia basta con un beso para hacer creer al otro que es para siempre.

—¡ Yo no quiero estar contigo! —Respondo duramente.

—Ty moya. —Masculla acercando su cuerpo al mí o. Salto como un muelle volvié ndome y dirigié ndome a é l furiosa.

—¡ Yo-no-soy-tuya! —grito perdiendo los papeles. No permito que nadie decida por mí.


—Lo eres porque has decidido besarme, provocarme, desafiarme. No tengo ninguna intenció n de dejar escapar a una como tú, ¡ ni ahora ni nunca!

Su tono es amenazante. Sus palabras se repiten en mi cabeza. Nunca me habí a topado con un tí o así, nunca. Agarra mis brazos y me atrae hacia é l, dejo de respirar. Estoy a punto de gritar, pero la llegada del taxi me salva de todo esto. Me escabullo bruscamente retrocediendo algunos pasos.

—¡ Adió s, Alexander! —Digo subiendo en el taxi mientras nos aguantamos la mirada fijamente.

En su rostro aparece esa sonrisita maliciosa que me deja fuera de combate.

—Te encontraré, Crystal. Eres mí a.

Pronuncia las palabras con calma de manera que pueda comprender todo el mensaje. Es una promesa, estoy segura de que me encontrará.

Do svidaniya… —Digo burlá ndome. Sonrí o victoriosa y le mando un beso al aire.

Sonrí e despidié ndome con la mano mientras el taxi se aleja cada vez má s.

 

 

Do svidaniya: adió s.


 


CAPÍ TULO 3

♠ ♠ ♠

 

Ha pasado una semana desde la ú ltima vez que vi a Alex.

Esta mañ ana un florero se ha presentado con una rosa blanca y con una tarjeta. Inú til decir que son suyas. No se rinde tan fá cilmente, lo cual lo hace todaví a má s interesante. Ninguno má s ha insistido, solo é l. Cada dí a mi consciencia me recuerda que no es factible.

É l se marchará y yo solo tendré un bonito recuerdo, y es justo lo que quiero evitar: limitarme a un recuerdo. Echo de menos sus labios, sus poderosas manos sobre mi cuerpo, pero debo reprimir este deseo carnal. Es un hombre, no deberí a perder su tiempo con una jovencita y yo no deberí a desear algo tan prohibido. Mis amigas me agobian todos los dí as para que cambie idea, pero no caeré en la tentació n. Me pongo el chá ndal gris mientras pienso constantemente en é l. Necesito quitá rmelo de la cabeza, sin embargo, no lo consigo.

Anoche incluso soñ é con é l.

Un paseo por el parque me vendrá bien, intentaré despejar la mente y no pensar en é l, al menos quiero intentarlo.

Me siento en un banco y observo todo lo que me rodea. Parece hecho adrede, hay muchas parejitas felices a mi alrededor. La pregunta es, ¿ por qué me obstino en querer estar sola?, ¿ por qué no logro dejarme llevar y vivir el momento?, ¿ qué me paraliza? Tal vez el miedo a sufrir, como mi padre.

Mi madre nos abandonó. Se marchó cuando yo tení a tres añ os. Dijo que para ella todo eso era demasiado, querí a disfrutar de la vida. Como si formar una familia fuera un contrato que puedes rescindir. Despué s de esas palabras no la volví a ver ni a escuchar.

La odio por habernos hecho esto, pero no pasa nada.

Mi padre ha sido un excelente padre. No está mucho en casa a causa de su trabajo, pero sus esfuerzos sirven para que no me falte de nada. He debido crecer antes de tiempo, he tenido que ocuparme de mí misma desde pequeñ a, no querí a ser un peso para é l, tení a miedo de que se cansara de mí y me dejara como habí a hecho ella. Mi padre es mi punto de referencia, es un hombre fantá stico.

El sonido del telé fono interrumpe mis pensamientos, observo la pantalla que se ilumina. Es un mensaje de Jasmin.


Esta noche salimos. Pasamos a recogerte a las ocho, vamos a cenar fuera y despué s a la inauguració n de un nuevo local en la playa. Me han dicho que es de ensueñ o.

Besos.

Ni hablar querida, estoy todaví a muy enfadada con vosotras. Han dado mi direcció n a Alex. Y ademá s tengo la sospecha de que estará n tambié n los chicos. Resoplo redactando mi respuesta.

 

Paso. No tengo ganas de ver al ruso.

La respuesta es inmediata.

 

Los rusos no estará n, solo nosotras. ¿ Desde cuá ndo te niegas a salir?, ¿ se puede saber qué te pasa?

¿ Que qué me pasa?, ¡ nada! simplemente evito problemas y ese chico los tiene escritos en la frente en letras gigantescas.

 

No me pasa nada, simplemente no quiero volver a verlo.

Dejo caer el telé fono sobre mis piernas mientras observo el cielo. Sé lo que me ocurre, estoy confundida. El telé fono suena de nuevo.

 

¡ Oh, demonios! Te gusta y mucho.

Oh, al diablo con todo. Quiero salir y no me detendrá la idea de encontrá rmelo. Tengo que aprender a manejarlo, y ademá s, no puedo dejar que se crea quien sabe qué.

 

Sí, me gusta pero es inviable. Esta noche me apunto. Hasta luego.

Introduzco el telé fono en el bolsillo y me encamino hacia casa. Soy consciente de que esta noche me hará n un interrogatorio, quieren los detalles de lo que ocurrió. Esta semana he intentado evitarlas precisamente por esto. No me apetece hablar de esto, pero no puedo esconderme, nos contamos siempre todo.


El tiempo ha volado, para mantenerme ocupada y no pensar he limpiado toda la casa. No estaba sucia, pero necesitaba un modo para no pensar. El timbre suena y yo me preparo para la hora del juicio final. Abro la puerta y observo có mo mis amigas me examinan de arriba abajo.

—¡ Está colada! —Comenta Tessa.

La miro de reojo mientras entra en casa.

Estaba limpiando, normal que tenga un aspecto descuidado, ¿ no?

—Sué ltalo. ¿ Qué te pasa? —Sharon se cruza de brazos y me mira seria. Resoplo ligeramente y comienzo a hablar a la velocidad de la luz.

—No debió suceder. É l es la persona má s extrañ a que he conocido en mi vida. Es insoportable. Tiene ese aire misterioso, con sus mú sculos y con ese modo de hablar como si todos tuvieran que besarle los pies. Deseé que sus labios me tocaran desde el primer momento en el que lo vi, algo que no me habí a pasado antes. Nunca me han gustado los hombres má s grandes, tiene doce añ os má s que yo. ¿ Sois conscientes?, ¿ qué puede querer de una chica como yo? No soy su tipo y é l no es el mí o, aunque lo encuentre increí blemente atractivo. De un momento a otro volverá a Rusia, no puedo dejarme llevar en esto sabiendo que tiene un final. Sabemos todas como soy, no me gustan las aventuras, no estoy diciendo que tenga que casarme con el primero que veo, pero quisiera una historia duradera, y é l no lo es. Se ve a la legua que busca divertirse. Decidí cortar de raí z, pero en la playa las emociones se apoderaron de mí y nos besamos de nuevo. ¿ Y é l qué hace?, ¡ me dice que soy suya! Cuando me estaba marchando se acercó diciendo que me encontrarí a. Y por si fuera poco, mientras yo intento olvidarlo, me manda una rosa blanca todas las mañ anas junto a una tarjeta con frases escritas en ruso.

Despué s del monó logo me he quedado sin aire, pero me siento relajada. He dicho todo lo que tení a dentro, no he pasado por alto ningú n detalle. Me miran, me examinan, jurarí a que está n sorprendidas por mi comportamiento.



  

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