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QUINTA PARTE 11 страница



Rhett no dijo nada y la mirу sin expresiуn alguna en el moreno rostro.

—Es usted, extraordinariamente bueno al querer hacer algo por mн, capitбn Butler; pero realmente tengo mucha suerte. Tengo todo lo que una mujer puede desear en este mundo.

—Eso estб muy bien —dijo Rhett, sъbitamente grave—. Y yo tengo la intenciуn de hacer todo lo posible para que lo conserve.

Cuando Scarlett volviу de Tara, el color enfermizo habнa desaparecido de su rostro, y sus mejillas se habнan redondeado y estaban dйbilmente sonrosadas. Los ojos verdes volvнan a ser vivos y brillantes y se reнa ruidosamente por primera vez desde hacнa mucho tiempo. Cuando Rhett y Bonnie los recibieron en la estaciуn, reнa divertidнsima viendo que Rhett tenнa dos plumas de pavo real en la cinta del sombrero, y Bonnie, vestida con un traje roto y manchado que habнa sido su traje de los domingos, llevaba dos rayas diagonales de color azul aсil dibujadas en las mejillas y una pluma de pavo real casi tan larga como ella en los rizos. Se veнa que estaban jugando a los indios, cuando llegу la hora de ir a la estaciуn, y era evidente, por la mirada de impotencia de Rhett y por la indignaciуn de Mamita, que Bonnie se habнa negado a arreglarse para ir a esperar a su madre.

Scarlett dijo:

—ЎQuй chiquilla tan loca!

Besу a la niсa y presentу la mejilla a los labios de Rhett. Habнa mucha gente en la estaciуn, sin lo cual nunca se hubiera prestado a esta caricia. No pudo menos de enterarse, a pesar de su turbaciуn por el aspecto de Bonnie, de que todo el mundo sonreнa al ver al padre y a la hija, no con sonrisa de burla, sino divertida y amable. Todo el mundo sabнa que la pequeсa de Scarlett traнa a su padre como un zarandillo, y Atlanta entera se divertнa y aprobaba. El gran amor de Rhett por su hija le habнa devuelto el respeto y la consideraciуn de toda la ciudad.

Camino de casa, Scarlett no dejу de hablar contando las noticias del campo: el tiempo cбlido y seco hacнa crecer el algodуn tan de prisa que se hubiera podido verlo medrar; pero Will decнa que los precios del algodуn iban a bajar. Suellen estaba esperando otro hijo. Scarlett dijo esto en voz baja para que los niсos no la oyeran. La pequeсa Ella habнa mostrado sus malos instintos mordiendo a la niсa mayor de Suellen, aunque no mбs de lo que la niсa merecнa, segъn observу Scarlett, pues era exactamente igual que su madre. Pero Suellen se habнa puesto furiosa y habнan tenido una buena pelea como las de otros tiempos. Wade habнa matado йl solo un pato acuбtico. Randa y Camila Tarleton estaban de maestras de escuela. їNo le hacнa gracia? Ninguno de los Tarleton habнa sido capaz de deletrear la palabra gato. Betsy se habнa casado con un muchacho obeso, a quien faltaba un brazo, y ellos, Hetty y Jaime Tarleton, estaban cultivando una plantaciуn de algodуn en Fairhill. La seсora de Tarleton tenнa una hermosa yegua y un revуlver Colt, y con aquello era tan feliz como cuando poseнa un millуn de dуlares. La vieja casa de Calvert estaba ocupada por negros, y un enjambre de ellos se habнan hecho sus propietarios, comprбndola en pъblica subasta. Estaba destrozada y daba pena verla. Nadie sabнa lo que habнa sido de Cathleen y su compaсero. Y Alex se iba a casar con Sally, la viuda de su hermano. ЎDespuйs de tantos aсos viviendo bajo el mismo techo! Todo el mundo decнa que era un matrimonio forzado por las conveniencias, porque la gente empezaba a criticar que viviesen solos desde que la vieja abuela y la Seсoritita habнan muerto. Y este matrimonio destrozaba el corazуn de Dimity Munroe. Pero le estaba bien empleado. Si hubiese tenido algo de atractivo, hubiera pescado a otro hombre hacнa mucho tiempo, en lugar de esperar a que Alex ganase bastante dinero para casarse con ella.

Scarlett parloteaba alegremente; pero habнa muchas cosas del Condado que suprimнa, cosas en que le dolнa pensar. Habнa cabalgado por todo el Condado con Will, procurando no recordar cuando estos millares de acres habнan estado cubiertos por verdes plantaciones de algodуn. Y ahora, plantaciуn tras plantaciуn, estaban siendo de nuevo invadidas por el bosque, por lъgubres campos de retama, esparto y abetos, que habнan crecido prуdigamente entre las silenciosas ruinas y sobre los campos de algodуn. Donde antaсo se sembraba un centenar de acres, ahora sуlo se trabajaba uno. Era como moverse a travйs de una sierra muerta.

«Esta regiуn no se repondrб lo menos en cincuenta aсos, si se repone alguna vez —habнa dicho Will—. Tara es la mejor granja del Condado, gracias a ti y a mн, Scarlett; pero es una granja, una granja de dos muнas, no una plantaciуn. La de los Fontaine viene despuйs de Tara, y luego la de los Tarleton. Йstos no estбn haciendo mucho dinero, pero sacan para vivir y se hallan muy satisfechos. Pero la mayor parte de las demбs granjas... »

No, Scarlett no querнa recordar el aspecto del abandonado Condado, que parecнa aъn mбs triste comparado con el bullicio y la prosperidad de Atlanta.

—Y aquн, їha ocurrido algo? —preguntу cuando estuvieron sentados en el porche principal.

Habнa hablado rбpidamente durante todo el camino, temiendo que sobreviniera el silencio. Desde el dнa en que se cayу por las escaleras no habнa cruzado una palabra con Rhett, y ahora no tenнa el menor deseo de estar a solas con йl. Scarlett no conocнa los sentimientos de Rhett respecto a ella. Йl habнa sido la bondad personificada durante la triste convalecencia de ella, pero era su bondad la de un extraсo. Se habнa anticipado a sus deseos, habнa evitado que los niсos la molestasen y habнa vigilado el almacйn y las serrerнas. Pero no habнa dicho nunca: «Lo siento». Bueno, tal vez no lo sintiese. Tal vez creyese todavнa que el niсo que no habнa llegado a nacer no era su hijo. їCуmo podнa ella saber lo que se fraguaba en su mente, detrбs de aquel moreno rostro inexpresivo? Mas, por primera vez en su vida de casados, habнa mostrado una tendencia a ser cortйs y algo como el deseo de dejar que la vida continuase como si nunca hubiese ocurrido nada desagradable entre ellos, como si nunca —pensaba Scarlett— hubiera habido nada en absoluto entre ellos. Bueno, si esto era lo que йl querнa, ella pondrнa lo posible de su parte.

—їSigue todo bien? —repitiу—. їHas encontrado el guijo para el piso del almacйn? їHas cambiado las mulas? ЎPor amor de Dios, Rhett, quнtate esas plumas del sombrero! ЎPareces un loco! ЎY has sido capaz de ir a la estaciуn sin acordarte de quitбrtelas!

—No —dijo Bonnie, cogiendo el sombrero de su padre en actitud defensiva.

—Todo ha marchado muy bien aquн —replicу Rhett—. Bonnie y yo nos hemos divertido mucho; y me parece que desde que tъ te has ido no le han pasado un peine por la cabeza. No chupes las plumas, monada, que pueden estar sucias. Sн; el guijo ya estб puesto, y he hecho un buen negocio con las mulas. No, no ha ocurrido nada nuevo; la vida sigue tan monуtona como siempre.

Luego, como si se acordase en aquel momento, aсadiу:

—El honorable Ashley estuvo aquн la otra noche. Querнa saber si yo creнa que tъ le venderнas tu serrerнa y la parte que tienes en la suya.

Scarlett, que habнa estado meciйndose y dбndose aire con un abanicos de plumas, se detuvo bruscamente.

—їVender? Pero їde dуnde ha sacado Ashley el dinero? Ya sabes que nunca ha tenido un cйntimo, pues Melanie lo gasta tan de prisa como Ashley lo gana.

Rhett se encogiу de hombros.

—Siempre la habнa creнdo una personita muy econуmica. Pero, desde luego, no estoy tan bien enterado de los detalles pecuniarios de la familia de los Wilkes como tъ pareces estarlo.

Esta pulla parecнa del antiguo estilo de Rhett, y Scarlett se sintiу violenta.

—Mбrchate, guapina —le dijo a Bonnie—. Mamб quiere hablar con papб.

—No —dijo Bonnie enйrgicamente, trepando a las rodillas de Rhett.

Scarlett, incomodada, mirу a la niсa, y йsta tambiйn puso ceсo a su madre, con un gesto tan parecido al de Gerald O'Hara, que Scarlett casi se riу.

—Dйjala que se quede —dijo Rhett tranquilamente—. En cuanto a de dуnde ha sacado Ashley el dinero, creo que se lo ha mandado alguien a quien asistiу durante unas viruelas en Rock Island. Me devuelve la fe en la naturaleza humana el ver que aъn existe la gratitud.

—їQuiйn fue? їAlgъn conocido?

—La carta estaba sin firma y venнa de Washington. Ashley se ha vuelto loco pensando quiйn podнa habйrsela enviado. Pero, realmente, una persona tan poco egoнsta como Ashley va por el mundo sembrando tantas bondades que es imposible que las recuerde todas.

Si Scarlett no hubiera estado tan sorprendida por la suerte de Ashley, hubiera recogido aquel guante, aunque durante su permanencia en Tara habнa decidido no dejarse envolver de nuevo en ninguna discusiуn con Rhett referente a Ashley. El terreno que pisaba en esta ocasiуn era demasiado inseguro y, mientras no conociera exactamente su situaciуn respecto a los dos hombres, no le interesaba salir a йl.

—їQuiere comprбrmelas?

—Sн; pero, desde luego, ya le dije que tъ no venderнas.

—Quisiera que me dejases a mн arreglar mis propios asuntos.

—ЎComo no quieres separarte de las serrerнas! Le dije que йl sabнa tan bien como yo que tъ no podнas soportar el verte privada de meterte en los asuntos de los demбs y que si se lo vendнas no podrнas despuйs decirle lo que pensabas de cуmo llevaba sus negocios.

—їTe has atrevido a decirle eso de mн?

—їPor quй no? їEs o no es verdad? Creo que йl estaba completamente de acuerdo conmigo, pero es demasiado caballero para convenir en ello y declararlo.

—ЎEs mentira! ЎSe lo venderй! —gritу Scarlett.

Hasta aquel momento no se le habнa pasado por la imaginaciуn desprenderse de las serrerнas. Tenнa varias razones para desear conservarlas, y su valor monetario era la mбs insignificante. Podнa haberlas vendido muy ventajosamente en cualquier momento de los ъltimos aсos pero habнa rehusado todas las ofertas. Las serrerнas eran la tangible evidencia de lo que ella habнa hecho sin ayuda y contra viento y marea, y se sentнa orgullosa de ellas y de sн misma. Pero, sobre todo, no deseaba venderlas porque eran el ъnico camino que permanecнa abierto entre Ashley y ella. Si perdнa el control de las serrerнas, esto significaba que rara vez verнa a Ashley y que, probablemente, nunca volverнa a verlo a solas. Y ella necesitaba verlo a solas. No podнa continuar mбs tiempo en la duda de cuбles serнan sus sentimientos respecto a ella, en la duda de si todo su amor habrнa muerto de vergьenza en aquella espantosa noche de la fiesta de Melanie. En el curso de los negocios encontrarнa muchas veces la ocasiуn de hablar con йl sin que nadie pudiese pensar que ella la buscaba. Y, con el tiempo, sabнa que podrнa recobrar el terreno que hubiese perdido en su corazуn. Pero si vendнa las serrerнas..., entonces...

No, no querнa vender. Pero, acuciada por la idea de que Rhett la habнa mostrado ante Ashley a una luz tan verнdica y tan poco halagadora, se decidiу instantбneamente. Ashley tendrнa las serrerнas, y a un precio tan bajo que no podrнa menos de darse cuenta de lo generosa que era Scarlett.

—ЎVenderй! —gritу furiosa—, їquй te parece?

Habнa un dйbil resplandor de triunfo en los ojos de Rhett cuando se inclinу para atar el zapato de Bonnie.

—Me parece que lo sentirбs —dijo.

Desde luego, Scarlett ya estaba lamentando sus apresuradas palabras. Si se las hubiera dicho a alguien que no fuera Rhett, se habrнa retractado de ellas desvergonzadamente. їCуmo habrнa estallado de aquel modo? Mirу a Rhett malhumorada y vio que йl la contemplaba con su antigua mirada de gato que contempla el agujero de un ratуn. Cuando Rhett vio su ceсo, se echу a reнr de repente, mostrando sus dientes brillantes. Scarlett tuvo la sospecha de que se burlaba de ella y de que la habнa forzado a aquella soluciуn.

—їTienes tъ algo que ver con todo esto? —barbotу Scarlett.

—їYo? —y Rhett levantу las cejas con un gesto de sorpresa burlona—. Debнas conocerme mejor. Yo no voy por el mundo haciendo buenas obras, si puedo evitarlo.

Aquella noche, Scarlett vendiу a Ashley las serrerнas y toda su participaciуn en ellas. No perdiу en la venta, porque Ashley se negу a aprovechar sus generosas disposiciones y le hizo la oferta mбs alta que nunca habнa recibido. Cuando hubieron firmado las escrituras, y las serrerнas se fueron irremisiblemente, y mientras Melanie ofrecнa vasitos de vino a Rhett y a Ashley para celebrar la transacciуn, Scarlett se sentнa tan abatida como si acabase de vender a uno de sus hijos.

Las serrerнas habнan sido su cariсo, su orgullo, el fruto del trabajo de sus rapaces manitas. Habнa empezado con una serrerнa pequeсa en aquellos dнas trбgicos en que Atlanta luchaba dйbilmente por levantarse de las ruinas y las cenizas, con la necesidad reflejada en el rostro. Habнa luchado y proyectado, las habнa cuidado en los tiempos terribles en que imperaba la incautaciуn yanqui, cuando el dinero estaba escondido y la gente que no lo tenнa era fusilada. Y ahora, cuando Atlanta se estaba reponiendo de sus heridas, y se construнan por todas partes edificios nuevos, y gente nueva afluнa a la ciudad, tenнa dos serrerнas, dos depуsitos de madera, una docena de yuntas de muнas y el trabajo de los penados para hacer toda la labor con poco coste. El decirles adiуs era como cerrar para siempre una puerta sobre una parte de su vida, una parte amarga y dura, pero que recordaba con nostбlgica satisfacciуn.

Habнa levantado aquel negocio y ahora lo acababa de vender, y estaba oprimida por la certidumbre de que, si no hubiera estado ella para defenderlo, Ashley lo habrнa perdido todo, todo lo que ella habнa trabajado para construir. Ashley se fiaba de todo el mundo y apenas distinguнa un dos por cuatro de un seis por ocho. Y ahora nunca le serнa posible prestarle el apoyo de sus consejos, todo porque el antipбtico de Rhett le habнa dicho que a ella le gustaba meterse en todos los asuntos de los demбs:

«ЎCondenado Rhett! », pensу. Y, al mirarlo, aumentу su convicciуn de que Rhett estaba detrбs de todo aquello. El cуmo y el porquй le eran desconocidos.

Rhett estaba hablando con Ashley y sus palabras la volvieron a la realidad.

—Supongo que ahora despedirб usted en seguida a los presidiarios —dijo Rhett.

їDespedir a los presidiarios? їA quiйn se le podнa ocurrir despedirlos? Rhett sabнa admirablemente que los grandes beneficios de las serrerнas se debнan a la mano de obra barata de los forzados. їY por quй hablaba Rhett con tanta seguridad de lo que Ashley pensarнa hacer? їQuй sabнa Rhett de Ashley?

—Sн, los despedirй inmediatamente —replicу Ashley, procurando evitar la atуnita mirada de Scarlett.

—їTe has vuelto loco? —gritу ella—. Perderбs todo el dinero si los despides. їDe dуnde vas a sacar mano de obra?

—Emplearй negros libres —dijo Ashley.

—їNegros libres? ЎSн, sн!... Ya sabes lo que importa su salario. Y, ademбs, vas a tener a los yanquis encima a cada momento para saber si les das de comer pollo tres veces al dнa y si los arropas para dormir con edredones de pluma. Y si a un negro holgazбn le das un par de latigazos y lo despides, los gritos de los yanquis se oirбn de aquн a Dalton y terminarбs en un calabozo. ЎPero si los forzados es lo ъnico...!

Melanie, con los ojos bajos, se miraba las manos, cruzadas sobre el regazo. Ashley parecнa disgustado, pero decidido. Permaneciу unos momentos silencioso; luego mirу a Rhett (mirada que no pasу inadvertida para Scarlett y en la que Ashley pareciу encontrar comprensiуn y apoyo) y dijo tranquilamente:

—No quiero emplear presidiarios, Scarlett.

—Pero, ЎSeсor! —dijo Scarlett sin poder casi respirar a causa del asombro—. їY por quй no? їTe da miedo que la gente murmure de ti como lo hace de mн?

Ashley levantу la cabeza.

—No me da miedo lo que diga la gente, siempre que yo tenga la conciencia tranquila. Yo nunca he encontrado bien el emplear esa gente.

—Pero, їpor quй?

—No puedo hacer dinero a costa del trabajo forzado y de la miseria de los demбs.

—Pero tъ has tenido esclavos.

—No eran desgraciados. Y, ademбs, yo los hubiera puesto en libertad a todos cuando muriу mi padre si la guerra no lo hubiera hecho. Pero esto es distinto, Scarlett. El sistema se presta a demasiados abusos. Tъ tal vez no lo sepas, pero yo lo sй. Yo sй muy bien que Johnnie Gallegher ha matado por lo menos a un hombre. Tal vez a mбs. їQuiйn se preocupa de un presidiario mбs o menos? Dijo que lo habнa matado cuando trataba de escapar; pero no es eso lo que llegу a mis oнdos. Y yo sй que emplea hombres que estбn demasiado enfermos para trabajar. Llбmalo supersticiуn si quieres; pero yo no creo que el dinero ganado con el sufrimiento ajeno pueda traer la felicidad.

—Alabado sea Dios, Ashley. No vas a decirme que te has tragado todos los sermones del reverendo Wallace sobre el dinero manchado.

—No he necesitado tragбrmelos. Creнa en ellos antes de que los predicase.

—Entonces debes pensar que todo mi dinero estб manchado —gritу Scarlett empezando a enfadarse—. Porque yo empleo presidiarios y soy propietaria de una tienda de bebidas y...

Se detuvo de repente. Los dos Wilkes parecнan azorados y Rhett sonreнa burlуn. «ЎMaldito sea! —pensу Scarlett con vehemencia—. Estб pensando que me estoy metiendo en los asuntos de los demбs y lo mismo estб pensando Ashley. Les machacarнa la cabeza a uno contra otro. » Devorу su rabia y procurу asumir un tranquilo aire de dignidad, pero con poco йxito.

—Desde luego, a mн no me va ni me viene en eso —dijo.

—Scarlett, no pienses que te critico. No es asн. Es que vemos las cosas desde distinto punto de vista, y lo que para ti estб bien puede no estarlo para mн.

De pronto, Scarlett deseу que hubiesen estado solos, que Melanie y Rhett se hallaran al otro extremo del mundo, para gritarle: «ЎPero yo quiero mirar las cosas con el mismo criterio que tъ! ЎExplнcamelo, para que yo pueda entenderte y ser como tъ! ».

Pero delante de Melanie, temblorosa por la violencia de la escena, con Rhett que le hacнa disimulados gestos de burla, tan sуlo pudo decir con mucha frialdad y grandes aires de virtud ofendida:

—Bueno, eso es asunto tuyo, Ashley, y estб muy lejos de mн el querer meterme en cуmo has de llevarlo. Pero he de decirte que no comprendo ni tu actitud ni tus observaciones.

ЎOh, si estuvieran solos y no se viera obligada a decirle palabras tan secas, estas palabras que le estaban hiriendo sin duda!

—Te he ofendido, Scarlett. Y no querнa hacerlo. Debes creerlo y perdonarme. No hay ningъn enigma en lo que he dicho. Sencillamente, afirmo que el dinero que llega por determinados caminos rara vez trae la felicidad.

—Estбs equivocado —protestу Scarlett, incapaz de dominarse un momento mбs—. Mнrame a mн. Tъ sabes cуmo he ganado yo mi dinero. Tъ sabes cуmo estaban las cosas antes de que lo ganara. Tъ recuerdas aquel invierno en Tara, cuando hacнa tanto frнo y tenнamos que cortar las alfombras para hacernos zapatos y no habнa bastante que comer, y nos rompнamos la cabeza pensando cуmo nos arreglarнamos para dar educaciуn a Wade y a Beau. Tъ te acuerdas...

—Me acuerdo —dijo Ashley cansadamente—, pero preferirнa no acordarme.

—Bueno, no puedes decir que ninguno de nosotros fuese feliz entonces, їverdad? Y mнranos ahora. Tъ tienes una casa muy linda, un porvenir esplйndido. їY hay alguien que tenga una casa mбs preciosa que la mнa, ni mбs lindos trajes, ni caballos mбs hermosos? Nadie tiene una mesa mejor servida que la mнa, ni da recepciones mбs suntuosas, y mis hijos tienen todo cuanto quieren. Pues їde dуnde ha salido el dinero que ha hecho posible todo esto? їDel aire? No seсor. Forzados, casas de bebidas y...

—Y no te olvides del asesinato de aquel yanqui —dijo Rhett, con suavidad—. Realmente fue lo que te hizo empezar.

Scarlett se lanzу hacia йl con бnimo dй colmarlo de insultos.

—Y el dinero te ha hecho muy feliz, їverdad, encanto? —preguntу йl con sardуnica dulzura.

Scarlett se detuvo con la boca abierta, y sus ojos recorrieron rбpidamente los de los otros tres. Melanie, en su turbaciуn, se hallaba a punto de romper en lбgrimas. Ashley, repentinamente, parecнa pбlido y abstraнdo, y Rhett, muy divertido, la observaba por encima de su cigarrillo. Scarlett se disponнa a gritar: «ЎYa lo creo que me ha hecho feliz! ».

Pero, sin saber por quй, no pudo hablar.

En el tiempo que siguiу a su enfermedad, Scarlett notу en Rhett un cambio, acerca del cual no estaba completamente segura de si le gustaba o no. Era sobrio, y estaba tranquilo y pensativo. Se hallaba mбs a menudo en casa a las horas de las comidas y era mбs amable con los criados y mбs cariсoso con Wade y con Ella. Nunca se referнa a nada del pasado, y tбcitamente parecнa invitarla a olvidar aquellos temas. Scarlett adoptу el mismo sistema, porque era mбs fбcil convivir asн y la vida se deslizaba tranquila en apariencia. La cortesнa de Rhett hacia ella, que habнa empezado durante la convalecencia, continuaba y ya no le lanzaba pullas ni la molestaba con sus sarcasmos.

Scarlett se daba cuenta de que cuando la incomodaba con maliciosos comentarios, y la indignaba para provocar indignadas rйplicas, era porque le importaba lo que ella decнa. Pero ahora se preguntaba si a йl le importarнa lo que ella hiciese. Era cortйs e indiferente, y Scarlett echaba de menos su interйs; por muy perverso que hubiera sido, ella adoraba los dнas pasados de peleas y enfados.

Era muy amable con ella, tan fino como podнa serlo un extraсo; pero, asн como antes sus ojos la seguнan siempre a ella, ahora seguнan a Bonnie. Era como si la rбpida corriente del rнo de su vida hubiera sido desviada a un canal mбs estrecho. Algunas veces Scarlett pensaba que si Rhett le concediese a ella la mitad de la atenciуn y la ternura que concedнa a Bonnie la vida serнa muy distinta. Era difнcil sonreнr cuando la gente decнa: «ЎCуmo idolatra a esta niсa el capitбn Butler! ». Pero si no sonreнa, la gente lo encontrarнa extraсo, y a Scarlett la molestaba reconocer que tenнa celos de una chiquilla, y mucho mбs cuando esa chiquilla era su hija predilecta. A Scarlett le gustaba ser siempre la primera en los corazones de los que la rodeaban, y ahora resultaba evidente que Bonnie y Rhett serнan siempre los primeros el uno para el otro.

Rhett salнa hasta muy tarde algunas noches, pero cuando volvнa no estaba bebido. Muchas veces le oнa silbar cuando cruzaba por el pasillo hacia su cuarto. Algunas veces volvнan con йl, a aquellas horas tardнas, otros hombres, y se sentaban en el comedor a charlar mientras bebнan unas copitas de brandy. No eran los mismos hombres con quienes habнa bebido durante el primer aсo de su matrimonio. No eran adinerados carpetbaggers, ni scallawags, ni republicanos, los que acudнan ahora a su invitaciуn. Scarlett, arrastrбndose descalza hasta la barandilla de la escalera, escuchу un dнa, y con gran asombro pudo reconocer las voces de Rene Picard, Hugh Elsing, Andy Bonnel y los chicos de Simons. Y siempre estaban allн el abuelo Merriwether y tнo Henry. Y hasta una vez pudo distinguir la voz del doctor Meade. ЎY todos aquellos hombres habнan pensado no hacнa mucho que la horca era demasiado poco para Rhett!

Aquel grupo estaba siempre unido en la imaginaciуn de Scarlett con la muerte de Frank. Y las horas tan tardнas a que Rhett volvнa aquellas noches le recordaban los tiempos que precedieron a la desgraciada salida del Klan en que Frank habнa perdido la vida. Recordaba con terror la observaciуn de Rhett de que serнa capaz hasta de incorporarse al Klan para parecer respetable, aunque esperaba que Dios no le impondrнa semejante penitencia. Y si Rhett, como Frank...

Una noche en que volviу aъn mбs tarde de lo que acostumbraba, ella no pudo aguantar mбs tiempo la impaciencia. Cuando oyу el ruido de su llave en la cerradura, se echу una bata y, saliendo al vestнbulo alumbrado por una lбmpara de gas, lo encontrу en lo alto de las escaleras. La expresiуn de Rhett, ausente y pensativa, se convirtiу en sorprendida al divisarla.

—Rhett, he venido para saber... Necesito saber si tъ..., si el Klan... Si es por eso por lo que estбs fuera hasta tan tarde. їTe has hecho del...?

A la llameante luz de gas, Rhett la mirу sin curiosidad, y sonriу.

—Estбs muy atrasada de noticias —le dijo—. Ya no hay Klan en Atlanta. Ni probablemente en Georgia. Tus amigos te han estado contando bбrbaras hazaсas del Klan, por lo que veo...

—їQue no hay Klan? їEstбs mintiendo para tranquilizarme? Habla.

—Pero, querida mнa, їcuбndo he tratado yo de tranquilizarte? No, el Klan no existe. Hemos decidido que hacнa mбs daсo que provecho, porque tenнa a los yanquis en tensiуn y proporcionaba material a la fбbrica de calumnias de Su Excelencia el gobernador Bullock. Bien podrб йste permanecer en el poder, mientras consiga convencer al Gobierno federal de que Georgia hierve en rebeliуn y que detrбs de cada arbusto se esconde un afiliado del Klan. Para continuar en el poder, estб inventando infames historias del Klan, que ya no existe; hablando de leales republicanos colgados por los pulgares, y de honrados negros linchados. Pero estб cazando en coto cerrado y lo sabe. Agradezco tu preocupaciуn, pero el Kkn dejу de existir poco despuйs de haber dejado yo de ser un scdlawag para convertirme en un modesto demуcrata.

La mayor parte de lo que Rhett dijo del gobernador Bullock a Scarlett le entraba por un oнdo y le salнa por el otro, porque su imaginaciуn estaba preferentemente ocupada con la idea de que ya no existнa el Klan. A Rhett no lo matarнan como habнan matado a Frank; no perderнa el almacйn ni el dinero. Pero una palabra en su conversaciуn le llamу poderosamente la atenciуn. Rhett decнa nosotros, uniйndose con naturalidad con los que йl mismo bautizara la vieja guardia.

—Rhett —le preguntу de repente—. їTienes tъ algo que ver con la disoluciуn del Klan?

La mirу durante unos momentos, y sus ojos empezaron a bailar.

—Asн es, amor mнo. Ashley Wilkes y yo somos los principales responsables.

—їAshley y tъ?

—Sн; la polнtica puede hacer cambiar las amistades. Es una vulgaridad el decirlo, pero es una verdad. Ni Ashley ni yo tenemos demasiado interйs en ser amigos...; pero Ashley nunca tuvo fe en el Klan, porque es contrario a cualquier gйnero de violencia. Y yo nunca creн en йl porque es una locura y no un medio de conseguir lo que queremos. Es el medio de tener a los yanquis encima de nosotros hasta el dнa del Juicio. Y entre Ashley y yo hemos convencido a los exaltados de que vigilancia, espera y trabajo nos llevarнan mбs lejos que incursiones nocturnas y baladronadas.

—їQuieres dar a entender que efectivamente los muchachos siguen tus consejos, cuando tъ...

—Cuando yo he sido un especulador, un scallawag, uсa y carne de los yanquis. Olvidas, seсora Butler, que yo soy ahora un demуcrata en brillante posiciуn, que darнa hasta la ъltima gota de su sangre por liberar a nuestro amado Estado del poder de los invasores. Mi consejo era un buen consejo y lo escucharon. Mi opiniуn en otros asuntos polнticos es tambiйn de valor. Tenemos una mayorнa demуcrata en el Parlamento, їno es asн? Y pronto tendremos, amor mнo, alguno de nuestros amigos republicanos detrбs de las rejas. Se estбn volviendo un poco demasiado rapaces.

—їY ayudarбs a encarcelarlos? ЎPero si han sido tus amigos! Ellos te metieron en aquel asunto de acciones de ferrocarriles en el que conseguiste tanta ganancia.

Rhett hizo una mueca, su antigua mueca burlona.

—ЎOh! ЎY no les guardo rencor! Pero ahora estoy en el otro lado, y si puedo ayudar de algъn modo a ponerlos donde deben estar, lo harй. Esto aumentarнa enormemente mi crйdito... Conozco bastante el interior de muchos de estos asuntos para que mi ayuda sea muy valiosa cuando el Parlamento empiece a investigar sobre ellos, y no tardarб mucho, al paso que llevan las cosas. Van a indagar tambiйn sobre el gobernador y, si pueden, lo meterбn en la cбrcel. Harнas bien en decirles a tus buenos amigos, los Gelert y los Hundon, que estйn dispuestos a abandonar la ciudad en el momento preciso, porque, si pueden enredar al gobernador, tambiйn los enredarбn a ellos.

Scarlett habнa visto durante demasiados aсos a los republicanos, apoyados por el Ejйrcito yanqui, hacerse los amos de Georgia, para dar crйdito a las palabras de Rhett. El gobernador estaba demasiado bien atrincherado para que Parlamento alguno pudiese perjudicarlo y mucho menos meterlo en la cбrcel.

—ЎCуmo corres! —observу.

—Si no lo meten en la cбrcel, por lo menos no serб reelegido. La prуxima vez tendremos un gobernador demуcrata, para variar.

—Y supongo que tъ tendrбs algo que ver con ello —dijo Scarlett, sarcаstica.

—Claro que sн, querida. Estoy teniendo algo que ver con ello ahora. Por eso vuelvo tan tarde por las noches. Estoy trabajando mбs duramente de lo que nunca he trabajado con un azadуn en las minas de oro, ayudando a organizar las elecciones. Y yo sй que lo sentirбs, seсora Butler, pero estoy contribuyendo con mucho dinero a la organizaciуn. їTe acuerdas de haberme dicho hace muchos aсos, en el almacйn de Frank, que no era honrado en mн el guardar el dinero de la Confederaciуn? Por fin estoy de acuerdo contigo, y ese oro lo estoy empleando en traer de nuevo al poder a los confederados.

—Estбs tirando el dinero a un pozo sin fondo.

—їCуmo es eso? їLlamas al partido demуcrata un pozo sin fondo? —La mirу, burlуn; luego continuу sin entusiasmo—: Me importa un comino quien pueda ganar las elecciones. Lo que importa es que todo el mundo sepa que he trabajado por ellas y que en ellas me he gastado gran cantidad de dinero. Y esto se recordarб en bien de Bonnie en los aсos venideros.



  

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