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QUINTA PARTE 13 страница—Pero, Mamita, eso no importa: ya no importa ahora a nadie. —Sн seсora, sн importa. Eso tuvo la culpa de todo. Y no iba a ocurrir algo por culpa mнa; yo irнa en seguida a ver al seсorito Rhett y aunque me matase le dirнa lo que tenнa sobre la conciencia. Y entonces me deslicй dentro del cuarto muy de prisa, para que no le diese tiempo a cerrarse con llave, y dije: «Seсorito Rhett, he venido a acusarme». Y йl se volviу hacia mн como un loco y dijo: «ЎVayase! ». Y le aseguro como hay Dios que nunca me he visto tan asustada. Pero yo dije: «Por favor, seсor, seсorito Rhett, dйjeme decirle, y despuйs mбteme. Fui yo la que le metн a la seсorita pequeсa el miedo a la oscuridad». Y luego, seсorita Melanie, bajй la cabeza y esperй que me matase. Pero no dijo nada. «Yo no querнa hacer daсo, pero, seсorito Rhett, no habнa quien pudiese con esta niсa, y no tenнa miedo de nada? y: siempre estaba levantбndose de la cama cuando ya todo el mundo estaba dormido y recorriendo toda la casa descalza. Y me molestaba porque tenнa miedo a que se hiciese daсo. Y entonces yo le contй que habнa espнritus y ogros en la oscuridad. »Y entonces, seсorita Melanie, їsabe usted lo que hizo el seсorito Rhett? Su cara se suavizу, se acercу a mн y me puso la mano en el brazo. (Es la primera vez en la vida que habнa hecho semejante cosa. ) Y dijo: " Era muy valiente, їverdad? Excepto de la oscuridad, no tenнa miedo de nada". Y cuando yo me echй a llorar, me dijo: " Vamos, Mamita", y me dio unas palmadas (era la primera vez que lo hacнa). " Vamos, Mamita, no se ponga usted asн. Me alegro de que me lo haya dicho. Yo sй que usted querнa a la seсorita Bonnie, y como la querнa no importa". Bueno, seсora, pues tanta bondad me anknу y me atrevн a decir: " Seсorito Rhett, seсor, їquй hay del entierro? Y se volviу hacia mн como un loco con los ojos brillantes, y dijo: " ЎSanto Dios, yo creн que usted comprendнa, aunque nadie mбs me comprendiese! їCree usted que voy a dejar a mi hija sola en la oscuridad, cuando le da tanto miedo de ella? ЎSi parece que ahora mismo estoy oyendo cуmo chillaba cuando se despertaba en la oscuridad! Y yo no quiero que se asuste". Seсorita Melanie, entonces comprendн que habнa perdido la cabeza... No hace mбs que beber, y necesita dormir y comer algo. Se estб volviendo loco. Me puso a la puerta diciendo: " ЎVayase al infierno! ". »Yo bajй, y me puse a pensar que йl habнa dicho que no habrнa entierro, y la seсorita Scarlett habнa dicho que el entierro serнa maсana por la maсana, y йl habнa dicho que la iba a matar. Y todos los parientes en casa, y los vecinos tambiйn, charlando como papagayos. Y pensй en usted, seсorita Melanie. Venga usted a ayudarnos. —ЎOh! Mamita, yo no puedo meterme... —Si no puede usted, їquiйn puede? —Pero їquй podrнa hacer yo, Mamita? —Seсorita Melanie, yo no sй. Pero usted puede algo. Puede usted hablar al seсorito Rhett, y acaso йl la escuche. Tiene mucha confianza en usted, seсorita Melanie; tal vez usted no lo sepa, pero es asн. Le he oнdo decir muchas veces que usted es la ъnica gran seсora que conoce. —Pero... Melanie se levantу confundida, con el corazуn encogido a la idea de enfrentarse con Rhett. La idea de discutir con un hombre tan trastornado por el dolor como Mamita indicaba le daba frнo. La idea de entrar en la habitaciуn brillantemente iluminada donde yacнa la niсita a quien tanto quiso la estremecнa. їQuй podrнa ella hacer? їQuй podrнa decirle a Rhett que aliviase su dolor y lo volviese a la razуn? " Por un momento se detuvo indecisa, y, a travйs de la cerrada puerta, le llegу la vocecita de su hijo. Como una puсalada en el corazуn, tuvo la idea dй su hijo muerto. ЎSi su pequeсo Beau estuviera arriba, con su cuerpecillo helado y su alegre risa muda para siempre! —ЎOh! —gritу asustada; y en su imaginaciуn apretу al pequeсo en sus brazos. Comprendнa lo que Rhett sentнa. Si Beau hubiera muerto, їcуmo podrнa dejarlo solo con la lluvia, y el viento, y la oscuridad? —ЎOh, pobre capitбn Butler! —exclamу—. Voy a verlo en seguida, ahora mismo. Entrу de prisa en el comedor y dijo unas rбpidas palabras a Ashley; sorprendiу a su pequeсo y lo cogiу en brazos y lo besу apasionadamente. Saliу de casa sin sombrero, con la servilleta de la cena aъn en la mano, y el paso que llevу era casi imposible de seguir para las viejas piernas de Mamita. Una vez en el vestнbulo de Scarlett, saludу con una inclinaciуn de cabeza a la gente reunida en la biblioteca, a la asustada Pittypat, a la imponente seсora Butler, a WiE y a Suellen, y subiу las escaleras rбpidamente, con Mamita siguiйndola jadeante. Un momento se detuvo ante la puerta cerrada del cuarto de Scarlett, pero oyу a Mamita bisbisear: —No, no haga usted eso. Melanie se adelantу mбs lentamente por el vestнbulo y se detuvo ante la puerta del cuarto de Rhett. Permaneciу asн un momento, indecisa, como si necesitara tomar aliento. Luego, dбndose impulso con los brazos como un soldadito que entra en batalla, golpeу en la puerta y llamу suavemente: —ЎPor favor, dйjeme pasar, capitбn Butler! Soy la mujer de Wilkes. Deseo ver a Bonnie. La puerta se abriу rбpidamente, y Mamita, escondiйndose en las sombras, pudo distinguir a Rhett, voluminoso y negro, resaltando en el resplandeciente fondo de luces. Se tambaleaba sobre sus pies, y Mamita pudo percibir el olor de whisky de su aliento. Йl mirу durante un momento a Melanie, y luego, cogiйndola por un brazo, la metiу en la habitaciуn y cerrу la puerta. Mamita se acercу a una silla que habнa al lado de la puerta y se dejу caer en ella pesadamente. Se sentу llorando en silencio y rezando. De vez en cuando, levantaba el borde de su vestido y se enjugaba los ojos. Aunque forzaba sus oнdos todo lo posible, no podнa oнr palabras; tan sуlo llegaba a ella de dentro de la habitaciуn un murmullo entrecortado. Despuйs de una espera interminable, la puerta se abriу y el rostro de Melanie, pбlido y tenso, apareciу en ella. —Trбigame pronto una taza de cafй y unos emparedados. Cuando el diablo se mezclaba, Mamita sabнa ser tan ligera como una jovencita de diecisйis aсos, y su curiosidad por entrar en el cuarto de Rhett fue en este caso el diablo que la acuciу. Pero su esperanza se tornу en desilusiуn cuando Melanie, abriendo simplemente una rendija, cogiу la bandeja. Mucho tiempo permaneciу Mamita aguzando el oнdo, pero no pudo distinguir mбs que el tintineo de la plata en la porcelana y los ahogados tonos de la suave voz de Melanie. Luego oyу el crujido de la cama al caer sobre ella un pesado cuerpo y poco despuйs el ruido de unas botas sobre el suelo. Despuйs de un intervalo, Melanie apareciу en la puerta, pero se esforzу para que Mamita no pudiera ver lo que ocurrнa dentro de la habitaciуn. Melanie parecнa cansada, y en sus pestaсas se veнan lбgrimas, pero su rostro se habнa serenado. —Vaya y dнgale a la seсorita Scarlett que el capitбn Butler estб de acuerdo en que el entierro se celebre maсana por la maсana —balbuceу. —ЎBendito sea Dios! —exclamу Mamita—. Pero їcуmo...? —No hable tan alto. Se estб quedando dormido. Y dнgale a la seсorita Scarlett que me quedarй aquн toda la noche. Y usted prepбreme una taza de cafй. Trбigamelo aquн. —їAquн, a este cuarto? —Sн. Le he prometido al capitбn Butler que si se acostaba yo me quedarнa aquн velando toda la noche. Ahora vaya y dнgaselo a la seсorita Scarlett para que no se preocupe mбs. Mamita se precipitу al vestнbulo haciendo retemblar el suelo con su peso; su corazуn aliviado cantaba: «ЎAleluya, aleluya! ». Se detuvo pensativa a la puerta del cuarto de Scarlett, con la mente hirviendo de gratitud y curiosidad. «Cуmo lo habrб conseguido la seсorita Melanie es cosa que no comprendo. Los бngeles luchan a su lado. Voy a decirle a la seсorita Scarlett que el entierro serб maсana por la maсana; pero me parece que es mejor que me calle que la seсorita Melanie se ha quedado velando a la pequeсa. A la seсorita Scarlett no iba a gustarle nada. » Algo iba mal en el mundo, algo sombrнo y terrible que lo penetraba todo como una densa niebla que se espesaba alrededor de Scarlett. Este malestar era aъn mбs profundo que el causado por la muerte de Bonnie, porque ahora la primera e insoportable angustia se iba desvaneciendo en la resignaciуn por su pйrdida. Sin embargo, la horrible sensaciуn de que se avecinaba un desastre persistнa, como si algo negro y encapuchado estuviera a su lado, como si el suelo se transformara en arena movediza bajo sus pies. Nunca hasta entonces habнa conocido esta clase de miedo. Toda su vida sus pies habнan estado firmemente asentados en el sentido comъn, y las ъnicas cosas que habнa temido fueron aquellas que podнa ver: heridas, hambre, miseria, pйrdida del amor de Ashley. Ella, que nunca habнa buscado la razуn de las cosas, procuraba ahora analizarlas, pero sin йxito. Habнa perdido a su hija predilecta, pero esto podнa soportarlo, como habнa soportado otras pйrdidas abrumadoras. Tenнa salud, tenнa tanto dinero como podнa desear, tenнa aъn a Ashley, aunque lo veнa cada vez menos en aquellos dнas. Hasta la tensiуn que habнa existido entre ellos desde el dнa de la desgraciada fiesta de Melanie no la molestaba ya porque sabнa que pasarнa. No, su temor no era al dolor, al hambre ni a la pйrdida del amor. Tales temores nunca la habнan abatido como este sentimiento de malestar, este fastidioso temor, que era extraсamente parecido al que habнa sentido en su antigua pesadilla; una espesa y envolvente niebla, a travйs de la cual corrнa, con el corazуn saltбndosele del pecho, como una niсa perdida buscando un puerto de refugio invisible para sus ojos. Recordaba que Rhett habнa sido siempre capaz de hacerla reнr de sus temores. Recordaba la protecciуn de su bronceado pecho y de sus fuertes brazos. Y por eso se volviу hacia йl con ojos que por primera vez lo veнan desde hacнa varias semanas. El cambio que pudo ver en йl la dejу estupefacta. Aquel hombre ahora no iba a reнrse de ella, pero tampoco iba a tranquilizarla. Durante algъn tiempo despuйs de la muerte de Bonnie, Scarlett habнa estado demasiado ofendida con йl, demasiado preocupada por su propio dolor, para hacer algo mбs que hablarle cortйsmente delante de los criados. Habнa estado demasiado ocupada recordando el ruido de las ligeras carreras de Bonnie y su sonora risa, para pensar que йl tambiйn debнa de estar acordбndose con dolor aъn mayor que el suyo. Durante aquellas semanas se habнan encontrado y hablado tan cortйsmente como extraсos que se encuentran entre las impersonales paredes de un hotel, compartiendo el mismo techo, la misma mesa, pero sin compartir nunca los unos los pensamientos de los otros. Ahora, que se encontraba asustada y sola, habrнa roto esta barrera si hubiera podido, pero se encontrу con que йl la mantenнa a distancia, como si quisiera no tener con ella palabras que pasaran a la« superficie. Ahora que el enfado se desvanecнa, deseaba decirle que no lo consideraba culpable de la muerte de Bonnie. Deseaba llorar en sus brazos y decirle que ella tambiйn se habнa sentido extraordinariamente orgullosa de lo bien que su hija montaba a caballo, extraordinariamente indulgente con sus hazaсas. Ahora se habrнa humillado con gusto y hubiera admitido que sуlo le habнa lanzado aquella acusaciуn instigada por su dolor, como si hiriйndolo a йl esperara aliviar su propia herida. Pero nunca llegaba el momento oportuno. Йl la miraba con una mirada inexpresiva que no la invitaba a hablar. Y, una vez aplazadas, las disculpas resultaban cada vez mбs difнciles de exponer, y, finalmente, imposibles. Scarlett se preguntaba cуmo era posible esto. Rhett era su marido, y entre ellos existнa el indisoluble lazo que une a dos personas que han compartido el mismo lecho y encarnado y dado la vida a un hijo querido, y contemplado cуmo aquel hijo pasaba prematuramente al reposo eterno. Sуlo en los brazos del padre de aquel hijo podнa encontrar consuelo, en el intercambio de recuerdos y penas, que los herirнan al principio, pero que luego los ayudarнan a soportarlos. Pero ahora, tal como las cosas estaban entre ellos, lo mismo hubiera podido refugiarse en los brazos de un extraсo. Rhett rara vez estaba en casa. Cuando se sentaban juntos a cenar, iba generalmente embriagado. Ya no bebнa ahora como al principio, aumentando su cortesнa y su mordacidad a medida que el licor se iba apoderando de йl y diciendo cosas divertidas y maliciosas, que la hacнan reнr aunque no quisiera. Ahora estaba silencioso, tenнa la bebida triste y se ponнa como una verdadera cuba. Algunas veces le oнa, en las primeras horas de la madrugada, llegar por el patio trasero y llamar a la puerta de la vivienda de los criados para que Pork le ayudase a subir las escaleras y lo metiese en la cama. ЎRhett, que siempre habнa resistido la bebida como nadie! Ahora era tan descuidado como cuidadoso habнa sido antes, y a Pork le costaba agrias discusiones el conseguir que se cambiase de ropa antes de cenar. El exceso de whisky se le notaba en la cara, y las duras y acusadas lнneas de su mandнbula se borraban con hinchazуn enfermiza bajo las bolsas que se formaban en sus sanguinolentos ojos. Su enorme cuerpo, con sus fuertes mъsculos, parecнa flojo y desmadejado, y la lнnea de su cintura comenzaba a engrosar. A menudo no volvнa en toda la noche, y ni siquiera mandaba aviso para que no se le esperase. Lo mбs probable es que en esas ocasiones estuviese borracho roncando el algъn cuarto de una casa de bebidas, pero Scarlett siempre imaginaba que estaba en casa de Bella Watling. Una vez vio a Bella en una tienda; era una mujer fuerte y obesa, que habнa perdido la mayor parte de su atractivo. Pero, a pesar de todas sus pinturas y su llamativo arreglo, su aspecto era casi el de una robusta madre de familia. En lugar de bajar los ojos o mirarla desafiadora como hacen otras mujeres ligeras cuando se enfrentan con seсoras, Bella devolviу mirada por mirada, buscando su rostro con una intencionada mirada casi compasiva que hizo ruborizarse a Scarlett. Pero ahora Scarlett, no podнa acusar a Rhett, no podнa enfadarse con йl, ni pedirle fidelidad, ni tratar de avergonzarle; lo mismo que no podнa resolverse a presentarle sus excusas por haberle acusado de la muerte de Bonnie. Se sentнa agarrotada por una asombrosa apatнa, por un sentimiento de desamparo que no podнa comprender, un desamparo que se hacнa mбs profundo que nada de lo que habнa conocido jamбs. Estaba sola y no recordaba haber estado nunca tan sola hasta entonces. Tal vez no hubiese tenido tiempo de sentirse sola. Estaba sola y sentнa miedo, y no tenнa a nadie a quien volverse, a nadie excepto a Melanie. Porque ahora hasta Mamita, su brazo derecho, se habнa marchado a Tara. Se habнa marchado para siempre. Mamita no habнa dado ninguna explicaciуn de su partida. Sus ojos viejos y cansados miraban tristemente a Scarlett cuando le pidiу su autorizaciуn. A las lбgrimas de Scarlett y a sus sъplicas para que se quedase, Mamita sуlo contestу: —Me hace el efecto de que la seсorita Ellen me manda marchar y me dice: «Mamita, vete a casa, tu labor estб terminada». Y por eso me voy a casa. Rhett, que habнa estado presenciando la conversaciуn, dio a Mamita el dinero para el viaje, y, con unas palmaditas en el brazo, le asegurу: —Tiene usted razуn, Mamita. La seсorita Ellen tiene razуn. Su labor aquн estб terminada. Vayase a casa. No deje de decirme si alguna vez necesita algo. Y cuando Scarlett prorrumpiу en уrdenes indignadas: —Cбllate, idiota, dйjala marchar —dijo^. їCуmo puede haber nadie que quiera quedarse en esta casa, ahora? Y habнa un destello tan salvaje en sus ojos, que Scarlett, asustada, se alejу de йl. —Doctor Meade, їcree usted que puede... que puede haberse vuelto loco? —preguntу despuйs, recurriendo al doctor en aquel terrible desamparo. —No —respondiу el doctor—. Pero estб bebiendo como un pez y se matarб si continъa asн. Querнa a la niсa, Scarlett, y estoy seguro de que bebe para olvidarla. Y, ahora, mi consejo es que le dй usted otro hijo lo mбs pronto que pueda. «ЎAy! —pensaba Scarlett, amargamente, al salir de su consulta—. Es mбs fбcil decirlo que hacerlo. » Con alegrнa tendrнa otro hijo, varios hijos, si con eso desapareciera aquella expresiуn de los ojos de Rhett y se colmara el doloroso vacнo de su pobre corazуn. Un chico que tuviera la apostura morena de su padre, y otra niсa. ЎOh! ЎOtra niсa bonita, alegre y voluntariosa, y llena de risa, no como la casi anormal Ella. ЎOh! їPor quй, por quй no se habнa llevado Dios a Ella, si era preciso que se llevara a alguno de sus hijos? Ella no era un consuelo para Scarlett, ahora que Bonnie se habнa ido. Pero Rhett no parecнa desear otros hijos. Al menos nunca volviу a entrar en su alcoba, aunque la puerta ya nunca estaba cerrada con llave, sino, por lo corriente, invitadoramente abierta. No parecнa preocuparse de Scarlett. No parecнa preocuparse por nada ahora, excepto por el whisky y por aquella rolliza mujer pelirroja. Rhett era ahora cбustico, cuando antes habнa sido finamente burlуn; brutal, cuando sus dardos habнan sido antaсo suavizados por el ingenio. Despuйs de la muerte de Bonnie, muchas de las seсoras de la vecindad, cuyas simpatнas le habнa reconquistado su cariсo a la niсa, estaban ansiosas de demostrarle su afecto. Lo paraban en la calle para manifestarle su pйsame y le hablaban desde sus jardines diciйndole que comprendнan su dolor. Pero ahora que Bonnie, la razуn de sus buenas maneras, se habнa ido, las maneras se fueron tambiйn; interrumpнa a las seсoras y sus bien intencionadas manifestaciones de pйsame de manera grosera y ruda. Pero, cosa extraсa, las seсoras no se ofendнan. Comprendнan o creнan comprender. Cuando volvнa al anochecer, tan embriagado que casi no podнa sostenerse sobre el caballo, mirando ceсudo a los que le hablaban, las seсoras decнan: «ЎPobrecillo! », y redoblaban sus esfuerzos para ser cariсosas y amables. Les daba mucha lбstima del pobre hombre, con el corazуn destrozado, y que volvнa a casa para no encontrar consuelo mejor que Scarlett. Todo el mundo sabнa lo frнa y sin corazуn que era Scarlett. Todo el mundo se indignaba ante la facilidad con que se habнa repuesto de la muerte de Bonnie, sin darse cuenta, o sin querer dбrsela, del esfuerzo que se escondнa tras la aparente conformidad. Rhett tenнa la mбs tierna simpatнa de toda la ciudad, y ni lo sabнa ni le importaba. Scarlett tenнa todas las antipatнas, y por una vez hubiera recibido con agradecimiento el afecto de sus antiguos amigos. Ahora ninguno de los antiguos conocidos visitaba a Scarlett, excepto tнa Pitty, Melanie y Ashley. Sуlo los amigos de ъltima hora venнan en sus elegantes coches a visitarla, deseosos de demostrarle su simpatнa, ansiosos de entretenerla con el chismorreo a propуsito de otros amigos tambiйn nuevos que no le interesaban en absoluto. Todo era gente nueva; extraсos todos. No la conocнan, no la conocerнan nunca. No tenнan la menor idea de lo que habнa sido su vida hasta alcanzar la segura opulencia en su mansiуn de Peachtree Street. No. tenнan interйs alguno en hablar de lo que habнa sido su vida hasta conseguir los terciopelos, los brocados, las victorias, los troncos de caballos. No sabнan nada de las luchas, de las privaciones, de todas las cosas que habнan hecho esta casa tan hermosa y los vestidos tan lujosos, y la plata, y las reuniones. Ellos no lo sabнan. No les importaba. Esta gente de sabнa Dios dуnde, que parecнa vivir siempre en la superficie de las cosas, no tenнa recuerdos comunes de guerra, de hambre, de lucha, no tenнa raнces comunes que se hundiesen en la misma tierra roja. En su soledad, le hubiera gustado pasar las veladas con Maribella o con Fanny, o la seсora Elsing, o la seсora Whiting, o hasta con la terrible y batalladora seсora Merriwether, o la seсora Bonnel, o cualquier otra de sus antiguas amigas y vecinas. Porque ellas sн sabнan. Habнan conocido la guerra, y el terror, y el fuego, y habнan visto a personas amadas desaparecer antes de tiempo; habнan pasado hambre, habнan vivido con el lobo en la puerta, y habнan levantado su fortuna de las ruinas. Hubiera sido un alivio el sentarse al lado de Maribella recordando que Maribella habнa enterrado un hijo, muerto en la loca huida ante Sherman. Le habrнa consolado la presencia de Fanny, sabiendo que ella y Fanny habнan perdido ambas sus maridos en los duros dнas de la ley marcial. Habrнa habido un placer amargo en reнr con la seсora Elsing, recordando el rostro de la anciana seсora mientras fustigaba a su caballo a travйs de Cinco Puntos el dнa de la caнda de Atlanta, con su botнn cogido en los almacenes de intendencia, dando tumbos en el coche. Serнa agradable comparar sus historias con las de la seсora Merriwether, que ahora, tranquila con la marcha de la panaderнa, dirнa: «їSe acuerda quй mal estaban las cosas inmediatamente despuйs de la rendiciуn? їSe acuerda usted cuando no sabнamos de dуnde nos vendrнa el prуximo par de zapatos? Y mнrenos ahora»; Sн, hubiera sido agradable. Ahora comprendнa por quй, cuando dos ex confederados se encontraban, hablaban de la guerra con tanto alivio, con orgullo, con nostalgia. Aquellos dнas habнan probado su corazуn, pero habнan salido honrosamente de ellos. Eran veteranos. Ella era veterana tambiйn, pero no tenнa camaradas con quienes recordar las batallas. ЎOh, volver a encontrarse entre su gente, aquella gente que habнa sufrido las mismas cosas y sabнa cуmo hieren!... ЎOh, quй parte tan grande de uno mismo constituнa! Pero, de un modo u otro, aquella gente se habнa deslizado fuera de su vida. Scarlett se daba cuenta de que ella habнa tenido la culpa. Nunca le habнa preocupado hasta ahora, hasta ahora que Bonnie habнa muerto, y que ella estaba sola, y que tenнa miedo, y que veнa frente a ella, al otro lado de la mesa, brillantemente iluminada, a un desconocido, borracho como una cuba, que se desmoronaba ante sus ojos. Scarlett estaba en Marietta cuando llegу el telegrama urgente de Rhett. Habнa un tren que salнa para Atlanta dentro de diez minutos y lo cogiу, sin llevar mбs equipaje que un maletнn y dejando a Wade y a Ella en el hotel, con Prissy. Atlanta estaba a sуlo treinta y dos kilуmetros, pero el tren se arrastraba lentamente en aquella hъmeda tarde de otoсo, parбndose en cada apeadero para recoger viajeros. Llena de pбnico, ante el telegrama de Rhett, loca por llegar, Scarlett casi lloraba de impaciencia a cada parada. El tren corrнa a travйs de bosques amarillentos, dejaba atrбs las rojas laderas de las colinas, aъn surcadas por trincheras serpenteantes, emplazamientos de viejas baterнas y galerнas subterrбneas donde ahora crecнa la maleza, y por las que los hombres de Johnston se habнan retirado tan tristemente, luchando por cada palmo de terreno. Cada estaciуn, cada cruce que el conductor nombraba, tenнa el nombre de una batalla, de un sitio, de una escaramuza. Cualquiera de ellos hubiera estremecido a Scarlett con las angustias del recuerdo, pero ahora no tenнa ni un pensamiento para ellos. El aviso de Rhett decнa: «Esposa de Wilkes enferma; vuelve inmediatamente. » Anochecнa cuando el tren se detuvo en Atlanta. La llovizna oscurecнa la ciudad. Los faroles de gas de la calle lucнan tenuemente, como globos amarillos en la niebla. Rhett la esperaba en la estaciуn con el coche. Sуlo el ver su cara la asustу mбs que el telegrama. Nunca antes la habнa visto tan glacial. —ЎNo ha...! —gritу. —No, aъn vive. Rhett la ayudу a subir al coche. —A casa de la seсora Wilkes, y lo mбs de prisa que pueda... —ordenу al cochero. —їQuй es lo que tiene? Yo no sabнa que estaba mala. Parecнa estar admirablemente la semana pasada. їHa sufrido algъn accidente? ЎOh, Rhett, no es tan serio como tъ...! —Se estб muriendo —dijo Rhett, y su voz era tan rнgida como su rostro—. Quiere verte. —ЎMelanie, no! ЎPor Dios, Melanie, no! їQuй le ha ocurrido? —Ha tenido un aborto. —Un... un... Pero Rhett, si ella... —Scarlett vacilу. Esta informaciуn, que colmaba el horror de la noticia, le quitу la respiraciуn. —їNo sabнas que estaba esperando un niсo? Ni siquiera pudo contestar con la cabeza. —Claro. Me figuro que no. No creo que se lo dijera a nadie. Querнa que fuera una sorpresa. Pero yo lo sabнa. —їLo sabнas? ЎPero ella no te lo habнa dicho! —No necesitу decнrmelo. Lo sabнa. Era tan feliz estos dos ъltimos meses, que yo sabнa que no podнa ser otra cosa. —ЎPero, Rhett! El doctor habнa dicho que el tener otro niсo la matarнa. —Y la ha matado —dijo Rhett. Y al cochero—. ЎPor amor de Dios! їNo puede usted ir mбs de prisa? —No puede estar muriйndose, Rhett. Yo no me he muerto... y yo... —Ella no tiene tu fortaleza. Nunca ha tenido ninguna fortaleza. Nunca ha tenido mбs que su corazуn. El coche subiу un repecho ante la casita blanca y Rhett ayudу a bajar a su mujer. Temblando, asustada, con un sentimiento repentino de soledad que la ahogaba, Scarlett le cogiу las manos. —їNo entras, Rhett? —No —dijo йl. Y se volviу al coche. Scarlett subiу corriendo los escalones de la entrada, cruzу el porche y abriу la puerta. Allн, a la amarillenta luz de la lбmpara, estaban Ashley, tнa Pitty e India. Scarlett pensу: «їQuй hace aquн India? Melanie le dijo que nunca mбs volviera a poner los pies en su casa». Los tres se levantaron al verla. Tнa Pitty, mordiйndose los labios para que no temblaran; India, mirбndola fijamente con mirada trastornada por el dolor, pero sin odio; Ashley parecнa insensible como un sonбmbulo, y, cuando Scarlett se acercу a йl y le puso una mano en el hombro, hablу como un sonбmbulo: —ЎTe llama! —dijo—. ЎTe llama! —їPuedo verla ahora? —dijo Scarlett, volviйndose hacia la cerrada puerta del cuarto de Melanie. —No, el doctor Meade estб con ella ahora. Me alegro de que hayas venido, Scarlett. —Vine tan de prisa como pude. —Scarlett se quitу el sombrero y el abrigo—. El tren... їNo estб verdaderamente...? Dime que estб mejor. їVerdad que sн, Ashley? бablame. No me mires asн. їNo estб verdaderamente...? —No hace mбs que preguntar por ti —dijo Ashley, y la mirу a los ojos. Y en los ojos de йl leyу Scarlett la respuesta a su pregunta. Por un momento su corazуn se detuvo; y, de repente, un extraсo temor mбs fuerte que la ansiedad, mбs fuerte que el dolor, empezу a latir dentro de su pecho. «No puede ser verdad —pensу con vehemencia, procurando dominar ese temor—. Los mйdicos se equivocan. No quiero pensar que sea verdad. No quiero permitirme pensar que sea verdad. Voy a ponerme a gritar si pienso eso, debo pensar en cualquier otra cosa. » —No lo creo —gritу, indignada, mirando los tres rostros abrumados por el dolor, como desafiбndolos a que se atreviesen a contradecirla—. їY por quй no me lo dijo Melanie? Nunca me habrнa marchado a Marietta si lo hubiera sabido. Los ojos de Ashley despertaron como atormentados. —No se lo dijo a nadie, Scarlett, y a ti menos que a nadie; tenia miedo de que la riсeras si lo sabнas. Querнa esperar tres meses; despuйs creнa ella que ya estarнa tranquila y segura, y entonces sorprenderos a todas, y reнr, y deciros lo equivocados que habнan estado los mйdicos. ЎY era tan feliz! Ya sabes cуmo era con los niсos y cuбnto deseaba una hija. Y todo iba tan bien hasta... Y entonces, sin ninguna razуn en absoluto... La puerta del cuarto de Melanie se abriу suavemente y el doctor Meade saliу al vestнbulo, cerrando la puerta tras de sн. Permaneciу unos momentos con su barba gris hundida en el pecho y mirу a las cuatro personas, sъbitamente petrificadas por su presencia. Su mirada cayу por fin en Scarlett. Al acercarse a ella, Scarlett vio que los ojos del doctor rebosaban pesadumbre, y tambiйn tanta aversiуn y desprecio que inundaron de arrepentimiento su corazуn. —їDe modo que por fin ha venido? Antes de que Scarlett pudiese responder, Ashley se precipitу hacia la cerrada puerta. —Usted todavнa no —dijo el doctor—. Su mujer quiere hablar con Scarlett. —Doctor —dijo India, apoyando una mano en su brazo. Aunque su voz no tenнa modulaciones, expresaba mucho mбs que las palabras—. Dйjeme verla un momento. Estoy aquн desde esta maсana esperando, pero ella...; dйjeme verla un momento... Quiero decirle... Tengo que decirle... que me habнa equivocado en... una cosa. No miraba a Ashley ni a Scarlett mientras hablaba, pero el doctor Meade dejу caer sobre Scarlett su frнa mirada. —Harй lo que pueda, India —dijo brevemente—. Pero sуlo si me da usted palabra de no gastar sus fuerzas diciйndole que se habнa equivocado. Ella sabe que usted se habнa equivocado y el oнr sus disculpas sуlo servirб para molestarla. Pitty empezу tнmidamente: —Por favor, doctor Meade. —Seсorita Pitty, ya sabe usted que usted llorarнa y se desmayarнa. Pitty enderezу su grueso cuerpecillo y devolviу al doctor mirada por mirada. Tenнa los ojos secos y su ademбn estaba lleno de dignidad. —Bueno, muy bien, valiente; dentro de un rato —dijo el doctor, mбs amable—. Venga, Scarlett. Se dirigieron de puntillas hacia la puerta, y el doctor puso una mano, semejante a una garra, sobre el hombro de Scarlett. —Ahora, seсora —murmurу brevemente—, nada de histerismos. y nada de confesiones a la cabecera de la moribunda o... Ўpor Dios que le retorcerй el cuello! No me lance una de sus inocentes miradas. Ya sabe usted a lo que me refiero; Melanie va a morir con tranquilidad, y usted no va a tranquilizar su conciencia contбndole todo lo referente a Ashley. Nunca he hecho daсo a una mujer, pero si le dice usted algo ahora... tendrб que entendйrselas conmigo.
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