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QUINTA PARTE 14 страница



Abriу la puerta antes de que Scarlett pudiera contestar, la metiу en un empujуn dentro del cuarto y volviу a cerrar. El cuartito, con muebles baratos de roble negro, estaba en la penumbra; la lбmpara tenнa una pantalla hecha con un periуdico. Era una alcobita pequeсa y cuidada, que parecнa la de una colegiala, con la camita estrecha, de cabecera baja, las cortinas lisas y recogidas con un alzapaсos, las alfombrillas gastadas. Todo era muy distinto del lujo de la alcoba de Scarlett, con sus grandes muebles de columnas talladas, sus cortinas de brocado color de rosa y la alfombra rosa de nudo.

Melanie yacнa en la cama, con el rostro hundido bajo la colcha, como el de una niсa. Dos trenzas negras le caнan a cada lado de la cara, y los ojos cerrados estaban rodeados por dos cнrculos purpъreos. A su vista, Scarlett quedу como petrificada, y se apoyу en la puerta. A pesar de la poca luz de la habitaciуn, podнa ver que la faz de Melanie tenнa color de amarillenta cera. Habнa huido de ella hasta la ъltima gota de sangre, y su nariz estaba muy afilada. Hasta aquel momento Scarlett habнa esperado que el doctor Meade estuviera equivocado. Pero ahora sabнa que no. En los hospitales, durante la guerra, habнa visto demasiados rostros con aquella nariz afilada para no saber lo que presagiaba infaliblemente.

Melanie se morнa, pero por un momento la mente de Scarlett se negу a creerlo. Melanie no podнa morir. Era imposible que muriese. Dios no podнa dejar morir a Melanie cuando ella, Scarlett, la necesitaba tanto. Nunca hasta entonces se le habнa ocurrido a Scarlett pensar que necesitaba a Melanie. Pero ahora la verdad surgiу de lo mбs recуndito de su alma. Habнa dependido de Melanie aъn mбs que de sн misma, y nunca lo habнa sabido. Ahora Melanie se morнa y Scarlett se daba cuenta de que no iba a poder pasarse sin ella. Ahora, cuando se dirigнa de puntillas hacia la tranquila figurita, con el pбnico atenazando su corazуn, comprendiу que Melanie habнa sido su espada y su escudo, su valor y su fuerza.

«Tengo que retenerla. No puedo dejarla marchar», pensaba mientras se dejaba caer al lado de su cama con un gran crujido de enaguas. Rбpidamente se apoderу de la frбgil manita que yacнa sobre la colcha y se sintiу asustada de nuevo al sentirla tan frнa. —Soy yo, Melanie —dijo.

Los ojos de Melanie se entreabrieron, y luego, como si se hubiera convencido de que era realmente Scarlett, se cerraron de nuevo. Despuйs de una pausa, lanzу un suspiro y murmurу:

—їMe prometes...?

—ЎOh, todo lo que quieras!

—Beau... Vela por йl.

Scarlett sуlo pudo mover la cabeza, pues sentнa en la garganta una extraсa opresiуn. Apretу la mano que sostenнa en seсal de asentimiento.

—Te lo entrego.

Con una dйbil sonrisa aсadiу:

—Te lo di una vez antes... Acuйrdate... Antes de que naciera.

Sн se acordaba. їPodrнa olvidar nunca aquel tiempo? Casi con tanta claridad como si aquel espantoso dнa hubiera vuelto, podнa sentir el asfixiante calor de aquella tarde de septiembre, recordar el terror a los yanquis, oнr la pesada marcha de las tropas en retirada, escuchar la voz de Melanie rogбndole que se encargase del niсo si ella morнa..., recordar tambiйn que aquel dнa habнa odiado a Melanie y habнa deseado que muriese.

«La he matado —pensу con una supersticiosa tortura—. He deseado tan a menudo que muriera, que Dios me ha oнdo y me castiga. »

—ЎOh, Melly! No hables asн. Sabes que te repondrбs de esto...

—No; promete...

Scarlett hizo un esfuerzo.

—Ya sabes que lo he prometido. Lo tratarй como si fuera mi propio hijo.

—їColegio? —preguntу la dйbil vocecita de Melanie.

—ЎOh, sн! La Universidad, y Harvard, y Europa, y todo lo que quiera... y... y una jaca... y lecciones de mъsica... ЎOh, por Dios, Melly, procura...! Haz un esfuerzo.

El silencio cayу de nuevo y el rostro de Melanie reflejу la lucha por reunir fuerzas para hablar de nuevo.

—Ashley —dijo—. Ashley y tъ... —La voz le faltу.

A la menciуn del nombre de Ashley, el corazуn de Scarlett se volviу frнo como el granito. ЎMelanie lo habнa sabido siempre! Scarlett hundiу la cabeza en la colcha y un sollozo que no quiso salir le atenazу la garganta con mano cruel. Melanie lo sabнa. Scarlett ya no sentнa vergьenza ahora, no sentнa mбs que un remordimiento salvaje por haber herido a una criatura tan angelical durante tantos aсos. Melanie lo habнa sabido... y, sin embargo, habнa seguido siendo su amiga leal. ЎOh, si fuera posible volver a vivir aquellos aсos! ЎNunca volverнa a dejar que sus ojos se encontraran siquiera con los de Ashley!

«ЎOh, Dios! —rezу rбpidamente—. Por favor, hazla vivir. Se lo harй olvidar. ЎSerй tan buena con ella! Yo nunca mбs volverй a hablar a Ashley en toda mi vida si Tъ la dejas que se ponga buena. »

—Ashley —dijo Melanie dйbilmente, y extendiу los dedos para tocar la inclinada cabeza de Scarlett.

Con el pulgar y el нndice le tirу del pelo con menos fuerza que un reciйn nacido. Scarlett comprendiу lo que aquello significaba, comprendiу que Melanie querнa que levantase la vista. Pero no podнa, no podнa encontrar los ojos de Melanie y leer en ellos que sabнa...

—Ashley —murmurу Melanie de nuevo.

Scarlett hizo un esfuerzo. Cuando mirara el rostro de Dios en el dнa del Juicio y leyera en sus ojos la sentencia, no serнa mбs terrible que aquello. El alma se le retorcнa, pero Scarlett levantу la cabeza.

Sуlo vio los mismos ojos negros, cariсosos, hundidos y empaсados por la muerte, la misma boca Ъena de ternura, cansada por la lucha que mantenнa para respirar. No habнa reproche en ellos, no habнa acusaciуn, no habнa miedo... Sуlo la ansiedad de no tener fuerzas suficientes para hablar.

Durante un momento estuvo demasiado aturdida para sentir ni siquiera alivio. Luego, al estrechar la mano de Melanie con mбs fuerza, una oleada de ardiente gratitud a Dios la invadiу, y por primera vez desde su infancia murmurу una humilde sъplica exenta de egoнsmo:

«ЎGracias, oh Dios mнo! Sй que no lo merezco, pero te doy las gracias por no dejarla saber. »

—їQuй quieres de Ashley, Melanie?

—Tъ... Vela por йl.

—ЎOh, sн!

—ЎSe acatarra tan fбcilmente!

Hubo una pausa.

—Vigila... sus negocios... їMe comprendes?

—Sн, comprendo. Lo harй.

Melanie hizo un gran esfuerzo.

—Ashley no es... nada prбctico.

Sуlo la muerte podнa haber obligado a Melanie a cometer aquella deslealtad.

—Vela por йl, Scarlett... Pero... nunca se lo dejes notar.

—Velarй por йl y por sus negocios, y nunca se lo dejarй notar. Me limitarй a sugerirle ideas.

Melanie consiguiу sonreнr tenuemente, pero con sonrisa de triunfo, cuando sus ojos encontraron de nuevo los de Scarlett. Su mirada sellу el pacto: la protecciуn de Ashley Wilkes contra un mundo demasiado duro se transmitнa de una mujer a otra, y el orgullo masculino de Ashley no debнa sentirse nunca humillado por saberlo.

Ahora la lucha cesу y la serenidad se reflejу en el rostro de Melanie, como si la promesa de Scarlett le hubiera dado la suprema tranquilidad.

—Eres tan inteligente..., tan valiente..., tan buena conmigo...

A estas palabras, un sollozo saliу de la garganta de Scarlett, quien apretу la mano de Melanie contra su boca. Iba a empezar a gritar como una niсa y a llorar desconsoladamente: «He sido un demonio. Te he engaсado. Nunca he hecho nada por ti. Todo lo hice por Ashley».

Se puso en pie bruscamente, clavбndose los dientes en el pulgar para conseguir reaccionar. Las palabras de Rhett volvieron a su imaginaciуn: «Te quiere: que йsa sea tu cruz». La cruz ahora era aъn mбs pesada. Ya era bastante terrible para ella haber tratado por todos los medios de arrebatarle a Ashley. Pero ahora era mucho peor. Melanie, que habнa confiado ciegamente en ella durante toda su vida, estaba depositando en ella el mismo cariсo y la misma confianza a la hora de la muerte. No, no podнa hablar. Ni siquiera pudo volver a decir: «Haz un esfuerzo para vivir». Debнa dejarla marcharse tranquilamente, sin lucha, sin lбgrimas, sin miedo.

La puerta se abriу suavemente y el doctor Meade apareciу en el umbral haciendo una seсa imperiosa. Scarlett se inclinу sobre la cama, conteniendo las lбgrimas y, cogiendo la mano de Melanie, la apoyу en sus mejillas.

—Buenas noches —dijo, y su voz estaba mбs tranquila de lo que nunca hubiera imaginado pudiera estar.

—Promйteme —repitiу el murmullo, cada vez mбs tenue.

—Todo, querida mнa.

—El capitбn Butler...; sй buena con йl... ЎTe quiere tanto!

«їRhett? », pensу Scarlett maravillada. Y las palabras de Melanie no tuvieron sentido alguno para ella.

—Sн, desde luego —contestу automбticamente, y poniendo un suave beso en la mano de su amiga la depositуle nuevo sobre la cama.

—Dнgales a las seсoras que vengan inmediatamente —balbuceу el doctor al salir Scarlett.

Con los ojos turbios, Scarlett vio a India y a Pitty seguir al doctor al cuarto de la enferma, recogiйndose las faldas para evitar que crujiesen. La puerta se cerrу tras ellas y la casa quedу en silencio. A Ashley no se le veнa por ninguna parte. Scarlett reclinу la cabeza contra la pared como una niсa castigada a retirarse a un rincуn y se frotу la dolorida garganta.

Detrбs de aquella puerta expiraba Melanie, y con ella se iba la fuerza en la que se habнa apoyado inconscientemente durante tantos aсos. їPor quй, Ўoh!, por quй no se habнa dado cuenta antes de lo mucho que querнa y necesitaba a Melanie? Pero їquiйn iba a haber pensado que aquella Melanie insignificante y menuda como en una fortaleza? Melanie, que se azoraba hasta las lбgrimas delante de los extraсos, tan tнmida para levantar la voz dando una opiniуn, tan temerosa de la crнtica de las personas mayores; Melanie, que carecнa de valor hasta para espantar a un gato.

Y sin embargo...

La imaginaciуn de Scarlett retrocediу, a travйs de los aсos, a aquella calurosa tarde en Tara, cuando una columnita de humo gris se elevaba sobre un cuerpo vestido de azul, y Melanie estaba de pie en lo alto de las escaleras con la espada de Charles en la mano. Scarlett recordaba haber pensado en aquel momento: «ЎQuй tonterнa! Melanie no podrнa ni siquiera levantar esa arma» Pero ahora comprendнa que, si hubiese sido necesario; Melanie se habrнa precipitado por las escaleras y hubiera matado al yanqui o la hubieran matado a ella.

Sн, Melanie habнa estado allн aquella tarde con una espada en su diminuta mano, dispuesta a luchar por Scarlett. Y ahora, mientras Scarlett volvнa tristemente la vista atrбs, se dio cuenta de que Melanie habнa estado siempre a su lado con una espada en la mano, tan intangible como su propia sombra, amбndola, luchando por ella con lealtad ciega y apasionada, luchando contra los yanquis, el fuego, el hambre, la miseria, la opiniуn pъblica y hasta con las personas amadas de su misma sangre.

Scarlett sintiу que el valor y la confianza en sн misma la abandonaban al comprobar que la espada que habнa relampagueado entre ellas y el mundo estaba envainada para siempre.

«Melanie ha sido la ъnica amiga que he tenido —pensу con desconsuelo—, la ъnica mujer, exceptuada mi madre, que me ha querido verdaderamente. Melanie es como mi madre. Todo aquel que la ha conocido se ha pegado a sus faldas. »

De repente sintiу como si Ellen yaciese detrбs de aquella puerta cerrada, abandonando el mundo por segunda vez. De pronto se vio de nuevo en Tara, con el aterrador peso del mundo sobre sus hombros, desolada ante el convencimiento de que no podrнa hacer frente a la vida sin la terrible fuerza del dйbil, del manso, del tierno de corazуn...

Permaneciу en el vestнbulo, indecisa, asustada. La oscilante luz de la chimenea del gabinete dibujaba sombras altas y oscuras en las paredes, a su alrededor. La casa estaba extraordinariamente silenciosa, y el silencio la penetraba como una llovizna. ЎAshley! їDуnde estaba Ashley?

Scarlett fue al gabinete, buscando a Wilkes como un animal helado busca el fuego. Pero no estaba allн. Tenнa que encontrarlo. Habнa descubierto la fortaleza de Melanie y su dependencia de ella, sуlo para perderla en el mismo momento de descubrirla; pero aъn le quedaba Ashley. Quedaba Ashley, que era fuerte y sabio y consolador. En Ashley y en su amor habнa fuerza en la que apoyar su debilidad, valor para dominar su miedo, consuelo para su pena.

«Debe de estar en su habitaciуn», pensу; y, cruzando de puntillas el vestнbulo, llamу suavemente con los nudillos. Nadie contestу. Scarlett empujу la puerta. Ashley estaba en pie frente a la mesita-tocador, mirando un par de guantes de Melanie, zurcidos. Primero cogнa uno y lo miraba, como si nunca lo hubiera visto antes. Luego lo dejaba sobre la mesa con cuidado, como si hubiera sido de cristal, y cogнa el otro.

Scarlett dijo con voz temblorosa: «Ashley», y йl se volviу lentamente y la mirу. Sus ojos ya no estaban dormidos y distantes, como cuando ella habнa llegado a la casa. Los ojos grises eran grandes y claros. En ellos vio un miedo que corrнa parejas con el miedo de ella, una desesperanza mбs triste que la suya, un asombro mбs profundo que el que ella pudiese sentir jamбs. El sentimiento de terror que se habнa apoderado de ella en el vestнbulo se hizo mбs intenso al ver su rostro. Se dirigiу hacia йl.

—Tengo miedo —dijo—. ЎOh, Ashley, ayъdame! ЎTengo tanto miedo!

Ashley no hizo ningъn movimiento para aproximarse a ella, pero se estremeciу apretando el guante con ambas manos. Ella le puso una mano en el brazo y murmurу:

—їQuй ocurre?

Los ojos de йl persiguieron insistentemente los de Scarlett, buscando, buscando desesperadamente algo que no encontrу. Por fin hablу con una voz que no era la suya.

—Estaba anhelando verte —dijo—. Iba a correr en tu busca, a correr como un niсo que necesita бnimo, y encuentro una niсa aъn mбs asustada que corre hacia mн.

—Tъ no... Tъ no puedes estar asustado —gritу ella—. Nunca te asustу nada. Pero yo... Tъ has sido siempre tan fuerte...

—Si yo he sido siempre fuerte era porque ella estaba detrбs de mн —dijo йl con voz entrecortada.

Y volviу a mirar el guante y acariciу los dedos.

—Y... y toda la fuerza que yo he tenido se estб yendo con ella.

Habнa tal acento de desesperaciуn en la voz de Ashley, que Scarlett dejу caer la mano que apoyaba en su brazo y se hizo atrбs. Y, en el pesado silencio que cayу entre ellos, sintiу que realmente le comprendнa entonces por primera vez en su vida.

—ЎCуmo la amabas! їVerdad, Ashley? —dijo lentamente.

Йl hablу haciendo un esfuerzo.

—Es el ъnico sueсo que he tenido en mi vida, un sueсo que vivнa, respiraba y no se desvanecнa frente a la realidad.

«ЎSueсos! —pensу Scarlett con algo de su antigua irritaciуn—. ЎSiempre sueсos en йl, nunca sentido comъn! »

Con el corazуn dolorido y algo amargado, le dijo:

—ЎHas estado loco, Ashley! їCуmo no te dabas cuenta de que valнa por mil como yo?

—ЎScarlett, por favor! ЎSi supieses todo lo que he sufrido desde que el doctor...!

—ЎQue has sufrido! їNo comprendes que yo...? ЎOh, Ashley, debнas haber sabido hace mucho tiempo que la querнas a ella y no a mн! їPor quй no lo comprendiste? Todo hubiera sido tan distinto, tan... ЎOh, debнas haberte dado cuenta y no haberme embaucado con toda tu palabrerнa de honor y sacrificio! Si me lo hubieras dicho hace aсos, me habrнa..., me habrнa matado. O tal vez hubiera podido soportarlo. Pero esperar hasta ahora, hasta que Melanie se estй muriendo, para descubrirlo, ahora que es demasiado tarde para hacer nada... ЎOh, Ashley! Los hombres son los que tienen que saber esas cosas, no las mujeres. Debнas haber visto tan claramente que durante todo este tiempo sуlo la amabas a ella, y a mн tan sуlo me deseabas como... como Rhett desea a esta mujer, la Watling.

Ashley retrocediу ante aquellas palabras; pero sus ojos siguieron buscando los de Scarlett, implorando silencio y consuelo. Todas las lнneas de su rostro admitнan la verdad de sus palabras. El encogimiento de sus hombros demostraba que su propio castigo era superior a cualquiera que ella pudiera infligirle. Permanecнa en pie, silencioso ante ella, oprimiendo el guante como si fuera una mano comprensiva. Y, en la quietud que siguiу a sus palabras, Scarlett sintiу ceder su indignaciуn, y una piedad mezclada de desprecio ocupу su lugar. La conciencia se lo reprochу: estaba pisoteando a un hombre indefenso. Y habнa prometido solemnemente a Melanie que velarнa por йl.

«Y tan pronto como acabo de prometйrselo, le digo cosas mezquinas e hirientes y que no necesito para nada decirle. Йl sabe la verdad y ello lo estб matando —pensу Scarlett con desconsuelo—. No es una persona mayor. Es un niсo como yo, y lo abruma el temor de perderla. Melanie sabнa lo que iba a ocurrir... Melanie lo conocнa mucho mejor que lo conozco yo. Por eso es por lo que me recomendу en un mismo suspiro que velase por йl y por Beau. їCуmo va a poder Ashley soportar esto? Yo sн puedo soportarlo. Yo puedo soportarlo todo. ЎHe tenido ya que soportar tanto! Pero йl no puede, no puede soportar nada sin ella. »

—Perdуname, querido —dijo cariсosamente, tendiйndole los brazos—. Comprendo lo que sufres. Pero acuйrdate de que ella no sabнa nada, de que nunca habнa ni siquiera sospechado... Dios ha sido bueno con nosotros.

Йl se acercу a ella y sus brazos la rodearon ciegamente. Scarlett se puso de puntillas para poner su mejilla a la altura de la de Ashley y con una mano le acariciу el cabello.

—No llores, querido. A ella le gustarнa que fueses valiente. Puede querer verte dentro de un instante y tienes que ser valiente. No debe darse la mбs mнnima cuenta de que has estado llorando. La disgustarнa.

Ashley la apretу de tal modo que Scarlett casi no podнa respirar, y la voz entrecortada resonу en sus oнdos.

—їQuй voy a hacer yo? No puedo..., no puedo vivir sin ella.

«Tampoco yo puedo», pensу Scarlett, estremecida ante la idea de los largos aсos venideros sin Melanie. Pero se dominу. Ashley dependнa de ella, Melanie confiaba en ella. Aquella vez, a la luz de la luna, en Tara, exhausta, sin fuerzas, habнa pensado: «Las cargas son para los hombros suficientemente fuertes para soportarlas». Ahora pensу lo mismo. Bueno; sus hombros eran fuertes, y los de Ashley, no. Enderezу sus hombros ante la carga y, con una tranquilidad que estaba lejos de sentir, besу las hъmedas mejillas de Ashley, sin fiebre, sin deseo ni pasiуn, sуlo con frнa bondad.

—Haremos lo que podamos —le dijo.

Una puerta se abriу йn el vestнbulo con sъbita violencia, y la voz del doctor Meade llamу con urgencia:

—ЎAshley! ЎPronto!

«ЎDios mнo, ha muerto! —pensу Scarlett—. Y Ashley no ha llegado a decirle adiуs. Pero їquiйn sabe?... »

—ЎDe prisa! —le gritу, empujбndolo, porque йl continuaba mirбndola como asustado—. ЎDe prisa!

Abriу la puerta y lo hizo salir por ella. Galvanizado por las palabras de Scarlett, Ashley corriу al vestнbulo apretando aъn el guante en una de sus manos. Scarlett oyу sus rбpidos pasos y luego el cerrar de una puerta.

Scarlett murmurу: «ЎDios mнo! », y acercбndose lentamente a la cama se sentу sobre ella y hundiу la cabeza entre las manos. Se sentнa cansada de repente, mбs cansada de lo que se habнa sentido nunca en su vida. Con el ruido del cierre de la puerta, la tensiуn bajo la cual habнa estado luchando, la tensiуn que le habнa dado fuerzas, cediу de pronto. Se sintiу exhausta de cuerpo y vacнa de toda emociуn. Ahora no sentнa pena, ni remordimiento, ni miedo, ni asombro. Estaba cansada y su mente latнa monуtona y mecбnicamente como el reloj de la chimenea.

De aquella monotonнa surgiу un pensamiento. Ashley no la amaba ni la habнa; amado nunca verdaderamente; pero el saberlo no le hizo daсo. Deberнa hacйrselo. Deberнa estar desconsolada, con el corazуn destrozado, presta a maldecir al destino. ЎHabнa confiado en su amor durante tanto tiempo! ЎLa habнa sostenido sobre tantos abismos! Sin embargo, allн estaba la verdad. Йl no la querнa, y a ella no le importaba. A ella no le importaba porque tampoco le querнa. No lo amaba y por eso nada de lo que йl hiciese o dijese podrнa causarle daсo.

Se tendiу en la cama y, rendida, recostу la cabeza sobre la almohada. Inъtil tratar de combatir la idea, inъtil decirse a sн misma: «ЎPero yo lo amo, yo lo he amado durante muchos aсos! El amor no puede cambiarse en indiferencia en un minuto».

Pero podнa cambiar y habнa cambiado.

«Realmente, ese amor nunca ha existido mбs que en mi imaginaciуn —pensу con cansancio—. Yo amaba algo. Me fabriquй algo que estб tan muerto como lo estб Melanie. Hice un lindo vestido y me enamorй de йl. Y cuando Ashley llegу a caballo, tan hermoso, tan ъnico, le coloquй aquel vestido y se lo hice llevar, le sentase bien o le sentase mal. Y no lo veнa como йl era realmente. Seguн enamorada del lindo vestido... y no de йl. »

Ahora retrocedнa en su imaginaciуn varios aсos y veнase con su traje de organdн blanco salpicado de flores verdes, de pie en el porche de Tara, estremecida a la vista del joven jinete de cabellos rubios que brillaban como un casco de oro. Podнa ver ahora muy claramente que su amor no habнa sido mбs que un capricho de niсa, no. mбs impiortante en realidad que el deseo colmado de aquellos pendientes de berilo que habнa conseguido de Gerald. Porque en el momento en que habнa poseнdo los pendientes habнan perdido todo su valor, como todo, excepto el dinero, perdнa valor en cuanto era suyo. Y, asн, йl hubiera sido una futesa si en aquellos dнas lejanos ella hubiese podido tener la satisfacciуn de casarse o negarse a casarse con йl. Si lo hubiese tenido a su merced, si lo hubiera visto cada vez mбs apasionado, importuno, celoso, mustio, implorante como los otros muchachos, el salvaje capricho que la habнa poseнdo hubiera pasado, se habrнa disipado tan ligero como la niebla ante el sol y el viento, cuando ella hubiera encontrado otro hombre.

«ЎQuй loca he sido! —pensу con amargura—. Y ahora tengo que sufrir las consecuencias. Lo que yo habнa deseado tan frecuentemente, ha ocurrido. Deseй que Melanie muriera para poder conseguir a Ashley. Y ahora Melanie ha muerto, y ya lo tengo, y no lo amo. Su condenado honor le harб preguntarme si quiero divorciarme de Rhett y casarme con йl. їCasarme con йl? ЎNo lo querrнa ni en bandeja de plata! Pero lo tendrй que aguantar lo mismo, colgado de mi cuello para todo el resto de mi vida. Mientras viva, tendrй que velar por йl, y cuidar de que no se muera de hambre, y de que la gente no hiera sus sentimientos. Va a ser otro niсo cogido a mis enaguas. He perdido mi amante y he ganado otro niсo. ЎY si no se lo hubiese prometido a Melanie no me... importarнa no volver a verlo jamбs! ».

Scarlett oyу fuera un murmullo de voces y, acercбndose a la puerta, vio a los asustados negros en pie en el vestнbulo. Dilcey con los brazos combados por el peso del dormido Beau, el tнo Peter llorando y Cookie secбndose con el delantal la cara, hъmeda de lбgrimas. Los tres la contemplaban, preguntando sin palabras lo que debнan hacer ahora. Mirу a travйs del vestнbulo hacia el saloncito y vio a India y a tнa Pitty tambiйn de pie, sin hablar, cogidas de la mano. Por una vez, India parecнa haber perdido su tiesura. Lo mismo que los negros, ellas tambiйn miraban, implorantes, a Scarlett, esperando sus instrucciones. Se dirigiу al saloncito y las dos mujeres se acercaron a ella.

—ЎOh, Scarlett, quй...! —empezу tнa Pitty, con su gruesa boca infantil sacudida por un temblor.

—No me hables o empezarй a llorar —dijo Scarlett. Sus nervios destrozados dieron un tono agudo a su voz, y sus manos se crisparon sobre sus caderas. La idea de hablar ahora de Melanie, de hacer los preparativos indispensables que siguen a una muerte, le agarrotaba la garganta.

—No quiero oнr ni una palabra de ninguno de vosotros. Ante el acento autoritario de su voz, todos se echaron atrбs, con expresiуn de desamparo en los rostros. «No debo llorar delante de ellos —pensaba Scarlett—, no debo estallar ahora, o si no empezarбn a llorar tambiйn, y los negros empezarбn a gritar, y todos nos volveremos locos. Debo dominarme. Es mucho lo que voy a tener que hacer. Ver a los empleados de la funeraria, y disponer el entierro, y vigilar que la casa estй limpia, y estar aquн para hablar a la gente que llorarб ante mн... Ashley no puede hacer esas cosas. Pitty e India tampoco pueden hacerlas. Tengo que hacerlas yo. ЎOh, quй peso tan terrible! Siempre ha sido un peso terrible y siempre lo ha soportado alguien que no he sido yo. »

Mirу los rostros doloridos de India y de Pitty y sintiу una oleada de contriciуn. A Melanie no le gustarнa que fuese tan dura con aquellos que tanto la habнan querido.

—Siento haberme puesto asн —dijo, hablando con dificultad—. Es sencillamente que... siento haber estado desagradable. Voy un minuto al porche, tнa. Necesito estar sola. Luego volverй, y haremos... Dio unas palmaditas a tнa Pitty y saliу rбpidamente por la puerta principal, comprendiendo que, si permanecнa un minuto mбs en aquella habitaciуn, sus nervios saltarнan. Necesitaba estar sola. Y necesitaba llorar o le estallarнa el corazуn.

Saliу al porche oscuro, cerrando la puerta tras de sн, y el aire frнo le dio de lleno en el rostro. La lluvia habнa cesado y no se oнa mбs ruido que el monуtono caer de las gotas de la parra. El contorno estaba envuelto en una niebla espesa que llevaba en su aliento el perfume del aсo que morнa. Todas las casas al otro lado de la calle estaban a oscuras, excepto una, y la luz de una lбmpara en la ventana, al caer en la calle, luchaba dйbilmente con la niebla, con las partнculas de oro que flotaban en sus rayos. Era como si el mundo entero estuviera envuelto en una manta de humo gris. Y el mundo entero estaba en silencio.

Inclinу la cabeza contra una columnita del porche y quiso llorar, pero las lбgrimas no acudieron a sus ojos. ЎEra una desgracia demasiado grande para llorar! Se estremeciу. Aъn resonaban en su imaginaciуn, atronando sus oнdos, los derrumbamientos de las dos inconquistables ciudadelas de su vida. Permaneciу un rato tratando de requerir las palabras mбgicas de su existencia: «Pensarй en todo esto maсana, cuando pueda soportarlo mejor». Pero las palabras mбgicas habнan perdido su poder. Ahora tenнa que pensar en dos cosas: en Melanie y en cuбnto la querнa y la necesitaba, y en Ashley y en la inexplicable ceguera que le habнa impedido verlo como realmente era. Y sabнa que estos pensamientos la herirнan con la misma intensidad maсana y todos los maсanas de su vida.

«No puedo volver a entrar ahora ahн dentro y hablar con todos ellos —pensу—. No puedo enfrentarme esta noche con Ashley y consolarlo. Esta noche, no. Maсana por la maсana vendrй temprano y harй las cosas que tengo que hacer, dirй las cosas alentadoras que tenga que decir. Pero esta noche no. No puedo. Me voy a casa. »

De allн a su casa sуlo habнa cinco manzanas de edificios... No querнa esperar a que el sollozante Peter enganchase el coche, no querнa esperar al doctor Meade para que la llevase a casa. No podнa soportar las lбgrimas del uno ni la muda reprobaciуn del otro. Bajу rбpidamente los oscuros escalones y saliу, sin abrigo ni sombrero, a la humedad de la noche. Dio vuelta a la esquina y echу a andar, colina arriba, hacia Peachtree Street, caminando por un mundo silencioso y oscuro. Hasta sus propios pasos eran tan silenciosos como en un sueсo.

Mientras se acercaba a la colina con el pecho henchido de lбgrimas que no querнan brotar, percibiу a su alrededor una sensaciуn irreal, la sensaciуn de que ya habнa estado en aquel lugar hъmedo y oscuro y bajo el mismo cъmulo de circunstancias, y no una, sino varias veces antes de entonces. «ЎQuй tonterнa! », pensу, intranquila, apretando el paso. Los nervios la estaban engaсando. Pero la sensaciуn persistнa, invadiendo su imaginaciуn. Mirу a su alrededor, insegura, y la sensaciуn aumentу, fantбstica, pero familiar. Levantу la cabeza como un animal que presiente el peligro. «Es sencillamente que estoy destrozada por lo que ha ocurrido», se dijo, procurando tranquilizarse. ЎY la noche tan misteriosa, tan llena de niebla! Nunca habнa visto antes una niebla tan espesa, excepto..., excepto...

Y entonces comprendiу, y el miedo le oprimiу el corazуn. Ahora sabнa. En cientos de pesadillas habнa volado a travйs de una niebla como йsta, a travйs de una regiуn obsesionante, sin linderos, envuelta en una niebla densa y helada, poblada de espнritus horribles y de sombras. їEstaba otra vez soсando o era el sueсo que se habнa hecho realidad?

Por un momento, la nociуn de las cosas la abandonу y se vio perdida. La antigua sensaciуn de la pesadilla se apoderу de ella mбs fuerte que nunca y su corazуn comenzу a galopar. Estaba de nuevo rodeada de muerte y de silencio, como habнa estado una vez en Tara. Todo lo que importaba en el mundo se habнa marchado de йl, la vida estaba en ruinas y el pбnico ululaba en su corazуn como un huracбn furioso. El horror que entraсaba la niebla y era a la vez la niebla, la dominу. Y echу a correr. Como habнa corrido un centenar de veces en sus sueсos, lo mismo corrнa ahora. Huyendo ciegamente, sin saber adonde, impelida por un espanto sin nombre, buscando entre la niebla gris la salvaciуn que estaba en algъn sitio.

Corriу por la oscura calle arriba, con la cabeza baja, el corazуn martilleбndole en el pecho, el aire hъmedo de la noche en los labios, los amenazadores бrboles sobre su cabeza. En algъn sitio, en algъn sitio de esta tierra salvaje, llena de hъmeda calma, habнa un refugio. Jadeaba colina arriba con las hъmedas faldas golpeбndole los tobillos, con los pulmones a punto de estallar, con los cordones del corsй hundiйndole las varillas en el corazуn.



  

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