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QUINTA PARTE 7 страницаЙl se deslizу de la mesa, riendo suavemente incrйdulo. Poniйndole la mano bajo la barbilla, la obligу a levantar la cabeza hacia йl. —Scarlett, Ўquй mal sabes mentir! Sн, la vida es mбs brillante ahora, por un lado. Йsta es la equivocaciуn. Aquellos tiempos no tenнan brillo, pero tenнan un encanto, una belleza, un sereno resplandor que... Su mente empezу a luchar; bajу los ojos. El sonido de su voz, el contacto de su mano, estaban abriendo suavemente puertas que ella habнa cerrado para siempre. Tras aquellas puertas estaba la belleza de los pasados dнas, y una triste ansia de ellos surgiу en su interior. Pero sabнa que, por muy bello que fuera, lo que habнa al otro lado de aquellas puertas era algo que tenнa que permanecer fuera. Nadie puede atravesarlas con una carga de tristes recuerdos. Nadie, absolutamente nadie. Йl le soltу la barbilla y, cogiendo entre las dos suyas una de las manos de Scarlett: —їTe acuerdas? —dijo; y ante el encanto de su voz, las desnudas paredes del despachito desaparecieron, y los aсos volvieron atrбs, como si ellos cabalgaran juntos por caminos reales en una primavera feliz. Al hablar, la presiуn de sus dedos se hizo mбs fuerte, y su voz tenнa la magia triste de las viejas canciones medio olvidadas. Podнase oнr el tintineo del bocado cuando cabalgaban bajo los бrboles, camino del picnic y de los Tarleton, y la despreocupada risa de los gemelos, ver el sol reflejбndose en su dorado cabello y advertir el orgullo con que dominaba su montura. Habнa mъsica en su voz: la mъsica de violines y de banjos a cuyo son bailaban en la casa blanca que ya no existнa. Sentнa el lejano ladrido de los perros por el oscuro pantano en aquellas hъmedas noches de otoсo y el olor de las macetas enguirnaldadas de acebo en tiempo de Navidad, y las sonrisas de todos, los negros y los blancos. Y volvнan en tropel los viejos amigos, riendo cual si no hubieran muerto tantos aсos atrбs: Stuart y Brent con sus largas piernas, su cabello jaro y sus bromas inocentes; Tomбs y Boyd, tan salvajes como potros sin domar; Joe Fontaine con sus expresivos ojos negros; Cade y Raiford Calvert con sus movimientos lбnguidos y graciosos; tambiйn estaban Juan Wilkes, y Gerald, congestionado por el brandy. Y un susurro y una fragancia: era Ellen. Y, sobre todo, una sensaciуn de seguridad saber que el maсana sуlo podнa traer la misma felicidad que el hoy habнa traнdo. Su voz se detuvo, y durante un largo momento se miraron a los ojos, y entre ellos estaba la feliz juventud perdida que tan inconscientemente habнan compartido... «Ahora ya sй por quй no puedes ser feliz —pensу Scarlett tristemente—. Nunca lo habнa comprendido antes. Ni siquiera podнa comprenderlo, porque yo tampoco era por completo dichosa. ЎPero estamos hablando como hablan los viejos! —pensу con triste sorpresa—. Los viejos que miran cincuenta aсos atrбs. Y nosotros no somos viejos. ЎEs simplemente que han ocurrido tantas cosas! Ha cambiado todo tanto, que parece que pasaron cincuenta aсos. Pero no somos viejos. » Mas cuando mirу a Ashley ya no lo encontrу joven y radiante. Tenнa la cabeza inclinada y parecнa no darse cuenta de que aъn estrechaba entre las suyas la mano de ella, y vio que el cabello que habнa sido dorado era ahora gris, gris plata, como la luz de la luna en el agua serena. La radiante belleza habнa huido de la tarde abrileсa y la suave dulzura del recuerdo era amarga como la hiйl. «No debнa haberle dejado que me hiciera mirar atrбs— pensу con pena—. Yo tenнa razуn cuando decidн no hacerlo nunca. Hace demasiado daсo. Le arrastra a uno el corazуn hasta que no se puede hacer otra cosa que mirar atrбs. Eso es lo que le ocurre a Ashley; no puede ya mirar adelante. No puede ver el presente, teme al futuro, y por eso mira al pasado. No lo comprendнa antes; nunca hasta ahora he comprendido a Ashley. ЎOh, Ashley, amor mнo, no mires al pasado! їQuй bien puede reportarte? No te dejarй que me vuelvas a hacer hablar de los viejos tiempos. Esto es lo que ocurre cuando se contempla la felicidad que fue: este dolor, este descorazonamiento, esta tristeza... » Se puso en pie; su mano estaba aъn entre las de йl. Tenнa que irse, no podнa seguir allн pensando en los dнas pasados y viendo su rostro, cansado, triste y frнo como estaba ahora. —Hemos cambiado mucho desde aquellos dнas, Ashley —dijo, tratando de dominar su voz, luchando con la pena que atenazaba su garganta—. Tenнamos otras ideas entonces. їVerdad? —Y luego, apresuradamente—: ЎOh, Ashley! ЎNada ha ocurrido como nosotros habнamos pensado! —No importa; la vida no estб obligada a darnos lo que esperamos de ella. Tomamos lo que nos da, y debemos estar agradecidos, si no nos da nada peor. Su corazуn estaba embotado por el dolor, de cansancio, al pensar en el largo camino recorrido. Acudiу a su memoria la Scarlett O'Hara ansiosa de pretendientes y de trajes bonitos, y que habнa intentado un dнa, cuando aъn era tiempo, ser una gran dama como Ellen. Sin darse cuenta, las lбgrimas brotaron de sus ojos y rodaron silenciosas por sus mejillas, y se quedу en pie, muda, contemplбndole, como una pobre niсa herida. Йl no dijo una palabra, pero la estrechу cariсosamente entre sus brazos, apretу su cabeza contra su hombro e, inclinбndose, apoyу su mejilla en la de ella. Scarlett se apretу contra йl y le enlazу sus brazos. El calor de los brazos de йl secу sus lбgrimas. Y era agradable estar en sus brazos sin pasiуn, sin nerviosidad, estar allн como una amiga querida. Sуlo йl, que compartiу sus recuerdos y su juventud, que conocнa sus principios y su presente, podнa comprender. Oyу fuera ruido de pasos, pero no prestу atenciуn, pensando que eran los carreteros que marchaban a sus casas. Permaneciу un momento escuchando el suave latido del corazуn de Ashley. Y de repente Ashley se separу de ella, asustбndola con su violencia. Le mirу sorprendida, pero Ashley no la estaba mirando. Miraba, por encima de su hombro, hacia la puerta. Scarlett se volviу. Allн estaba India, con el rostro pбlido y los ojos llameantes, y Archie, con su mirada malйvola. Detrбs de ellos se hallaba la seсora Elsing. Nunca pudo saber cуmo habнan salido del despacho. Pero saliу inmediatamente —porque se lo mandу Ashley—, dejando a йste y a Archie hablando agriamente en el cuartito y a India y a la seсora Elsing fuera, volviйndole la espalda. La vergьenza y el miedo la acuciaban de regreso a casa, y, en su imaginaciуn, Archie, con su barba patriarcal, asumнa las proporciones de un бngel vengador salido de las pбginas del Antiguo Testamento. En casa no habнa nadie. Las muchachas habнan ido a un funeral y los niсos estaban jugando en casa de Melanie. Melanie... Scarlett se quedу helada al acordarse de ella mientras subнa la escalera de su cuarto. Melanie se enterarнa de esto. India habнa dicho que se lo dirнa. ЎOh! India serнa feliz diciйndoselo, sin preocuparse de si herнa a Melanie, si haciйndolo podнa injuriar a Scarlett. Y la seсora Elsing hablarнa tambiйn, aunque realmente ella no habнa visto nada, pues estaba detrбs de India y de Archie a la puerta del despacho. Pero hablarнa exactamente igual. Toda la ciudad sabrнa la noticia a la hora de la cena. Todos, hasta los negros, estarнan enterados antes del desayuno del dнa siguiente. En la fiesta de esta noche, las mujeres se reunirнan en los rincones para murmurar discretamente y con malicioso placer. Scarlett Butler caнa de su alto y poderoso pedestal. Y la historia irнa creciendo, creciendo. No habнa manera de impedirlo. No se detendrнan en el mero hecho de que Ashley la estrechaba entre sus brazos mientras sollozaba. Antes de la noche la gente dirнa que habнa sido sorprendida en adulterio. ЎY habнa sido una cosa tan inocente, tan dulce! Scarlett pensaba desesperada: «ЎSi nos hubieran cogido aquellas Navidades en que lo licenciaron, cuando le di un beso de despedida; si nos hubieran cogido en la huerta de Tara, cuando le supliquй que huyera conmigo! ЎOh! ЎSi nos hubieran cogido cualquiera de las veces en que йramos realmente culpables, no hubiera sido tan terrible! ЎPero ahora, ahora! ЎCuando estaba en sus brazos como una amiga!... » Pero nadie querrнa creerlo. No tendrнa una sola amiga que se pusiese de su parte, ni una sola voz se levantarнa para decir: «Yo no creo que estuviese haciendo nada malo». Se habнa complacido demasiado en ofender a antiguos amigos, para pretender encontrar entre ellos un defensor. Sus nuevas amistades, que sufrнan sus desaires en silencio, acogerнan con entusiasmo la ocasiуn de insultarla. Todo el mundo creerнa cualquier cosa que se dijera de ella, aunque lamentarнa que un hombre tan considerado como Ashley Wilkes estuviese mezclado en un asunto tan inmoral. Como solнa ocurrir, toda la falta se la achacarнan a la mujer y mirarнan con benevolencia la culpa del hombre. Y en aquel caso tendrнan razуn; ella habнa ido a sus brazos. ЎOh! Podrнa soportar los pinchazos, las indirectas, las sonrisas encubiertas, todo lo que la ciudad entera pudiese decir, si habнa de soportarlas. ЎPero Melanie, no! ЎOh, Melanie, no! No sabнa por quй le importaba mбs Melanie que cualquier otra persona. Estaba demasiado apurada y asustada por un sentimiento de antigua culpabilidad, para tratar de comprenderlo. Pero se echу a llorar al pensar en la expresiуn de los ojos de Melanie cuando India le dijese que habнa sorprendido a Ashley abrazando a Scarlett... їY quй harнa Melanie cuando se enterara? їSepararse de Ashley? їQuй otra cosa podrнa hacer que fuese digna? «їY quй harнamos entonces Ashley y yo? —se dijo—. ЎOh, Ashley se morirб de vergьenza y me odiarб por atraer esto sobre йl! » De repente se secaron sus lбgrimas, apoderбndose de ella un sъbito terror. їY Rhett? їQuй harнa su marido? Tal vez no se enterase nunca. їCуmo era ese viejo dicho tan cнnico de que el marido es siempre el ъltimo que se entera? Tal vez nadie se atreviera a decнrselo. Hacнa falta ser bastante valiente para contarle a Rhett semejante cosa, porque Rhett tenнa la fama de pegar un tiro primero y pedir explicaciones despuйs. «ЎDios mнo, haz que no haya nadie lo bastante valiente para decнrselo! » Pero recordу el rostro de Archie en el despacho del depуsito, sus ojos incoloros, frнos, llenos de odio a ella y a todas las mujeres. Archie no temнa a Dios ni a los hombres y odiaba a las mujeres perdidas. Las habнa odiado lo suficiente para matar a una. Y habнa dicho que se lo contarнa a Rhett. Y se lo dirнa, pese a todo lo que Ashley pudiese hacer para disuadirle. A menos que Ashley lo matase, Archie se lo dirнa a Rhett creyйndolo su deber de cristiano. Se desnudу y se metiу en la cama; su imaginaciуn daba vueltas sin parar. ЎSi por lo menos pudiera cerrar la puerta y quedarse en aquel lugar seguro para siempre y no volver a ver a nadie nunca jamбs! Tal vez Rhett no se enterase esta noche. Dirнa que le dolнa mucho la cabeza y que no se sentнa capaz de ir a la fiesta. Por la maсana ya habrнa discurrido alguna cosa, alguna defensa para contener su ira. —No quiero pensarlo ahora —dijo desesperada, hundiendo el rostro en la almohada—. No quiero pensarlo ahora; ya lo pensarй luego, cuando pueda aguantarlo. Oyу volver a las muchachas a la caнda de la noche, y le pareciу que estaban muy calladas mientras preparaban la comida. їO era su culpable conciencia? Mamita fue a llamar a su puerta, pero Scarlett le mandу marchar diciйndole que no querнa cenar. Pasу el tiempo y por fin oyу los pasos de Rhett, que subнa las escaleras. Estuvo en tensiуn mientras le sentнa subir, reuniу todas sus fuerzas para enfrentarse con йl, pero Rhett pasу de largo y entrу en su habitaciуn. No se habнa enterado de nada. Menos mal que aъn respetaba su frнa sъplica de no volver a poner los pies en su alcoba, porque, si la viera ahora, su rostro la delatarнa. Tenнa que dominar sus nervios para decirle que se encontraba enferma y que no podнa ir a la reuniуn. Bueno, tenнa tiempo suficiente para tranquilizarse. їO serнa ya la hora? Desde el terrible momento de aquella tarde, el tiempo se habнa deslizado quedamente. Oyу a Rhett moverse en su cuarto bastante rato, hablando de vez en cuando con Pork. Todavнa no podнa reunir el valor necesario para llamarlo. Continuaba acostada, temblando en la oscuridad. Transcurrido mucho tiempo, Rhett llamу a la puerta, y ella, procurando dominar su voz, contestу: —Pasa. —їSe me invita a entrar en el santuario? —preguntу йl, abriendo la puerta. Estaba a oscuras y no podнa ver su rostro. їConseguirнa dominar la voz? Йl entrу y cerrу la puerta. —їEstбs arreglada para la fiesta? —Lo siento mucho, pero tengo una jaqueca terrible. —ЎQuй extraсo que su voz sonase tan natural! ЎGracias a Dios por la oscuridad! —. Creo que no podrй ir. Ve tъ, Rhett, y dile a Melanie que lo siento mucho. Hubo una larga pausa, y por fin йl, en la oscuridad, hablу mordaz, arrastrando las palabras. —ЎQuй mujerzuela tan hipуcrita y cobarde eres! Lo sabнa. Ella estaba temblando, incapaz de hablar. Le sintiу moverse en la oscuridad y encender una cerilla. El cuarto se llenу de luz. Йl se acercу a la cama y la mirу. Scarlett pudo ver que vestнa de etiqueta. —Levбntate —dijo con voz inexpresiva—. Vamos a la fiesta; tendrбs que darte prisa. —ЎOh, Rhett. no puedo! їNo ves? —Sн veo. Levбntate. —Rhett, їse atreviу Archie? —Archie se atreviу. ЎUn hombre muy valiente ese Archie! —Debнas haberlo matado por decir mentiras. —Tengo la costumbre de no matar a la gente que dice la verdad. No hay tiempo ahora para discusiones. Levбntate. Ella se sentу, apretando contra sн la bata. Lo mirу intentando leer en sus ojos. Йl estaba hermйtico e impasible. —No quiero ir, Rhett. No puedo, hasta que... se aclare esta mala interpretaciуn. —Si no te dejas ver hoy, nunca mбs volverбs a ser capaz de dejarte ver en esta ciudad. Y, si puedo soportar una mujer perdida, no puedo soportar una cobarde. Vas a ir esta noche, aunque todo el mundo, de Alex Stephens para abajo te niegue el saludo y la seсora Wilkes nos eche de su casa. —Rhett, dйjame explicarte. —No puedo oнrte. No hay tiempo. Vнstete. —Estбn equivocados India, y la seсora Elsing, y Archie. ЎY me odian tanto! India me odia de tal modo, que es capaz de calumniar a su mismo hermano, con tal de ofenderme a mн. Si me dejaras explicarte... «ЎSanta Madre de Dios! —pensу Scarlett—. Y si ahora me dice: " Explнcate", їquй puedo decir?, їquй puedo explicar? » —Habrбn estado contando mentiras a todo el mundo. No puedo ir esta noche. —Irбs —dijo йl— aunque tenga que llevarte empujбndote por el cuello y plantбndote el pie en la espalda a cada paso. Habнa un brillo frнo en sus ojos al cogerla de las manos para obligarla a levantarse; luego tomу su corsй y se lo alargу. —Pуntelo, yo te lo atarй. ЎOh, sн, sй atarlo muy bien! No, no quiero llamar a Mamita para que te ayude. No quiero que mientras tanto cierres la puerta y te artincheres aquн como una cobarde que eres. —No soy una cobarde —protestу ella, olvidada de su miedo—. Yo... —ЎOh! Ahуrrame esta retahila de matar yanquis y enfrentarte con el ejйrcito de Sherman. Eres una cobarde... entre otras cosas. Si no por tu conveniencia, irбs esta noche por la de Bonnie. їCуmo puedes comprometerla aъn mбs? Ponte el corsй. De prisa. Rбpidamente se quitу ella la bata, quedando sуlo con la camisa. Si йl la mirase y viese lo bonita que estaba en camisa, tal vez esa mirada que tanto la asustaba desaparecerнa de sus ojos. Despuйs de todo, Ўhacнa tanto tiempo que no la habнa visto en camisa...! Pero Rhett no la mirу. Estaba en el tocador buscando rбpidamente entre los vestidos. Rebuscу sacando sь traje de seda verde jade, el que estaba escotado hasta el pecho, y la falda con todo el vuelo echado hacia atrбs, con un enorme volante y en йste un gran ramo de rosas de terciopelo. i—Ponte esto —dijo, echбndolo sobre la cama y acercбndose a ella—. Nada de modesta paloma ni tonos discretos grises y lilas. Tienes que llevar tu bandera izada en el mбstil, porque si no intentarнas engaсarnos. Y mucho colorete. Estoy seguro de que la mujer que los fariseos sorprendieron en adulterio no estaba tan pбlida. Vuйlvete. Cogiу los cordones del corsй y tirу de ellos tan fuertemente que ella gritу asustada, humillada, azorada por aquel gesto brutal. —Hace daсo, їverdad? ЎLбstima que no estй alrededor de tu cuello! —Y se riу con burla; pero ella no pudo verle la cara. La casa de Melanie estaba totalmente iluminada, y se podнa oнr la mъsica desde la calle bastante antes de llegar. Cuando el carruaje se detuvo frente a ella, el agradable y excitante ruido de mucha gente que se divierte los envolviу. La casa estaba desbordante de invitados. Se los veнa en las galerнas, y muchos se hallaban sentados en los bancos del parque discretamente alumbrado por los multicolores farolillos. «No puedo entrar, no puedo —pensaba Scarlett, sentada en su coche, apretando, nerviosa, su arrugado paсuelo—. No puedo, no quiero, saltarй, y echarй a correr, me escaparй a cualquier lado, me volverй a Tara. їPor quй me obligу Rhett a venir? їQuй harб la gente? їQuй harб Melanie? їQuй aspecto tendrб? ЎOh, no puedo presentarme delante de ella! Tengo que escaparme. » Como si adivinase sus intenciones, la mano de Rhett se cerrу sobre su brazo como una garra. Aquella garra le dejarнa un cardenal. Era la mano brusca de un extraсo indiferente a sus torturas. —Yo creн que no habнa ningъn irlandйs cobarde. їQuй se ha hecho de tu tan cacareado valor? —Rhett, por favor, dйjame volver a casa y explicarte. —Tienes toda la eternidad para explicarte, y sуlo una noche para ser una mбrtir en el anfiteatro. Anda, querida. Dйjame ver cуmo te devoran los leones. Bajу del coche sin saber cуmo. El brazo con que Rhett la sostenнa, tan duro y firme como el granito, le comunicaba algъn valor. ЎPor Dios! ЎTenнa que enfrentarse con la gente, y lo harнa! їQuй eran todos sino un montуn de gatos que maullaban y araсaban porque estaban envidiosos de ella? Ya les enseсarнa. No le importaba lo que pensasen. Sуlo Melanie... Sуlo Melanie... Estaban en el porche. Rhett saludaba a derecha e izquierda, sombrero en mano, con voz frнa y tranquila. Cesу la mъsica al entrar ellos, y, confusamente, a Scarlett le hizo el efecto de que la multitud se precipitaba sobre ella, con el bramido del mar, y luego se alejaba con un rumor cada vez mбs tenue. їEs que todo el mundo le iba a negar el saludo? Bueno, Ўpor los clavos de Cristo! Que hiciesen lo que quisieran. Levantу la barbilla y sonriу, levantando los extremos de las cejas. Antes de que pudiera volverse a hablar a los que estaban inmediatos a la puerta, alguien llegу a travйs del tropel de gente. Se oyу un murmullo de extraсeza, que resonу en el corazуn de Scarlett. Por el sendero llegaba Melanie, con sus pasitos menudos y rбpidos, muy de prisa, muy de prisa, para recibir a Scarlett a la puerta, para hablar antes de que ninguna otra persona pudiera hacerlo. Sus estrechos hombros se habнan enderezado, echaba hacia atrбs la cabeza con dignidad, como si para ella no hubiese en aquel momento mбs invitado que Scarlett. Se colocу a su lado y deslizando el brazo por su cintura: —ЎQuй traje tan precioso, querida mнa! —dijo con su voz nнtida y clara—. їQuieres ser buena? A India le ha sido imposible venir esta noche a ayudarme. їQuieres recibir conmigo? Ya otra vez en su habitaciуn, Scarlett se dejу caer en la cama, sin preocuparse de su vestido de moarй ni del manojo de rosas. Durante un rato permaneciу sin moverse, pensando: «ЎHaber estado entre Melanie y Ashley recibiendo a los invitados. ЎQuй horror! ЎPreferirнa enfrentarme de nuevo con el ejйrcito de Sherman a repetir aquella comedia! » Despuйs de un rato se levantу de la cama y nerviosamente comenzу a moverse por la habitaciуn de acб para allб, tirando por todas partes sus ropas. Vino la reacciуn por el esfuerzo realizado y empezу a temblar. Las horquillas se escurrнan entre sus dedos y hacнan un ruidillo al caer al suelo, mientras Scarlett intentaba dar a su pelo los acostumbrados cepillazos; se golpeaba con la madera del cepillo haciйndose daсo en las sienes. Una docena de veces se acercу de puntillas a la puerta, espiando los ruidos del piso bajo. Pero todo permanecнa en silencio como en el fondo de un pozo. Rhett la habнa mandado a casa en el coche en cuanto terminу la fiesta, y ella habнa dado gracias a Dios por el respiro. Rhett no habнa vuelto aъn. Gracias a Dios, no habнa vuelto. No podrнa presentarse delante de йl, esta noche, asustada, avergonzada, temblando. Pero їdуnde estarнa? Probablemente en casa de aquella mujer. Por primera vez, Scarlett se alegrу de que existiese semejante persona, Bella Watling. Se alegrу de que existiese otra casa que la suya que cobijase a Rhett, hasta que su humor, irritado y sanguinario, se hubiese calmado. Estaba muy mal alegrarse de que su marido estuviera en casa de una prostituta, pero no podнa remediarlo. Casi se alegrarнa de que se hubiese muerto, si eso significaba que no tendrнa que verlo esta noche. Maсana... Bueno, maсana serнa otro dнa. Maсana pensarнa alguna disculpa, alguna rйplica mordaz, algъn medio de hacer a Rhett culpable. Maсana el recuerdo de aquella noche espantosa no la acosarнa hasta hacerla temblar. Maсana no se sentirнa tan obsesionada por el recuerdo del rostro de Ashley, de su malparado orgullo y de su vergьenza, vergьenza de que ella tenнa la culpa, vergьenza por lo que йl no habнa buscado. ЎCуmo la odiarнa ahora su amado, su honrado Ashley, pensando que lo habнa afrentado! Claro que la odiarнa ahora, ahora que los habнa salvado el indignante gesto de Melanie y el cariсo y confianza que habнa en su voz cuando cruzу el brillante parquet, para enlazar su brazo con el de Scarlett y hacer frente a la multitud curiosa, maligna, disimuladamente hostil. ЎQuй inteligentemente habнa evitado Melanie el escбndalo, conservando a Scarlett a su lado durante toda la espantosa noche! La gente habнa estado algo frнa, algo extraсa, pero cortйs. ЎOh, la ignominia de todo esto! Sentirse resguardada, tras las faldas de Melanie, de los que la odiaban, que la habrнan hecho trizas con sus murmuraciones. ЎVerse protegida por la confianza ciega de Melanie! Precisamente de Melanie. Scarlett se estremeciу de frнo al pensarlo. Necesitaba beber un trago, unos cuantos tragos, antes de poder acostarse con esperanza de dormir. Se echу una bata sobre el camisуn y saliу rбpidamente al vestнbulo, haciendo mucho ruido con las chinelas sin tacones. Estaba a mitad de las escaleras cuando mirу hacia la puerta cerrada del comedor y vio que por debajo de ella aparecнa una estrecha raya de luz. Su corazуn se paralizу un momento. їEstarнa la luz encendida cuando llegу a casa y no se habrнa dado cuenta por hallarse demasiado trastornada? їO serнa que Rhett habнa vuelto a casa? Podнa haber vuelto sin hacer ruido, por la puerta de la cocina. Si Rhett estuviera en casa, se volverнa a su cuarto de puntillas sin el brandy, a pesar de lo mucho que lo necesitaba. Asн no tendrнa que presentarse delante de йl; una vez en su cuarto estarнa segura, porque podнa cerrar la puerta con llave. Estaba inclinada, quitбndose las chinelas para poder volverse sin hacer ruido, cuando la puerta del comedor se abriу bruscamente y apareciу Rhett, destacбndose su silueta contra la luz del candelabro colocado detrбs de йl. Parecнa mбs voluminoso, mбs corpulento que le habнa parecido nunca; una mole negra, terrible, sin rostro, que vacilaba ligeramente sobre sus pies. —Por favor, ven acб, seсora Butler —dijo, y su voz era algo pastosa. Estaba borracho, y se le notaba, y ella jamбs hasta entonces habнa visto que, bebiera lo que bebiera, se le notase la embriaguez. Se detuvo indecisa, sin decir nada, mientras el brazo de йl hacнa un ademбn imperioso. —Ven aquн, condenada —dijo rudamente. Debнa de estar muy borracho, pensу Scarlett, con el corazуn terriblemente agitado. Generalmente, cuanto mбs bebнa, mбs corteses eran sus maneras; se volvнa mбs sarcбstico, sus palabras eran mбs mordaces, pero las maneras que las acompaсaban eran muy exquisitas, demasiado exquisitas. «No debo dejarle ver que tengo miedo a enfrentarme con йl», pensу. Y, ciсйndose la bata y cerrбndola hasta la garganta, bajу con la cabeza alta y haciendo mucho ruido con las chinelas. Йl se hizo a un lado y se inclinу profundamente con un sarcasmo que la obligу a retroceder. Vio que Rhett estaba sin chaqueta, con la corbata deshecha y colgando a cada lado del abierto cueЬo. La camisa, desabrochada, mostraba la espesa maraсa del vello de su pecho. El cabello alborotado y los ojos sanguinolentos. Una vela ardнa en la mesa, dйbil chispa de luz, que dibujaba monstruosas sombras en la habitaciуn de altos techos y daba a los macizos aparadores el aspecto de bestias acurrucadas en la penumbra. Sobre la mesa, en la bandeja de plata, las botellas rodeadas de vasos. —Siйntate —dijo cortйsmente, entrando en el comedor detrбs de su esposa. Ahora la invadiу un miedo de una especie distinta; un miedo que dejaba pequeсo al que habнa sentido al tener que presentarse delante de йl. Rhett miraba y hablaba y obraba como un extraсo. Era un Rhett grosero que ella nunca habнa visto. Nunca, en ningъn momento, ni en los de mayor intimidad, se habнa mostrado mбs despreocupado. Aun en sus enfados era suave y burlуn, y el whisky usualmente servнa para acentuar esas cualidades. Al principio la molestaba y, habнa intentado turbar esa despreocupaciуn; pronto habнa llegado a aceptarla como algo muy conveniente. Durante aсos habнa pensado que nada le importaba gran cosa; que consideraba todo en la vida, incluyйndola a ella, como una diversiуn. Pero, al enfrentarse con йl a travйs de la mesa, comprendiу con temor que la sobrecogiу que, por fin, habнa algo que le importaba, que le importaba muchнsimo. —No hay razуn para que no eches un trago, aunque yo sea lo suficientemente mal educado para estar en casa —dijo—. їQuieres que te lo sirva? —No querнa beber —repuso ella muy digna—. Oн ruido y vine... —No oнste nada. No hubieras bajado de presumir que yo estaba en casa. Estaba aquн sentado y te he estado oyendo pasear arriba y abajo por tu habitaciуn. Debes de tener gran necesidad de beber una copa. Tуmala. —No quiero. Йl cogiу la botella y sirviу un vaso lleno. —Tуmala —dijo, poniйndoselo en la mano—. Estбs temblando. ЎOh, no hagas remilgos! Sй que bebes a escondidas y que bebes mucho. Algunas veces he estado tentado de decirte que dejases tu fingimiento de sobriedad y bebieses francamente si te gustaba. їCrees que me importa un bledo que te guste el brandy? Scarlett cogiу el vaso chorreante, maldiciendo en silencio a su marido. Leнa en ella como en un libro. Siempre habнa leнdo en ella, y era el ъnico hombre en el mundo a quien hubiera querido ocultar sus verdaderos pensamientos. Ella levantу el vaso y bebiу el contenido con un brusco movimiento del brazo, sin doblar la muсeca, como hacнa Gerald cuando bebнa su whisky. Lo bebiу antes de pensar la prбctica que demostraba y lo poco propio de una dama que era el ademбn. Йl no perdiу el detalle y sonriу con ironнa. —Siйntate y hagamos unos cuantos agradables comentarios sobre la elegante recepciуn a que hemos asistido. —Estбs borracho —dijo Scarlett frнamente—, y yo me voy a la cama. —Estoy muy borracho y tengo la intenciуn de estar mбs borracho todavнa antes de que acabe la noche. Pero tъ no te vas a ir a la cama; todavнa no. Siйntate. Su voz tenнa un resto de su frнo acento; pero bajo las palabras se podнa notar la violencia que luchaba por subir a la superficie, violencia tan cruel como el chasquido de un lбtigo. Ella vacilу un momento, pero Rhett se colocу a su lado, cogiйndola del brazo con garra que herнa. La retorciу un poco y Scarlett se sentу rбpidamente con un grito de dolor. Ahora tenнa miedo, mбs miedo que habнa tenido en su vida. Cuando йl se inclinу sobre ella, pudo ver que su rostro era de un rojo oscuro y que su mirada brillaba con terrible fulgor. Habнa algo que ella no podнa reconocer, que no podнa comprender, algo mбs hondo que ira, mбs fuerte que dolor, algo que la dominaba, hasta que sus ojos se pusieron rojos como carbones ardientes. La mirу durante un rato tan largo que la mirada de ella, desafiadora, tuvo que ceder, y entonces йl se dejу caer en una silla y se sirviу otro vaso. Scarlett reflexionу rбpidamente, intentando trazarse una lнnea de defensa. Pero, hasta que йl hablase, no podнa saber quй decir, porque no sabнa exactamente de quй la iba a acusar. Йl bebiу despacio, mirбndola a travйs del vaso; y ella dominу sus nervios tratando de no temblar. Por un momento, el rostro de Rhett no variу de expresiуn, pero, por fin, se echу a reнr, sin dejar de mirarla, y, al oнrle, ella no pudo reprimir un temblor. —Fue una comedia divertidнsima la de esta noche, їverdad? Scarlett no contestу, retorciendo sus dedos en el deseo de dominar su miedo. —Una comedia divertidнsima, sin una falla. Todo el pueblo reunido para lanzar la piedra a la mujer perdida, el marido engaсado al lado de su mujer, como debe estar un caballero, la mujer engaсada adelantбndose con espнritu cristiano y extendiendo la sombra de su reputaciуn inmaculada sobre todo ello, y el amante... —Por favor... —No hay favor. Esta noche, no. Es demasiado divertido. Y el amante con el aspecto de un condenado y deseando haberse muerto. їQuй efecto hace, querida mнa, el ver a la mujer odiada defenderle a uno y cubrir misericordiosamente sus culpas? Siйntate.
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