Хелпикс

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QUINTA PARTE 1 страница



Scarlett se divirtiу mucho y disfrutу de mбs diversiones que las que habнa tenido desde la primavera anterior a la guerra. Nueva Orleans era una ciudad extraсa y brillante y Scarlett gozу allн con el, placer de un prisionero a quien perdonan la vida. Los carpetbaggers estaban saqueando la ciudad; muchas personas decentes eran arrojadas de sus hogares y no sabнan adonde recurrir para su prуxima comida, y entre tanto un negro se sentaba en el sillуn de gobernador militar. Pero la Nueva Orleбns que Rhett le enseсу era el lugar mбs alegre que habнa visto en su vida. La gente que conociу parecнa tener tanto dinero deseaba y ninguna preocupaciуn. Rhett la presentу a docenas de mujeres, mujeres bonitas, lujosamente vestidas, mujeres que reнan de todo y nunca hablaban de las estъpidas cosas serias de los tiempos difнciles. Y los hombres que conociу... Ўquй interesantes eran, y quй distintos de los hombres de Atlanta y cуmo luchaban entre sн por bailar con ella, y cуmo la piropeaban como si fuera aъn una linda joven!

Aquellos hombres tenнan el mismo duro e inquieto aspecto de Rhett. Sus ojos siempre estaban alerta, como hombres que han vivido demasiado tiempo rodeados de peligros para poder estar nunca totalmente descuidados. Parecнan no tener pasado ni futuro, y cortйsmente eludнan el contestar a Scarlett, cuando para entablar conversaciуn les preguntaba quй eran o dуnde estaban antes de ir a Nueva Orleбns. Eso por sн solo era extraсo, porque en Atlanta todo reciйn llegado respetable se apresuraba a presentar sus credenciales, a hablar orgullosamente de su casa y su familia, para rastrear los tortuosos laberintos de amistades que enlazaban a todo el Sur.

Pero estos hombres reservados medнan sus palabras cuidadosamente. Algunas veces, cuando Rhett estaba solo con ellos y Scarlett se encontraba en la habitaciуn inmediata, oнa risas y fragmentos de conversaciуn que no tenнan sentido para ella; palabras sueltas, nombres raros: Cuba y Nassau en los dнas del bloqueo, la inundaciуn, oro, pisoteo de derechos, robo a mano armada y saqueo. Nicaragua, y Guillermo Walker, y cуmo muriу contra el paredуn en Trujillo. una vez su sъbita apariciуn hizo cesar bruscamente una charla sobre lo que les habнa ocurrido a los miembros de la banda de guerrilleros dee Quantrill, y pudo percibir los nombres de Frank y Jesse James[28]. Pero todos tenнan modales corteses, buen sastre, y evidentemente admiraban, asн que a Scarlett le importaba poco que no quisiesen vivir mбs que en el presente. Lo que realmente importaba era que fuesen amigos de Rhett, y tuviesen hermosas casas y esplйndidos carruajes, y que los llevasen a ella y a Rhett a deliciosos paseos, los invitasen a comidas, y organizasen fiestas en su honor. A Scarlett le gustaba mucho. Rhett se divirtiу cuando ella se lo dijo.

—Sabнa que te gustarнan —dijo, riйndose.

—їPor quй no? —Y sus sospechas se despertaron como siempre que йl se reнa.

—Son todos ovejas negras, bribones. Todos son aventureros o aristуcratas del negocio turbio. Todos hacen dinero especulando en alimentos como tu amado esposo, o fuera de los cauces legales, o por caminos oscuros que no admiten un estudio detenido.

—No puedo creerlo; bromeas; es una gente distinguidнsima.

—La gente distinguidнsima de la ciudad estб muerta de hambre —dijo Rhett— y vive en chozas en las que dudo mucho que me recibieran. їSabes, querida? Aquн tuve yo algunos negocios durante la guerra, y esa gente tiene una memoria endiabladamente buena. Scarlett, eres para mн un perenne manantial de alegrнas. Tienes un arte especial para escoger siempre lo peorcito en personas y cosas.

—ЎPero son tus amigos!

—ЎOh! A mн me gustan los bribones. Pasй mi primera juventud dedicado a fullero en un barco del rнo, y me gusta esa gente. Pero a mн no me ciegan; los conozco a todos muy bien. Mientras que tъ —volviу a reнr— no tienes instinto de la gente; no sabes distinguir entre lo barato y lo valioso. Algunas veces pienso que las ъnicas grandes damas con las que has tenido trato en tu vida fueron tu madre y Melanie, ninguna de las cuales parece haber tenido gran influencia sobre ti.

—ЎMelanie! ЎPero si es mбs fea que un zapato viejo, y sus trajes parecen siempre hechos por una costurera barata, y no sabe hablar dos palabras seguidas!

—Ahуrrame tus celos, monina. La belleza no hace la dama, ni los vestidos la gran dama.

—їDe veras? Espera un poco, Rhett Butler, y ya verбs. Ahora que tengo... que tenemos dinero, me voy a convertir en la seсora mбs aristocrбtica que hayas visto en tu vida.

—Esperarй con interйs —dijo йl.

Mбs interesantes que la gente que conociу eran los trajes que Rhett le compraba, vigilando por sн mismo la elecciуn de los colores, telas y formas. El miriсaque ya no estaba de moda, y el nuevo estilo era encantador, con el vuelo de las faldas todo echado desde delante para atrбs, y drapeado formando grandes vuelos, con guirnaldas de flores y lazos y cascadas de encaje. Ella se acordaba de los discretos miriсaques de los aсos de la guerra y se sentнa un poco azorada con esta nueva falda que indudablemente dibujaba su talle. ЎY los deliciosos sombreritos que realmente no tenнan nada de sombreros, sino que eran unos objetos planos que se llevaban caнdos sobre un ojo y cargado de frutas, flores, plumas ondulantes y cintas rizadas! ЎSi Rhett no hubiera sido tan tonto y no le hubiera quemado los rizos postizos que se habнa comprado para aumentar su moсo de pelo fosco que sobresalнa de la cima de estos sombreritos! Y la delicada ropa interior, Ўquй lindнsima era, y cuбntos juegos tenнa! Camisas y camisones, y enaguas del mбs fino hilo, todo guarnecido de exquisitos bordados y jaretas infinitesimales. Los zapatos de raso que Rhett le comprу tenнan tacones de tres dedos de alto y hebillas de pasta grandes y brillantes. Poseнa de medias de seda una docena de pares, y ni uno solo con el talуn de algodуn. ЎQuй lujosas!

Incansable, comprу regalos para la familia: un cachorrillo de San Bernardo para Wade, que siempre habнa deseado tener uno; un gatito de Angora para Beau, un brazalete de coral para la pequeсa Ella, una pesada gargantilla con pendentif para tнa Pittypat, una colecciуn completa de las obras de Shakespeare para Melanie y Ashley, una complicada librea y un sombrero de copa de seda con plumero para el tнo Peter, trajes largos para Dilcey y la cocinera, obsequios costosos para todo el mundo en Tara.

—Pero їquй has comprado para Mamita? —preguntу Rhett, mirando el montуn de regalos, esparcidos encima de la cama, en su habitaciуn del hotel, despuйs de trasladar el gato y el perro al cuarto del tocador.

—Absolutamente nada. Estuvo muy antipбtica. їCуmo voy a llevarle un regalo si nos llamу muнas?

—їPor quй te molesta tanto oнr la verdad, cariсo? Tienes que llevarle a Mamita un regalo. Le destrozarнas el corazуn si no lo hicieses, y corazones como el suyo valen demasiado para destrozarlos.

—No le llevarй nada; no lo merece.

—Pues se lo llevarй yo. Recuerdo que mi ama decнa siempre que, cuando se fuese al Cielo, le gustarнa llevar unas enaguas de seda tan tiesas que se tuvieran solas en pie y tan crujientes que el Seсor Dios pudiese creer que estaban hechas de alas de бngeles. Le comprarй a Mamita una seda encarnada y encargarй que le hagan unas enaguas elegantнsimas.

—Nunca las admitirб de ti; preferirнa morir a ponйrselas.

—No lo dudo, pero lo harй de todos modos.

Las tiendas de Nueva Orleбns eran lujosas y tentadoras y el ir le compras con Rhett era un encanto. Tambiйn lo era ir con йl a: omer, incluso mбs agradable que el ir de compras, porque sabнa lo jue habнa que pedir y cуmo debнan cocinarlo. Los vinos, licores y: hampaсas de Nueva Orleбns resultaban nuevos y excitantes para ella, que sуlo conocнa el zarzamora casero y los tragos bebidos a hurtadillas del frasco de brandy que para los desmayos tenнa siempre a prevenciуn tнa Pittypat. Pero Ўoh, las comidas que encargaba Rhett! Lo mejor de todo en Nueva Уrleбns era la comida. Recordando el hambre espantosa que habнa sufrido en Tara, y su mбs reciente penuria, Scarlett pensaba que nunca podrнa comer bastante de aquellos platos tan exquisitos; camarones a la criolla, palomas al jerez, ostras en salsa, setas dulces, menudillos de pavo, pescado sabiamente asado entre papeles untados de aceite, y limas. Su apetito no estaba nunca satisfecho, pues cuando recordaba los eternos guisantes secos, y los сames de Tara, sentнa ansia de hartarse de nuevo de los platos criollos.

—Comes como si cada comida fuera la ъltima —decнa Rhett—. No rebaсes la fuente, Scarlett. Estoy seguro de que hay mбs en la cocina y no tienes mбs que pedнrselo al camarero. Si no dejas de ser tan glotona te vas a poner tan gorda como las seсoras cubanas y entonces me divorciarй de ti.

Pero Scarlett le sacу la lengua y pidiу mбs pasteles, rellenos de chocolate o merengue.

ЎQuй divertido era gastar todo el dinero que se querнa, sin contar los centavos, sin pensar que habнa que ahorrarlos para pagar gastos caseros o comprar muнas! ЎQuй divertido tratarse con gente alegre y rica y no con la nobleza pobre como la gente de Atlanta! ЎQuй divertido llevar trajes de crujiente brocado, que marcaban la cintura y mostraban el cuello y los brazos y mбs que un poco del pecho, y saber que los hombres la admiraban! ЎQuй divertido comer todo lo que se querнa sin censores que dijesen que eso no era distinguido! ЎQuй divertido beber todo el champaсa que se le antojaba! La primera vez que bebiу demasiado estaba muy molesta cuando se despertу a la maсana siguiente, con un dolor de cabeza tremendo y el recuerdo de haber vuelto al hotel por las principales calles de Nueva Orleбns en un coche abierto, cantando a voz en grito el «ЎBella bandera azul! ». Nunca habнa visto a una verdadera seсora ni siquiera alegre; la ъnica mujer a la que habнa visto borracha era a aquella Watling el dнa de la caнda de Atlanta. Apenas se atrevнa a enfrentarse con Rhett, tan grande era su humillaciуn; pero a йl el asunto pareciу divertirle. Todo lo que Scarlett hacнa parecнa divertir a Rhett como si se tratase de un gatito juguetуn.

Como era tan arrogante, resultaba agradable salir con йl. Antes Scarlett no se habнa fijado gran cosa en ello, y en Atlanta todo el mundo estaba demasiado preocupado con sus problemas para interesarse por la apariencia de semejante individuo. Pero aquн en Nueva Orleбns podнa ver que los ojos de las mujeres lo seguнan y que hasta se estremecнan cuando se inclinaba para besarles la mano. El convencimiento de que otras mujeres se sentнan atraнdas por su marido y acaso la envidiaban la hizo sentirse sъbitamente orgullosa de mostrarse a su lado.

«Los dos somos muy guapos», pensaba Scarlett complacida.

Sн, como Rhett le habнa dicho, el matrimonio podнa ser muy divertido. No sуlo era divertido, sino que tambiйn le estaba enseсando muchas cosas. Esto era verdaderamente extraсo, pues Scarlett habнa creнdo que la vida ya no tenнa que enseсarle nada. Ahora se encontraba cada dнa como una niсa a punto de descubrir algo nuevo.

Primero aprendiу que el matrimonio con Rhett era completamente distinto de lo que habнa sido con Charles o con Frank. Йstos la habнan respetado y se habнan asustado de su carбcter. La habнan suplicado y cuando a ella le venнa en ganas les habнa concedido sus favores. Rhett no la temнa y muchas veces Scarlett pensaba que tampoco la respetaba gran cosa. Lo que querнa hacer lo hacнa y si a ella no le gustaba se reнa de ella. Desde luego, Scarlett no estaba enamorada de Rhett, pero le era muy agradable vivir con йl. Lo mбs interesante en йl era que, aun en sus arranques de pasiуn sazonados unas veces con crueldad, otras con irritante burla, parecнa siempre dominarse, conteniendo siempre sus pasiones.

«Estoy segura de que no estб realmente enamorado de mн —pensaba, y estaba bastante satisfecha del estado de las cosas—. Me disgustarнa que perdiese su dominio por completo. » Pero, sin embargo, la idea de la posibilidad de semejante cosa cosquilleaba su curiosidad y la excitaba.

Viviendo con Rhett aprendiу muchas cosas de йl, ella que creнa conocerlo ya admirablemente. Se enterу de que su voz podнa ser unos ratos suave como la piel de un gato y quebrarse y estallar en juramentos de repente. Podнa relatar con aparente sinceridad y aprobaciуn historias de valor, virtud y amor de los extraсos lugares donde habнa vivido e historias libertinas del mбs frнo cinismo. Scarlett estaba segura de que ningъn hombre deberнa contar aquellas historias a su mujer, pero eran entretenidas y agradaban a aquel fondo rudo y material que habнa en ella. Rhett podнa ser un amante ardiente, casi tierno, por un breve espacio y casi inmediatamente cambiarse en un demonio burlуn, que rasgaba la cubierta de su ardiente temperamento, le prendнa fuego y se burlaba de la explosiуn. Se enterу de que sus cumplidos tenнan siempre dos filos y que sus expresiones mбs tiernas eran de doble intenciуn. En fin, en las dos semanas que pasaron en Nueva Orleбns, Scarlett aprendiу muchнsimas cosas de йl, excepto lo que realmente era.

Algunas maсanas, Rhett despedнa a la doncella y le traнa йl mismo la bandeja del desayuno, y se lo iba dando como si fuera una niсa; cogнa el cepillo de la cabeza y le cepillaba el largo y oscuro cabello hasta dejarlo reluciente. En cambio, otras maсanas la despertaba bruscamente de su profundo sueсo, arrancбndole de encima todas las mantas de la cama y haciйndole cosquillas en los pies desnudos. Unas veces escuchaba con profundo interйs detalles de sus negocios con muestras de aprobar su sagacidad; otras calificaba sus turbias transacciones de porquerнa y robo a mano armada y con fractura. La llevaba al teatro y la aburrнa repitiйndole que Dios no aprobaba aquellas diversiones; a las iglesias, y, sotto vocee, le contaba divertidas obscenidades, y luego la reснa por reнrse. La animaba a decir todo lo que se le ocurrнa, a ser impertinente y atrevida. Ella aprendiу de йl a usar palabras picantes y gustaba de sazonar con ellas su conversaciуn porque esto le atraнa admiradores. Pero no poseнa el sentido del humor que atemperaba la malicia de Rhett, ni su sonrisa, que parecнa burlarse de sн mismo cuando estaba burlбndose de los demбs.

La hacнa jugar, Ўa ella que casi lo habнa olvidado! ЎLa vida habнa sido tan seria y tan amarga! Йl sabнa jugar y la arrastraba. Pero Rhett no jugaba nunca como un niсo; era un hombre e, hiciera lo que hiciera, no podнa dejar de serlo nunca. Scarlett no tenнa jamбs ocasiуn de mirarlo desde las alturas de la superioridad femenina, riйndose como se han reнdo siempre las mujeres del infantilismo de los hombres que tienen corazуn de niсo.

Esto la molestaba un poco cuando pensaba en ello. ЎHubiera sido tan agradable sentirse superior a Rhett! A todos los demбs hombres que habнa conocido, podнa pararlos con un «ЎQuй chiquillo! ». Su padre, los gemelos Tarleton, con su afбn de hacerla rabiar y sus bromas tan meditadas; los melenudos Fontaine, con sus enfados infantiles; Charles, Frank, todos los hombres que le habнan hecho el amor durante la guerra, todos, excepto Ashley. Sуlo Ashley y Rhett eludнan su comprensiуn y su control porque los dos eran unos hombres y carecнan de todas las cualidades y defectos de la infancia.

No comprendнa a Rhett ni se preocupaba en comprenderlo, aunque habнa en йl cosas que realmente la intrigaban; por ejemplo, el modo que tenнa de mirarla cuando creнa que ella no se daba cuenta. Algunas veces, volviйndose de repente, lo habнa encontrado observбndola con una mirada alerta, ansiosa, expectante.

—їPor quй me miras asн —habнa preguntado irritada—, como un gato mira la guarida del ratуn?

Pero la cara de Rhett cambiaba instantбneamente y se limitaba a echarse a reнr. Pronto se le olvidaba y no volvнa a preocuparse de aquello ni de nada concerniente a Rhett. Era demasiado enigmбtico para romperse la cabeza intentando descifrarlo, y la vida era tan divertida. excepto cuando pensaba en Ashley.

Rhett la tenнa demasiado ocupada para que pudiese pensar en Ashley demasiado a menudo. De modo que йste rara vez ocupaba sus pensamientos durante el dнa; pero por la noche, cuando estaba cansada de bailar y la cabeza le daba vueltas por haber bebido demasiado champaсa, entonces se acordaba de Ashley. Frecuentemente, cuando la luna alumbraba su cama y descansaba adormecida en brazos de Rhett, pensaba lo perfecta que serнa la vida si fueran los brazos de Ashley los que la estrechasen, si fuera Ashley el que le ponнa el cabello sobre la cara, anudбndoselo bajo la barbilla.

Una vez, cuando pensaba en esto, suspirу volviendo la cabeza hacia la ventana y al cabo de un momento sintiу que el pesado brazo que rodeaba su cuello se volvнa de hierro: y la voz de Rhett hablу duramente:

—ЎQue Dios condene tu alma al infierno por toda la enternidad!

Y levantбndose se vistiу y saliу de la habitaciуn a pesar de las asustadas preguntas y protestas de su mujer. Volviу a la maсana siguiente, cuando ella estaba desayunando en sus habitaciones. Venнa despeinado y completamente borracho, ni se disculpу ni dio cuenta de lo que habнa estado haciendo.

Scarlett no le preguntу nada y estuvo terriblemente frнa con йl, como conviene a una esposa ofendida, y cuando terminу su desayuno se vistiу bajo su turbia mirada y saliу de compras. A su vuelta йl no estaba en casa y no apareciу hasta la hora de la cena.

Fue una comida silenciosa. Scarlett estaba nerviosa porque era su ъltima comida en Nueva Orleбns, y querнa hacer honor a los langostinos, y bajo la mirada de su marido no podнa disfrutar de ellos. Sin embargo, se comiу uno grandнsimo y bebiу una buena cantidad de champaсa. Tal vez fue aquella mezcla lo que por la noche hizo retornar su antigua pesadilla, pues se despertу baсada en un sudor frнo, sollozando entrecortadamente. Estaba de nuevo en Tara y Tara estaba desolada. Su madre habнa muerto y con ella habнa desaparecido del mundo toda la fuerza y la sabidurнa. En ninguna parte del mundo habнa nadie a quien recurrir, nadie de quien fiarse. Y algo terrible la perseguнa, y ella corrнa, corrнa con el corazуn saltбndosele del pecho, corrнa rodeada de una espesa niebla, gritando, buscando a ciegas aquel puerto de salvaciуn desconocido, sin nombre, que se encontraba en algъn lugar en la niebla, cerca de ella.

Rhett estaba inclinado sobre Scarlett, cuando se despertу y sin una palabra la tomу en sus brazos como a una niсa, estrechбndola. fuertemente: sus duros mъsculos la confortaban, su murmullo sin palabras la tranquilizaba, hasta que cesaron sus sollozos.

—ЎOh, Rhett! Tenнa tanto frнo, y tanta hambre, tanto cansancio... y no podнa encontrarlo. Corrнa y corrнa envuelta en la niebla y no podнa encontrarlo.

—їEncontrar quй, cariсo?

—No lo sй, quisiera saberlo.

—їEs la antigua pesadilla?

—Sн.

Mimosamente, la colocу en la cama, rebuscу en la oscuridad y encendiу una vela. A la luz, sus ojos sanguinolentos y los duros rasgos de su rostro eran indescifrables como la piedra. La camisa abierta hasta la cintura mostraba un pecho moreno cubierto de vello negro y tupido. Scarlett, que seguнa tiritando de miedo, pensу que aquel pecho serнa fuerte y protector, y balbuceу:

—Cуgeme, Rhett.

—ЎCariсo! —repuso йl suavemente, y cogiйndola en brazos se sentу en una butaca, meciendo a Scarlett como si fuera una niсa.

—ЎOh, Rhett, es espantoso tener hambre!

—ЎDebe de ser espantoso soсar que se muere de hambre despuйs de una cena como la de esta noche y de aquel enorme langostino!

Sonreнa al hablar, pero su mirada era bondadosa.

—ЎOh, Rhett! Yo corro, corro a la caza de algo y nunca consigo encontrar lo que voy buscando. Estб siempre escondido en la niebla. Sй que si lo encontrara serнa la salvaciуn para siempre jamбs y que nunca volverнa a tener ni frнo ni hambre.

—їEs una persona o una cosa lo que vas buscando?

—No lo sй. Nunca se me ocurre pensarlo. Rhett, їcrees que soсarй alguna vez que consigo llegar a la salvaciуn?

—No —contestу йl, atusando su alborotada cabellera—, no lo creo. Los sueсos no son asн. Pero creo que si te acostumbras a sentirte a salvo, y caliente, y bien alimentada todos los dнas de tu vida, dejarбs de tener ese sueсo. Yo, Scarlett, voy a ocuparme de ponerte a salvo.

—Rhett, eres encantador.

—Gracias por las migajas de tu mesa. Scarlett, deseo que todas las maсanas al despertarte te repitas: «Nunca volverй a pasar hambre; nada podrб hacerme daсo mientras Rhett estй a mi lado y el Gobierno de los Estados Unidos estй en el poder».

—їEl Gobierno de los Estados Unidos? —preguntу ella sentбndose sobresaltada con las mejillas aъn baсadas por las lбgrimas.

—La moneda ex confederada se ha convertido en una mujer honrada. He invertido la mayor parte de mi fortuna en bonos del Gobierno.

—ЎSanto Cielo! —gritу Scarlett, incorporбndose en su regazo, olvidada de su reciente temor—. їQuieres decir que has prestado tu dinero a los yanquis?

—A un magnнfico interйs.

—Me importa poco que sea a un cien por cien. Tienes que vender inmediatamente. ЎQuй ocurrencia dejar a los yanquis disfrutar de tu dinero!

—їY quй quieres que haga con йl? —preguntу Rhett sonriendo al ver que los ojos de Scarlett ya no estaban dilatados por el terror.

—їQuй, quй?... Pues comprar terrenos en Cinco Puntos. Apostarнa que con la cantidad de dinero que tienes puedes comprar todo Cinco Puntos.

—Gracias, pero no quiero poseer todo Cinco Puntos. Ahora que el Gobierno yanqui ha dominado toda Georgia, no puede decirse lo que ocurrirб. Quiero ponerlo todo fuera del alcance del enjambre de zбnganos que se estб volcando sobre Georgia por el norte, este, sur y oeste. Llevo demasiado tiempo tratбndolos (ya lo sabes) para fiarme de ellos. No quiero poner mi dinero en fincas, prefiero bonos. Pueden ocultarse. Y, en cambio, las fincas no se pueden ocultar fбcilmente.

—їTъ crees? —empezу ella, pбlida al acordarse de las serrerнas y el almacйn.

—No sй. Pero no te asustes, Scarlett. Nuestro gobernador es un buen amigo mнo. Es sencillamente que los tiempos son demasiado inseguros ahora y que no quiero tener demasiado dinero en bienes inmuebles.

Pasу a su mujer de una de sus rodillas a la otra e, inclinбndose, alcanzу un cigarro y lo encendiу. Scarlett estaba sentada con los desnudos pies colgando, completamente olvidada de sus terrores.

—Lo que pienso tener en bienes muebles he de emplearlo en construir una casa. Pudiste convencer a Frank para que viviese en la de tнa Pitty; pero a mн, no. No me creo capaz de soportar sus desmayos tres veces al dнa. Seguramente el tнo Peter me asesinarнa antes de dejarme vivir bajo el sagrado techo de los Hamilton. La seсora Pitty puede llevarse a India Wilkes para que viva con ella y no dejar entrar al hombre del saco. Cuando volvamos a Atlanta nos iremos a vivir al Hotel Nacional hasta que estй terminada nuestra casa. Antes de salir de Atlanta comprarй el solar grande de Peachtree, el que estб al lado de la casa de Leyden. їSabes cuбl te digo?

—ЎQuй encanto, Rhett! ЎCon las ganas que yo tengo de vivir en una casa propia! Que sea muy grande, їeh?

—Vaya, menos mal que estamos de acuerdo en algo. їQuй te parecerнa el estuco blanco con hierros forjados como estas casas criollas?

—ЎOh, no Rhett! Nada de estilo antiguo como estas casas de Nueva Orleбns. Yo ya sй lo que quiero. Y es lo mбs moderno que hay, porque vi la fotografнa en... їDуnde fue? ЎAh, sн! En el Harpers Weekly. Me fijй en йl. Era al estilo de un chalet suizo.

—їUn quй suizo?

—Un chalet.

—Deletrйalo.

Scarlett lo hizo.

—ЎOh! —dijo Rhett, tirбndose de los bigotes.

—Era encantador. Tenнa el tejado abuhardillado, con una ventana larga y estrecha en el frente y, a cada extremo, una torrecilla hecha de mosaicos. Y las torrecillas tenнan ventanas con cristales rojos y azules. ЎY resultaba tan elegante!

—Supongo que tendrнa trabajo de marqueterнa en la barandilla del porche.

—Sн.

—Y una franja de volutas de madera que colgaban del tejado del porche.

—Sн; debes haber visto uno parecido.

—Sн, pero no en Suiza. Los suizos son una raza demasiado inteligente y sensible a la belleza arquitectуnica. їDeseas de veras una casa como йsa?

—Ya lo creo.

—Esperaba que la convivencia conmigo te mejorarнa el gusto. їPor quй no una casa criolla o en estilo colonial, con seis columnas blancas?

—Te digo que no quiero nada visto ya y antiguo. Y por dentro hemos de poner las paredes empapeladas de rojo, y cortinas de terciopelo rojo tambiйn en todas las puertas, y muebles carнsimos de nogal, y alfombras grandes, gruesas, y... ЎOh, Rhett!... Todo el mundo se pondrб amarillo de envidia cuando vea nuestra casa.

—їEs necesario que todos se pongan amarillos de envidia? Bueno, pues, si quieres, pasarбn envidia. Pero, Scarlett, їno se te ha ocurrido pensar que no resulta de demasiado buen gusto amueblar la casa tan lujosamente cuando todo el mundo estб tan pobre?

—La quiero asн —dijo ella obstinada—. Quiero que todos los que han sido tan malos conmigo se muerdan los puсos. Y daremos grandes recepciones que harбn a la ciudad entera arrepentirse de haber dicho cosas tan desagradables de nosotros.

—Pero їquiйn asistirб б nuestras recepciones?

—Hombre, me figuro que todo el mundo.

—Lo dudo; «La Vieja Guardia muere, pero no se rinde».

—Vas demasiado lejos, Rhett. Cuando se tiene dinero, todos le bailan a uno el agua.

—Menos la gente del Sur. Es mбs difнcil al dinero del especulador entrar en los grandes salones que al camello pasar por el ojo de una aguja. Y en cuanto a las gentes de negocios sucios (es decir, tъ y yo, cariсo), tendremos suerte si no nos escupen a la cara. Pero, si quieres hacer la prueba, yo te apoyarй, querida, y estoy seguro de que la campaсa me divertirб enormemente. Y, ya que estamos hablando de dinero, dйjame explicarte lo siguiente: puedes gastar todo el dinero que quieras para la casa y para tus faralaes. Y si quieres joyas tambiйn las tendrбs. Pero todo he de escogerlo yo. Y cualquier cosa que quieras para Wade y EEa. ЎTienes un gusto tan endemoniadamente malo, mi vida! Y si Will Benteen no consigue arreglar lo del algodуn, yo estoy dispuesto a ayudar y a colaborar con ese mirlo blanco del Condado de Clayton que tъ tanto quieres. Estб claro, їverdad?

—Desde luego. Eres muy generoso.

—Pero escъchame bien: ni un cйntimo para el almacйn, ni un cйntimo para esa especie de factorнa que tienes.

—ЎOh! —murmurу Scarlett, decepcionada.

Durante toda la luna de miel habнa estado cavilando cуmo podrнa sacar la conversaciуn de los mil dуlares que necesitaba para comprar cincuenta pies de terreno con que poder agrandar el depуsito de maderas.

—Yo creн que siempre me habнas aplaudido mucho por ser de criterio amplio y no preocuparme de lo que la gente pudiera decir de que llevara un negocio, y resulta que tъ eres lo mismo que los demбs, que te asusta que la gente pueda decir que en la familia soy yo la que lleva los pantalones.

—Bien, pues no le va a quedar a nadie la menor duda sobre quiйn lleva los pantalones en la familia Butler —dijo Rhett, recalcando mucho cada palabra—. No me importa lo que digan los tontos, desde luego. Soy lo bastante mal educado para estar orgulloso de tener una mujer que estб a la ъltima en todo. Yo deseo que continъes dirigiendo el almacйn y las serrerнas. Hay que contar tambiйn con tus hijos. Cuando Wade sea mayor puede no parecerle bien vivir a costa de su padrastro, y entonces puede tomar йl la direcciуn. Pero ni un cйntimo de lo mнo ha de emplearse en ninguno de esos negocios.

—їPor quй?

—Porque no quiero contribuir a mantener a Ashley Wilkes.

—їVas a empezar otra vez?

—No, pero me preguntas mis razones y te las digo. Y otra cosa: no creas que me vas a poder escamotear los libros y mentirme sobre el precio de tus trajes y sobre todo lo que cuesta llevar la casa, para asн poder guardar el dinero y poder comprar muнas y otra serrerнa para Ashley. Tengo la intenciуn de vigilar y comprobar cuidadosamente tus gastos; y yo sй lo que cuestan las cosas. ЎOh, no te ofendas! Lo harнas. Es mбs fuerte que tъ. Es mбs fuerte que tъ cualquier cosa que se refiere a Ashley o a Tara. No tengo nada que decir de Tara, pero me opongo terminantemente en lo que concierne a Ashley. Te estoy dirigiendo con riendas muy flojas; pero no olvides que, a pesar de todo, llevo lбtigo y espuelas.

La seсora Elsing aplicу el oнdo al escuchar en el vestнbulo los pasos de Melanie dirigiйndose a la cocina, donde el ruido de la vajilla y el tintineo de la plata anunciaban un refrigerio y, volviйndose, hablу con voz suave a las seсoras sentadas en el salуn con el cestito de costura en el regazo.

—Yo, desde luego, no pienso ir a visitar a Scarlett ni ahora ni nunca.

Y la frнa y seсorial expresiуn de su rostro se acentuaba mбs que nunca.

Los otros miembros del «Ropero de seсoras para viudas y huйrfanos de la Confederaciуn» abandonaron, ansiosas, sus agujas y aproximaron sus mecedoras. Todas las seсoras habнan estado deseando poder criticar a Scarlett y a Rhett, pero la presencia de Melanie lo habнa evitado. Precisamente el dнa anterior la pareja habнa vuelto de Nueva Orleбns y ocupaba las habitaciones nupciales del Hotel Nacional.

—Hugh dice que debo ir, aunque sea puramente de cumplido, porque el capitбn Butler le salvу la vida —continuу la seсora de Elsing—. Y la pobre Fanny le da la razуn y dice que tambiйn ella irб a verla. Y yo le he dicho: «Fanny, si no fuera por Scarlett, el pobre Tommy estarнa con vida aъn en estos momentos. Es un insulto a su memoria el ir». Y Fanny, que no tiene ni pizca de sentido comъn, me contestу: «Madre, no voy a visitar a Scarlett. Voy a visitar al capitбn. Hizo cuanto pudo por salvar a Tommy y no es culpa suya si no lo consiguiу».



  

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