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CUARTA PARTE 24 страница



El saloncito de Melanie estaba tan tranquilo como todas las noches que Frank y Ashley salнan y las mujeres se reunнan a coser. La llama de la chimenea daba a la habitaciуn alegrнa y calor. Una lбmpara, colocada sobre la mesa, baсaba con suave luz las cuatro cabezas inclinadas sobre la labor. Cuatro faldas se extendнan decorosamente sobre ocho piececitos cуmodamente posados en los cojines. La tranquila respiraciуn de Wade, Ella y Beau se oнa a travйs de la entornada puerta del cuarto de los niсos. Archie, sentado en un taburete al lado del hogar, con la espalda apoyada en la chimenea, con la boca distendida por el continuo masticar tabaco, trabajaba con su cuchillo un pedazo de madera. El contraste entre el sucio y despeinado anciano y las cuatro pulcras y estiradas seсoras era tan grande como si йl fuera un perro pardo, viejo y gruсуn y ellas cuatro gatitos blancos.

La dulce voz de Melanie tenнa un leve matiz de indignaciуn al relatar la reciente salida de tono de las damas arpistas. Estas seсoras, no habiendo conseguido llegar a un acuerdo con el Club de Caballeros Aficionados a la Mъsica, a propуsito del programa de su prуximo recital, habнan ido a ver a Melanie aquella tarde con la pretensiуn de rescindir el contrato. Habнa sido necesaria toda la diplomacia de Melanie para hacerlas desistir.

Scarlett, excitada, hubiera querido poder gritar: «ЎCбllate ya con las damas arpistas! ». Estaba deseando contar su terrible aventura, relatarla con todo detalle y aliviar asн sus temores, atemorizando a las demбs. Querнa explicar lo valiente que habнa sido, para convencerse escuchando sus propias palabras de que efectivamente habнa sido valiente. Pero, cada vez que sacaba esta conversaciуn, Melanie, hбbilmente, la desviaba. Esto irritaba a Scarlett sobre toda ponderaciуn. Melanie era tan egoнsta como Frank.

їCуmo los dos podнan estar tan tranquilos cuando a ella le acababa de ocurrir una cosa tan terrible? їCуmo podнan negarle la satisfacciуn de hablar de ello? Los acontecimientos de aquella tarde la habнan agitado mбs de lo que ella misma querнa reconocer. Cada vez que se acordaba de aquel perverso rostro negro que la espiaba desde las sombras en el oscuro sendero del bosque se estremecнa. Cuando ptensaba en aquella negra mano en su pecho, y en lo que hubiera podido ocurrir si gran Sam no hubiese llegado, bajaba la cabeza y cerraba los ojos apretбndolos fuertemente. Cuanto mбs tiempo llevaba sentada en el tranquilo saloncito, procurando coser, mбs tensos se ponнan sus nervios. Sentнa que de un momento a otro los iba a oнr estallar con el mismo chasquido que produce la cuerda de un banjo al romperse.

El ruido que hacнa Archie tallando su madera la molestaba; lo mirу, pues, ceсuda. De pronto, se le ocurriу pensar que era raro que йl estuviese allн sentado, trabajando su trozo de madera; generalmente, durante aquellos atardeceres en que le tocaba la guardia, solнa estar tumbado en el sofб, durmiendo y roncando tan violentamente, que su larga barba saltaba sobre su pecho a cada ronquido. Aъn le pareciу mбs raro que ni Melanie ni India le hubiesen rogado que pusiera un papel en el suelo para recoger las virutas. La alfombra de delante de la chimenea estaba cubierta de pedacitos de madera, pero no parecнan haberse dado cuenta de ello.

Mientras Scarlett lo miraba, йl se volviу rбpidamente hacia el hogar y escupiу con tal violencia el tabaco que tenнa en la boca, que India, Melanie y Pittypat se sobresaltaron como si hubiese estallado una bomba.

—їNecesita hacer tanto ruido al escupir? —dijo India, con voz tan alterada, que Scarlett la mirу sorprendida pues India era siempre un modelo de ecuanimidad.

Archie la mirу tranquilamente.

—Confieso que sн —dijo, y escupiу otra vez. Melanie mirу a India con mirada de reconvenciуn.

—Siempre me he alegrado de que el pobre papб no mascase tabaco —empezу a decir Pitty; pero Melanie frunciу el ceсo y le dijo las palabras mбs duras que Scarlett recordaba haberle oнdo nunca.

—ЎOh, cбllate, tнa! ЎQuй poco tacto tienes!

—ЎPor Dios, querida! —dijo Pittypat, dejando caer la labor sobre su regazo—. No comprendo lo que os pasa a todas esta noche. Parecйis tan excitadas como si os estuviesen pinchando.

Nadie contestу. Melanie ni siquiera se disculpу por su brusquedad y, dominбndose, volviу a su labor.

—Estбs haciendo unas puntas larguнsimas—. Tendrбs que deshacerlo todo. Pero їquieres decirme quй es lo que os pasa?

Melanie siguiу sin contestar.

«їLes ocurrirнa algo? », se preguntaba Scarlett. їHabнa estado tan absorta en sus propios temores que no se habrнa dado cuenta? Sн; pese a los esfuerzos de Melanie para hacer que aquella velada pareciese una de tantas como habнan pasado juntas, se notaba algo raro en la atmуsfera que no podнa ser debido ъnicamente al susto f а la alarma por lo que habнa pasado aquella tarde. Scarlett observу disimuladamente a sus compaсeras, interceptando una mirada de India, que la disgustу, pues no era simplemente una mirada frнa, sino cargada de odio y de algo mбs insultante que el desprecio.

«Como si pensara que yo tengo la culpa de lo que me ha ocurrido», se dijo Scarlett indignada.

India se volviу luego a Archie. Su expresiуn habнa cambiado, y le mirу con velada ansiedad. Pero no encontrу sus ojos; en aquel momento Archie los tenнa fijos en Scarlett, y en su mirada habнa el mismo odio y el mismo desprecio que antes en la de India.

Melanie no se preocupу de reanudar la conversaciуn y el silencio reinу en la salita. Se oнa el zumbido del viento en la calle. Pronto se convirtiу aquello en una velada muy desagradable. Scarlett empezу a notar cierta tensiуn en la atmуsfera, y se preguntaba si habrнa existido desde el principio y ella habrнa estado demasiado alterada para observarlo. El semblante de Archie tenнa una expresiуn expectante, y sus peludas orejas se enderezaban como las de un lince. Melanie e India podнan a duras penas disimular la inquietud que les hacнa levantar la cabeza de la labor cada vez que en el camino resonaban las pisadas de algъn caballo, cada vez que las desnudas ramas de los бrboles gemнan bajo la renovada furia del viento, cada vez que una hoja seca crujнa al caer sobre el cйsped. Se sobresaltaban a cada suave chasquido de los leсos que ardнan en el hogar, como si fuesen pisadas silenciosas.

Algo marchaba mal y Scarlett se preguntaba lo que era. Algo ocurrнa de que ella no estaba enterada. Una mirada al ingenuo y regordete rostro de tнa Pittypat le dio a entender que la anciana estaba tan ignorante como ella misma. Pero Archie, Melanie e India lo sabнan. En el silencio, casi podнa oнr los pensamientos de India y de Melanie, tan agitados como ardillas en una jaula. Ellas sabнan algo, estaban esperando algo, y a pesar de sus esfuerzos no lo podнan disimular. Y su inquietud se comunicу a Scarlett, poniйndola aъn mбs nerviosa de lo que estaba. Manejando la aguja, excitada, se la clavу en el dedo y, con un gritito de dolor y disgusto que los sobresaltу a todos, se lo apretу hasta hacer brotar una roja gotita de sangre.

—Estoy demasiado nerviosa para coser —exclamу, tirando al suelo la labor—. Estoy tan nerviosa que me pondrнa a gritar de buena gana. Quiero irme a casa y meterme en la cama. Frank lo sabнa y por lo tanto no debнa haber salido. Mucho hablar de proteger a las mujeres contra los negros y los secuestradores, y, cuando le llega la ocasiуn de protegerlas, їdуnde estб? їEn casa protegiйndome y cuidбndome? Nada de eso. Estб armando barullo con un montуn de hombres, que tampoco hacen nada mбs que hablar y...

Sus chispeantes ojos se fijaron en el rostro de India, y se detuvo. La respiraciуn de India era entrecortada, sus claros ojos sin pestaсas se fijaban insistentes en el rostro de Scarlett con aterradora frialdad.

—Si no te molesta demasiado, India —dijo ella con acento sarcбstico—, te agradecerнa que me dijeses... їpor quй estбs toda la noche mirбndome? їTengo monos en la cara, o quй?

—No me molesta nada decнrtelo; lo harй con mucho gusto —repuso India, con los ojos relampagueantes—. Me indigna el verte menospreciar a un hombre tan bueno como Kennedy, cuando, si supieras...

—ЎIndia! —exclamу Melanie deteniйndola, con las manos crispadas sobre su labor.

—Creo conocer a mi marido mejor que tъ—y la perspectiva de una pelea, su primera pelea franca con India, calmу los nervios de Scarlett y la colmу de animaciуn. La mirada de Melanie se fijу en la de India, y йsta, dominбndose, apretу los labios. Pero casi inmediatamente volviу a hablar y su voz estaba preсada de odio.

—Me pones mala, Scarlett O'Hara, hablando de que te protejan. Te importa poco que te protejan. Si te importara, nunca te habrнas expuesto como lo has hecho durante todos estos meses, paseбndote por toda la ciudad, luciйndote ante los extraсos, esperando que te admiraran. Lo que te ha ocurrido esta tarde es lo que te mereces, y si hubiese justicia en este mundo debнa haberte o currido algo peor.

—ЎPor Dios, India, cбllate! —gritу Melanie.

—Dйjala hablar —protestу Scarlett—. Me estoy divirtiendo mucho. Ya sabнa yo que me odiaba y que era demasiado hipуcrita para confesarlo. Si creyera que alguien la podнa admirar, serнa capaz de pasearse desnuda por las calles desde la maсana hasta la noche.

India estaba en pie; su delgado cuerpo se estremecнa ante el insulto.

—ЎSн, te odio! —dijo con voz clara, aunque temblorosa—. Pero no es hipocresнa lo que me impidiу decнrtelo. Es una cosa que tъ no puedes comprender porque no la tienes: buena educaciуn, cortesнa. Es la convicciуn de que si todos nosotros no estamos unidos, y sepultamos nuestros odios, nunca podremos vencer a los yanquis. Pero tъ, tъ has hecho todo lo que has podido para rebajar el prestigio de las personas decentes, atrayendo escarnio y vergьenza sobre un buen marido, dando a los yanquis y a la gentuza el derecho de reнrse de nosotros y a hacer insultantes comentarios a costa nuestra. Los yanquis no saben que tъ no eres, que no has sido nunca, uno de los nuestros. Los yanquis no tienen sentido suficiente para darse cuenta de que tъ no tienes ninguna distinciуn. Te has paseado a caballo por los bosques exponiйndote a un ataque, y has expuesto a todas las mujeres decentes de la ciudad a ser atacadas, porque has llevado la tentaciуn ai corazуn de los negros y de la gentuza blanca. Y has puesto la vida de nuestros hombres en peligro porque han ido a...

—ЎDios mнo! —gritу Melanie; y, aun en medio de su ira, Scarlett se sintiу asombrada al oнr a Melanie pronunciar el nombre de Dios en vano—. Debes callarte. Ella no lo sabe, y... Debes callarte; lo has prometido.

—ЎNiсas! —implorу tнa Pittypat, con labios temblorosos.

—їQuй pasa que yo no pueda saber?

Scarlett, furiosa, se habнa puesto en pie contemplando el frнo rostro de India y el de la suplicante Melanie.

—Parecen ustedes gallinas en el corral —dijo de pronto Archie, con acento de disgusto. Y, antes de que nadie hubiera tenido tiempo de protestar, alzу la cabeza y se levantу rбpidamente—. Alguien llega por el sendero y no es el seсor Wilkes; cesen el cacareo.

Su voz sonaba con autoridad varonil. Las mujeres callaron inmediatamente; la cуlera se borrу de sus semblantes, mientras йl cruzaba ligero la habitaciуn para ir a la puerta.

—їQuiйn estб ahн? —preguntу, sin dar al visitante tiempo para que llamara.

—El capitбn Butler. Dйjeme entrar.

Melanie cruzу la habitaciуn tan rбpidamente, que los aros de su miriсaque se agitaron con violencia, dejando ver sus enaguas casi hasta la rodilla, y, antes de que Archie pudiera poner la mano en el pomo, ella abriу la puerta por completo. Rhett Butler estaba en el umbral, con el ancho sombrero negro hundido hasta los ojos; el viento huracanado le ceснa al cuerpo los pliegues de la amplia capa. Por primera vez olvidу sus corteses modales. Ni siquiera se quitу el sombrero, ni pareciу ver a las demбs personas de la estancia. No tenнa ojos mбs que para Melanie; sin pensar ni en saludarla le dijo bruscamente:

—їAdonde han ido? ЎDнgamelo pronto! Es cuestiуn de vida o muerte.

Scarlett y Pittypat, llenas de sobresalto, se miraron desconcertadas, como gatas acorraladas. India cruzу la habitaciуn, poniйndose al lado de Melanie.

—No se lo digas —gritу—. Es un espнa, es de los enemigos.

Rhett ni siquiera la mirу.

—ЎPronto, seсora Wilkes; tal vez sea tiempo aъn!

Melanie estaba paralizada por el terror y no hacнa mбs que mirar a Rhett fijamente.

 

—Pero їquй...? —balbuceу Scarlett.

—ЎCбllese! —le gritу Archie—. ЎY usted tambiйn, seсorita Melanie! ЎLargo pronto de aquн, demonio! ЎVayase de una vez, condenado!

—No, Archie, no —dijo Melanie poniendo una mano temblorosa sobre el brazo de Rhett, como para protegerle de Archie—. їQuй ha ocurrido? Pero їcуmo... їCуmo es posible que sepa...?

En el oscuro rostro de Rhett la impaciencia luchaba con la cortesнa.

—ЎDios santo, seсora Wilkes! Han estado todos vigilados desde el principio, sуlo que habнan sido demasiado listos, hasta esta noche. їQue cуmo lo sй? Estaba jugando al poker esta noche con dos capitanes yanquis borrachos, y lo han dejado escapar. Los yanquis sabнan que iba a haber jaleo esta noche y estaban preparados. Los muy locos se han metido en una trampa.

Por un momento pareciу como si Melanie se tambalease bajo un rudo golpe. Rhett la sostuvo pasбndole el brazo por la cintura.

—No se lo digas; quiere engaсarte —protestу India con furia—. їNo le has oнdo que ha estado con unos oficiales yanquis esta noche?

Ni siquiera entonces la mirу Rhett; sus ojos se fijaban con ansiedad en el lнvido rostro de Melanie.

—Dнgame adonde iban. їTenнan algъn lugar de cita?

A pesar de su miedo y de su falta de comprensiуn, Scarlett pensу que nunca habнa visto una cara mбs pбlida e inexpresiva que la de Rhett; pero indudablemente Melanie vio algo mбs, algo que le hizo entregarle su confianza. Se enderezу, desasiendo su menudo cuerpo del brazo de Rhett. Y dijo lentamente con voz estremecida:

—Fuera del camino de Decatur, cerca de Shantytown. Se reъnen en un sуtano de la plantaciуn del viejo Sullivan, en una casa medio quemada.

—Gracias. Irй al galope. Cuando vengan los yanquis aquн, finjan no saber nada de esto.

Desapareciу tan rбpidamente, hundiйndose en la oscuridad con su capa negra, que apenas pudieran creer que habнa estado allн, hasta que oyeron el crujido de la grava y el desenfrenado galopar de un caballo.

—ЎVenir aquн los yanquis! —gritу tнa Pittypat, y girando sobre sus piececitos cayу desplomada en el sofб, demasiado espantada para poder llorar.

—їPero quй es lo que ocurre? їQuй querнa decir? Si no me lo explicбis me volverй loca —dijo Scarlett cogiendo a Melanie por los brazos y sacudiйndola, como si de este modo pretendiera arrancarle una explicaciуn.

—їQue quй ocurre? Que por tu culpa probablemente Ashley y Kennedy han ido a la muerte. —A pesar del tremendo pбnico, habнa una nota de triunfo en la voz de India—. Deja en paz a Melanie; se va a desmayar.

—Nada de eso —balbuceу Melanie, agarrбndose al respaldo de una silla.

—ЎDios mнo, Dios mнo! їMatar a Ashley? ЎPor favor, explicadme!...

La voz de Archie rechinу como un gozne mohoso, cortando las palabras de Scarlett.

—ЎSiйntense! —ordenу brevemente—. Cojan su labor. Cosan como si no hubiera pasado nada. Por lo que sabemos, los yanquis deben de estar espiбndonos desde el anochecer. Siйntense, les digo, y cosan.

Obedecieron temblando; hasta Pittypat cogiу su calcetнn con temblorosos dedos, mientras sus ojos miraban a todos en demanda de una explicaciуn.

—їDуnde estб Ashley, Melanie? їQuй le ha ocurrido? —gritу Scarlett.

—їDуnde estб tu marido? їNo sientes interйs por йl? —Los claros ojos de India brillaban con malsano fulgor, mientras recogнa y desarrugaba la toalla rota que habнa estado zurciendo.

—ЎIndia, por favor! —Melanie dominaba su voz, pero su pбlido y contraнdo rostro y su inquieta mirada revelaban la tensiуn que la poseнa—. Scarlett, tal vez debiйramos habйrtelo dicho, pero habнas pasado tanto esta tarde, que nosotros, que Frank pensу... Y ademбs te exaltabas tanto contra el Klan...

—їElKlan?

Al principio, Scarlett pronunciу la palabra como si nunca la hubiera oнdo y no comprendiese su significado.

—ЎEl Klan! —chillу mбs que dijo—. Ashley no es del Klan. , Frank no puede serlo! Me lo prometiу.

—Ya lo creo que sн. Kennedy es del Klan y Ashley tambiйn, y todos los hombres que conocemos —gritу India—. Son hombres. їComprendes? Y hombres blancos, y hombres del Sur. Deberнas estar orgullosa de йl, en lugar de obligarlo a deslizarse como una culebra cada vez que tenнa que ir, como si fuese algo vergonzoso, y...

—Ў Y todas lo habйis sabido todo este tiempo y yo no!

—Tenнamos miedo que te disgustases —dijo Melanie, enfadada.

—їDe modo que allн es adonde van, cuando yo los creo en los mнtines polнticos? ЎOh, y me habнa prometido...! ЎAhora los yanquis irбn y confiscarбn mis serrerнas y mi casa y lo meterбn en la cбrcel! ЎOh! їQuй significa lo que decнa Rhett Butler?

Las miradas de India y Melanie se cruzaron llenas de loco temor. Scarlett se levantу violentamente tirando la labor.

—Si no me lo decнs, me marcharй a la calle y me enterarй. Se lo preguntarй a todo el mundo y conseguirй enterarme...

—Siйntese —dijo Archie, mirбndola con fijeza—. Yo se lo dirй. Como usted saliу a pavonearse esta tarde, y por su propia culpa se metiу en un lнo, el seсor Wilkes y el seсor Kennedy y los otros hombres han salido esta noche para matar a ese negro y a ese hombre blanco si consiguen cogerlos, y limpiar de bandidos toda Shantytown. Y, si lo que ese demonio nos dijo es verdad, los yanquis han sospechado algo, o se han enterado por algъn medio, y han enviado tropas a desembarazarse de ellos. Nuestros hombres se han metido en una trampa. Y si lo que Butler dijo no es verdad, entonces es un espнa y habrнa ido a entregarlos a los yanquis, y los matarбn lo mismo. Y, si Butler los entrega a los yanquis, entonces yo lo matarй a йl y serб el ъltimo acto de mi vida. Y, si no los matan, entonces tendrбn que marcharse todos a Texas y rendirse y tal vez no vuelvan nunca. Y todo por su culpa; sus manos estбn, pues, manchadas de sangre.

El temor cediу el paso a la ira en el rostro de Melanie, al ver reflejarse en el de Scarlett, primero, lentamente, la comprensiуn, y luego un horror indescriptible. Se levantу y apoyу su mano en el hombro de Scarlett.

—ЎUna sola palabra mбs, y sale para siempre de esta casa, Archie! —dijo severamente—. No es culpa suya. Ella ъnicamente ha hecho... ha hecho lo que creнa que debнa hacer. Todos no pensamos lo mismo, ni obramos lo mismo, y es una equivocaciуn el juzgar a los demбs, por nosotros. їCуmo pueden India y usted decirle cosas tan crueles, cuando su marido, igual que el mнo, acaso..., acaso...

—Escuchen —dijo Archie en voz queda—. Siйntense, se oyen caballos. —Melanie se dejу caer en una silla y cogiу una camisa de Ashley e inconscientemente empezу a desgarrar en tiras la pechera.

El ruido de los cascos se hizo mбs fuerte, al acercarse los caballos a la casa. Se distinguнa el chasquido de los bocados, el tirar de las riendas y el ruido de las voces. Al detenerse las pisadas delante de la casa, una voz se elevу sobre las demбs dando una orden, y las que escuchaban oyeron pasos que atravesaban un patio, por una puerta trasera. Sintieron que un millar de ojos enemigos las espiaban a travйs de las ventanas sin persianas, y las cuatro mujeres, con el corazуn rebosante de pбnico, inclinaron las cabezas y se aplicaron a la labor. Scarlett murmuraba para sus adentros: «He matado a Ashley. Lo he matado». Y en aquel espantoso momento no se le ocurrнa siquiera pensar que tambiйn podнa haber matado a Frank. No habнa lugar en su imaginaciуn mбs que para la imagen de Ashley tendido a los pies de los soldados yanquis, con el rubio cabello teсido en sangre.

Cuando resonу en la puerta la impaciente llamada de los yanquis, Scarlett mirу a Melanie y vio como su pбlido rostro cambiaba hasta volverse tan inexpresivo y su mirada tan indiferente como la del jugador de poker que hace una apuesta con una jugada нnfima. —Abra la puerta, Archie —dijo tranquila.

: Deslizando el cuchillo en la polaina y aflojando la pistola en el cinturуn, Archie cruzу la estancia y abriу la puerta de par en par. Pittypat lanzу un pequeсo chillido, como el ratуn que siente cerrarse ante йl, la ratonera, al ver agolpados a la puerta a un capitбn yanqui y un pelotуn de capotes azules. Pero las otras no dijeron nada. Scarlett vio con una ligerнsima sensaciуn de alivio que el oficial era conocido suyo. Era el capitбn Tomбs Jaffery, uno de los amigos de Rhett, y ella le habнa vendido madera para la construcciуn de su casa. Sabнa que se trataba de un caballero. Tal vez como era un caballero no las meterнa en la cбrcel. Йl la reconociу en seguida y, quitбndose el sombrero, la saludу, algo turbado.

—Buenas noches, seсora Kennedy. —Y preguntу, volviйndose a las otras—: їQuiйn de ustedes es la seсora Wilkes?

—Yo soy la mujer de Wilkes —contestу Melanie, levantбndose, y toda su diminuta figura irradiaba dignidad—. їPuedo saber a quй debo esta intrusiуn?

Los ojos del capitбn recorrieron rбpidamente toda la habitaciуn se fijaron en cada rostro, pasando luego a la mesa y al perchero, como en busca de alguna seсal que le indicara si podнan encontrarse los hombres en la casa.

—Desearнa hablar con el seсor Wilkes y el seсor Kennedy.

—No estбn aquн —dijo Melanie con voz estremecida.

—їEstб usted segura?

—їDuda usted de la palabra de la seсora Wilkes? —exclamу Archie, temblando de rabia.

—Le ruego me perdone, seсora, no querнa ofenderla. Si me da usted su palabra no registrarй la casa.

—Tiene usted mi palabra. Pero registre si quiere. Estбn en una reuniуn, en la ciudad, en el almacйn del seсor Kennedy.

Йl saludу brevemente y saliу cerrando la puerta. Los de la casa oyeron una orden ahogada por el viento.

—Rodeen la casa; un hombre en cada ventana y en la puerta.

Se oyу ruido de pasos. Scarlett reprimiу un estremecimiento de terror al divisar vagamente rostros barbudos que las vigilaban a travйs de los cristales. Melanie se sentу y con mano firme cogiу un libro de encima de la mesa. Era un ejemplar en rъstica de Los Miserables, ese libro que habнa hecho las delicias de los soldados confederados. Lo leнan a la luz de los fuegos del campamento y sentнan cierto placer llamбndolo Lee's Miserables [25] . Lo abriу al azar y empezу a leer con voz clara y monуtona.

—ЎCosan! —ordenу Archie con autoritario cuchicheo; y las tres mujeres, fortalecidas, por la frнa voz de Melanie, recogieron sus labores e inclinaron las cabezas.

їCuбnto tiempo leyу Melanie bajo aquel cнrculo de ojos vigilantes? Scarlett no lo supo nunca, pero le parecieron horas. No entendнa ni una palabra de la lectura. Ahora empezaba a acordarse tambiйn de Frank y no sуlo de Ashley. Asн que йsa era la explicaciуn de su aparente calma aquella tarde. Le habнa prometido que nunca tendrнa nada que ver con el Klan. ЎOh, йstos eran precisamente los trastornos que ella habнa temido que le sobreviniesen! Toda la labor de aquel ъltimo aсo habнa sido inъtil. Todas sus luchas, temores y trabajos se habнan perdido. їQuiйn hubiera pensado que el frнo e indiferente Frank se mezclara en aquellas locas aventuras del Klan? ЎSн; era probable que en aquellos momentos ya estuviese muerto! Y, si no estaba ya muerto y los yanquis lo cogнan, le ahorcarнan y a Ashley tambiйn.

Se hundiу las uсas en la palma de la mano, hasta que se formaron en ella cuatro medias lunas de un rojo brillante. їCуmo podнa Melanie leer con aquella tranquilidad cuando Ashley estaba en peligro de ser ahorcado, cuando podнa estar muerto? Pero algo en la serena voz de Melanie leyendo las peripecias de Jean Valjean la tranquilizaba y le impedнa saltar y empezar a gritar.

Su mente retrocediу a aquella noche en que Tony Fontaine, perseguido y exhausto, sin un cйntimo, habнa acudido a ellos. Si no hubiera llegado a su casa y recibido dinero y un caballo fresco, lo habrнan ahorcado desde hacнa mucho. Si Frank y Ashley no habнan muerto ya en estos momentos, estarнan en la misma situaciуn y aъn peor que Tony entonces. Con la casa cercada, no podнan aproximarse a ella y coger dinero y ropas sin que los capturasen; y probablemente todas las casas de la calle estarнan igualmente vigiladas por los yanquis, de modo que no podrнan recurrir a los amigos en demanda de ayuda. Tal vez ahora estarнan cabalgando como locos en direcciуn a Texas.

Pero tal vez Rhett los habrнa alcanzado a tiempo. Rhett siempre llevaba encima grandes cantidades de dinero. Acaso accediese a prestarles lo suficiente para que se marchasen. Pero esto era absurdo. їPor quй se iba a molestar por la seguridad de Ashley? Era seguro que no tenнa por йl la menor simpatнa. Seguro que sentнa cierto desprecio por йl. Entonces, їpor quй...? Pero tales cavilaciones hicieron crecer sus temores por la salvaciуn de Ashley y de Frank.

«ЎOh, todo ha sido por mi culpa! —se lamentaba para sus adentros—. India y Archie dijeron la verdad. Pero yo nunca pensй que ninguno de ellos iba a ser tan loco que se afiliase al Klan. Y yo nunca creн que pudiera ocurrirme nada. Pero no podнa haber obrado de otra manera. Melanie dijo la verdad. Cada uno tiene que hacer lo que debe. Y yo debнa tener mis serrerнas en marcha. Necesitaba dinero. Ahora probablemente lo perderй todo; y habrб sido por mi culpa. » Despuйs de un gran rato de lectura, la voz de Melanie vacilу, arrastrу algunas palabras y por fin quedу en silencio. Se volviу hacia la ventana y mirу como si ningъn soldado yanqui la mirara a ella desde el otro lado de los cristales. Las otras levantaron la cabeza sorprendidas por su actitud atenta, y ellas tambiйn atendieron. Se oнa ruido de cascos de caballo, y una canciуn ahogada por las cerradas puertas y ventanas, apagada por el viento, pero aъn reconocible. Era el mбs odiado y odioso de todos los cantos, el canto de los hombres de Sherman: «Marchando a travйs de Georgia», y era Rhett Butler el que lo cantaba.

Apenas habнa terminado los primeros compases cuando otras dos voces le interrumpieron, voces de borrachos, rabiosas y alocadas que tropezaban en las palabras y las confundнan. Hubo una breve orden del capitбn Jaffery delante del porche y rбpido movimiento de pies. Pero aun antes de que se oyesen esos ruidos las seсoras se miraron Unas a otras estupefactas porque las voces de borracho que escandalizaban en uniуn de Rhett eran las de Ashley y Hugh Elsing. Se oyeron voces mбs fuertes en el camino principal: la del capitбn Jaffrey, breve e interrogante; la de Hugh, chillona, con locas carcajadas; la de Rhett, rotunda y atrevida, y la extraсa e irreal de Ashley gritando a voz en grito:

—їQuй diablos ocurre? їQuй diablos ocurre?

«No puede ser Ashley —pensу Scarlett enloquecida—. Ashley no se emborracha nunca. Y Rhett, їcуmo es posible? Cuando Rhett se emborracha, se va quedando cada vez mбs tranquilo, nunca se exalta como ahora. »

Melanie se levantу y con ella Archie. Oyeron la aguda voz del capitбn

—Estos dos hombres quedan detenidos.

La mano de Archie se cerrу sobre la culata de su pistola.

—No —susurrу Melanie con firmeza—. No, dйjamelo a mн.

Habнa en su rostro la misma mirada que Scarlett recordaba haberle visto aquel dнa en Tara, cuando Melanie, de pie en lo alto de los escalones, contemplaba al yanqui muerto, mientras de su frбgil puсo se desprendнa el pesado sable. Un alma dulce y tнmida, vigorizada por las circunstancias hasta la furia de una tigresa. Abriу la puerta de par en par.

—Mйtalo dentro, capitбn Butler —llamу con un acento claro cargado de odio—. Supongo que habйis conseguido emborracharlo otra vez. Mйtalo dentro.

Desde el oscuro y sinuoso sendero, el capitбn yanqui hablу: —Lo siento seсora Wilkes, pero su esposo y el seсor Elsing estбn detenidos.

—їDetenidos? їPor quй? їPor embriaguez? Si a todo el que se embriaga en Atlanta lo arrestaran, la guarniciуn yanqui entera se pasarнa la vida en el calabozo. Bien, mйtalo en casa, capitбn Butler, suponiendo que sea usted capaz de andar.

La inteligencia de Scarlett parecнa en estado de embotamiento. Durante unos instante no pudo comprender nada. Ella sabнa que ni Rhett ni Ashley estaban bebidos y estaba segura de que Melanie lo sabнa tambiйn. Y sin embargo allн estaba Melanie, tan agradable y refinada corrientemente, gritando como una arpнa, y delante de los yanquis para mбs vergьenza, que los dos estaban demasiado borrachos para poder andar siquiera.

Hubo una breve discusiуn salpicada de juramentos, y unos pies inseguros ascendieron los escalones. En el umbral apareciу Ashley, con la cara lнvida, bamboleбndosele la cabeza, el brillante cabello despeinado, con su larga figura envuelta de la cabeza a los pies en la negra capa de Rhett. Hugh Elsing y Rhett, ninguno de los dos demasiado firme sobre sus pies, lo sostenнan a cada lado, y era obvio que de no haber sido por su ayuda hubiera caнdo al suelo. Detrбs de eЬos llegaba el capitбn yanqui; su rostro era una mezcla de sospecha y burla. Permaneciу en pie ante la puerta abierta; sus hombres, llenos de curiosidad, se asomaban por encima de sus hombros. El aire frнo barriу la habitaciуn.

Scarlett, asustada e intrigada, mirу a Melanie y luego al agotado Ashley, y poco a poco empezу a comprender. Iba a gritar: «ЎPero si no puede estar bebido! ». Mas ahogу sus palabras. Comprendiу que estaba presenciando una comedia, una desesperada comedia en la que se jugaban las vidas de aquellos hombres. Se dio cuenta de que ni ella ni tнa Pittypat tomaban parte en la representaciуn. Pero todos los demбs sн, y se lanzaban rйplicas uno a otro como los actores de un drama bien ensayado. Sуlo entendiу a medias, pero lo suficiente para callarse.



  

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