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CUARTA PARTE 20 страница



Scarlett veнa con mucha frecuencia a Ashley, pero nunca solo. Cada tarde, al regreso de la serrerнa, pasaba por su casa para darle cuenta de las novedades de la jornada, pero Frank y Pittypat se encontraban allн generalmente o, lo que era peor, Melanie e India. La entrevista se limitaba a un cambio de impresiones de orden comercial, tras los cuales Scarlett daba a Ashley algunos consejos y le decнa: «Muchas gracias por haber venido a verme. Buenas tardes».

ЎSi al menos no estuviera encinta! Hubiera podido ir con йl a la serrerнa cada maсana. Atravesarнan juntos los bosques desiertos. Lejos de todas las miradas indiscretas, habrнan podido creerse transportados de nuevo al Condado, al tiempo feliz en que los dнas transcurrнan sin precipitaciones. No, no intentarнa que le dijera una sola palabra de amor. Se habнa jurado no volver a hablarle de su mutua ternura. Pero, si ella se encontraba sola con йl, Ashley abandonarнa tal vez la mбscara de indiferencia cortйs que habнa adquirido desde su llegada a Atlanta. Tal vez volverнa a ser el mismo, el Ashley que ella habнa conocido antes de que se hubiese hablado para nada de amor entre ellos. Ya que no podнan ser amantes, al menos serнan amigos. ЎTenнa tanta necesidad de caldear su corazуn transido al fuego de su amistad!

«ЎSi al menos tuviera en seguida al niсo! —se decнa con impaciencia—. Podrнa pasearme con Ashley todos los dнas. Charlarнamos... »

No era solamente su deseo de estar sola con Ashley lo que la hacнa gemir de impaciencia y rebelarse contra la vida de reclusiуn que llevaba. Las serrerнas tenнan necesidad de su presencia. Desde que habнa cesado de vigilar su marcha y habнa confiado la direcciуn de una y otra a Hugh y a Ashley, los dos establecimientos perdнan dinero.

Hugh era un perfecto inъtil, a pesar de toda su buena voluntad. No tenнa el menor sentido comercial ni sabнa mandar a los obreros. Todo el mundo obtenнa rebajas de йl. A poco que un contratista avispado le declarase que su madera era de нnfima calidad y no valнa el dinero que pedнa por ella, estimaba que un caballero debнa presentar excusas y rebajar el precio. Cuando Scarlett se enterу de la cantidad en que habнa vendido mil pies de madera para entarimados, rompiу. " llorar de rabia. ЎEl mejor lote de madera que se habнa vendido en la serrerнa lo habнa literalmente regalado! Y, luego, no sabнa tratar con la gente. Los negros insistнan para que les pagara cada dнa y frecuentemente ocurrнa que se lo gastaban en vino y al dнa siguiente no se presentaban al trabajo. Hugh veнase entonces obligado a salir en busca de otros obreros y el trabajo sufrнa retraso. Y, para postres, Hugh se pasaba dнas enteros sin ir a vender la madera a la ciudad.

Viendo tal mengua de beneficios en manos de Hugh, Scarlett se encolerizу por su idiotez y por la suya misma, que no podнa hacer nada. Tan pronto tuviera el niсo y pudiera volver a tomar la direcciуn de las cosas, se desharнa de Hugh y buscarнa otro para que ocupara el sitio. Cualquiera valdrнa mбs que йl y estaba bien resuelta a no dejarse pisar mбs por los liberados. їQuй cosa de provecho iba a hacerse con esos negros, que dejaban el trabajo por un quнtame allб esas pajas?

—Frank —le dijo a su marido, despuйs de una discusiуn acalorada con Hugh acerca de las faltas al trabajo de sus obreros—, estoy bien decidida a alquilar a unos cuantos forzados para trabajar en las serrerнas. Hace algъn tiempo, le hablй a Johnnie Gallegher, el contramaestre de Tommy Wellburn, de lo pesado que resultaba hacer trabajar a los negros, y me dijo que por quй no alquilaba forzados. Me parece una buena idea. Me dijo que podнa subalquilarlos por casi liada y que me bastarнa con darles una bazofia para comer. Aсadiу que podrнa hacerles trabajar todo el tiempo que quisiera sin tener siempre husmeando a la gente de la Oficina de Liberados en asuntos que no son de su incumbencia. ЎAh, y luego, tan pronto expire el contrato de Johnnie Gallegher con Tommy, lo tomarй para reemplazar a Hugh! Un tipo que logra hacer trabajar a sus уrdenes a una banda de irlandeses no dejarб de obtener excelentes resultados con los forzados.

ЎCon forzados! ЎFrank permanecнa mudo de horror! ЎAlquilar forzados! Era el colmo; era peor aъn que pensar en instalar un bar.

Al menos, йsta era la opiniуn de Frank y de los medios conservadores en los que se desenvolvнa. El sistema consistente en alquilar forzados debнa su reciente aplicaciуn a la pobreza del Estado como consecuencia de la guerra. Incapaz de mantener a los forzados, el Estado los alquilaba a los que tenнan necesidad de mucha mano de obra para construir vнas fйrreas o para explotaciones forestales. Sin dejar de reconocer la necesidad de tal sistema, Frank y sus amigos sensatos no dejaban de deplorar su existencia. Buen nъmero de ellos ni siquiera habнan sido partidarios de la esclavitud y encontraban esto bastante peor.

ЎY Scarlett querнa ajustar forzados! Frank sabнa que, si hacнa una cosa semejante, йl no se atreverнa a llevar ya la cabeza alta. Era peor aъn que poseer y dirigir una serrerнa, peor que todo lo que su mujer habнa emprendido o proyectado. Oponiйndose a los proyectos de Scarlett, Frank habнa sido impulsado siempre por esta pregunta: «їQuй dirб de nosotros la gente? ». Pero esta vez Frank experimentaba un sentimiento mбs profundo que el temor al quй dirбn. Tenнa la impresiуn de que se trataba de un trбfico de carne humana similar al de la prostituciуn. No podнa permitirlo sin sentir el remordimiento de cometer un pecado. Frank estaba tan convencido de esto que encontrу бnimos para prohibir a su mujer que llevara a efecto su plan y puso tanta energнa en sus observaciones que Scarlett, atemorizada, no fue capaz de responderle. Finalmente, para tranquilizarle, le declarу en tono sumiso que no se trataba mбs que de un proyecto vago. En el fondo de sн misma pensaba todo lo contrario. Contratando forzados resolverнa en el acto uno de los problemas mбs graves, pero, por otra parte, si Frank tomaba la cosa asн...

Suspirу. Si al menos una de las serrerнas le produjera beneficios, tomarнa su mal con paciencia, pero Ashley apenas daba muestras de mбs talento que Hugh.

Al principio, Scarlett habнa quedado sorprendida y decepcionada de que Ashley no se hubiera puesto al corriente en el acto y no hubiera hecho que la serrerнa rindiera el doble de lo que rendнa cuando estaba en sus manos. ЎEra tan inteligente y habнa leнdo tantos libros! No habнa razуn alguna para que no tuviera el mбs brillante йxito y no ganara cantidades fabulosas. Pero, por desgracia, no obtenнa mejores resultados que Hugh. Su inexperiencia, sus errores, su falta absoluta de sentido comercial, sus escrъpulos, eran los mismos de Hugh.

En su amor, Scarlett encontrу fбcilmente excusas a su conducta y no se le ocurriу la idea de juzgar a los dos hombres por el mismo rasero. Hugh era un necio, su caso era desesperado, mientras que Ashley lo que tenнa que hacer era iniciarse en los negocios. Sin embargo, se vio obligada a reconocer a pesar suyo que Ashley no sabrнa nunca hacer, como ella, un cбlculo mental rбpido ni dar un precio exacto. Y a veces se preguntaba si aprenderнa nunca a distinguir el pino del roble. Como era honrado, tenнa confianza en el primer sinvergьenza, y varias veces se habrнa perdido dinero si ella no hubiera intervenido para arreglar las cosas. Si sentнa simpatнa por alguien —Ўy parecнa sentirla por todos! — vendнa la madera a crйdito sin preocuparse siquiera de si el comprador tenнa cuenta en el Banco o cualquier otra garantнa. A este respecto, no valнa mбs que Frank.

ЎPero ya acabarнa por aprender! Sobre esto no albergaba asomo de duda. Y, mientras Ashley se iniciaba en la vida comercial, Scarlett estaba llena de una indulgencia y de una paciencia verdaderamente maternales para sus errores. Cada tarde, cuando llegaba a su casa, agotado y desesperado, ella no dejaba de prodigarle un sinfнn de consejos con el tacto mбs exquisito. Pero, por mбs que le diera бnimos y tratara de levantar su moral, sus ojos conservaban una extraсa mirada, una expresiуn muerta que ella no comprendнa y que la aterraba. ЎEstaba cambiado, resultaba tan distinto del hombre que era antes! Si al menos consiguiera verlo solo, tal vez descubrirнa a quй se debнa aquello...

Esta situaciуn proporcionу a Scarlett muchas noches de insomnio. Se atormentaba pensando en Ashley, primero porque lo veнa desdichado y luego porque sabнa que siendo desdichado no podrнa convertirse en un buen comerciante en maderas. Era un verdadero suplicio ver sus serrerнas en manos de dos hombres tan poco comerciantes como Ashley y Hugh. Se le partнa el corazуn viendo a sus competidores arrebatarle los mejores clientes, cuando ella habнa trabajado tanto y preparado tan minuciosamente su plan de campaсa para los meses en que no iba a poder trabajar. ЎSi al menos pudiera volver a hacerlo pronto! Se ocuparнa de Ashley y a la fuerza le harнa aprender bien su oficio. ЎY si Johnnie Gallegher pudiera dirigir la otra serrerнa! Ella misma se encargarнa de la venta de la madera y todo irнa como sobre ruedas. En cuanto a Hugh, si querнa seguir trabajando con ella, le darнa un carruaje para repartir el gйnero. ЎNo servнa para mбs!

Evidentemente, por despabilado y despierto que fuera Gallegher, de escrupuloso, la verdad, no tenнa mucho aspecto. Pero, entonces, a quiйn llamar? їQuй ocurrнa para que los hombres inteligentes y honrados a la vez manifestaran tan pocos deseos de trabajar para ella? Si al menos consiguiese uno de ellos para ponerlo en el sitio de Hugh, ya podrнa estar mбs tranquila, pero...

A pesar de su dolencia fнsica, Tommy Wellburn se habнa convertido en uno de los contratistas mбs importantes de la ciudad y, segъn se decнa, ganaba lo que querнa. La seсora Merriwether y Rene tambiйn se abrнan camino muy bien y acababan de abrir una pastelerнa que Rene regentaba con un sentido de la economнa verdaderamente francйs, y el abuelo Merriwether, encantado de abandonar su rincуn al fuego, conducнa ahora el carrito con los dulces. Los Simmons tenнan tal cantidad de encargos, que empleaban tres equipos de obreros en su ladrillar. Y Kells Whiting tambiйn ganaba dinero con su cosmйtico, que vendнa a los negros, diciйndoles que no se les dejarнa que votaran si seguнan teniendo los cabellos crespos.

Y otro tanto ocurrнa con la gente joven que Scarlett conocнa: los mйdicos, los abogados, los comerciantes. Esa especie de amodorramiento que se habнa apoderado de ellos en el momento de la derrota habнa desaparecido por completo y todos se habнan preocupado demasiado en cimentar su propia fortuna para pensar en dedicarse a edificar la ajena. Los otros, los que no desplegaban tanta actividad, eran los hombres del tipo de Hugh... o de Ashley...

ЎQuй de penalidades: tratar de llevar adelante un negocio y estar embarazada, para colmo!

«No tendrй otro hijo —decidiу Scarlett con convicciуn—. No me propongo imitar a las demбs mujeres y tener un bebй cada aсo. ЎSanto Dios! ЎMe pasarнa la mitad del aсo en casa, sin ocuparme de mis serrerнas! Y ya me doy cuenta ahora de que no puedo permitirme faltar ni un dнa. Le voy a decir bien claro a Frank que no quiero tener mбs hijos. »

Frank querнa formar una familia numerosa, pero ya le harнa ella entrar en razуn. El hijo que ahora llevaba serнa el ъltimo. Las serrerнas eran bastante mбs importantes...

Scarlett tuvo una niсa menuda y calva, fea como un mono pelуn y absurdamente parecida a Frank. Nadie, excepto el padre, cegado por el cariсo, pudo encontrar en ella belleza alguna, pero los vecinos llevaron su caridad hasta decir que todos los niсos feos podнan llegar a volverse guapos. La bautizaron con los nombres de Ella Lorena. Ella por su abuela, y Lorena porque era el nombre mбs de moda en aquellos dнas para las muchachas, asн como los de Roberto E. Lee y Stonewall Jackson eran los mбs populares para los chicos y Abraham Lincoln y Emancipaciуn para los negritos.

La niсa naciу a mediados de una semana en que los бnimos estaban muy excitados en la oprimida Atlanta y la atmуsfera en tensiуn, esperando un desastre. Un negro que se jactу de haber cometido un rapto fue detenido por entonces; pero, antes de pensar en juzgarle, varios miembros del Ku Klux Klan asaltaron la cбrcel y lo colgaron sin contemplaciones. El Klan habнa actuado para evitar que la vнctima, desconocida aъn, fuese citada a comparecencia para declarar ante el tribunal. Antes que hacer pъblica su afrenta, el padre y los hermanos la hubieran matado; por eso el linchamiento del negro pareciу a los ciudadanos una sensata soluciуn, realmente la ъnica soluciуn decente. Pero las autoridades militares se enfurecieron. No vieron razуn para que la muchacha no declarase pъblicamente.

Los militares efectuaron detenciones a diestro y siniestro y juraron que aniquilarнan el Klan, aunque tuviesen que encerrar a todos los blancos de Atlanta. Los negros, irritados y ceсudos, hablaron de incendiar casas en represalia. Corrнan rumores de ejecuciones en masa en el caso de que los yanquis cogieran a los culpables y de sorpresas concertadas por los negros contra los blancos. La gente permanecнa en su casa con las puertas barreadas y con las ventanas hermйticamente cerradas; los hombres no se atrevнan a salir a sus asuntos dejando sin protecciуn a las mujeres y a los niсos.

Scarlett yacнa extenuada en el lecho, dйbil y callada, dando gracias a Dios de que Ashley hubiera tenido el buen acuerdo de no pertenecer al Klan y de que Frank fuera demasiado viejo y apocado. Hubiera sido espantoso saber que los yanquis podнan llegar de un momento a otro a detenerlos. їEs que no podнan estar tranquilos aquellos juveniles cerebros exaltados que formaban el Klan? Probablemente la muchacha no habнa sido violada. Seguramente habнa sufrido tan sуlo un susto tonto, y por culpa suya una porciуn de hombres podнan perder la vida.

En aquella atmуsfera, con los nervios tensos como una mecha sobre un barril de pуlvora, Scarlett recobrу sus fuerzas rбpidamente. El saludable vigor que la habнa acompaсado durante la dura temporada de Tara siguiу sosteniйndola, y dos semanas despuйs del nacimiento de Ella Lorena se encontraba ya en disposiciуn de levantarse hasta una silla y de irritarse por su inactividad. Tres semanas despuйs, estaba en pie y afirmaba su deseo de ir a ver las serrerнas. Habнan suspendido el trabajo en los dos talleres, porque tanto Hugh como Ashley temнan dejar solas a sus familias durante todo el dнa.

Entonces estallу la tormenta...

Frank, rebosante de orgullo paterno, tuvo el suficiente valor para prohibir a Scarlett que saliera de casa en aquellas condiciones tan peligrosas. Sus уrdenes no hubieran tenido ningъn efecto si йl no hubiera encerrado el caballo y el coche en la cuadra, resolviendo que sуlo йl podrнa utilizarlos. Es mбs, mientras estaba ella en cama, йl y Mamita habнa registrado pacientemente la casa entera y descubierto el dinero en varios escondites. Y Frank lo habнa depositado en el Banco a su propio nombre, de suerte que Scarlett no podнa disponer de nada.

Scarlett se enfureciу contra Frank y Mamita; luego suplicу, y finalmente gritу toda una maсana como una niсa despechada. Pero sus lamentaciones sуlo le sirvieron para oнr: «ЎCбlmate, rica! Pareces una chiquilla enferma». Y: «Seсorita Scarlett, si sigue usted llorando se le va a alterar la leche y la niсa tendrб un cуlico».

Llena de furia, Scarlett cruzу el patio posterior dirigiйndose a la casa en busca de Melanie para desahogarse con ella, declarando que irнa a pie a las serrerнas y que contarнa a todo Atlanta que se habнa casado con un monstruo y que no querнa que la tratasen como a una niсa estъpida y traviesa. Llevarнa una pistola y matarнa a quien la amenazase. Habнa ya matado a un hombre y le agradarнa, sн, le agradarнa matar a algъn otro. Irнa... Melanie, que no se atrevнa a aventurarse hasta su propio porche, sй quedу aterrada ante semejantes amenazas.

—ЎOh! No debes arriesgarte. ЎMe morirнa si te ocurriera algo! ЎOh, te lo ruego!

—ЎQuiero ir! ЎQuiero ir! ЎIrй a pie!

Melanie la mirу y vio que no se trataba del histerismo de una mujer debilitada por el reciente parto. En el rostro de Scarlett habнa la misma terquedad, idйntica decisiуn que Melanie habнa visto tantas veces en el rostro de Gerald O'Hara cuando se empeсaba en hacer una cosa. Abrazу a Scarlett, estrechбndola fuertemente contra ella.

—La culpa es mнa por no ser valiente como tъ y por tener encerrado en casa a Ashley en vez de hacerle ir a las serrerнas. ЎOh, querida! ЎSoy tan miedosa! Mira, le dirй a Ashley que ya no tengo miedo y permanecerй contigo y con tнa Pitty; asн йl podrб volver al trabajo y... Ni siquiera en su interior querнa Scarlett admitir que Ashley fuera incapaz de resolver la situaciуn por sн solo.

—ЎNada de eso! їCуmo quieres que pueda trabajar Ashley si estб preocupado por ti a todas horas? ЎTodos sois odiosos! ЎHasta el tнo Peter se niega a venir conmigo! ЎPero no me importa! Irй sola. Recorrerй el camino paso a paso y encontrarй una cuadrilla de negros en algъn sitio...

—ЎOh, no! ЎNo debes hacer eso! Podrнa ocurrirte algo terrible. Dicen que el caserнo de Shantytown en la carretera de Decatur estб lleno de negros y tienes que pasar por allн. Deja que piense... Promйteme, querida, que no harбs nada hoy y yo pensarй algo. Promйteme que te irбs a acostar. Tienes mala cara. Promйtemelo.

Como su rapto de furor la habнa dejado extenuada para cualquier cosa, Scarlett, ceсuda, lo prometiу y, volviendo a la casa, rechazу con arrogancia toda tentativa de paz por parte de su familia.

Aquella tarde una extraсa y escuбlida figura pasу el cercado que separaba los corrales de Melanie y de Pitty. Era evidentemente uno de aquellos hombres de los que hablaban Mamita y Dilcey llamбndolos «inmundicias que la seсorita Melanie recoge en los caminos y deja dormir en su bodega».

En los sуtanos de la casa de Melanie habнa tres aposentos que sirvieron antaсo de alojamiento para los criados y de bodega. Ahora Dilcey ocupaba uno de ellos, y los otros dos estaban constantemente ocupados por una chusma miserable de paso por allн. Sуlo Melanie sabнa de dуnde venнan y adonde marchaban, y nadie sabнa en dуnde los recogнa. Quizбs era cierto lo que decнan los negros: que ella efectuaba su redada por las calles. Pero, de igual modo que las personas importantes eran acogidas en su gran salуn, asн los desdichados encontraban alojamiento en su bodega, donde eran alimentados y tenнan un lecho; y luego volvнan a marchar con paquetes de vнveres. Generalmente, los ocupantes de los aposentos eran antiguos soldados de la Confederaciуn, gentes rudas e ignorantes, sin casa ni familia, que vagaban por el Condado con la esperanza de encontrar trabajo.

Con frecuencia, campesinas morenas y ajadas, que iban en compaснa de una turba de chiquillos silenciosos, pasaban asн la noche; mujeres a quienes la guerra habнa dejado viudas, privбndolas de sus granjas, y que andaban buscando a sus parientes dispersos y perdidos. A veces los vecinos se escandalizaban por la presencia de extranjeros, que hablaban muy poco o nada el inglйs; gentes atraнdas hacia el Sur por el espejismo de una fortuna fбcilmente lograda. Incluso un republicano habнa dormido allн; pero nadie creнa los cuentos de Mamita, porque, como es natural, hasta la caridad de Melanie debнa tener un lнmite.

«Sн —pensу Scarlett, sentada en el porche bajo el pбlido sol noviembre, con la niсa sobre sus rodillas—, debe ser uno de los pordioseros de Melanie. Es realmente un pordiosero. »

El hombre que cruzaba el patio posterior tenнa una pierna de Boadera, como Will Benteen. Era alto y flaco, calvo y con la barba gris, tan larga que le llegaba a la cintura. A juzgar por su aspecto, debнa tener mбs de sesenta aсos a juzgar por su arrugada cara, pero su cuerpo no mostraba las seсales de la edad. Era larguirucho y desgaritado, aunque, a pesar de su pierna de madera, se movнa con la agilidad de una serpiente.

Subiу los escalones y se acercу a ella, y antes de que hablase, por la manera de arrastrar las erres y por su deje especial, Scarlett supo que era de la montaсa. A pesar de sus ropas sucias y andrajosas, ofrecнa, como muchos montaсeses, un aspecto de feroz y reconcentrado orgullo, que no permitнa confianzas ni toleraba bromas. Tenнa la barba manchada de jugo de tabaco, la nariz aguileсa y las cejas espesas; de sus orejas asomaban unos pelos que les daban el aspecto de unas orejas de lince. En lugar de un ojo mostraba una hendidura de la que arrancaba una cicatriz que le cruzaba diagonalmente la mejilla. El otro ojo era pequeсo, claro y frнo, un ojo inmуvil y cruel. Llevaba en el cinturуn una pesada pistola, del cual tambiйn sobresalнa el mango de un cuchillo de monte.

Respondiу frнamente a la mirada de Scarlett y se apoyу en la baranda antes de hablar. En su ъnico ojo habнa una expresiуn de desprecio, no especialmente dedicada a ella, sino a su sexo entero.

—La seсorita Wilkes me ha mandado a usted para que me dй trabajo —dijo, conciso. Hablaba rъsticamente, como quien no estб acostumbrado a hacerlo y a quien sus palabras acuden casi con dificultad—. Me llamo Archie.

—Lo siento, pero no tengo trabajo para usted, seсor Archie.

—Archie es mi nombre de pila.

—Perdone usted. їCuбl es su apellido?

Йl vacilу un instante.

—Eso es asunto mнo —dijo—. Con Archie basta.

—No me importa saber cуmo se llama. No tengo nada para usted.

—Me parece que lo tiene. La seсora Wilkes estaba asustada pensando que querнa usted ir de paseo sola como una loca, y me ha mandado aquн para que la acompaсe.

—їDe veras? —exclamу Scarlett, indignada tanto de la rudeza de aquel hombre como de la intromisiуn de Melanie.

El ъnico ojo de Archie se clavу en ella con una animosidad impersonal.

—Sн. Una mujer no debe producir quebraderos de cabeza a sus hombres. Si no tiene usted mбs remedio que ir de paseo, la acompaсarй. Odio a los negros... y tambiйn a los yanquis. Se pasу al otro carrillo el pedazo de tabaco que estaba mascando y, sin esperar a que le invitasen, se sentу en los escalones.

—No dirй que me guste acompaсar a las mujeres; pero la seсora Wilkes ha sido buena conmigo dejбndome dormir en su bodega y me ha mandado aquн para que la acompaсe.

—Pero... —empezу Scarlett vacilante. Y luego se detuvo y lo mirу. Despuйs de un momento iniciу una sonrisa. No le agradaba el aspecto de aquel viejo malhechor, pero su presencia simplificarнa las cosas. Llevбndolo al lado podrнa ir a las serrerнas y a la ciudad, visitar a los clientes. Nadie podrнa creerla en peligro y el aspecto de aquel hombre era suficiente para evitar jaleos.

—Convenido —contestу—. Es decir, si mi marido consiente.

Despuйs de una conversaciуn privada con Archie, Frank dio de mala gana su aprobaciуn y enviу unas lнneas a las cuadras para que sacasen el caballo y el coche. Le irritaba y le producнa desilusiуn que la maternidad no hubiera transformado a Scarlett como йl habнa esperado; pero, si ella estaba decidida a volver a aquellos malditos talleres, entonces Archie serнa bienvenido.

Asн empezу aquella relaciуn que desde el principio asombrу a Atlanta. Archie y Scarlett hacнan una extraсa pareja: el sucio y truculento viejo con su pierna de madera llena de pegotes de barro, y la linda y elegante muchacha con la frente arrugada en una expresiуn abstraнda. Se los veнa a todas horas y en todos sitios, en las cercanнas de Atlanta, hablбndose rara vez, desagradбndose evidentemente uno a otro, pero ligados ambos por una recнproca necesidad, йl de dinero y ella de protecciуn. Al menos, dijeron las seсoras de la ciudad, era mejor que ir de paseo tan descaradamente con el tal Butler. Sentнan curiosidad por saber a dуnde habнa ido a acabar sus dнas Rhett, que partiу bruscamente de la ciudad tres meses antes y de quien nadie, ni siquiera Scarlett, conocнa el paradero.

Archie era un hombre callado que no hablaba nunca a no ser que le dirigiesen la palabra y que contestaba generalmente con gruсidos. Todas las maсanas salнa de la bodega de Melanie e iba a sentarse en los escalones de la casa de Pittypat, mascando tabaco y escupiendo hasta que salнa Scarlett y Peter traнa el coche de la cuadra. El tнo Peter temнa a aquel hombre muy poco menos que al diablo o al Ku Klux Klan; y hasta Mamita pasaba junto a йl en silencio y atemorizada. Йl odiaba a los negros y sabнa que le temнan. Habнa reforzado su armamento con otra pistola mбs y su fama se difundiу entre la poblaciуn negra. No tuvo nunca necesidad de sacar la pistola o de poner su mano en el cinturуn. El efecto moral era suficiente. Ni un negro se atrevнa siquiera a reнr cuando Archie se hallaba inmediato.

Una vez Scarlett le preguntу con curiosidad por quй odiaba a los negros y se quedу sorprendida cuando йl contestу concretamente, ya que en general respondнa a todas las preguntas diciendo: «Eso es asunto mнo».

—Los odio como todos los montaсeses. No los hemos querido nunca ni los hemos utilizado jamбs. Ellos son los que han provocado la guerra. Los odio tambiйn por esto.

—Pero їusted ha peleado en la guerra?

—Йse es un privilegio de los hombres. Odio tambiйn a los yanquis, mбs aъn de lo que odio a los negros. Los odio casi tanto como «dios a las mujeres charlatanas.

Aquellas rudas y francas palabras provocaban en Scarlett un furor silencioso contra Archie. Pero їquй hubiera hecho sin йl? їCуmo hubiera podido moverse con tanta libertad? Йl era rudo, sucio y, a veces, maloliente, pero servнa a sus fines. La acompaсaba a las serrerнas y a visitar a los clientes, escupiendo y contemplando el espado mientras ella hablaba y daba уrdenes. Si se apeaba del coche, bajaba detrбs de ella y seguнa sus pasos. Cuando estaba ella entre los trabajadores, negros o soldados yanquis, rara vez permanecнa йl a mбs de un paso de su codo.

Muy pronto Atlanta se acostumbrу a ver a Scarlett con su guardia de corps, y las seсoras se habituaron a envidiar su libertad de movimientos. Desde que el Ku Klux Klan iniciу los linchamientos, las seсoras vivнan realmente enclaustradas y ni siquiera iban a la ciudad de compras, como no se reunieran en grupos de media docena por lo menos.

Sociables por naturaleza, aquella reclusiуn forzada las humillaba; y empezaron a pedir a Scarlett que les prestase a Archie. Y йsta, cuando no lo necesitaba, era lo suficientemente amable para cedйrselo a las otras seсoras.

Y bien pronto Archie llegу a ser una instituciуn en Atlanta, y las seсoras se disputaban sus ratos libres. Rara vez pasaba una maсana sin que un chiquillo o un criado negro llegasen a la hora del desayuno con una nota que decнa: «Si no va usted a utilizar a Archie esta tarde, le ruego que me lo deje. Voy a llevar unas flores al cementerio». «Tengo que ir a la modista. » «Me agradarнa que Archie acompaсase a la tнa Nelly a tomar el aire. » «Tengo que ir de visita a la calle Peters y el abuelo no se siente bien para acompaсarme. Si Archie pudiese... »

Acompaсaba a todas, solteras, casadas y viudas, y demostraba a todas el mismo inflexible desprecio. Era evidente que no le gustaban las mujeres, a excepciуn de Melanie, lo mismo que no le gustaban los negros ni los yanquis. Desde el principio les chocу su rudeza, pero las seсoras acabaron por acostumbrarse a йl y por considerarlo como a los caballos que guiaba, olvidando su verdadera existencia. Una vez, la seсora Merriwether contу a la Meade los detalles completos del parto de su sobrina sin acordarse de la presencia de Archie, sentado en la delantera del vehнculo.

En ningъn otro momento hubiera sido posible semejante situaciуn. Antes de la guerra, Archie no hubiera sido admitido ni siquiera entre las fregonas. Pero ahora era bienvenida su tranquilizadora presencia. Tosco, ignorante, sucio, era un baluarte entre las seсoras y los terrores de la Reconstrucciуn. No era ni amigo ni criado. Era un guardia de corps asalariado que protegнa a las seсoras cuando sus maridos trabajaban de dнa o estaban ausentes del hogar por la noche.

Parecнale a Scarlett que, cuando llegaba Archie, su Frank se ausentaba de noche con mucha frecuencia. Decнa que necesitaba hacer el balance del negocio y que de dнa le quedaba muy poco tiempo despuйs de las horas de trabajo. O bien eran unos amigos enfermos a quienes tenнa que ir a visitar. Se habнa constituido la Asociaciуn de los Demуcratas, que se reunнan todos los miйrcoles para discutir el modo de recobrar el voto, y Frank no faltaba nunca a ninguna reuniуn. Scarlett juzgaba que aquella asociaciуn servнa para muy poco, como no fuera para ensalzar los mйritos del general Juan B. Gordon sobre los demбs generales, excepto Lee, y para reanudar imaginariamente la guerra. Ella no veнa indicio alguno de que tales actividades transformasen la situaciуn. Pero a Frank debнan agradarle mucho tales reuniones, porque permanecнa fuera hasta altas horas aquellas noches.

Tambiйn Ashley iba a visitar enfermos y frecuentaba asimismo las reuniones democrбticas, ausentбndose generalmente las mismas noches que Frank. Aquellas noches, Archie escoltaba a Pitty, a Scarlett y a Wade y a la pequeсa Ella por el corral hasta casa de Melanie, y las dos familias pasaban las noches juntas. Las seсoras cosнan mientras Archie, tumbado sobre el sofб del salуn, roncaba sonoramente. Nadie le habнa invitado a ocupar el sofб, que era el mueble mejor de la casa, y las seсoras gemнan en secreto cada vez que йl se tumbaba, colocando sus botas sobre la fina tapicerнa que forraba aquel mueble. Pero ninguna de ellas tenнa valor para protestar. Especialmente despuйs de haber observado que afortunadamente se dormнa con facilidad, pues de otro modo el ruido de la charla femenina, parecida al cacareo de una banda de gallinas, le hubiera vuelto loco con seguridad.



  

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