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CUARTA PARTE 21 страницаScarlett se preguntaba a veces, maravillada, de dуnde habrнa venido Archie y cuбl habrнa sido su vida antes de ir a alojarse en la bodega de Melanie, pero no encontraba nunca respuesta. Habнa algo en aquel rostro con un solo ojo que no fomentaba la curiosidad. Lo ъnico que sabнa era que su acento delataba su origen de las montaсas norteсas y que habнa hecho la guerra y perdido la pierna y el ojo poco antes de la rendiciуn. Fueron unas palabras pronunciadas en un acceso de cуlera contra Hugh Elsing las que esclarecieron y revelaron la verdad del pasado de Archie. Una maсana en que el viejo la habнa acompaсado a la serrerнa de Hugh, Scarlett encontrу el taller desocupado; los negros se habнan marchado y Hugh estaba sentado con gran desaliento bajo un бrbol. Ninguno se habнa presentado aquella maсana a trabajar y йl no sabнa quй hacer. Scarlett montу en cуlera y no sintiу escrъpulos en volcarla sobre Hugh. Precisamente ella acababa de conseguir un pedido —Ўun gran pedido! — que le habнa costado plйtora de energнa y de despliegue de sus encantos, y he aquн que ahora hallaba parada la serrerнa... —Acompбсeme al otro aserradero —dijo a Archie—. Sн, ya sй que estб lejos y que nos quedaremos sin comer, pero, їpara quй le pago? Tengo que decir al seсor Wilkes que interrumpa lo que estб haciendo y que me prepare su madera. ЎCon tal de que sus obreros no hayan hecho lo mismo! ЎQuй pandilla de bandidos! ЎNo he visto nunca un badulaque como Hugh Elsing! Me lo quitarй de encima en cuanto Johnnie Gallegher acabe las tiendas que construye. їQuй me importa que Gallegher haya estado en el ejйrcito yanqui? Trabajarб. No he visto nunca un irlandйs holgazбn. Y estoy cansada de negros emancipados. No se puede una fiar de ellos. Dirй a Johnnie Gallegher que contrate a unos cuantos presidiarios. Йl sacarб partido de ellos. Йl... Archie volviу hacia ella su ojo maligno y hablу con una cуlera frнa en su бspera voz: —El dнa en que tome usted presidiarios serб el dнa en que la abandonarй —dijo. Scarlett se quedу estupefacta. —ЎDios mнo! їPor quй? —Sй lo que es contratar a un presidiario. Significa matarlo. Tratarlo como a las mulas. Todavнa peor. Pegarle, hacerle morir de hambre y a fuerza de trabajo. їY quй importa? Al Estado no le importa. Percibe dinero del salario. De los llamados presidiarios nadie se ocupa. Lo ъnico que importa es alimentarlos gastando poco y sacar de ellos el maypr rendimiento posible. No he pensado nunca bien de las mujeres, Ўy ahora pensarй todavнa peor! —їY quй tiene usted que ver con esto? —Eso es cuenta mнa —dijo lacуnicamente Archie; y aсadiу despuйs—: He sido presidiario cerca de cuarenta aсos. Scarlett se estremeciу y durante un momento se apoyу en los almohadones. Aquйlla era, pues, la respuesta al enigma de Бrchie, su repugnancia a hablar de su antiguo apellido, del lugar de su nacimiento o de cualquier otra cosa que se refiriese a su vida pasada, la respuesta a la dificultad con que hablaba y al odio frнo que sentнa por todo el mundo. ЎCuarenta aсos! Debiу haber ingresado en la cбrcel de joven. ЎCuarenta aсos! Debiу haber sido condenado a cadena perpetua y los condenados a esa pena eran... —їFue... por asesinato? —Sн —contestу concisamente Archie mientras sacudнa las riendas—. Mi mujer. Scarlett parpadeу rбpidamente, aterrada. Pareciу que la boca de йl, oculta entre la barba, se moviese como si sonriera de aquel miedo. —No voy a matarla, seсora, si es que tiene usted miedo. No hay motivo para matar a una mujer. —ЎMatу usted a la suya! —Se enredу con mi hermano. Йl se marchу. No sentн matarla. Las mujeres perdidas deben ser asesinadas. La ley no tiene derecho a meter a un hombre en la cбrcel por eso, pero fui condenado. —Pero... їcуmo saliу usted? їSe escapу? їO le indultaron? —Llбmelo usted indulto —sus espesas cejas se unieron, como si el esfuerzo de juntar las palabras le fuera de gran dificultad—. El aсo 64, cuando llegу Sherman, estaba yo en la cбrcel de Milledgeville, donde he pasado cuarenta aсos. Y el director llamу a todos sus reclusos y les dijo que estaban llegando los yanquis, que incendiaban y mataban. Ahora le advertirй que si hay algo que odio mбs que a los negros y a las mujeres son los yanquis. —їPor quй? їHa... ha conocido usted a los yanquis? —No seсora. Pero he oнdo hablar de ellos. He oнdo decir que son incapaces de pensar en sus asuntos. Odio a las personas que no se ocupan de sus asuntos. їQuй venнan a hacer a Georgia, para libertar a nuestros negros, quemar nuestras casas y matar a nuestra gente? Bueno, el director dijo que el Ejйrcito tenнa mucha necesidad de soldados y que aquellos de nosotros que quisieran alistarse serнan puestos en libertad al final de la guerra... si es que seguнan vivos. Pero a nosotros, los condenados a cadena perpetua..., a nosotros los asesinos, segъn dijo el director, no se nos querнa en el Ejйrcito. нbamos a ser enviados a otro sitio, a otra cбrcel. Pero yo le dije al director que yo no era como los demбs condenados a cadena perpetua. Estaba allн precisamente por haber matado a mi mujer, y fue necesario que la matase. Y yo querнa pelear contra los yanquis. Y el director lo comprendiу y me dejу salir con los otros reclusos. Hizo una pausa y gruсу: —ЎHum...! Fue algo muy gracioso. Me habнan metido en la cбrcel por matar y me soltaban dбndome un fusil e indultбndome para que volviese a matar. Se estaba bien en la costa, libre y con un rifle en la mano. Todos los de Milledgeville йramos buenos combatientes y matamos una porciуn de yanquis. No he conocido nunca a ninguno que desertase. Y cuando llegу la rendiciуn seguн en libertad. Habнa perdido esta pierna y este ojo. Pero no los echo de menos. —ЎOh! —dijo Scarlett dйbilmente. Intentу recordar lo que habнa oнdo acerca de la liberaciуn de los presidiarios de Milledgeville en el ъltimo y desesperado esfuerzo por contener el avance del ejйrcito de Sherman. Frank hablу de ello en las Navidades de 1864. їQuй habнa dicho? Pero sus recuerdos de aquel tiempo eran demasiado caуticos. Sintiу nuevamente el salvaje terror de aquellos dнas, oyу el estruendo de los caсones, vio las filas de carros que dejaban detrбs un rastro de sangre, vio la partida de la Guardia Nacional y los jуvenes cadetes, los niсos como Phil Meade y los viejos como el tнo Henry y el abuelo Merriwether. Y los presidiarios habнan ido tambiйn para morir en el crepъsculo de la Confederaciуn, para helarse en la nieve y con los temporales de aquella ъltima campaсa de Tennessee. Durante un instante pensу que aquel viejo habнa sido un imbйcil luchando por un Estado que le habнa quitado cuarenta aсos de su vida. Georgia le habнa privado de su juventud y de su madurez por un crimen que para йl no era tal; sin embargo, йl habнa dado libremente una pierna y un ojo a Georgia. Las amargas palabras pronunciadas por Rhett en los primeros dнas de la guerra volvieron a su memoria, y recordу que йl habнa dicho que no combatirнa nunca por una sociedad que le habнa proscrito. Pero, cuando fue necesario, йl tambiйn habнa ido a combatir por aquella misma sociedad, como Archie. Le pareciу a ella que todos los hombres del Sur, altos o bajos, eran unos locos sentimentales que daban menos importancia a su piel que a unas palabras desprovistas de significado. Mirу las viejas manos nudosas de Archie, sus dos pistolas y su cuchillo, y sintiу nuevamente terror. їDуnde estaban los otros ex presidiarios, como Archie, asesinos, bandidos, ladrones, indultados de sus crнmenes en nombre de la Confederaciуn? ЎCualquier extranjero en la calle podнa ser un asesino! Si Frank supiese la verdad acerca de Archie, habrнa un jaleo infernal. O si tнa Pittypat..., pero la conmociуn la matarнa. En cuanto a Melanie... Scarlett estaba casi por decirle la verdad. Le servirнa para no seguir recogiendo pordioseros e introducirlos entre sus amigos y parientes. —Me... me alegro de haberle oнdo, Archie. Yo... yo no se lo dirй a nadie. Les causarнa una gran impresiуn a la Wilkes y a las otras seсoras si lo supiesen. —ЎHum! La seсora Wilkes lo sabe. Se lo dije la noche en que me dejу dormir en su bodega. їCree usted que iba yo a dejar que una seсora tan buena me llevase a su casa sin saberlo? —ЎDios mнo, ampбranos! —exclamу Scarlett horrorizada. Melanie sabнa que aquel hombre era un asesino y no lo habнa echado de su casa. Le habнa confiado a su hijo, a su tнa, a su cuсada y a todas sus amigas. Y ella, la mбs tнmida de las mujeres, no habнa tenido miedo de estar sola con йl en su casa. —La seсora Wilkes es muy sensata para ser mujer. Comprendiу que yo tenнa razуn. Comprendiу que un ladrуn sigue robando y que un mentiroso sigue mintiendo toda la vida, pero que nadie comete mбs que un homicidio en su vida. Y reconoce que quien ha luchado por la Confederaciуn ha reparado con esto todo el mal que hizo. Aunque yo no crea haber hecho mal en matar a mi mujer... Sн, la seсora Wilkes es muy sensata para ser mujer... Y yo le repito que el dнa en que contrate usted a unos presidiarios la dejarй sola. Scarlett no dijo nada, pero pensу: «Cuanto antes se vaya, mбs me alegrarб. ЎUn asesino! ». їCуmo habнa podido Melanie ser tan... tan...? Bueno, no habнa palabra para definir el modo de obrar de Melanie con aquel viejo rufiбn. ЎNo haber dicho a sus amigas que era un ex presidiario! ЎAunque el haber servido en el Ejйrcito lavase los antiguos pecados! Melanie era demasiado tonta en lo referente a la Confederaciуn y a sus veteranos y a todo cuanto se relacionase con ellos. Scarlett maldijo interiormente a los yanquis, aсadiendo otro motivo a su rencor contra ellos. Ellos eran los responsables de la situaciуn que obligaba a una mujer a conservar a un asesino a su lado para protegerla. Al volver a casa con Archie aquel atardecer desapacible, Scarlett vio un grupo revuelto de caballos ensillados, de coches y de carromatos delante de la cantina «La Hermosa de Hoy». Allн estaba Ashley a caballo con una extraсa expresiуn vigilante en su rostro; los jуvenes Simmons bajaban de su coche con gestos enfбticos, y Hugh Elsing, con su mechуn de pelo negro cayйndole sobre los ojos, agitaba las manos. En el centro del grupo estaba el carrito del pan del abuelo Merriwether, y al acercarse Scarlett vio que Tommy Wellburn y el tнo Henry Hamilton estaban apretujados en el asiento junto a йl. «Preferirнa —pensу Scarlett, irritada— que el tнo Henry no volviese a casa en ese vehнculo. Debнa darle vergьenza. ЎComo si no tuviese un caballo suyo! Pero lo hace precisamente para poder ir todas las noches a la cantina con el abuelo. » Al acercarse al grupo tuvo la sensaciуn de que habнa ocurrido algo; a pesar de su insensibilidad, sintiу que se le oprimнa el corazуn. «ЎOh! —pensу—. ЎEspero que no haya ocurrido otra violaciуn! ЎSi el Ku Klux Klan lincha a un negro mбs, los yanquis nos destrozarбn! » Y dijo a Archie: —Pare. Ha ocurrido algo. —ЎNo querrб usted que paremos delante de la cantina! —dijo. Archie. —їNo ha oнdo? Pare. Buenas noches a todos, Ashley... Tнo Henry. .., їha ocurrido algo? Parecen todos ustedes tan... Se volvieron hacia ella, sonriendo, pero se observaba una extraсa excitaciуn en sus ojos. —Algo bueno o algo malo —gritу el tнo Henry—. Depende de como se mire. Yo creo que el Parlamento no podнa obrar de modo diferente. «їEl Parlamento? », pensу Scarlett con alivio. Le interesaba muy poco el Parlamento y sentнa escaso cariсo por йl. Era la perspectiva de nuevos alborotos con los soldados yanquis lo que ella temнa. —їQuй es lo que ha hecho ahora el Parlamento? —Pues negarse sencillamente a ratificar la enmienda —dijo el abuelo Merriwether en un tono de orgullo en la voz—. Ya lo verбn los yanquis. —Y ya la pagarбn... Perdуn, Scarlett —dijo Ashley. —ЎOh! їLa enmienda? —preguntу Scarlett, intentando parecer inteligente. No habнa entendido nunca de polнtica y no perdнa el tiempo en pensar en ella. Sabнa que poco tiempo antes habнa sido ratificada la decimotercera enmienda —їo era decimosexta? —, pero no tenнa idea de lo que era una ratificaciуn. Los hombres se excitaban siempre por tales palabras. Algo mostrу en su rostro su falta de comprensiуn y Ashley sonriу. —Es la enmienda lo que permite votar a los negros, їsabes? —explicу—. Ha sido sometida al Parlamento, que se ha negado a ratificarla. —ЎQuй tonterнa! ЎSepan ustedes que los yanquis nos la harбn tragar a la fuerza! —Por eso estaba diciendo que ya la pagarбn —dijo Ashley con tono firme. —ЎEstoy orgulloso del Parlamento y de su atrevimiento! —murmurу el tнo Henry—. Los yanquis no pueden obligarnos a tragбrnosla si no queremos. —Pueden hacerlo y lo harбn. —La voz de Ashley era tranquila, pero habнa inquietud en sus ojos—. Y sufriremos cosas muy opresivas. —ЎOh, Ashley, seguramente que no! Ya no puede haber cosas opresivas para nosotros. —Sн, puede haber cosas peores para nosotros, aun ahora. Supуnganse que nos dan un Parlamento negro, o un gobernador negro, o una cosa peor, un Gobierno militar. Los ojos de Scarlett se desorbitaron de terror mientras su cerebro empezaba a comprender algo. —Quisiera comprender quй serб mejor para Georgia, mejor para todos nosotros. —Y el rostro de Ashley se oscureciу—. Si serб mбs sensato combatir eso como ha hecho йl Parlamento, levantando al Norte contra el Sur y poniendo frente a nosotros todo el Ejйrcito yanqui para obligarnos a conceder el voto a los negros, queramos o no. O... tragarnos nuestro orgullo lo mejor que podamos, someternos amablemente y tomar la cuestiуn con la mayor resignaciуn posible. El resultado final serб el mismo. No hay salvaciуn. Tenemos que tomar la dosis que han decidido darnos. Quizб sea mejor para nosotros tomarla sin mayores protestas. Scarlett oyу apenas aquellas palabras y realmente su importancia se le escapу. Sabнa que Ashley, como de costumbre, veнa los dos lados de toda cuestiуn. Ella sуlo veнa uno...: hasta quй punto podнa afectar aquella bofetada a los yanquis. —їHabrб entonces que hacerse radical y votar por los republicanos, Ashley? —preguntу burlonamente el abuelo Merriwether en tono ronco. Hubo un silencio lleno de tensiуn. Scarlett vio la mano de Archie iniciar un rбpido movimiento hacia su pistola y luego detenerse. Archie pensaba, y con frecuencia lo decнa, que el abuelo era una vieja vejiga llena de viento; y Archie no hubiera permitido que nadie insultase al marido de Melanie, aunque йste hablase como un imbйcil. La perplejidad desapareciу repentinamente de los ojos de Ashley, encendido en cуlera. Pero, antes de que pudiese hablar, el tнo Henry atacу al abuelo. —ЎPor el maldito y cornudo Satanбs...! Perdуn, Scarlett... Abuelo, eres tonto, їcуmo puedes decir eso a Ashley? —Ashley no necesita que tъ le defiendas —dijo el abuelo frнamente—. Y estб hablando como un renegado. їSometerse, rayos? Perdуn, Scarlett. —No creo en la secesiуn —dijo Ashley, y su voz tuvo una vibraciуn бspera—. Pero, cuando Georgia se separу, me fui con ella. Y no creнa en la guerra, pero estuve en la guerra. Y no creo que convenga volver a los yanquis mбs locos de lo que estбn. Pero si el Parlamento ha decidido hacerlo, estoy con el Parlamento. Yo... —Archie —dijo el tнo Henry bruscamente—, acompaсe a la seсorita Scarlett a casa. Йste no es sitio para ella. La polнtica no es cosa para mujeres, y aquн se tratarб de eso dentro de un minuto. Ande, Archie. Buenas noches, Scarlett. Mientras iban hacia Peachtree Street, el corazуn de Scarlett palpitaba atemorizado. їQuй efecto tendrнa para su seguridad aquel acto insensato del Parlamento? їNo enfurecerнa a los yanquis haciйndolos caer sobre sus serrerнas? —Bien, seсor —murmurу Archie—. He oнdo hablar de los conejos que disputaban frente a los perros, pero hasta ahora no lo habнa visto nunca. Los parlamentarios podнan ponerse a gritar francamente: «ЎVivan Jeff Davis y los confederados del Sur! ». Y hubiera sido lo mismo. Estos yanquis que aman a los negros se han empeсado en que sean nuestros amos. ЎPero hay que admirar la valentнa del Parlamento! —їAdmirarla? ЎSon un hatajo de imbйciles! їAdmirarlos a ellos? ЎLo que habнa que hacer es matarlos! їNo era mejor hacerse rati... radi..., o como sea, y tranquilizar a los yanquis en vez de irritarlos otra vez? Lo mismo conseguirбn sometiйndose y es mejor rendirse en seguida que despuйs. Archie la mirу fijamente con su ojo frнo. —їRendirse sin luchar? Las mujeres no tienen mбs orgullo que las cabras. Cuando Scarlett contratу a diez presidiarios, cinco para cada una de sus serrerнas, Archie sostuvo su amenaza y no quiso tener nada que ver con ella. Ni las sъplicas de Melanie, ni las promesas de Frank de pagarle un sueldo mбs elevado, consiguieron inducirle a coger otra vez las riendas. Acompaсaba gustoso a Melanie, a Pittypat, a India y a sus amigas hacia la ciudad, pero no a Scarlett. Ni siquiera guiaba el coche de otras seсoras, cuando Scarlett iba en йl. Era una situaciуn enojosa la de verse juzgada por el viejo bandido; y mбs enojoso aъn saber que su familia y sus amigos concordaban con el viejo. Frank discutiу largo tiempo antes de que ella contratase a aquellos individuos. Ashley, al principio, se negу a trabajar con ex presidiarios y, en contra de su voluntad, se dejу convencer ъnicamente despuйs de una serie de llantos, sъplicas y promesas de que cuando vinieran tiempos mejores ella contratarнa obreros negros. Los vecinos manifestaron tan ostensiblemente su desaprobaciуn, que Frank, Pitty y Melanie no se atrevнan a levantar la cabeza. Hasta Peter y Mamita declararon que hacer trabajar a presidiarios traнa mala suerte y que tendrнan que lamentar su venida. Todos dijeron que no habнa que aprovecharse de las miserias y de los infortunios ajenos. —ЎPues no hacнais objeciones cuando trabajaban esclavos! —exclamу Scarlett indignada. ЎAh! Pero aquello era diferente. Los esclavos no eran miserables ni desdichados. Los negros estaban mejor en la esclavitud que ahora en la libertad, y, si no se creнa esto, no habнa mбs que mirar alrededor. Pero, como suele suceder, la oposiciуn tuvo por efecto hacer aъn mбs decidida a Scarlett. Quitу a Hugh de la serrerнa, le confiу un carro de transporte de madera y concertу los ъltimos detalles contratando a Johnnie Gallegher. Parecнa ser la ъnica persona que ella supiera que aprobase lo de los presidiarios. Moviу su cabeza redonda con un rostro de gnomo y dijo que era una medida inteligente. Scarlett miraba al menudo ex caballista, plantado firmemente sobre sus cortas piernas arqueadas, pensando: «Indudablemente, cuando montaba a caballo no debнa de importarle mucho su cabalgadura. No le dejarнa yo dar diez pasos sobre un caballo mнo». Pero no sentнa ningъn remordimiento en confiarle una cuadrilla de presidiarios. —їY tendrй manos libres con esta gente? —preguntу йl con sus ojos frнos como бgatas grises. —Completamente libres. Lo ъnico que le pido es que ponga en marcha el taller y que sirva los pedidos de madera en la cantidad necesaria. —Serй su hombre —dijo Johnnie concisamente—; le dirй al seсor Wellburn que me despido. Viйndolo alejarse entre los grupos de albaсiles y de carpinteros, Scarlett sintiу aligerado su бnimo. Johnnie era efectivamente su hombre. Era duro y recio y no cabнan tonterнas con йl. Frank lo habнa tratado de «irlandйs» despectivamente; pero por esa misma razуn le estimaba Scarlett. Sabнa que un irlandйs, cualesquiera que sean sus caracterнsticas personales, es un hombre determinado y valeroso. Y se sentнa mбs unida a йl que a muchos hombres de su propia clase, pues Johnnie conocнa el valor del dinero. La primera semana justificу todas sus esperanzas, porque rindiу mбs con cinco presidiarios que cuanto Hugh habнa logrado nunca con sus cuadrillas de diez negros libres. Ademбs, proporcionaba a Scarlett un descanso que ella no habнa gozado nunca desde que llegу a Atlanta el aсo anterior, porque la presencia de ella en la serrerнa no le gustaba; y se lo dijo con toda franqueza. —Usted ocъpese de las ventas y dйjeme a mн entendйrmelas con la producciуn —le dijo йl concisamente—. Un campamento de presidiarios no es lugar adecuado para una seсora, y, si no se lo dice nadie, se lo digo yo, Johnnie Gallegher. Tengo que entregar su madera, їno es eso? Bueno, pues no necesito que me estйn molestando todo el dнa como al seсor Wilkes. Йl necesita que lo molesten. Yo no. Aunque de mala gana, Scarlett permaneciу lejos de la serrerнa dirigida por Johnnie, pues temнa que si iba allн con demasiada frecuencia йl podнa despedirse, lo cual serнa la ruina. Su observaciуn de que Ashley necesitaba ser estimulado la hiriу en lo vivo, aun siendo mбs justa de lo que ella hubiera querida admitir. Ashley conseguнa poco mбs de los presidiarios que lo que habнa conseguido de los obreros libres, y no hubiera sabido decir por quй. Ademбs parecнa avergonzarrse de tener a sus уrdenes unos condenados, y en aquel perнodo de penas hablу a Scarlett. Йsta hallбbase preocupada por el cambio que aparecнa en йl. iVeнanse muchos cabellos grises en su rubia cabeza; y ahora sus hombros se encorvaban ligeramente. Rara vez sonreнa. No quedaba bЎen йl ya nada del afable Ashley que habнa conmovido su imaginaciуn acia ya tantos aсos. Parecнa mбs bien un hombre torturado secretaente por un sufrimiento difнcil de soportar; y su boca mostraba нa expresiуn torva y severa que la contrariaba y la sorprendнa. Hubiera querido que se apoyase aquella cabeza sobre su hombro y acaldar sus cabeUos grises diciйndole: «ЎDime cuбl es tu pena! ЎYo sabrй encontrar remedio para ti! » Pero su aire serio y lejano la mantenнa a prudente distancia. Era uno de aquellos raros dнas de diciembre en los que el sol calienta como durante el veranillo de San Martнn. Quedaban aъn algunas secas hojas rojizas en el roble del corral de la tнa Pitty, y la hierba agostada del prado era de un verde amarillento. Scarlett, con su niсa en brazos, saliу al porche y se sentу en una mecedora aprovechando un rectбngulo de sol. Llevaba un vestido nuevo de lanilla verde guarnecido de metros y metros de encaje negro y cubrнa su cabeza con un nuevo gorrito de puntilla, negra tambiйn, que le habнa regalado la tнa Pitty. ЎQuй placer verse bella de nuevo despuйs de haber estado horrorosa durante tantos meses! Se sentу meciendo a la niсa y cantando por lo bajo, cuando oyу un ruido de cascos en el camino. Mirando curiosamente a travйs de los emparrados que trepaban por el porche, divisу a Rhett Butler, que cabalgaba hacia la casa. Habнase marchado de Atlanta hacнa meses, justamente despuйs de la muerte de Gerald, antes de que hubiera nacido Ella Lorena. Scarlett no habнa sentido su falta, pero ahora hubiera deseado ardientemente no volver a verlo. Realmente la contemplaciуn de su cara morena le producнa una sensaciуn de culpabilidad que la hacнa temblar. Tenнa sobre su conciencia algo que concernнa a Ashley y no querнa hablar de ello con Rhett; pero estaba segura de que йl la obligarнa a discutir, aun en contra de su voluntad. Rhett parу ante la puerta y saltу a tierra con ligereza; mirбndolo, ya nerviosa, pensу que se parecнa grandemente a una ilustraciуn de un libro que Wade querнa estar siempre oyendo leer a su madre. «Le faltan ъnicamente los pendientes y un cuchillo entre los dientes —pensу ella—. Bueno, pirata o no, hoy no me cortarб el cuello, si puedo evitarlo. » Viйndolo acercarse le saludу con la mбs dulce de sus • sonrisas. ЎQuй suerte haberse puesto el nuevo vestido y lucir aquel sombrero que la hacнa tan bonita! Los ojos de йl le dijeron que tambiйn la encontraban encantadora. —ЎUn nuevo niсo! ЎVaya, Scarlett, esto es una sorpresa! —dijo йl riendo, y se inclinу para descubrir la fea carucha de Ella Lorena. —ЎNo sea tonto! —dijo ella enrojeciendo—. їCуmo sigue usted, Rhett? Ha estado usted fuera largo tiempo. —Sн. Dйjeme coger al niсo, Scarlett. ЎOh! Sй como hay que coger a los niсos. Tengo muchas raras habilidades. Bueno, realmente se parece a Frank. En todo, excepto en las patillas; pero ya le saldrбn con el tiempo. —Espero que no. Es una niсa. —їUna niсa? Tanto mejor. ЎLos chicos traen tantas molestias! n o tenga usted mбs hijos, Scarlett. Iba ella a contestarle duramente que no querнa ya ni chicos ni chicas, pero se contuvo y sonriу, buscando rбpidamente un tema de conversaciуn que aplazase el mayor tiempo posible la discusiуn temida. —їHa hecho usted un buen viaje, Rhett? їDуnde ha estado usted todo este tiempo? —ЎOh!... En Cuba..., en Nueva Orleбns... y en otros sitios. Tenga, Scarlett, tenga la niсa. Empieza a babear y no puedo sacar el paсuelo. Es una niсa monнsima, pero me estб mojando la pechera de la camisa. Ella volviу a coger a la niсa, y Rhett se apoyу con indiferencia en la baranda, sacando un cigarro de una petaca de plata. —Siempre va usted a Nueva Orleбns —dijo ella con un ligero mohнn— y no me dice usted nunca quй es lo que le lleva allн. —Soy un tenaz trabajador, Scarlett, y quizб mi negocio sea lo que me lleva allн. —ЎUn tenaz trabajador usted! —riу ella con impertinencia—. Usted no ha trabajado en su vida. Es usted demasiado holgazбn. Lo ъnico que usted ha hecho es proporcionar recursos a los carpetbaggers en sus latrocinios, quedбndose con la mitad de los beneficios, y corromper a los oficiales yanquis para que le dejen llevar a efecto sus planes despojбndonos a nosotros, pobres contribuyentes. Йl echу hacia atrбs su cabeza, riendo. —ЎCуmo le agradarнa a usted tener el suficiente dinero para poder hacer otro tanto! —La sola idea... Y empezу a enojarse. —Pero quizб consiga usted algъn dнa estar en condiciones de poder efectuar el soborno en amplia escala. Quizб se haga usted rica con los presidiarios que ha contratado. —ЎOh! —dijo ella, un poco desconcertada—. їCуmo se las ha compuesto usted para estar ya al corriente de lo que se refiere a mi cuadrilla? —Lleguй anoche y pasй la velada en la cantina de «La Hermosa de Hoy», donde oye uno todas las noticias de la ciudad. Es un Banco de liquidaciуn para el chismorreo. Resulta superior a la mejor reuniуn de seсoras. Me han dicho que habнa contratado usted una cuadrilla de presidiarios y encargado al pequeсo y feo Gallegher que los haga trabajar hasta morir. —Eso es mentira —dijo ella, iracunda—. Йl no los matarб. Estarй a la mira. —їDe verdad? —ЎClaro que lo harй! їCуmo puede usted insinuar tales cosas? —ЎOh! Perdуneme, seсora Kennedy. Sй que sus motivos son siempre irreprochables. Sin embargo, Johnnie Gallegher es el matoncillo mбs frнo que he visto nunca. Harб usted bien en vigilarlo, pues de otro modo corre usted el riesgo de tener jaleos cuando venga el inspector. —Ocъpese de sus asuntos y no de los mнos —dijo ella, indignada—. Y no hablemos mбs de los presidiarios. Todos se han puesto insoportables con ellos. Mi cuadrilla es asunto mнo... y no me ha contado usted lo que ha hecho en Nueva Orleбns. Va usted allн con tanta frecuencia que todos dicen... Ella se interrumpiу. No habнa tenido la intenciуn de hablar tanto. —їQuй es lo que dicen? —Bueno..., que tiene usted allн un amorнo. Y que estaba usted para casarse. їEs verdad, Rhett? Sentнa aquella curiosidad desde hacнa tanto tiempo, que no habнa podido por menos de preguntбrselo sin ambages. Y la idea de que Rhett fuera a casarse le causaba un ligero resquemor de disparatados celos. Los suaves ojos grises, en repentina alerta, se clavaron en ella provocando un leve rubor en sus mejillas. —їLe importarнa mucho? —Me disgustarнa perder su amistad —dijo ella con afectaciуn; y procurando adoptar una actitud indiferente se inclinу para ajustar el sencillo gorrito de Ella Lorena sobre la cabecita. Йl se echу a reнr de repente y luego dijo: —Mнreme usted, Scarlett. Ella alzу los ojos involuntariamente y su sonrojo aumentу. —Puede usted decir a sus curiosas amigas que cuando me case serб porque no habrй podido conseguir de otro modo a la mujer que quiera. Y no he querido nunca a una mujer lo suficiente para casarme con ella. Ahora ella se sintiу realmente confusa y desconcertada, recordando aquella noche en que йl le habнa dicho en el porche, durante el sitio: «Yo no soy de los que se casan», y sugerido, a todo evento, que fuera su amante... Recordу tambiйn el terrible dнa en que fue a verlo a la cбrcel y aquel recuerdo la avergonzу. En el rostro de Rhett apareciу lentamente una sonrisa maliciosa, mientras leнa en los ojos de ella. —Pero satisfarй su vulgar curiosidad, ya que me pregunta tan categуricamente. No es una novia lo que me lleva a Nueva Orleбns. Es un niсo, un chiquillo. —ЎUn chiquillo! La conmociуn que le produjo aquella noticia inesperada hizo desaparecer su confusiуn. : —Sн; estб bajo mi tutela y soy responsable de йl. Estб en la escuela de Nueva Orleбns. Y voy a verlo con frecuencia. —їY a llevarle regalos? «Hace eso —pensу ella— porque sabe perfectamente lo que le gustan a Wade los regalos. » —Sн —dijo йl brevemente, de mala gana. —ЎMuy bien! їEs guapo? —ЎDemasiado guapo, evidentemente! —їY es un niсo bueno? —No. Es un perfecto demonio. Preferirнa que no hubiese nacido. Los chicos son unas criaturas molestas. їDesea usted saber alguna otra cosa? Parecнa sъbitamente irritado, como si lamentara haber hablado de aquella cuestiуn.
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