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CUARTA PARTE 16 страница



—Van a marcharse muy pronto.

—їMarcharse? їAdonde? Tara es su hogar tanto como el nuestro.

—No, no se sienten en su hogar en Tara. Esto es lo que mata a Ashley. No se siente en su propia casa y tiene la impresiуn de no ser lo suficientemente ъtil para justificar su parte de manutenciуn y la de su familia. No sabe nada del campo y se da cuenta. No es que no lo tome con gana, pero no ha nacido para granjero. Usted lo sabe mejor que yo. Cuando se pone a cortar madera, siempre parece que va a darse un hachazo en un pie. No sabe conducir el arado mejor que Beau; se llenarнa un libro con todo lo que ignora de los trabajos del campo. No es culpa suya. No ha sido educado para eso. Y, caray, le preocupa ser un hombre y vivir en Tara a expensas de una mujer, sin darle gran cosa en compensaciуn.

—ЎA expensas de una mujer! їHa dicho alguna vez...?

—No, no ha dicho una palabra; pero ya conoce usted a Ashley. No tengo para quй explicбrselo. Mire usted: ayer mismo, mientras velбbamos a su padre, le dije que habнa pedido a Suellen que fuera mi mujer y que me habнa dicho que sн. Entonces Ashley me asegurу que le aliviaba saber esto, porque estaba en ascuas pensando en tener que quedarse en Tara. Claro: sabнa que la seсora Melanie y йl se hubieran visto obligados a quedarse, ahora que el seсor O'Hara habнa muerto, nada mбs que para evitar que la gente murmurase de Suellen y de mн. Entonces me dijo que se proponнa marcharse de Tara y buscar trabajo.

—їTrabajo? їQuй clase de trabajo? їY adonde?

—No sй lo que harб, pero me ha contado que se dirigirнa al Norte. Tiene un amigo yanqui en Nueva York y le ha hablado de darle un empleo en un Banco.

—ЎNo, no! —exclamу Scarlett, con voz que saliу del fondo de su corazуn. Al oнrla, Will le dirigiу la misma mirada plбcida que antes.

—Tal vez valga mбs que vaya a instalarse en el Norte.

—No, no, no opino lo mismo.

Comenzу a cavilar febrilmente. ЎAshley no podнa marchar al Norte! Se exponнa a no verle mбs. Aunque no le hubiera visto hacнa meses", aunque no le hubiera dirigido la palabra desde la escena fatal del jardнn, no habнa pasado dнa que no pensara en йl, que no se hubiera alegrado de haberlo acogido bajo su techo. No habнa enviado un solo dуlar a Wili sin sentirse feliz pensando que con esto contribuнa a hacer mбs fбcil la vida de Ashley. Desde luego, йl no estaba dotado para los trabajos de la granja. «Ashley ha nacido para otras cosas», se dijo Scarlett con orgullo.

Habнa nacido para mandar, para vivir en una gran mansiуn, para tener buenos caballos, para leer poemas y decir a los negros lo que tenнan que hacer. Que no tuviera casas, caballos, negros, ni libros, no tenнa nada que ver. Ashley no estaba hecho para manejar un arado o partir leсa. Asн que no era extraсo que quisiera abandonar Tara.

Pero ella no podнa dejar que se marchara de Georgia. Si era menester, no desalнa, vivir a Frank hasta que le hubiera encontrado un empleo en su almacйn, aunque tuviera que echar a alguien. Pero no, tampoco habнa nacido Ashley para ser una hortera. ; Un Wilkes en una tienda! ЎEso nunca!; Habнa, con todo, que buscar una soluciуn. Ya estaba: la serrerнa; eso era! Aquella idea le produjo tal alivio que sonriу. Pero їaceptarнa йl una proposiciуn suya? їNo lo considerarнa una limosna? Ya se las compondrнa para hacerle ver que, al contrario, le prestaba un gran servicio aceptando. Despedirнa al seсor Johnson. Ashley ocuparнa su puesto y Hugh dirigirнa la nueva serrerнa. Explicarнa a Ashley que la mala salud de Frank y sus ocupaciones en eн almacйn le impedнan ayudarla e invocarнa su estado como una razуn mбs para que la sacara de apuros.

Le harнa comprender que en aquel crнtico momento no podнa prescindir de su apoyo. Y luego, si aceptaba, le harнa partнcipe a medias en los beneficios de la industria, le darнa lo que quisiera con tal de conservarlo a su lado; lo que fuera, para ver aquella radiante sonrisa que le iluminaba el rostro, para poder sorprender en su mirada aquel brillo que le demostrarнa que seguнa amбndola. Pero tomу la resoluciуn de no instigarle mбs a que le declarase su amor, de no volver a inspirarle mбs el deseo de prescindir de aquel estъpido honor que ponнa por encima de la pasiуn. Habнa que encontrar a toda costa el medio de participarle, con tacto, sus nuevas decisiones. De otro modo era capaz de no aceptar el ofrecimiento, por miedo a que se reprodujera una escena anбloga a la ъltima.

—Puedo encontrarle un empleo en Atlanta —dijo en alta voz.

—Eso es cosa de ustedes dos —contestу Will, volviendo a mordisquear la pajita—. ЎArre, «Sherman»! Ahora, Scarlett, tengo algo que pedirle, antes de hablarle de su padre. No querrнa que cayera usted sobre Suellen. Lo hecho, hecho estб, y por mucho que haga ella no va a resucitar por eso el seсor O'Hara. Ademбs, la pobre ha creнdo de buena fe que ha obrado del mejor modo.

—Yo era quien querнa pedirle aclaraciones, Will. їQuй ha ocurrido con Suellen? Alex es tan enigmбtico... Me ha dicho que Suellen se merecнa una paliza. їQuй es lo que ha hecho?

—Sн, ya sй cуmo se han puesto contra ella. Toda la gente que he visto en Jonesboro ha jurado no volver a saludarla; pero ya se les pasarб el enfado. Ahora, promйtame no irritarse. No quiero que disputemos esta tarde, con el seсor todavнa en su lecho de muerte.

«ЎConque no quiere disputas! —pensу Scarlett, indignada—. Habla ya como si Tara fuese suya. »

Entonces pensу en Gerald, tendido sobre su lecho de muerte, en el salуn, y estallу en sollozos. Will le pasу el brazo por la cintura, la atrajo hacia йl y no dijo nada.

Mientras el coche avanzaba lentamente en la sombra que se adensaba, Scarlett, reclinada sobre el hombro de Will y con el sombrero echado sobre la cara, olvidaba al Gerald de los dos ъltimos aсos, al anciano fatigado, mirando siempre a la puerta, con la esperanza de ver entrar por ella a una mujer que nunca mбs habrнa de reaparecer. Se acordaba del hombre enйrgico, lleno aъn de vitalidad no obstante su avanzada edad, con su canosa y ondulada cabellera, su aire animoso y comunicativo, sus botas sonoras, su carбcter bromista y su generosidad. Recordaba cuбnto admiraba a su padre cuando, siendo niсa la subнa con йl a caballo, la cogнa en sus brazos o le daba unos azotes si habнa sido mala y se ponнa a gritar tan fuerte como ella, hasta que la perdonaba y hacнan las paces. Le parecнa verlo, llegando de Charleston y de Atlanta, cargado siempre con los mбs absurdos regalos. Sonriendo, a travйs de sus lбgrimas, lo veнa tambiйn, de regreso de la fiesta de Jonesboro, a altas horas de la noche, bastante alegre, saltando el cercado y cantando con voz cascada «El color verde». Y al dнa siguiente lo humilde que se mostraba ante Ellen. Bien, ya estaba йl a su lado.

—їPor quй no me escribiу que se encontraba enfermo? Habrнa venido en cuanto...

—No ha estado enfermo un solo instante. Ande, tome mi paсuelo. Voy a contбrselo todo.

Aceptу su paсuelo, pues no llevaba ninguno, y se apoyу en el brazo de Will. ЎQuй amable era aquel hombre!

—Mire, Scarlett: con el dinero que usted nos ha ido enviando, Ashley y yo hemos pagado los impuestos y comprado una mula, simientes, un sinfнn de rasillas, pollos y algunos cerdos. La seсorita Melanie hace maravillas con las gallinas. Es una mujer asombrosa; ya la conoce. Bueno, despuйs de haber comprado todo lo necesario, no quedу mucho para cosas superfluas, pero nadie se quejу, excepto Suellen. La seсorita Melanie y la seсorita Carreen no van a ninguna parte y se pasan el dнa trabajando en casa, pero ya conoce usted a Suellen: no sabe lo que son privaciones. Para ella era un suplicio tener que ir con vestidos viejos cuantas veces la Eevaba en coche a Jonesboro o a Fayetteville y mбs con lo chismosas que son las mujeres de los carpetbaggers y con lo que se acicalan. ЎHay que ver cуmo visten las esposas de esos malditos yanquis que estбn al frente de la Oficina de Liberados! Las seсoras del Condado llevan adrede sus peores vestidos cuando van a la ciudad, para demostrar que se les da un comino de ello y que hasta estбn orgullosas de sus harapos. Pero no asн Suellen. Y, ademбs, hubiera querido tener un caballo y un coche. Nos repetнa sin cesar que tenнa usted uno.

—No es un coche, sino un carromato destartalado —declarу Scarlett, indignada.

—Esto no tiene importancia, pero prefiero prevenirla. Suellen no le ha perdonado nunca que se haya casado con Frank. Y no soy yo quien se lo censuro: fue una mala pasada hacer eso a una hermana.

Scarlett se incorporу furiosa como una serpiente. —їUna mala pasada? Le ruego que sea mбs cortйs, Will. їDe modo que es culpa mнa que Frank me haya preferido a Suellen?

—Usted no es tonta, Scarlett, y sospecho que debiу ayudarle a hacer su elecciуn. Sabe usted estar a la altura de las circunstancias, cuando se lo propone. No me irб usted a negar que Frank era el novio de Suellen. Mire, una semana antes de marchar usted a Atlanta, recibiу una carta suya, cariсosнsima. Le decнa que se casarнan en cuanto hubiera ahorrado algo. Lo sй porque me enseсу la carta.

Scarlett guardу silencio. Sabнa que Will decнa la verdad y no encontraba contestaciуn. Nunca pudo imaginarse que iba a llegar un dнa en que Will la juzgarнa. Ademбs, la mentira que le habнa contado a Frank no le ocasionу nunca remordimientos. Si una muchacha no sabнa conservar su novio y lo perdнa, era que no merecнa conservarlo.

—Vamos, Will, no sea tan mal pensado —protestу—. їPiensa usted que si Suellen se hubiera casado con йl habrнa mandado un cйntimo a Tara?

—Ya le he dicho que sabe usted estar, cuando quiere, a la altura de las circunstancias —dijo Will, volviйndose hacia ella y esbozando una sonrisa—. Ya sй que no hubiйramos visto un cйntimo de Frank. Pero esto no quita para que una mala pasada sea una mala pasada. Suellen estб hecha una furia desde entonces. No creo que quisiera mucho a Frank, pero eso la ha herido en lo vivo y se pasa el tiempo diciйndonos que usted lleva hermosos vestidos, que tiene coche y que vive en Atlanta, mientras ella estб aquн, encerrada en Tara. ЎCon lo que le gusta ir de visitas y relacionarse! Ya lo sabe usted. ЎY con lo que le gusta vestir bien! No es que se lo reproche; las mujeres son asн. Hace cosa de un mes la llevй a Jonesboro. Como yo tenнa que hacer, la dejй allн y durante ese rato se dedicу a hacer mil visitas. Al regreso, vino callada como una muerta, pero estaba tan excitada que me asustу. Pensй que habrнa averiguado que alguien iba a tener un..., que debнa, en fin, haberse enterado de algъn chisme interesante, y no le hice mucho caso. Durante la semana permaneciу asн, sin abrir el pico para nada. Luego fue a ver a la seсora Cathleen Calvert. No podrнa usted contener las lбgrimas, Scarlett, si viera a la seсora Cathleen. Hubiera sido preferible para la pobre morirse, antes que haberse casado con Hilton, ese cochino yanqui. їSabнa usted que hipotecу la plantaciуn? Se lo ha comido todo y ahora tendrбn que marcharse.

—No, no lo sabнa, ni me importa. Lo que quiero saber son detalles de la muerte de papб.

—Todo llegarб —contestу Will con calma—. Cuando Suellen volviу de casa de la seсora Calvert nos asegurу a todos que estбbamos equivocados respecto a Hilton, al seсor Hilton, como dijo ella. Desde entonces, ha salido mucho con su padre a dar largos paseos por la tarde, y muchas veces, al volver del campo, los he visto a los dos, sentados sobre un pequeсo muro que rodea al cementerio. Suellen hablaba siempre con gran animaciуn y gesticulaba mucho. El pobre seсor parecнa muy preocupado y movнa la cabeza sin cesar. Ya sabe usted cуmo era. Pues bien, en los ъltimos tiempos daba cada vez mбs la impresiуn de encontrarse en la luna; hubiйrase dicho que no sabнa dуnde estaba y que ni nos reconocнa. Una vez vi a Suellen seсalarle la tumba de su madre, Scarlett, y йl se echу a llorar. Aquel dнa cuando entrу en casa estaba muy excitada y parecнa radiante. La llevй aparte y le echй un sermуn: «Seсorita Suellen, le dije, їpor quй diablos atormenta usted asн a su padre y le habla de su madre? Ya que no suele acordarse de que ella ha muerto, їpara quй viene usted a poner el dedo en la llaga? ». Entonces echу hacia atrбs la cabeza y me contestу: «No se meta en donde no le llaman. Uno de estos dнas serб usted el primero en alegrarse de lo que voy a hacer». La seсora Melanie me ha dicho ayer tarde que Suellen la habнa puesto al corriente de sus proyectos, pero que no creнa que hablase en serio. Me ha dicho que no nos ha contado nada, porque esa idea la trastornaba.

—їQuй idea? їQuiere usted acabar? Ya estamos a mitad de camino de casa y deseo saber a quй atenerme sobre la muerte de papб.

—Es que quiero explicбrselo todo bien —agregу Will—. Mire, estamos tan cerca de Tara que tengo miedo de no haber acabado antes de llegar. Prefiero que paremos.

Y tirу de las riendas. El caballo se detuvo y resoplу. Will colocу el coche junto a un seto que marcaba la finca de los Mac Intosh. Scarlett echу un vistazo a los бrboles umbrнos y divisу las altas chimeneas que, semejantes a fantasmas, dominaban las silenciosas ramas. Lamentу que a Will no se le hubiera ocurrido escoger otro lugar para pararse.

—Pues la idea de Suellen era йsta: se le habнa metido en la cabeza que los yanquis pagarнan el algodуn que habнan quemado, las bestias que robaron y las granjas que destruyeron.

—їLos yanquis?

—їNo ha oнdo usted hablar de eso? El Gobierno yanqui ha indemnizado a todos los propietarios sudistas que han mostrado simpatнa por la Uniуn.

—Bueno, ya lo sй, pero їquй nos importa esto?

—Segъn Suellen, mucho. Ese dнa la llevй a Jonesboro; allн se encontrу a la seсora Mac Intosh y, mientras charlaban, Suellen no apartу la vista del lujoso vestido de la seсora Mac Intosh. Naturalmente, le preguntу detalles y la otra le contу, dбndose gran importancia, que su marido habнa formulado una queja ante el Gobierno federal, por destrucciуn de la finca de un leal partidario de la Uniуn que jamбs habнa prestado ayuda, bajo ninguna forma, a los confederados. —Nunca han prestado ayuda a nadie —comentу Scarlett—. ЎBah, gente medio irlandesa y medio escocesa!

—Tal vez sea cierto; no los conozco. En todo caso, el Gobierno les ha entregado no sй cuбntos miles de dуlares. Una suma muy redondita, crйame. Esto ha impresionado a Suellen. Durante toda la semana ha estado dбndole vueltas a la idea, sin comunicбrnosla, pues sabнa que nos burlarнamos de ella. Pero, como no podнa dejar de chismorrear con alguien, ha ido a ver a la seсora Cathleen, y este mal bicho de Hilton le ha metido una sarta de necedades en la mollera. Le ha hecho observar que su papб no habнa nacido en el paнs, no combatiу en la guerra, que ningъn hijo suyo habнase enrolado en las tropas ni ejercido ningъn cargo pъblico con la Confederaciуn. Le ha dicho que йl podrнa muy bien garantizar las simpatнas del seсor por la Uniуn. En una palabra, le ha calentado los cascos y desde que ha vuelto a casa ha empezado a sermonear al seсor. Scarlett, me cortarнa la cabeza, pero estoy seguro de que la mitad del tiempo su padre no sabнa ni de lo que le hablaba. Con esto contaba ella. Esperaba que le harнa prestar el maldito juramento sin que se diera cuenta.

—ЎPrestar papб el juramento! —exclamу Scarlett.

—Ya sabe que tenнa la cabeza muy dйbil de algъn tiempo a esta parte. Sн, ella pensaba sin duda aprovecharse de eso, pero estбbamos muy lejos de imaginбrnoslo. Sabнamos que algo tramaba, pero no lo sospechбbamos. No podнamos imaginar que hacнa llamamientos a la memoria de su madre para censurarle que dejase a sus hijos en la pobreza cuando podнa sacar ciento cincuenta mil dуlares a los yanquis.

—ЎCiento cincuenta mil dуlares! —exclamу Scarlett, sintiendo que se atenuaba su repulsiуn por el juramento.

ЎEra una suma respetable! Y para tener posibilidades de lograrla bastaba con prestar un juramento de adhesiуn a los gobernantes de los Estados Unidos y poner su nombre al pie de una simple fуrmula, declarando que el firmante no habнa ayudado ni sostenido nunca a los enemigos de la Uniуn. ЎTanto dinero, por una mentira tan tonta! En verdad, ya no podнa, a pesar de todo, censurar a Suellen. ЎGran Dios! їPor quй hablaba entonces Alex de imponerle un correctivo? їPor quй todas las personas del Condado se oponнan? їEstaban locos? ЎQuй no podrнa ella hacer con tanto dinero! ЎQuй no podrнa hacer la gente del Condado! ЎBah! їQuй representaba una mentira mбs o menos? Despuйs de todo, lo ъnico que habнa de hacer era sacar a los yanquis dinero contante y sonante, sin reparar en los medios.

—Ayer, hacia mediodнa, mientras Ashley y yo estбbamos partiendo leсa, Suellen hizo subir a su papб a este coche y se fueron a la ciudad, sin decir nada a nadie. La seсora Melanie sospechaba vagamente alguna cosa, pero esperaba que Suellen no llevarнa las cosas a ese extremo y no quiso alarmarnos. Hoy me he enterado por fin de todo lo ocurrido. Hilton, ese sinvergьenza, estб en buenas relaciones con los scallawags y los republicanos, y Suellen habнa convenido en ceder a йstos una parte de lo que cobrara, a condiciуn de que accediesen a certificar que el seсor У'Hara habнa sido siempre, en el fondo, un leal partidario de la Uniуn, que era irlandйs de nacimiento, que no habнa tomado parte en la guerra y quй sй yo quй cosas mбs... En suma, su papб no tenнa mбs que firmar y su expediente serнa enviado, en seguida, a Washington. Cuando llego, le leyeron la fуrmula del juramento a toda prisa. Йl no dijo palabra y todo fue como la seda hasta que le indicaron que firmara. En ese momento el viejo pareciу reaccionar y moviу la cabeza negativamente. No creo que supiera exactamente de lo que se trataba, pero se daba perfecta cuenta de que era algo que no le gustaba. Ya sabe usted que Suellen no ha sabido nunca tratar a su padre. Naturalmente, despuйs de todo el trabajo que se habнa tomado, casi le dio un ataque de nervios. Cogiу a su padre por el brazo y saliу del despacho. Volvieron a subir al coche y Suellen le contу que su madre le gritaba desde el fondo de la tumba que no dejara sufrir a sus hijos tontamente. Me han dicho que su papб permanecнa hundido en su asiento y que lloraba como un niсo. Todo el mundo los vio y Alex Fontaine se acercу a preguntar quй les pasaba; pero Suellen le contestу que no se metiera en donde no le llamaban y Alex se alejу echando pestes.

»No sй cуmo se le ha ocurrido esto, pero lo cierto es que, en el curso de la tarde, ella adquiriу una botella de coсac y le hizo beber. Ya sabe usted, Scarlett, que nosotros no bebemos alcohol en Tara desde hace un aсo, salvo el escaso vino de moras que hace Ashley, asн que el seсor O'Hara no estaba ya acostumbrado. Una vez borracho, y despuйs de dos horas de discusiуn con Suellen, acabу por decir que firmarнa todo lo que quisiera. Los yanquis volvieron a presentar el juramento a la firma y, en el momento en que iba a poner la pluma en el papel, Suellen metiу la pata. Dijo: " Y ahora supongo que los Slattery y los Mac Intosh no se darбn tanta importancia ante nosotros". Como sabrб usted, Scarlett, los Slattery habнan pedido una crecida suma por mediaciуn del marido de Emilia Slattery, y ahora lo habнan conseguido todo. Me han contado que, al oнr eso, su papб se irguiу y mirando a Suellen de un modo terrible le dijo: " їEs que los Slattery y los Mac Intosh han firmado una cosa como йsta? ". Suellen se quedу petrificada y, en su azoramiento, no dijo ni que sн ni que no. Entonces, su padre gritу con fuerza: " ЎContesta! їEs que ese sinvergьenza y ese descamisado han firmado tambiйn? ". Hilton, queriendo arreglar la cosa, le contestу: " Sн, seсor O'Hara, han firmado, percibiendo por ello una cantidad fabulosa, como la percibirб usted".

»Entonces, el seсor lanzу un terrible grito de cуlera; Alex Fontaine, que estaba dentro del cafй, en la calle, afirma haberle oнdo decir, con un acento irlandйs mбs fuerte que nunca: " їCreйis acaso que un O'Hara, de Tara, puede comer en el mismo pesebre que ese desvergonzado y ese pelagatos? ". Y rompiendo en dos pedazos la hoja se la arrojу a Suellen: " ЎNo eres hija mнa! ", aullу y saliу del despacho antes de que hubiesen tenido tiempo de decirle nada.

»Alex me ha contado que le vio salir a la calle. Iba como un loco. Me ha dicho que era la primera vez, desde la muerte de su madre, que el seсor habнa recobrado su aspecto y volvнa a ser el mismo. Parece ser que iba haciendo eses y lanzando insultos en voz alta. Alex asegura que en su vida ha oнdo una serie igual de juramentos. El caballo de Alex estaba allн y su padre se subiу a йl sin mбs ni mбs y al instante partiу al galope tendido entre una nube de polvo rojo, tan densa que asfixiaba. A la caнda de la tarde, Ashley y yo nos sentamos en los peldaсos de la escalera para mirar la carretera. Le aseguro que estбbamos realmente inquietos. La seсora Melanie permanecнa tumbada en su cama sollozando, pero no quiso decirnos nada. De repente, oнmos el galope de un caballo y alguien que cantaba a grito pelado. Ashley me dijo: " Es curioso, me recuerda al seсor O'Hara cuando venнa a vernos antes de la guerra".

»Y entonces lo divisamos al otro extremo del prado. Habнa debido de saltar la barrera. Subнa la cuesta a una velocidad infernal y seguнa cantando, como un hombre libre de preocupaciones. ЎQuй voz tan extraсa tenнa! Cantaba: " Pegg se marcha en su carrito". Golpeaba al caballo con el sombrero y el caballo galopaba como un loco. Cuando llegу a lo alto de la pendiente, ni siquiera frenу. Comprendimos que iba a saltar la barrera que estб junto a la casa. Nos levantamos de un salto. Estбbamos muertos de miedo. Entonces, su padre exclamу con todas sus fuerzas: " ЎMira, Ellen, mira cуmo salto! . Pero, por desgracia, el caballo hizo una espantada. Se detuvo en seco y su papб saliу despedido por encima de la cabeza. No ha debido sufrir nada. Estaba ya muerto cuando acudimos a levantarlo. Creo que debiу romperse la cabeza. »

Will esperу un minuto a que Scarlett hablara; pero como seguнa callada, volviу a coger las riendas. «ЎArre, " Sherman" », dijo. Y el caballo emprendiу de nuevo la marcha hacia la casa.

Scarlett casi no durmiу aquella noche. Cuando llegу el alba y el sol comenzу su lenta ascensiуn sobre los pinos que tapizaban las colinas, al este, saltу de su lecho en desorden, acercу a la ventana un taburete y sentуse. Descansando la cabeza sobre su brazo doblado, contemplу la granja, luego el huerto, y por ъltimo dirigiу la mirada hacia los campos de algodуn. Todo estaba fresco y hъmedo de rocнo, todo estaba silencioso y verde. Viendo el campo sintiу que un bбlsamo exquisito derramбbase en su maltrecho corazуn. Aunque su dueсo hubiera muerto, Tara, en la madrugada, daba la sensaciуn de una finca cuidada amorosamente, de una tierra en donde reinaba la paz. Las tablas del gallinero, consolidadas con tierra de greda para impedir que entrasen las ratas y las comadrejas, habнan sido enjalbegadas y el establo blanqueado tambiйn. La huerta, con sus hileras de maнz, de habas, de nabos y de calabazas color amarillo vivo, con su tierra limpia de malas hierbas, estaba cercada por todas partes. Bajo los бrboles del jardнn crecнan solamente margaritas. El sol acariciaba las manzanas y los melocotones medio ocultos por el verde follaje... Mбs lejos, los algodуneros, colocados en semicнrculo, extendнanse inmуviles, bajo la dorada luz del dнa creciente. Los orgullosos patos y los tнmidos polluelos se abalanzaban hacia el campo, seguros de encontrar, bajo la maleza y en la tierra trabajada por el arado, gusanos y caracoles en abundancia.

El corazуn de Scarlett se colmу de ternura y de gratitud hacia Will, el autor de todo aquello. A pesar de su culto por Ashley, no podнa creer que йl hubiera contribuido mucho a crear semejante prosperidad. La resurrecciуn de Tara no era obra de un colono aristocrбtico, sino de un modesto granjero infatigable y laborioso que amaba la tierra. Evidentemente, Tara era tan sуlo una simple granja si se la comparaba con la magnнfica plantaciуn de antaсo, en que numerosas muнas y caballos de raza retozaban por los prados y donde los campos de maнz y de algodуn se extendнan hasta perderse de vista. Pero todo estaba cuidado maravillosamente y cuando vinieran mejores tiempos podrнan empezarse a cultivar de nuevo las porciones de baldнo, que serнan mбs fйrtiles despuйs de aquel largo reposo.

Will no se habнa limitado a cuidar unos trozos. Entablу una severa lucha contra los dos enemigos de los colonos georgianos, los retoсos de los pinos y las zarzamoras. No les habнa permitido invadir solapadamente el jardнn, el prado, los campos de algodуn o el cйsped; no dejу a las zarzas trepar con insolencia al asalto de las galerнas, como en tantas otras plantaciones del Estado.

Scarlett se estremeciу pensando que Tara habнa estado a punto de convertirse en un yermo. Will y ella se habнan dado buena maсa. Habнan burlado los propуsitos de los yanquis y de los carpetbaggers y hasta los de la naturaleza. Y, ademбs, Will le habнa dicho que para el otoсo, cuando hubiera terminado la cosecha del algodуn, ya no tendrнa necesidad de enviarles dinero, a menos, naturalmente, que volviera otro carpetbagger a codiciar los bienes de Tara y se las arreglara para sacarles mбs impuestos. Scarlett sabнa que Will sufrirнa sin su ayuda, pero admiraba y respetaba su espнritu de independencia. Mientras se encontrу en la situaciуn de un cualquiera a quien se le remuneraban los servicios, habнa aceptado dinero, pero ahora que iba a convertirse en su cuсado, que iba a ser una persona de la familia, sуlo querнa contar con su trabajo. Sн, Will, era un regalo del Cielo.

 

La vнspera, por la tarde, Pork habнa cavado la tumba junto a la de Ellen y con la azada en la mano permanecнa frente al pequeсo montуn de arcilla roja que iba a volver a echar en su sitio, en seguida. Tras йl, inmуvil a la sombra de un cedro de ramaje bajo y nudoso que el ardiente sol de junio llenaba de motas, Scarlett esforzбbase en no mirar hacia el hoyo rojizo. Avanzando penosamente por el centro de la avenida que descendнa de la casa, Jim Tarleton, el pequeсo Hugh Munroe, Alex Fontaine y el mбs joven de los nietos del viejo Mac Ў Rae llevaban el fйretro de Gerald en una especie de parihuelas. Siguiйndoles, aunque a respetuosa distancia, extendнase en desorden un largo cortejo, compuesto de vecinos y amigos mal trajeados y contritos. Mientras los que sostenнan el ataъd cruzaban el jardнn inundado de sol. Pork apoyу la frente en el mango de la azada y se echу a llorar. Scarlett observу que sus crespos cabellos, negro azabache aъn cuando marchу a Atlanta, se habнan vuelto ahora totalmente blancos.

Dio gracias a Dios por haber llorado toda la noche, ya que le permitнa ahora conservar los ojos secos y la cabeza firme. El ruido que hacнa Suellen, llorando justamente a su espalda, la irritу tanto que tuvo que cerrar los puсos para no volverse a abofetear el rostro enrojecido de su hermana. Suellen era la causa directa o indirecta de la muerte de su padre y pudo haber tenido el decoro de mantenerse serena ante una concurrencia hostil. Nadie le habнa dirigido la palabra aquella maсana, nadie habнa tenido para ella una mirada de simpatнa. Habнan abrazado a Scarlett sin vanas demostraciones, le habнan estrechado la mano, habнan murmurado algunas frases a Carreen y hasta a Pork; pero todo el mundo fingiу no advertir la presencia de Suellen.

A los ojos de toda aquella gente, habнa hecho algo mбs que asesinar a su padre: intentу hacerle traicionar al Sur y, para aquella comunidad tan intransigente como estrechamente unida, era como si hubiese atacado el honor de cada uno. Habнa roto el sуlido frente que el Condado presentaba al enemigo. Tratando de sonsacar dinero al Gobierno yanqui se habнa rebajado al rango de los carpetbaggers y de los scallawags, seres mбs vergonzosos aъn que los soldados yanquis.

Ella, que pertenecнa a una antigua familia confederada; ella, la hija de un colono fiel a la Causa, se habнa pasado al enemigo atrayendo al mismo tiempo el deshonor sobre todas las familias del Condado.

Las personas que seguнan el fъnebre cortejo estaban a la vez indignadas y dolidas por el disgusto; tres sobre todo: el viejo Mac Rae, ligado a Gerald desde su llegada al paнs, la vieja abuela Fontaine, que tanto le querнa por ser el marido de Ellen, y la seсora Tarleton, que le tenнa aъn mayor simpatнa que el resto de sus vecinos porque, como ella decнa frecuentemente, era el ъnico hombre del Condado que sabнa distinguir un semental de un caballo castrado.

La vista de aquellos tres rostros agitados, en el salуn oscuro donde yacнa el cuerpo de Gerald antes del funeral, habнa causado alguna inquietud a Ashley y a Will, que se habнan retirado junto al escritorio de Ellen para ponerse de acuerdo.

—No faltarбn quienes hagan reflexiones sobre Suellen —declarу Will bruscamente, cortando con los dientes la pajita que hacнa tiempo mordisqueaba—. Se figuran que estбn en la obligaciуn de dirigirle la palabra. Puede que sн, no soy yo quien debe juzgarlo. En todo caso, tengan o no derecho, nos veremos obligados a tomar la defensa de Suellen, porque somos de la familia y eso estarнa muy feo. Al viejo Mac Rae no puede нrsele con razones, es sordo como una tapia y no oirб a los que le aconsejarбn que se calle. Por otra parte, ya sabe usted que nadie ha podido nunca hacer callar a la abuela Fontaine, cuando se le ha metido en la cabeza soltarle a alguien cuatro frescas. Y, por ъltimo, la seсora Tarleton, ya habrб usted visto las miradas que ha echado a Suellen. Ha tenido que contenerse para no abrir la boca. Si les da por hablar, tendremos que intervenir, y ya tenemos bastantes preocupaciones en Tara para buscarnos mбs complicaciones con nuestros vecinos.



  

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