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CUARTA PARTE 17 страница



Ashley suspirу. Sabнa mejor que Will a quй atenerse sobre el carбcter de los vecinos y recordaba que, antes de la guerra, la mitad de las riсas, muchas de las cuales habнan terminado a tiros, tuvieron por origen cuatro palabras pronunciadas ante un fйretro, segъn la costumbre del Condado. En general, dichas palabras eran en extremo elogiosas, pero de vez en cuando ocurrнa lo contrario. Ocurrнa, a veces, que palabras pronunciadas con la mejor intenciуn del mundo eran mal interpretadas por una familia excitada, y apenas habнan recubierto el ataъd las ъltimas paletadas de tierra estallaba un incidente.

En ausencia de un sacerdote catуlico y de los ministros metodistas y baptistas de Jonesboro y de Fayetteville, cuyo concurso no se habнa solicitado con tacto, correspondнa a Ashley dirigir el servicio religioso ayudбndose del libro de oraciones de Carreen. Mбs ferviente catуlica que sus hermanas, Carreen sintiуse profundamente afectada por el hecho de que Scarlett no hubiera pensado en traer un sacerdote de Atlanta, pero se consolу un poco ante la idea de que el que viniese a casar a Will y Suellen podrнa de paso leer el oficio de difuntos sobre la tumba de Gerald. Era ella quien habнa prescindido de la asistencia de los ministros protestantes del vecindario y pedido a Ashley que sustituyera al oficiante. Apoyado en el antiguo pupitre, Ashley dбbase cuenta de que tenнa la responsabilidad de velar para que la ceremonia se desarrollara en paz, y sabiendo lo soliviantada que estaba la gente del Condado, buscaba en vano un medio de mantener la calma.

—No podemos hacer nada, Will —dijo, pasбndose la mano por el cabello—. Ya comprenderб usted que lo que no puedo hacer es andar a puсetazos con la abuela Fontaine y con el viejo Mac Rae, ni puedo tampoco dejarle caer la mano en la boca a la seсora Tarleton. Y ya lo verб, lo menos que dirбn es que Suellen ha cometido un crimen y una traiciуn y que, sin ella, el seсor O'Hara vivirнa aъn. ЎQuй maldita costumbre, hablar delante de un muerto! ЎEs terrible!

—Escuche, Ashley —contestу Will con calma—. No tengo en absoluto la intenciуn de dejar que la gente chismorree sobre lo que piensa de Suellen, sea cual sea su opiniуn. Dйjeme a mн este asunto. Cuando haya terminado de leer el oficio y de rezar las oraciones, diga usted: «їDesea alguien decir algo? », y en este momento se vuelve usted hacia mн, para que pueda yo hablar el primero.

Sin embargo, Scarlett no recelaba la tormenta y miraba a los que transportaban a Gerald, esforzбndose en hacerlo pasar a travйs de la puerta, demasiado estrecha, del pequeсo cementerio. Con el corazуn en un puсo, pensaba que, enterrando a su padre, enterraba uno de los eslabones de la cadena que la unнa a los dнas felices de paz e irresponsabilidad.

Por ъltimo descargaron el fйretro junto a la tumba. Ashley, Melanie y Will penetraron en el cercado y se situaron algo detrбs de las seсoritas O'Hara. Todos los que pudieron entrar se colocaron tras ellos, quedando el resto fuera del recinto tapiado. Scarlett quedу sorprendida y emocionada a la vez viendo cuбnta gente habнa acudido. Los medios de transporte eran de lo mбs precario, y haciendo aquel esfuerzo habнan demostrado todos su abnegaciуn. Habrнa allн cincuenta o sesenta personas, muchas de las cuales vivнan tan lejos que Scarlett se preguntaba cуmo se habнan enterado con tiempo para llegar. Habнa familias enteras de Jonesboro, de Fayetteville y de Lovejoy, y con ellas algunos sirvientes negros. Gran nъmero de modestos granjeros estaban presentes, igual que los guardas y un puсado de hombres que vivнan en medio de los pantanos, con el fusil bajo el brazo y mascando tabaco. Estos ъltimos, gigantes enjutos y barbudos, llevaban trajes de tela grosera, tejidos en casa, y la gorra ladeada. Habнan hecho que los acompaсasen sus mujeres, cuyos pies desnudos se hundнan en la tierra roja y blanda y cuyos labios estaban ennegrecidos por el tabaco que mascaban. Bajo sus sombreros de paja, aquellas mujeres tenнan un rostro en el que la malaria habнa dejado sus huellas, pero iban muy limpias, y sus ropas, reciйn planchadas, estaban brillantes y almidonadas.

Los vecinos mбs prуximos habнan acudido en masa. La abuela Fontaine, seca, arrugada y amarilla como un canario, se apoyaba en su bastуn. Tras ella, Sally Munroe Fontaine y la Seсoritita la llamaban en voz baja tirбndole vanamente del vestido para hacerla sentar sobre el muro. El viejo doctor, esposo de la abuela, no estaba presente. Habнa muerto hacнa dos meses y casi toda la alegrнa habнa desaparecido de los ojos de la vieja seсora. Cathleen Calvert Hilton permanecнa apartada, como convenнa a una mujer cuyo marido estaba mezclado en el drama. Bajaba la cabeza y su descolorida mantilla le ocultaba el rostro. Scarlett observу con estupor que su vestido de percal estaba lleno de manchas y que sus manos llenas de pecas estaban sucias y las uсas negras. Cathleen habнa perdido todo su aire distinguido y parecнa una fregatriz o una mendiga. «Acabarб hasta oliendo mal, si no le sucede ya —pensу Scarlett—. ЎDios mнo, quй manera de venir amenos! »

Se estremeciу dбndose cuenta de la poca distancia existente entre la gente distinguida y los blancos pobres.

«Sin mi energнa, tal vez estuviera yo igual», se dijo, recordando que despuйs de la rendiciуn ella y Cathleen se habнan encontrado en la misma situaciуn: las manos vacнas, y sуlo el ingenio de cada una. Y sintiу que se llenaba de orgullo.

«No me he defendido mal», pensу, alzando la barbilla y esbozando una sonrisa de satisfacciуn. Permaneciу unos momentos sonriendo. La seсora Tarleton la miraba indignada, con los ojos rojos de llorar. Detrбs de la seсora Tarleton y de su marido permanecнan en hilera sus cuatro hijas, cuyos rizos pelirrojos ponнan una nota de indiscreciуn y cuyos ojos oscuros chispeaban como los de los animales jуvenes desbordantes de vida y de animaciуn.

De repente, todos se pusieron mбs rнgidos, se calmу el crujir de las faldas, los hombres se descubrieron, las manos juntбronse para rezar y Ashley se adelantу, con el libro de oraciones de Carreen, deshilachado a fuerza de ser leнdo. Se detuvo y bajу la cabeza, permaneciendo inmуvil. Sus cabellos de oro relucнan al sol. Un silencio profundo se hizo en la multitud, tan profundo que se oнa al viento mecer i$s magnolias. A lo lejos, un mirlo lanzaba de manera obsesionante su nota grave y triste siempre igual. Ashley comenzу a leer las oraciones, y todas las frentes se inclinaron mientras йl pronunciaba, con SU voz cбlida y admirablemente timbrada, las dignas y breves palabras.

«ЎOh! —pensу Scarlett, con un nudo en la garganta—. ЎQuй hermosa voz! Puesto que es menester que alguien haga eso por papб, estoy contenta de que sea Ashley. Sн, prefiero con mucho que lo haga йl en vez de un sacerdote. Prefiero ver enterrar a papб por uno de la (familia que por un desconocido. »

Cuando Ashley llegу al pasaje de la oraciуn que se referнa a las almas del Purgatorio y que Suellen se habнa preocupado en subrayar, cerrу bruscamente el libro. Solamente Carreen se dio cuenta de la omisiуn y dirigiу una mirada intrigada a Ashley, que habнa empezado el Padrenuestro. Sabнa que la mitad de las personas congregadas allн no habнan oнdo hablar nunca del Purgatorio y que la otra mitad se indignarнa al notar la insinuaciуn, ni siquiera en un rezo, de que un hombre tan perfecto como el seсor O'Hara no habнa ido derecho al Cielo. Asн, por respeto a la pъblica opiniуn, pasу en silencio toda alusiуn al Purgatorio. Los concurrentes acompaсaron con toda fe la lectura del Padrenuestro, pero mostraron menor seguridad cuando Ashley empezу el Avemaria. Nadie habнa escuchado nunca esta oraciуn y miraron todos furtivamente hacia las seсoritas O'Hara, hacia Melanie y hacia los sirvientes de Tara, que entonaban la respuesta: «Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amйn. »

Entonces, Ashley levantу la cabeza y pareciу sentirse molesto. Todo el mundo tenнa los ojos fijos en йl. La gente esperaba que el servicio continuara, pues nadie se imaginaba que las oraciones catуlicas terminaran de aquel modo. En el Condado, los entierros se prolongaban siempre largo rato. Los ministros baptistas y metodistas no se sometнan a un ritual preciso; prolongaban las cosas a placer, a compбs de las circunstancias, y rara vez se detenнan antes de ver derramar lбgrimas a todos los asistentes y de que la familia del difunto se lamentase en voz alta. Si el servicio religioso se limitaba a breves oraciones pronunciadas ante los despojos mortales de su amigo querido, los vecinos, extraсados, empezaban a indignarse. Nadie sabнa esto mejor que Ashley. Semanas enteras se comentarнa el acontecimiento maсana y tarde y todo el Condado opinarнa que las seсoritas O'Hara no habнan testimoniado a su padre el respeto que le debнan.

Despuйs de haber lanzado una rбpida mirada de reojo a Carreen como para pedirle perdуn, bajу de nuevo la cabeza y se puso a recitar, de memoria, las oraciones episcopales de difuntos, que habнa leнdo con bastante frecuencia en Doce Robles, en los entierros de los esclavos.

«Yo soy la Resurrecciуn y la Vida, y todo el que cree en mн no morirб. »

Recordaba penosamente estas palabras y se expresaba con lentitud, parбndose a veces para buscar las frases. Sin embargo, la lentitud misma con que se expresaba daba mбs fuerza a sus palabras, y los asistentes, que hasta entonces habнan permanecido con los ojos secos, empezaron a sacar los paсuelos. Como todos eran baptistas o metodistas, se figuraron que Ashley seguнa escrupulosamente el ritual de las ceremonias catуlitas. Scarlett y Suellen, tan ignorantes como sus vecinos, encontraron la oraciуn magnнfica y confortante. Solamente Melanie y Carreen se dieron cuenta de que se estaba enterrando a un ferviente catуlico segъn el rito anglicano. Y Carreen estaba demasiado abatida por la pena y demasiado ofendida por la traiciуn de Ashley para intervenir.

Cuando Ashley hubo terminado, abriу de nuevo sus grandes ojos grises y tristes y mirу a la multitud. Al cabo de un momento su mirada encontrу la del Will y dijo:

—їDesea decir alguna cosa cualquiera de los presentes?

La seсora Tarleton dio en seguida muestras de inquietud, pero Will, mбs rбpido, se adelantу y situуse ante el fйretro.

—Amigos mнos —empezу diciendo con voz apagada—, acaso imaginйis que soy un osado hablando el primero, yo, que hace un aсo no conocнa todavнa al seсor O'Hara, mientras todos vosotros lo conocнais hace lo menos veinte aсos. Pero йsta es precisamente mi disculpa. De haber vivido un mes mбs, hubiera yo tenido derecho a llamarle padre.

Un escalofrнo de asombro recorriу el grupo. Los allн presentes eran demasiado educados para cuchichear entre ellos, pero todos empezaron a apoyarse primero sobre el pie derecho y luego sobre el izquierdo y a mirar a Carreen, que bajaba la cabeza. Todos sabнan el apego que por ella sentнa Will, pero Will, dбndose cuenta de la direcciуn de las miradas, continuу como si nada ocurriese.

—Voy a casarme con Suellen tan pronto como llegue un sacerdote de Atlanta. Pensй que esto me daba derecho a hablar el primero.

Sus ъltimas palabras se perdieron en un confuso murmullo semejante al zumbido de un enjambre de abejas. Habнa indignaciуn y desencanto en aquel murmullo. Todo el mundo sentнa simpatнa por Will. Todo el mundo le respetaba por todo cuanto habнa hecho por Tara. Todo el mundo sabнa que amaba a Carreen, asн que el anuncio de su matrimonio con Suellen, que por su conducta habнa quedado excluida de su sociedad, causaba un estupor rayano en cуlera. ЎEl bueno de Will casarse con aquella malvada y odiosa Suellen O'Hara!

Durante un momento hubo una atmуsfera de gran tensiуn. La seсora Tarleton movнa furiosamente los pбrpados y sus labios temblaban como si fuera a hablar. En medio del silencio, podнa oнrse perfectamente al viejo Mac Rae rogar a su nieto que le explicara lo ocurrido. Frente a la concurrencia, Will conservaba su expresiуn tranquila, pero en sus ojos azul claro brillaba un reflejo que prohibнa a cualquiera hablar mal de su futura esposa. Durante un momento la balanza oscilу ante el sincero afecto que todos sentнan por Will y el desprecio que a todos inspiraba Suellen. Pero fue Will el que predominу. Continuу, como si su pausa hubiera sido intencionada:

—Yo no he conocido como vosotros al seсor O'Hara en sus aсos de madurez. Cuando le conocн ya no era mбs que un anciano muy digno, pero que habнa perdido sus energнas. Pero os he oнdo hablar de lo que en otro tiempo fue el seсor O'Hara. Fue un irlandйs lleno de valor, un verdadero caballero del Sur, y si ha habido alguien con amor a la Confederaciуn ha sido йl. No se puede soсar mezcla mejor. Nosotros ya no veremos las cosas como йl, porque la йpoca en que existнan tales hombres ha desaparecido ya. Habнa nacido en el extranjero, pero la persona que hoy enterramos era mбs georgiana que cualquiera de los que le lloramos. Compartнa nuestra existencia. Amaba nuestro paнs y, para decir las cosas como son, ha muerto por nuestra Causa como un soldado. Era uno de los nuestros, tenнa nuestros defectos y nuestras cualidades, era fuerte como lo somos nosotros y tenнa tambiйn nuestras debilidades. Poseнa nuestras buenas cualidades, en el sentido de que nadie lo detenнa cuando habнa decidido algo y nada le asustaba. Nada que viniese de fuera podнa abatirlo.

»Cuando el Gobierno inglйs lo buscу para colgarlo, no tuvo miedo. Tomу tranquilamente la puerta y huyу de su casa. Tampoco le asustу desembarcar en este paнs sin un cйntimo. Se puso a trabajar y ganу dinero. No le causу miedo instalarse en esta comarca, donde los indios acababan de ser expulsados y que estaba aъn semicivilizada. Desbrozу la tierra y creу una gran plantaciуn. Cuando llegу la guerra, al ver que la ruina se le echaba encima, no tuvo miedo tampoco a verse pobre de nuevo. Y cuando los yanquis pasaron por Tara hubieran podido incendiar su casa o matarlo, pero йl no permaneciу con los brazos cruzados. Por esto decнa yo que contaba con nuestras buenas cualidades. Nada externo podнa abatirlo.

»Pero tenнa tambiйn nuestras debilidades, pues era vulnerable interiormente. Quiero decir que, allн donde el mundo entero no podнa nada contra йl, su corazуn se herнa a sн propio. Cuando la seсora O'Hara muriу, su corazуn muriу tambiйn y no hubo ya nada mбs. No era йl a quien veнamos ъltimamente. »

Will se detuvo y con su serena mirada examinу los rostros que le rodeaban. La multitud permanecнa inmуvil bajo el sol abrasador, olvidando su odio a Suellen. Los ojos de Will se posaron un instante en Scarlett y parecieron sonreнr, como para infundirle бnimo. Y Scarlett, que luchaba por no echarse a llorar, sintiу efectivamente que recobraba energнas. En lugar de soltar una sarta de tonterнas, Will decнa cosas de buen sentido, y Scarlett habнa encontrado siempre consuelo y fortaleza en el buen sentido.

—No quisiera que tuvierais de йl una opiniуn inferior a la que merecнa, aunque acabara dejбndose abatir. Todos nosotros estamos expuestos a lo mismo. Estamos sujetos a las mismas flaquezas y a los mismos extravнos. Nada visible tiene poder sobre nosotros, ni los yanquis, ni los carpetbaggers, ni la vida dura, ni los impuestos crecidos, ni siquiera la falta de alimento. Pero en un abrir y cerrar de ojos podemos ser barridos por esa debilidad que en nosotros mismos reside. No siempre ocurre esto con ocasiуn de la muerte de algъn ser querido como le ha pasado al seсor O'Hara. Cada uno reacciona a su modo. Y quiero deciros esto: las personas que son ya incapaces de reaccionar, aquellos en los que ese resorte se ha roto, hacen mejor en morir. En los tiempos que corren no hay sitio para ellos en este mundo. Son mбs felices en la tumba... He aquн por quй yo os dirнa a todos que no os afligierais por el seсor O'Hara. Al llegar Sherman y al fallecer la seсora O'Hara era cuando habнa que afligirse. Ahora, que va a encontrarse con la que amaba, no veo razуn alguna para sentir dolor, a menos de ser muy egoнstas, y esto os lo digo yo, yo que le querнa como a un padre... Si esto no os llega a lo mбs hondo, es inъtil pronunciar mбs discursos. Los miembros de la familia se sienten demasiado apenados para escuchar nada mбs y no serнa cortйs por nuestra parte continuar.

Will se detuvo y, mirando a la seсora Tarleton, le dijo, bajando la voz:

—їSerнa usted tan amable que acompaсara a Scarlett a su casa? No tiene objeto que permanezca tanto tiempo de pie, bajo el sol. Ni tampoco la abuela Fontaine parece encontrarse muy bien, con todos los respetos debidos.

Turbada por la brusquedad de Will, que abandonaba sin transiciуn el elogio fъnebre de su padre para ocuparse de ella, Scarlett se puso roja como una amapola y su confusiуn aumentу al notar que todo el mundo se fijaba en ella. їA quй venнa que Will hiciera observar a todo el mundo que se encontraba encinta? Le mirу indignada de reojo, pero Will no perdiу la tranquilidad por ello y la obligу incluso a bajar los ojos.

«No me diga nada —parecнa querer darle a entender—; sй bien lo que hago. »

Йl era ya el hombre, el cabeza de familia, y Scarlett deseosa de evitar una escena, se volviу hacia la seсora Tarleton. Tal como Will habнa esperado, йsta se olvidу de repente de Suellen y de su ira y, cogiendo a Scarlett del brazo, le dijo, en un tono lleno de dulzura:

—Anda, vбmonos, querida.

Su rostro habнa tomado una expresiуn bondadosa. Scarlett se dejу conducir por entre la concurrencia, que les abrнa paso, mientras se. elevaba un murmullo de simpatнa, y diferentes personas trataban de estrecharle la mano, al pasar. Cuando llegу al sitio donde estaba la abuela Fontaine, la anciana murmurу:

—Dame el brazo, hija mнa. —Y aсadiу, con una mirada orgullosa, dirigiйndose a Sally y a la Seсoritita—: No, no se molesten, no las necesito.

Las tres mujeres caminaron con lentitud entre la gente que volvнa acerrar el grupo tras ellas, y penetraron en la umbrosa alameda que ponducнa a la casa. La seсora Tarleton sostenнa a Scarlett con una mano tan firme, que йsta tenнa la impresiуn a cada paso de que la levantaban del suelo.

—Pero їpor quй habrб hecho eso Will? —exclamу Scarlett, Cuando estuvo segura de que nadie podнa oнrla. Era como si hubiera dicho: «Mнrenla ustedes, va a tener un hijo».

—Vamos, їestбs muy fatigada? —preguntу la seсora Tarleton—. Tenнa razуn Will. Era una locura permanecer mбs tiempo a pleno sol. ЎPodrнa haberte dado un desmayo y provocarte un aborto.

—No era esto lo que temнa Will —contestу la abuela, un poco acalorada por la marcha—. Will no es tonto. No querнa que usted o que yo, Beatriz, nos acercбramos a la tumba. Temнa que hablбramos y ha encontrado el ъnico medio de librarse de nosotras... Y hay mбs aъn. No querнa que Scarlett oyese caer las paletadas de tierra sobre el fйretro. Ha hecho bien. Acuйrdate siempre de esto, Scarlett: mientras no ha oнdo una ese ruido, no parece que nadie estй muerto. Pero una vez que se ha escuchado... No hay ruido mбs horroroso en el mundo. Ya hemos llegado. Ayъdame a subir la escalera, hija mнa. Dame la mano, Beatriz. A Scarlett no le hace falta tu brazo para nada y, como ha observado Will con tanto acierto, no estoy muy rozagante. .. Will sabe que eras la preferida de tu padre y no ha querido aсadirte este nuevo sinsabor. Ha pensado que para tus hermanas no serнa tan doloroso. A Suellen la sostiene su vergьenza y a Carreen su Dios. Pero tъ no tienes nada, їverdad?

—No —respondiу Scarlett, ayudando al mismo tiempo a la anciana a subir los escalones—. No, yo no he tenido nunca a nadie que me sostuviera, excepto mi madre.

—Pero cuando la perdiste te diste cuenta de que eras bastante fuerte para poder prescindir de ese apoyo, їverdad? Pues bien, hay personas que no podrнan. Tu padre era una de ellas. Will tiene razуn. No te apenes. No podнa estar sin Ellen y es mбs feliz en donde se encuentra ahora, como lo serй yo cuando pueda unirme con el viejo doctor.

Hablaba sin el menor deseo de despertar compasiуn, y Scarlett y la seсora Tarleton se abstuvieron de hacer comentario alguno. Se expresaba en un tono suelto y natural, como si su marido hubiera ido a Jonesboro y le bastara un corto paseo en coche para salir a su encuentro. Era demasiado anciana y habнa visto demasiadas cosas para temer a la muerte.

—Pero usted tambiйn sabe prescindir de un apoyo —dijo Scarlett.

La anciana le dirigiу una mirada fulgurante de ave de presa.

—Sн, pero a veces eso es muy desagradable.

—Escuche, abuela —interrumpiу la seсora Tarleton—, no debiera decir esas cosas a Scarlett. Ya estб bastante angustiada. Entre el viaje, este vestido que la oprime, el disgusto y este calor, tiene bastante para abortar. Conque, si encima viene usted a meterle esas ideas negras en la cabeza, їadonde iremos a parar?

—ЎPor Dios! —exclamу Scarlett algo irritada—. No estoy tan mal como para eso, ni soy tampoco una mujer que aborte por cualquier cosa.

—Eso nunca puede decirse —profetizу la seсora Tarleton, con aire doctoral—. La primera vez que estuve embarazada, abortй viendo a un toro cornear a uno de nuestros esclavos y... їSe acuerda usted tambiйn de mi yegua pinta, «Nellie»? No habнa animal de mejor carбcter, pero era de una nerviosidad tan acusada que, si no hubiera yo tenido mucho cuidado, habrнa...

—Cбllate, Beatriz —dijo la abuela—. Scarlett no va a abortar sуlo por darte la razуn. Sentйmonos aquн, en el vestнbulo, que nos dй el aire. Corre un viento muy agradable. Bueno, їquerrнas traerme un vaso de leche de la cocina, Beatriz? No, mira a ver si en la alacena hay vino. Me tomarнa un vasito muy a gusto. Nos quedaremos aquн hasta que la gente venga a despedirse.

—Scarlett harнa mejor en acostarse —insistiу la seсora Tarleton, despuйs de haberle dirigido una mirada disimulada, como persona capaz de darse cuenta del momento exacto del parto.

—Anda, anda —dijo la abuela, y le dio un golpecito con el bastуn a la seсora Tarleton, que se dirigiу hacia la cocina, echando con negligencia su sombrero sobre la consola y pasбndose la mano por los cabellos rojos.

Scarlett se arrellanу en su sillуn y desabrochу los dos primeros botones de su corpino. Se estaba bien en el amplio vestнbulo, donde imperaba la penumbra; y el viento que porrнa atravesaba la casa de una punta a otra ocasionando un grato frescor despuйs de la lumbre del sol. Scarlett echу una ojeada al salуn, donde habнa reposado el cadбver de Gerald, pero se propuso no pensar mбs en su padre y se dedicу a contemplar el retrato de la abuela Robillard, al que las bayonetas yanquis no habнan respetado, a pesar de estar colgado muy alto, sobre la chimenea. La contemplaciуn de su abuela, con su moсo tan alto, su amplio escote y su aire casi insolente, producнa siempre en Scarlett un efecto tonificante.

—No sй quй es lo que ha afectado mбs a Beatriz Tarleton, si la pйrdida de sus hijos o la de sus caballos —dijo la abuela Fontaine—. Ya sabes que Jim y sus hijas nunca han contado mucho para ella. Pertenece a esa clase de personas a que se referнa Will. Su resorte no funciona. Muchas veces me pregunto si no va a seguir los pasos de tu padre. Su ъnico placer consistнa en ver crecer y multiplicarse caballos y hombres a su alrededor. Y, mientras tanto, ninguna de sus hijas estб casada ni parece tener probabilidades de pescar marido por estos contornos. No tienen el menor arte. Si no fuera una mujer de mundo, de cuerpo entero, serнa de lo mбs vulgar... їEs cierto lo que ha dicho Will sobre su matrimonio con Suellen?

—Sн —respondiу Scarlett, mirando a la anciana cara a cara. ЎSanto Dios! Bien se acordaba, sin embargo, de la йpoca en que tenнa un miedo cerval a la abuela Fontaine. ЎClaro! Se habнa hecho ya una mujer y se sentнa con fuerzas para no permitirle ninguna intromisiуn en los asuntos de Tara.

—Podrнa haber hecho mejor elecciуn —dijo la abuela candidamente.

—їSн? —observу Scarlett en tono altanero.

—No te pongas asн, pequeсa —le aconsejу la anciana agriamente—. No voy a atacar a tu preciosa hermana, aunque me haya quedado con las ganas de hacerlo en el cementerio. No; lo que quiero decir es que, dada la falta de hombres en el Condado, podrнa йl haberse casado con la que hubiera querido. Ahн estбn los cuatro diablos de Beatriz, las pequeсas Munroe, las Mac Rae...

—Pues ya sabe que va a casarse con Suellen.

—Tiene suerte Suellen.

—Y Tara tambiйn.

—Sientes cariсo por Tara, їno?

—Sн.

—Tanto, que te tiene por lo visto sin cuidado que Suellen se case mal, con tal de conservar un hombre aquн para ocuparse de las cosas.

—їCasarse mal? —preguntу Scarlett, extraсada por esta idea—. їCasarse mal? їA quй viene la cuestiуn de las categorнas sociales ahora? Lo que es menester es que una muchacha encuentre un marido que vele por ella.

—No estб mal —dijo la anciana—. Algunos te darнan la razуn, pero no te faltarнan los que te dijeran que hacнas mal suprimiendo las barreras que no deberнan haber sido rebajadas ni un dedo. Will no es un hijo de familia, mientras que tъ perteneces a una familia distinguida.

La anciana lanzу una mirada al retrato de la abuela Robillard.

—Scarlett pensу en Will, en aquel muchacho flaco, suave e inexpresivo, que mordisqueaba eternamente una pajita y que, semejante a la mayorнa de los campesinos de Georgia, tenнa un aire tan poco enйrgico. No poseнa un linaje de antepasados ricos, nobles y habituados siempre a figurar. El primer Will que habнa venido a fijarse en Georgia fue tal vez un colono de Oglethorpe[21] o un «rescatado»[22]. Will no habнa ido nunca al colegio. En realidad, habнa seguido, simplemente, durante cuatro aсos, los cursos de una escuela rural. Esto constituнa toda su educaciуn. Era honrado y recto, paciente y muy laborioso, pero no era indudablemente hijo de una buena familia, y los Robillard no hubieran dejado de decir que Suellen hacнa un mal matrimonio.

—їAsн que estбs contenta de que entre Will a formar parte de la familia?

—Sн —respondiу Scarlett brutalmente, dispuesta a saltar sobre la anciana a la primera palabra de reproche.

—Abrбzame —dijo al anciana, sonriendo de la manera mбs inesperada—. Hasta hoy, Scarlett, no me eras muy simpбtica. ЎHas sido siempre tan dura! Hasta cuando eras niсa eras dura, y no me agrada la dureza en las mujeres, excepto en mн. Pero me gusta la manera con que has afrontado los acontecimientos. No te sofocas demasiado por las cosas imposibles de remediar. Sabes arreglбrtelas bien; sн, vales mucho.

Scarlett no sabнa si debнa sonreнr tambiйn. De todos modos la obedeciу y abrazбndola rozу con sus labios la mejilla apergaminada que la anciana le ofrecнa.

—Por mucho que la gente aprecie a Will —siguiу la anciana—, habrб mбs de uno que no deje de decir que no deberнas haber consentido que Suellen se casase con un campesino. Al mismo tiempo que le prodiguen elogios, dirбn que es una cosa terrible para una O'Hara casarse mal. Pero dйjales que hablen y no te ocupes de lo que digan.

—Nunca me ha preocupado lo que pudiera decir la gente.

—Es lo que he oнdo decir —observу la anciana, no sin un toque de malicia—. ЎBah! A lo mejor son muy felices. Claro estб que Will tendrб siempre su aire rъstico y que no serб el matrimonio lo que le impida seguir cometiendo faltas de ortografнa. Y luego, aunque gane dinero, no volverб a dar a Tara el lustre que le habнa dado el seсor O'Hara. Sin embargo, Will tiene un verdadero fondo de nobleza, con el instinto de un hombre de mundo. Mira, solamente un hombre de mundo hubiera podido seсalar nuestros defectos como lo ha hecho йl en el entierro. Nada puede abatirnos, pero, a fuerza de llorar y de evocar el pasado, acabamos por labrar nuestra propia ruina. Sн, serб un buen matrimonio para Suellen y para Tara.

—Entonces, їaprueba usted que no me haya opuesto?

—ЎEso no, por Dios! —exclamу la anciana con voz cascada, pero aъn vigorosa—. ЎAprobar que un campesino entre en una familia de alcurnia! Claro que no. їTe parece que verнa con buenos ojos el cruce de un pura sangre con un caballo de tiro? ЎOh!, sй muy bien que los campesinos de Georgia son buena gente, gente honrada a carta cabal, pero...

—їPero no acaba usted de decirme que serб un matrimonio dichoso? —exclamу Scarlett completamente desconcertada.

—Sн, creo que serб muy buena cosa para Suellen casarse con Will... Con alguien tenнa que casarse. ЎNecesita de tal modo un marido! їY dуnde podrнa haberlo encontrado? їDуnde hubiera encontrado a otro que pudiera dirigir mejor Tara? Pero no vayas a creer por esto que me gusta mбs que a ti.

—ЎPero si a mн me gusta mucho! —dijo Scarlett, esforzбndose en comprender lo que querнa decir la anciana—. Estoy encantada de que Suellen se case con Will. їPor quй ha de creer usted que me disgusta? їPor quй se formу usted esa idea?

Scarlett estaba intrigada y se sentнa un poco avergonzada, como siempre que cualquiera se imaginase por error que compartнa sus reacciones y su manera de ver las cosas.

La anciana se dio aire con su abanico de hoja de palmera.

—Yo no apruebo este matrimonio, como tampoco lo apruebas tъ, pero tanto tъ como yo somos personas de sentido prбctico. Ante un acontecimiento desagradable contra el que nada puede hacerse, no me pongo a lanzar gemidos y a levantar los brazos al cielo para implorar auxilio. No es manera йsta de tomar las alternativas que nos reserva la vida. Te hablo con conocimiento de causa, porque mi familia y la de mi marido han visto cosas de todos los colores. Si tenнamos una divisa, podнa resumirse asн: «No hacer mucho caso, sonreнr y esperar nuestra hora». Por este medio hemos podido atravesar una serie de pruebas con la sonrisa en los labios, llegando a convertirnos en expertos en el arte de arreglбrnoslas por nuestros propios medios. Por otra parte, nos hemos visto obligados a ello, pues en mi familia hemos tenido con frecuencia muy mala suerte. Hemos sido expulsados de Francia con los Hugonotes, arrojados de Inglaterra con los Caballeros[23], arrojados de Escocia con el prнncipe Charlie, arrojados de Haitн por los negros, y Ўmira ahora el estado en que nos encontramos a causa de los yanquis! Pero siempre hemos acabado por desquitarnos al cabo de algъn tiempo. їY sabes por quй?



  

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