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CUARTA PARTE 15 страница



—No se haga la tonta —dijo Rhett tranquilamente—. Es demasiado necio llorar de vergьenza. Vamos, Scarlett, ya no es usted una niсa. їCree usted acaso que estoy ciego? Ya sй que estб usted encinta.

—ЎOh! —exclamу Scarlett, horrorizada, apretando las manos contra su rostro y poniйndose colorada. Esta palabra la aterrorizaba. Frank evitaba siempre hablarle de «su estado». Gerald habнa encontrado una fуrmula llena de tacto para definir aquello, y de una mujer encinta decнa que estaba «en familia». Y, en general, todas las seсoras llamaban a esto «tener dificultades».

—Es un poco simplista imaginarse que basta con taparse con el abrigo para que uno no se dй cuenta de nada. Pero Scarlett, Ўsi lo sabнa perfectamente!... їPor quй, entonces... ? Rhett callу bruscamente, despuйs tomу las riendas y con un chasquido, puso en marcha el caballo. Por ъltimo, se puso ha hablar con voz monуtona, que no era desagradable al oнdo de Scarlett, y, poco a poco, el terroso rostro de la joven recuperу su color.

—No creнa que fuera capaz de molestarse hasta ese punto, Scarlett. Creнa que era una persona razonable y me he engaсado. No sabнa que era usted tan tнmida. Bien, temo no haber estado muy galante. Ya sй que no soy galante, puesto que la vista de una mujer embarazada no me molesta lo mбs mнnimo. Creo que no hay razуn para no tratarlas como a seres normales y no veo por quй mis ojos pueden mirar al cielo, o la tierra, o lo que sea y no podrнan detenerse en un vientre. Tampoco veo por quй tengo que lanzarles esas miradas furtivas, de reojo, que siempre me han parecido el colmo de la indecencia. Sн, їpor quй todas esas gazmoсerнas? Es un estado perfectamente normal. En ese aspecto, los europeos son mucho mбs inteligentes que nosotros. Ellos felicitan a las futuras madres. No recomendarнa a nadie llegar a este extremo, tal vez; pero, en fin, es una actitud mбs sensata que fingir ignorar la cosa. Le repito que se trata de un estado normal y que las mujeres deberнan estar orgullosas, en vez de encerrarse tras de sus puertas, como si hubieran cometido un crimen.

—ЎOrgullosas! —exclamу Scarlett, con voz ahogada—. ЎOrgullosas!

—їAsн que no estб usted orgullosa de tener un hijo?

—ЎOh, no, por Dios! Me dan horror los niсos.

—їQuiere usted decir los niсos... de Frank?

—No..., los niсos de cualquiera.

Durante un instante Scarlett se indignу contra sн misma por este nuevo error de expresiуn, pero Rhett siguiу hablando tranquilamente como si nada hubiera notado.

—En esto no nos parecemos. Me gustan mucho los niсos.

—їLe gustan a usted? —exclamу Scarlett, tan sorprendida por esta confesiуn que olvidу su disgusto—. ЎQuй gran mentiroso!

—Pues sн: me gustan los niсos, hasta que empiezan a crecer y se ponen a pensar y a mentir como los mayores; en fin, hasta que se mancha su alma. No es nada nuevo para usted. Ya sabe usted cuбnto quiero a Wade Hampton, a pesar de que no es lo que debiera.

«Es verdad —pensу Scarlett con aire ensimismado—. Dirнase que le gusta jugar con Wade; le hace muchos regalos. »

—Y ahora que hemos aclarado esta espinosa cuestiуn y que admite usted que va a ser madre en un porvenir no tan lejano, voy a decirle algo que querнa comunicarle hace varias semanas. Se trata de dos cosas. La primera es que hace usted mal en ir por ahн sola. Es peligroso. Y usted lo sabe; no es menester que se lo diga. Se lo han dicho mil veces. Si personalmente le es a usted igual ser violada, debe al menos considerar las consecuencias que ello le traerнa. Su obstinaciуn la expone a ponerse en una situaciуn tal, que sus heroicos conciudadanos se vean en el caso de vengarla, colgando a algunos negros. Y, naturalmente, los yanquis tomarбn cartas en el asunto y acabarбn por colgar a su vez a alguno de sus buenos amigos. їNunca se le ha ocurrido pensar que una de las razones por las que las seсoras de Atlanta no la estiman es porque su conducta constituye una amenaza para sus hijos y sus maridos? Ademбs, si el Ku Klux Klan sigue ocupбndose de los negros, los yanquis van a apretarle las tuercas a Atlanta tan bonitamente que Sherman darб la impresiуn de haber sido un angelito a su lado. Sй bien lo que me digo, porque conozco pe a pa a los yanquis. Por triste que resulte, me consideran como uno de los suyos y no tienen pelos en la lengua para hablar en mi presencia. Estбn decididos a hacer desaparecer el Ku Klux Klan aunque necesiten prender fuego a la ciudad de arriba abajo y colgar a un hombre de cada diez. No le convendrнa eso. Saldrнa usted perdiendo en todos los уrdenes; le costarнa su dinero. Y luego, que no se sabe nunca cuбndo terminan las cosas que empiezan. Confiscaciones, aumento de los impuestos, multas a las mujeres sospechosas... Les he oнdo sugerir todas estas medidas. El Ku Klux Klan...

—їConoce usted a la gente que forma parte de йl? їEs que Tommy Wellburn, o Hugh, o...

Rhett se encogiу de hombros con impaciencia.

—їCуmo voy a saberlo? Yo soy un renegado, un cualquier cosa..., un scallawag... їSoy acaso alguien para saber esas cosas? Pero conozco gentes que son sospechosas a los yanquis. A la menor bromita, les va la piel en ello, ya lo sabe. Ya sй que puede que le tenga sin cuidado ver al vecino ir a la horca, pero creo que no le harнa gracia perder sus dos serrerнas. Ya, ya veo en su aire obstinado que no da crйdito a mis palabras y que me oye como quien oye llover. Me contentarй, pues, con decirle esto: tome usted esta pistola y tйngala siempre a mano..., y cuando estй en Atlanta ya sabrй yo arreglбrmelas para acompaсarla en sus caminatas.

—Entonces, Rhett, їes que usted... para protegerme...?

—Sн, querida, sн, para protegerla. Ya conoce usted de sobra mi espнritu caballeresco. —La llamita burlona se puso a chispear en sus ojos y su rostro perdiу toda su gravedad—. їY por quй esto? A causa del profundo amor que le profeso, seсora Kennedy. Sн, la adoro, no como ni bebo por su causa; pero, como soy una persona decente, igual que el seсor Wilkes, no le he dicho nada. ЎAy! Es usted la mujer de Frank, y el honor me ha impedido hablarle. Pero, lo mismo que el honor del seсor Wilkes vacila a veces, tambiйn el mнo vacila en este momento y le revelo mi secreta pasiуn y mi...

—Por el amor de Dios, cбllese —le interrumpiу, irritada, Scarlett, que lo que menos deseaba era que la conversaciуn recayera sobre Ashley y sobre su honor—. їQuй tenнa que decirme?

—ЎCуmo! їCambia usted de conversaciуn en el momento en que le abro mi destrozado corazуn, desbordante de amor? Perfectamente: he aquн de quй se trata.

Se apagу su maliciosa mirada y su rostro volviу a adquirir su aspecto serio.

—Deberнa tener cuidado con su caballo. Es muy indуmito y tiene una boca de hierro. Le cansa conducirlo, їeh? Vea, si le da por desbocarse, no podrнa usted sujetarlo. Si la tira a la cuneta, puede matar a su bebй y a usted para colmo. Deberнa pasarle el bocado lo mбs fuerte posible, a menos que permita usted que se lo cambie por un caballo mбs manso.

Scarlett le mirу y, ante su aspecto sereno y dulce, su irritaciуn desvaneciуse, como se habнa desvanecido su confusiуn despuйs de que le habнa hablado de su embarazo. Rhett habнa encontrado el medio de tranquilizarla, en un momento en que hubiera deseado morir, y ahora volvнa a dar una nueva prueba de gentileza. Sintiу un impulso de gratitud hacia Rhett y se preguntу por quй no serнa siempre asн.

—Sн, es duro de conducir este caballo —afirmу con dulzura—. A veces me duelen los brazos toda la noche a fuerza de haber tirado de las riendas. Bien, haga usted lт que quiera, Rhett, y muchas gracias.

Los ojos de Butler relampaguearon, maliciosos.

—ЎCaramba, caramba, quй encantador y femenino! ЎQuй pronto han cambiado sus aires autoritarios! Basta con conocerla para volverla suave como un guante —declarу Rhett.

Scarlett frunciу las cejas y volviу a encolerizarse.

—Esta vez va a hacerme el favor de bajarse si no quiere que le dй un latigazo. No sй por quй le soporto..., por quй trato de ser cortйs con usted. Es usted un hombre sin educaciуn y sin moral. Es usted un... Bien, ya se estб usted bajando. No tengo gana de broma...

Mas cuando йl puso pie en tierra y desatу su caballo de la trasera del coche, cuando permaneciу quieto en medio de la carretera iluminada por el sol poniente y ensayу su mбs fina sonrisa, Scarlett perdiу su aire serio y le devolviу la sonrisa, mientras el coche se alejaba.

Sн, Rhett era un grosero. Pero era tambiйn hбbil y valнa mбs no tener con йl ningъn roce. No se sabe nunca si el arma inofensiva que se le ponнa en la mano, en un momento de descuido irнa a transformarse en una espada del filo mбs fino. Pero, despuйs de todo, era interesante. Su conversaciуn producнa el efecto de una copa de coсac bebida a escondidas.

Los ъltimos meses, Scarlett habнa tomado gusto al coсac. Cuando regresaba a casa, por la tarde, mojada por la lluvia, derrengada por una larga caminata en carruaje, sуlo la idea de su botella encerrada en el cajуn de su burу le daba бnimos. El doctor Meade no habнa pensado en decirle que una mujer encinta no debнa beber, porque nunca podнa haberle pasado por la cabeza la idea de que una mujer de su clase pudiera beber otra cosa que vino de moras. Las mujeres tenнan derecho a tomar una copa de champaсa en una boda o un toddy bien calentito cuando estaban en cama con un catarro. Evidentemente habнa desdichadas que bebнan, lo mismo que habнa locas que se divorciaban o que pensaban, como la seсorita Susana B. Anthony, que las mujeres debнan votar. Sin embargo, a pesar de la idea que de Scarlett pudiera tener el doctor Meade, jamбs habнa pensado que pudiera entregarse a la bebida.

Scarlett se habнa dado cuenta de que un buen vaso de coсac antes de comer le procuraba un gran bienestar y siempre le quedaba el recurso de masticar unos granos de cafй o de hacer gбrgaras con colonia para que le desapareciera el mal aliento. їPor quй la gente andaba con tanto cuento a propуsito de las mujeres que bebнan, mientras los hombres podнan embriagarse tranquilamente si les venнa en gana? A veces, cuando Frank roncaba a su lado y el sueсo le huнa y daba vueltas en el lecho pensando en Ashley, en Tara, viendo levantarse ante ella el espectro de los yanquis o de la pobreza, se decнa que sin la botella de coсac se habrнa ya vuelto loca hacнa tiempo. Y cuando el calor bienhechor y familiar corrнa por sus venas, todas sus penas se disipaban poco a poco. A las tres copas, siempre le quedaba el recurso de decirse: «Ya pensarй en estas cosas maсana, cuando tengo fuerza para soportarlas».

Pero ciertas noches ni siquiera el coсac conseguнa calmar el dolor que le oprimнa el corazуn, dolor mбs fuerte aъn que el temor de perder sus serrerнas: el pesar de no ver Tara mбs. Atlanta, con su animaciуn, sus edificios modernos, sus rostros extraсos, sus calles estrechas atestadas de caballos, coches y una multitud atareada, parecнa a veces hacerle olvidar el mal que la devoraba. Le gustaba Atlanta, pero... ЎOh, volver a la paz exquisita, a la paz pastoral de Tara, a los campos rojizos bordeados de pinos oscuros! ЎVolver a Tara y vivir allн como fuera! ЎEstar cerca de Ashley, volver a verlo, oнrle hablar, estar sostenida por la conciencia de su amor! Cada carta de Melanie diciйndole que todos seguнan bien, la menor palabra de Will dбndole cuenta de la marcha de la labor y de la siembra o del estado del algodуn, reavivaba su deseo de volver allн.

«Irй a Tara en junio. Despuйs de esta fecha ya no podrй vivir aquн. Irй a pasar dos meses en mi casa. » Y a este pensamiento su corazуn latнa de contento.

Y, en efecto, volviу a su casa en junio, pero no de la manera que habнa pensado, sino porque, a comienzos de aquel mes, un breve mensaje de Will le hizo saber la muerte de Gerald.

El tren llevaba mucho retraso y el largo crepъsculo de junio envolvнa ya la campiсa con sus tonalidades azules cuando Scarlett se apeу en la estaciуn de Jonesboro. Aquн y allн brillaban luces amarillas en las ventanas de las tiendas y de las casas que la guerra no habнa destruido. Habнa pocas asн en el pueblo. A cada lado de la calle principal, espacios vacнos indicaban el lugar de los edificios aniquilados por el fuego y los obuses. Las casas, silenciosas y sombrнas, con sus techos agujereados, parecнan mirar a la viajera. Algunos caballos de silla, algunas muнas uncidas a las carretas, estaban atados Ўante el Almacйn Bullard. La calle, roja y polvorienta, estaba desierta. A veces, de un cafй situado en el otro extremo del pueblo llegaba un grito, o la risa de algъn beodo, ъnicos ruidos que turbaban la paz del crepъsculo.

No habнan reconstruido la estaciуn desde que se incendiу en el curso de la batalla y, en su lugar, se habнan contentado con elevar una especie de refugio de madera, abierto a todos los vientos. Scarlett se metiу allн y se sentу en un tonel, destinado por lo visto a ese uso. Habнa recorrido la calle varias veces con la mirada, con la esperanza de descubrir a Will Benteen. Deberнa haber venido a esperarla. Deberнa haber adivinado que, despuйs de haberle anunciado en su mensaje la muerte de Gerald, ella cogerнa el primer tren.

Habнa salido de Atlanta con tal precipitaciуn que su saco de viaje no contenнa mбs que una camisa de noche y un cepillo de dientes, sin la menor muda. Se sentнa poco a gusto dentro del vestido negro que le habнa dejado la seсora Meade, pues no habнa tenido tiempo de encargarse ropa de luto. La seсora Meade habнa adelgazado mucho y, como el embarazo de Scarlett estaba muy adelantado, el traje le resultaba doblemente incуmodo. A pesar del dolor que le causaba la muerte de Gerald, Scarlett no podнa desinteresarse del efecto que producнa en ella y se estudiу con asco. Habнa perdido por completo la lнnea y su rostro y sus tobillos estaban hinchados. Hasta ahora no se habнa preocupado de estos detalles, pero hoy, que estaba a punto de volver a ver a Ashley, la cosa era muy diferente. Temblу pensando en que la verнa embarazada de otro hombre. Querнa a Ashley y Ashley la querнa. Este niсo que no habнa deseado tener le parecнa una prueba de su traiciуn a ese amor. Pero, por mucho trabajo que le costase presentarse a Ashley con su talle abultado y su marcha pesada, habнa que pasar por ello.

Impaciente, Scarlett se puso a golpear con el pie. Deberнa haber venido Will. Claro que siempre le quedaba el recurso de preguntar en casa de Bullard si no le habнan visto o de rogar a cualquiera que la llevase a Tara, si se presentaba algъn obstбculo. Pero no querнa ver a Bullard. Era domingo y la mitad de los hombres del Condado se hallarнan de seguro reunidos. No querнa presentarse con esos estrechos vestidos que aъn la hacнan aparecer mбs voluminosa de lo que estaba. No querнa tampoco oнr las condolencias que le dirigirнan a causa de la muerte de Gerald. No le interesaba nada despertar su simpatнa. Tenнa miedo de echarse a llorar escuchando pronunciar el nombre de su padre. Y no querнa llorar. Sabнa que, si empezaba, serнa como aquella horrible noche en que Rhett la habнa abandonado en mitad de la carretera, mientras caнa Atlanta, aquella noche atroz en que habнa mojado las crines de su caballo con sus lбgrimas, sin poder dejar de llorar.

ЎNo, no llorarнa! Sintiу de nuevo que su garganta se ahogaba como le ocurrнa tantas veces desde que se habнa enterado de la triste noticia. Pero їde quй le servirнa llorar? Las lбgrimas no harнan mбs que avivar su dolor y acabar de debilitarla. їPor quй, por quй Will, o Melanie, o sus hermanas, no le habrнan escrito que su padre estaba enfermo? Habrнa cogido el primer tren a Tara, habrнa acudido a su cabecera, le habrнa incluso llevado un doctor de Atlanta. ЎQuй partida de imbйciles! Estaba visto que no sabнan hacer nada sin ella. Pero ella no podнa estar a la vez en mil sitios. ЎY pensar que se mataba a trabajar para ellos, en Atlanta!

A medida que se prolongaba la espera se fue poniendo nerviosa. їQuй hacнa Will? їDуnde se habrнa metido? Entonces escuchу a sus espaldas un ruido. Se volviу y vio a Alex Fontaine que cruzaba la vнa y se dirigнa hacia una carreta, con un saco de harina al hombro.

—Pero, Scarlett, їes usted? —exclamу.

En seguida se despojу de su peso y, con la alegrнa pintada en su rostro curtido y triste, se precipitу, con la mano extendida, hacia la mujer.

—ЎCuбnto me alegro de verla! Acabo de encontrar a Will en la fragua. Estaba haciendo herrar al caballo. Como el tren traнa retraso, creyу que tendrнa tiempo. їQuiere que vaya a buscarlo?

—Si me hace usted el favor, Alex —dijo Scarlett sonriendo, a pesar de su disgusto. ЎLe era tan grato volver a ver a alguien del Condado!

—Scarlett..., Scarlett... —empezу a decir Alex, sin soltarle la mano—. Siento mucho lo de su padre.

—Gracias —contestу Scarlett, lamentando que le hablara de ello.

—Si eso le sirve de consuelo, Scarlett, sepa que aquн estamos orgullosos de йl —continuу Alex, soltбndole al fin la mano—. Йl..., en fin, йl ha muerto como un soldado y por una causa digna de un soldado.

«їQuй querrб decir con eso? —pensу Scarlett, aturdida—. їLo habrбn matado? їSe habrб batido, como Tony, contra los scallatvags? » Pero no quiso escuchar mбs. Si seguнa hablando de йl, se desharнa en llanto y no querнa ponerse a llorar antes de encontrarse con Will en medio del campo, lejos de todas las miradas indiscretas. Llorar delante de Will no tenнa importancia. Will era como un hermano para ella.

—Alex, no quiero hablar de ello ahora —le dijo Scarlett.

—Ya sabe usted que la aprecio —declarу Alex, cuya ira alterу sъbitamente sus facciones—. ЎSi fuera mi hermana...! Bien, Scarlett, ya sabe usted que nunca he hablado mal de una mujer, pero opino que alguien debнa dar una buena paliza a Suellen.

«їQuй le ocurrirб para hablar asн? —se preguntу Scarlett—. їA quй viene hablar ahora de Suellen? »

—Es triste decirlo, pero por aquн todo el mundo opina como yo. Will es el ъnico que la defiende, y Melanie, naturalmente, porque es una santa. No ve mal en nada y...

—Ya le he dicho que no quiero hablar ahora de esto —le dijo Scarlett secamente, sin que por eso pareciera que Alex se alterase. Al contrario, parecнa comprender muy bien su frialdad y asн aъn resultaba todo mбs violento. No querнa oнr hablar mal de su familia y menos a un extraсo, y no querнa tampoco mostrar que no estaba al corriente. їPor quй Will no le habнa dado todos estos detalles?

Hubiera deseado que Alex no la mirara con tanta insistencia. Se apercibнa de que Alex veнa que estaba encinta y se notaba molesta. Y sin embargo Alex pensaba en cosas muy diferentes. Encontraba tan cambiada a Scarlett, que se habнa extraсado de reconocerla. Tal vez debнase a su embarazo. Las mujeres tenнan una cara muy rara cuando estaban encinta y, ademбs, debнa estar alterada por la muerte del viejo O'Hara. Era su hija preferida. Pero no, el cambio debнase a algo mбs profundo. Parecнa hallarse mejor que la ъltima vez que la habнa visto. Al menos daba la impresiуn de tener buen apetito. Ya no tenнa aquella expresiуn de animal acorralado de miedo. Al contrario, su mirada era dura. Ya no ponнa aquellos ojos de entonces.

Hasta cuando sonreнa, conservaba cierto aire autoritario y decidido. No debнa divertirse mucho, no, el viejo Frank. Sн, ella habнa cambiado. Era sin duda una buena moza, pero su rostro habнa perdido toda su dulzura y toda su gracia. En fin, ya no tenнa aquella manera provocativa de mirar a los hombres.

Bien, їy es que no habнan cambiado todos, acaso? Alex echу una ojeada a sus toscos vestidos y su rostro volviу a adquirir una expresiуn amarga. De noche, cuando no podнa conciliar el sueсo y se ponнa a preguntarse cуmo harнa operar a su madre, cуmo darнa una educaciуn digna al hijo del pobre Joe, cуmo encontrarнa dinero para comprar otra mula, llegaba a lamentar que la guerra hubiera terminado y no continuase todavнa. No sabнan los hombres lo felices que eran entonces. Siempre tenнan algo que llevarse a la boca, aunque no fuera mбs que un trozo de pan de maнz. Siempre habнa alguien a quien dar una orden; no habнa que calentarse la cabeza para resolver problemas insolubles; no, en el Ejйrcito no habнa preocupaciones, aparte de la de hacerse matar. Y, ademбs, entonces existнa Dimity Munroe. Alex hubiera querido casarse con ella, pero sabнa que habнa demasiados que la perseguнan para hacerla su mujer. La querнa hacнa largу tiempo y ahora el rosa de sus mejillas se ajaba, sus ojos perdнan el brillo. ЎSi al menos Tony no hubiera tenido que huir a Texas! Con un hombre mбs en casa, la cuestiуn habrнa cambiado de aspecto. Su hermano tenнa un genio de mil diablos, pero era tan simpбtico... ЎPensar que estarб sin un cйntimo por alguna parte del Oeste! Sн, todos habнan cambiado. їCуmo no habrнan de haber cambiado? Alex suspirу fuertemente.

—No le he dado aъn las gracias por lo que usted y Frank hicieron por Tony —dijo Alex—. Son ustedes los que le ayudaron a huir, їverdad? Es algo magnнfico por su parte. He sabido de modo indirecto que se encuentra en Texas sano y salvo. No he querido escribirles para preguntбrselo, pero їacaso Frank o usted le dejaron dinero? Quiero devolvйrselo.

—ЎOh, Alex, no hable usted ahora de ello! Se lo pido por favor.

Por una vez en su vida el dinero no tenнa importancia para ella.

—Voy a buscar a Will —dijo йl—. Maсana asistiremos todos al entierro.

Volviу a cargarse el saco a la espalda y, en el momento en que iba a echar a andar, una carreta vacilante desembocу de una callejuela lateral y se dirigiу chirriando hacia la estaciуn.

—Siento haber llegado tarde, Scarlett —gritу Will desde el asiento.

Despuйs de haber bajado penosamente del coche, Will se acercу cojeando y besу a Scarlett en la mejilla. Will no la habнa besado nunca y siempre la habнa llamado seсorita Scarlett; pero, a pesar de su sorpresa, este gesto la conmoviу y le causу una gran alegrнa. Йl la ayudу a poner un pie en la rueda y a subir al carruaje y Scarlett vio que era el mismo carricoche destartalado que le habнa permitido huir de Atlanta. їCуmo podнa rodar todavнa? Will debнa de haberlo cuidado con el mayor esmero. Al recuerdo de aquella noche trбgica, sintiу un ligero mareo. «No me importa —se dijo—; aunque tenga que ir descalza, aunque tнa Pitty no vea un cuarto, me las arreglarй para comprar un carruaje nuevo y para que quemen йste. »

Al principio Will nada dijo y Scarlett se lo agradeciу. Йl tirу su viejo sombrero de paja al fondo del coche, chasqueу la lengua y el caballo se puso en marcha. Will seguнa siendo el mismo, chupado y flaco, la mirada dulce, con el aire apacible y resignado de un animal de labor.

Dejaron el pueblo tras ellos y se adentraron en la carretera rojiza que conducнa a Tara. En el horizonte quedaba un leve tinte rosбceo, y espesas nubes negras, desgreсadas como plumas, conservaban aъn reflejos dorados y verde pбlido. La calma def crepъsculo campesino se extendнa sobre ellos, sedante como una oraciуn. їCуmo habнa podido ella permanecer tanto tiempo, pensу Scarlett, privada del fresco aroma de los campos, del espectбculo de la tierra trabajada y de la dulzura de las noches de estнo? ЎOlнa tan bien la tierra roja y hъmeda, era una amiga tan fiel, que hubiera querido bajarse para coger un puсado! A ambos lados de la carretera, los setos de madreselva exhalaban un perfume penetrante, como siempre que habнa llovido, el perfume mбs dulce del mundo. Sobre sus cabezas, las rбpidas golondrinas aleteaban dando vueltas y, de vez en cuando, un conejo asustado cruzaba la carretera, moviendo su rabito blanco como una borla de polvera.

Mientras atravesaban los campos arados donde se alineaban vigorosos arbustos, Scarlett constatу con alegrнa que el algodуn crecнa bien. ЎQuй hermoso todo aquello! Los vaporosos jirones de bruma sobre los pantanos, de tierra roja, el algodуn y los sombrнos pinos al fondo, como una muralla. їCуmo habнa podido vivir tanto tiempo en Atlanta?

—Scarlett, antes de hablarle del seсor O'Hara..., y tengo intenciуn de contбrselo todo antes de llegar a casa..., querrнa saber su opiniуn sobre un punto. Tengo la impresiуn de que ahora es usted el cabeza de familia.

—їDe quй se trata, Will?

Durante un instante, йl fijу en ella su mirada dulce y serena.

—Querrнa saber si a usted le disgustarнa que me casara con Susele.

Scarlett quedу tan sorprendida que tuvo que agarrarse al asiento para no caer de espaldas. ЎWill casarse con Suellen! Desde que ella le habнa arrebatado a Frank, se habнa imaginado que ya nadie querrнa nunca a su hermana.

—ЎPor Dios, Will!

—їLa disgusta?

—Disgustarme, no; pero ya ve, Will, que me ha cortado la respiraciуn. ЎCasarse usted con Suellen! Si yo creнa que usted estaba enamorado de Carreen...

Will agitу las riendas sin apartar los ojos del caballo. Scarlett le veнa de perfil. Su rostro permaneciу impasible, pero ella tuvo la impresiуn de que habнa exhalado un ligero suspiro. —Sн, tal vez —confesу Will.

—їY quй?, їno le quiere ella?

—No se lo he preguntado nunca.

—Pero Will, їestб usted loco? Pregъnteselo en seguida. Carreen vale bastante mбs que Suellen.

—Scarlett, usted no sabe nada de lo que ha ocurrido en Tara. No nos ha prestado mucha atenciуn estos ъltimos meses.

—Conque no, їeh? —se chanceу Scarlett, montando en cуlera—. їQuй cree usted que hacнa entonces en Atlanta? їCreнa usted que andaba en coche y que estaba de baile todas las tardes? їNo les he enviado dinero todos los meses? їNo soy yo quien ha pagado los impuestos, quien ha hecho reparar el techo, quien ha comprado el arado nuevo y las muнas? їNo he...?

—Vamos, no se amosque usted —interrumpiу Will sin turbarse—. Si ha habido alguien que supiera lo que hacнa usted, soy yo. Ya sй que ha hecho usted el trabajo de dos hombres.

—Entonces їpor quй me dice usted eso? —le preguntу Scarlett un poco calmada.

—Bien, no le niego que nos haya pagado las cosas y que hayamos vivido gracias a usted. Lo que le digo es que no parecнa usted muy ocupada por averiguar nuestros pensamientos. No se lo censuro, Scarlett. Usted es asн. No se ha preocupado nunca de lo que pasaba por el caletre de los demбs. Lo que trato de explicarle es por quй no le he preguntado nunca a Carreen si me querнa, porque no hubiera servido de nada. Ha sido como una hermana para mн, y apuesto a que a nadie le habrб contado las cosas que me ha contado a mн. Pero no se ha repuesto aъn de la muerte de ese muchacho y no se repondrб jamбs. Creo que ya puedo decнrselo: Carreen se dispone a ingresar en un convento, en Charleston.

—їSe burla usted de mн?

—Ya sabнa el efecto que Je causarнa, pero lo que quisiera pedirle es que no discutiera con ella, que no la riсese, y sobre todo que no se burlase. Dйjela usted. Es su ъnico deseo. Tiene el corazуn destrozado.

—Yo conozco a cien mil que tienen el corazуn destrozado y no se les ha ocurrido meterse en un convento por ello. Mнreme a mн. Y he perdido mi marido.

—De acuerdo, pero a usted no se le ha destrozado el corazуn —declarу Will plбcidamente. Y cogiendo una brizna de hierba del suelo del carruaje se la puso en la boca y comenzу a mordisquearla.

Esta observaciуn sobrecogiу a Scarlett. Como siempre que oнa emitir una verdad, por desagradable que le resultase, una especie de honradez interior y profunda la obligaba a reconocerla como tal. Callу un instante, para tratar de figurarse a Carreen de monja.

—Promйtame que no irб a contrariarla en su deseo. —Bien, se lo prometo —dijo Scarlett, mirando a Will en seguida con cierta extrafieza. Will habнa amado a Carreen, y todavнa ahora la querнa bastante para aceptar el separarse de ella y favorecer su proyecto. Y se querнa casar con Suellen. їTenнa esto pies ni cabeza? —їQuй significa todo esto, Will? ЎSi usted no ha querido a Suellen nunca!

—Sн, la quiero en cierto sentido —dijo йl, quitбndose la hierba de la boca y examinбndola como si ofreciera un extraordinario interйs—. Suellen no es tan mala como usted se imagina. Scarlett. Creo que nos entenderemos muy bien los dos. Lo que necesita Suellen es un marido e hijos. Al fin y al cabo, eso es lo que todas las mujeres necesitan.

Will y Scarlett callaron de nuevo, mientras el carricoche proseguнa su marcha por la carretera llena de baches. Scarlett pensaba. Debнa de ocurrir algo mбs profundo y mбs importante para que un muchacho tranquilo y reservado como Will quisiera casarse con una mujer impertinente como Suellen, que no hacнa mбs que quejarse de todo.

—No me ha dicho usted el verdadero motivo, Will. Soy el cabeza de familia y tengo derecho a saberlo.

—Es verdad —respondiу Will—. Me parece que, por otra parte, lo entiende usted de sobra. No puedo marcharme de Tara. Es mi hogar, Scarlett, el ъnico hogar que he tenido, y le tengo tanto apego, que amo cada piedra. He trabajado allн como si fuera mнo. Y cuando una cosa cuesta algo, uno acaba por amarla. Usted sabe lo que quiero decir, їno?

Sн lo sabнa. Sintiу una sъbita ternura por aquel hombre que amaba tanto lo que ella tambiйn amaba mбs en el mundo.

—Mire el cбlculo que me he hecho —continuу йl—: su papб ya no existe y Carreen estarб en el convento. Ya no quedaremos mбs que Suellen y yo, y, naturalmente, yo no puedo quedarme en Tara, si no me caso con Suellen. Ya sabe usted cуmo murmura la gente...

—Pero..., pero, Will, quedan aъn Melanie y Ashley.

Al nombre de Ashley, Will se volviу hacia ella y la mirу con sus ojos claros e insondables. Igual que en otro tiempo, adivinу Scarlett que Will sabнa de sobra a quй atenerse acerca de ella y de Ashley. Tenнa la intuiciуn de que lo sabнa todo, sin aprobarlo ni censurarlo.



  

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