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CUARTA PARTE 7 страница—Scarlett, їquй hace usted sola y por este distrito? їNo sabe usted quи es peligroso en estos tiempos? Y estб usted chorreando. Tenga, arrуpese los pies con la manta. Mientras йl la atendнa con pequeсos cacareos como de gallina, ella se entregaba al deleite de que la cuidasen. Era agradable tener junto a sн a un hombre que la atendiese y la riсese cariсosamente, aunque fuese esa especie de solterona con pantalones que era Frank Kennedy. Y resultaba mucho mбs apetecible despuйs del brutal tratamiento de Rhett. ЎOh, quй placer daba ver una cara de su propio condado cuando se hallaba tan lejos, muy lejos de su hogar! Йl iba bastante bien vestido, observу, y el cochecillo era nuevo tambiйn. El caballo parecнa joven y bien alimentado, pero Frank aparentaba ser mбs viejo de lo que era, mбs viejo que en la Nochebuena en que estuvo en Tara con sus soldados. Estaba flaco y curtido por los elementos, y sus ojos amarillentos se veнan acuosos, hundidos en pliegues de carne blanduzca. Su barba color de canela parecнa mбs escasa que nunca, estriada por regueros de jugo de tabaco y desigual como siempre, debido a su costumbre de tirar de ella incesantemente. Pero se mostraba vivaz y contento, en contraste con las seсales de tristeza, preocupaciуn y cansancio que Scarlett advertнa en todos los rostros. —ЎQuй placer es para mн verla! —dijo Frank con calor—. No sabнa que estaba usted en la ciudad. Vi a la seсorita Pittypat la sema. ia pasada, y nada me dijo de su llegada. їNo ha venido nadie de Tara con usted? ЎPensaba en Suellen, el viejo tonto! —No —dijo ella envolviйndose en la confortable manta y subiйndosela hasta el cuello—. Vine sola. Y no enviй ningъn aviso a tнa Pitty. Con un chasquido de la lengua contra el paladar, Frank arreу al caballo, que siguiу su cuidadosa marcha por el resbaladizo arroyo. —їY los de Tara, estбn todos bien? —Oh, sн, bastante bien. Debнa pensar en algъn tema de conversaciуn, pero le era difнcil. El fracaso habнa entorpecido su cerebro, y lo ъnico que deseaba era arroparse en la manta y decirse a sн misma: «No quiero pensar en Tara ahora. Pensarй mбs tarde, cuando no me sea tan doloroso. » Si pudiese dar pie a Kennedy para que hablase de algo durante todo el camino, ella no tendrнa que hacer mбs que murmurar discretas palabras de asentimiento hasta llegar a casa. —Seсor Kennedy, ha sido una sorpresa verle. Ya sй que no me he portado bien no escribiendo a los amigos, pero no sabнa que estaba usted en Atlanta. Me parecнa que alguien dijo que estaba en Marietta. —Tengo negocios en Marietta, muchos negocios —respondiу йl—. їNo le contу la seсorita Suellen que yo tenнa una tienda? Scarlett recordaba vagamente que Suellen mencionу algo acerca de Frank y de una tienda, pero nunca se fijaba mucho en lo que Suellen decнa. A Scarlett le bastaba saber que Frank vivнa y que pronto se llevarнa a su hermana. —Ni una palabra —mintiу—. їTiene usted una tienda? ЎQuй listo es usted! Pareciу algo ofendido de que Suellen no hubiese publicado la noticia, pero la lisonja le animу. —Sн, tengo una tienda, una buena tienda, creo yo. La gente me dice que he nacido para comerciante. —Y se riу complacido, con esa risita parecida a un cloqueo que a ella le parecнa siempre tan cargante. «ЎQuй vanidoso imbйcil! », pensу. —ЎOh, usted tendrб йxito en cualquier cosa que quiera emprender, seсor Kennedy! Pero їcуmo logrу usted instalar la tienda? Cuando le vi a usted en las penъltimas Navidades, me dijo que no tenнa ni un cйntimo. Frank tosiу un poco para despejarse la garganta, se araсу la barba y sonriу con su sonrisa nerviosa y tнmida. —Es una larga historia, Scarlett. «ЎAlabado sea Dios! », pensу ella. Acaso durase todo el resto del trayecto. Y, en voz alta, dijo: —Cuйnteme, cuйnteme. —їSe acuerda usted de cuando estuvimos la ъltima vez en Tara buscando provisiones? Bueno, poco despuйs pasй al servicio activo. Quiero decir a pelear de verdad. Se acabу para mн ser comisario de Intendencia. Poco se necesitaba esta comisarнa, Scarlett, porque no podнamos encontrar nada para el Ejйrcito, y decidн que el lugar para un hombre sano era la lнnea de combate. Bueno, me incorporй a la caballerнa, y luchй durante algъn tiempo hasta que recibн un balazo en el hombro. Parecнa estar muy orgulloso de ello, y Scarlett hubo de exclamar: —ЎTerrible! —ЎOh, no lo fue mucho! Era una herida superficial —dijo йl con fingida modestia—. Me enviaron a un hospital en el Sur, y, cuando estaba casi repuesto, vinieron los invasores yanquis. ЎAllн sн que se armу un jaleo! Nos avisaron a ъltima hora, y todos nosotros, los que podнamos andar, ayudamos a sacar de allн los depуsitos del Ejйrcito y el equipo del hospital para llevarlo junto a la vнa y ponerlo en el tren. Tenнamos un tren ya casi enteramente cargado cuando los yanquis entraron por un extremo de la ciudad, y nosotros nos marchamos por el otro tan de prisa como pudimos. Fue triste ver, desde el techo de los furgones en donde estбbamos sentados, cуmo los yanquis quemaban todo lo que tuvimos que dejar en la estaciуn. Fнjese, Scarlett, quemaron por lo menos un kilуmetro de material amontonado por nosotros junto a la vнa. Nosotros escapamos a duras penas. Por poco... —ЎTerrible! —Sн, йsta es la palabra. Terrible. Nuestras tropas habнan vuelto ya a Atlanta por entonces, y ese tren fue enviado aquн. Bueno, la guerra no tardу en terminarse y..., bien, habнa cantidades de loza, de catres, de colchones y de mantas que nadie reclamaba. Supongo que, legalmente, pertenecнan a los yanquis. Creo que eso fue lo que se convino cuando la rendiciуn, їno es asн? —Sн, eso creo —dijo Scarlett distraнdamente. Iba entrando en calor y se amodorraba poco a poco. —No sй aъn si hice bien —continuу Frank—. Pero por lo que yo veнa, todo ello no iba a servir de mucho a los yanquis. Lo probable es que lo quemasen. Y nuestras gentes habнan pagado su dinero para adquirirlo, y estimй que debнa volver a la Confederaciуn o a los confederados. їComprende lo que quiero decir? —Sн... —Me alegro de que estй usted de acuerdo conmigo, Scarlett. En cierto modo, tenнa un peso sobre mi conciencia. Muchas personas me han dicho: «No te preocupes, Frank», pero yo no me atreverнa a levantar la cabeza si juzgase que lo que he hecho no estaba bien. їLe parece que hice bien? —Naturalmente —dijo ella, sin saber realmente lo que Frank le estaba contando. їPor quй le atormentaba la conciencia? Cuando un hombre llega a la edad de Frank, debe haber aprendido ya a no preocuparse de cosas que no importan nada. Pero йl siempre fue algo nervioso y remilgado y tenнa cosas de vieja solterona. —Me alegro mucho de que usted lo diga. Despuйs de la rendiciуn, lo ъnico que yo poseнa eran diez dуlares en plata, y nada mбs. No sabнa verdaderamente quй hacer. Pero me gastй los diez dуlares en poner un tejadillo a una tienda desvencijada que habнa en Five Points, y trasladй allн el equipo del hospital, y comencй a venderlo. Todo el mundo necesitaba camas, y colchones, y loza, y yo lo vendнa todo barato, porque estimaba que estas cosas eran tan mнas como de los demбs. Pero hice algъn beneficio y comprй mбs mercancнas, y la tienda marcha muy bien. Espero ganar mucho dinero con ella, si las cosas se arreglan. Al oнr la palabra «dinero», la mente de Scarlett se despejу y quedу clara como el cristal. —їDice usted que ha ganado dinero? Al ver su interйs, Frank se esponjу visiblemente. A excepciуn de Suellen, pocas mujeres le habнan mostrado mбs que la acostumbrada cortesнa, y era halagьeсo tener a una belleza como Scarlett admirada y pendiente de sus palabras. Disminuyу el paso del caballo a fin de poder relatar toda la historia antes de llegar a la casa. —No soy millonario, Scarlett, y, considerando el dinero que poseнa antes, lo que tengo ahora resulta poco. Pero he ganado mil dуlares este aсo. Por supuesto, quinientos sirvieron para comprar nuevos gйneros, reparar la tienda y pagar el alquiler. Pero he sacado quinientos dуlares limpios de polvo y paja, y, como las cosas mejoran ciertamente, pienso sacar dos mil el aсo prуximo. Y no me vendrбn mal, їsabe usted?, porque tengo otro negocio. A la menciуn del dinero, el interйs de la joven se habнa despertado. Bajу las espesas y gruesas pestaсas para que velasen sus ojos y se acercу a йl algo mбs. —їQuй quiere decir eso, seсor Kennedy? Йl se echу a reнr y sacudiу las riendas sobre el lomo del caballo. —Me parece que la estoy aburriendo al hablar de negocios, Scarlett. Una joven bonita como usted no necesita saber nada de negocios. ЎQuй majadero! —ЎOh, ya sй que soy muy tonta con respecto a los negocios, pero me intereso tanto por sus asuntos...! Le ruego que me lo cuente todo, y ya me explicarб lo que yo no entienda. —Bueno, mi otro negocio es un aserradero. —їUn quй...? —Un taller para cortar y alisar madera. No lo he comprado aъn, pero voy a hacerlo. Hay un individuo llamado Johnson que tiene uno muy arriba de la calle Peachtree y estб con muchas ganas de venderlo. Necesita dinero contante inmediatamente, y estб dispuesto a venderlo y a continuar dirigiйndolo por un jornal semanal. Es uno de los pocos molinos de aserrar que hay en este sector. Los yanquis destruyeron la mayor parte. Y el que posea hoy un molino de йsos posee una mina de oro, porque se puede pedir por la madera el precio que le dй a uno la gana. Los yanquis quemaron aquн tantas casas que no hay bastante para cobijar a la gente, y todo el mundo estб loco por construir. La gente se vuelca ahora sobre Atlanta, acuden todas las personas de los distritos rurales que no pueden cultivar sus fincas sin negros. Le aseguro a usted que Atlanta va a ser muy pronto una gran ciudad. Necesitan madera para hacer casas, y por lo tanto yo voy a comprar ese taller tan pronto como..., bueno, tan pronto como me paguen algunas cuentas que me deben. Dentro de un aсo, a estas fechas habrй de respirar libremente con respecto al dinero. Me... me figuro que ya sabe usted por quй tengo tanto empeсo en juntar dinero muy pronto, їno es asн? Se ruborizу y cacareу otra vez. «Piensa en Suellen», adivinу Scarlett con desagrado. Por un momento, considerу la posibilidad de pedirle que le prestase trescientos dуlares, pero rechazу fatigada la idea. Frank Kennedy quedarнa confuso, balbucirнa una disculpa, pero no se los prestarнa. Habнa trabajado mucho para ganarlos y poderse casar con Suellen en la primavera, y si daba el dinero su boda se aplazarнa indefinidamente. Aun si ella procuraba explotar sus simpatнas y sus deberes hacia su futura familia y obtenнa la promesa de un prйstamo, sabнa que Suellen no habrнa de permitirlo. Suellen se inquietaba cada vez mбs por el hecho de que se estaba convirtiendo en una solterona, y habrнa de remover cielos y tierra para impedir que nada retrasase su boda. їQuй tenнa aquella niсa siempre quejumbrosa para que este viejo imbйcil tuviese tantos deseos de proporcionarle un nido? Suellen no se merecнa un marido enamorado y los beneficios de una tienda y de un aserradero. Tan pronto como Suellen pusiese las manos en un poco de dinero, comenzarнa a darse un tono insoportable y jamбs contribuirнa con un cйntimo al sostenimiento de Tara. ЎCa! Sуlo pensarнa en lo afortunada que era al haber podido marcharse de allн, y nada le importarнa que vendiesen Tara en subasta por no pagar los impuestos si tenнa vestidos bonitos y podнa ya anteponer el tнtulo de seсora a su nombre. Al reflexionar brevemente Scarlett sobre el seguro porvenir de Suellen, y el suyo y el de Tara tan precarios, llameу en ella una viva ira por las injusticias de la vida. Ella iba a perder todo lo que tenнa, mientras que Suellen... Repentinamente naciу en ella una resoluciуn. ЎNi Frank, ni su tienda, ni su taller de maderas, serнan para Suellen! Suellen no los merecнa. Serнa ella misma quien los tendrнa. Pensу en Tara y se acordу de Jonnas Wilkerson, venenoso como una serpiente cobra, al pie de los peldaсos del pуrtico, y se agarrу a la ъltima pajita que flotaba por encima del naufragio de su vida. Rhett habнa fallado, pero el Seсor le habнa proporcionado a Frank. «Pero їpuedo conseguirlo? —Sus dedos se apretaban mientras contemplaba la lluvia sin verla—. їPodrнa yo lograr que olvidase a Suellen y me propusiera casarnos ahora, en seguida? Si casi pude hacer que me lo propusiese Rhett, estoy segura de conseguir que lo quiera Frank. —Recorriу con los ojos su figura, pestaсeando—. Ciertamente, no es ningъn Adonis —pensу frнamente—, y tiene muy mala dentadura, y le huele el aliento, y tiene edad para ser mi padre. Ademбs, es nervioso, tнmido, candido, y posee toda una serie de defectos. Pero, al menos, es un caballero, y creo que podrнa tolerar mejor la vida con йl que con Rhett. Por lo menos, lo manejarнa mucho mбs fбcilmente. De todos modos, los mendigos no podemos escoger. » Que se tratara del prometido de Suellen en nada perturbaba su conciencia. Despuйs del colapso moral completo que la habнa conducido a Atlanta y a Rhett, el hecho de apropiarse el prometido de su hermana le parecнa una bagatela de la que no valнa la pena preocuparse. Con el resurgimiento de nuevas esperanzas, su espina dorsal se enderezу y olvidу que tenнa los pies frнos y mojados. Mirу a Frank tan fijamente, contrayendo las pupilas, que йste pareciу alarmarse y ella bajу la mirada instantбneamente recordando las palabras de Rhett: «He visto ojos como los suyos por encima de una pistola de duelo... No despiertan ardor en el pecho masculino. » —їQuй le pasa, Scarlett? їSe ha resfriado usted? —Sн —contestу, como si estuviese vencida—. їLe importarнa...? —vacilу tнmidamente—. їLe importarнa que metiese la mano en el bolsillo de su abrigo? Hace mucho frнo, y mi manguito estб empapado. —їCуmo? ЎClaro que no! Y no lleva usted guantes... ЎQuй bбrbaro he sido pasando el tiempo asн, charlando tanto, cuando debe usted estar helada y deseando sentarse junto a la lumbre! ЎArre, Sally! Y, por cierto, he charlado tanto que me he olvidado de preguntar quй hacнa usted en este barrio con un tiempo asн. —Estuve en el Cuartel General yanqui —contestу sin pensarlo. Las cejas de Frank se elevaron, asombradas. —ЎPero quй me dice usted, Scarlett! Los soldados... «Marнa, Madre de Dios, hazme inventar una buena y plausible mentira», pensу ella apresuradamente. No convenнa en modo alguno que Frank supiese que habнa ido a ver a Rhett. Frank tenнa a Rhett por un gran canalla a quien era peligroso que las mujeres decentes hablasen siquiera. —Fui allн... fui allн para ver si... si alguno de los oficiales querнa comprar bordados de fantasнa hechos por mн, para enviar a sus esposas. Bordo muy bien. Йl se recostу contra el respaldo; su indignaciуn luchaba con su asombro. —їFue usted a ver a los yanquis? ЎPero, Scarlett, jamбs debiу usted...! Seguro que su padre no lo sabe. Seguro que la seсorita Pittypat... —ЎOh, me muero si se lo dice usted a tнa Pittypat! —exclamу ella con verdadera ansiedad, y estallу en lбgrimas. Era fбcil llorar, porque se sentнa entumecida y muy desgraciada, pero el efecto fue maravilloso. Frank no se habrнa sentido mбs embarazado e impotente si ella hubiese comenzado a desnudarse. Hizo chascar la lengua contra sus dientes, murmurando: «ЎOh! ЎOh! » y esbozando hacia ella indecisos gestos. Por su mente cruzу la atrevida idea de que Scarlett debнa reposar la cabeza sobre su hombro y que йl le darнa palmaditas cariсosas, pero no habнa hecho jamбs una cosa asн, y no sabнa cуmo conseguirlo. ЎScarlett O'Hara, tan bonita y tan mimada, Scarlett O'Hara, la mбs orgullosa de las orgullosas, tratando de vender su labor a los yanquis! Su corazуn ardнa de indignaciуn. Ella continuу sollozando, murmurando unas cuantas palabras de vez en cuando, y йl entonces acertу a comprender que las cosas no marchaban bien en Tara. El seсor O'Hara todavнa estaba trastornado, y no habнa provisiones bastantes para tanta gente. Por esto ella habнa tenido que venir a Atlanta a fin de ganar algъn dinero para ella y para su niсo. Frank hizo chascar la lengua otra vez y descubriу sъbitamente que la cabeza de ella reposaba sobre su hombro. No sabнa cуmo estaba allн, pero estaba. Desde luego no era йl quien la habнa puesto asн, pero tenнa a Scarlett sollozando contra su pecho flaco, lo que era una excitante y nueva sensaciуn para йl. Le dio unos golpecitos en la espalda, delicadamente al principio, pero al ver que ella no protestaba se sintiу atrevido y lo hizo con mбs firmeza. ЎPobre mujercita, tan femenina y aniсada! ЎY quй valiente, al tratar de ganar dinero con sus labores de aguja! Pero eso de tener tratos con los yanquis..., eso era ya demasiado. —No se lo dirй a la seсorita Pittypat, pero tiene usted que prometerme, Scarlett, que nunca mбs volverб a hacer una cosa asн. Es un escбndalo que una hija del padre de usted... Los verdes ojos de Scarlett buscaron los suyos con expresiуn implorante. —Pero, seсor Kennedy, tengo que hacer algo. Debo cuidarme de mi pobrecito niсo, y no hay nadie que se ocupe de nosotros ahora. —Es usted una mujercita valiente —proclamу йl—, pero no me gusta que haga usted una cosa asн. Su familia se morirнa de vergьenza. —їQuй debo hacer, entonces? Los hъmedos ojos de Scarlett le miraron como si йl fuese infalible y ella estuviese pendiente de sus palabras. —Bueno, en este momento, no sй. Pero ya se me ocurrirб algo. —ЎOh, ya sй que sн! ЎEs usted tan inteligente, Frank! Nunca le habнa llamado por este nombre, y el oнrlo causу a Kennedy agradable impresiуn y sorpresa. La pobre muchacha estaba probablemente tan trastornada que ni siquiera se dio cuenta. Sentнa por ella el mayor afecto, un afecto protector. Si habнa algo que pudiese hacer йl por la hermana de Suellen O'Hara, ciertamente lo harнa. Sacу de su bolsillo un gran paсuelo de hierbas y se lo entregу, y ella se enjugу los ojos y comenzу a sonreнr, trйmula. —Soy una tonta —dijo, excusбndose—. Perdуneme, por favor. —No es usted ninguna tonta. Es usted una mujercita valiente y trata de llevar sobre sн demasiada carga. Me temo que la seсorita Pittypat no pueda ayudarla mucho. He oнdo que perdiу la mayor parte de sus propiedades y que el mismo seсor Henry Hamilton anda muy mal tambiйn. Sуlo «iento no tener casa que ofrecerles como refugio. Pero, Scarlett acuйrdese siempre de que, cuando Suellen y yo nos casemos, siempre habrб sitio bajo nuestro techo para usted y para el pequeсo Wade Hampton. ЎHabнa llegado el momento! Seguramente los santos y los бngeles la protegнan cuando le daban tan magnнfica oportunidad. Se las compuso para aparecer muy trastornada y abriу la boca como para decir algo, cerrбndola despuйs de golpe. —No me dirб usted que no sabнa que yo iba a ser hermano polнtico suyo esta primavera —dijo йl en tono nervioso y de buen humor. Y, al ver que los ojos de la joven se llenaban de lбgrimas, preguntу alarmado—: їQuй pasa? No estarб enferma Suellen, їverdad? —ЎOh, no! ЎNo! —Hay algo extraсo aquн... Tiene usted que decнrmelo. —ЎOh, no puedo! ЎYo no sabнa! Pensй que seguramente ella le habнa escrito a usted... ЎOh, quй maldad! —Dнgame, Scarlett, їquй hay? —ЎOh, Frank, no querнa decir nada! Pero suponнa, naturalmente, que usted lo sabнa... que ella le habнa escrito... —їEscrito, quй? —Frank estaba temblando. —ЎOh, hacer esto a un hombre tan bueno como usted...! —їQuй ha hecho? —їNo se lo ha escrito? ЎOh, me figuro que estaba demasiado avergonzada para escribнrselo! ЎCon razуn estaba avergonzada! ЎOh, tener una hermana asн...! Ahora Frank ya no podнa formular preguntas con los labios. La miraba con los ojos muy abiertos, el rostro grisбceo y las riendas flojas en sus manos. —Va a casarse con Tony Fontaine el mes que viene. ЎOh, lo siento tanto, Frank! Siento tener que ser yo la que se lo diga. Se cansу de esperar y tenнa miedo a quedarse soltera. Mamita estaba en el pуrtico delantero cuando llegaron, y Frank ayudу a Scarlett a bajarse del cochecillo. Evidentemente, Mamita llevaba esperando bastante tiempo, porque su cofia estaba mojada y el viejo chai apretado contra su opulenta figura mostraba manchas de agua. Su arrugada y negra fisonomнa reflejaba cуlera y temor, y sus labios aparecнan mбs protuberantes de lo que jamбs los habнa visto Scarlett. Mamita echу un rбpido vistazo a Frank y, cuando vio quiйn era, su rostro cambiу y el agrado, la confusiуn y algo semejante al remordimiento se esparcieron por todas sus facciones. Se adelantу cadenciosamente hacia Frank, sonriу y hasta le hizo una reverencia cuando йl le estrechу la mano. —ЎEs un placer ver amigos de casa! —dijo—. їY cуmo estб usted, seсor Frank? Tiene usted un aspecto magnнfico. Si hubiese sabido que la seсora Scarlett habнa salido con usted no me habrнa preocupado tanto, sabiendo que tenнa quien la cuidase. Al volver aquн, me encuentro con que se ha marchado, y he andado tan loca como un pollo cuando le cortan la cabeza, pensando que ella iba por esta ciudad llena de esos asquerosos negros liberados. їCуmo fue que no dijo usted que iba a salir, nena? ЎSi estaba usted con un catarro...! Scarlett hizo un significativo guiсo a Frank y, a pesar de la angustia de йste por la mala noticia que acababa de oнr, sonriу, viendo que ella le rogaba silencio y le hacнa cуmplice suyo en una agradable conspiraciуn. —Corre y prepбrame ropa seca, Mamita —dijo Scarlett—. Y tй bien caliente. —ЎDios mнo, y su vestido nuevo se ha estropeado! —gimiу Mamita—. ЎMenudo trabajo voy a tener secбndolo y cepillбndolo para que pueda llevarlo esta noche a la boda! Entrу en la casa, y Scarlett se inclinу acercбndose a Frank, y le dijo al oнdo: —Venga usted a cenar esta noche. ЎEstamos tan solas! Y acompбсenos a la boda despuйs. ЎSea usted nuestro caballero! Y, se lo ruego, no diga usted nada a tнa Pitty acerca de... acerca de Suellen. Le darнa mucha pena, y no puedo soportar que ella sepa que mi hermana... —ЎNo, no dirй nada! —dijo Frank apresuradamente, asustado ante la idea. —ЎHa sido usted tan bueno para mн hoy y me ha hecho tanto bien...! Serй valiente otra vez. Le apretу la mano al despedirse, concentrando en йl toda la baterнa artillera de sus ojos. Mamita, que estaba esperбndola junto a la puerta, le dirigiу una mirada inescrutable y la siguiу, respirando con dificultad, hasta el dormitorio. Permaneciу silenciosa mientras la despojaba de sus mojadas ropas, las fue colgando sobre las sillas y arropу a Scarlett en la cama. Cuando le trajo una taza de hirviente tй y un ladrillo caliente envuelto en un trozo de franela, mirу a Scarlett y le dijo en el tono mбs cercano a la excusa que jamбs oyera Scarlett en su voz: —Nenita, їpor quй no dijo usted a su Mamita lo que se proponнa? Entonces no hubiera tenido que arrastrarme hasta esta Atlanta. Estoy demasiado vieja y demasiado gorda para estos trotes. —їQuй quieres decir? —Nenita, no puede usted engaсarme. La conozco a usted. He visto la cara del seсor Frank, y he visto la cara de usted y puedo leer lo que piensan como un pastor lee su Biblia. Y he oнdo lo que usted le dijo bajito sobre la seсorita Suellen. Si se me hubiese pasado por el magнn que a quien usted querнa era al seсor Frank, me habrнa quedado en casa, que es donde yo debнa estar. —Bueno —contestу Scarlett brevemente, encogiйndose bajo las sбbanas y comprendiendo que era inъtil tratar de despistar a Mamita—. їQuiйn creнste que era? —Niсa, no sй, pero no me gustу su cara ayer. Y me acordй de que la seсorita Pittypat habнa escrito a la seсora Mellie que ese pillastre de Butler tenнa muchнsimo dinero, y yo nunca olvido lo que oigo. Pero el seсor Frank es un caballero, aunque no pueda presumir de guapo. Scarlett le dirigiу una mirada penetrante y Mamita se la devolviу con omnisciente calma. —їY quй vas a hacer ahora? їIr a contбrselo a Suellen? —Voy a ayudar a usted en todo lo que pueda para que guste al seсor Frank —respondiу Mamita, subiendo las ropas de la cama alrededor del cuello de Scarlett. • Scarlett permaneciу quieta un rato mientras Mamita daba vueltas por la estancia. Era para ella un alivio que no hubiera ya necesidad de palabras entre ambas. No se le pedнan explicaciones, no se le hacнan reproches. Mamita habнa comprendido, y se callaba. En Mamita, Scarlett habнa encontrado a una mujer mбs realista que ella misma. Aquellos ojos moteados y cansados veнan claro, con la directa percepciуn del salvaje y del niсo, sin remordimientos de conciencia cuando se trataba de salvar a su «niсa». Scarlett era su niсa, y lo que a la niсa se le antojaba, aunque perteneciese a otra, Mamita estaba dispuesta a ayudarla para conseguirlo. Los derechos de Suellen y de Frank no entraban en su mente, a no ser para causarle cierta risa ahogada. Scarlett estaba en apuros y hacнa cuanto podнa, y Scarlett era la hija de la seсora Ellen. Mamita se puso de su parte sin un momento de vacilaciуn. Scarlett percibiу este refuerzo silencioso, y, conforme el ladrillo caliente daba vida a sus pies, la luz de la esperanza que habнa renacido dйbilmente durante el frнo trayecto de regreso se convirtiу en una llama y penetrу en todo su ser, haciendo que la sangre circulara por sus venas en fuertes borbotones. Las fuerzas le volvнan, y con ellas una excitaciуn nerviosa que le daba deseos de reнr. «No estoy vencida aъn», pensу jubilosa. —Pбsame el espejo, Mamita —le dijo. —No saque afuera los hombros —ordenу Mamita, entregбndole el espejo con una sonrisa en sus gruesos labios. Scarlett se mirу en йl. —Estoy tan blanca como un espectro —dijo— y mi pelo parece la cola de un caballo. —No estб usted tan linda como de costumbre. —Hum... їLlueve mucho? —A cбntaros; ya lo sabe usted. —Bueno, pero a pesar de eso tienes que ir al centro de la ciudad para un encargo. —Yo no salgo con un tiempo asн. —Sн sales, o irй yo misma. —їQuй tiene usted que hacer que no pueda esperar? Me parece que ya ha hecho bastante por hoy. —Necesito —dijo Scarlett mirбndose atentamente al espejo— una botella de agua de colonia. Podrбs luego lavarme la cabeza y friccionarme con colonia. Y cуmprame un tarrito de bandolina para sujetar el cabello. —No voy a lavarle la cabeza en un dнa como йste y no voy tampoco a ponerle colonia en la cabeza como si fuese usted una mujer perdida. No lo harй mientras me quede un soplo de vida. —Sн, mujer, mira en mi bolso, saca la moneda de oro de cinco dуlares y vete a la ciudad. Y... Mamita, ya que vas allн, trбeme tambiйn un tarro de colorete. —їY eso quй es? —preguntу Mamita con desconfianza. Scarlett devolviу su mirada con una frialdad que estaba muy lejos de sentir. No habнa medio de saber hasta quй punto se podнa dominar a Mamita. —No te importa Tъ lo pides y nada mбs. —Yo no compro nada sin saber lo que es. —Bueno, es pintura, ya que eres tan curiosa. Pintura para la. ara. Y no te quedes ahн inflada como un sapo. Anda. —ЎPintura! —prorrumpiу Mamita—. ЎPintura para la cara! ЎBueno, no es usted tan mayor que no le pueda aъn dar unos azotes! ЎEn mi vida me he escandalizado tanto! ЎHa perdido usted el juicio! ЎLa seсora Ellen se estarб revolviendo en su tumba! ЎPintarse como una...! —Tъ sabes muy bien que la abuela Robillard se pintaba. Y... —Sн, y llevaba sуlo una enagua y la humedecнa en agua para que se pegase mбs y mostrase la forma de las piernas; pero Ўno va usted a hacer cosas asн! Aquellos tiempos de cuando la vieja seсora era joven eran escandalosos; pero los tiempos cambian y... —ЎDios santo, basta ya! —exclamу Scarlett, perdiendo la paciencia y apartando a un lado las ropas de la cama—. ЎYa te estбs volviendo a Tara! —No puede usted mandarme a Tara si yo no quiero ir. Soy libre —respondiу Mamita, enardecida—. Yo me quedo aquн. Vuйlvase usted a la cama. їQuiere usted pescar una pulmonнa? ЎDeje usted ese corsй! Dйjelo usted quieto, niсa. Pero, seсora Scarlett, yo no voy a ninguna parte con este tiempo. ЎDios mнo! Ahora sн que es usted lo mismo que su padre. ЎVuйlvase a la cama! Yo no puedo ir a comprar pintura. ЎMe morirнa de vergьenza...; todo el mundo sabrнa que es para mi niсa! Seсora Scarlett, es usted tan preciosa que no necesita pinturas. Nenita, son cosas que no usan mбs que mujeres malas. —Bueno, pero son las que consiguen lo que quieren. їNo es verdad? —Jesъs, tener que oнr esas cosas! ЎQuerida, no diga cosas semejantes! Deje usted esas medias mojadas, niсa. No puedo dejarla que vaya usted misma a comprar esas porquerнas. La seсora Ellen me atormentarнa en mis sueсos. Vuйlvase a la cama. Irй yo. Mirarй a ver si encuentro una tienda en donde no nos conozcan. Aquella noche en casa de la seсora Elsing, cuando Fanny se habнa casado ya y el viejo Levy y los demбs mъsicos templaban sus instrumentos para el baile, Scarlett mirу con placer en derredor suyo. ЎEra tan excitante para ella encontrarse nuevamente en una fiesta de esta нndole! Se sentнa satisfecha de la calurosa acogida que se le habнa dispensado. Cuando entrу en la casa del brazo de Frank, todo el mundo se habнa precipitado hacia ella con gritos de alegrнa y de bienvenida. La besaron, le dieron fuertes apretones de mano, le dijeron cuбnto la habнan echado de menos y le aseguraron que no debнa volver nunca a Tara. Los hombres parecнan haber olvidado que ella habнa tratado de destrozar sus corazones en otros tiempos, y las chicas, que habнa hecho lo posible por quitarles sus novios y pretendientes. Incluso la seсora Merriwether, la seсora Whiting, la seсora Meade y otras damas de edad que se habнan mostrado frнas con ella durante los ъltimos dнas de la guerra, olvidaron su conducta ligera y su propia desaprobaciуn y recordaron sуlo que Scarlett habнa sufrido mucho en la derrota comъn y que era la sobrina de la seсorita Pittypat y la viuda de Charles. La besaron y le hablaron con gentileza, lamentaron con lбgrimas en los ojos la muerte de su querida madre, y le preguntaron extensamente por su padre y por sus hermanas. Todos pedнan noticias de Melanie y Ashley, y querнan saber por quй no habнan regresado a Atlanta.
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