Хелпикс

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CUARTA PARTE 5 страница



—La seсora Scarlett me parece que estб fatigada. Serнa mejor que fuese a acostarse.

—Sн, estoy cansada —dijo Scarlett, levantбndose y dirigiendo a Mamita una mirada infantil y suplicante—, y me temo, ademбs, que he cogido un constipado. Tнa Pitty, їno le importarнa que maсana me quedase en cama y no fuese a hacer visitas con usted? Puedo hacerlas cualquier otro dнa, y tengo muchos deseos de asistir a la boda de Fanny maсana. Y si el constipado se agrava no voy a poder ir. Un dнa en cama serнa una cura maravillosa.

La mirada de Mamita se llenу de inquietud al tocar las manos de Scarlett y ver su fisonomнa. No parecнa estar bien, ciertamente: la excitaciуn de su mente se habнa calmado de golpe, dejбndola pбlida y temblorosa.

—Su mano estб como el hielo, niсa. Venga usted a la cama y yo le prepararй una infusiуn de hierbas y le pondrб un ladrillo caliente a los pies para hacerla sudar.

—ЎQuй desconsiderada he sido! —exclamу la gruesa anciana saltando de la silla y dando palmaditas sobre el brazo de Scarlett—. Yo, habla que te habla, sin pensar en nada. Nena, quйdate maсana en la cama todo el dнa, y descansa; y charlaremos despuйs... ЎAy, querida, no podrй estar contigo! He prometido ir a cuidar maсana a la seсora Bonnell. Tiene la gripe, y su cocinera tambiйn. Mamita, me alegro de que estйs aquн. Asн podrбs venir conmigo por la maсana y ayudarme.

Mamita se dio prisa en llevar a Scarlett escaleras arriba, murmurando frases sobre las manos frнas y los zapatos finos, y Scarlett parecнa sumisa y resignada. ЎSi pudiese siquiera calmar las sospechas de Mamita y procurar que no estuviese en la casa el dнa siguiente, todo irнa bien! Podrнa entonces ir a la cбrcel y ver a Rhett. Mientras subнa lentamente la escalera, comenzу a sonar un distante fragor de truenos, y, al detenerse en el jamбs olvidado rellano, pensу en lo mucho que se parecнa aquel ruido a los caсonazos del sitio de la ciudad. Se estremeciу. Durante toda su vida los truenos habrнan de evocar en ella el caсуn y la guerra.

El sol brillу, intermitente, a la maсana siguiente. El fuerte viento que empujaba, veloces, las oscuras nubes sobre el disco solar, hacнa retemblar los vidrios de las ventanas y gemнa dйbilmente alrededor de la casa. Scarlett rezу una breve oraciуn de gracias al notar que habнa cesado la lluvia de la noche anterior, porque habнa estado escuchбndola toda la noche y pensando que esa lluvia supondrнa la total ruina de su vestido de terciopelo y de su sombrero. Ahora que podнa contemplar breves rachas de sol, su бnimo se elevу considerablemente. Le era difнcil permanecer en la cama y aparentar languidez, y fingir molestias de garganta hasta que tнa Pitty, Mamita y Peter se marchasen y estuviesen ya a medio camino de la casa de la seсora Bonnell. Cuando, finalmente, la verja delantera se hubo cerrado con un golpe y ella se quedу sola en la casa, sin otra compaснa que la cocinera que estaba cantando en la cocina, saltу de la cama y sacу del armario sus ropas de gala.

El sueсo la habнa refrescado y fortalecido, y del frнo fondo de su corazуn extrajo nueva bravura. Habнa algo en una contienda de inteligencia con un hombre, con cualquier hombre, algo que le picaba en el amor propio. Y, despuйs de tantos meses de batalla contra desalentadores obstбculos, ahora se enfrentaba por lo menos con un adversario concreto al que podнa derribar con las armas que ella poseнa, y esta idea le daba una sensaciуn de brнo.

Era difнcil vestirse sin auxilio ajeno, pero lo consiguiу al fin, y, poniйndose la linda capota con sus coquetonas plumas, corriу al cuarto de tнa Pitty para contemplarse en el alto espejo: Ўquй bonita estaba! Las plumas de gallo le daban un aire agresivo, y el verde mate del sombrero prestaba mayor brillo a sus ojos, que ahora parecнan casi del color de la esmeralda. Y el vestido era incomparable, de aspecto lujoso y bello, y, sin embargo, digno. ЎEra tan agradable ponerse otra vez un lindo vestido! Era tan halagьeсo saber que estaba bonita y provocativa, que se inclinу hacia delante y besу su propia imagen en el espejo, riйndose en seguida de su puerilidad. Cogiу el mantуn de Ellen para echarlo sobre los hombros. Los apagados colores del ya desteсido mantуn producнan un feo contraste con el vestido verde musgo y le daban un aire pobretуn.

Abriendo, pues, el armario de tнa Pitty, sacу de allн una capa de paсo negro, una prenda que Pitty sуlo utilizaba los domingos, y se la puso. Colocу en sus perforadas orejas las arracadas de diamantes que trajera de Tara y meneу la cabeza de un lado para otro para apreciar el efecto. Los pendientes originaban pequeсos tintineos que le parecieron muy satisfactorios, y pensу que tendrнa que acordarse de sacudir la cabeza con frecuencia cuando estuviese sola con Rhett. Los pendientes saltarines siempre atraнan a los hombres y daban a las chicas un aire de animaciуn.

ЎQuй lбstima que tнa Pitty no tuviese mбs guantes que los que ahora llevaba puestos sobre sus manos regordetas! Ninguna mujer podнa realmente sentirse una dama sin llevar guantes, pero Scarlett no habнa poseнdo otro par desde que saliу de Atlanta. Y los largos meses de labor en Tara habнa estropeado sus manos de tal modo que estaban ahora muy lejos de ser bonitas. Cogerнa el pequeсo manguito de nutria de la tнa y ocultarнa en йl las manos. A Scarlett le pareciу que el manguito completarнa su apariencia de elegancia. Nadie que la viese ahora podrнa sospechar que sus hombros iban cargados con el peso de la pobreza y la necesidad.

Era muy importante que Rhett no barruntase nada... Debнa creer que sуlo un sentimiento de ternura la impulsaba a visitarle.

Bajу de puntillas las escaleras y saliу de la casa, mientras la cocinera cantaba a grito pelado en la cocina. Se apresurу a descender la calle Baker, para evitar los inquisidores ojos de las casas vecinas, y se sentу en un poyo de la calle Ivy, frente a una casa quemada, para aguardar a que pasase algъn coche o carro que la pudiese llevar. El sol brillaba y se ocultaba detrбs de las presurosas nubes, iluminando la calle con falsos resplandores que no daban calor alguno, y el viento jugaba entre el encaje de los largos pantalones de Scarlett. Hacнa mбs frнo del que ella habнa supuesto, y se arropу temblorosa e impaciente en la capa de tнa Pittypat. Cuando ya se preparaba a recorrer a pie el largo trayecto a travйs de la ciudad hasta el campamento yanqui, apareciу un carro destartalado. Sobre йl iba una vieja con el labio manchado de rapй y un rostro curtido por el viento que asomaba bajo el descolorido sombrero de paja. Guiaba una mula vieja y tropezona. Iba en direcciуn al Ayuntamiento y, aunque no de buena gana, se prestу a llevar a Scarlett. Pero era obvio que el vestido, el sombrero y el manguito no le producнan un efecto muy favorable.

«Cree que soy una cualquiera —pensу Scarlett—. Y acaso tenga razуn. »

Cuando llegaron finalmente a la plaza y surgiу la blanca cъpula del Ayuntamiento, la joven dio las gracias, saltу del carro y aguardу a que la campesina se alejase un poco. Mirando cuidadosamente en derredor suyo para asegurarse de que no la observaban, se pellizcу las mejillas para darles color y se mordiу los labios hasta que le dolieron, para hacerlos enrojecer. Se reajustу el sombrerito, se alisу los cabellos y echу un vistazo por la plaza. El edificio municipal de ladrillo rojo y de dos pisos de altura habнa sobrevivido a la quema de la ciudad. Pero parecнa abandonado y descuidado bajo aquel cielo gris. Rodeando completamente el edificio y cubriendo el rectбngulo de terreno del cual йste era centro se levantaban hileras tras hileras de barracas militares, feas y salpicadas de barro. Los soldados yanquis deambulaban por todas partes, y Scarlett los mirу con algo de incertidumbre. Ahora le flaqueaba el valor. їQuй harнa para encontrar a Rhett en pleno campo enemigo?

Mirу calle abajo hacia el cuartel de bomberos, y vio que las amplias puertas rematadas por un arco estaban cerradas y valladas y que dos centinelas iban y venнan a lo largo de ambos costados del edificio. Allн estaba Rhett. Pero їquй dirнa a los soldados yanquis? їY quй le dirнan a ella? Enderezу la espalda con gallardнa. Si no habнa tenido miedo de matar a un soldado yanqui, no podнa tener miedo a hablar con otro de ellos.

Fue caminando cuidadosamente sobre las piedras que sobresalнan entre el lodo de la calle y avanzу hasta llegar ante un centinela con el capote azul abotonado para protegerse del viento, que la detuvo.

—їQuй desea, seсora?

Su voz tenнa un extraсo acento nasal del centro-oeste, pero era cortйs y respetuosa.

—Quisiera ver a una persona que estб ahн dentro..., un prisionero.

—No sй —contestу el centinela rascбndose la cabeza—. Ponen muchas dificultades a las visitas y... —Se interrumpiу y la mirу a la cara con atenciуn—. ЎPor Dios, seсora, no llore usted! Vaya al puesto de guardia y pregunte a los oficiales. Apostarнa algo a que la dejan entrar.

Scarlett, que no tenнa intenciуn alguna de llorar, le dirigiу la mбs agradecida de las sonrisas. El hombre se volviу hacia otro centinela que paseaba lentamente.

—ЎEh, Bill, ven aquн!

El segundo centinela, un hombretуn arrebujado en un capote azul del que sobresalнan unas negras barbazas, cruzу el barro hasta ellos.

—Acompaсa a esta seсora hasta el cuerpo de guardia. Scarlett le dio las gracias y siguiу al centinela.

—Tenga cuidado de no torcerse un pie en esas piedras —dijo el soldado, cogiйndola por el brazo—. Y vale mбs que se recoja un poco la falda para no mancharse.

La voz que surgнa de entre las barbas tenнa el mismo acento nasal, pero era amable y grata, y su mano tambiйn firme y respetuosa. ЎAsн que los yanquis no eran tan atroces despuйs de todo!

—Hace un dнa muy frнo para que salgan de casa las seсoras —dijo su acompaсante—. їViene usted de muy lejos?

—ЎOh, sн, del otro extremo de la ciudad! —replicу ella, tranquilizada por la amabilidad de su voz.

—No hace un tiempo adecuado para que las seсoras anden por ahн —insistiу el soldado, con reproche—. Hay mucha gripe... Aquн estб el puesto del comandante, seсora. їQuй le pasa?

—Esta casa..., esta casa їes el cuartel general?

Scarlett mirу de arriba abajo el bello edificio que habнa frente a la plaza, y sintiу ganas de llorar. ЎHabнa asistido a tantas fiestas allн durante la guerra! Habнa sido entonces un lugar alegre y simpбtico, Ўy ahora una gran bandera de Estados Unidos ondeaba sobre йl!

—їQuй le pasa?

—Nada. Sуlo que... yo conocнa a los que vivнan aquн.

—Es una lбstima. Supongo que no reconocerнan su casa si la viesen ahora, porque ciertamente ha variado por dentro. Entre usted, seсora, y pregunte por el capitбn.

Scarlett subiу los escalones apoyбndose en la rota barandilla, y empujу la puerta. El vestнbulo estaba oscuro y frнo como una tumba, y un aterido centinela se apoyaba contra las cerradas puertas de corredera de lo que habнa sido, en dнas anteriores, el comedor.

—Deseo ver al capitбn —dijo Scarlett.

El soldado abriу las puertas y ella entrу en la habitaciуn con el corazуn palpitante y el rostro enrojecido por la vergьenza y la excitaciуn. Habнa en la estancia un olor casi asfixiante formado por el humo de la lumbre y el del tabaco, el cuero, los mojados uniformes de lana y los cuerpos sin lavar. Ella tuvo una confusa impresiуn de paredes desnudas cubiertas de rasgado papel, de hileras de capotes azules y sombreros flexibles que colgaban de clavos en la pared, de un fuego chisporroteante y de un grupo de oficiales con uniforme azul de botones dorados.

Procurу aclararse la voz. No debнa mostrar a esos yanquis que tenнa miedo. Debнa aparecer ante ellos tan bonita como natural.

—їEl capitбn?

—Yo soy uno de los capitanes —dijo un hombre grueso que llevaba la guerrera desabrochada. —Quisiera ver a un preso. Al capitбn Rhett Butler. —їOtra vez a Butler? ЎEs un hombre muy popular! —exclamу el capitбn quitбndose de la boca un masticado cigarro—. їEs usted pariente suyo, seсora?

—Sн..., sн..., su hermana... El gordo se riу otra vez.

—Debe de tener muchas hermanas. Una de ellas estuvo ayer aquн. Scarlett se sonrojу. ЎAlguna de esas mujeres con las que Rhett trataba; probablemente la Watling! Y estos yanquis creнan que ella era otra por el estilo. Era inaguantable. Ni siquiera por salvar a Tara se quedarнa allн un minuto mбs si habнa de ser insultada. Girу hacia la puerta y asiу con cуlera el picaporte, pero otro oficial se puso prontamente a su lado. Era joven, iba bien afeitado y tenнa unos ojos juveniles, sonrientes y amables.

—Un instante, seсora. їNo quiere sentarse aquн, junto a la lumbre? Aquн no se siente frнo. Voy a ver lo que se puede hacer. їCуmo se llama usted? El preso rehusу ver a la... la seсora que vino a verle ayer. Scarlett se sentу en la silla que le ofrecieron, mirando airada al derrotado capitбn grueso, y dio su nombre. El simpбtico joven se echу el capote encima y saliу de la habitaciуn. Los otros se agruparon al otro extremo de la mesa, en donde hablaron en voz baja hojeando papeles. Ella extendiу los pies con elegancia hacia la lumbre, percatбndose entonces de lo frнos que estaban y lamentando no haber puesto un pedazo de cartуn para tapar el agujero en la suela de uno de los zapatos. A poco, se oyeron murmullos de voces al otro lado de la puerta, y sonу la risa de Rhett. Se abriу la puerta, una corriente de aire frнo barriу la estancia y apareciу Rhett, sin sombrero, con una capa echada descuidadamente sobre los hombros. Estaba sucio y sin afeitar y no llevaba corbata, pero se mostraba altanero como siempre, a pesar de su desaliсo, y sus vivos ojos oscuros parecieron saltar gozosamente al verla.

—ЎScarlett!

Tomу entre las suyas ambas manos de la joven. Como siempre, habнa algo cбlido, vital y fortalecedor en su simple apretуn de manos. Antes de que Scarlett se diese cuenta, йl se habнa inclinado y la habнa besado en la mejilla, haciйndole cosquillas con el bigote. Al sentir el sorprendido movimiento que ella hizo para separarse, Rhett dijo: «ЎMi querida hermana! », y la mirу sonriente, como si disfrutase de la impotencia de ella para eludir su caricia. Scarlett no pudo por menos que reнrse al ver cуmo se aprovechaba йl de las circunstancias. ЎQuй pillo era! La cбrcel no le habнa cambiado ni un бpice.

El capitбn obeso murmuraba al oficial de ojos humorнsticos:

—Esto no estб permitido. Debнa haberse quedado en el cuartel. Ya conoces las уrdenes. —ЎOh, por amor de Dios, Henry! La seсora se helarнa en ese cobertizo.

—Bueno, bueno. Queda bajo tu responsabilidad.

—Aseguro a ustedes, seсores —dijo Rhett volviйndose hacia los oficiales, pero manteniendo asido aъn el hombro de Scarlett—, que mi... hermana no me ha traнdo ninguna sierra ni lima para ayudarme a escapar.

Todos se rieron, y entonces Scarlett echу una mirada rбpida en torno suyo. ЎSanto cielo, tendrнa que conversar con Rhett en presencia de seis oficiales yanquis! їEra un prisionero tan peligroso que no podнan perderle de vista? Al observar su inquieta mirada, el oficial amable abriу una puerta y les dijo unas palabras en voz baja a dos soldados que se pusieron en pie. Los soldados cogieron sus carabinas y salieron al pasillo, cerrando cuidadosamente la puerta tras ellos.

—Si lo desean, pueden sentarse aquн, en la salita de los ordenanzas —dijo el joven capitбn—. Y no intente usted huir por la otra puerta. Los soldados estбn fuera.

—Ya ves quй terrible criminal soy, Scarlett —dijo Rhett—. Gracias, capitбn. Es usted sumamente amable.

Hizo una leve inclinaciуn y, tomando a Scarlett por el brazo, la ayudу a levantarse de la silla y la llevу a la destartalada salita. Nunca pudo ella recordar cуmo era esta habitaciуn, excepto que era pequeсa y bastante oscura, y no muy caliente, y que habнa papeles escritos a mano sujetos con chinchetas a las destartaladas paredes, y sillas de piel de vaca con el pelo adherido aъn.

Cuando cerrу la puerta, Rhett se acercу a Scarlett rбpidamente y se inclinу sobre ella. Adivinando sus deseos, la joven echу la cabeza a un lado, pero sonriйndole provocativamente.

—їNo la puedo besar de verdad ahora?

—En la frente, como un buen hermano, sн —contestу ella con aire pudoroso.

—Gracias. Prefiero esperar algo mejor.

Sus ojos buscaron los labios de ella y se detuvieron en ellos un instante.

—ЎHa sido usted muy buena viniendo a verme, Scarlett! Es usted la primera persona respetable que me visita desde mi encarcelamiento, y estando preso es cuando mбs se aprecian a los amigos. їCuбndo llegу a la ciudad?

—Ayer por la tarde.

—їY viene esta maсana? Pero, querida, esto es ser mбs que buena.

Y le dirigiу una sonrisa, la primera expresiуn de sincero placer que ella viera jamбs en su fisonomнa. Scarlett riу interiormente y bajу la cabeza como avergonzada. —ЎPor supuesto que he venido en seguida! La tнa Pitty me contу anoche lo ocurrido y... no pude dormir pensando en lo horrible del caso. ЎRhett, estoy tan apenada! —ЎCуmo, Scarlett...!

Su voz era suave, pero habнa en ella una nota vibrante. Mirando su moreno semblante, Scarlett ya no vio en йl el escepticismo, el humor sardуnico que ella conocнa tan bien. Ante la mirada tan franca de Rhett, ella bajу los ojos con un embarazo que esta vez era autйntico. Las cosas iban mejor aъn de lo que esperaba.

—Vale la pena estar en la cбrcel con tal de verla otra vez y oнrle decir cosas asн. La verdad, no podнa creer lo que oнa cuando me anunciaron su nombre. No esperaba que me perdonase mi patriуtica conducta aquella noche en la carretera, cerca de Rough and Ready. Pero їpuedo creer que esta visita significa que me ha perdonado usted?

Todavнa se sentнa ella hervir de cуlera, aun despuйs de tanto tiempo, al pensar en aquella noche; pero se dominу y sacudiу la cabeza hasta que bailotearon los colgantes de las arracadas.

—No, no le he perdonado —dijo, haciendo un mohнn. —ЎOtra esperanza desvanecida! ЎY esto despuйs de que ofrecн mi vida a mi patria y combatн descalzo entre la nieve en Franklin y pesquй el mayor caso de disenterнa que se haya visto, como recompensa!

—No quiero oнr nada de sus... penas y quebrantos —dijo Scarlett, todavнa con un mohнn de disgusto, pero sonriйndole con los ojos—. Sigo creyendo que se comportу usted odiosamente aquella noche, y no me parece que pueda perdonarle nunca. ЎDejarme sola de ese modo cuando podнa sucederme cualquier cosa!

—Pero no le sucediу nada. Ya ve usted que mi confianza estaba justificada. Sabнa que iba a llegar a su casa sin tropiezo, y Ўpobre del yanqui que se hubiese puesto en su camino!

—Rhett, їcуmo pudo usted hacer una cosa tan sin sentido? ЎEso de alistarse a ъltima hora, cuando sabнa que nos iban a ganar! ЎY despuйs de todo lo que habнa dicho usted acerca de los imbйciles que iban a hacerse matar!

—Scarlett, no me hable de esto. ЎMe avergьenzo cada vez que pienso en ello!

—Me alegro de que se avergьence al fin de haberme tratado de aquel modo.

—No me ha comprendido. Siento decirle que mi conciencia no me ha remordido jamбs por haberla abandonado allн. Pero en cuanto a mi alistamiento... ЎCuando pienso que fui al ejйrcito con botas de charol y traje de piquй blanco y sin mбs armas que un par de pistolas de duelo! ЎY esas largas y glaciales marchas de muchos kilуmetros sobre la nieve cuando se gastaron mis botas, sin tener abrigo y sin comer...! No puedo comprender por quй no desertй. Era todo una pura locura. Pero lo lleva uno en la sangre. Los del Sur no resistimos a la fascinaciуn de una causa perdida. Mas dejemos aparte mis razones. Me basta con estar perdonado.

—No lo estб. Creo que es usted un canalla.

Pronunciу esta ъltima palabra de forma tan acariciadora, que parecнa decir «un encanto».

—No sea usted embusterilla. Me ha perdonado ya. Las seсoritas no arrostran los centinelas yanquis para ir a ver un preso sуlo por espнritu caritativo; no vienen ademбs, vestidas de gala con terciopelos y plumas y manguitos de nutria. Scarlett, Ўquй preciosa estб! Gracias a Dios, no tiene que llevar harapos ni lutos. ЎEstб uno tan harto de ver a las mujeres con vestidos viejos y gastados o con los perpetuos crespones negros! Parece usted salir de la ruй de la Paix. Dй la vuelta, querida, y dйjeme admirarla.

Asн que se habнa fijado en el vestido. Por supuesto, siendo Rhett como era, tenнa que fijarse. Scarlett se echу a reнr, ligeramente excitada, y girу sobre las puntas de los pies con los brazos abiertos. El revuelo del miriсaque dejaba ver los largos pantalones adornados de encaje. Los negros ojos de Rhett absorbieron la imagen desde la capota a los talones, en una mirada que no pasaba nada por alto, la mirada de antes, atrevida, que parecнa desnudar a las mujeres y que siempre ponнa a Scarlett carne de gallina.

—Parece estar muy boyante y muy bien arreglada. Dan ganas de comйrsela. Si no fuese por esos yanquis de ahн fuera... Pero aquн estб usted muy segura, querida. Siйntese. No tratarй de aprovecharme como hice la ъltima vez que la vi.

Se frotу la mejilla en broma, como si le doliese aъn.

—En serio, Scarlett, їno cree usted que fue algo egoнsta esa noche? Piense en todo lo que yo habнa hecho por usted: arriesguй mi vida, robй un caballo... Ўy quй caballo...! ЎY corrн a la defensa de nuestra gloriosa Causa! їY quй saquй de todo ello? Palabras duras y un bofetуn todavнa mбs duro.

Ella se sentу. La conversaciуn no iba por completo en la direcciуn que ella deseaba. ЎRhett habнa parecido tan amable en el primer momento de verla, tan sinceramente gozoso por su visita! Se habнa mostrado casi como un ser humano, y no como el miserable tunante que ella conocнa tan bien.

—їNecesita usted siempre recompensa por lo que hace?

—ЎClaro, por supuesto! Soy un monstruo de egoнsmo, como debe usted saber. Siempre espero que me paguen por todo lo que doy.

Esto le causу a Scarlett un ligero escalofrнo que recorriу su cuerpo; pero se recuperу e hizo tintinear otra vez sus arracadas. —ЎOh, no es usted realmente tan malo, Rhett! Le gusta mostrarse asн.

—ЎLo que ha cambiado, palabra de honor! —dijo йl, echбndose a reнr—. їQuй es lo que la ha vuelto tan humana? He seguido algo sus avatares a travйs de la seсorita Pittypat, pero ella jamбs me dejу entender que ahora poseнa usted esa dulzura femenina. Cuйnteme mбs de su vida, Scarlett. їQuй ha hecho usted desde la ъltima vez que nos vimos? Todo el antagonismo e irritaciуn que siempre le inspiraba ese hombre ardнan en el corazуn de la joven. Sentнa ansias de hablarle con acritud. Pero sonriу, y los hoyuelos reaparecieron en sus mejillas. El habнa acercado su silla a la de ella, y Scarlett se inclinу y le puso suavemente la mano en el brazo, como si lo hiciese inconscientemente.

—ЎOh, no lo he pasado mal! En Tara todo va bien ahora. Por supuesto, pasamos momentos terribles cuando Sherman atravesу la comarca; pero, despuйs de todo, no nos quemу la casa, y los negros salvaron la mayor parte del ganado conduciйndolo al pantano. Y obtuvimos una cosecha bastante buena en este ъltimo otoсo, veinte balas. Por supuesto, esto no es nada comparado con lo que Tara puede rendir; pero no tenemos muchos peones. Papб dice, naturalmente, que el aсo prуximo serб mejor. Pero, Rhett, Ўes tan aburrido ahora el campo! Imagнnese, no hay bailes ni meriendas, y de lo ъnico que la gente habla es de los malos tiempos. ЎDios mнo, ya estoy cansada de tanto oнrlo! Finalmente, la semana pasada estaba ya tan hastiada que papб dijo que debнa hacer un viaje y distraerme. Vine aquн, por lo tanto, para encargarme algunos vestidos, y luego irй a Charleston para hacer una visita a mi tнa. ЎSerб tan agradable volver a ir al baile otra vez!

«Bueno —pensу con orgullo—, he soltado todo ese pбrrafo con el tono adecuado: ligero pero no frivolo. »

—Siempre estб usted lindнsima con vestido de baile, querida; Ўy lo sabe, por desgracia! Supongo que la verdadera causa de su viaje es que agotу usted ya toda la lista de admiradores en el condado, y ahora va a buscar mбs en lejanos campos de operaciones.

Scarlett pensу que era afortunado para ella que Rhett hubiese pasado en el extranjero los ъltimos meses y acabara de llegar a Atlanta. De otro modo, jamбs hubiera dicho una cosa tan ridicula. Pensу rбpidamente en sus adoradores del condado, los harapientos y amargados Fontaine, los empobrecidos hermanos Munroe, los pretendientes de Jonesboro y Fayetteville, que andaban ahora tan ocupados arando, cortando leсa y cuidando a sus animales viejos y enfermos y que ni se acordaban de que hubiesen existido bailes y agradables flirteos. Pero los apartу de su memoria y soltу una pequeсa risa como si admitiese la exactitud de tales suposiciones.

—ЎBah! —dijo con aire despectivo. —Es usted una criatura sin corazуn, Scarlett; pero acaso eso forme parte de su encanto.

Rhett se sonriу del mismo modo que antes, con una comisura de la boca torcida hacia abajo; pero ella sabнa que йl querнa decirle un piropo con su frase.

—Por supuesto, sabe usted bien que posee mбs atractivos de los que permiten las leyes. Hasta yo mismo los he sentido, a pesar de la experiencia que tengo. Siempre me he preguntado quй habнa en usted que me hacнa recordarla siempre, porque he conocido muchas mujeres que eran mбs bonitas que usted, y seguramente mбs listas, y, debo decirlo, moralmente mбs rectas y mбs buenas. Pero, sea por lo que fuere, siempre me he acordado de usted. Incluso durante los meses despuйs de la rendiciуn, cuando yo estaba en Francia y en Inglaterra y ni la habнa visto ni sabнa nada de usted. ЎSiempre la recordй y me preguntaba quй habrнa sido de Scarlett...!

Por un momento, se sintiу indignada, de que йl dijese que otras mujeres eran mбs bonitas, mбs listas y mбs buenas que ella; pero ese arrebato momentбneo se disipу ante la satisfacciуn de saber que йl siempre habнa recordado su encanto. Y Rhett se estaba comportando casi tan bien como lo hubiera hecho un caballero en anбlogas circunstancias. Ahora, lo ъnico que Scarlett tenнa que hacer era referirse a йl insinuando que tampoco ella lo habнa olvidado, y entonces...

Le oprimiу el brazo cariсosamente y sonriу de nuevo.

—ЎOh, Rhett! ЎCуmo le gusta dejar confusa a una pobre muchacha del campo como yo! Demasiado sй que no me dedicу ni un pensamiento desde que me abandonу aquella noche. No me venga a contar que se acordу de mн con todas esas guapas francesas e inglesas que tenнa usted en Europa. Pero no he venido hasta aquн para hablar de tonterнas acerca de mн misma. He venido... porque...

—їPor quй?

—ЎOh, Rhett, estoy tan angustiada con respecto a usted! їCuбndo le dejarбn salir de este lugar tan terrible?

Con rapidez, йl cubriу la manita de ella con la suya y la apretу contra su brazo.

—Esta angustia habla mucho en favor suyo. Es imposible decir cuбndo saldrй de aquн. Acaso cuando hayan estirado la cuerda un poco mбs.

—їLa cuerda?

—Sн; supongo que mi salida de aquн serб al extremo de una cuerda.

—їNo le colgarбn a usted realmente?

—Lo harбn, si pueden conseguir alguna prueba contra mн.

—ЎOh, Rhett! —exclamу ella llevбndose la mano al corazуn.

—їLo sentirнa? Si lo siente, la mencionarй en mi testamento.

Sus negros ojos reнan mientras le apretaba la mano.

—ЎSu testamento!

Scarlett bajу prontamente la vista para que sus ojos no la delatasen; pero no con bastante rapidez, porque los ojos de Rhett brillaron de curiosidad.

—Segъn pretenden los yanquis, mi testamento ha de valer la pena. Parece existir actualmente gran interйs acerca de mis finanzas. Todos los dнas me arrastran ante un nuevo Consejo de Investigaciуn y me dirigen preguntas idiotas. Parece ser que corre insistentemente el rumor de que yo escapй con el fabuloso oro de la Confederaciуn. —їY quй...? їEs cierto?

—ЎVaya una pregunta capciosa! Usted sabe tan bien como yo que la Confederaciуn hacнa funcionar una prensa de imprimir, en vez de una Casa de la Moneda.

—їCуmo ganу usted su dinero? їEspeculando? Tнa Pitty dijo... —ЎQuй preguntas tan directas hace!

ЎMaldito Rhett! ЎPor supuesto que tenнa el dinero! Estaba tan excitada que ni siquiera podнa hablarle con dulzura.

—Rhett, me tiene tan trastornada verle a usted aquн... їNo cree tener algunas probabilidades de salir? —Nihil desperandum es mi lema. —їQuй significa eso?

—Quiere decir «quizбs», adorable ignorantilla. Ella hizo aletear sus pestaсas para mirarle, y las volviу a bajar. —ЎUsted es demasiado listo para que le cuelguen! Estoy casi segura de que se le ocurrirб algъn modo ingenioso para ganarles la partida y salir. Y cuando lo consiga...

—їY cuando lo consiga...? —preguntу йl con suavidad. —Bueno, yo...

Y logrу aparentar graciosa confusiуn y sonrojo, El sonrojo no era tan difнcil porque los latidos de su corazуn eran tan fuertes como el redoble de un tambor y no podнa respirar.

—Rhett..., lamento tanto lo que yo..., lo que le dije aquella noche..., ya sabe usted cuбl..., en Rough and Ready. Estaba yo... tan... tan asustada y trastornada, y usted se mostrу tan...

Scarlett bajу la vista y vio la morena mano de йl apretar la suya. —ЎCreн que nunca, nunca podrнa perdonarle! Pero cuando tнa Pitty me dijo ayer que usted... que podrнan matarlo..., la cosa fue tan repentina que yo... yo...

Le mirу a los ojos con mirada rбpida e implorante, y en ella supo poner toda la agonнa de un corazуn destrozado.

—ЎOh, Rhett, me morirнa si lo ahorcasen! ЎNo podrнa resistirlo! їNo comprende que yo...? Y, no pudiendo ya sostener el candente brillo de los ojos de Rhett, los suyos bajaron otra vez.



  

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