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CUARTA PARTE 2 страница



—Ashley —comenzу a decir ella, sintiйndose sumergida en un pantano de confusiуn—, si tъ temes que nos muramos todos de hambre, yo... yo... ЎOh, Ashley, ya nos las compondremos! ЎEstoy segura de que sн!

Por un momento, йl girу otra vez hacia ella sus ojos, grandes y de un gris cristalino, y en ellos se pintу la admiraciуn. Luego, repentinamente, su mirada pareciу remota otra vez, y ella comprendiу, con el corazуn oprimido, que йl no habнa pensado en el hambre. Eran siempre como dos personas que se comunicaran en diferentes lenguajes. Mas Scarlett le amaba tanto que, cuando Ashley se alejaba en espнritu de ella, como ahora, era como si se nublase el sol dejбndola expuesta a un frнo glacial. Sentнa deseos de asirlo por los hombros y apretarlo junto a su cuerpo para hacerle percibir que ella era de carne y hueso, no algo de sueсo. ЎOh, si hubiera podido sentirse tan unida a йl como aquel dнa, tanto tiempo atrбs, en que Ashley, a su regreso de Europa, se parу en la escalera de Tara para sonreнrle!

—ЎMorirse de hambre no es muy agradable! —dijo йl—. Lo sй porque he pasado hambre, pero no es esto lo que me da miedo. Me asusta afrontar la vida sin la suave belleza de aquel mundo nuestro que fue y que ha desaparecido.

Scarlett pensу con desesperaciуn que Melanie sabrнa comprender seguramente lo que йl querнa decir. Melly y йl hablaban siempre de tales tonterнas, de poesнa, de libros, de sueсos, de rayos de luna y de polvo de estrellas. Йl no temнa las mismas cosas que ella, ni las torturas de un estуmago vacнo, ni los azotes del viento invernal, ni el ser arrojados de Tara.

Se acobardaba ante temores que ella no habнa conocido jamбs y que no podнa ni concebir. Porque, en nombre de Dios, їquй habнa que temer en este destrozado mundo mбs que el hambre y el frнo y el quedarse sin casa?

Ella habнa creнdo que, si escuchaba con mбs atenciуn, sabrнa quй respuesta darle a Ashley.

—ЎOh! —exclamу, y la decepciуn de su voz era la de un chiquillo que abre un paquete lujosamente envuelto y ve que estб vacнo. Al notar su tono, йl sonriу con pena, como excusбndose. —Perdуname, Scarlett, por hablarte asн. No puedo hacer que me entiendas porque tъ posees un corazуn de leуn junto con una completa ausencia de imaginaciуn, y te envidio ambas cualidades. A ti jamбs te importarб afrontar realidades, y jamбs ansiarбs escapar de ellas como yo.

—ЎEscapar!

Parecнa que йsta fuera la ъnica palabra inteligible que йl hubiera pronunciado. Ashley, lo mismo que ella, estaba fatigado de la lucha y deseaba escapar. Su respiraciуn se acelerу.

—ЎOh, Ashley! —exclamу—. Estбs equivocado. Yo tambiйn deseo escapar. ЎEstoy tan cansada de todo!

Una escиptica sorpresa arqueу las cejas de йl. Scarlett puso una mano, febril y apremiante, sobre el brazo de Ashley.

—Escъchame —comenzу a decir vertiginosamente, con palabras que se atropellaban las unas a las otras—. Estoy cansada de todo, te lo confieso. Me duelen hasta los huesos, y no puedo aguantarlo mбs. He luchado por la comida y por el dinero, he arrancado hierbajos y manejado el azadуn, he recogido el algodуn y hasta he arado; pero ya no puedo resistirlo mбs. Crйeme, Ashley: Ўel Sur estб muerto! ЎEstб muerto! Lo tienen los yanquis y los negros libres, y los reciйn llegados del Norte, y no queda nada para nosotros. ЎAshley, huyamos de aquн! Йl la mirу intensamente, inclinando la cabeza para observar mбs de cerca su fisonomнa, ahora arrebolada.

—ЎSн, huyamos... dejбndolos a todos! Estoy ya harta de trabajar para los demбs. Alguien se ocuparб de ellos. Siempre hay alguien que se ocupa de los que no pueden ocuparse de sн mismos. ЎOh, Ashley, huyamos tъ y yo! Podrнamos marcharnos a Mйxico... En el ejйrcito mexicano buscan oficiales, y podrнamos ser felices allн. Yo trabajarй para ti, Ashley. Harй por ti cualquier cosa. Ya sabes que tъ no amas a Melante...

Йl iba a hablar con el aturdimiento reflejado en su semblante; pero ella detuvo sus palabras con un torrente de las suyas:

—Me dijiste que me amabas mбs que a ella aquel dнa... ЎOh!, їte acuerdas de aquel dнa? ЎY sй que no has cambiado! Y acabas de decir que ella no es mбs que un sueсo... ЎOh, Ashley, huyamos! Podrнa hacerte feliz. Y, de todas maneras —aсadiу con encono—, Melanie no puede..., el doctor Fontaine dijo que ella no podrнa ya tener mбs hijos, y yo podrнa darte...

Las manos de Ashley le apretaban los hombros tan fuertemente que le hacнan daсo. Se detuvo, falta de aliento.

—Habнamos quedado en que olvidarнamos ese dнa en Doce Robles —dijo йl.

—їCrees que jamбs podrнa olvidarlo? їLo has olvidado tъ? їPuedes decir honradamente que no me quieres?

Йl hizo una profunda aspiraciуn de aire y contestу rбpidamente.

—No, no te quiero.

—Йs mentira.

—Aun siendo mentira —dijo Ashley, y su voz tenнa acentos de calma mortal—, no es cosa que pueda discutirse.

—їQuieres decir que...?

—їCrees que podrнa marcharme y abandonar a Melanie y al niсo, aunque los odiase a los dos? їDestrozar el corazуn de Melanie? їEntregarlos a una y a otro a la caridad de nuestros amigos? Scarlett, їestбs loca? їNo te queda el menor sentimiento de lealtad? Nunca podrбs abandonar a tu padre y a tus hermanas. Es una responsabilidad que te incumbe, lo mismo que a mн me incumbe la de Melanie y Beau, y, tanto si no puedes mбs como si puedes, ahн los tienes, y has de llevar tu cruz. .

—Podrнa dejarlos a todos...; estoy harta de ellos..., harta de todo...

Ashley se inclinу hacia ella y, por un instante, Scarlett creyу, con el corazуn palpitante, que йl iba a cogerla entre sus brazos. Pero, en vez de hacerlo, Ashley le acariciу una mano y le hablу como si apaciguase a una chiquilla.

—Ya sй que estбs cansada y harta de todo. Por eso hablas asн. Has soportado una carga excesiva para tus hombros. Pero voy a ayudarte...; no serй siempre tan torpe.

—No hay mбs que una manera de ayudarme —dijo ella con voz apagada—, y es llevбndome lejos de aquн y buscando los dos una nueva vida en otra parte donde tengamos alguna probabilidad de ser dichosos. Nada hay que nos retenga aquн.

—Nada —respondiу йl quedamente—. Nada..., excepto el honor.

Ella le mirу con desilusionada ansiedad y vio, como si fuera la primera vez, cуmo la media luna que formaban sus pestaсas tenнa el cбlido matiz del trigo maduro, cuan erecta se asentaba su cabeza sobre su cuello desnudo y cуmo aquel cuerpo erguido y esbelto habнa conservado el sello de raza y de dignidad a despecho de los grotescos harapos que lo cubrнan. Sus ojos se encontraron, los de ella tiernos e implorantes, los de йl tan remotos como dos lagos de montaсa bajo un cielo gris.

Y ella leyу en los suyos el fracaso de todos sus sueсos, de todas sus locas ansias.

Abrumada por el dolor de su corazуn y por el cansancio, inclinу la cabeza, dejбndola caer entre sus manos y rompiу a llorar. Nunca la habнa visto йl llorar. Nunca habнa creнdo que las mujeres de tan vigoroso temple pudiesen llorar, y a su vez se vio dominado por la ternura y el remordimiento. Se acercу a ella sъbitamente, y un instante despuйs la tomу entre sus brazos, anidada en ellos confortablemente, oprimiendo su oscura cabecita contra su corazуn, y diciйndole:

—ЎQuerida mнa! ЎTъ que eres tan valiente! ЎNo llores! ЎNo debes llorar!

De inmediato, percibiу Ashley que todo cambiaba en ella al sentirse entre sus brazos, y notу que habнa algo mбgico y enloquecido en aquel frбgil cuerpecillo que se ceснa al suyo, y un resplandor cбlido y dulce en aquellos ojos verdes que lo miraban. Parecнa que ya no existiese el cruel invierno. Para Ashley, habнa vuelto la primavera, esa medio olvidada y fragante primavera de verdores y murmullos de fuentes, una primavera plбcida e indolente, de dнas despreocupados en los que los juveniles deseos circulaban por sus venas. Se desvanecieron por encanto todos los aсos amargos y vio que los labios de ella, rojos y temblorosos, se abrнan cerca de йl y los besу.

En los oнdos de ella retumbу un ruido extraсo y profundo, como si hubiese puesto junto a ellos dos caracolas de mar, y a travйs de aquel fragor percibiу oscuramente la trepidaciуn de su corazуn. Su cuerpo parecнa fundirse con el de Ashley, y durante un incalculable momento permanecieron unidos el uno al otro, mientras los labios de йl oprimнan los de Scarlett ansiosa, insaciablemente.

Cuando sъbitamente la soltу, a ella le pareciу que no podнa si quiera tenerse en pie, y su mano buscу a tientas la cerca para apoyarse. Levantу hacia йl sus ojos, resplandecientes de amor y de triunfo.

—ЎMe amas! ЎMe amas! Dilo..., Ўdilo!

Las manos de Ashley descansaron sobre los hombros de ella, y Scarlett percibiу su temblor y se enorgulleciу. Se inclinу ardientemente hacia йl, pero Ashley la detuvo con la mano, mirбndola con ojos de los que habнa desaparecido toda vaguedad, con ojos atormentados por la lucha y la desesperaciуn.

—ЎNo te acerques! —dijo—. ЎNo te acerques! ЎSi lo haces, serбs mнa aquн mismo!

Ella sonriу. Una sonrisa resplandeciente y cбlida que hacнa caso omiso del lugar y del tiempo, de todo lo que no fuese la memoria de la boca de йl sobre la suya.

De pronto, йl la cogiу por los brazos y la sacudiу violentamente, la sacudiу hasta que sus negros cabellos se desparramaron sobre sus hombros, la sacudiу con loca rabia hacia ella y hacia йl mismo.

—ЎNo lo haremos! —gritу—. ЎTe juro que no lo haremos!

A Scarlett le pareciу que el cuello se le iba a romper si йl le daba otra sacudida. Los cabellos le cubrнan los ojos, cegбndola, y el arranque de Ashley la habнa aturdido. Se desasiу de sus manos y lo mirу fijamente.

En la frente de Ashley se habнan formado pequeсas gotitas de sudor, y tenнa las manos cerradas en forma de garras, como si le doliesen. La mirу cara a cara, con penetrantes ojos grises.

—Es culpa mнa..., no tuya, y no volverб a suceder, porque me voy a llevar a Melanie y al niсo, y nos iremos.

—ЎIros! —exclamу ella con angustia—. ЎOh, no!

—ЎSн, te lo juro! їCrees que podrнa quedarme aquн despuйs de lo ocurrido? Cuando volviese a suceder...

—Pero, Ashley, no puedes marcharte. їPor quй habrнas de marcharte? Me quieres...

—їDeseas que te lo confiese? Pues bien, lo dirй. Te quiero.

Se inclinу hacia ella con tan repentino furor que Scarlett retrocediу, casi incrustбndose en el cercado.

—Te quiero. Te quiero por tu bravura y tu tenacidad, y tu brнo y tu implacable dureza. їCuбnto te quiero? Tanto que, hace un momento, hubiera ultrajado la hospitalidad de la casa que nos ha acogido a mi familia y a mн, hubiera olvidado la esposa mбs buena que jamбs pueda tener un hombre... Te quiero lo bastante para haberte poseнdo aquн mismo, sobre el barro, como un...

Ella se debatнa en un caos de pensamientos y sentнa en su corazуn un punzante y frнo dolor, como si un tйmpano lo hubiese atravesado. Y dijo, balbuciendo: —Si sentнas todo eso y no te has hecho dueсo de mн..., entonces, es que no me quieres.

—Jamбs podrй hacer que me comprendas.

Permanecieron mirбndose en silencio. De pronto, Scarlett se estremeciу, y vio, como si regresase de una larga jornada, que era invierno, y que los campos eran бsperos eriales, y que ella tenнa frнo. Vio tambiйn que aquel rostro impenetrable y lejano de Ashley, que ella conocнa tan bien, habнa reaparecido, y era tambiйn un rostro invernal, asolado por el dolor y el remordimiento.

Hubiera dado la vuelta y le hubiera dejado, buscando el asilo de su casa para esconderse, pero se sentнa demasiado exhausta para moverse. Incluso hablar representaba un trabajo, una fatiga.

—No me queda nada —dijo al fin—. No me queda nada. Nada que amar. Nada por quй luchar. Tъ te vas, y Tara se va.

El la mirу durante largos instantes, y despuйs, inclinбndose, cogiу del suelo un puсado de tierra arcillosa y rojiza.

—Sн, algo te queda —dijo, y el espectro de su antigua sonrisa retornу a su faz, una sonrisa que parecнa burlarse un poco de ella y de sн mismo—. Algo que tъ amas mбs que a mн, aunque acaso no te des cuenta. Todavнa tienes Tara.

Asiу su mano, y depositando en la palma la hъmeda arcilla, cerrу sobre ella los dedos de Scarlett. Ahora, ni en las manos de ella ni en las manos de Ashley quedaban vestigios de fiebre. Scarlett mirу un instante aquella rojiza pasta; nada significaba para ella. Le mirу despuйs a йl y comprendiу vagamente que habнa en йl una integridad de espнritu que no podнa ser rota ni por sus manos apasionadas ni por manos algunas.

Aunque ello le costase la vida, Ashley jamбs dejarнa a Melanie. Aunque se abrasase de pasiуn por Scarlett, jamбs serнa suyo, y harнa lo indecible para mantenerse a distancia de ella. Nunca podrнa ella atravesar tal coraza. Las palabras «hospitalidad», «honor», «lealtad», significaban para йl mucho mбs que para ella.

La arcilla continuaba, frнa, en su mano, y ella la mirу otra vez. —Sн —dijo—. Aъn me queda esto.

Al principio, las palabras no tenнan valor alguno para ella, y la arcilla era solamente arcilla. Pero, como un intruso, penetrу en su mente el recuerdo de aquel mar de rojizo polvo que rodeaba a Tara, y pensу cuan querido le era y cuбnto habнa luchado ella para conservarlo, asн como cuбnto tendrнa que luchar aъn si querнa conservarlo en adelante. Mirу a Ashley otra vez, y no pudo por menos de preguntarse adonde habнa ido a parar aquella oleada de pasiуn. Podнa pensar en йl o pensar en Tara, pero no sentнa nada porque su cuerpo habнa quedado limpio de toda emociуn. —No necesitas marcharte —le dijo con voz firme—. No necesitбis moriros de hambre simplemente porque me haya ofrecido a ti. Esto no volverб a suceder nunca.

Dio media vuelta y se alejу camino de la casa a travйs de los desiguales campos, arrollando sus cabellos en un moсo sobre su nuca. Ashley la contemplу mientras se iba y observу cуmo Scarlett erguнa sus frбgiles hombros conforme caminaba. Y este gesto penetrу en su corazуn mucho mбs profundamente que cualesquiera palabras que ella hubiera pronunciado.

Todavнa tenнa en su mano la bolita de arcilla roja cuando subiу los peldaсos de la escalinata central. Habнa evitado cuidadosamente la entrada de atrбs, porque los agudos ojos de Mamita no hubieran dejado de notar que le pasaba algo serio. Scarlett no querнa ver ni hablar a Mamita, le parecнa que no podнa hablar con ella ni con nadie, ni ahora ni nunca.

Ahora no experimentaba ya ningъn sentimiento de vergьenza, de decepciуn o de amargura; sуlo sentнa flojedad en las rodillas y un gran vacнo en el corazуn. Apretу la arcilla tan fuertemente que se le escapу del puсo mientras se repetнa una y otra vez, monуtona como un loro: «Todavнa tengo esto. Sн, todavнa tengo esto. »

No tenнa nada mбs, no tenнa mбs que ese suelo rojizo, esa tierra que ella se habнa mostrado dispuesta a dejar atrбs como un paсuelo roto, unos minutos antes. Ahora era otra vez algo muy amado para ella, y se maravillaba vagamente de que, en un momento de locura, hubiese podido estimarla tan poco. Si Ashley hubiese accedido, tal vez ella se habrнa marchado con йl, habrнa abandonado familia y amigos sin mirar atrбs ni una sola vez, pero, aun en su vacнo moral, comprendнa que su corazуn se habrнa desgarrado al dejar aquellos rojizos cerros y aquellos altos y negros pinos. Sus pensamientos habrнan vuelto бvidamente hacia ellos durante todo el resto de su vida. Ni el mismo Ashley hubiera podido llenar el hueco que quedarнa en su corazуn al arrancar de йl las raнces de Tara. ЎQuй acertado estuvo Ashley y quй bien la conocнa! No tuvo mбs que apretar en su mano la tierra hъmeda para lograr que ella volviese en sн.

Se hallaba en el pasillo disponiйndose a cerrar la puerta cuando oyу un ruido de cascos de caballos, y se volviу para mirar el sendero de entrada. Recibir visitas en estos momentos era en verdad demasiado. Correrнa a su cuarto y fingirнa tener jaqueca.

Pero, cuando se acercу el vehнculo, Scarlett se detuvo, asombrada. Era un coche nuevo, de reluciente barniz, y las guarniciones eran nuevas tambiйn, con ornamentos de brillante latуn aquн y allб. Forasteros, indudablemente. Ninguna de las personas que ella conocнa poseнa tal carruaje.

Se quedу en el umbral mirando mientras la frнa corriente de aire le enrollaba las faldas alrededor de sus hъmedos tobillos. El coche se detuvo a la puerta de la casa, y de йl se apeу Jonnas Wilkerson. Scarlett se quedу tan sorprendida a la vista de su antiguo capataz guiando un equipo tan soberbio y vestido con un abrigo de tanto lujo que por un momento creyу que la engaсaban sus ojos. Will le habнa dicho que Jonnas parecнa andar muy prуspero desde que tenнa el nuevo empleo en la oficina de esclavos emancipados. Habнa hecho fortuna, segъn Will, estafando a los negros o al Gobierno, o confiscando el algodуn de los particulares y jurando que era algodуn que pertenecнa al Gobierno confederado. Ciertamente era imposible que ganase tanto dinero honradamente en tiempos difнciles como aquйllos.

Pero ahн le tenнa ahora, descendiendo de un elegante carruaje y ayudando a apearse a una mujer vestida con tanto exceso de lujo como gusto dudoso. Scarlett vio a la primera ojeada que el vestido era de color llamativo y vulgar, pero aun asн sus ojos lo contemplaron con ansia. ЎHacнa tanto tiempo que no habнa visto vestidos nuevos y algo a la moda! ЎEn fin! Observу que los miriсaques no se llevaban tan anchos aquel aсo al fijarse en el vestido a cuadros rojos. ЎY quй cortas se llevaban las chaquetas! ЎY quй sombrero mбs gracioso! Las cofias debнan estar pasadas de moda, porque ese sombrero era sуlo una cosa absurda y plana de terciopelo rojo colocada sobre la coronilla de la mujer, como si fuese una especie de torta dura. Las cintas colgantes no iban atadas por debajo de la barbilla, como en las cofias, sino detrбs, debajo de un grupo de espesos bucles que caнan bajo el sombrero, bucles que, segъn Scarlett no pudo por menos de notar, no casaban bien ni en color ni en textura con los cabellos de aquella mujer.

Cuando la mujer se apeу y mirу hacia la casa, Scarlett vio algo que le pareciу familiar en aquella cara conejuda, tan cubierta de polvos blancos.

—ЎCуmo! ЎSi es Emmie Slattery! —exclamу, tan sorprendida que la exclamaciуn se le escapу en voz alta.

—Sн, soy yo —dijo Emmie, moviendo la cabeza con una sonrisa que pretendнa ser amable y avanzando hacia los peldaсos.

ЎEmmie Slattery! La sucia y asquerosa Emmie a cuyo hijo ilegнtimo habнa bautizado Ellen, la Emmie que habнa contagiado su tifus a Ellen y le habнa causado la muerte. Y ese asqueroso ejemplar femenino de «pordiosero blanco», ordinaria, maligna y presuntuosamente vestida, querнa subir los peldaсos de Tara sonriendo y haciendo monerнas como si fuese нntima de la casa. Scarlett pensу en Ellen, y la pasiуn, como una tormenta, llenу todo el vacнo de su mente con una furia tan rabiosa y tan viva que recorriу su cuerpo como un ataque de fiebre.

—ЎFuera de aquн, sinvergьenza! —le gritу—. ЎSalga de esta casa! ЎFuera!

La boca de Emmie se abriу repentinamente y sus ojos se volvieron a Jonnas, que se acercу con las cejas fruncidas. A pesar de su cуlera, intentу tomar una actitud digna.

—No puede usted hablar asн a mi esposa —dijo.

—їEsposa? —prorrumpiу Scarlett, soltando una carcajada de punzante desprecio—. ЎHora serнa de que fuese su esposa! їQuiйn bautizу a sus otros crios despuйs que matу a mi madre?

Emmie dijo «ЎOh! », y bajу apresuradamente los peldaсos, pero Jonnas la detuvo antes de que se aproximase al carruaje, asiйndola por el brazo con rudeza.

—Venнamos a hacer una visita..., una visita de amistad —dijo incisivamente—. Y a hablar algo de negocios con los antiguos amigos...

—їAmigos...? —La voz de Scarlett era como un gran trallazo—. їCuбndo fuimos nosotros amigos de gente como ustedes? Los Slattery vivнan de nuestra caridad, y la pagaron matando a mi madre..., y usted... usted... Mi padre le despidiу por lo del niсo de Emmie, y usted lo sabe bien. ЎAmigos! Salgan de aquн antes de que llame al seсor Benteen y al seсor Wilkes.

Al oнr estas palabras, Emmie se desasiу de su marido y huyу hacia el coche, en una confusiуn de botas de charol con borlas de color rojo vivo.

Ahora agitaba a Jonnas una furia igual a la de Scarlett, y su terrosa fisonomнa estaban tan colorada como la cresta de un pavo encolerizado.

—Conque todavнa presumiendo de grandeza y de seсorнo, їeh? Pero estoy bien enterado. Sй que no tiene usted ni zapatos que ponerse. Sй que su padre estб idiotizado...

—ЎSalgan de aquн inmediatamente!

—ЎOh, no gritarб usted asн por mucho tiempo! Ya sй que estбn arruinados. Sй que no pueden pagar siquiera la contribuciуn. Y vine aquн para ofrecerle comprarle la finca..., para hacerle una excelente proposiciуn. A Emmie le harнa ilusiуn vivir aquн. Pero Ўle juro que ahora no le voy a pagar ni un centavo! Ya sabrбn ustedes, irlandeses pobres y presumidos, quiйn es el amo aquн cuando se venda la finca para pagar los impuestos. Y serй yo quien la compre, нntegra..., con muebles y todo..., y vivirй en ella.

Era, pues, Jonnas Wilkerson el que querнa quedarse con Tara, y Emmie la que, por tortuosidades de su cerebro, querнa vengar pasados menosprecios yendo a habitar la casa en donde habнan sido desdeсados. Todos los nervios de Scarlett vibraban de odio, como habнan vibrado el dнa en que acercу el caсуn de su pistola a la barbuda cara del yanqui y disparу. Hubiera deseado tener ahora esa pistola en las manos.

—Derribarнa esta casa piedra por piedra y la quemarнa, y sembrarнa de sal todo el terreno antes que permitir que ni uno ni otro pusieseis el pie sobre el umbral. ЎFuera, os he dicho! ЎFuera!

Jonnas la mirу lleno de furor. Iba a decir algo mбs, pero se contuvo y echу a andar hacia el coche. Subiу a йl junto a su quejumbrosa compaсera e hizo dar la vuelta al caballo. Cuando el animal comenzу a trotar, Scarlett sintiу el impulso de escupir. Y escupiу. Comprendнa que aquйl era un gesto pueril y de mal gusto, pero se encontrу aliviada al hacerlo. Lбstima no haberlo hecho cuando ellos lo hubiesen visto.

ЎEsos malditos amigos de los negros que osaban venir a la finca para insultar su pobreza! Esa mala bestia jamбs tuvo intenciones de comprar Tara. Lo utilizaba como pretexto para poder venir con Emmie a jactarse ante ella. ЎEsos cochinos advenedizos, esos piojosos pordioseros blancos, que se jactaban de que iban a residir en Tara!

Pero, poco a poco, se vio asaltada por un miedo repentino, y su furia se disipу. ЎPor lo clavos de Cristo! ЎIban a venir a vivir a su casa! Nada podнa hacer ella para impedirles que comprasen Tara, nada para impedirles que embargasen espejos, mesas y camas, y el cuarto de Ellen, de caoba y palo de rosa, todo tan precioso para ella, a pesar de los desperfectos que habнan causado los invasores yanquis. Y tambiйn la plata de los Robillard. «No permitirй que lo hagan —pensу Scarlett con vehemencia—. ЎNo y no, aunque tenga que pegar fuego a todo! ЎEmmie Slattery no pondrб jamбs el pie sobre un palmo del suelo que pisaba mamб! »

Cerrу la puerta, apoyбndose despuйs contra ella, muy asustada. Mбs asustada que el dнa en que el ejйrcito de Sherman se metiу en su casa. Ese dнa, lo mбs grave que podнa temer era que quemasen Tara sobre su propia cabeza. Pero lo de ahora era peor. Aquellas viles criaturas habitando su casa, vanagloriбndose ante sus groseros amigos de cуmo habнan arrojado de allн a los orgullosos O'Hara. Acaso metiesen allн negros, a comer y a dormir. Will le habнa dicho que Jonnas alardeaba de igualdad con los negros, comнa con ellos, los visitaba en sus casas, los paseaba en coche, ponнa familiarmente el brazo sobre sus hombros.

Al pensar en la posibilidad de este supremo insulto a Tara, su corazуn latiу con tanta fuerza que apenas podнa respirar. Trataba de concentrarse en el problema, de buscarle una salida, pero cada vez que querнa llevar sus pensamientos a tal propуsito nuevas rachas de rabia y de miedo sacudнan todo su ser. Debнa existir alguna soluciуn, debнa existir alguien que tuviese dinero para prestбrselo. El dinero no podнa desvanecerse asн como asн y echar a volar. Alguien habrнa que tuviese dinero. De pronto, recordу las sarcбsticas palabras de Ashley.

—Sуlo hay una persona, Rhett Butler..., que tenga dinero.

Rhett Butler. Entrу en el salуn y cerrу la puerta tras sн. La penumbra de las cerradas persianas y del crepъsculo vespertino la envolviу. A nadie se le ocurrirнa ir a buscarla allн, y necesitaba tiempo para pensar sin que nadie la estorbara. La idea que se le ocurriу era tan sencilla que se admirу de no haber pensado en ello mбs pronto.

—Serб Rhett quien me dй el dinero. Le venderй los pendientes de brillantes. O le pedirй prestado el dinero dejбndole en depуsito los pendientes hasta que pueda devolvйrselo.

Por un momento, su alivio fue tan grande que incluso sintiу una debilidad repentina. Pagarнa los impuestos y se reirнa abiertamente de Jonnas Wilkerson. Pero tras esa feliz idea vino en seguida un pensamiento mбs inexorable.

«Necesito dinero, no sуlo para las contribuciones de este aсo, sino tambiйn para las del aсo prуximo. Para el aсo prуximo y para todo el resto de mi vida. Si pago este aсo, me aumentarбn la cuota el aсo que viene hasta conseguir echarme. Si consigo una buena cosecha de algodуn, la tasarбn de forma que yo no saque nada, o acaso la confisquen inmediatamente diciendo que es algodуn confederado. Los yanquis y esos canallas que estбn con ellos me tienen acorralada contra una pared. Toda mi vida, mientras viva, estarй asustada y tendrй que andar buscando dinero. Y temerй siempre que se salgan con la suya, y ello para ver que mi trabajo no me sirve de nada y que me roban el algodуn... Conseguir ahora trescientos dуlares en prйstamo sуlo servirб para tapar momentбneamente una grieta. Lo que yo quiero es salir de esta situaciуn de una vez y para siempre..., poder acostarme por la noche sin temor a lo que pueda ocurrirme al dнa siguiente, y al mes siguiente, y al aсo siguiente. »

Su mente trabajу febrilmente. De modo frнo y lуgico, una idea se abriу paso en su cerebro. Pensу en Rhett: una hilera de blancos dientes destacбndose en un rostro curtido y moreno, con sardуnicos ojos negros que la miraban siempre acariciadores.

Recordу aquella calurosa noche en Atlanta, casi al finalizar el sitio de la ciudad, cuando Rhett estaba sentado en el pуrtico de la tнa Pitty, medio oculto en las tinieblas veraniegas, y sintiу nuevamente el calor de su mano contra el brazo de ella mientras le decнa: «La deseo mбs de lo que he deseado jamбs a ninguna mujer... y he aguardado mбs tiempo por usted que por ninguna otra mujer. » «Me casarй con йl —resolviу frнamente—. Y asн estarй segura de no tener que preocuparme mбs por cuestiones de dinero. »

ЎOh, quй bendiciуn serнa, mбs dulce que las esperanzas de ganar el Cielo, no tener que inquietarse ya por cosas de dinero, saber que Tara estaba salvada, que la familia se hallaba bien alimentada y vestida, que ya no tendrнa que darse de cabezazos contra un muro!

Se sentнa muy vieja. Los acontecimientos de la tarde la habнan dejado vacнa de toda emociуn. Primero, la inesperada noticia acerca de los impuestos, luego Ashley, y, por ъltimo, su furiosa reacciуn contra Jonnas Wilkerson. No, no quedaba en ella ni una sola emociуn. Si no hubiese agotado toda capacidad de sentir, algo en ella hubiera protestado contra el proyecto que tomaba forma en su mente, porque odiaba a Rhett como no odiaba a nadie en el mundo. Pero era incapaz ya de sentir. Sуlo podнa pensar, y sus pensamientos eran muy prбcticos.

«Le dije unas cosas terribles cuando nos abandonу en la carretera, pero puedo hacer que las olvide —pensу con desdйn, segura todavнa de sus encantos—. Fingirй cuanto sea preciso cuando estй junto a йl. Le harй creer que siempre le he querido, pero que aquella noche estaba trastornada y asustada. ЎOh, los hombres son tan vanidosos que creen todo lo que lisonjea su amor propio...! No debo dejar que se entere de las circunstancias en que nos hallamos, hasta que le tenga seguro. ЎOh, no debe saberlo! Si se entera de nuestra pobreza, comprenderб que es su dinero, y no su persona, lo que me atrae. Despuйs de todo, no es de esperar que lo sepa, porque aъn la tнa Pitty no conoce lo peor. Y, despuйs que me haya casado con йl, tendrб que ayudarnos... No puede dejar morir de hambre a la familia de su mujer. »

ЎSu mujer! ЎLa esposa de Rhett Butler! Cierta repugnancia, sepultada muy en el fondo de su frнo razonamiento, se agitу dйbilmente para aquietarse luego. Recordaba los embarazosos y repulsivos episodios de su luna de miel con Charles, sus manos бvidas, su torpeza, sus incomprensibles emociones... Y Wade Hampton.

«No quiero pensarlo ahora. Ya me preocuparй de ello despuйs de casarme con йl... »

ЎDespuйs de casarse con йl...! Un recuerdo asaltу su memoria. Un escalofrнo recorriу su espina dorsal. Recordу nuevamente aquella noche en el pуrtico de la tнa Pitty, recordу haberle preguntado si aquello era una proposiciуn matrimonial, recordу la odiosa carcajada que soltу Rhett cuando dijo: «Querida, yo no soy de esos hombres que se casan. »

«Supongamos que йl siguiese pensando lo mismo. Supongamos que, a pesar de encantos y artificios, йl rehusase casarse. Supongamos, Ўoh, quй suposiciуn mбs terrible!, supongamos que ya se hubiese olvidado de mн y anduviese tras otra mujer cualquiera... »

«La deseo mбs de lo que he deseado a ninguna otra mujer... »

Las uсas de Scarlett penetraron profundamente en sus palmas. «Si me ha olvidado, yo harй que me recuerde. Harй que me desee otra vez. »



  

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