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CUARTA PARTE 6 страница



«Dentro de un momento voy a echarme a llorar —pensу, en un frenesн de sorpresa y de excitaciуn—. їLloro o no? їQuй parecerнa mбs natural? »

Йl saltу:

—ЎPero, Scarlett! їAcaso quiere decir que usted...?

Y sus manos oprimieron tan fuertemente las de ella, que le hicieron daсo.

Cerrу los ojos con fuerza, tratando de hacer brotar las lбgrimas; pero se acordу de que debнa volver la cabeza un poco para que йl pudiese besarla fбcilmente. Ahora, dentro de un instante, se juntarнan con los suyos los labios de Rhett, esos labios persistentes y duros que recordу de pronto con una avidez que la hizo sentirse dйbil. Pero йl no la besу. La desilusiуn desazonу extraсamente a Scarlett. Abriу los ojos un tanto, mirбndole de reojo. La negra cabeza de Rhett estaba inclinada sobre sus manos. Mientras ella lo miraba, йl le tomу una y la besу, y colocу la otra junto a su mejilla un momento. Este gesto dulce y amoroso, cuando ella esperaba cierta violencia, la sorprendiу. Se preguntaba quй expresiуn tendrнa el rostro de Rhett pero no podнa averiguarlo, porque йl tenнa la cabeza agachada.

Scarlett bajу la vista prontamente por miedo a que Rhett se incorporase y viese la expresiуn de su propia fisonomнa. Sabнa que la sensaciуn de triunfo que la invadнa habнa de delatarla. De un momento a otro, йl le propondrнa matrimonio, o por lo menos dirнa que la amaba, y entonces... Mientras lo contemplaba a travйs del velo de sus pestaсas, йl le volviу la mano con la palma hacia arriba para besarla tambiйn y, de pronto, sofocу una exclamaciуn de asombro. Scarlett se fijу en su propia mano y, por primera vez en un aсo, cayу en la cuenta del aspecto que tenнa. Un terror frнo se apoderу de ella. Era la mano de un extraсo, no la de Scarlett O'Hara, suave, blanca, con hoyitos, una mano de princesa. Esa mano era бspera, estaba quemada por el sol y salpicada de pecas. Las uсas eran irregulares, estaban rotas en algunos dedos, y la palma estaba cubierta de callos. En el pulgar habнa todavнa una ampolla a medio cicatrizar. Otra cicatriz roja, producida por grasa hirviendo el mes anterior, hacнa un efecto desagradable. Ella la mirу con horror y, sin pensar en nada, cerrу el puсo.

Pero йl no levantу aъn la cabeza. La obligу inexorablemente a abrir el puсo y observу su palma. Cogiу la otra mano y las juntу en silencio sin dejar de examinarlas.

—Mнreme —dijo йl al fin, con voz muy queda—. Y no ponga esa expresiуn de niсa candorosa.

Aun en contra de su voluntad, Scarlett se vio obligada a mirarle. Los ojos de ella expresaban desconcierto y desafнo. Los de Rhett brillaban con intensidad bajo las cejas enarcadas.

—Conque han prosperado mucho en Tara, їverdad? Sacaron tanto dinero del algodуn que ahora puede usted ir por ahн de viaje. їQuй labor manual ha estado usted haciendo...? їArando?

Ella tratу de retirar las manos; pero йl las tenнa cogidas fuertemente, pasando sus pulgares sobre las callosidades.

—Йstas no son las manos de una dama —dijo, soltбndolas sobre el regazo de Scarlett.

—ЎOh, cбllese! —exclamу Scarlett, sintiendo un instantбneo e intenso alivio al poder ya hablar sin fingimientos—. їQuй le importa a usted lo que yo haga con mis manos?

«ЎQuй imbйcil soy! —pensу vehementemente—. Debн haber cogido los guantes de tнa Pitty. Pero no me di cuenta de que mis manos estaban tan estropeadas. Y, claro, йl tenнa que advertirlo. Y, ahora me he encolerizado y seguramente lo he echado todo a perder. ЎY que haya sucedido esto cuando estaba ya a punto de declararse! »

—Ciertamente, sus manos nada me importan —dijo Rhett frнamente, recostбndose hacia atrбs en la silla con la mбs indiferente expresiуn en sus facciones.

Iba a ser difнcil tratar con Rhett. Ella tenнa que resignarse sumisamente, le gustase o no, si pretendнa convertir su derrota en victoria. Acaso hablбndole con dulzura...

—Me parece muy poco galante meterse con mis pobres manos. Sуlo porque guiй un coche la semana pasada sin ponerme guantes y se me estropearon...

—їUn coche? ЎUn cuerno! —contestу йl, en el mismo tono tranquilo—. Ha estado usted trabajando con esas manos, y trabajando como un negro. їPor quй lo ha hecho? їPor quй me mintiу diciendo que todo iba muy bien en Tara?

—Mire, Rhett...

—Vamos a ser francos. їCuбl es el verdadero objeto de su visita? Casi lleguй a persuadirme, viendo sus coqueterнas, de que yo le importaba algo y que me compadecнa usted.

—ЎOh, Rhett, me da usted tanta lбstima...!

—ЎQuй le voy a dar lбstima! Por lo que a usted respecta, me pueden colgar mбs alto que un campanario. Eso estб escrito claramente en su cara, lo mismo que la dura faena estб escrita en sus manos. Usted necesita algo de mн, y lo necesita tanto que no ha vacilado en montar una obra teatral. їPor quй no acudiу a mн abiertamente diciйndome de quй se trataba? Hubiera tenido muchas mбs probabilidades de conseguirlo, porque, si hay una virtud que yo aprecie en la mujer, es la franqueza. Pero no; ha tenido usted que venir agitando los pendientes y haciendo pamplinas y gestos como una prostituta con un posible cliente.

No levantу un бpice su voz al decir estas palabras ni las subrayу en nada; pero para Scarlett sonaron como un trallazo y comprendiу con desesperaciуn que ya no le quedaba la menor esperanza de matrimonio. Si Rhett hubiese estallado de cуlera y de vanidad herida y la hubiese insultado, como otros hombres hubieran hecho, ella habrнa podido manejarlo. Pero la tranquilidad de su tono la incapacitaba para pensar en otro camino que tomar. Aunque йl estaba preso y los yanquis estaban en la sala contigua, se le ocurriу sъbitamente que Rhett Butler era un hombre de quien resultaba muy peligroso burlarse.

—Veo que mi memoria se debilita. Debн acordarme de que usted era lo mismo que yo, y que nunca hace nada sin un motivo. Ahora vamos a ver. їQuй planes secretos tenнa usted, seсora Hamilton? їEs posible que estuviese usted tan mal informada que creyese que yo iba a pedirla en matrimonio?

El rostro de Scarlett enrojeciу. Pero no contestу.

—їHa olvidado usted mi repetidнsima afirmaciуn de que yo no soy de los hombres que se casan?

Al no contestar ella, йl le dijo con sъbita violencia:

—їLo ha olvidado usted? ЎContйsteme!

—No lo he olvidado —contestу ella, abrumada.

—ЎQuй espнritu de jugador tiene usted, Scarlett! —exclamу йl con burla—. Especulу con la probabilidad de que mi encarcelamiento, al aislarme de toda compaснa femenina, me afectara de tai modo que morderнa el anzuelo como una trucha se zampa un gusanillo.

«Y eso es lo que hiciste —pensу Scarlett con interior enojo—, y si no hubiese sido por mis manos... »

—En fin; sabemos ya gran parte de la verdad, excepto sus mуviles. A ver si puede usted decirme la verdad de por quй querнa conducirme al matrimonio.

Vibraba ahora en su voz una nota suave, casi compasiva, y ella se rehнzo un poco. Acaso no lo hubiese perdido todo aъn. Por supuesto, se habнan ido al diablo todas las esperanzas de boda; pero, aun en su desesperaciуn, Scarlett se alegraba de ello. Habнa en aquel hombre impasible algo que la asustaba, y ahora la idea de casarse con йl le producнa terror. Pero, si ella era lista y lograba despertar su simpatнa y sus recuerdos, podrнa quizб conseguir un prйstamo. Puso en su rostro una expresiуn infantil y apaciguadora.

—ЎOh, Rhett...! ЎPodrнa usted ayudarme tanto, si fuese bueno!

—No hay nada que me complazca tanto como ser bueno.

—Rhett, en nombre de nuestra antigua amistad, quisiera que me hiciese un favor. —ЎAh! La dama de las manos callosas va a decirnos al fin su verdadero objetivo. Ya me parecнa que eso de visitar a los enfermos y a los prisioneros no era papel adecuado para usted. їQuй necesita? їDinero?

La rudeza de su pregunta eliminaba toda esperanza de preparar el terreno de manera sutil y sentimental.

—No sea usted tan crudo, Rhett —dijo ella en tono conciliatorio—. Sн, necesito algъn dinero. Quisiera que me prestase trescientos dуlares.

—ЎLa verdad al fin! Se habla de amor y se piensa en el dinero. ЎQuй femenino es esto! їDe veras necesita usted mucho ese dinero?

—ЎOh, sн! Es decir, no de un modo terrible; pero me vendrнa muy bien.

—Trescientos dуlares es una gran cantidad hoy en dнa. їPara quй los quiere?

—Para pagar las contribuciones sobre Tara.

—Asн pues, quiere que le preste dinero. Bueno, puesto que habla usted de negocios, yo hablarй tambiйn como hombre de negocios. їQuй garantнa me darб usted?

—їQuй garantнa...?

—Resguardo. Algo en prenda. Como es natural, yo no deseo perder ese dinero.

Su voz era ficticiamente suave, casi melosa; pero ella no lo notу. Acaso se arreglarнan las cosas, despuйs de todo.

—Mis arracadas.

—No me interesan las arracadas.

—Le darй una hipoteca sobre Tara.

—їY quй harнa yo con una finca rъstica?

—Podrнa usted... podrнa..., es una buena plantaciуn. Y nada habrнa de perder usted. Yo le pagarнa con el algodуn del aсo prуximo.

—No estoy muy seguro de ello.

Rhett se recostу hacia atrбs con la silla y metiу las manos en los bolsillos.

—El precio del algodуn baja. Los tiempos son difнciles y el dinero anda escaso.

—ЎOh, Rhett! їPor quй me atormenta usted? ЎUsted que tiene millones!

Sus ojos reflejaron viva malicia al mirarla.

—De modo que todo va muy bien y no necesita mucho el dinero. Bueno, me alegro de saberlo. Es satisfactorio saber que nuestros amigos no carecen de nada.

—ЎOh, Rhett, por amor de Dios...! —comenzу ella a decir con desesperaciуn, perdiendo ya todo dominio de sн misma. —Baje la voz. No querrб usted que los yanquis la oigan, supongo... їNadie le ha dicho que tiene ojos de gato..., de un gato en la oscuridad?

—ЎRhett, por favor! Se lo dirй todo. ЎNecesito tanto ese dinero! Mentн, mentн al decir que todo iba bien. Las cosas no pueden estar peor. Papб estб..., estб..., bueno, no es el mismo. Estб muy raro desde que muriу mamб, y no me puede ayudar en nada. Es como un niсo. ЎY no tenemos un solo peуn para cultivar el algodуn, y somos tantos a comer, trece personas! ЎY los impuestos son tan elevados! Rhett, se lo contarй todo. ЎOh, usted no sabe! ЎNo puede saber! Durante un aсo hemos estado a punto de morirnos de hambre. Nunca tenнamos bastante que comer, y es terrible irse a la cama con hambre y despertarse con hambre. Y carecemos de ropas de abrigo, y las pequeсas estбn siempre enfermas, y...

—їDe dуnde sacу usted ese lindo vestido?

—Lo hice con las cortinas de mi madre —contestу ella, demasiado desesperada ya para ocultar su vergьenza—. Pude aguantar el hambre y el frнo; pero, ahora, los reciйn llegados nos aumentan la contribuciуn. Y hay que pagar el dinero en seguida. Y no tengo mбs que una moneda de oro de cinco dуlares. ЎHe de conseguir el dinero para los impuestos! їNo lo comprende? Si no pago... perdemos Tara, y Ўno podemos perderla! ЎNo puedo dejar que me la quiten!

—їPor quй no me dijo todo esto desde el principia, en vez de jugar con mi susceptible corazуn..., siempre dйbil en lo que concierne a las mujeres bonitas? No, Scarlett, no llore usted. Ha ensayado ya todo menos eso, y no creo poder aguantarlo. Mis sentimientos estбn ya muy heridos al descubrir que era mi dinero y no mi encantadora persona lo que le interesaba a usted.

Recordу ella que Rhett frecuentemente decнa atrevidas verdades sobre sн mismo cuando hablaba con ironнa..., burlбndose de sн mismo tanto como de los demбs. Le mirу. їRealmente habнa herido sus sentimientos? їEstaba realmente enamorado de ella? їHabнa estado Rhett a punto de declararse antes de ver sus manos? їO preparaba solamente la odiosa proposiciуn que ya le habнa hecho dos veces anteriormente? Si en verdad estaba enamorado de ella, podrнa apaciguarlo. Pero sus negros ojos la analizaban de una forma que no era la de un enamorado, mientras se reнa plбcidamente.

—No me satisface su garantнa. No soy plantador. їQuй otra cosa tiene usted que pueda ofrecerme?

Habнa llegado finalmente el momento de la verdad. ЎA por todas! Aspirу una profunda bocanada de aire y le mirу decididamente a los ojos, abandonando toda coqueterнa y toda pretensiуn, ya que su бnimo se disponнa para enfrentarse con lo que mбs temнa.

—Tengo... me tengo a mн misma. —El perfil de su mandнbula se contrajo casi hasta ponerse rнgido y sus ojos se tornaron esmeraldas—. їSe acuerda usted de aquella noche en el pуrtico de la casa de tнa Pitty, durante el sitio? Usted dijo... usted dijo que me deseaba.

Йl se echу hacia atrбs con negligencia y mirу el tenso rostro de Scarlett; pero su morena fisonomнa era inescrutable. Algo pasу por sus ojos, mas nada dijo.

—Usted dijo... usted dijo que jamбs habнa deseado a una mujer como me deseaba a mн. Si todavнa me desea usted, serй suya, Rhett. Harй todo lo que usted me diga; pero, por amor de Dios, Ўescriba una orden de pago por esa suma! Siempre cumplo mi palabra. Le juro que no me volverй atrбs. Le firmarй un documento, si quiere.

Йl la mirу extraсamente, siempre inescrutable. Mientras hablaba, Scarlett no podнa adivinar si su proposiciуn asqueaba o divertнa a Rhett. ЎSi al menos йl dijese algo! Sentнa afluir la sangre a sus mejillas.

—Necesito el dinero muy pronto, Rhett. Si no, nos echarбn a la calle, y ese maldito capataz que tuvo papб serб el amo de aquello y...

—Un instante. їPor quй cree usted que la deseo todavнa? їQuй le hace creer que vale trescientos dуlares? La mayor parte de las mujeres no piden tanto.

Scarlett enrojeciу hasta la raнz de sus cabellos. No podнa humillarse mбs.

—їPor quй hace eso? —prosiguiу Rhett—. їPor quй no abandona la finca y se va a vivir en casa de la seсorita Pittypat? La mitad de la casa es suya.

—ЎPor amor de Dios! —exclamу ella—. їCуmo es usted tan insensato? No puedo permitir que Tara se pierda. Es nuestro hogar. No, no quiero perder Tara. ЎNo, mientras me quede un soplo de vida!

—Los irlandeses —dijo йl poniendo la silla en posiciуn normal y sacбndose las manos de los bolsillos— son la raza mбs especial que hay. ЎPonen todo su interйs en tantas cosas que no valen la pena! La tierra, por ejemplo. Pero Ўsi cada trozo de terreno es igual a otro trozo cualquiera...! Bueno, vamos a aclarar la cuestiуn, Scarlett. Usted viene a mн con una proposiciуn comercial. Yo le doy trescientos dуlares y usted serб mi amante.

—Sн.

Ahora que se habнa pronunciado la repugnante palabra, ella se sintiу mбs aliviada, y su esperanza renaciу. El habнa dicho «yo le doy». Habнa en los ojos de Rhett una reflejo diabуlico, como si algo le divirtiese en extremo.

—Y, sin embargo, cuando yo tuve la desfachatez de hacerle la misma proposiciуn, usted me arrojу de su casa. Y me llamу no sй cuбntas cosas feas, y mencionу, de paso, que no querнa tener «una colecciуn de crios». No, querida, no es que quiera vengarme ahora. Pero es que me admiran las peculiaridades de su modo de pensar. No lo hubiera hecho usted por gusto, pero lo hace para librarse de la miseria. Eso prueba mi tesis de que la virtud es sуlo una cuestiуn de precio.

—ЎOh, Rhett, cuбnto habla usted! Si quiere insultarme, insъlteme; pero dйme el dinero.

Respiraba ya mejor. Siendo Rhett lo que era, querrнa, naturalmente, atormentarla e insultarla todo lo que pudiese, para vengarse de los desprecios pasados y de la reciente tentativa de engaсo. Bueno, podнa aguantarlo. Podнa aguantar cualquier cosa. Tara lo valнa. Por un brevнsimo instante, se vio en pleno verano, bajo el azulado cielo de la tarde, recostada perezosamente sobre la espesa hierba de la pradera de Tara, contemplando cуmo flotaban las nubйculas, con la fragancia de las blancas flores halagбndole el olfato y con el suave zumbido de las abejas en sus oнdos. Toda la quietud de la tarde, sin otro rumor que el producido por el lejano ruido de los carros que volvнan de los rojizos campos. Tara lo valнa todo y mбs aъn.

Su cabeza se irguiу.

—їVa usted a darme ese dinero?

Parecнa como si йl se estuviese divirtiendo. Cuando hablу, habнa en su voz una brutalidad tranquila.

—No, no se lo doy —dijo.

Por un momento, la mente de Scarlett fue incapaz de comprender tales palabras.

—No podrнa dбrselo aunque quisiese. No llevo encima ni un centavo. No tengo ni un dуlar en Atlanta. Poseo algъn dinero, sн; pero no aquн. No digo ni cuбnto ni dуnde. Pero, si tratase de girar una letra, los yanquis saltarнan sobre mн como un pato sobre un insecto, y ni usted ni yo lo cobrarнamos. їQuй le parece?

El rostro de Scarlett se volviу de un tinte verdoso, manchas pecosas aparecieron sobre su nariz, y su deformada boca recordу la de Gerald cuando se enfurecнa. Se puso en pie de un salto, con un grito incoherente que hizo cesar repentinamente el sonido de voces en la habitaciуn contigua. Veloz como una pantera, Rhett estaba ya a su lado, poniendo su pesada mano sobre la boca de ella y agarrбndola fuertemente con el otro brazo por la cintura. Scarlett luchу contra йl como una loca, tratando de morderle la mano, de gritar su rabia, su desesperaciуn, su odio, el tormento de su orgullo humillado. Se doblу y se retorciу contra aquel brazo de hierro, con el corazуn a punto de estallar; el apretado corsй le impedнa casi respirar. El la sujetaba tan estrecha y duramente que le hacнa daсo, y la mano que tapaba su boca oprimнa cruelmente sus mandнbulas. Bajo la tez bronceada por el sol, el rostro de Rhett se habнa quedado pбlido, casi blanco, y sus ojos tenнan una expresiуn dura y ansiosa cuando la levantу completamente, la apretу contra su pecho y se sentу en la silla, sujetбndola sobre sus rodillas a pesar de todos los esfuerzos de Scarlett.

—ЎQuerida, por Dios! ЎCбllese! ЎNo chille! Si la oyen, correrбn todos aquн en seguida. Cбlmese. їQuiere usted que los yanquis la vean asн?

Ya no le importaba quiйn podrнa verla. No le importaba nada, a no ser el feroz deseo de matarlo; pero el aturdimiento se apoderaba de ella. No podнa respirar, йl la asfixiaba, su corsй era como una opresora faja de acero; sentir los brazos de Rhett en derredor de su cuerpo la hacнa agitarse con impotente odio y furia. Muy pronto, la voz de йl pareciу apagarse, y el rostro que se inclinaba sobre el suyo comenzу a girar entre una niebla que la mareaba y que se hacнa mбs densa y mбs densa hasta que ya no pudo verle..., no pudo ver absolutamente nada.

Cuando comenzу a hacer dйbiles gestos al ir recobrando el conocimiento, se sintiу completamente dйbil, agotada, aturdida. Estaba recostada sobre la silla, sin su capota, y Rhett le daba golpecitos en las muсecas mientras sus negros ojos escrutaban ansiosamente su rostro. El capitбn joven y amable trataba de verter una copa de coсac en su boca, y el lнquido le chorreaba por el cuello. Los demбs oficiales se movнan en derredor suyo cuchicheando y agitando las manos.

—їMe... me he desmayado? —dijo. Y su voz le sonaba tan lejana que se asustу.

—Bebe esto —repuso Rhett cogiendo la copa y empujбndola contra sus labios.

Ahora Scarlett lo recordaba ya todo vagamente; le dirigiу una dйbil mirada de odio, pero estaba demasiado exhausta para sentir ira. —Anda, hazlo por mн.

Scarlett se atragantу y tosiу, pero йl le acercу nuevamente la copa a los labios. Scarlett la apurу de un trago, y el caliente lнquido le quemу repentinamente la garganta.

—Creo que ya estб algo mejor ahora, seсores —dijo Rhett—, y les doy a ustedes las gracias. Al saber que me iban a ejecutar, no ha podido soportarlo.

El grupo de uniformes azules moviу los pies y pareciу algo embarazado. Despuйs de emitir varios carraspeos para despejarse la garganta, fueron saliendo. El joven capitбn se detuvo en el quicio de la puerta.

—їPuedo ser ъtil en alguna otra cosa?

—No, muchas gracias.

Saliу, cerrando la puerta tras йl.

—Beba otro sorbo —dijo Rhett.

—No. —Bйbalo.

Tomу otro sorbo, y el calor comenzу a propagarse por todo su cuerpo, y sus temblorosas piernas empezaron a recobrar las fuerzas. Rechazу la copa que Rhett aъn le tendнa y tratу de levantarse; pero йl la empujу hacia atrбs.

—No me toque. Me voy.

—Todavнa no. Aguarde un minuto. Podrнa desmayarse otra vez.

—Prefiero desmayarme por el camino que aquн ante usted.

—No me importa, pero no quiero que se desmaye en la calle.

—Dйjeme. Le detesto.

Una leve sonrisa reapareciу en el rostro de Rhett.

—Eso es ya mбs propio de usted. Es prueba de que se siente mejor.

Permaneciу quieta y tranquila por un momento, tratando de que la cуlera la ayudase, tratando de buscar fuerzas. Pero estaba demasiado fatigada. Demasiado exhausta para odiar o para que nada la preocupase. La derrota pesaba en su бnimo como plomo. Habнa apostado en ese juego todo lo que tenнa, y habнa perdido. Ni siquiera orgullo le quedaba ya. Йste era el final de sus esperanzas. Йste era el final de Tara, el final de todo. Durante largos instantes quedу recostada, con los ojos cerrados, escuchando la ruidosa respiraciуn de Rhett muy cerca de ella, y el efecto del coсac se acentuу gradualmente, proporcionбndole fuerza y calor de un modo artificial. Cuando por fin abriу los ojos y vio su cara casi junto a la suya, la cуlera resurgiу. Y, cuando Scarlett frunciу el ceсo aproximando sus cejas oblicuas, la sempiterna sonrisa burlona de Rhett volviу tambiйn.

—Ahora sн que estб usted mejor. Lo veo por lo furioso de su expresiуn.

—Claro que estoy mejor. Rhett Butler, es usted odioso, la bestia mбs repugnante que he conocido. Sabнa usted muy bien lo que yo iba a decirle tan pronto como empecй a hablar, y sabнa que no iba a darme el dinero. Y, no obstante, me dejу usted continuar. Podнa usted haberme evitado...

—їEvitado que hablase y perderme el oнr todo lo demбs? De ninguna manera. Tengo aquн muy pocas distracciones. No recuerdo haber oнdo nunca nada tan lisonjero para mн.

Se riу con aquella sъbita risa sarcаstica que tenнa a veces. Al escucharla, ella saltу sobre sus pies y agarrу la capota de un tirуn.

Йl la cogiу por los hombros inmediatamente.

—Todavнa no. їSe siente lo suficientemente bien para que hablemos con sentido comъn?

—Dйjeme marchar.

—Estб ya bien, por lo que veo. Ahora dнgame una cosa. їEra yo la ъnica perspectiva que tenнa usted a la vista? Sus ojos eran penetrantes y permanecнan atentos, vigilando todos los movimientos de sus facciones. —їQuй quiere usted decir? —їEra yo el ъnico hombre con quien pensaba usted intentar ese plan?

—їLe importa a usted algo?

—Mбs de lo que se figura. їTiene otros hombres a la vista? ЎDнgame! —No.

—Es increнble. No puedo imaginarla sin cinco o seis mбs en reserva. Seguramente saldrб alguien que acepte su interesante proposiciуn. Estoy tan seguro de ello, que quiero darle un modesto consejo. —No necesito sus consejos.

—No obstante, se lo darй. Consejos son la ъnica cosa que puedo darle por ahora. Escъcheme, porque es un buen consejo. Cuando quiera conseguir algo de un hombre, no se lo espete de pronto, como hizo usted conmigo. Procure ser mбs sutil, mбs seductora. Da mejores resultados. Antes sabнa usted hacerlo a la perfecciуn. Pero ahora, cuando me ofreciу la... la «garantнa» por mi dinero, parecнa un enemigo irreconciliable. He visto ojos como los suyos por encima de una pistola de duelo, a veinte pasos, y no son muy agradables. No despiertan el menor ardor en un pecho masculino. Йsa no es la manera de tratar con los hombres. Estб usted olvidando todo su entrenamiento.

—No necesito que me diga usted cуmo debo comportarme —dijo ella. Y cansadamente se puso el sombrero.

Se admiraba de que йl pudiese bromear tan alegremente teniendo una cuerda casi alrededor del cuello y conociendo ya las patйticas circunstancias en que ella se encontraba. Ni siquiera observу que Rhett habнa hundido los puсos en los bolsillos y los crispaba con rabia ante su propia impotencia.

—Hay que animarse —dijo йl mientras Scarlett se anudaba las cintas de la capota—. Puede usted asistir a la ceremonia cuando me ahorquen, y se sentirб vengada y consolada. Y la compensarй de todas mis deudas con usted... incluso de йsta. La mencionarй en mi testamento.

—Gracias, pero quizб cuando lo ahorquen serб demasiado tarde para pagar la contribuciуn —dijo ella con una malevolencia igual a la suya, sуlo que mбs sincera.

Estaba lloviendo cuando saliу del edificio, y el cielo tenнa un sucio y mate color de esmeril. Los soldados, en la plaza, habнan buscado refugio en sus barracas, y las calles estaban desiertas. No habнa vehнculo alguno a la vista, y Scarlett comprendiу que tendrнa que efectuar a pie el largo trayecto hasta su casa.

El efecto del coсac se disipaba conforme proseguнa su caminata. El frнo viento la hacнa estremecerse y las heladas gotas parecнan penetrar como puntas de agujas en su cara. La lluvia no tardу en calar la fina capa de tнa Pitty, formando espesos pliegues mojados sobre su cuerpo. Sabнa que el vestido de terciopelo iba a quedar hecho un guiсapo y, en cuanto a las plumas de gallo del sombrero, estaban ya tan caнdas y despeinadas como cuando su verdadero propietario las ostentaba en el encharcado gallinero de Tara. Los ladrillos de las aceras estaban rotos o bien habнan desaparecido completamente. En esos trozos, el barro le llegaba hasta el tobillo y los zapatitos de Scarlett se quedaban pegados en йl como sн fuese goma, hasta desprendйrsele de los pies. Y cada vez que se inclinaba para ponйrselos de nuevo el borde de su falda se metнa en el barrizal. Ni siquiera trataba ya de evitar los charcos, sino que pasaba por ellos resignadamente, arrastrando tras ella la pesada falda. Sentнa cуmo el refajo y los largos pantalones, empapados tambiйn, se le agarraban a los tobillos, pero ya no le importaba dejar inservibles las ropas en las que tantas esperanzas habнa cifrado. Estaba helada, descorazonada y desesperada.

їCуmo podнa regresar a Tara y verse con los suyos despuйs de sus optimistas promesas? їCуmo decirles que todos tenнan que irse adonde pudiesen? їCуmo podrнa dejarlo todo, los rojos campos, los altos pinos, las oscuras tierras de fondo pantanoso, el silencioso y pequeсo cementerio en donde yacнa enterrada Ellen a la sombra de los cedros?

El odio que sentнa por Rhett abrasaba su corazуn mientras avanzaba con esfuerzo por el resbaloso camino. ЎQuй ser mбs despreciable era! Esperaba de corazуn que lo ahorcasen, para no tener que encontrarse nunca frente a frente con quien habнa presenciado su vergьenza y su humillaciуn. Claro estб que йl hubiera podido sacar el dinero si hubiese querido. ЎOh, ahorcarlo era poco! Gracias a Dios, no podнa verla ahora, con los vestidos chorreando, el pelo deshecho en mechones y castaсeteando los dientes. ЎQuй horrible debнa de estar, y cуmo se hubiera reнdo йl!

Los negros junto a quienes pasaba le dirigнan insolentes sonrisas y se reнan entre ellos despuйs, mientras ella tropezaba y resbalaba en el lodo, deteniйndose con fatigosa respiraciуn para calzarse nuevamente el zapato. їCуmo osaban reнrse esos negros simios? їCуmo se atrevнan a mirar insolentemente a Scarlett O'Hara, de Tara? Habrнa de vivir lo bastante para verlos azotados hasta que la sangre corriese por sus espaldas. ЎQuй seres absurdos eran los yanquis al dejarlos libres para que tomaran chacota a los blancos!

Conforme descendнa la calle Washington, la perspectiva se hacнa tan desolada como su propio corazуn. Nada habнa en ella de la animaciуn y alegrнa que habнa observado en la calle Peachtree. Muchas bellas casas se levantaban antes en la calle Washington pero pocas estaban reconstruidas ahora. Ahumados cimientos y solitarias chimeneas negras (conocidas por el nombre de «centinelas de Sherman») aparecнan con desoladora frecuencia. Senderos en los que ya crecнa la hierba conducнan a lo que habнan sido magnнficas mansiones, a viejos jardincillos que Scarlett conocнa tan bien, cubiertos ahora de hierbas secas, a peldaсos para subir a los carruajes que ostentaban nombres tan familiares para ella, a postes para atar los caballos que jamбs volverнan a sentir el abrazo de las riendas. Viento frнo y lluvia, barro y бrboles desnudos, silencio y desolaciуn. ЎQuй mojados tenнa ahora ella los pies y quй interminable era el camino hasta su casa!

Oyу un chapoteo de cascos equinos tras ella y se apartу un poco en la estrecha acera para evitar mбs salpicaduras de barro sobre la capa de tнa Pittypat. Un cochecillo de dos asientos tirado por un caballo ascendнa lentamente la calle. Se volviу para mirarlo, resuelta a rogar que la llevasen si la persona que conducнa era blanca. La lluvia le enturbiaba la visiуn cuando el cochecillo la alcanzу, pero observу que el conductor atisbaba por encima de la lona encerada que se extendнa desde el tablero del pescante hasta su barbilla. Habнa algo familiar en esa cara, y, cuando ella se detuvo y avanzу hacia el centro de la calle para verlo de mбs cerca, el hombre tosiу con cierto embarazo y una voz muy conocida exclamу con acento de jъbilo y de asombro: —ЎNo me diga que es la seсora Scarlett!

—ЎOh, seсor Kennedy! —gritу chapoteando al atravesar la calle para apoyarse sobre la enlodada rueda, sin preocuparse ya de lo mucho que se ensuciarнa su capa—. ЎEn mi vida me he alegrado tanto de ver a una persona como a usted ahora!

Йl se ruborizу de placer por la evidente sinceridad de sus palabras, se apresurу a escupir un chorro de jugo de tabaco al otro lado del carruaje y saltу бgilmente al suelo. Estrechу la mano de la joven y, levantando la cubierta de lona, la ayudу a subir al coche.



  

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