Хелпикс

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TERCERA PARTE 9 страница



Rhett hizo doblar al caballo en бngulo recto y al rato se hallaron en una carretera ancha y lisa. Las oscuras formas de las casas se distanciaban mбs cada vez, y el bosque se extendнa como un muro a los lados del camino.

—Ya estamos fuera de la ciudad —dijo Rhett, conciso, aflojando las riendas— y en el camino principal que lleva a Rough and Ready.

—ЎApresъrese! ЎNo se detenga!

—ЎDejemos respirar un poco al animal! —Y luego, volviйndose, a ella, preguntу en voz baja—: їSigue usted resuelta a esa locura, Scarlett?

—їA quй locura?

—A intentar llegar a Tara. Es un suicidio. La caballerнa de Steve Lee y el ejйrcito yanqui estбn entre usted y Tara.

ЎDios! їIrнa йl a negarse a llevarla a Tara despuйs de todo lo sufrido aquel terrible dнa?

—ЎSн, sн! ЎApresъrese, Rhett! El caballo no estб fatigado.

—Espere, espere un momento. No se puede ir a Jonesboro por este camino. Tampoco por la lнnea del ferrocarril. Se ha estado combatiendo todo el dнa arriba y abajo de Rough and Ready. їConoce usted otra carretera, camino o sendero que salga de Rough and Ready o de Jonesboro?

—ЎSн! —exclamу Scarlett, aliviada—. Si podemos llegar hasta Rough and Ready, conozco desde allн un camino de coches que arranca de la carretera de Jonesboro y recprre varios kilуmetros entre los campos. Papб y yo solнamos utilizarlo. Desemboca muy cerca de la finca de los Macintosh, que estб sуlo a kilуmetro y medio de Tara.

—Bien. Entonces acaso pueda usted pasar sin novedad Rough and Ready. El general Steve Lee ha estado todo el dнa cubriendo la retirada. Tal vez los yanquis no estйn allн aъn. Quizб pueda usted llegar si los soldados de Lee no le quitan el caballo. —їLlegar... yo?

—Sн, usted —dijo Rhett, con voz бspera. —Pero, Rhett... їNo nos lleva... usted? —No. Yo los dejo aquн.

Ella dirigiу en torno una mirada enloquecida. Vio el cielo lнvido que se elevaba sobre ellos, los negros бrboles que los encerraban, por ambos lados, como entre los muros de una prisiуn, las asustadas figuras que iban en el asiento trasero... y al fin le mirу a йl. їSe habrнa vuelto loca? їHabrнa oнdo mal?

Rhett sonreнa. Ella podнa ver sus blancos dientes brillando a la dйbil luz y en sus ojos la antigua expresiуn burlona. —їQue nos deja? Y їadonde se va? —Me voy, hija mнa, a unirme al Ejйrcito.

Ella suspirу, con irritaciуn y alivio. їPor quй elegirнa Rhett semejante momento para bromear? ЎAl Ejйrcito! ЎDespuйs de cuanto habнa dicho sobre los necios que se lanzaban a perder la vida arrastrados por el son del tambor y las buenas palabras de los oradores, sobre aquellos necios que corrнan a la muerte mientras los hombres sensatos podнan ganar dinero!

—ЎLo estrangularнa por el susto que me ha dado! ЎAnde, vamos! —No bromeo, querida. Y siento que no acoja usted con alborozo mi heroico sacrificio. їQuй ha sido de su patriotismo, de su amor a nuestra Gloriosa Causa? En este momento, lo oportuno serнa decirme que debo volver con mi escudo o encima de йl. Pero dйmonos prisa, porque necesito tiempo para dirigirle un elocuente discurso antes de irme a la guerra.

La voz melosa sonaba irуnica en sus oнdos. Se burlaba de ella y, ademбs, se burlaba de sн mismo. ЎHablaba de patriotismo, de escudos, de discursos elocuentes! No era posible que pensase hacer lo que decнa. Era imposible que hablase con tanta naturalidad de abandonarla allн, en aquel camino oscuro, con una mujer que acaso estuviera moribunda, con un reciйn nacido, una estъpida muchacha negra y un niсo asustado, dejбndola marchar a lo largo de kilуmetros y kilуmetros de campos de batalla, con rezagados y yanquis y fuego, y Dios sabнa quй mбs.

Una vez, a los seis aсos, Scarlett se habнa caнdo de un бrbol, desplomбndose sobre el estуmago. Recordaba muy bien el terrible intervalo que pasу antes de que su cuerpo recobrase la respiraciуn. Ahora, mientras miraba a Rhett, se sintiу, como entonces, anonadada, sin aliento, con una espantosa nбusea.

—ЎBromea usted, Rhett!

Asiу su brazo. Sintiу caer en su muсeca las lбgrimas que el terror arrancaba a sus ojos. Rhett tomу la mano de Scarlett y la besу jovial.

—Egoнsta hasta el fin, їeh, querida? Pensando sуlo en salvar su piel y no en la heroica Confederaciуn. ЎPero figъrese cуmo se elevarб la moral de nuestras tropas al verme aparecer entre ellas a ъltima hora! —Y su voz sonaba con maliciosa ternura.

—ЎRhett! —suplicу ella—. їCуmo puede hacer esto conmigo? їPor quй me abandona?

—їPor quй? —riу йl, siempre jovial—. Acaso por ese fondo de sentimentalismo que anida en el alma de todos nosotros, los meridionales. Acaso..., acaso porque me siento avergonzado... їQuiйn sabe?

—їAvergonzado? ЎDejarnos aquн solas y desamparadas, eso sн que deberнa hacerle morir de vergьenza...!

—ЎQuerida Scarlett! No estб usted desamparada. Una persona tan egoнsta y resuelta como usted no estб desamparada nunca. Si llega a hallarse entre los yanquis, ellos serбn quienes necesiten ayuda contra usted.

Saltу repentinamente del coche y ante la mirada atуnita de ella, dio la vuelta al vehнculo y se acercу a su lado.

—Apйese —ordenу.

Scarlett lo mirу. El la cogiу por debajo de los brazos resueltamente y la puso en tierra, a su lado. Asiйndola con fuerza, la hizo apartarse varios pasos del coche. El polvo y los pedruscos llenaron las zapatillas de Scarlett, lastimando sus pies. La oscuridad, quieta y cбlida, la envolvнa como en un sueсo.

—No le pido que me comprenda ni me perdone. Me tiene sin cuidado, puesto que yo mismo no me perdonarй nunca esta estupidez. Me indigno contra mн mismo al pensar que aъn resta tanto quijotismo en mн. Pero nuestro hermoso Sur necesita de todos sus hombres. їNo dijo lo mismo nuestro valiente gobernador Brown? Sea como fuere, me voy a la guerra.

Y rompiу a reнr, con una risa fresca y sonora que despertу los ecos de los oscuros bosques.

—«No pude amarte, querida, mбs de cuanto amй al honor. » Linda frase, їverdad? Seguramente bastante mejor que cuanto pudiera ocurrнrseme a mн en estos momentos. Porque yo la amo, Scarlett, a pesar de todo lo que le dije en la terraza aquella noche, el mes pasado.

Su acento era acariciador, y sus manos, cбlidas y fuertes, se deslizaban por los desnudos brazos de Scarlett.

—La amo, Scarlett, porque ambos nos parecemos mucho. Somos,, querida, unos renegados y unos picaros egoнstas. A ninguno de ambos nos importa un comino que el mundo entero se vaya al diablo, siempre que nosotros quedemos salvos y cуmodos.

Ella oнa su voz en la oscuridad, pero sin comprender bien el sentido de lo que decнa. Su mente procuraba esforzarse en admitir la dura verdad de que йl iba a dejarla allн, sola, cerca de los yanquis. Pensу: «Me deja, me deja»; pero no se sintiу trastornada.

Entonces los brazos de йl rodearon sus hombros y su cintura y ella sintiу el contacto de sus mъsculos robustos y la presiуn de los botones de la chaqueta de Rhett contra su pecho. Una cбlida oleada de sentimiento, miedo y estupor descendiу sobre ella, abstrayendo su mente del lugar, la ocasiуn y las circunstancias. Sintiуse dйbil como una muсeca rota. ЎY eran tan agradables los brazos de Rhett!

—їNo ha rectificado usted a propуsito de lo que le dije el mes pasado? No hay nada como el peligro y la muerte para prestar a estas cosas un estнmulo mбs. Sea patriota, Scarlett, y piense que puede hacer que un soldado vaya a la muerte colmado de dulces memorias.

Su bigote cosquilleaba la boca de Scarlett mientras la besaba lentamente, como si sus labios cбlidos tuviesen toda la noche para acariciarla. Charles no la habнa besado nunca asн. Tampoco los besos de los Tarleton ni los Calvert le habнan producido esta sensaciуn de calor y de frнo, estos temblores de ahora... Rhett inclinу hacia atrбs el busto de Scarlett y sus labios descendieron hasta la garganta y luego hasta donde un broche cerraba su corpino. —ЎQuerida! —murmurу—. ЎQuerida!

Scarlett distinguiу en la oscuridad la silueta del coche y oyу la voz temblorosa de Wade.

—ЎMamб! ЎWade tiene miedo!

La frнa razуn volviу bruscamente a su mente vacilante y oscurecida y recordу lo que habнa olvidado por un momento: que estaba asustada, que Rhett la iba a abandonar. Sн: aquel maldito desvergonzado la abandonaba. Y, para colmo, tenнa la impudicia de hacerla apartarse a un lado del camino e injuriarla con sus infames proposiciones. La rabia y el odio la inundaron. Con un fuerte tirуn se desprendiу de sus brazos. —ЎDesvergonzado! —gritу. Y tratу de recordar los mбs groseros insultos que Gerald dirigнa a Lincoln, a los Macintosh y a los mulos tercos, pero las palabras oportunas no acudнan a su cerebro—. ЎAbyecto, cobarde, canalla!

Y como no lograba hallar otras palabras mбs insultantes, alzу la mano y le abofeteу con todas sus fuerzas. Йl retrocediу un paso y se llevу la mano a la cara.

—ЎAh! —exclamу quedamente.

Por un momento permanecieron mirбndose en la oscuridad. Scarlett oyу la pesada respiraciуn de Rhett y la suya propia, jadeante como despuйs de una carrera.

—ЎLa gente tiene razуn, mucha razуn! ЎNo es usted un caballero!

—ЎQuй inoportuna es usted, querida! —repuso йl.

Scarlett comprendiу que se reнa, y tal idea la enfureciу mбs.

—ЎVayase! ЎVayase ahora mismo! ЎMбrchese en el acto! Y no quiero volver a verle nunca mбs. ЎOjalб lo alcance una bala de caсуn y le vuele en mil pedazos! Yo...

—No hace falta que siga. Imagino lo que pretende decirme. Cuando yo haya, muerto en aras de la patria, espero que le remuerda su conciencia.

Scarlett le oyу reнr mientras йl se daba la vuelta y se dirigнa al coche. Cuando volviу a oнr su voz, era cortйs y respetuosa, como siempre que se dirigнa a Melanie.

—Seсora Wilkes...

La asustada voz de Prissy contestу desde el coche:

—ЎDios mнo, capitбn Butler! La seсorita Melanie se ha caнdo atrбs en el asiento y se ha desmayado.

—їNo estб muerta? їRespira?

—Sн, seсor. Respira.

—Mejor asн. Si estuviera consciente, dudo de que sobreviviera a tanta congoja. Cuнdala, Prissy. Toma este dinero para ti y procura no ser mбs tonta de lo que ya eres.

—Sн, seсor. Gracias.

—Adiуs, Scarlett.

Ella se dio cuenta de que Rhett se volvнa y la miraba, pero permaneciу silenciosa. El odio le impedнa proferir una palabra. Oyу sus pasos sobre los guijarros del camino y vio por un momento sus anchos hombros destacados en la oscuridad. Luego desapareciу. Oyу aъn sus pisadas durante un rato y despuйs se desvanecieron en las tinieblas. Volviу lentamente al coche, con las piernas temblorosas.

їPor quй se habнa ido, por quй desaparecнa en las sombras, camino de la guerra, por servir a una causa perdida, en un mundo desquiciado? їPor quй hacнa aquello Rhett, el Rhett que amaba el placer, las mujeres y los licores, las buenas comidas y los blancos lechos, las ropas de fino hilo y los buenos zapatos, el hombre que detestaba al Sur y ridiculizaba a los necios que se batнan por йl? Y he aquн que ahora sus botas de charol le conducнan hacia un бspero camino en el que el hombre corrнa con incansable paso y en el que la fatiga, las heridas y la angustia pululaban como lobos aullantes... Y al fin de aquel camino estaba la muerte. Rhett no necesitaba haberlo seguido. Era rico, vivнa bien, estaba seguro. Pero se habнa ido, dejбndola sola en una noche negra como la misma ceguera, con el ejйrcito yanqui entre ella y su casa. Recordу todos los insultos que hubiera querido dirigirle, pero ya era tarde. Apoyу la cabeza en el inclinado cuello del caballo y rompiу a llorar.

El brillante resplandor de la maсana, filtrбndose a travйs de las frondas de los бrboles, despertу a Scarlett. Durante un momento, entumecida por la violenta postura en que habнa dormido, no pudo recordar dуnde estaba. El sol le cegaba los ojos, las duras tablas del coche le lastimaban todo el cuerpo y sentнa un gran peso en las piernas. Procurу incorporarse y advirtiу que lo que pesaba tanto era Wade, que habнa dormido con la cabeza apoyada en sus rodillas. Los pies descalzos de Melanie le tocaban casi la cara y Prissy estaba enroscada bajo el asiento del vehнculo, como un gato negro, con el bebй entre ella y el cuerpo de Wade.

Entonces lo recordу todo. Se sentу y mirу, inquieta, a su alrededor. ЎNingъn yanqui a la vista, gracias a Dios! Su escondrijo no habнa sido descubierto durante la noche. Ahora lo recordaba todo: el viaje de pesadilla desde que se apagaron los pasos de Rhett, la interminable noche, el camino oscuro, lleno de baches y piedras, a lo largo del cual avanzaron entre tumbos; las profundas cunetas en que el coche se deslizaba y la energнa, hija del temor, con que Prissy y ella hubieron de empujar las ruedas para sacarlo de ellas. Recordу, estremeciйndose profundamente, las varias veces que habнa tenido que conducir el caballo, que se resistнa a avanzar, a travйs de campos y bosques, cuando sentнan aproximarse soldados e ignoraban si eran amigos o enemigos. Y recordу tambiйn los momentos de angustia cada vez que una tos, un hipo o un lamento del sollozante Wade podнa delatar su presencia a los hombres que se cruzaban con ellos.

ЎOh, aquel camino negro en el que los hombres parecнan fantasmas, en el que las voces se apagaban y sуlo se percibнan sordas pisadas sobre la capa de polvo del suelo, el dйbil sonar de las bridas agitadas y el crujido de las correas de los atalajes! ЎY aquel terrible momento en que el caballo, extenuado, se negу a seguir y la caballerнa y los caсones de pequeсo calibre pasaban, estrepitosos, a su lado, en la oscuridad, mientras ellas contenнan la respiraciуn, sintiendo a los soldados tan cerca que casi los podнan tocar, percibiendo el olor a sudor de sus cuerpos!

Cuando, por fin, llegaron a las cercanнas de Rough and Ready, algunos aislados fuegos de campamento indicaban el sitio donde la retaguardia de Lee esperaba уrdenes para replegarse. Allн dieron un rodeo, cruzando casi dos kilуmetros de campo labrado, hasta que el resplandor de las hogueras se diluyу a sus espaldas. Entonces, Scarlett perdiу el camino en la oscuridad y rompiу a llorar al no hallar la senda de carros que tan bien conocнa. Cuando al fin la encontrу, el caballo cayу en uno de sus profundos surcos y se negу a levantarse por mucho que ella y Prissy tiraron de las riendas.

Tuvo que desengancharlo y luego, extenuada de fatiga, se retirу al coche para extender las doloridas piernas. Recordaba, como algo muy lejano, la dйbil voz de Melanie, una vocecita que suplicaba, antes de quedarse dormida.

—Scarlett, їno hay un poco de agua?

Y ella habнa contestado, durmiйndose antes de que las palabras acabasen de brotar de su boca: —No, no la hay.

Ahora era ya de dнa y el campo, tranquilo y sereno, verde y dorado, brillaba bajo el sol naciente. No se veнan soldados. Estaba hambrienta y sedienta, dolorida, acalambrada y, sobre todo, maravillada de que ella, Scarlett O'Hara, que nunca podнa dormir sino entre sбbanas de hilo y sobre suaves colchones de pluma, hubiese descansado hoy, como una labriega, sobre unas duras tablas.

Sus ojos, medio cegados por el sol deslumbrante, se fijaron en Melanie. La angustia le cortу la respiraciуn. Melanie, pбlida e inmуvil, parecнa muerta. Sн: muerta. Como una de esas ancianas cuyo rostro muestra al morir las huellas de largos sufrimientos y aparece encuadrado por una masa de cabellos revueltos. Pero Scarlett se sintiу aliviada al observar que el pecho de Melanie palpitaba, aunque dйbilmente. Su cuсada, pues, habнa sobrevivido a la terrible noche.

Se puso la mano sobre los ojos, como una visera, y mirу en torno. Vio que habнan pasado la noche bajo los бrboles, en el jardнn de una hacienda. Una senda enarenada y cubierta de gravilla se extendнa ante sus ojos, describiendo caprichosos recodos bajo una doble hilera de cedros.

«ЎEstamos en Mallory! », pensу. Y su corazуn saltу jubiloso ante la idea de que iban a encontrar amigos y ayuda. Pero un silencio de muerte dominaba la plantaciуn. Cascos de caballos, ruedas y pies habнan pisoteado el suelo de un lado a otro, aplastando la hierba y tronchando los matorrales. Mirу la casa. En vez de los blancos muros que tan bien conocнa, sуlo distinguiу un rectбngulo prolongado de cimientos de ennegrecido granito y dos altas chimeneas que levantaban sus ladrillos ahumados entre las hojas calcinadas de los бrboles inmуviles. Exhalу un profundo y doliente suspiro. їEncontrarнa Tara asн, arrasada hasta los cimientos, silenciosa como la muerte?

«Ahora no debo pensar en esto —se dijo precipitadamente—. Debo evitar estas ideas. Si lo pienso otra vez, se me caerб el alma a los pies. » Pero, a su pesar, el corazуn le palpitaba aceleradamente y cada uno de sus latidos parecнa gritar: «ЎA casa! ЎDe prisa! » ЎA casa! ЎDe prisa! Debнan marchar en seguida camino de Tara. Pero antes urguнa encontrar alimento y sobre todo agua, agua... Sacudiу a Prissy para despertarla. Prissy girу los ojos de un lado a otro y la mirу.

—ЎDios mнo, seсora! ЎYo que no pensaba despertar hasta hallarnos en la Tierra de Promisiуn!

—Aъn nos queda un buen trecho para llegar... —contestу Scarlett, mientras se esforzaba en alisar sus desgreсados cabellos.

Tenнa la cara hъmeda y todo el cuerpo empapado en sudor. Se sentнa sucia, llena de polvo, desaliсada. Casi temнa oler mal. Sus ropas estaban arrugadas, por haber dormido con ellas puestas. Jamбs habнa sentido mбs cansancio y disgusto en su vida. Los mъsculos, cuya existencia nunca notara antes, le dolнan por los insуlitos esfuerzos de la noche anterior, y cada movimiento le causaba una aguda sensaciуn de dolor.

Mirу a Melanie y vio que tenнa abiertos ya los ojos oscuros. Eran unos ojos de enferma, brillantes de fiebre, con grandes y profundos surcos en torno. Melanie abriу sus pбlidos y resecos labios y murmurу, lastimeramente:

—ЎAgua!

—Prissy —ordenу Scarlett—, levбntate, vete a la fuente y trae un poco de agua.

—ЎPero, seсora Scarlett...! їNo sabe que debe haber fantasmas por ahн? Figъrese que haya alguno y...

—ЎYo sн que te convertirй en fantasma a ti como no te apees! —dijo Scarlett, que no tenнa gana alguna de emprender semejante conversaciуn, saltando al suelo, medio derrengada.

Entonces se acordу del caballo. їQuй pasarнa, Dios mнo, si habнa muerto durante la noche? Cuando lo desenganchу parecнa a punto de expirar. Dio presurosamente la vuelta al vehнculo y vio al animal tendido de lado. Si ya no vivнa, era cosa de maldecir a Dios y morir ella tambiйn. Habнa alguien en la Biblia que habнa hecho lo mismo. Maldecir a Dios y morir. Ella comprendнa ahora lo que debiу experimentar el personaje bнblico. Pero el caballo vivнa aъn, respirando fatigosamente, con sus ojos dolientes medio cerrados. ЎPero vivнa! Un poco de agua le devolverнa los бnimos.

Prissy, de mala gana, saliу del coche y siguiу a Scarlett por la avenida, entre gemidos y lamentos. Detrбs de las ruinas se veнan las encaladas barracas de los negros, silenciosas y desiertas bajo los бrboles que las sombreaban. Entre los barracones y las ennegrecidas ruinas estaba el pozo. El cubo, atado a la cuerda, se hallaba en el fondo. Entre ambas lo izaron tirando de la cuerda, y cuando el cubo de agua frнa surgiу de la oscura profundidad, Scarlett sumergiу ansiosamente los labios en йl y bebiу con gran estrйpito, salpicбndose de agua todo el vestido.

Bebiу hasta que una impaciente exclamaciуn de Prissy le recordу las necesidades de los demбs.

—ЎYo tambiйn tengo sed, seсora!

—Desata la cuerda, lleva el cubo al coche, da de beber a todos y lo que sobre poniу al caballo. їCrees que la seсora Melanie podrб dar de mamar al niсo? Debe de estar hambriento...

—Seсora Scarlett, la seсora Melanie no tiene leche... y no la tendrб ya.

—їCуmo lo sabes?

—Porque he visto muchas en su caso.

—Basta de historias. Tambiйn ayer sabнas todo lo necesario sobre cуmo ayudar a nacer un niсo. Vamos, date prisa mientras yo procuro buscar algo de comer por aquн cerca.

Las pesquisas de Scarlett fueron inъtiles al principio. Al cabo, hallу en el huerto algunas manzanas. Los soldados habнan estado allн antes que ella y no habнan dejado ninguna en los бrboles. Las que encontrу estaban caнdas en el suelo y podridas casi del todo. Llenу su falda con las mejores que pudo hallar y volviу al coche pisando la tierra blanca y llenбndose las zapatillas de piedrecitas. їCуmo no se le habнa ocurrido ponerse zapatos la noche anterior? їPor quй no habнa cogido su sombrero de paja y algo que comer? Se habнa comportado como una necia. Pero como suponнa que Rhett se encargarнa de llevarlos...

ЎRhett! Tan mal efecto le causaba aquel nombre que escupiу en el suelo con asco. ЎCуmo le detestaba! ЎQuй despreciable habнa sido su comportamiento! Y ella habнa estado a solas con йl en el camino, y se habнa dejado besar... y casi le agradу. Habнa estado loca la noche anterior. Y йl era un ser abyecto.

Ya en el coche repartiу las manzanas y colocу el resto en la trasera. El caballo se habнa incorporado, aunque no parecнa que el agua le aliviase mucho. A la luz del dнa, su precario estado era mбs evidente que en la noche anterior. Los huesos de las ancas le sobresalнan como los de una vaca vieja, las costillas se le marcaban como las ranuras de una tabla de lavar y su lomo era un conjunto de mataduras. Mientras lo enganchaban, se estremecнa al tocarlo. Cuando fue a ponerle el bocado, observу que carecнa prбcticamente de dientes. ЎEra tan viejo como el mundo! Ya que Rhett habнa robado un caballo, їpor quй no robarнa uno mejor?

Subiу al pescante e instigу al animal, que se puso en marcha, jadeante, andando tan despacio que Scarlett, una vez en el camino, observу que ella, a pie, hubiera adelantado mбs. ЎSi no llevase con ella a Melanie, a los dos niсos, y a Prissy! ЎQuй pronto habrнa llegado a casa cubriendo a la carrera la distancia que la separaba de Tara, de su madre...! No habrнa hasta Tara mбs de veinte kilуmetros, pero el paso del viejo matalуn tardarнan todo el dнa, pues tendrнan que pararse a menudo para que el animal descansara. ЎTodo el dнa! Contemplу el camino rojizo, surcado por profundas seсales allн donde las ruedas de los caсones o las ambulancias lo habнan recorrido. Pasarнan horas antes de saber si Tara existнa y si Ellen estaba allн. ЎHoras antes de concluir aquel interminable y horrible viaje bajo el ardoroso sol de septiembre! Se volviу a mirar a Melanie, que estaba recostada en el asiento, con los ojos entornados para protegerse del sol. Desanudбndose el sombrero, lo tendiу a Prissy.

—Pуnselo sobre la cara. Le librarб los ojos del sol. —Luego, al sentir cуmo la luz ardiente herнa su destocada cabeza, pensу: «Antes de que acabe el dнa tendrй mбs pecas que un huevo de perdiz. »

Jamбs en su vida habнa estado expuesta al sol sin velo o sombrero, ni habнa empuсado unas riendas sin guantes que protegieran la blanca piel de sus finas manos. Y hoy se encontraba soportando el sol en un destartalado carruaje, con un caballo medio muerto, sucia, sudorosa, hambrienta, desamparada, impotente para hacer otra cosa que caminar a paso de tortuga por un camino desierto. ЎY pensar que pocas semanas antes habнa estado segura y tranquila! ЎHacнa tan poco tiempo que todos creнan que Atlanta no caerнa y Georgia no serнa tomada! Pero la nubйcula que surgiera en el noroeste cuatro meses antes se habнa convertido en una impetuosa tempestad y luego en un huracбn desatado que habнa barrido todo su mundo y destruido toda su serena vida, arrojбndola en medio de esta silenciosa y fantasmal desolaciуn.

їExistirнa Tara aъn? їO tambiйn se la habнa llevado el viento que asolaba Georgia?

Fustigу el caballo, procurando estimularle. Las ruedas se bamboleaban, como ebrias, sobre el camino. La muerte flotaba en el aire. Bajo los ъltimos rayos del sol crepuscular, los tan conocidos campos y arboledas aparecнan verdes y silenciosos, con una quietud sobrenatural que impresionу y colmу de terror el corazуn de Scarlett. Cada casa vacнa y arruinada que dejaban atrбs, cada angosta chimenea que se levantaba como un centinela sobre ruinas ennegrecidas por el humo, la asustaban mбs. Desde la noche anterior no habнan visto hombre ni animal alguno. Sн hombres y caballos muertos, y tambiйn cadбveres de muнas que yacнan en el camino, hinchados, cubiertos de moscas; pero ni un ser vivo. Ni lejanos mugidos de ganado, ni cantos de aves, ni un soplo de viento entre los бrboles. Sуlo el cansino rumor del pisar del caballo y los dйbiles sollozos del niсo de Melanie rompнan el silencio que los rodeaba.

Todo el campo yacнa como bajo un maleficio. O algo peor, pensaba con un escalofrнo, como el amado y familiar rostro de una madre, quieto y hermoso tras las agonнas de la muerte. Los antes familiares bosques le parecнan ahora llenos de espectros. Habнan muerto millares de hombres luchando junto a Jonesboro. Y sin duda vagaban ahora por aquellos bosques embrujados sobre los que brillaba el oblicuo sol de la tarde a travйs de las frondas inmуviles. Todos ellos, amigos y enemigos, la miraban pasar en su coche desvencijado, con sus ojos vidriosos, helados, horribles, ciegos por la sangre y el polvo rojizo.

—ЎMamб, mamб! —susurrу. ЎSi siquiera pudiese llegar hasta Ellen! ЎSi, por un milagro divino, Tara estuviese en pie y ella pudiese subir la avenida de бrboles, entrar en la casa y ver el amoroso y bello rostro de su madre, sentir una vez mбs sus manos dulces y expertas, que alejaban de ella todos los temores, asir sus faldas y sepultar en ellas el rostro! Ellen sabrнa lo que convenнa hacer. No dejarнa morir a Melanie ni a su hijo. Expulsarнa todos los miedos y a todos los fantasmas con su tranquilo «ЎChist, chist! ». Pero Ellen estaba enferma, acaso moribunda...

Scarlett volviу a fustigar la cansada grupa del caballo. ЎTenнan que apresurarse! Habнan avanzado por el interminable camino durante todo el ardoroso dнa. Pronto serнa de noche y se hallarнan solas en aquella mortal desolaciуn. Apretу mбs las riendas en sus manos desolladas y las sacudiу con fuerza sobre el lomo del animal, aunque los brazos doloridos parecнan quemarle.

ЎSi pudiese alcanzar los brazos amorosos de Tara y de Ellen y depositar en ellos sus cargas, tan pesadas para sus hombros juveniles: aquella mujer moribunda, aquel reciйn nacido, su hijo hambriento, la negra aterrorizada, todos los que buscaban en ella fuerza y apoyo, todos los que confiaban en un valor que no poseнa, en una fuerza que hacнa tiempo que le faltaba!

El exhausto caballo ya no respondнa al lбtigo ni a las riendas, y avanzaba vacilante, tropezando con los guijarros del camino e inclinбndose como a punto de caer sobre sus rodillas. Mas al llegar el ocaso alcanzaron el tramo final y salieron a la carretera. Sуlo faltaba poco mбs de un kilуmetro hasta Tara.

Allн empezaba el seto de naranjos que indicaba el principio de la finca de los Macintosh. Poco despuйs, Scarlett tirу de las riendas ante la avenida de robles que llevaba del camino a la casa del viejo Angus Macintosh. Sus ojos escrutaron las sombras, bajo la doble hilera de aсosos бrboles. Todo oscuro. Ni una luz en la casa o en los barracones. Aguzando los ojos en las tinieblas, distinguiу una repeticiуn del espectбculo que le era familiar aquel dнa: dos altas chimeneas como gigantescos obeliscos en una tumba, irguiйndose sobre el arruinado segundo piso y ventanas destrozadas que perforaban los muros como ojos apagados o ciegos.

—ЎAh de la casa! —gritу con todas sus fuerzas—. ЎAh de la casa! Prissy se asiу a ella con aterrado frenesн y Scarlett se volviу y le vio girar los ojos locamente.

—ЎVamonos, seсora! —balbuceу con voz temblorosa—. ЎVamonos! ЎAhн no debe haber nadie que pueda contestar!

«ЎDios mнo! —pensу Scarlett con un escalofrнo que le recorriу todo el cuerpo—. ЎDios mнo! ЎTiene razуn! ЎCualquiera sabe lo que puede salir de aquн! »

Agitу las riendas y acuciу al caballo. El aspecto de la casa de los Macintosh habнa apagado en su alma la ъltima lucecita de esperanza. La casa estaba quemada, desierta y en ruinas, como todas las plantaciones ante las que habнan pasado durante el dнa. Tara estaba sуlo a ochocientos metros, en el mismo camino, sobre la ruta del ejйrcito, ЎTara, pues, debнa hallarse tambiйn arrasada! Sуlo encontrarнan ladrillos ennegrecidos, la luz de las estrellas brillando entre los muros sin techumbre... Ellen, Gerald, y las niсas, y Mamita, y los negros habrнan partido Dios sabнa adonde, y sуlo hallarнan aquella ominosa quietud envolviйndolo todo.

їPor quй habнa emprendido aquella huida alocada, contraria a todo sentido comъn, conduciendo a Melanie y a su hijo? Mejor les hubiera sido morir en Atlanta que ir a morir entre las silenciosas ruinas de Tara, luego de ser torturados por aquel dнa de sol ardiente en el desvencijado vehнculo.

Pero Ashley le habнa confiado el cuidado de Melanie. «Cuнdala... » ЎOh, el dнa bello y conmovedor en que йl se habнa despedido de ella, besбndola antes de partir para siempre! «Cuidarбs de Melanie, їverdad? ЎPromйtemelo! » Y ella lo habнa prometido. їPor quй habнa hecho semejante promesa, que ahora que Ashley habнa muerto la ataba mбs aъn? Y en medio de su abatimiento odiaba a Melanie y los dйbiles gemidos del reciйn nacido, cada vez mбs apagados, que rompнan el silencio.

Pero lo habнa prometido, y ahora aquellos dos seres eran tan suyos como Wade y Prissy, y tenнa que luchar y esforzarse por ellos mientras le quedasen alientos y fuerzas. Podнa haberlos dejado en Atlanta, instalado a Melanie en el hospital y partido sola. Pero, de hacerlo asн, nunca mбs hubiera osado mirar a Ashley a la cara, ni en este mundo ni en el otro, para decirle que habнa abandonado a su hijo y a su mujer, dejбndolos que muriesen entre desconocidos.



  

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