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SEGUNDA PARTE 12 страница



Era de Mose, el criado de Ashley, e iba dirigido a Melanie.

«He buscado por todas partes y no le encuentro. їDebo volver a casa? »

Ninguna sabнa concretamente lo que aquello significaba, pero las tres mujeres se miraron con ojos dilatados por el terror, y Scarlett olvidу todos sus propуsitos de marcha. Sin terminar el desayuno se hicieron conducir en coche al centro de la ciudad para telegrafiar al coronel de Ashley. Pero cuando llegaron a la oficina encontraron un telegrama para Melanie.

«Siento informar a usted que el capitбn Wilkes ha desaparecido hace tres dнas durante una misiуn de reconocimiento. La tendrй al corriente. »

El regreso a casa fue lъgubre. Tнa Pittypat lloraba tapбndose la cara con el paсuelo; Melanie permanecнa pбlida y rнgida. Scarlett, en un rincуn del carruaje, se mantenнa muda y concentrada en sн misma. Ya en casa, Scarlett subiу, tambaleante, las escaleras y, tomando su rosario, que estaba encima de la mesa, se arrodillу y tratу de rezar. Pero las plegarias no acudнan a sus labios. Y sobre su espanto infinito descendнa una cierta sensaciуn de que Dios habнa apartado su faz de ella en castigo de su pecado. Habнa amado a un hombre que era esposo de otra" e intentado arrebatбrselo, y Dios la habнa castigado haciйndolo morir. Querнa rezar, sн, pero no podнa levantar los ojos al cielo. Querнa llorar, pero las lбgrimas no afluнan a sus ojos; inundaban su pecho, impetuosas y cбlidas, y le abrasaban las entraсas, pero no afluнan.

Se abriу la puerta y Melanie entrу. Su ovalado rostro parecнa un corazуn recortado en papel blanco entre el marco de sus cabellos negros. Tenнa los ojos desmesuradamente abiertos, como los de una niсa asustada perdida en la oscuridad.

—Scarlett —dijo, tendiйndole las manos—, perdуname lo que te dije, porque... porque tъ eres todo lo que me queda en el mundo. ЎAy, Scarlett! Estoy segura de que mi amor ha muerto.

Y Scarlett, sin saber cуmo, encontrу a Melanie en sus brazos. Sus menudos senos temblaban al compбs de sus sollozos. Las dos acabaron tendiйndose en el lecho, estrechamente enlazadas, con las caras unidas. Ahora Scarlett lloraba tambiйn y las lбgrimas de una caнan en las mejillas de la otra. Era muy doloroso el llorar, pero no tanto como no poder hacerlo. «Ashley ha muerto, ha muerto... ЎY yo le he matado con mi amor! » Nuevos sollozos la estremecieron, mientras Melanie, experimentando una especie de consuelo en las lбgrimas de su cuсada, le ceснa mбs estrechamente el cuello con los brazos.

—Al menos —cuchicheу—, al menos tengo un hijo...

«Y yo —pensу Scarlett, demasiado afectada ahora para albergar mezquinos sentimientos de celos—, yo no tengo nada... ЎNada, excepto la expresiуn de su semblante cuando se despidiу de mн! »

Los primeros informes daban a Ashley como «Desaparecido; crйese que muerto», y asн se lo citу en la lista de bajas. Melanie telegrafiу al coronel Sloan una docena de veces y al fin llegу una carta de йl, llena de manifestaciones de simpatнa, detallando que Ashley habнa salido de reconocimiento con un destacamento y no habнa regresado. Habнa noticias de una viva escaramuza en el interior de las lнneas yanquis. Mose, loco de dolor, habнa arriesgado su vida para buscar el cuerpo de Ashley, pero no encontrу nada. Melanie, ahora extraсamente calmada, le enviу telegrбficamente dinero e instrucciones para que regresase.

Cuando en una nueva lista de bajas se leyу «Desaparecido; crйese que prisionero», la alegrнa y la esperanza reanimaron la casa entristecida. Costaba gran trabajo hacer que Melanie abandonase la oficina de telйgrafos. Acudнa, ademбs, a la llegada de todos los trenes en espera de carta. A la sazуn se sentнa mal y su estado se manifestaba en muchas formas molestas, pero se negaba a seguir los consejos del doctor Meade, quien insistнa en que guardase cama. Una energнa febril la poseнa, impidiйndole estar tranquila. Por las noches, Scarlett, ya en el lecho desde largo tiempo antes, oнa el continuo pasear de Melanie por el cuarto contiguo.

Una noche йsta volviу a casa desde el centro de la ciudad conducida por el atemorizado tнo Peter y sostenida por Rhett Butler. Melanie se habнa desmayado en la oficina de telйgrafos, y Rhett, que pasaba por allн y observу que la gente se aglomeraba, se apresurу a escoltarla a su casa. La acompaсу, escaleras arriba, hasta su dormitorio, y mientras todos los de la casa, alarmados, preparaban ladrillos calientes, mantas y whisky, йl la recostу sobre las almohadas del lecho.

—Seсora Wilkes —preguntу bruscamente—, va usted a tener un niсo, їno?

De no haberse sentido Melanie tan dйbil, enferma y abatida se hubiera quedado helada al oнr tal pregunta. Incluso con sus amigas, le resultaba muy violento mencionar su estado, y en cuanto a las visitas del doctor Meade, constituнan un autйntico tormento para ella. Por lo tanto, una pregunta hecha por un hombre, y mбs por Rhett Butler, resultaba inaudita. Pero ahora, dйbil y abandonada como se sentнa, no supo mбs que asentir. Y una vez hecho esto, la cosa no le pareciу tan terrible, dado lo amable y solнcito que se mostraba Rhett.

—Entonces debe usted tener mбs cuidado. Tanto andar agitada de un lado a otro y tantas inquietudes no pueden ser buenas para usted y podrнan traer algъn percance al niсo. Si me lo permite, seсora Wilkes, pondrй en juego ciertas influencias que tengo en Washington a fin de saber algo de su marido. Si ha caнdo prisionero, figurarб en las listas de los federales... y si no... En fin, no hay nada peor que la incertidumbre. Pero necesito su promesa de cuidarse entre tanto. Si no, le juro por Dios que no moverй ni una mano.

—ЎEs usted muy bueno! —exclamу Melanie—. їCуmo puede la gente decir de usted los horrores que dice?

Y entonces, doblemente abrumada al reparar en su falta de tacto y al recordar lo horrible que era haber estado hablando con un hombre acerca de su estado, comenzу a llorar dйbilmente. Scarlett, que en aquel momento acababa de subir corriendo las escaleras con un ladrillo caliente envuelto en una franela, hallу a Rhett acariciando la mano de su cuсada.

Butler cumpliу su palabra. Nunca supieron quй resortes habнa tocado, ni osaron preguntбrselo, temiendo que ello implicase reconocer sus conexiones ocultas con los yanquis. Pasу un mes antes de que йl llevase noticias, noticias que de momento les quitaron un peso de encima, pero que luego deslizaron en sus corazones una devoradora ansiedad.

ЎAshley vivнa! Habнa sido herido y hecho prisionero y los informes le daban por recluido en Rock Island, un campo de concentraciуn de Illinois. En el primer arrebato de alegrнa, ellas no pensaron en nada, salvo en que estaba vivo. Pero cuando comenzaron a recobrar la calma, se miraron unas a otras y exclamaron: «ЎEn Rock Island! », con el mismo tono de voz con que hubiesen podido decir: «ЎEn el infierno! » Porque si Andersonville era un nombre que sobresaltaba el corazуn de los del Norte, Rock Island ponнa pavor en el alma de los sudistas que tenнan un allegado prisionero allн.

Cuando Lincoln se negу al canje de prisioneros, creyendo que ello apresurarнa el fin de la guerra al cargar a los confederados con el peso de alimentar y atender los prisioneros unionistas, habнa millares de uniformes azules en Andersonville, Georgia. Los confederados estaban a media raciуn y carecнan prбcticamente de medicamentos e hilas para sus propнos heridos y enfermos. Tenнan, pues, muy poco que compartir con sus prisioneros. Йstos comнan lo que los soldados en el frente, es decir, tocino y guisantes secos. Con semejante dieta, los yanquis morнan como moscas, a veces a razуn de cien en un dнa. El Norte, indignado al saberlo, resolviу hacer mбs duro el trato de los prisioneros enemigos. Y en ningъn lado eran peores las condiciones de vida que en Rock Island. Escaseaba la comida, habнa una manta para cada tres hombres, y la viruela, la fiebre tifoidea y la pulmonнa convertнan aquel lugar en un foco de infecciуn. Tres cuartas partes de los hombres que entraban allн no salнan vivos.

ЎY Ashley estaba en aquel tremendo lugar! Vivнa, pero herido y en Rock Island, en un momento en que espesas nevadas debнan de cubrir los campos del Illinois. їHabrнa muerto de su herida despuйs de que las noticias sobre su paradero fueron enviadas a Rhett Butler? їHabrнa caнdo vнctima de la viruela? їDelirarнa, presa de neumonнa, falto de una manta que lo cubriese?

—ЎOh, capitбn Butler! їNo habrнa algъn modo de que...? їNo podrнa usted emplear su influencia para que lo canjearan? —exclamу Melanie.

—El justo y compasivo seсor Lincoln, que tantas lбgrimas vertiу por los cinco hijos de la seсora Bixby, no derrama una sola por los miles de yanquis que perecen en Andersonville —dijo Rhett, haciendo una mueca—. No le preocupa que mueran. La orden es rigurosa: nada de canje de prisioneros. No se lo habнa dicho antes, seсora Wilkes, pero su marido ha tenido una posibilidad de quedar libre y la ha rechazado.

—ЎEs imposible! —exclamу Melanie, incrйdula. —No, no lo es. Los yanquis estбn reclutando hombres para luchar en las regiones fronterizas contra los indios, y los reclutan entre los prisioneros confederados. Todo prisionero que presta juramento y se alista para el servicio contra los indios, queda en libertad y es enviado al Oeste. Pero su marido ha rehusado.

—їPor quй lo ha hecho? —gritу Scarlett—. їPor quй no prestу juramento para desertar despuйs y volver con nosotros una vez fuera de la prisiуn?

La menuda Melanie se convirtiу sъbitamente en una furia. —їCуmo se te ocurre siquiera sugerir que йl hiciese semejante cosa? ЎTraicionar a la Confederaciуn para prestar ese vil juramento y luego traicionar la palabra dada a los yanquis! Preferirнa oнr que habнa muerto en Rock Island a saber que habнa prestado un juramento asн. Si йl muere en el cautiverio, yo me sentirй orgullosa de йl. Pero si hubiese jurado, yo no le mirarнa mбs a la cara. ЎNunca! ЎClaro que ha rehusado! ЎNaturalmente!

Cuando Scarlett acompaсу a Rhett hasta la puerta, le preguntу, indignada:

—Si estuviera usted en el lugar de Ashley, їno habrнa prestado ese juramento a los yanquis para no morir en ese sitio, y luego hubiera desertado?

—Desde luego —convino Rhett, brillantes sus dientes bajo el bigote.

—Y entonces, їpor quй Ashley no habнa de hacer lo mismo? —Porque es un caballero —dijo Rhett.

Y Scarlett quedу maravillada de cuбnto cinismo y desprecio podнa contener una expresiуn tan honrosa.


 



  

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