Хелпикс

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SEGUNDA PARTE 9 страница



Unas semanas mбs tarde, en una magnнfica maсana de verano, apareciу llevando en la mano una sombrerera y, despuйs de asegurarse que Scarlett estaba sola en casa, la abriу. Envuelta en un papel finнsimo habнa una cofia que a Scarlett le hizo exclamar: «ЎOh, quй belleza! » Privada durante algъn tiempo de vestidos bonitos, le parecнa la cofia mбs bonita que jamбs hubiese visto. Era de tafetбn verde oscuro, forrado de fina seda verdosa. Las cintas que se anudaban bajo la barbilla tambiйn eran de color verde claro. En el ala habнa un copete de plumas de avestruz.

—Pruйbesela —sonriу Rhett.

Ella corriу hacia el espejo y se puso la cofia, metiйndose los cabellos bajo el ala para lucir los pendientes, y se anudу las cintas bajo la barbilla.

—їCуmo estoy? —dijo, haciendo una pirueta y moviendo la cabeza para agitar las plumas. Sabнa que le sentaba bien, aun antes de leer la confirmaciуn en los ojos de йl. El verde del forro daba un reflejo esmeralda a sus ojos y los hacнa brillar—. ЎOh, Rhett!, їpara quiйn es? Siento deseos de comprarla. A cualquier precio. —Es suya. їQuiйn sino usted podrнa llevar este matiz de verde? їCree que no me he acordado bien del color de sus ojos?

—їDe verdad, la ha mandado hacer para mн?

—Sin duda, y en la caja estб escrito Ruй de la Paix.

Ella continuaba mirбndose; era el sombrero mбs bonito que se habнa puesto desde hacнa mбs de dos aсos. Pero de repente su sonrisa desapareciу.

—їNo le gusta?

—ЎOh, es un sueсo! ЎPero... quй rabia tener que cubrir este verde con el crespуn negro y tener que teсir las plumas!

En un momento, йl estuvo junto a ella, desatу las cintas del sombrero y volviу a meterlo en la caja.

—їQuй hace? їNo ha dicho que era para mн?

—Sн, pero no para transformarlo en un sombrero de luto. Ya encontrarй otra hermosa seсora con los ojos verdes que aprecie mi gusto.

—ЎOh, no! ЎNo harб eso! ЎMe enfadarнa! ЎSea bueno, Rehtt! ЎDйmelo!

—їPara convertirlo en una birria como los otros sombreros? ЎNo, no!

Ella agarrу la caja. їAquel delicioso sombrerito que la hacнa tan joven, dбrselo a otra? Jamбs! Por un momento pensу en lo horrorizadas que se sentirнan Pittypat y Melanie. Pensу en Ellen y temblу. Pero la vanidad fue mбs fuerte.

—No lo teсirй. Se lo prometo. Ahora, dйmelo.

Йl le dio la caja con una sonrisa sardуnica y la contemplу mientras se volvнa a poner el sombrero y se admiraba.

—їCuбnto cuesta? —preguntу Scarlett de repente poniйndose seria—. Ahora tengo sуlo cincuenta dуlares; pero el mes prуximo...

—Costarнa cerca de dos mil dуlares en dinero de la Confederaciуn —respondiу йl, sonriendo ante su expresiуn desolada.

—ЎDios mнo! Bah, puedo darle ahora cincuenta, y despuйs...

—No quiero nada. Es un regalo.

Scarlett abriу la boca. Las normas, por lo que concernнa a recibir regalos de los hombres, eran muy claras.

«Dulces y flores, querida —habнa dicho muchas veces Ellen—, quizбs un libro de versos, un бlbum o un frasco de agua de Florida son las ъnicas cosas que una dama puede aceptar de un caballero. Nunca un regalo caro ni aun del mismo prometido. Ni una alhaja o prenda de vestir, guantes o paсuelos. Aceptar regalos de esta clase autoriza a un hombre a creer que no tiene ante sн a una seсora y a tomarse libertades. »

«Dios mнo —pensу, mirбndose en el espejo, y despuйs volviendo la mirada hacia el rostro impasible de Rhett—, no puedo decirle que no lo acepto. Es demasiado bonito. Preferirнa que se tomase alguna libertad... si se tratase de una cosa de poca importancia. » Se asustу de haber tenido semejante pensamiento y enrojeciу.

—Le darй..., le darй cincuenta dуlares.

—Si lo hace, los tirarй a la basura. O, mejor, harй decir algunas misas por su alma. Estoy seguro de que tiene necesidad de ellas.

Ella riу involuntariamente y su sonrisa bajo aquellos reflejos verdes la decidiу instantбneamente.

—Pero їquй intenciones tiene usted?

—Tentarla con bellos regalos a fin de destruir sus ideales infantiles y dejarla a mi merced. —Y aсadiу con aire sentencioso—: ЎSуlo hay que aceptar dulces y flores de los hombres, querida!

Scarlett soltу una carcajada.

—Es usted un pillo de marca, Rhett Butler, y sabe que este sombrero es demasiado bonito para que yo pueda rehusarlo.

Los ojos de йl sonreнan burlonamente.

—Puede decir a la seсorita Pitty que me ha dado una muestra de tafetбn verde, que me ha hecho un diseсo del sombrero y que me ha pagado cincuenta dуlares.

—No. Dirй cien dуlares y ella lo contarб a toda la ciudad y se pondrбn verdes de envidia y hablarбn de mi despilfarro. Pero no debe traerme mбs objetos costosos, Rhett. Es usted infinitamente amable, pero no puedo aceptar ningъn otro.

—їDe veras? Pues le aseguro que le traerй todos los regalos que quiera y siempre que vea algo que pueda realzar su belleza. Le traerй seda verde para hacer un vestido que armonice con su cabello. Y le advierto que no se trata de amabilidad. Recuerde que no haga nunca nada sin motivo ni doy una cosa sin calcular que me serб devuelta. Y siempre soy bien pagado.

Sus ojos negros la miraron fijamente y despuйs se posaron en sus labios. Scarlett bajу la vista, llena de excitaciуn. Ea, ahora йl estaba a punto de tomarse alguna libertad, como habнa predicho Ellen. La besarнa o tratarнa de besarla; y ella no sabнa quй hacer. Si rehusaba, йl le quitarнa el sombrero y se lo darнa a otra. Por otra parte, si le permitнa un casto besito, con la esperanza de obtener otros, йl le traerнa otro bonito regalo. їPor quй tantas historias por un beso? Con frecuencia los hombres despuйs de un beso se enamoraban ciegamente y hacнan cosas absurdas, siempre que la muchacha tuviese la habilidad de resistirse despuйs del primer beso. Serнa agradabilнsimo ver a Rhett Butler enamorado e implorando un beso o una sonrisa. Sн, se dejarнa besar.

Pero йl no hizo el menor gesto. Ella le echу una mirada oblicua por debajo de las pestaсas y murmurу:

—їAh, sн? їEs usted siempre bien pagado? їY quй pide? —Eso lo pedirй en su dнa.

—Si cree que a cambio del sombrero yo estoy dispuesta a casarme con usted, se equivoca —replicу ella audazmente; y moviу la cabeza. para agitar las plumas.

Los dientes blancos de йl brillaron bajo su bigote.

—Se engaсa usted, seсora. Yo no deseo casarme con usted ni con ninguna otra. No soy un tipo de esos que se casan.

—їDe veras? —exclamу Scarlett, aturdida. Y, convencida ahora de que йl se tomarнa alguna libertad, replicу—: Pues no estoy dispuesta ni a darle un beso tan sуlo.

—Entonces, їpor quй frunce la boca de ese modo tan gracioso?

—ЎOh! —Lanzу una mirada al espejo y comprobу que, verdaderamente, su roja boquita estaba fruncida como para un beso—. ЎEs usted el hombre mбs detestable que jamбs he conocido y no quiero volver a verle mбs!

—Si eso fuese verdad, usted misma, pisotearнa en seguida el sombrero. ЎPero quй furiosa estб y quй bien le sienta esta expresiуn! ЎVamos, Scarlett, pisotee ese sombrero para mostrarme lo que piensa de mн y de mis regalos.

—ЎNo lo toque! —exclamу la joven cogiendo el sombrero por las alas y retirбndose.

El la siguiу, riendo dulcemente, y estrechу las manos de ella entre las suyas.

—Es usted tan niсa, Scarlett, que siento que se me oprime el corazуn. Y ya que, segъn parece, esperaba ser besada, no la desilusionarй. —Se inclinу indolentemente y le rozу la mejilla con el bigotito—. Ya estб. Y ahora, їno le parece que, para salvar las conveniencias, deberнa darme una bofetada?

Ella le mirу con aire de enfado y vio en sus ojos tal expresiуn risueсa que no pudo contener una carcajada. ЎQuй tormento era aquel hombre, y quй exasperante! Pero si йl no pensaba casarse ni querнa besarla, їquй querнa? Y, si no estaba enamorado de ella, їpor quй venнa tan frecuentemente y le hacнa regalos?

—Asн es mejor —replicу Butler—. Pero yo ejerzo una pйsima influencia sobre usted, Scarlett; y si usted tuviese una pizca de buen sentido se desharнa de mн... siempre que fuese capaz de ello. Es difнcil librarse de mн. Soy un peligro para usted.

—їDe veras?

—їNo lo cree? Desde que la vi en la jifa de beneficencia, su conducta ha sido verdaderamente escandalosa, y en la mayor parte por culpa mнa. їQuiйn la ha animado a bailar? їQuiйn la ha obligado a admitir que pensaba que nuestra Causa no es ni gloriosa ni sagrada? їQuiйn la ha ayudado a dar a las viejas seсoras tal cantidad de temas de murmuraciуn? їQuiйn consigue que se quite el luto mucho tiempo antes del que requieren las conveniencias? їY quiйn, en fin, la obliga a aceptar un regalo que ninguna seсora aceptarнa?

—Se equivoca, capitбn Butler. No he hecho nada que sea escandaloso; y, si he hecho algo de lo que dice, ha sido sin su ayuda.

—Lo dudo. —Y su cara se puso de repente taciturna—. Sin mн, serнa aъn la viuda de Charles Hamilton, famosa por el bien que hace a los heridos. A menos que...

Pero ella no le escuchaba; se estaba mirando de nuevo en el espejo, complacida y pensando que aquel mismo dнa se pondrнa el sombrero para ir al hospital a llevar flores a los oficiales convalecientes.

No prestу atenciуn a la verdad que encerraban las ъltimas palabras de йl. No se daba cuenta de que habнa sido Rhett quien le abriу las puertas de la prisiуn de la viudez, ni de que las enseсanzas de Ellen estaban desde hacнa tiempo muy olvidadas. El cambio habнa sido tan gradual que el abandono de una pequeсa convenciуn parecнa no tener relaciуn con el abandono de otra y ninguna de las dos cosas con Rhett. Animada por йl, ella habнa olvidado las severas уrdenes de su madre respecto al decoro, y tambiйn las lecciones relativas al comportamiento de una seсora.

 

Al siguiente dнa, Scarlett estaba delante del espejo con el peine en la mano y la boca llena de horquillas tratando de peinarse de una manera nueva que Maybelle, de vuelta de una visita hecha a su marido en Richmond, habнa referido que hacнa furor en la capital. Se llamaba «Gato, ratуn y ratoncito». Los cabellos estaban divididos por una raya central y dispuestos a los lados en tres bucles diferentes. El primero, el «gato», y el segundo, el «ratуn», se cogнan con cierta facilidad; pero el «ratoncito» huнa de las horquillas de un modo irritante. Estaba decidida a conseguirlo, porque Rhett iba a venir a cenar; йl notaba y comentaba siempre cualquier innovaciуn en su tocado.

Mientras luchaba con sus rizos rebeldes, oyу un paso precipitado en el vestнbulo y reconociу que era el de Melanie, que volvнa del hospital. La oyу subir las escaleras de dos en dos y se detuvo, pensando que debнa haber sucedido algo, porque Melanie se movнa siempre con decoro, como una verdadera seсora. Fue a abrir la puerta; Melanie entrу precipitada, roja y afanosa, como una niсa culpable.

Tenнa lбgrimas en los ojos y el sombrero en la nuca, suspendido al cuello por las cintas. Los aros de su miriсaque se agitaban violentamente. Apretaba algo en la mano y un perfume violento y vulgar invadiу la habitaciуn.

—ЎOh, Scarlett! —exclamу, cerrando la puerta y tirбndose sobre el lecho—. їHa vuelto la tнa? їNo? ЎMenos mal! ЎEstoy tan avergonzada, Scarlett, que quisiera morir! ЎPor poco me desmayo, y tнo Peter amenaza con decнrselo a tнa Pitty!

—їDecir quй?

—Que he hablado con aquйlla... —Melanнe se abanicу la cara sudorosa con el paсolito—. ЎAquella mujer de los cabellos rojos, aquella Belle Watling!

—їPero cуmo, Melanie? —exclamу Scarlett, tan escandalizada que no supo decir otra cosa.

Belle Watling era la mujer pelirroja que ella vio en la calle el primer dнa de su llegada; y se habнa convertido en la meretriz mбs famosa de Atlanta. Muchas prostitutas habнan afluido a la ciudad, siguiendo a los soldados; pero Belle permanecнa muy por encima de las demбs, fuera por sus cabellos rojos o porque vestнa siempre muy bien. Se la veнa raramente en la calle Peachtree u otras calles elegantes, pero, si por casualidad aparecнa, las seсoras se apresuraban a cruzar la calle para evitar aquel contacto. ЎY Melanie le habнa hablado! No era de extraсar que tнo Peter estuviese indignado.

—ЎMorirй si tнa Pitty se entera! Se lo dirнa a todos y yo quedarнa deshonrada... —sollozу Melanie—. Y no ha sido culpa mнa. No he podido..., no he podido plantarla en mitad de la calle; Ўno puedo ser tan descortйs! ЎMe daba tanta pena! їCrees que hago mal en pensar asн?

Pero Scarlett no se preocupaba de la moral de la acciуn. Como muchas mujeres inocentes y bien nacidas, sentнa una curiosidad devoradora acerca de las rameras.

—їPero quй querнa? їCуmo habla?

—Oh, no es culta, pero he visto que la pobrecilla trataba de hablar lo mejor posible. Salн del hospital y, como no vi a tнo Peter con el coche, pensй volver a pie. Cuando lleguй ante el jardнn de Emerson, ella estaba escondida detrбs de unas plantas. ЎGracias a Dios, los Emerson estбn aъn en Macуn! Y me dijo: «Perdуn, seсora Wilkes, quisiera hablar con usted, por favor. » No sй cуmo sabнa mi nombre. Sй que debн haber apresurado el paso, pero... Ўoh, Scarlett, tenнa un aspecto tan triste... como si suplicase! Iba vestida de negro y nada llamativa. Si no hubiese sido por los cabellos rojos, habrнa parecido una mujer corriente. Antes de que yo pudiera responderle, continuу: «Sй que no debiera dirigirle la palabra, pero he tratado de hablar con ese pavo real de la seсora Elsing y me ha puesto en la puerta del hospital. »

—їLa ha llamado asн, «pavo real»? —dijo Scarlett, riйndose contenta.

—ЎOh, no te rнas! No es cosa divertida. Parece que..., en resumen, esa mujer quiere servir al hospital, їcomprendes? Se ha ofrecido a cuidar enfermos por las maсanas y la Elsing ha debido sentirse morir sуlo ante esa idea, y la ha despedido. Despuйs me dijo: «Yo tambiйn quiero hacer algo. їNo soy tan confederada como usted? » Y te aseguro que este deseo suyo de ser ъtil me ha conmovido. No puede ser tan mala. їCrees que yo soy mala por pensar asн?

—Por caridad, Melanie, a nadie le importa que una sea mala. їQuй mбs ha dicho?

—Ha dicho que estaba observando a las seсoras que iban al hospital y le ha parecido... que yo tenнa una cara dulce y por eso me ha hablado. Tenнa un poco de dinero y ha querido dбrmelo para que yo lo emplease en el hospital sin decir su procedencia. Tambiйn me ha dicho que la seсora Elsing no lo admitirнa si supiera quй clase de dinero era. ЎQuй clase de dinero! Entonces creн que iba a desmayarme. Estaba tan molesta y deseosa de irme, que le dije: «Sн, sн, es usted muy amable», o cualquier otra bobada por el estilo; entonces ella sonriу diciйndome: «Tiene usted sentimientos verdaderamente cristianos», y me puso en la mano este paсuelo. ЎPuah! їHueles este perfume?

Alargу a Scarlett un paсuelo de hombre usado y fuertemente perfumado: habнa unas monedas encerradas en un nudo.

—ЎMe estaba dando las gracias y diciendo que me traerб dinero todas las semanas, cuando llegу tнo Peter con el coche y me vio! —Melanie prorrumpiу en lбgrimas y escondiу la cabeza en las almohadas—. Y cuando vio con quiйn estaba parada..., figъrate, Scarlett, me dijo a gritos: «ЎSuba usted pronto en el coche! » Naturalmente, obedecн, y durante todo el camino tнo Peter ha venido sermoneбndome, sin dejarme hablar, amenazбndome con decнrselo a tнa Pitty. Ve a verle, Scarlett, y ruйgale que calle. Quizб te haga caso. Tнa Pitty morirнa si supiese que he mirado la cara a esa mujer. їMe haces este favor?

—Sн, irй. ЎPero cuбnto dinero hay aquн dentro! Parece que pesa.

Desataron el nudo y una porciуn de monedas de oro cayeron al suelo.

—ЎCincuenta dуlares! —exclamу Melanie despuйs de haberlas contado—. ЎY en oro! їCrees, Scarlett, que se puede emplear esta clase..., quiero decir, el dinero ganado... de este modo, en nuestros soldados? їNo crees que Dios comprenderб su deseo de hacer bien y no darб importancia a que este dinero sea sucio? Piensa en las muchas necesidades que tiene el hospital...

Scarlett no la escuchaba. Estaba mirando el paсuelo y se sentнa invadir por la cуlera y la humillaciуn. En una esquina tenнa bordado el monograma: «R. K. B. » En su cajita ella tenнa uno idйntico a aquйl; un paсuelo que Rhett Butler le prestу el dнa anterior para envolver los tallos de las flores que habнan recogido en el campo. Pensaba devolvйrselo esta misma noche cuando viniese a cenar.

Conque Rhett tenнa relaciones con aquella abyecta criatura y le daba dinero. De ahн venнa el dinero para el hospital. ЎY Rhett tenнa. la desvergьenza de mirar a la cara a las mujeres honradas, despuйs de haber estado con aquella mujer! ЎY ella habнa creнdo que estaba enamorado de ella! Esto probaba que era imposible.

Las mujeres de mal vivir y todo lo que las concernнa eran para Scarlett un tema misterioso y repugnante. Sabнa que los hombres protegнan a aquellas mujeres por motivos que una seсora no puede ni nombrar..., y, si los mencionaba, tenнa que ser en voz baja, indirectamente o con eufemismos. Ella creyу siempre que sуlo hombres vulgares visitaban a aquellas mujeres. Jamбs pensу que hombres elegantes (sн, hombres como aquellos con los que bailaba y trataba) hiciesen cosas semejantes. Era un nuevo horizonte que se le abrнa; Ўy quй horrible resultaba! ЎQuizб todos los hombres fueran asн! ЎNo les bastaba con obligar a sus esposas a hacer cosas indecentes; iban tambiйn con mujeres de ese gйnero y les pagaban por aquello! ЎOh, los hombres eran abyectos y vulgares y Rhett Butler era el peor de todos!

Le arrojarнa a la cara aquel paсuelo y despuйs le pondrнa en la puerta de la calle y no le dirigirнa mбs la palabra. Pero no; no podнa. No podнa darle a entender que ella conocнa la existencia de mujeres de mal vivir y que sabнa que los hombres iban a buscarlas. Una dama no podнa hacer aquello.

«ЎOh —pensу furibunda—, si no fuese una dama, quй cosas le dirнa a ese reptil! »

Haciendo una pelota con el paсuelo, fue hacia la cocina en busca de tнo Peter. Al pasar delante del horno, tirу el paсuelo a las llamas y con impotente ira lo vio arder.

En el Sur, todos los corazones estaban llenos de esperanza al iniciarse el verano de 1863. A pesar de las privaciones, las molestias, los especuladores, la penuria de alimento, las enfermedades y los sufrimientos que habнan padecido casi todas las familias, los Estados del Sur empezaron nuevamente a decir: «Una victoria mбs y la guerra habrб terminado»; y lo decнan con mayor seguridad que el aсo precedente. Los yanquis eran un hueso duro de roer, pero finalmente los sudistas lo roerнan.

La Navidad de 1862 fue alegre para Atlanta y para todos los Estados del Sur. La Confederaciуn obtuvo una brillante victoria en Fredericksburg y los muertos y heridos yanquis se contaron por millares. Las fiestas fueron, pues, alegres para todos; el pueblo estaba lleno de gratitud por el cambio de los acontecimientos. El Ejйrcito confederado fue ahora llamado «de los vencedores»; los generales habнan probado su habilidad y todos estaban convencidos de que, al comenzar las hostilidades en la primavera, los yanquis serнan vencidos definitivamente.

La primavera llegу y la lucha volviу a empezar. En el mes de marzo, la Confederaciуn obtuvo otra victoria en Chancellorsville, y el paнs vibrу de entusiasmo.

Una incursiуn de la caballerнa de la Uniуn fue transformada en un triunfo de los georgianos. Las gentes reнan y se daban golpes en la espalda diciendo: «ЎSн, seсor! En cuanto el viejo Nathan Bedford Forrest se lanzу tras ellos, los fastidiу de lo lindo. » Mбs tarde, en abril, se produjo una nueva sorpresa: la caballerнa yanqui, compuesta de mil ochocientos hombres mandados por el coronel Streight, llegу a Roma, situada a unos cien kilуmetros al norte de Atlanta. Tenнa por objetivo cortar el ferrocarril principal entre Atlanta y Tennessee y luego marchar hacia el Sur a fin de destruir las fбbricas y aprovisionamientos concentrados en Atlanta.

Era un golpe atrevido y hubiera resultado bastante duro para el Sur, si no hubiese sido por el general Forrest. Con una fuerza numйrica tres veces inferior (Ўpero quй hombres y quй jinetes eran! ) fue a su encuentro, empeсбndoles en una batalla, no dбndoles tregua ni de dнa ni de noche y capturando finalmente a todas las fuerzas atacantes.

La noticia llegу a Atlanta casi al mismo tiempo que la de la victoria de Chancellorsville y la ciudad se llenу aъn mбs de gozo y alegrнa.

La victoria de Chancellorsville podнa ser mбs importante que la captura de la caballerнa de Streight, pero йsta dejaba a los yanquis absolutamente en ridнculo.

—Los yanquis no deberнan bromear con el viejo Forrest —decнan todos alegremente.

El destino de la Confederaciуn parecнa haber tomado nuevo rumbo. No obstante, los yanquis, guiados por Grant, asediaron Vicksburg a mediados de mayo. El Sur sufriу una gran pйrdida cuando Stonewall Jackson fue gravemente herido en Chancellorsville, y Georgia perdiу uno de sus mбs valientes y brillantes jefes cuando el general Cobb fue muerto en Fredericksburg. Pero era evidente que los yanquis no podнan soportar otras derrotas como estas dos ъltimas. Debнan ceder y entonces la guerra cruel terminarнa.

En los primeros dнas de julio llegaron rumores, mбs tarde confirmados por telegramas, de que Lee marchaba por territorio de Pennsylvania. ЎLee en territorio enemigo! ЎЙsta era verdaderamente la ъltima batalla de la guerra! Atlanta estaba llena de excitaciуn, de alegrнa y de ardiente sed de venganza. ЎAhora verнan los yanquis lo que significaba tener la guerra en el propio paнs! ЎSabrнan lo que era ver los campos arrasados, las bestias robadas, las casas ardiendo, los hombres arrastrados a las prisiones, las mujeres y los niсos hambrientos!

Todos sabнan lo que los yanquis habнan hecho en Missouri, en Kentucky, en Tennessee y en Virginia. Hasta los niсos podнan narrar con odio y con miedo los horrores llevados a cabo por los yanquis en el territorio conquistado; Atlanta estaba llena de refugiados de Tennessee, los cuales habнan contado sus padecimientos. Estos clamaban por que Pennsylvania fuese sometida a hierro y fuego: hasta las mujeres mбs buenas y afables tenнan expresiones de feroz violencia.

Pero cuando llegу la noticia de que Lee habнa dado orden de que ninguna propiedad privada de Pennsylvania fuese tocada bajo pena de muerte y de que el Ejйrcito pagara todo lo que requisaba..., Ўoh, entonces sуlo el respeto que se sentнa hacia йl pudo conservarle la popularidad! їNo habнa necesidad de tocar nada en los ricos almacenes de aquel Estado? їQuй pensaba el general Lee? їY los soldados del Sur, que tenнan tanta hambre y que necesitaban botas, trajes y caballos?

Una carta urgente de Darcy Meade al doctor, la primera informaciуn recibida en Atlanta en aquel principio de julio, pasу de mano en mano provocando una indignaciуn siempre creciente.

«їPodrнas procurarme un par de botas, papб? Hace dos semanas que estoy descalzo y no veo posibilidad de hacerme con ellas. Si no tuviese los pнes tan grandes, podrнa, como mis camaradas, abastecerme con las de los yanquis muertos; pero hasta ahora no he encontrado a ninguno con los pies grandes. Si consigues encontrarlas, no me las mandes. Alguien las robarнa y yo no podrнa disfrutarlas. Mбs bien, pon a Phil en el tren y que me las traiga. Te escribirй diciendo dуnde estaremos. Por ahora no lo sй; sуlo sй que iremos hacia el Norte. Estamos en Maryland y todos dicen que iremos a Pennsylvania.

»Creн que harнamos probar a los yanquis su misma medicina; pero el general ha dicho " no". Yo, por mi parte, quiero darme el placer de incendiar una casa yanqui aunque me fusilen. Hoy marchamos a travйs de los campos mбs grandes de maнz que jamбs habнa visto. Es de una calidad diferente del nuestro. Debo confesar que hemos robado un poco de este maнz, porque tenнamos mucha hambre, y lo que se hace sin que el general lo vea no puede merecer castigo. Pero el maнz verde nos ha hecho daсo. Todos mis compaсeros tenнan disenterнa y ese alimento la ha agravado. Es mбs fбcil caminar con una pierna herida que con la disenterнa. Te insisto, papб, en que busques las botas.

»Ahora soy capitбn y un capitбn debe ir bien calzado, aunque no tenga un uniforme nuevo y charreteras. »

Pero el Ejйrcito estaba en Pennsylvania y esto era lo importante. Una victoria mбs y la guerra terminarнa; entonces Darcy Meade podrнa tener todas las botas que quisiera, los muchachos volverнan a sus casas y todos serнan felices. Los ojos de la seсora Meade se llenaban de lбgrimas cuando pensaba que su hijo finalmente volverнa a casa, para quedarse ya.

El tres de julio un sъbito silencio se produjo en la lнnea telegrбfica del Norte, un silencio que durу hasta el mediodнa del cuatro, dнa en el que noticias fragmentarias empezaron a llegar al cuartel general de Atlanta. Se libraba una violenta batalla en Pennsylvania, cerca de una pequeсa ciudad llamada Gettysburg; una gran batalla en la que habнa tomado parte todo el ejйrcito de Lee. La noticia era incierta porque la batalla se libraba en territorio enemigo; la informaciуn venнa de Maryland a Richmond y de aquн a Atlanta.

La espera se hizo ansiosa y cierto temor empezу a esparcirse por la ciudad. Las familias que tenнan hijos en el frente rezaban ardientemente para que no se encontrasen en Pennsylvania, pero aquellas que los sabнan en el mismo regimiento que Darcy Meade apretaban los dientes y decнan que era un honor para ellos encontrarse en la gran batalla que derrotarнa a los yanquis para siempre.

En casa de la tнa Pitty, las tres mujeres se miraban a los ojos con un terror que no conseguнan esconder. Ashley estaba en el regimiento de Darcy.

El dнa cinco llegaron malas noticias, no del Norte, sino del Oeste. Vicksburg habнa caнdo, despuйs de largo y duro asedio, y prбcticamente todo el Mississippi, desde Saint Louis a Nueva Orleans, estaba en manos de los yanquis. La Confederaciуn quedaba cortada en dos. En cualquier otro momento la noticia de este desastre hubiera dado lugar a pбnicos y lamentaciones. Pero ahora no se podнa pensar mucho en Vicksburg; la preocupaciуn se centraba en Lee y en Pennsylvania. La pйrdida de Vicksburg no iba a ser una catбstrofe si Lee venciese en el Este. Por aquella parte, estaban Filadиlfia, Nueva York y Washington. Su captura paralizarнa el Norte y neutralizarнa la derrota en el Mississippi.

Las horas pasaban y la sombra profunda de la calamidad se cernнa sobre la ciudad. Por doquier se formaban corros de mujeres delante de las puertas, en la aceras, hasta en medio de la calle, comunicбndose las novedades e intentando confortarse mutuamente, tratando de darse бnimos. Pero el rumor espantoso de que Lee habнa muerto, la batalla perdida y que habнa una enorme cantidad de muertos y heridos se difundiу por las calles inquietas de la ciudad como una bandada de veloces murciйlagos.

Incrйdulos aъn, todos, agitados por el pбnico, se precipitaron a los periуdicos y al cuartel general, pidiendo noticias, fueran cuales fueran.

En la estaciуn se congregу una gran multitud que esperaba obtener informaciones de los trenes que llegaban; en Telйgrafos y ante el cuartel general habнa una muchedumbre silenciosa que iba aumentando por momentos. Nadie hablaba. De vez en cuando, la voz temblorosa de un viejo preguntaba si se sabнa algo; pero la inexorable respuesta era siempre igual: «Todavнa ningъn telegrama del Norte; se confirma que siguen combatiendo. » Las mujeres que llegaban a pie y en coche eran cada vez mбs numerosas, y el calor que emanaba de aquella multitud y el polvo levantado por los pies inquietos era sofocante. Nadie hablaba, pero las caras pбlidas tenнan una muda elocuencia mбs eficaz que cualquier lamento.

Bien pocas eran las casas de la ciudad que no tenнan en el frente un hijo, hermano, padre, novio, o marido. Todos esperaban oнr que la muerte habнa llamado a su casa. Esperaban la muerte, no la derrota. Este era un pensamiento que no entraba en sus mentes. Podнan morir a millares; pero, como los dientes del dragуn, otros millares de hombres, con el grito de los rebeldes en los labios, brotarнan de la tierra para ocupar sus puestos. Nadie sabнa de dуnde vendrнan estos hombres. Pero estaban seguros de ello, como tambiйn de que en el cielo reinaba un Dios justo y vigilante, de que Lee era milagroso y de que el ejйrcito de Virginia serнa invencible.

Scarlett, Melanie y Pittypat estaban sentadas en su coche ante las oficinas del Daily Examiner. Las manos de Scarlett temblaban tanto que su sombrilla se balanceaba sobre su cabeza. Pittypat estaba tan excitada que su nariz se estremecнa como la de un conejo, y Melanie permanecнa sentada como una estatua de piedra, con los negros ojos cada vez mбs abiertos. Hizo una sola observaciуn en dos horas, mientras sacaba de su bolsito un frasquito de sales y se lo alargaba a la tнa. Aquйlla fue la ъnica vez, en toda su vida, que le hablу en un tono no muy correcto.

—Toma, tнa, y sнrvete de йl si sientes desmayo. Te advierto que si te desmayas te harй llevar a casa por tнo Peter, pues yo no pienso moverme de aquн hasta... que sepa algo. Y no dejarй que se marche Scarlett.

Scarlett no tenнa la menor intenciуn de marcharse. No, ni aunque Pittypat hubiese muerto ella hubiera dejado el sitio donde podнa tener noticias de Ashley. El estaba en la batalla, quizб se estaba muriendo, y la redacciуn del periуdico era el ъnico lugar donde se podнa saber la verdad.

Echу una ojeada sobre la multitud, reconociendo a amigos y vecinos: la seсora Meade con el sombrero a un lado y agarrada del brazo de su hijo de quince aсos; las seсoritas MacLure, que trataban de morderse los labios temblorosos para ocultar sus dientes de conejo; la seсora Elsing, derecha como una madre espartana, revelaba su agitaciуn por los mechones grises que le colgaban del moсo, y Fanny Elsing, pбlida como un espectro. (Ciertamente Fanny no podнa estar tan preocupada por su hermano Hugh. їTenнa quizбs en el frente un enamorado que nadie sospechaba? ) La seсora Merriwether, sentada en su coche, acariciaba la mano de Maybelle. Йsta se envolvнa lo mejor posible en su chai, tratando de esconder su inminente maternidad. Pero їpor quй estaba tan inquieta? Nadie habнa oнdo que las tropas de Luisiana estuviesen en Pennsylvania y seguramente su pequeсo zuavo se hallaba sano y salvo en Richmond.



  

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