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SEGUNDA PARTE 11 страницаAquellas felicidad durу hasta que empezaron a bostezar todos los que estaban alrededor de la chimenea, y el seсor Wilkes y sus hijas se dispusieron a marcharse al hotel. Entonces, cuando Ashley, Melanie, Pittypat y Scarlett subieron las escaleras mientras tнo Peter los alumbraba, una frнa punzada le atravesу a esta ъltima el corazуn. Hasta aquel momento Ashley habнa sido suyo, sуlo suyo, aunque en toda la tarde no habнa podido cambiar una sola palabra con йl. Pero ahora, al dar las buenas noches, vio que las mejillas de Melanie se volvнan de pъrpura y que la joven temblaba. Vio tambiйn que su expresiуn era tнmida pero feliz y que, cuando Ashley abriу la puerta de su dormitorio, ella entrу sin levantar los ojos. Ashley dijo «Buenas noches» bruscamente y cerrу la puerta sin mirar a Scarlett. Йsta permaneciу con la boca abierta, repentinamente desconsolada. Йl era de Melanie. Y, mientras Melanie viviese, йsta podнa entrar en el dormitorio con su marido y cerrar la puerta... dejando fuera al resto del mundo. Ashley estaba a punto de irse; volvнa a Virginia, volvнa a las largas marchas bajo la lluvia, a las acampadas sin alimentos en la nieve, a las incomodidades y a los riesgos en los que tenнa que exponer su cabeza rubia y su cuerpo arrogante, con el peligro de ser abatido de un momento a otro como una hormiga bajo un pie descuidado. La semana, con su agitaciуn febril y luminosa, habнa transcurrido. Fueron ocho dнas veloces como un sueсo, un sueсo fragante de perfume de ramas de pino y de бrboles de Navidad, brillantes de velas y de adornos relucientes; un sueсo en el que los minutos huнan rбpidos como los latidos del corazуn. Una semana afanosa que Scarlett habнa tratado, con una mezcla de dolor y alegrнa, de proveer de pequeсos incidentes que recordar despuйs de su partida; acontecimientos que ella repasarнa despuйs con toda calma y que le aportarнan leves consuelos: bailar, cantar, reнr, correr a buscar lo que Ashley deseaba, sonreнr cuando йl sonreнa, callar cuando йl hablaba, seguirle con los ojos en cada gesto, espiar cada movimiento de sus cejas y de su boca... Todo esto quedaba impreso indeleblemente en su imaginaciуn; porque una semana pasa pronto y la guerra continъa siempre... Estaba sentada en el divбn del saloncito, sosteniendo en su regazo el regalo de despedida, esperando a que йl hubiese dicho adiуs a Melanie y rogando a Dios que bajase solo, que el cielo le concediese estar algъn minuto con йl. Tenнa el oнdo atento, escuchando los ruidos del piso superior, pero la casa estaba extraсamente silenciosa y hasta su respiraciуn le parecнa demasiado perceptible. Tнa Pittypat lloraba entre las almohadas, en su habitaciуn. Del dormitorio de Melanie no llegaban murmullo de voces ni sonido de llanto. A Scarlett le parecнa que Ashley llevaba allн dentro un siglo; calculу amargamente que el joven comandante prolongaba la despedida de su mujer. Los momentos pasaban y quedaba muy poco tiempo. Recordу todo lo que hubiera querido decirle durante aquella semana. Pero no habнa tenido la oportunidad de decнrselo; y ahora pensaba que quizб no la tendrнa tampoco. ЎTantas cosas, y ya no habнa tiempo! Tambiйn los pocos minutos que restaban le serнan robados por Melanie, si йsta acompaсaba a su marido abajo y despuйs a la cancela. їPor quй no habнa conseguido hablarle en toda la semana? Melanie estaba siempre junto a йl, como adorбndole; despuйs los vecinos, amigos y parientes, desde la maсana a la noche. Luego, la puerta del dormitorio se cerraba y йl quedaba solo con Melanie. Ni una vez su mirada dijo a Scarlett algo que fuera mбs allб de un afecto fraterno. Y ella no podнa dejarlo partir sin saber si la amaba aъn. En este caso, si йl muriese, le quedarнa el secreto de su amor hasta el final de sus dнas. Despuйs de una eternidad, oyу el crujir de sus botas y luego la puerta que se abrнa y se volvнa a cerrar. Le oyу bajar. ЎSolo! ЎDios fuera alabado! Ashley bajу lentamente haciendo tintinear las espuelas; el sable le golpeaba en las polainas a cada escalуn. Al entrar en el saloncito, tenнa los ojos tristes y el rostro pбlido, como si su sangre hubiese afluido a una herida interna. Ella se levantу al verle, y pensу con orgullo de propietaria que era el soldado mбs apuesto que pudiera ver. El cinturуn y las botas estaban lustrosos; las espuelas plateadas y la vaina del sable brillaban despuйs de la laboriosa limpieza realizada por Peter. El uniforme nuevo, regalo de Melanie, no le caнa a la perfecciуn, porque su confecciуn fue hecha con muchas prisas; pero, aunque hubiese llevado una armadura, Ashley no le hubiera parecido a Scarlett un caballero tan legendario como le parecнa ahora. —Ashley —empezу ella bruscamente—, їpuedo acompaсarte al tren? —No, te lo ruego. Allн estarбn papб y mis hermanas. Prefiero despedirme aquн mejor que en la estaciуn. Scarlett renunciу inmediatamente a su proyecto. La presencia de India y Honey, que sentнan tanta antipatнa por ella, habrнa hecho imposible cruzar una sola palabra con йl. —Entonces no voy —aсadiу en seguida—. Mira, Ashley, tengo un regalito para ti. Un poco intimidada, ahora que habнa llegado el momento de dбrselo, abriу el paquetнto. Era una larga faja amarilla de seda china con un fleco. Rhett Butler le habнa traнdo de La Habana un chai amarillo, con alegres bordados de flores y pajaritos en tonos azules y rojos. Durante una semana, ella habнa deshecho pacientemente el bordado y habнa cortado una tira para hacer la faja. —ЎQuй bonita es, Scarlett! їLa has hecho tъ? Entonces la aprecio mucho mбs. Pуnmela. ЎMis camaradas palidecerбn de envidia cuando me vean en toda la gloria de mi uniforme nuevo con esta faja! Ella se la ciсу alrededor de su fina cintura y anudу las dos extremidades en un lazo. Melanie le habнa regalado el traje nuevo; pero esta faja era su regalo, el secreto galardуn que йl llevarнa a la batalla, algo que le obligarнa a acordarse de ella cada vez que lo viese. Dio un paso atrбs y lo mirу con orgullo, pensando que ni el general Stuart[12] con su faja ondeante y la pluma en el sombrero era tan apuesto como su caballero. —Es preciosa —repitiу Ashley, jugueteando con el fleco—. Pero sй que para hacerla has tenido que cortar un vestido o un chai. No debнas haberlo hecho, Scarlett. Es demasiado difнcil, en estos tiempos, tener cosas bellas. —ЎOh, Ashley, yo...! Iba a decir: «hubiera cortado mi corazуn para dбrtelo»; pero, en lugar de ello, terminу la frase asн: —Harнa cualquier cosa por ti. —їDe veras? —Y, al decir esto, los ojos de йl se iluminaron—. Entonces hay una cosa que puedes hacer por mн, Scarlett, y que me permitirб sentirme mбs tranquilo cuando estй lejos. —їQuй es? —preguntу ella feliz, dispuesta a prometer prodigios. —Scarlett, їquieres cuidar de Melanie por mн? —їCuidar de Melanie? Sintiу llenбrsele el бnimo de amarga desilusiуn. Йsta era, pues, su ъltima peticiуn, Ўcuando ella estaba pronta a prometer algo espectacular, grandioso! Fue presa de la ira. Aquel momento era su momento con Ashley, suyo sуlo. Y he aquн que, aunque Melanie estuviese ausente, su sombra pбlida permanecнa entre ellos. їPor quй nombrarla en aquel momento de su despedida? їCуmo podнa pedirle aquello en semejante momento? Йl no observу la desilusiуn expresada en el rostro de la joven. Como en otro tiempo, sus ojos miraban a travйs de ella, mбs allб, hacia otra cosa, como si no la viese. —Sн, cuнdate de ella, presta atenciуn a lo que haga. Es delicada y no se da cuenta. Se destroza cosiendo y haciendo de enfermera. ЎEs tan buena y tan tнmida! Con excepciуn de tнa Pitty, tнo Henry y tъ, no tiene parientes cercanos; sуlo los Burr, de Macуn, que son primos suyos en tercer grado. Tнa Pitty es como una niсa, ya lo sabes; Melanie te quiere mucho, y no porque seas la mujer de Charles, sino porque... sн, porque eres tъ. Ella te quiere como a una hermana. Scarlett, es un tormento para mн pensar que, si yo muriese, Melanie no tendrнa a nadie a quien acudir. їMe prometes...? Ella no oyу su ruego, aterrorizada como estaba por las palabras «si yo muriese... ». Habнa leнdo todos los dнas las listas de los muertos y de los heridos, con el corazуn oprimido, porque sabнa que, si a Ashley le ocurriese algo, el mundo se habrнa acabado para ella. Pero siempre habнa tenido el presentimiento de que, aunque el ejйrcito confederado fuese destrozado, Ashley se salvarнa. Y ahora..., ahora sentнa que el corazуn le latнa violentamente y se sentнa presa de un terror supersticioso que no conseguнa vencer con razonamientos. Como buena irlandesa, creнa en la intuiciуn, especialmente cuando se trataba de la muerte, y vio en los ojos grises de Ashley una tristeza infinita, que interpretу como la de un hombre que siente en su espalda el contacto de la mano helada y oye el gemido del hada Banshee[13]. —ЎNo debes decir eso! ЎNi siquiera pensarlo! ЎTrae desgracia hablar de la muerte! ЎDi una oraciуn, pronto! —Dila tъ por mн y agrйgale algo mбs —respondiу йl, sonriendo ante el terror que habнa en la voz de ella. Pero Scarlett no pudo replicar: ante sus ojos pasaban los cuadros mбs espantosos: Ashley muerto en las nieves de Virginia, lejos de ella. El continuу hablando y en su voz habнa una melancolнa y una resignaciуn que aumentaron el terror y la desilusiуn de la joven. —No sй quй serб de mн, Scarlett, o de nosotros. Pero cuando llegue el final, yo estarй muy lejos de aquн, aunque estй vivo, y no podrй cuidar de Melanie. —їEl... el final? —El final de la guerra y el final del mundo. —Pero їno pensarбs, Ashley, que los yanquis vayan a derrotarnos? En estas semanas no has hablado de otra cosa mбs que de la fuerza y la habilidad del general Lee... —He mentido como todos los que venimos con permiso. їPara quй asustar a Melanie y a tнa Pitty sin necesidad? Sн, Scarlett, creo que los yanquis nos vencerбn. Gettysburg ha sido el principio del fin. Muchos lo ignoran... ЎPero son tantos los hombres descalzos, Scarlett; hay tanta nieve ahora en Virginia! Y cuando veo aquellos pies congelados envueltos en viejos trapos o en pedazos de saco, y veo las huellas ensangrentadas que dejan en la nieve... y sй que yo tengo botas..., me parece que deberнa tirarlas y andar tambiйn descalzo. —ЎOh, Ashley, promйteme que no las tirarбs! —Cuando veo estas cosas... veo el final de todo. ЎLos yanquis estбn reclutando soldados en Europa a millares! La mayor parte de los prisioneros que hemos cogido ъltimamente no saben ni una palabra de inglйs. Son alemanes, polacos o irlandeses. Cuando nosotros perdemos un hombre, no se puede sustituir. Y, cuando nuestras botas se gastan, ya no hay otras. Estamos atrapados, Scarlett. Y no podemos luchar contra todo el mundo. Ella pensу: «ЎQue se hunda la Confederaciуn o que termine el mundo pero que tъ no mueras! ЎNo podrнa vivir si murieses! » —Espero que no repetirбs lo que te he dicho, Scarlett. No quiero alarmar a los demбs. No hubiera querido tampoco asustarte, pero he tenido que explicarte por quй te pedнa que cuidases de Melanie. Ella es dйbil, mientras que tъ eres fuerte, Scarlett. Serнa un gran consuelo para mн pensar que, si alguna cosa me sucediera, vosotras dos estarнais juntas. їMe lo prometes? —ЎOh, sн! —exclamу, porque en aquel momento, viendo la muerte junto a йl, habrнa prometido cualquier cosa—. ЎAshley, Ashley, no puedo dejarte marchar! ЎNo puedo tener tanto valor! —Debes tenerlo —replicу йl; y su voz cambiу. Era mбs sonora, mбs profunda, y sus palabras salнan rбpidas de su garganta—. Debes ser valiente. De otro modo, їcуmo podrнa yo resistir...? Los ojos de йl buscaron su rostro y ella creyу comprender que su separaciуn le partнa el alma. El semblante de йl estaba triste como cuando bajу de la habitaciуn de Melanie, pero en sus ojos no consiguiу ella descifrar nada. Йl se inclinу un poco, le cogiу la cara entre las manos y la besу levemente en la frente. —ЎScarlett, Scarlett! ЎEres tan bella, tan fuerte y buena! Bella, no por tu carita tan dulce, sino por toda tъ, por tu espнritu y tu alma. —ЎOh, Ashley! —susurrу Scarlett, feliz al oнr sus palabras y conmovida al sentir sus manos en la cara—. Jamбs ningъn otro hombre me ha... —Me agrada creer que quizб te conozco mejor que los demбs. Yo veo las cosas bellas escondidas dentro de ti y que los otros, observadores superficiales, no saben apreciar. Se interrumpiу dejando caer las manos, pero siguiу mirбndola. Ella permaneciу un instante con la respiraciуn anhelosa, esperando las dos palabras mбgicas. Pero йstas no llegaron. Aquel segundo quebranto de sus esperanzas era mбs de lo que su corazуn podнa soportar. Se sentу, con un «Ўoh! » de desesperaciуn infantil, sintiendo las lбgrimas agolparse en sus ojos. Entonces oyу en el camino de acceso un ruido que la llenу de temor. Era el coche que tнo Peter conducнa hasta la puerta para acompaсar a Ashley al tren. —Adiуs —murmurу Ashley. Cogiу de la mesa el fieltro de anchas alas que Scarlett se habнa procurado halagando a Rhett y se encaminу al vestнbulo semioscuro. Con la mano en el picaporte, se volviу, y la contemplу con una mirada larga, desesperada, como si hubiera querido llevarse consigo todos los detalles de su rostro y de su figura. A travйs de un velo de lбgrimas ella vio su expresiуn y, con la garganta atenazada por el dolor, sintiу que йl se marchaba lejos de allн, lejos del refugio seguro de su casa, fuera de su vida, quizб para siempre, sin haber dicho las palabras que ella anhelaba oнr. El tiempo habнa pasado y era muy tarde. Scarlett corriу a travйs del saloncito y le cogiу por los extremos de la faja. —Bйsame —le dijo en un murmullo—. Bйsame para decirme adiуs. Los brazos de Ashley la rodearon suavemente. Inclinу la cabeza sobre el rostro de Scarlett y cuando tocу con sus labios los de ella, los brazos de la joven se aferraron frenйticos a su cuello. Durante un infinito momento, Ashley oprimiу contra su cuerpo el de Scarlett. Pero en seguida йsta sintiу que se tensaban todos los mъsculos del hombre y, con un movimiento brusco, Ashley dejу caer el sombrero al suelo. Luego, enderezбndose, desprendiу de su cuello los brazos de Scarlett. —No, Scarlett, no —dijo en voz baja, apretбndole las muсecas tan fuertemente que le hizo daсo. —Te amo —susurrу ella, sofocada—. Te he amado siempre. Nunca he amado a nadie mбs. Me casй con Charles para... vengarme de ti... ЎOh, Ashley, te amo tanto que irнa a Virginia... a limpiarte las botas, a cocinar para ti y cuidar de tu caballo...! ЎAshley, di que me amas! ЎVivirй recordando esas palabras hasta el ъltimo dнa de mi vida! Йl se inclinу rбpidamente para recoger su sombrero, y ella vislumbrу en un relбmpago el rostro de Ashley. En aquel rostro se pintaba tanto dolor como ella no viera jamбs en otro. Su expresiуn revelaba su amor por ella y su alegrнa de que ella tambiйn le amase, pero todo esto se combinaba con una mezcla de vergьenza y desesperaciуn. —Adiуs —dijo Ashley con voz ronca. La puerta se abriу y una bocanada de viento frнo entrу en la casa, agitando las cortinas. Scarlett se estremeciу viendo correr a Ashley hacia el coche, con el sable brillando al pбlido sol invernal y la faja aleteando alegremente en su costado. Enero y febrero de 1864 pasaron entre impetuosos vientos y frнas lluvias. El desaliento invadнa los бnimos y el ambiente moral no era menos sombrнo que el aspecto del cielo anubarrado. A las derrotas de Gettysburg y Vicksburg se aсadiу el derrumbamiento del centro de las lнneas sudistas. Despuйs de duras luchas, casi todo Tennessee fue ocupado por las tropas de la Uniуn. Pero ni aun estas pйrdidas, unidas a las anteriores, lograron quebrantar el espнritu del Sur. Una torva resoluciуn de enfrentarse cara a cara con la realidad habнa sucedido a las entusiastas esperanzas anteriores. Ademбs, entre las nubes amenazadoras surgнa tambiйn un argentado destello de luz, a los ojos de la gente. Y era la reciйn energнa con que los yanquis habнan sido rechazados en septiembre cuando trataron, tras sus victorias en Tennessee, de avanzar hacia Georgia. En Chickamauga, extremo noroeste del Estado, se habнan desarrollado serios combates, los primeros que tenнan lugar en suelo geormano desde el principio de la guerra. Los yanquis tomaron Chattanooga y marcharon hacia Georgia a travйs de los desfiladeros, pero fueron rechazados con graves pйrdidas. Atlanta y sus ferrocarriles contribuyeron en gran parte a convertir la acciуn de Chickamauga en una gran victoria para el Sur. Utilizando las vнas que conducen de Virginia a Atlanta hacia el norte de Tennessee, el cuerpo mandado por el general Longstreet habнa sido trasladado a toda prisa al teatro de operaciones. A lo largo de varios centenares de kilуmetros se dejaron libres las lнneas fйrreas y fue acumulado todo el material rodante para organizar el movimiento de tropas. Hora tras hora, Atlanta vio pasar por la vнa que cruzaba sus calles convoyes y convoyes de carruajes de pasajeros, de vagones de mercancнas abiertos o cerrados, cargados todos de hombres vociferantes. Llegaban sin comer ni dormir, sin caballos, ambulancias ni intendencia, y, sin descansar un instante, descendнan de los trenes para precipitarse en la batalla. Y los yanquis, arrojados de Georgia, hubieron de replegarse a Tennessee. Aquйl era el mayor йxito de la guerra y Atlanta se sintiу orgullosa y satisfecha del papel que sus ferrocarriles habнan jugado en la victoria. Bien necesitaba el Sur el triunfo de Chickamauga para sostener su moral durante el invierno. Ahora nadie negaba ya que los yanquis eran buenos soldados y que, ademбs, tenнan buenos generales. Grant podrнa ser un carnicero que no se preocupaba de cuбntos hombres iba a costarle cada victoria, pero lo cierto es que conseguнa esas victorias. El nombre de Sheridan ponнa espanto en los corazones del Sur. Y existнa, ademбs, un tal Sherman, al que cada vez se mencionaba mбs a menudo. Se habнa acreditado en las campaсas de Tennessee y del Oeste, y su reputaciуn de combatiente resuelto e implacable crecнa de dнa en dнa. Desde luego, ninguno de ellos podнa compararse con el general Lee. La fe en el general y en el ejйrcito era muy fuerte aъn. La confianza en la victoria final no disminuнa. Pero la guerra amenazaba prolongarse mucho. Ya habнa muchos muertos, muchos heridos y mutilados, muchos huйrfanos y muchas viudas. Y, no obstante, faltaba por realizar un esfuerzo aъn mayor y mбs duro, que significarнa mбs muertos, mбs heridos, mбs huйrfanos y mбs viudas. Lo que empeoraba las cosas era la vaga desconfianza que la poblaciуn civil comenzaba a experimentar respecto a los que ocupaban altos cargos. Muchos periуdicos hablaban abiertamente contra el presidente Davis y su modo de llevar la guerra. En el Gobierno confederado habнa disensiones, surgнan desacuerdos entre el presidente y sus generales. La moneda se desvalorizaba de un modo alarmante. Escaseaban vestuarios y calzado para el Ejйrcito, y los repuestos militares y medicamentos escaseaban todavнa mбs. Los ferrocarriles necesitaban nuevos vagones para sustituir los viejos, y nuevos raнles para reemplazar los levantados por los yanquis. Los generales en campaсa solicitaban apremiantemente tropas de refresco y cada vez eran menores las reservas que cabнa enviarles. Lo mбs lamentable era que algunos gobernadores, entre ellos Brown, que lo era de Georgia, rehusaban enviar armas y tropas de la milicia del Estado fuera de los lнmites de йste. En aquellas fuerzas estatales habнa miles de hombres de excelentes condiciones fнsicas que urgнan en el Ejйrcito, pero el Gobierno central no lograba que fuesen enviados al frente. La nueva depreciaciуn de la moneda hizo subir mбs los precios. La carne de cerdo o de vaca y la manteca costaban treinta y cinco dуlares la libra, la harina mil cuatrocientos dуlares el barril, la sosa cien dуlares la libra. Las ropas de abrigo, cuando cabнa procurбrselas, alcanzaban precios tan prohibitivos que las seсoras de Atlanta se veнan forzadas a forrar sus vestidos viejos con trapos y retales, almohadillбndolos con papeles para protegerse contra el frнo. Los zapatos costaban de doscientos a ochocientos dуlares el par, segъn fuesen de cartуn o de cuero autйntico. Las damas usaban polainas hechas de chales antiguos o de alfombras cortadas. Las suelas que se utilizaban eran de madera. En realidad, el Norte mantenнa al Sur en un verdadero estado de sitio, aunque muchos no hubiesen reparado aъn en ello. Los barcos de guerra yanquis cerraban el acceso a los puertos y muy pocas naves sudistas lograban burlar el bloqueo. El Sur habнa vivido siempre de vender algodуn y comprar todo lo que no producнa; pero ahora no podнa vender ni comprar nada. Gerald O'Hara almacenaba en sus depуsitos de Tara la cosecha de algodуn de tres aсos, pero de nada le servнa. En Liverpool hubieran pagado por ella ciento cincuenta mil dуlares, pero no habнa posibilidad de mandarlo a Liverpool. Gerald, antes hombre adinerado, se habнa convertido en un hombre que se preguntaba de quй modo iba a dar de comer a su familia y a sus negros durante el invierno. La mayorнa de los plantadores de algodуn de todo el Sur se encontraban en la misma situaciуn. Con el bloqueo estrechбndose cada vez mбs, no habнa modo de convertir el algodуn sureсo en el dinero que por йl pagaban los mercados ingleses, ni era posible pagar con el importe del algodуn los suministros que se importaban aсos atrбs. Y el Sur agrнcola, en lucha con el Norte industrial, necesita ahora muchas cosas que no habнa creнdo precisas en los aсos de paz. La situaciуn era ideal para especuladores y ventajistas, y no faltaban gentes que procurasen Henrycerse a costa de tal estado de cosas. Cuanto mбs escaseaban vнveres y ropas y mбs fabulosamente subнan los precios, mбs energнa y virulencia adquirнa el clamor pъblico contra los especuladores. En aquellos dнas iniciales de 1864 no se podнa abrir un periуdico sin que saltase a la vista un artнculo de fondo acusando a los especuladores de ser buitres y sanguijuelas que succionaban la sangre del paнs y estimulando al Gobierno a reprimirlos con mano dura. El Gobierno hacнa lo posible, pero ello no servнa de nada porque habнa demasiados problemas que requerнan la atenciуn de los dirigentes del Sur. Contra ninguno de aquellos pescadores en aguas turbias era mбs amargo el resentimiento que contra Rhett Butler. Rhett, al hacerse mбs difнcil burlar el bloqueo, habнa vendido sus barcos y ahora se dedicaba abiertamente a especular en gйneros alimenticios. Los comentarios que corrнan sobre йl abarcaban Atlanta, Richmond y Wilmington y hacнan enrojecer de vergьenza a los que antes le habнan abierto las puertas de sus casas. Pese a tantas pruebas y tribulaciones, los diez mil habitantes de Atlanta se habнan duplicado durante la guerra. Incluso el bloqueo sirviу para aсadir prestigio a la ciudad. Desde tiempo inmemorial, las ciudades costeras habнan dominado al Sur comercialmente y en los demбs conceptos. Pero ahora, cerrados los puertos y tomadas o sitiadas muchas de las ciudades del litoral, la salvaciуn del Sur dependнa de sus propios recursos. Sуlo los productos del interior tenнan importancia, si el Sur querнa ganar la guerra, y por lo tanto Atlanta era ahora un centro insustituible. La poblaciуn de la ciudad sufrнa angustias, privaciones, enfermedades y muertes tan duramente como el resto de la Confederaciуn, pero Atlanta, como ciudad, habнa ganado mбs que perdido en el curso de la guerra. Atlanta, corazуn del Sur, latнa fuerte y plenamente, y sus ferrocarriles eran las arterias por las que circulaban una incesante corriente de hombres, provisiones y pertrechos. En otro tiempo, Scarlett se habrнa lamentado de sus ropas estropeadas y sus zapatos llenos de piezas y arreglos, pero ahora esto no la preocupaba, ya que la ъnica persona que podнa importarle no estaba allн para verla. Durante aquellos dos meses fue mбs feliz de lo que habнa sido durante aсos. їAcaso no habнa sentido acelerarse los latidos del corazуn de Ashley cuando ella le ciсу el cuello con los brazos? їNo habнa visto aquella expresiуn de su faz, que constituнa una confesiуn mбs elocuente que todas las palabras? Sн, йl la amaba. Ella, ahora estaba segura, y semejante convicciуn era tan agradable que incluso le permitнa mostrarse mбs afectuosa con Melanie. Hasta sentнa hacia su cuсada cierta compasiуn, mezclada con un ligero desprecio por su estupidez y su ceguera. «ЎCuando la guerra termine! —pensaba—. Cuando termine, entonces... » A veces se decнa tambiйn, con cierta punzada de terror: «Cuando termine, їquй? » Pero en seguida eliminaba de su mente ese pensamiento. Cuando la guerra acabase todo se arreglarнa de un modo u otro. Si Ashley la amaba, йl no podrнa seguir viviendo con Melanie, y esto era lo importante. Sin embargo, no cabнa pensar en el divorcio, porque Ellen y Gerald, catуlicos fervientes como eran, no le permitirнan jamбs casarse con un hombre divorciado. ЎEso significaba dejar de pertenecer a la Iglesia! Scarlett, meditando al respecto, resolviу que, puesta a elegir entre Ashley y la Iglesia, optarнa por Ashley. Pero Ўquй escбndalo producirнa semejante cosa! Las personas divorciadas sufrнan el anatema, no sуlo de la Iglesia, sino de la sociedad. A ningъn divorciado se le recibнa en parte alguna. Pero ella arrostrarнa tambiйn esto por Ashley. Sн: lo sacrificarнa todo por Ashley. Pero, en fin, fuera como fuese, todo irнa bien cuando la guerra terminara. Si Ashley la amaba de verdad, йl encontrarнa modo de conseguirlo. Ella le harнa encontrar el medio. Y, cada dнa que pasaba, Scarlett se sentнa mбs segura del cariсo de йl, mбs convencida de que йl lo arreglarнa todo satisfactoriamente cuando los yanquis fuesen derrotados. Era verdad que йl habнa dicho que los yanquis dominaban la situaciуn; pero para Scarlett esto era sencillamente una necedad. Sin duda estaba fatigado y perturbado cuando hablу asн. Por lo demбs, a ella no le preocupaba gran cosa que los yanquis ganasen o no. Lo importante era que la guerra concluyese rбpidamente y que Ashley regresase pronto a casa. Entonces, mientras las violentas rбfagas del viento de marzo forzaban a todos a permanecer recluidos en casa, fue cuando Scarlett se enterу de la abominable novedad. Melanie, con los ojos refulgentes de alegrнa y la cabeza baja para disimular su orgullo, comunicу a Scarlett que iba a tener un hijo. —El doctor Meade opina que serб a fines de agosto o en septiembre —afirmу—. Yo me lo figuraba..., pero no he estado segura hasta hoy. їVerdad que es magnнfico, Scarlett? ЎCon lo que te envidiaba a tu Wade y con lo mucho que deseaba tener un hijo! ЎCuбnto temor sentнa de no tener siquiera uno! Porque yo, Scarlett, desearнa una docena... Scarlett, que se estaba peinando para acostarse cuando Melanie entrу con la noticia, se interrumpiу con la mano que empuсaba el peine suspendida en el aire. —ЎDios mнo! —exclamу. Y por un momento no comprendiу bien lo que aquello significaba. Despuйs, de sъbito, acudiу a su mente el recuerdo de la puerta cerrada del dormitorio de Melanie y un dolor agudo como la herida de un cuchillo le desgarrу el alma. Era un dolor tan punzante como si Ashley fuese su esposo y le hubiera sido infiel. Un hijo. ЎUn hijo de Ashley! їCуmo podнa ser asн cuando йl la amaba a ella y no a Melanie? —Ya sabнa que te habнas de sorprender —dijo Melanie, con voz entrecortada—. їVerdad que es maravilloso? No sй cуmo escribнrselo a Ashley, Scarlett. Creo que no serнa tan embarazoso decнrselo... o... En fin, no decirle nada, hacйrselo comprender gradualmente. Me entiendes, їverdad? —ЎDios mнo! —repitiу Scarlett, a punto de romper a llorar, dejando caer el peine y apoyбndose en el borde del tocador para no tambalearse. —No te pongas asн, querida. Bien sabes que tener un niсo no es una cosa tan trбgica. Tъ misma lo dices. No quiero que te disgustes por mн, aunque te agradezco el verte tan preocupada. Es verdad que el doctor Meade dice que yo soy... —y Melanie se ruborizу— muy estrecha; pero confнa en que no haya complicaciones y... Dime, Scarlett, їescribiste tъ a Charles cuando lo de Wade, o lo hizo tu padre en tu nombre? ЎSi yo tuviese una madre para que se encargara de ello! Porque, realmente, no veo cуmo... —ЎCбllate! —gritу violentamente—. ЎCбllate! —ЎQuй tonta soy, Scarlett! Lo siento. Claro: las personas felices somos siempre egoнstas. Habнa olvidado a Charles, lo olvidй sуlo un momento... —ЎCбllate! —volviу a decir Scarlett, esforzбndose en dominar sus emociones y no dejarlas traslucir en su rostro. Porque era preciso que nunca, nunca, Melanie pudiese adivinar lo que ella sentнa. Melanie, la mбs discreta de las mujeres, sintiу que sus ojos se llenaban de lбgrimas al reconocer la crueldad que habнa cometido. їCуmo habнa hecho recordar a Scarlett las terribles circunstancias del nacimiento de Wade tan pocos meses despuйs de la muerte del pobre Charles? їCуmo podнa haber sido tan atolondrada? —Permнteme ayudarte a desvestirte, querida —dijo Melanie humildemente—. Yo te arreglarй el cabello. —Dйjame sola —repuso Scarlett, con el rostro convertido en piedra. Melanie, deshecha en lбgrimas de repoche hacia sн misma, saliу precipitadamente de la alcoba, dejando a Scarlett con los ojos secos, sн, pero con su orgullo herido y sus celos como compaсeros de lecho. Scarlett pensaba que le serнa imposible vivir por mбs tiempo bajo el mismo techo que la mujer que llevaba en su seno al hijo de Ashley. Se decнa que debнa volver a Tara, a aquella casa que era la suya. Imaginaba que no podrнa volver a mirar a Melanie sin delatar su secreto en su rostro. Y se levantу a la maсana siguiente con la decidida intenciуn de preparar su equipaje inmediatamente despuйs de desayunar. Pero mientras se sentaban las tres a la mesa, Scarlett, sombrнa y silenciosa, Pittypat desconcertada y Melanie entristecida, llegу un telegrama.
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