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SEGUNDA PARTE 8 страницаNo sуlo ofendнa йste a la ciudad acusando de venalidad a los que ocupaban buena posiciуn y de cobardнa a los hombres que estaban en la guerra, sino que se divertнa en poner en evidencia a dignos ciudadanos. No podнa resistir la tentaciуn de punzar la hipocresнa, la presunciуn y el flamante patriotismo de los que le rodeaban, como un muchacho no puede resistirse a pinchar un globito. Y lo hacнa con tal gracia y tan fina sutileza que sus vнctimas no estaban nunca seguras de lo que habнa sucedido hasta que quedaban en ridнculo. Scarlett no se hacнa ilusiones acerca de aquel hombre. Ella conocнa la falta de sinceridad de sus rebuscadas galanterнas y sus madrigales floridos. Sabнa que recitaba el papel del heroico burlador del bloqueo ъnicamente porque esto le divertнa. A veces le parecнa que Rhett era uno de los muchachos del condado junto a los que habнa crecido; pero, bajo la aparente ligereza de Rhett, ella sentнa que habнa algo malicioso, casi siniestro, en su suave brutalidad. Aunque se diese cuenta de su impostura, tambiйn Scarlett preferнa verle en el papel romбntico del vencedor del cerco. Esto, por lo pronto, justificaba en cierto modo su cordialidad para con йl. Por eso se enfadу muchнsimo cuando йl dejу caer la mбscara; le pareciу que una parte de las crнticas contra aquel hombre recaнan sobre ella. Fue en la reuniуn musical de la seсora Elsing, a beneficio de los convalecientes, donde Rhett confirmу su definitivo ostracismo. Aquel dнa, la casa de Elsing estaba llena de soldados con permiso, de miembros de la Guardia Nacional y de la Milicia Unificada; de seсoras casadas, viudas y muchachas. La gran copa de vidrio grabado que el mayordomo de los Elsing tenнa entre las manos, junto a la entrada, se habнa llenado ya dos veces de monedas de plata: la oferta individual de todos los asistentes. Esto representaba ya un йxito, porque cada dуlar de plata valнa sesenta dуlares en papel. Todas las jуvenes un poco enteradas de mъsica habнan tocado y cantado, y en los cuadros vivientes se escucharon calurosos aplausos. Scarlett estaba muy contenta de sн misma, porque no sуlo habнa cantado con Melanie el conmovedor dъo Cuando en las flores brilla el rocнo, sino que habнa sido elegida para representar, en ъltimo lugar, el cuadro del Espнritu de la Confederaciуn. Habнa estado fascinadora, vestida con una tъnica de muselina blanca adornada de rojo y azul, con la bandera en una mano, mientras que con la otra tendнa al capitбn Carey Ashburn, de Alabama, arrodillado ante ella, el sable de empuсadura dorada que perteneciera a Charles y a su padre. Terminado el cuadro, buscу los ojos de Rhett para ver si йste habнa apreciado su exhibiciуn y vio con una sensaciуn de despecho que йl estaba inmerso en una discusiуn y probablemente ni la habнa advertido. Por las caras de los que le rodeaban, ella comprendiу que estaban furiosos por lo que Butler estaba diciendo. Scarlett se abriу paso entre la multitud y, en uno de aquellos extraсos y pesados silencios que a veces se producen en una reuniуn, oyу a Willie Guiсan, de la Milicia, decir simplemente: —їDebo interpretar que usted opina que la Causa por la que han caнdo nuestros hйroes no es sagrada? —Si usted fuese atropellado por un tren en marcha, su muerte no santificarнa a la compaснa ferroviaria, їverdad? —replicу Rhett; y su tono parecнa pedir humildemente una informaciуn. —Seсores —la voz de Willie temblaba—, si no estuviese bajo este techo... —Tiemblo sуlo al pensar lo que ocurrirнa —respondiу Rhett—. Porque la valentнa de usted es bien conocida. Willie se puso rojo y todas las conversaciones cesaron. Todos estaban turbados. Willie estaba sano y fuerte y en edad militar y sin embargo no habнa ido al frente. Era hijo ъnico, eso era cierto; y, despuйs de todo, hacнa falta que alguien se quedase en casa para proteger al Estado. Pero cuando Rhett hablу de su valor hubo risitas burlonas por parte de los oficiales y convalecientes. «Pero їpor quй no callarб? —pensу Scarlett, indignada—. ЎEstropea toda la velada! » Las cejas del doctor Meade se fruncнan amenazadoras. —Para usted, joven, no hay nada sagrado —empezу con la voz que usaba en sus discursos—. Pero para los patriotas del Sur, hombres y mujeres, hay muchas cosas sagradas. Una de ellas es la de libertar a nuestro paнs de los usurpadores; otra es el derecho de los Estados y... Rhett tenнa un aire de desprecio. —Todas las guerras son sagradas —replicу— para los que deben hacerla. Si los que empiezan una guerra no la declarasen sagrada, їquiйn serнa tan bobo que fuese a combatir? Pero, digan lo que quieran los oradores a los idiotas que van a hacerse matar, cualquiera que sea el noble fin que le asignen a la guerra, la razуn de йsta es siempre una sola: el dinero. Todas las guerras no son mбs que cuestiуn de cuartos. Pero poca gente se da cuenta de ello. Sus oнdos estбn demasiado llenos de toques de trompetas y redobles de tambores y de bellas palabras de los oradores que se quedan en casa. A veces, el grito de guerra es: «ЎLiberemos el sepulcro de Cristo de los infieles! »; otras veces «ЎAbajo el papado! », «ЎLibertad! »; a veces «ЎAlgodуn, esclavitud, derechos de los Estados». «їQuй diablos dice del Papa? —se preguntу Scarlett—. їY del sepulcro de Cristo? » Mientras intentaba acercarse al grupo, vio a Rhett inclinarse secamente y marchar hacia la puerta. Intentу unirse a йl, pero la seсora Elsing la cogiу de la falda. —ЎDйjalo ir! —le dijo con una voz clara que retumbу en la sala un momento silenciosa—. ЎEs un traidor y un especulador! ЎEs una serpiente que hemos alimentado en nuestro seno! Rhett, en la antesala y con el sombrero en la mano, oyу lo que se pretendнa que oyese y se volviу para examinar un instante el salуn. Mirу impertinentemente el pecho liso de la seсora Elsing, sonriу y, haciendo otra inclinaciуn, saliу. La seсora Merriwether volviу a casa en el coche de tнa Pittypat; apenas las cuatro seсoras estuvieron sentadas, exclamу: —ЎYa lo ha visto, Pittypat Hamilton! ЎEspero que estarб satisfecha! —їDe quй? —preguntу Pittypat en tono aprensivo. —De la conducta de ese miserable Butler, al que ustedes han protegido. Pittypat se agitу, harto nerviosa para recordar a la seсora Merriwether que Butler habнa sido tambiйn su invitado en varias ocasiones. Scarlett y Melanie lo pensaron, pero por respeto a las personas mayores se abstuvieron de hacer la observaciуn. Asн, se entretuvieron en mirar sus propias manos semicubiertas por los mitones. —Nos ha insultado a todos y ha insultado tambiйn a la Confederaciуn —continuу la seсora Merriwether, y su abundante seno jadeaba violentamente bajo la brillante guarniciуn de pasamanerнa de su corpiсo—. ЎDecir que combatimos por el dinero! ЎQue nuestros jefes nos han mentido! Es menester meterlo en la cбrcel. Sн: hablarй de esto con el doctor Meade. ЎSi estuviese vivo el seсor Merriwether, ya se las verнa con йl! Ahora, Pittypat Hamilton, уigame: Ўno debe permitir mбs que ese granuja entre en su casa! —ЎOh! —dijo Pittypat, turbada y mirando con impotencia a las dos muchachas, que tenнan los ojos bajos, y despuйs la espalda rнgida del tнo Peter. Sabнa que йste escuchaba todo lo que se decнa y esperaba que se volviese para tomar parte en la conversaciуn, como hacнa de costumbre. Pero йste no se moviу. Pittypat sabнa que el viejo negro no le tenнa simpatнa a Butler. Entonces suspirу y murmurу: —Si usted cree, Dolly... —Lo creo —respondiу con firmeza la seсora Merriwether—. Ademбs, no sй quй fue lo que la empujу a recibirlo. Pero despuйs de la maсana de hoy no habrб en toda la ciudad una casa honorable que quiera acogerlo. Tenga un poco de sentido comъn y prohнbale que vaya a su casa. Echу a las muchachas una mirada penetrante. —Espero que ustedes dos tendrбn en cuenta mis palabras —continuу—, porque en parte es culpa suya. Han sido demasiado amables con йl. Ahora deben decirle cortйs pero firmemente que su presencia y sus discursos antipatriуticos les son igualmente desagradables. Scarlett estaba furiosa, pronta a encabritarse como un caballo que siente sus bridas tocadas por un extraсo. Pero no se atreviу a hablar por temor a que la seсora Merriwether escribiese otra carta a su padre. «ЎVieja chismosa! —pensу, roja de contenida ira—. ЎQuй alegrнa serнa poderte decir lo que pienso de ti y de tu manera de obrar! » —Nunca creн oнr semejantes palabras en contra de nuestra Causa —prosiguiу la seсora Merriwether—. Y si supiera que alguna de ustedes dos hablaba otra vez con йl... Por el amor de Dios, Melanie, їquй tienes? Melanie estaba pбlida y sus ojos parecнan inmensos. —Continuarй hablбndole —dijo en voz baja—. No serй descortйs con йl. No le prohibirй que venga a mi casa. La seсora Merriwether pareciу sofocarse, tнa Pittypat abriу la boca y el tнo Peter se volviу a mirar. «їPor quй no he tenido yo el valor de decir eso? —pensу Scarlett con una sensaciуn de envidia mezclada con admiraciуn—. їCуmo es posible que esa insignificancia tenga valor para rebelarse contra la vieja Merriwether? » Las manos de Melanie temblaban, pero ella continuу de prisa, como si tuviese miedo a que se le terminase la audacia. —No serй descortйs con йl por lo que ha dicho, porque... No ha debido decirlo en alta voz...; ha sido imprudente, pero... es lo mismo que piensa Ashley. Yo no puedo negar mi casa a un hombre que piensa como mi marido. Serнa una injusticia. La seсora Merriwether tomу aliento y replicу: —ЎMelanie Hamilton! ЎNo he oнdo nunca semejante mentira! Ninguno de los Wilkes ha sido nunca un cobarde. —No he dicho que Ashley sea cobarde. —Los ojos de Melanie empezaron a relampaguear—. He dicho que йl piensa lo mismo que el capitбn Butler, sуlo que lo expresa con diferentes palabras. Y no va a las reuniones a decirlo, creo yo. Pero a mн me lo ha escrito. La conciencia de Scarlett le remordiу unos instantes al tratar de recordar quй era lo que habнa escrito Ashley. La mayor parte de lo que habнa leнdo se le habнa borrado de la memoria. Entonces pensу que Melanie habнa perdido la cabeza. —Ashley me ha escrito que no deberнamos luchar contra los yanquis y que hemos sido engaсados por los hombres de Estado, que nos han contado un montуn de disparates —continuу Melanie rбpidamente—. Y ha dicho que nada en el mundo vale el daсo que nos producirб esta guerra. «ЎAh! —pensу Scarlett—. ЎEs aquella parte...! їY era eso lo que querнa decir? » —No lo creo —replicу la seсora Merriwether—. Tъ has interpretado mal sus palabras. —Yo comprendo perfectamente a Ashley —rebatiу Melanie tranquila, aunque sus labios temblasen—. Йl quiere decir lo que el capitбn Butler, pero de otro modo. —ЎDeberнas avergonzarte de comparar a un hombre como Ashley Wilkes con un granuja como el capitбn Butler! ЎQuizб pienses tъ tambiйn que la Causa no representa nada! —Yo... no sй lo que pienso —dijo Melanie incierta, mientras su ardor la abandonaba y una especie de pбnico se apoderaba de ella—. Morirнa por la Causa... y tambiйn Ashley. Pero... quiero decir... que estos pensamientos los dejo para los hombres, que saben mбs. —ЎNo he oнdo nunca una cosa igual! ЎDeten el coche, tнo Peter, estamos en mi casa! El tнo Peter, ocupado en escuchar la conversaciуn, pasaba de largo ante la casa de la seсora Merriwether. Йsta descendiу, mientras las cintas de su cofia se agitaban como velas en la tempestad. —Os arrepentirйis de eso —dijo. Tнo Peter fustigу el caballo. —Debieran avergonzarse de poner a la seсorita Pitty en este estado —reprendiу a las dos jуvenes. —No estoy alterada —respondiу Pittypat ante el estupor de todos, porque generalmente se desmayaba por mucho menos—. Melanie, tesoro, sй que has querido defenderme, y estoy contentнsima de ver que alguien ha humillado a Dolly. їCуmo has tenido tanto valor? їCrees que has hecho bien en decir eso de Ashley? —ЎEs la verdad! —exclamу Melanie; y empezу a llorar suavemente—. Y no me avergьenzo de decir que йl piensa asн. Йl cree que la guerra es una equivocaciуn, pero estб dispuesto a combatir y a morir, y para esto es necesario tener mбs valor que cuando se combate por algo que se cree justo. —No llore, seсora Melanie. Estamos en la calle Peachtree —gruсу el tнo Peter, aligerando el paso del caballo—. La gente estб dispuesta a murmurar. Espere a llegar a casa. Scarlett no hablу. Ni siquiera estrechу la mano que Melanie habнa puesto en la suya para encontrar alivio. Ella habнa leнdo cartas de Ashley con un solo objeto: para asegurarse de que йste la amaba aъn. Ahora Melanie habнa dado un nuevo significado a ciertos pбrrafos de las cartas que Scarlett apenas habнa observado. Le desagradaba pensar que alguien tan perfecto como Ashley pudiese tener pensamientos en comъn con un reprobo como Rhett Butler. Di jуse: «Ambos ven la verdad en esta guerra; pero Ashley estб dispuesto a morir y Rhett no. Me parece que esto demuestra el buen sentido de Rhett. » Se detuvo un momento, horrorizada de haber tenido semejante pensamiento a costa de Ashley. «Ambos ven la misma desagradable verdad; pero a Rhett le gusta mirarla de frente e irritar al pъblico hablando de ella, mientras que Ashley no puede soportar su vista. » Йste era un asunto muy curioso. A instancias de la seсora Merriwether, el doctor Meade se decidiу a escribir al periуdico una carta en que no mencionaba a Rhett, aunque йste fuera fбcilmente reconocible. El director del diario, previendo el drama social que se escondнa bajo aquel escrito, lo puso en segunda pбgina. Esto era ya una gran innovaciуn, porque las dos primeras pбginas del diario estaban siempre dedicadas a anuncios referentes a esclavos, mulos, arados, cofres, casas en venta o para arrendar, curas de enfermedades secretas y reconstituyentes de la fuerza viril. La carta del doctor fue el preludio de un coro de indignadas voces que empezу a oнrse en toda la regiуn contra especuladores y aprovechados. En Wilmington, el principal puerto donde se podнa atracar ahora, ya que el de Charleston estaba prбcticamente cerrado por los navios de guerra yanquis, la situaciуn se habнa hecho verdaderamente escandalosa. Los especuladores invadнan la ciudad. Y, teniendo dinero contante, compraban cargamentos enteros de mercancнas y los escondнan para poder alzar despuйs los precios. La subida llegaba siempre, porque, con la creciente escasez de lo necesario, los precios se elevaban cada vez mбs. Los burgueses se veнan obligados a comprar a los precios que fijaban los especuladores, y los pobres o los que estaban en situaciуn modesta sufrнan cada vez mбs privaciones. Con el alza de precios el valor de la moneda confederada disminuyу y su caнda marcу el resurgir de una loca pasiуn por el lujo. Los comandantes de los barcos que atravesaban el cerco tenнan la misiуn de traer mercancнas de primera necesidad; pero ahora sus bodegas estaban llenas de artнculos de lujo, que ocupaban el lugar de aquellos de que la Confederaciуn tenнa necesidad. Empeoraba la situaciуn el hecho de que sуlo habнa una lнnea ferroviaria de Wilmington a Richmond; y, mientras millares de sacos de harina y cajas de tocino se pudrнan en los almacenes de las estaciones por falta de vehнculos de transporte, los especuladores que vendнan vinos, seda y cafй conseguнan hacer llegar sus mercancнas a Richmond dos dнas despuйs de ser йstas desembarcadas en Wilmington. Los rumores que antes circulaban ocultamente sobre Rhett Butler, ahora se comentaban en voz alta y se afirmaba que no sуlo especulaba con sus cuatro naves vendiendo las mercancнas a precios inauditos, sino que compraba los cargamentos de otros navios y los almacenaba en espera del alza de precios. Se decнa que йl era el jefe de una asociaciуn con capital de mбs de un millуn de dуlares y tenнa en Wilmington su cuartel general a fin de comprar toda mercancнa reciйn desembarcada. Esa compaснa contaba con docenas de almacenes en la ciudad de Richmond y en el mismo Wilmington, almacenes abarrotados de vнveres y de prendas de vestir. Militares y civiles empezaban a sentirse asqueados y los comentarios contra Rhett y los otros especuladores se hacнan cada vez mбs violentos. «Hay muchos hombres valientes y patriotas en nuestra Marina que tienen la tarea de eludir el bloqueo —decнa la carta del doctor—, hombres desinteresados que arriesgan su vida y sus bienes para que la Confederaciуn pueda sobrevivir. Estos son venerados y honrados por todos nosotros. No es de ellos de quienes intento hablar. »Hablo de otros desaprensivos que enmascaran bajo el manto del patriotismo su avidez de ganancia; yo reclamo que la justa cуlera y la venganza de un pueblo que combate por la mбs santa de las causas caiga sobre estas aves de rapiсa que importan rasos y encajes mientras nuestros hombres mueren y nuestros hйroes sufren por falta de morfina. Seсalo a la execraciуn pъblica estos vampiros que chupan la sangre vital de aquellos que siguen a Robert Lee. їCуmo podemos soportar entre nosotros a especuladores con zapatos de charol mientras nuestros muchachos van al asalto con los pies descalzos? їCуmo podemos tolerarlos con su champaсa y sus pasteles de jote gras mientras nuestros soldados tiritan alrededor de sus fogatas en el campo y se alimentan de tocino rancio? Conjuro a todos los confederados leales para que los echen. » Los habitantes de Atlanta leyeron esta carta, comprendieron que el orбculo habнa hablado y, como leales confederados, se apresuraron a repudiar a Butler. De todas las casas que lo habнan recibido hasta el final de 1862, la de la seсora Pittypat fue la ъnica que siguiу acogiйndole en 1863; y, si no hubiese sido por Melanie, probablemente no le habrнan admitido. Tнa Pittypat estaba aguadнsima cada vez que йl llegaba a la ciudad. Sabнa muy bien lo que decнan sus amistades porque se le recibнa; pero le faltaba el valor de decirle a Rhett Butler que no le agradaba que las visitara. Cada vez que йl llegaba a Atlanta, Pittypat se ponнa seria y decнa a las muchachas que irнa a la puerta para prohibirle la entrada. Pero, cada vez que Rhett llegaba con un paquetito en la mano y un pequeсo cumplido en los labios, ella cedнa. —No sй quй hacer. Me mira... y yo... tengo miedo de su reacciуn si le digo que no vuelva. Tiene tan mala reputaciуn... їCreйis que serнa capaz de pegarme? Oh..., ЎDios mнo, si Charles viviese! Scarlett, debes decirle que no venga mбs..., decнrselo amablemente. ЎPobre de mн! Yo creo que tъ le animas y toda la ciudad habla de ello; si tu madre lo supiera, їquй dirнa de mн? Tampoco, tъ, Melanie, debieras ser tan amable con йl. Sed frнas y despegadas y lo comprenderб. Quizб serб mejor que yo escriba a Henry y que йste hable con el capitбn Butler. —No lo pienses —respondiу Melanie—. Y de ninguna manera serй descortйs con йl. Creo que la gente se porta muy mal con Butler y dice muchas tonterнas. No puedo creer que йl sea como aseguran el doctor Meade y la seсora Merriwether. Es imposible que almacene los comestibles para dejar morir de hambre a la gente. Ъltimamente me dio cien dуlares para los huйrfanos. Estoy segura que es tan leal y patriota como cualquiera de nosotros, pero es demasiado orgulloso para defenderse. Tнa Pittypat no sabнa hacer mбs que juntar las manos con desesperaciуn. En cuanto a Scarlett, hacнa tiempo que se habнa resignado a la costumbre de Melanie de ver bondad en todo el mundo. Era una boba, Melanie, pero esto ya no tenнa remedio. Scarlett sabнa que Rhett no era un patriota; pero a ella esto no le importaba nada. Lo ъnico que le importaba eran los regalitos que йl le traнa de Nassau, cositas que todas las seсoras podнan aceptar sin comprometerse. Con los precios actuales, їcуmo le hubiera sido posible obtener horquillas, dulces, agujas, si se le hubiese prohibido a Rhett entrar en casa? No; era mбs cуmodo echar las responsabilidades a tнa Pittypat, que, despuйs de todo, era la dueсa de la casa, la acompaсante y el arbitro de lo que era o no normal. Scarlett sabнa que la ciudad hablaba de las visitas de Rhett y tambiйn de ella; pero sabнa ademбs que, a los ojos de Atlanta, Melanie Wilkes no podнa dejar de conservar un carбcter de respetabilidad. Sin embargo, hubiera sido preferible que Rhett abjurara de sus herejнas. Ella se habrнa evitado el apuro de notar que la gente miraba hacia otro lado cuando la veнan con йl. —Aunque usted piense esas cosas, їpor quй las dice? —le gritу un dнa—. Serнa mucho mejor para usted que, aun pensando lo que quiera, tuviese la boca cerrada. —Йse es su sistema, їno es verdad, mi pequeсa hipуcrita de ojos verdes? La imaginaba mбs valiente. Siempre oн decir que los irlandeses decнan lo que pensaban. Dнgame sinceramente, їno ha creнdo usted nunca reventar de ganas de decir lo que piensa? —Sн —admitiу Scarlett lentamente—. Por ejemplo, me fastidia grandemente oнr hablar siempre de la Causa, dнa y noche. ЎPero, si lo confesara, Dios bendito, nadie me saludarнa y ningъn joven bailarнa conmigo! —ЎAh, sн; comprendo que es necesario bailar a toda costa! Bien, admiro lo dueсa que es de sн misma, pero yo no llego a tal altura. No puedo ponerme la mбscara del patriotismo, por conveniente que pueda ser el disimulo. Hay muchos imbйciles que arriesgan hasta el ъltimo cйntimo y saldrбn de la guerra mбs pobres que Job; no hay ninguna necesidad de que yo aumente su nъmero. Deje tambiйn que luzcan la aureola; la merecen. Como ve, soy sincero. Por otra parte, la aureola es lo ъnico que les quedarб dentro de uno o dos aсos. —їCуmo puede decir esas cosas cuando sabe que Inglaterra y Francia van a venir en nuestra ayuda...? —ЎPero, Scarlett! ЎUsted ha leнdo un periуdico! No lo vuelva a hacer; es una lectura que crea confusiуn en el cerebro de las mujeres. Para su conocimiento, le dirй que hace menos de un mes estuve en Inglaterra y puedo asegurarle que su Gobierno no tiene la menor intenciуn de venir en ayuda de la Confederaciуn. Inglaterra no apuesta nunca a favor del perro o del caballo que estб en condiciones de inferioridad; y йsta es su fuerza. Por otra parte, aquella holandesa gorda que estб en el trono es un alma temerosa de Dios y no aprueba la esclavitud. Es capaz de dejar a millares de operarios de la industria textil morir de hambre por falta de algodуn; pero no darб jamбs un golpe a favor de la esclavitud. En cuanto a Francia, esa pбlida imitaciуn de Napoleуn que la gobierna tiene demasiado que hacer en Mйxico para ocuparse de nosotros. Tambiйn bendice la guerra, porque nos impide ir a Mйxico a dar caza a sus tropas... No, Scarlett; eso de las ayudas extranjeras es una invenciуn de los periуdicos para levantar la moral de los nuestros. Yo mismo creo no poder continuar mis viajes mбs de seis meses. Despuйs serнa demasiado arriesgado. Venderй mis naves a algъn imbйcil que crea poder hacer lo que he hecho yo. Pero esto no me preocupa. He ganado bastante; y mi dinero estб en bancos ingleses, en oro. No quiero esos papelotes sin valor. Como siempre, sus palabras, que a los demбs le sonaban a traiciуn y perfidia, aparecнan al oнdo de Scarlett llenas de buen sentido y de verdad. No obstante sabнa que deberнa enfadarse y escandalizarse. Por lo menos fingirнa hacerlo: serнa una actitud mбs digna de una seсora. —Creo que todo lo que ha escrito de usted el doctor Meade es justo, capitбn Butler. El ъnico modo que tiene usted de redimirse es alistбndose cuando haya vendido sus barcos. Procede usted de West Point y... —Habla usted como un predicador bautista que pronuncia un discurso para reclutar adeptos. їY si yo no tengo ningъn deseo de redimirme? їPor quй debo combatir para defender un sistema que no me ha aceptado? Me sentirй, por el contrario, muy contento de verlo destruido. —No sй de quй sistema habla —replicу ella. —їNo? Tambiйn usted forma parte de йl, como yo antes; y estoy seguro de que no lo ama usted mбs que yo. їPor quй soy el garbanzo negro de la familia Butler? Porque no me he podido adaptar a los usos de Charleston. Y Charleston no es otra cosa que el Sur algo mбs exagerado. Me pregunto si usted se imagina lo que esto significa. Tantas cosas que es necesario hacer, sуlo porque han sido siempre hechas... Cosas inocentes que no conviene hacer por la misma razуn... Cosas que fastidian porque estбn exentas de sentido comъn. El no haberme casado con una seсorita de la que habrб oнdo hablar no ha sido otra cosa para mн que la ъltima gota que ha hecho rebosar el cбliz. їY por quй habнa de casarme con una fastidiosa idiota, por la ъnica razуn de que un incidente me impidiу llevarla a su casa antes de que anocheciese? їEs por eso por lo que debнa permitir que aquel salvaje de su hermano me asesinase, cuando yo disparaba mejor que йl? Quizб, si hubiese sido un caballero, me habrнa dejado matar y esto habrнa cancelado la mancha en el blasуn de los Butler. Pero... la vida me agrada. Asн, he permanecido vivo y me he divertido... Cuando pienso en mi hermano, que vive entre las vacas sagradas de Charleston y las respeta tantнsimo, me acuerdo de aquella mujer indigesta que es su esposa y de sus insoportables bailes provinciales... ЎBah; le aseguro que haber roto las relaciones con el sistema tiene sus compensaciones! Nuestro modo de vivir en los Estados del Sur, querida Scarlett, es tan anticuado como el sistema feudal de la Edad Media. El milagro consiste en que haya durado tanto. Tenнa que terminar; y estamos de acuerdo en esto. їY quiere usted que me ponga a escuchar a predicadores como el doctor Meade y me excite el redoble de los tambores y coja un mosquetуn para ir a derramar mi sangre por Marse Robert? Pero їpor quй imbйcil me toma? Besar la mano que me ha golpeado no es de mi estilo. Entre el Sur y yo, la partida estб empatada. El Sur me condenу a morir de hambre; no he muerto, sino que, por el contrario, he ganado tanto dinero gracias a la muerte del Sur que eso me compensa los derechos de primogenitura que he perdido. —Es usted abyecto y venal —repitiу Scarlett; pero pronunciaba estas palabras automбticamente. La mayor parte de lo que йl decнa le entraba por un oнdo y le salнa por el otro, como la mayorнa de las conversaciones que no tenнan un tema personal. Pero algunas cosas eran justas. ЎCuбntas tonterнas implica la vida entre personas de bien! Fingir haber sepultado el propio corazуn cuando no era verdad... Y ver a todos escandalizados aquella vez que bailу en la fiesta de beneficencia. Y el modo en que la miraban cada vez que decнa o hacнa algo diferente de las demбs... No obstante, le molestу oнrlo atacar todas las tradiciones que mбs la fastidiaban. Habнa vivido demasiado tiempo entre personas que disimulaban educadamente para no sentirse desorientada al oнr manifestar en palabras los propios pensamientos. —їVenal? No; simplemente soy previsor. Puede ser que esto sea simplemente sinуnimo de venal. Al menos, asн dice quien no es precavido. Cualquier leal confederado que hubiese tenido en casa mil dуlares en el aсo 1861 podrнa haber hecho lo que he hecho yo; pero pocos han sido tan perspicaces como para aprovechar la ocasiуn. Por ejemplo, inmediatamente despuйs de la caнda de Fort Sumter, y antes de que se estableciese el bloqueo, yo comprй algunos millares de balas de algodуn a bajнsimo precio y las llevй a Inglaterra, donde siguen aъn en los almacenes de Liverpool. No las he vendido todavнa ni las venderй hasta que las fбbricas inglesas tengan necesidad de йl y me paguen el precio que quiera. No me sorprenderб obtener una libra por cada dуlar. —ЎObtendrб una libra por dуlar cuando yo cante misa! —Muy al contrario; estoy persuadido de que la obtendrй. El algodуn ha llegado ya a setenta y dos centavos la libra. Cuando la guerra termine serй rico, porque he sido previsor...; perdуn, venal. Le he dicho ya una vez que los momentos buenos para ganar dinero son dos: cuando se contruye un paнs y cuando se destruye. Lentamente en el primer caso, deprisa en el segundo. Recuerde mis palabras. Quizбs algъn dнa le podrбn servir. —Agradezco mucho los buenos consejos —respondiу Scarlett con todo el sarcasmo de que fue capaz—. Pero no tengo necesidad de ellos. їCree usted que papб es pobre? Tiene mбs de lo que yo pueda necesitar; ademбs, cuento con la herencia de Charles. —Creo que los aristуcratas franceses pensaban aproximadamente lo mismo hasta el momento de subir al carro que los llevaba a la guillotina.
A menudo Rhett hacнa observar a Scarlett la inoportunidad de vestir de luto mientras participaba en actividades sociales. A йl le gustaban los colores llamativos; y los vestidos fъnebres de Scarlett y el velo de crespуn que le llegaba casi a los talones le divertнan y le extraсaban al mismo tiempo. Pero ella los soportaba, porque sabнa que, si se hubiera puesto vestidos de color antes de que pasasen unos aсos, las flechas de la murmuraciуn habrнan apuntado contra ella mбs de lo que ya apuntaban. Y, ademбs, їcуmo se lo habrнa explicado a su madre? Rhett le dijo francamente que el velo de crespуn le daba aspecto de corneja y que el negro la envejecнa diez aсos. Estas afirmaciones poco galantes la hicieron apresurarse a ir al espejo para ver si realmente aparentaba veintiocho aсos en lugar de dieciocho. —Darнa prueba de mejor gusto quitбndose lo que demuestra un dolor que jamбs ha experimentado. Hagamos una apuesta. Dentro de dos meses se habrб quitado ese vestido y ese velo y en su lugar se habrб puesto una elegantнsima creaciуn de Parнs. —Ni soсarlo; y no hablemos mбs de ello —rebatiу Scarlett, un poco enfadada por la alusiуn a Charles. Rhett, que se disponнa a partir a Wilmington para efectuar un nuevo viaje, se despidiу con un cariсoso guiсo.
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