Хелпикс

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SEGUNDA PARTE 4 страница



Debнais dejar en paz, completamente, a los maridos de otras mujeres, aunque en otro tiempo hubiesen sido vuestros admiradores y aunque os agradasen. Si erais demasiado simpбticas con los maridos jуvenes, las mujeres dirнan que erais unas impъdicas, y йste era el modo de adquirir una mala reputaciуn y de no encontrar un cortejador.

Pero con los jуvenes... Ўah, la cosa era diferente! Podнais reнros tranquilamente de ellos, y, cuando venнan rбpidamente a preguntar por quй reнais, podнais negaros a decнrselo y reнr aъn mбs fuerte, desafiбndolos a adivinar las razones. Con los ojos podнais prometer las cosas mбs excitantes; asн ellos trataban de maniobrar para llevaros aparte. Cuando alguno lo conseguнa, entonces debнais mostraros muy ofendidas y mucho mбs irritadas si intentaba besaros. Le obligabais a pediros perdуn por haberse portado como un villano y despuйs le perdonabais, tan suavemente que permanecнa a vuestro lado, tratando de besaros por segunda vez. A veces, aunque no con frecuencia, se lo permitнais. (Ellen y Mamita no le enseсaron esto, pero ella sabнa que era una cosa de gran efecto. ) Entonces os ponнais a llorar y manifestabais que no sabнais quй os habнa pasado y que estabais seguras de que ya nadie os respetarнa. Йl os secarнa las lбgrimas y las mбs de las veces os pedirнa en matrimonio, justamente para mostraros lo que os respetaba. Y entonces... Ўoh, entonces habнa tantas maneras de comportarse con los jуvenes! Y ella las conocнa todas: el matiz de la larga mirada oblicua, la media sonrisa detrбs del abanico, el mover de las caderas de forma que las faldas se balanceasen como campanas, la risa, la adulaciуn, la dulce simpatнa. Todo este galimatнas no habнa fallado nunca en conseguir su objeto... excepto con Ashley.

No, no valнa la pena aprender todas estas maniobras para servirse de ellas tan breve tiempo y despuйs abandonarlas para siempre. ЎQuй hermoso serнa no casarse nunca, y continuar poniйndose bellos vestidos verde pбlido y ser siempre cortejada! Pero si se continuaba asн mucho tiempo, una se convertнa en solterona como India Wilkes, y todos decнan «Ўpobrecita! » en un tono de odiosa compasiуn. No, a fin de cuentas era mejor casarse y conservar el respeto de sн misma, aunque una no pudiese divertirse mбs.

ЎQuй antipбtica era la vida! їPor quй habнa sido ella tan idiota como para casarse con Charles y terminar su vida a los diecisйis aсos? Su ensoсaciуn indignada y desesperada fue interrumpida cuando la gente empezу a colocarse a lo largo de las paredes y las seсoras recogieron sus miriсaques para impedir que un choque los levantase, mostrando mбs de lo que era correcto de sus pantalones. Scarlett se empinу para ver por encima de la multitud y advirtiу que un capitбn subнa a la plataforma de la orquesta. Йste gritу una orden y la mitad de la compaснa formу. Durante unos minutos hicieron unos brillantes ejercicios que provocaron el sudor de sus frentes y los gritos y los aplausos de los espectadores. Scarlett aplaudiу dйbilmente junto con los demбs, y, cuando los soldados, despuйs de escuchar la orden de «rompan filas», rodearon los mostradores donde se distribuнan ponches y limonadas, ella se volviу hacia Melanie, pensando que era preferible empezar a fingir sobre la Causa lo mejor posible. —Bonito, їverdad? —dijo.

Melanie estaba ordenando en el mostrador algunos artнculos. —Muchos de ellos estarнan bastante mejor con uniforme gris y en Virginia —respondiу sin cuidarse de bajar la voz.

Algunas madres, orgullosas de sus hijos que estaban en la Milicia, oyeron la observaciуn. La seсora Guiсan se puso roja y despuйs palideciу, porque su hijo Willie, de veinticinco aсos, estaba en la compaснa.

Scarlett se asombrу al oнr semejantes palabras en boca de Melanie y delante de todos.

—ЎMelanie! —exclamу.

—Sabes bien que es verdad, Scarlett. No hablo de los niсos ni de los viejos. Hay muchos en la Milicia que podrнan tener en la mano un fusil, y eso es precisamente lo que debнan hacer en estos momentos.

—Pero..., pero... —empezу Scarlett, que no habнa pensado nunca en esto—, alguno debe permanecer en casa para... —ЎQuй diantre, si lo habнa dicho Willie Guiсan para justificar su presencia en Atlanta! —. Alguno debe tambiйn permanecer en casa para proteger al Estado de una invasiуn.

—Nadie nos ha invadido ni nos invadirб —replicу rбpidamente Melanie, mirando hacia el grupo de la Milicia—. El mejor medio para tener lejos a los invasores es ir a Virginia a luchar contra los yanquis. En cuanto a la historia de que la Milicia debe impedir una sublevaciуn de los negros..., es la cosa mбs absurda que he oнdo en mi vida. їPor quй habнa de levantarse nuestra gente? Йsta es una buena excusa para los cobardes. Apuesto que derrotarнamos a los yanquis en un mes si las milicias de todos los Estados fuesen a combatir. ЎEso es!

—ЎPero, Melanie! —exclamу de nuevo Scarlett, mirбndola asombrada.

Los ojos negros de Melanie ardнan de cуlera. —Mi marido no ha tenido miedo de ir, tampoco el tuyo. Preferirнa que hubiesen muerto los dos antes de verlos aquн, en casa... ЎOh, querida, perdуname! ЎQuй cruel e imprudente soy!

Apretу el brazo de Scarlett como para excusarse y йsta la mirу sorprendida. En aquel momento no pensaba en Charles. Pensaba en Ashley. їSi muriese tambiйn йl? Se volviу de prisa y sonriу automбticamente al doctor Meade, que se acercaba al mostrador.

—Valientes muchachas —dijo saludбndolas—. Han sido muy gentiles en venir. Sй que para ustedes ha sido un sacrificio; todo sea por la Causa. Ahora les dirй un secreto. He encontrado un modo de hacer dinero para el hospital, pero temo que alguna seсora se escandalizarб. Se detuvo y sonriу mientras se rascaba la barbilla caprina. —їQuй es? ЎDнganoslo, sea bueno!

—Verdaderamente, es mejor dejarlo adivinar. Pero vosotras, muchachas, deberнais defenderme si los miembros de la Iglesia proponen expulsarme de la ciudad por esto. Por lo demбs, es para el hospital. Ya verйis. No se ha hecho nunca nada de este gйnero.

Prosiguiу pomposamente hacia un grupo de «carabinas» instaladas en un бngulo y, mientras las dos jуvenes discutнan la posibilidad de aquel secreto, se acercaron dos seсores de edad, los cuales dijeron en voz muy alta que deseaban diez metros de encajes. «ЎBah, mejor son viejos que nada! », pensу Scarlett midiendo el encaje y resignбndose pъdicamente a ser acariciada en las mejillas. Los viejos se volvieron hacia el mostrador de los refrescos y otros ocuparon sus puestos. Su mostrador no tenнa tantos clientes como los otros, donde resonaban las risas agudas de Maybelle Merriwether y la risita opaca de Fanny Elsing y las alegres respuestas de las muchachas Whiting. Melanie vendнa objetos inъtiles a los hombres que no sabнan quй hacer con ellos, tranquila y serena como un comerciante, y Scarlett ajustaba su talante al de su cuсada.

Delante de todos los mostradores, exceptuando el suyo, habнa corros de muchachas que charlaban y de hombres que compraban. Los pocos que se acercaban al suyo hablaban de la propia camaraderнa universitaria con Ashley; decнan que era un soldado valiente, o bien mencionaban respetuosamente a Charles, afirmando que su muerte fue una gran pйrdida para Atlanta.

La mъsica empezу el ritmo animado de Johnny Booker, ayuda a este negro y a Scarlett le dieron ganas de gritar. Deseaba bailar. Sentнa necesidad de ello. Mirу al otro lado del salуn y golpeу el suelo con los pies; sus ojos ardнan con una llama verde. A travйs de la sala vio a un hombre reciйn llegado y aъn detenido en el umbral de la puerta; se sobresaltу al reconocerle y observу atentamente aquellos ojos de corte oblicuo en su rostro terco y rebelde. Sonriу йste comprendiendo la invitaciуn de Scarlett, que cualquier hombre habrнa podido ver.

Iba vestido de paсo negro; era tan alto que superaba a todos los oficiales que estaban a su lado, y tenнa las espaldas anchas pero la cintura delgada y los pies absurdamente pequeсos en zapatos muy limpios. Su traje severo, con la camisa finamente plegada y los pantalones airosamente sujetos bajo las polainas muy altas, contrastaba extraсamente con su rostro y su figura, porque iba muy acicalado, pero tenнa un cuerpo de atleta secretamente peligroso bajo su graciosa indolencia. Tenнa los cabellos negrнsimos asн como el bigotito, cortado como el de un extranjero, en contraste con los mostachos largos y caнdos de los oficiales de caballerнa que estaban a su lado. Parecнa (y era) un hombre de apetitos vigorosos y desvergonzados. Tenнa un aspecto de serena y desagradable impertinencia. Habнa tambiйn malicia en sus ojos, que miraban fijamente a Scarlett, hasta que йsta, sintiendo finalmente su mirada, se volviу hacia йl.

Tuvo la impresiуn de conocerlo, aunque al principio no consiguiу recordar quiйn era. Era el primer hombre que, desde hacнa muchos meses, le mostraba algъn interйs; por esto le sonriу alegremente. Йl respondiу con una pequeсa seсa a su inclinaciуn; pero cuando se encaminу hacia ella con un andar suave y бgil como el de los indios, Scarlett lo reconociу y se llevу una mano a la boca con un gesto de horror. • Quedу paralizada, como herida por el rayo, mientras йl se abrнa paso entre la multitud. Entonces se volviу con intenciуn de huir a la sala de los refrescos, pero su falda se enganchу en un бngulo del mostrador. Tirу de ella furiosamente, rasgбndola; en tanto, ya estaba йl junto a ella.

—Permнtame —dijo йl, inclinбndose para desenganchar delicadamente el volante—. No esperaba que se acordase de mн, seсorita O'Hara.

Su voz sonу extraсamente agradable a sus oнdos; era la voz bien modulada de un caballero, sonora y con el ligero acento meloso de Charleston.

Ella le mirу implorante, con el rostro cubierto de rubor al recordar su ъltimo encuentro, y se hallу frente a los ojos mбs negros que jamбs habнa visto y que brillaban con una alegrнa despiadada. Entre todos los hombres del mundo que habrнan podido llegar a aquel lugar, tenнa que ser precisamente el mismo individuo que asistiу a aquella escena con Ashley, aquella escena que aъn daba pesadillas a Scarlett; aquel odioso holgazбn que perdнa a las jуvenes y no era recibido por las personas de bien; aquel hombre despreciable que habнa dicho (Ўy con razуn! ) que ella no era una seсora.

Al sonido de aquella voz, Melanie se volviу y, por primera vez en su vida, Scarlett dio gracias al cielo por la asistencia de su cuсada.

—Pero... es el seсor Butler, їverdad? —Melanie sonriу levemente tendiйndole la mano—. Le conocн...

—Con el feliz motivo de su peticiуn de mano —la interrumpiу йl, inclinбndose para besarle la mano—. Es usted muy gentil al acordarse de mн.

—їY quй hace usted tan lejos de Charleston, seсor Butler?

—Negocios, seсora Wilkes, y negocios poco divertidos. De ahora en adelante tendrй que venir con frecuencia a esta ciudad. No solamente tengo que traer mercancнas, sino vigilar cуmo son distribuidas.

—Traer... —empezу Melanie arrugando la frente; e inmediatamente despuйs sonriу complacida—. ЎPero, entonces..., es usted el famosнsimo capitбn Butler, del que tanto he oнdo hablar..., el que atraviesa el bloqueo! Figъrate, todos los vestidos que llevan puestos las muchachas han sido introducidos por йl. Scarlett..., їquй tienes, tesoro? їTe sientes mal? Siйntate.

Scarlett se desplomу en la silla, respirando tan precipitadamente que hasta temiу que las cintas del corsй se rompiesen. ЎOh, quй cosa tan terrible! Nunca habнa pensado volver a encontrar a aquel hombre. Йl cogiу del mostrador su abanico negro y empezу a darle aire con solicitud, con demasiada solicitud. Su rostro tenнa una expresiуn seria, pero sus ojos brillaban aъn maliciosamente.

—Hace mucho calor aquн —dijo despuйs—. Siento que la seсorita O'Hara se sienta mal. їQuiere que la acompaсe a la ventana?

—No.

El monosнlabo fue pronunciado con tanta dureza, que Melanie la mirу asombrada.

—Hace ya un tiempo que no es la seсorita O'Hara —replicу Melanie—. Es la seсora Hamilton..., mi cuсada. —Y lanzу a Scarlett una breve mirada afectuosa. Scarlett se sintiу sofocada al ver la expresiуn de la morena cara de pirata del capitбn Butler.

—Estoy seguro de que ello es una suerte para ambas, seсoras —replicу Butler con una leve inclinaciуn. Era la observaciуn que hacнan todos los hombres; pero, dicha por йl, a Scarlett le pareciу que significaba todo lo contrario.

—Imagino que sus maridos estarбn aquн esta noche, en esta alegre ocasiуn. Serнa para mн un placer volver a encontrarles.

—Mi marido estб en Virginia —respondiу Melanie levantando orgullosamente la cabeza—. Pero Charles... —Su voz se quebrу.

—Muriу en el frente —dijo Scarlett con voz sin inflexiones, casi masticando las palabras. ЎOh! їNo se irнa nunca de allн aquel hombre?

Melanie la mirу asombrada y el capitбn hizo un gesto de desaprobaciуn hacia sн mismo.

—ЎQueridas seсoras..., no imaginaba! Deben perdonarme. Pero permнtanme que les diga que morir por la patria es vivir siempre.

Melanie le sonriу a travйs de las lбgrimas, mientras que Scarlett sintiу dentro de sн un нmpetu de cуlera y de odio impotente. Йl hacнa nuevamente una observaciуn gentil, el cumplido que cualquier caballero hubiera hecho en semejante ocasiуn; pero, ciertamente, sin sinceridad alguna. Se burlaba de ella. Sabнa que ella no habнa amado a Charles. Y Melanie era tan necia que no comprendнa lo que habнa bajo aquellas palabras. «ЎDios mнo, esperemos que nadie lo comprenda! », pensу Scarlett con un estremecimiento de terror. їHabrнa dicho Butler lo que sabнa? Ciertamente no era un caballero, asн que habrнa sido capaz de contarlo todo. Le mirу y vio que su boca tenнa un gesto de burlona compasiуn mientras continuaba agitando el abanico. Algo en aquella expresiуn fue para ella como un desafнo que le devolviу la fuerza en un нmpetu de animosidad. Bruscamente le arrebatу de la mano el abanico.

—Estoy muy bien —dijo descortйsmente—. Es inъtil darme aire para estropearme el peinado.

—ЎScarlett, querida...! Debe excusarla, capitбn. No estб... Se pone fuera de sн cuando oye hablar de Charles... y no debнamos haber venido aquн esta noche. Estamos aъn de luto, como ve; para ella es un esfuerzo... toda esta alegrнa y la mъsica... ЎPobre!

—Comprendo —respondiу йl con estudiada gravedad. Y, al devolver a Melanie una mirada que penetrу hasta el fondo de sus dulces ojos turbados, su expresiуn cambiу. En su cara atezada se dibujу el respeto y cierta gentileza—. Creo que es usted una mujercita valiente, seсora Wilkes.

«ЎY ni una palabra para mн! », dijo para sн Scarlett, indignada, mientras Melanie sonreнa un poco confusa y respondнa:

—ЎOh, por Dios, no, capitбn Butler! El comitй del hospital nos rogу que atendiйsemos este mostrador porque en el ъltimo momento... їUna funda de almohada? He aquн una graciosнsima, con la bandera.

Se volviу hacia tres soldados de caballerнa que se habнan acercado al mostrador.

Scarlett permaneciу sentada, abanicбndose, sin atreverse a levantar los ojos y deseando que el capitбn estuviese muy lejos, en la toldilla de su nave.

—їHace mucho que muriу su marido?

—ЎOh, sн, mucho, casi un aсo!

—Un lapso inconmensurable, naturalmente.

Scarlett no estaba muy segura del significado de aquellas palabras, pero no podнa haber dudas de que el tono de Butler era irуnico.

—їHa estado casada mucho tiempo? Perdone mis preguntas, pero llevo tanto tiempo ausente de estos lugares...

—Dos meses —respondiу Scarlett involuntariamente.

—Una verdadera tragedia —prosiguiу la voz tranquila. ЎQue Dios le maldiga! —pensу Scarlett con violencia—. Si fuese otro hombre, yo adoptarнa un aire glacial y lo olvidarнa. Pero йl sabe lo de Ashley y sabe que yo no querнa a Charles. Tengo las manos atadas. » No respondiу y mirу su abanico.

—їEs йsta su primera apariciуn en sociedad?

—Sй que la cosa puede parecer extraсa —se apresurу a responder Scarlett—. Las muchachas MacLure que debнan vender en este mostrador han tenido que marcharse afuera y no habнa nadie mбs, y entonces Melanie y yo...

—Ningъn sacrificio es demasiado grande por la Causa.

Extraсo: las mismas palabras de la seсora Elsнng. Cuando ella las pronunciу parecнan diferentes. Le asomу a los labios una respuesta hiriente, pero se callу. Despuйs de todo, ella se encontraba allн, no por la Causa, sino porque estaba cansada de estar en casa.

—He pensado siempre —aсadiу el capitбn reflexivamente— que el sistema del luto y de aprisionar a las mujeres en el velo para el resto de su vida impidiendo sus alegrнas naturales es tan bбrbaro como el rito hindъ.

—їEl rito...?

El hombre riу y ella enrojeciу de su propia ignorancia. Detestaba a las personas que usaban palabras que desconocнa.

—En la India, cuando muere un hombre, lo queman en vez de enterrarlo; su mujer se traslada a la hoguera funeraria y se arroja a ella, junto a йl.

—ЎQuй horrible! їY por quй lo hace? їNo lo impide la policнa?

—Ciertamente que no. Una mujer que no se hiciese quemar junto a su marido serнa socialmente despreciada. Todas las mujeres hindъes de cierta importancia hablarнan mal de ella porque no se habrнa comportado como una mujer bien nacida..., precisamente como aquellas dignas seсoras que estбn en aquel rincуn hablarнan de usted si esta noche hubiese aparecido aquн vestida de rojo y se pusiese a dirigir la orquesta. Personalmente, creo que el rito hindъ es una tradiciуn mбs misericordiosa que nuestra simpбtica costumbre meridional, que entierra vivas a las viudas.

—їCуmo se atreve a decir que estoy enterrada viva?

—ЎCуmo se agarran las mujeres a las cadenas que las aprisionan! Usted, que cree bбrbara la costumbre hindъ..., їhabrнa tenido valor de aparecer aquн esta noche si la Confederaciуn no hubiese requerido su presencia?

Los argumentos de este gйnero confundнan siempre a Scarlett. Йste la confundнa doblemente porque contenнa un fondo de verdad. Pero ahora habнa llegado el momento de tomar el desquite.

—Es obvio que no habrнa venido. Hubiera sido..., ademбs de irrespetuoso..., habrнan podido creer que yo no am...

Los ojos de йl esperaron sus palabras con una expresiуn cнnicamente divertida; y ella no consiguiу proseguir. Йl sabнa que Scarlett no habнa amado a Charles y no le consentнa fingir los bellos sentimientos que no experimentaba. ЎQuй cosa tan terrible, tener que tratar con un individuo que no era un caballero! Un caballero aparentaba creer siempre a una seсora, aun cuando supiese que mentнa. Asн eran los caballeros del Sur. El sexo fuerte obedecнa las reglas y decнa sуlo cosas correctas tratando de hacer la vida agradable a las seсoras. Pero йste parecнa no seguir en modo alguno las reglas, y, evidentemente, se divertнa diciendo cosas que nadie decнa. —Espero con ansia sus palabras.

—Es usted detestable —dijo ella, turbada, bajando los ojos. Йl se apoyу en el mostrador, inclinбndose a fin de que su boca estuviese junto al oнdo de Scarlett, y susurrу, en una magnнfica imitaciуn del villano que a veces aparecнa en la escena del Atheneum Hall:

—ЎNo tema, bella seсora! Su culpable secreto estб encerrado en mi corazуn.

—ЎOh! —murmurу Scarlett febrilmente—. їCуmo puede decir una cosa semejante?

—Lo he dicho para tranquilizarla. їQuй quiere que le diga? ї«Sea mнa, hermosa, o de otra manera lo revelarй todo»?

Ella encontrу involuntariamente sus ojos y vio que eran burlones, como los de un niсo. Entonces se echу a reнr. Despuйs de todo, la situaciуn era cуmica. Tambiйn йl riу, y tan fuerte que algunas de las «carabinas» que estaban en el rincуn se volvieron para mirar.

Viendo que la viuda de Charles Hamilton se divertнa, o parecнa divertirse con un extraсo, movieron las cabezas con ostensible desaprobaciуn.

Redoblaron los tambores y muchas bocas hicieron «ЎChist! » mientras el doctor Meade subнa a la plataforma y alargaba los brazos reclamando silencio.

—Todos debemos manifestar nuestra gratitud a las simpбticas seсoras cuyos esfuerzos patriуticos e incansables no sуlo han hecho de esta fiesta un йxito financiero, sino que han transformado este hosco salуn en una reuniуn de belleza, en un jardнn adaptado a los maravillosos capullos de rosa que veo alrededor. Todos aplaudieron.

—Las seсoras han dado todo lo que han podido; no sуlo su tiempo, sino tambiйn el trabajo de sus manos y los graciosos objetos que estбn expuestos en los mostradores, que son aъn mбs bellos por ser confeccionados por las manos delicadas de nuestras mujeres.

Los aplausos se duplicaron, y Rhett Butler, que estaba apoyado negligentemente en el mostrador junto a Scarlett, murmurу: —ЎQuй vanidoso es el barbita de chivo! їVerdad?

Turbada y asombrada por esta falta de respeto hacia el ciudadano mбs amado de Atlanta, Scarlett le mirу con desaprobaciуn. Mas realmente el doctor tenнa el aspecto de una cabra, con la barbita gris que se movнa a cada palabra; asн que ella esbozу una sonrisa.

—Pero todo eso no es bastante. Las bondadosas seсoras del comitй hospitalario, cuyas manos frescas han acariciado tantas frentes febriles y arrebatado de las garras de la muerte a tantos hijos valientes heridos por la mбs santa de las Causas, conocen nuestras necesidades. No las enumerarй. Precisamos dinero para pagar las medicinas que vienen de Inglaterra; esta noche, tenemos entre nosotros al intrйpido capitбn que con tanto йxito burla el bloqueo desde hace un aсo y que seguirб burlбndolo para traernos las medicinas que necesitamos. ЎEl capitбn Rhett Butler!

Aunque cogido de improviso, йste hizo una elegante reverencia. Demasiado elegante, pensу Scarlett tratando de analizarla. Era como si йl exagerase su cortesнa en virtud del gran desprecio que sentнa por todos los presentes.

Hubo una explosiуn de aplausos y un gran revuelo entre las seсoras que estaban en el rincуn. ЎEra entonces el capitбn Butler aquel hombre con el que la viuda del pobre Charles charlaba! ЎY Charles habнa muerto apenas hacнa un aсo!

—Tenemos necesidad de mбs dinero y yo os lo pido —continuу el doctor—. Pido un sacrificio, que es muy pequeсo si lo comparamos con el de nuestros soldados de uniforme gris. Seсoras, deseo vuestras alhajas. їLas deseo yo? No; es la Confederaciуn quien os las pide y tengo la certeza de que ninguna se negarб. ЎQuй bello es el efecto de una piedra preciosa sobre un brazo bonito! ЎCуmo brillan los alfileres de oro en los pechos de nuestras patriуticas damas! Pero Ўcuбnto mбs bello es el sacrificio de todo el oro y de las piedras preciosas de Oriente! El oro serб fundido y las piedras vendidas; el dinero se emplearб para comprar medicinas y otros gйneros de mбxima necesidad. Seсoras, dos de nuestros heroicos heridos pasarбn ante ustedes con las cestitas y...

Pero el resto del discurso se perdiу en una explosiуn de aplausos y voces.

El primer pensamiento de Scarlett fue de profunda gratitud, porque el luto le impedнa llevar los preciosos pendientes y la pesada cadena de oro de la abuela Robillard, asн como los brazaletes de oro y esmalte negro y el alfiler granate.

Vio al pequeсo zuavo, que, con una cestita bajo el brazo sano, recorrнa la multitud en la parte de la sala donde ella se encontraba; vio a las mujeres, jуvenes y viejas, sonrientes y agitadas, que se desprendнan de los brazaletes y se quitaban los pendientes fingiendo hacerse daсo en las orejas, ayudбndose una a la otra a desabrocharse los collares y los alfileres. Hubo un ligero tintinear de metales y exclamaciones de: «Espere, espere, Ўhe conseguido abrir el muelle! ЎHelo aquн! » Maybelle Merriwether se estaba quitando de los brazos sus hermosos brazaletes gemelos. Fanny Elsing, gritando: «Mamб, їpuedo? », se quitaba de los rizos el adorno de perlas montado en oro macizo que no salнa de la familia desde hacнa varias generaciones. A cada objeto que caнa en la cestita, los gritos y los aplausos se multiplicaban.

El hombrecito sonriente llegaba ahora junto a su mostrador, con la cestita, que ya pesaba, al brazo; mientras pasaba delante de Rhett Butler, una hermosa pitillera de oro fue lanzada descuidadamente entre los demбs objetos. Cuando llegу delante de Scarlett y colocу la cestita sobre el mostrador, ella moviу la cabeza enseсбndole las manos abiertas para darle a comprender que no tenнa nada que dar. Era embarazoso ser la ъnica persona que no daba nada, y en aquel instante reparу en la gruesa alianza de oro que brillaba en su dedo.

Por un momento tratу de recordar la expresiуn que tenнa Charles cuando se la colocу, pero su memoria estaba ofuscada; ofuscada por la sъbita irritaciуn que el recuerdo de йl le ocasionaba siempre. Charles...; era йl la razуn por la que la vida habнa terminado para ella, por la que era una mujer vieja.

Con un rбpido gesto cogiу el anillo, pero no consiguiу sacбrselo. El zuavo se fue hacia Melanie.

—ЎEspere! —exclamу Scarlett—. ЎTengo una cosa para usted! —El anillo saliу del dedo, y mientras lo echaba en la cestita llena de cadenas, relojes, anillos, alfileres y brazaletes, tropezу con la mirada de Rhett Butler, cuyos labios estaban plegados en una leve sonrisa. Con aire de desafнo Scarlett dejу caer su alianza sobre el montуn de joyas.

—ЎOh, querida! —susurrу Melanie, cogiйndola del brazo, con los ojos brillantes de amor y de orgullo—. ЎQuй valiente eres, quй animosa! ЎEspere..., le ruego, teniente Picard, espere! Tambiйn yo tengo algo para usted.

Se estaba quitando, tambiйn ella, el anillo nupcial, aquel anillo que Scarlett sabнa que no habнa abandonado nunca su dedo desde que Ashley se lo puso. Ella sabнa, mejor que nadie, lo que significaba aquel anillo para Melanie. Esta se despojу de йl con dificultad y por un breve instante lo tuvo encerrado fuertemente en el puсo. Despuйs fue colocado suavemente en el montуn de alhajas. Las dos jуvenes permanecieron mirando a Picard, que se marchaba hacia el grupo de seсoras ancianas, Scarlett con aire de desafнo, Melanie con una expresiуn mбs dolorosa que si llorase. Ninguna de estas dos expresiones pasу inadvertida al hombre que estaba junto a ellas. —Si tъ no hubieses tenido el valor de hacerlo, yo no hubiera sido capaz —dijo Melanie, rodeando con el brazo la cintura de Scarlett y estrechбndola dulcemente. Por un momento, tuvo Scarlett deseos de rechazarla y de gritar «ЎEn nombre de Dios! » con toda la fuerza de sus pulmones, como hacнa Gerald cuando estaba irritado. Pero vio la mirada de Rhett Butler y puso en sus labios una sonrisa agridulce. Era desagradable que Melanie interpretara siempre mal los motivos que la obligaban a obrar..., pero quizб fuera peor que sospechase la verdad.

—Hermoso gesto —murmurу suavemente Butler—. Sacrificios como los suyos son los que fortalecen el бnimo de nuestros valerosos soldados.

Furiosas palabras acudieron a los labios de la joven, que las retuvo con dificultad. En todo lo que йl decнa se notaba burla. Scarlett lo encontraba muy antipбtico, viйndole apoyarse negligentemente en su mostrador. Pero en йl habнa, ademбs, algo estimulante; algo vital, electrizador. Todo lo que habнa en ella de irlandйs se despertу ante el desafнo de aquellos ojos negros. Decidiу bajarle un poco los humos a aquel hombre. El que conociera su secreto le daba una ventaja desesperante; era necesario encontrar algo para ponerle en situaciуn de inferioridad. Dominу el impulso de decirle escuetamente todo lo que pensaba de йl. Se cogen mбs moscas con azъcar que con vinagre, como decнa Mamita, y ella se disponнa ahora a atrapar y a someter aquel moscуn, de forma que no pudiese tenerla mбs bajo su dominio.

—Gracias —dijo con dulzura, pasando por alto deliberadamente su ironнa—. Un cumplido como йste, viniendo de una celebridad como el capitбn Butler, es verdaderamente precioso.

Йl echу hacia atrбs la cabeza y riу francamente, o mбs bien ladrу, segъn pensу Scarlett con aspereza mientras el rubor le subнa a la cara.

—їPor quй no dice lo que verdaderamente piensa? —preguntу йl, bajando la voz de forma que con el vocerнo general llegase sуlo a sus oнdos—. їPor quй no dice que soy un maldito sinvergьenza y no un caballero y que debo irme o de lo contrario me arrojarб a la calle mediante uno de esos valientes de uniforme?

La respuesta бspera estaba ya en la punta de su lengua; pero, dominбndose heroicamente, Scarlett replicу:

—їPor quй, capitбn Butler? ЎQuй cosas dice! ЎComo si alguien ignorase que es famoso, que es intrйpido y que..., que...!

—Me ha decepcionado usted.

—їDecepcionado?

—Sн. Con motivo de nuestro primero y feliz encuentro, supuse que habнa encontrado finalmente una muchacha que fuese, no sуlo bella, sino tambiйn valerosa. Ahora veo que es sуlo bella.

—їQuiere indicar que soy cobarde? —dijo nerviosamente Scarlett. —Precisamente. Le falta el valor de decir lo que siente. Cuando la conocн, pensй: «Йsa es una joven como no hay una en un millуn. No es como las otras estъpidas, que creen en todo lo que las mamas y las institutrices dicen, y obran en consecuencia, cualesquiera que sean sus sentimientos. Y esconden sentimientos, deseos y pequeсos desengaсos amorosos bajo unas cuantas palabras amables. » Pensй: «La seсorita O'Hara es una muchacha de espнritu independiente. Sabe lo que quiere y no siente reparo en decir lo que pasa por su mente... o en lanzar floreros contra la chimenea. »

—ЎOh! —exclamу ella, dejбndose vencer por la ira—. Entonces le dirй justamente lo que pienso. Si tuviese usted una pizca de buena educaciуn, no se habrнa acercado a hablar conmigo. ЎHabrб comprendido que no deseaba verle jamбs! ЎPero usted no es un caballero! Es un individuo vil y repugnante. Porque sus sucias e insignificantes naves se arriesgan a pasar bajo las narices de los yanquis, se cree usted con derecho a venir a burlarse de hombres valientes y de mujeres que lo sacrifican todo por la Causa.



  

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