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Lo que el viento se llevу 3 страница



Verdad es que nunca le habнa hecho la corte, ni sus claros ojos verdes habнan brillado con el fulgor que tan bien conocнa Scarlett en la mirada de otros hombres. Y, sin embargo..., sin embargo, ella sabнa que йl la amaba. No podнa equivocarse en esto. Un instinto mбs fuerte que la razуn y el conocimiento nacido de la experiencia le decнan que йl la querнa. Con demasiada frecuencia le habнa sorprendido, cuando su mirada no era ni soсolienta ni lejana, contemplбndola con un anhelo y una tristeza que la desconcertaban. Ella sabнa que la amaba. їPor quй no se lo habнa dicho? No lo podнa comprender; pero habнa en йl tantas cosas que ella no comprendнa...

Йl era siempre cortйs, pero lejano, distante. Nadie hubiera podido decir nunca en quй estaba pensando, y Scarlett menos que nadie. Y esto en un vecindario donde todos decнan lo que pensaban no bien lo habнan pensado. Resultaba exasperante lo reservado que era Ashley. Era tan diestro como cualquiera de los otros muchachos en las habituales diversiones del condado, caza, juego, baile y polнtica, y el mejor jinete de todos ellos, pero diferнa de todos los demбs en que esas gratas actividades no constituнan el objetivo de su vida. Y sуlo йl sentнa interйs por los libros y la mъsica y era aficionado a las musas.

ЎOh! їPor quй era tan atractivamente rubio, tan cortйsmente distraнdo, tan enloquecedoramente aburrido con su charla sobre Europa, los libros, la mъsica, la poesнa y otras cosas que a ella no le interesaban en absoluto, y era, sin embargo, tan deseable? Noche tras noche, cuando Scarlett se iba a acostar despuйs de haber estado sentada con йl en la penumbra del porche, permanecнa sin dormirse durante horas enteras y sуlo la consolaba la idea de que seguramente Ashley se declararнa la prуxima vez que le viera. Pero la prуxima vez llegaba y pasaba, y el resultado era nulo, nulo salvo en que la fiebre que la atacaba se hacнa cada vez mбs alta y mбs ardiente. Le querнa y le necesitaba, pero no le comprendнa. Ella era tan natural y sencilla como los vientos que soplaban sobre Tara, como el amarillo rнo que la surcaba, y hasta el fin de sus dнas serнa incapaz de comprender nada complejo. Y ahora, por primera vez en su vida, se encontraba frente a una naturaleza compleja.

Porque Ashley provenнa de un linaje de hombres que entretenнan sus ocios en pensar, no en obrar, en tener brillantes y coloridos sueсos sin un бpice de realidad. Se movнa en un mundo interior que era mбs hermoso que Georgia, y le costaba trabajo volver a la realidad. Miraba a la gente, y ni le gustaba ni le disgustaba. Miraba a la vida, y ni le alegraba ni le entristecнa. Aceptaba el universo y su puesto en йl tales como eran, y, encogiйndose de hombros volvнa a su mъsica, a sus libros y a su mundo mejor.

їCуmo podнa haber cautivado a Scarlett con una mente tan distinta de la suya? Ella no lo sabнa. Aquel mismo misterio excitaba su curiosidad como una puerta que no tiene llave ni cerradura. Lo que tenнa йl de incomprensible acrecнa en ella su amor, y la extraсa y comedida corte que le hacнa servнa ъnicamente para aumentar su decisiуn de hacerlo suyo. No dudу nunca de que se declararнa algъn dнa, pues era ella demasiado joven y demasiado mimada para conocer la derrota. Y ahora, como un trueno, habнa llegado aquella horrible noticia. ЎCasarse Ashley con Melanie! ЎNo podнa ser cierto!

ЎPero si todavнa la semana anterior, cuando regresaban a caballo de Fairhill, al anochecer, йl habнa dicho: «Scarlett, tengo algo tan importante que decirte que apenas sй cуmo expresarlo»!

Ella habнa bajado los ojos recatadamente, mientras el corazуn le palpitaba con salvaje alegrнa pensando que llegaba el feliz momento. Entonces, йl habнa dicho: «Ahora, no. Estamos cerca de casa y no hay tiempo. ЎOh, Scarlett, quй cobarde soy! » Y picando espuelas a su caballo, habнa subido al galope la colina hasta Tara.

Sentada en el tocуn, Scarlett pensу en aquellas palabras que la habнan hecho tan feliz, y de repente tomaron йstas otro sentido, un sentido horrible. їY si era la noticia de sus esponsales lo que habнa intentado decirle?

—ЎOh, si al menos llegara papб!

Scarlett no podнa soportar la duda un momento mбs. Mirу otra vez con impaciencia hacia el camino, y de nuevo se sintiу defraudada.

El sol estaba ahora bajo en el horizonte y en el lнmite de la tierra el rojo resplandor se difuminaba en tonos rosados. Y, encima, el firmamento iba cambiando lentamente su color celeste por un delicado azul verdoso de exquisitas tonalidades. La mбgica quietud del crepъsculo en el campo la envolvнa calladamente. La tenebrosa oscuridad de la noche se cernнa sobre los campos. Los rojos surcos y la bermeja herida del camino perdнan su mбgico color de sangre y recobraban la parda uniformidad de la tierra. Al otro lado del camino, en los pastos, el ganado, asomando la cabeza por encima de la barrera, esperaba pacientemente que lo condujesen a los establos y al pienso. Atemorizados por la negra sombra de la espesura que bordeaba los pastos, los animales parecнan mover sus orejas con satisfacciуn al ver a Scarlett, como si apreciasen la compaснa de un ser humano.

En la extraсa media luz, los altos pinos del pantanoso rнo, que tan verdes parecнan iluminados por el sol, resaltaban cual negras siluetas sobre el azul pastel del cielo en hilera de oscuros gigantes y hundнan sus raнces en la mansa y amarillenta corriente. En la colina, al otro lado del rнo, las altas chimeneas blancas de la casa de los Wilkes se borraban gradualmente en la oscuridad de los espesos robles que las rodeaban y sуlo, mбs lejanos, los puntitos de luz de las lбmparas encendidas para la cena revelaban que allн habнa una casa. El aire embalsamado de la primavera se confundнa con los hъmedos efluvios de los campos reciйn arados y con la agradable frescura de los verdes prados.

Para Scarlett no eran espectбculo milagroso ni la puesta del sol, ni la primavera, ni el verdor de los campos. Aceptaba su belleza como cosa natural, como el aire que respiraba y el agua que bebнa; porque nunca habнa admirado conscientemente la belleza, mбs que en las mujeres hermosas, en caballos, trajes de seda, en cosas tangibles. Sin embargo, la serena media luz sobre los bien cuidados campos de Tara actuу como un sedante sobre sus excitados nervios. ЎAmaba tanto aquella tierra sin saber que la amaba! Le gustaba lo mismo que amaba el rostro de su madre rezando a la luz de la lбmpara.

No se divisaban aъn seсales de Gerald en la sinuosa y tranquila carretera. Si tenнa que esperar mucho, Mamita vendrнa seguramente en su busca y la obligarнa a entrar en casa. Pero, cuando esforzaba su mirada hacia el oscuro camino, oyу el golpear de los cascos de un caballo y vio al ganado dispersarse espantado. Gerald O'Hara volvнa a casa, a campo traviesa y a toda marcha, Llegу colina arriba galopando en su caballo de caza, de patas tan largas que, a distancia, parecнa un niсo montado sobre una cabalgadura demasiado grande para йl. Sus largos cabellos blancos flotaban al viento sobre su espalda y animaba al caballo con el lбtigo y con sus gritos.

Aunque embargada por sus preocupaciones, Scarlett le contemplу con cariсoso orgullo, porque Gerald era un magnнfico jinete.

«Me sorprende ese empeсo suyo en saltar siempre obstбculos cuando estб algo bebido —pensу—. Y mбs, despuйs de aquella caнda que tuvo precisamente aquн, el aсo pasado, cuando se rompiу la rodilla. Creнmos que le servirнa de lecciуn; sobre todo cuando prometiу a mamб no volver a saltar. »

Scarlett no tenнa miedo a su padre; le sentнa como mбs contemporбneo suyo que sus hermanas; saltar vallas y setos, sin que se enterara su mujer, le producнa un orgullo infantil y una culpable alegrнa que corrнan parejas con la de ganar en listeza a Mamita. Scarlett se levantу de su asiento para verle.

El gigantesco bruto llegу al cercado, recogiу sus patas y se alzу por encima del obstбculo tan ligero como un pбjaro, mientras el jinete gritaba entusiasmado azotando el aire con su fusta, y sus blancos rizos golpeaban su nuca. Gerald no vio a su hija en la sombra de los бrboles y tirу de las riendas al llegar al camino, acariciando el cuello del caballo en seсal de aprobaciуn.

—No hay otro en el condado que pueda comparбrsele, ni en el Estado —dijo orgulloso de su montura; y, a pesar de los treinta y nueve aсos pasados en Estados Unidos, su palabra tenнa un marcado acento irlandйs.

Se alisу apresuradamente el cabello, arreglando la arrugada camisa y la corbata, que se le habнa torcido al saltar. Scarlett conocнa aquellos precipitados arreglos, hechos a fin de presentarse ante su mujer con el aspecto de un caballero que llega tranquilamente a su casa de visitar a un vecino. Comprendiу tambiйn que aparecнa ante йl en el momento mбs oportuno para entablar conversaciуn sin revelar su verdadero propуsito.

Se echу a reнr ruidosamente y, como era su intenciуn, consiguiу sobresaltar a su padre; luego, йste la reconociу y una expresiуn tнmida y desconfiada a la vez apareciу en su colorado rostro. Se apeу con dificultad, porque su rodilla estaba rнgida, y, con las riendas en el brazo, caminу a su lado cojeando.

—Bien, seсorita —dijo, pellizcбndole la mejilla—. їDe modo que estabas espiбndome como tu hermana Suellen la semana pasada? Y, ahora, їse lo irбs a contar a tu madre?

En su ronca voz habнa indignaciуn, pero tambiйn una nota de cariсoso afecto. Scarlett chascу la lengua y, mimosa, se empinу para colocarle bien la corbata. El aliento de Gerald olнa a whisky, mezclado con una ligera fragancia de menta. Tambiйn se mezclaban a aquel olor otros a tabaco de mascar, a cuero engrasado y a caballos, una combinaciуn de olores que Scarlett asociaba siempre a su padre y que, instintivamente, le gustaba en los demбs hombres.

—No, papб, yo no soy una chismosa como Suellen —dijo, tranquilizadora, separбndose un poco para contemplar con mirada crнtica el rбpido arreglo de su atavнo.

Gerald era un hombre bajito, de poco mбs de metro sesenta, pero tan fuerte de cintura para arriba y de cuello tan desarrollado que su apariencia, cuando estaba sentado, le hacнa parecer mucho mбs grandote. Unas piernas cortas y gruesas, que acostumbraba a llevar muy separadas, como un mozo fanfarrуn, sostenнan aquel macizo torso. La mayorнa de las personas bajas que se toman a sн mismas en serio resultan un poco ridiculas; pero Gerald, como el gallito del corral, era el amo del cotarro. Y nadie hubiera cometido la temeridad de pensar siquiera que Gerald O'Hara tenнa una figurilla ridicula.

Contaba sesenta aсos, su cabello crespo y rizado era de un blanco de plata, pero su astuto rostro no mostraba una arruga, y los duros ojillos azules eran jуvenes, con la tranquila juventud de quien no ha agobiado nunca su mente con mбs problemas abstractos que el saber cuбntas cartas hay que pedir en una jugada de poker.. Era el tipo mбs irlandйs que podнa imaginarse, aun llevando ya tanto tiempo separado de su patria y a tanta distancia de ella, rollizo, colorado, chato, de boca grande y muy pendenciero.

Tras su furibunda apariencia, Gerald tenнa el corazуn mбs tierno que cabe imaginar. No podнa ver a un esclavo enfurruсado por una reprimenda, por merecida que йsta fuera, ni oнr maullar a un gato, ni llorar a un niсo; pero le horrorizaba que le descubriesen esta debilidad. No sabнa que bastaba estar cinco minutos con йl para darse cuenta de la bondad de su corazуn; de haberlo sabido, su vanidad hubiese sufrido mucho, pues le gustaba creer que cuando gritaba sus уrdenes con voz atronadora todo el mundo temblaba y obedecнa. No se le habнa ocurrido nunca que sуlo una voz era obedecida en la plantaciуn: la suave voz de Ellen, su mujer. Era йste un secreto que nunca descubrirнa, ya que todos, desde Ellen al ъltimo bracero, conspiraban tбcita y bondadosamente para dejarle en la creencia de que su palabra era ley.

Scarlett se dejaba impresionar menos todavнa que los demбs por el mal genio y los gritos de su padre. Era la mayor de las hijas, y, ahora que Gerald sabнa que ya no vendrнan mбs hijos a sustituir los tres varones que yacнan en el panteуn de la familia, habнa tomado la costumbre de tratarla como a un camarada, cosa que a Scarlett le resultaba muy agradable. Se parecнa a йl mбs que sus hermanas, pues Carreen (por su nombre de pila Caroline Irene) era delicada y soсadora, y Suellen (bautizada con el de Susan Elinor) no pensaba mбs que en la elegancia de sus trajes y en la correcciуn de sus modales.

Ademбs, Scarlett y su padre estaban ligados por una complicidad mutua. Si Gerald sorprendнa a su hija saltando una cerca en lugar de andar unos metros para llegar al portillo, o sentada, demasiado tarde, en los escalones del porche con un admirador, la reснa con gran violencia, pero no iba con el cuento a Ellen ni a Mamita. Y cuando le sorprendнa a йl saltando obstбculos, despuйs de la solemne promesa a su mujer, o cuando se enteraba, como ocurrнa siempre por las habladurнas de la gente, de la suma exacta a que ascendнan sus pйrdidas en el pуker, se abstenнa a su vez de mencionar el hecho a la hora de la comida, como hacнa con mucha naturalidad la astuta Suellen. Scarlett y su padre se habнan convencido mutuamente de que hacer llegar cosas a oнdos de Ellen servнa tan sуlo para disgustarla; y ellos deseaban ante todo evitarle disgustos.

Scarlett mirу a su padre a la dйbil luz del anochecer, y sin saber por quй se sintiу reconfortada con su presencia. Habнa en йl algo vital y fuerte que la animaba. Como no era nada psicтloga con la gente no se daba cuenta de que esto era debido a que ella poseнa tambiйn en cierto grado aquellas mismas cualidades, pese a los esfuerzos que, desde hacнa diecisйis aсos, venнan haciendo Ellen y Mamita para destruirlas.

—Ahora te encuentras muy presentable —dijo— y no creo que nadie pueda adivinar que has estado haciendo travesuras, a no ser que a ti mismo se te ocurra contarlo. Aunque me parece que despuйs de haberte roto la rodilla saltando esta misma barrera el aсo pasado...

—Bueno, pero їtъ crees que voy a consentir que una hija mнa me sermonee por si salto o no salto? —protestу йl, pellizcбndole de nuevo la mejilla—. Supongo que se trata de mi propia cabeza, їno es asн? Y ademбs, seсorita, їse puede saber quй estбs haciendo aquн sin tu chai?

Viendo que йl estaba empleando subterfugios para conseguir zafarse de una conversaciуn desagradable, Scarlett deslizу su brazo bajo el de su padre, y le dijo:

—Estaba esperбndote. No sabнa que volverнas tan tarde. Tenнa curiosidad por saber si habнas comprado a Dilcey.

—Sн, la he comprado, y el precio me ha arruinado. Los comprй a ella y a su diablillo, Prissy. John Wilkes querнa dбrmelas casi regaladas, pero no quiero que nadie pueda decir que Gerald O'Hara se aprovecha de la amistad para un negocio. Le he hecho admitir tres mil por los dos.

—ЎPor Dios santo, papб! ЎTres mil! ЎNo tenнas ninguna necesidad de comprar a Prissy!

—ЎVaya, es bonito que mis hijas se atrevan a criticarme! —protestу Gerald, enfбticamente—. Prissy es un diablillo muy simpбtico, y ademбs...

—La conozco. Es una criatura tonta —repuso Scarlett tranquilamente, sin asustarse por los gritos de su padre—. Y la ъnica razуn para comprarla ha sido que te lo suplicу Dilcey.

Gerald se quedу apabullado y molesto, como siempre que lo cogнan en una buena acciуn, y Scarlett riу, sin disimulo, de su ingenuidad.

—Bueno. їY quй, si he hecho eso? їDe quй nos iba a servir haber comprado a Dilcey si se pasaba el dнa llorando por su niсa? No vuelvo a permitir que ningъn negro de la plantaciуn se case con alguien de fuera; me sale demasiado caro. Anda, gatita, vamos a cenar.

Las sombras eran cada vez mбs densas. El ъltimo tono verdoso habнa desaparecido del cielo y un airecillo frнo habнa sucedido a la agradable serenidad del atardecer. Pero Scarlett remoloneaba, cavilando en cуmo llevar la conversaciуn a Ashley sin que Gerald pudiera presumir el motivo. Resultaba difнcil, ya que Scarlett no sabнa fingir; y Gerald se le parecнa tanto que nunca dejaba de descubrir sus dйbiles subterfugios lo mismo que ella descubrнa los de йl. Y generalmente no tenнa mucho tacto al hacerlo.

—їCуmo andan los de Doce Robles?

—Como siempre. Allн estaba Cade Calvert, y, despuйs de arreglar lo de Dilcey, nos instalamos todos en la galerнa y estuvimos tomando unos ponches. Cade acababa de llegar de Atlanta y dice que allн estб todo trastornado y que nadie habla mбs que de la guerra y...

Scarlett suspirу. Si Gerald la emprendнa con el tema de la guerra y de la Secesiуn, pasarнan horas antes de que lo dejase. Le interrumpiу hablando de otra cosa.

—їDijeron algo de la barbacoa de maсana?

—Ahora que me acuerdo, sн, dijeron algo. La seсorita... їCуmo se llama aquella muchachita tan mona que estuvo aquн el aсo pasado? їSabes? La prima de Ashley... ЎAh, sн! Se llama Melanie Hamilton. Ella y su hermano Charles acaban de llegar de Atlanta y...

—ЎOh! їDe modo que ha venido?

—Sн, y es un encanto de muchacha, tan modosa, sin hablar nunca de ella misma, como debe ser una mujer. No te quedes atrбs, hija. Tu madre debe estar buscбndonos.

Scarlett sintiу oprimнrsele el corazуn al oнr la noticia. Habнa esperado contra toda esperanza que algo retuviese a Melanie en Atlanta, donde vivнa, y el saber que hasta su padre aprobaba su suave carбcter, tan distinto del suyo, la dejу anonadada.

—їEstaba allн tambiйn Ashley?

—Sн, estaba. —Gerald soltу el brazo de su hija y se volviу, mirбndola inquisitivamente a la cara—. їDe modo que por eso has salido a esperarme? їPor quй no lo dijiste de una vez, sin dar tantos rodeos?

A Scarlett no se le ocurriу nada que contestar y notу con disgusto que se ruborizaba.

—ЎVamos, habla!

Pero Scarlett permaneciу callada; en aquel momento sintiу no poder darle un buen meneo a su padre y obligarle a callar.

—Estaba allн y me preguntу por ti con mбs interйs que sus hermanas, y dijo que esperaba que nada te impedirнa ir maсana a la barbacoa. Respondo de que nada te lo impedirб —afirmу Gerald con marcada intenciуn—. Y ahora, hija mнa, dime: їquй hay entre Ashley y tъ?

—No hay nada —dijo ella, arrastrбndole por el brazo—. Vamos, papб.

—Vaya, ahora eres tъ la que tienes prisa : —observу йl—. Pero no me moverй de aquн hasta que consiga entenderte. Pensбndolo bien..., ya te notaba yo algo raro ъltimamente. їHa estado jugando contigo? їSe te ha declarado?

—No —replicу ella secamente.

—Ni se te declararб —dijo Gerald.

Scarlett se sintiу furiosa en su interior, pero su padre la aplacу con un ademбn.

—ЎNo se ponga usted asн, seсorita! John Wilkes me lo ha dicho esta noche en la mбs estricta intimidad: Ashley se va a casar con Melanie. Lo anunciarбn maсana.

Scarlett dejу caer bruscamente la mano.

ЎAsн, pues, era cierto!

El dolor se le clavaba en el corazуn tan brutalmente como los colmillos de un fiero animal. Como a travйs de una niebla, sintiу que los ojos de su padre la observaban con una mirada entre compasiva y enojada, por tener que enfrentarse con un problema al que no encontraba soluciуn. Querнa mucho a Scarlett, pero le resultaba desagradable verse obligado a buscar soluciуn a los pueriles problemas de la muchacha. Ellen sabнa todas las soluciones. Que Scarlett le confiase a ella sus problemas.

—ЎDe modo que nos has estado poniendo a todos en evidencia! —gritу, elevando la voz como le ocurrнa siempre que se excitaba—. ЎPerseguir a un hombre que no te quiere, cuando podrнas esclavizar a tu gusto a cualquier petimetre del condado!

La cуlera y el amor propio herido se sobrepusieron al dolor.

—No le he perseguido. Es, sencillamente, que me has cogido de sorpresa.

—ЎMientes! —replicу Gerald. Pero, al observar su apenado rostro, aсadiу en un arranque de bondad—: Lo siento, hija mнa. Despuйs de todo no eres mбs que una niсa, y hay otros muchos galanes en el mundo.

—Mamб tenнa quince aсos cuando se casу contigo, y yo tengo ya diecisйis.

—Tu madre era distinta —repuso Gerald—. Nunca fue una atolondrada como tъ. Ahora ven, hija mнa, anнmate, y te llevarй a Charleston la semana que viene, a ver a tu tнa Eulalie, y con todo el jaleo que hay allн, con lo del Fort Sumter, antes de una semana te habrбs olvidado de Ashley.

«Cree que soy una niсa —pensу Scarlett, afligida y rabiosa sobre toda ponderaciуn—, y sуlo se le ocurre darme un nuevo juguete para que olvide mis descalabros. »

—Vamos, no me pongas esa cara —dijo, regaсуn, Gerald—. Si tuvieras algo de sentido comъn te hubieras casado con Stuart o Brent Tarleton hace tiempo. Piйnsalo, hija mнa. Cбsate con uno de los gemelos, juntaremos las plantaciones y Jim Tarleton y yo os construiremos una hermosa casa, precisamente en el gran pinar donde se unen, y...

—їQuieres dejar de tratarme como a una niсa? ЎNo quiero ir a Charleston, ni tener una casa, ni casarme con los gemelos! Sуlo quiero... —Se contuvo, pero era demasiado tarde.

La voz de Gerald era tranquila, y hablу despacio, como si extrajese sus palabras de un lugar de su memoria al que rara vez acudiese.

—Sуlo quieres a Ashley y no lo vas a tener. Y si йl quisiera casarse contigo, te darнa mi consentimiento temblando, a pesar de la excelente amistad que me une con su padre. —Al notar la mirada de asombro de Scarlett, explicу—: Yo deseo que mi hija sea feliz; y tъ no serнas feliz con йl.

—ЎOh, lo serнa! ЎLo serнa!

—No, hija mнa. Sуlo las parejas afines pueden ser felices en el matrimonio.

Scarlett sintiу un sъbito deseo de gritar: «ЎPues vosotros habйis sido felices, y mamб y tъ no os parecйis en nada! », pero se contuvo, comprendiendo que se ganarнa un tirуn de orejas por su impertinencia.

—Nuestra gente es distinta de los Wilkes —continuу pausado, articulando torpemente las palabras—. Los Wilkes son distintos de todos nuestros vecinos, distintos de las demбs familias que he conocido. Son seres raros, y es mejor que se casen dentro de su propia familia y guarden sus rarezas para ellos.

—Pero, papб, Ashley no es...

—ЎPunto en boca, gatita! No digo nada en contra de ese muchacho, pues le tengo afecto. Al llamarle raro, no quiero decir que estй loco. No es su rareza como la de los Calvert, que se juegan a un caballo todo lo que tienen, o la de los Tarleton, entre quienes hay siempre uno o dos borrachнnes en cada generaciуn, o la de los Fontaine, fogosos como animalitos y que son capaces de matar a un hombre por el menor capricho. Esa clase de rarezas son fбciles de comprender, sin duda, y si no fuese por misericordia divina, ЎGerald O'Hara tendrнa todos esos defectos! Y tampoco quiero decir que Ashley se escapase con otra mujer, si te casaras con йl, ni que te pegase. Serнas mбs feliz si tal hiciese, pues por lo menos podrнas comprenderle. Pero es un raro de otro estilo y no hay quien lo entienda. Me resulta simpбtico, pero no encuentro pies ni cabeza a la mayor parte de lo que dice. Y ahora, gatita, dime la verdad, їentiendes tъ sus desatinos sobre libros, mъsica, poesнa y pintura y otras tonterнas por el estilo? —ЎOh, papб! ЎSi me caso con йl, ya harй que cambie todo eso! —exclamу Scarlett con impaciencia.

—ЎLo harбs! їLo cambias ahora? —dijo Gerald, impertinente, mirбndola sagazmente—. Conoces muy poco a los hombres, Scarlett. No pienses en Ashley. No hay mujer que cambie a su marido en lo mбs mнnimo: no lo olvides. Y en cuanto a cambiar un Wilkes... ЎPor Dios, hija mнa! ЎSi toda esa familia es del mismo estilo, y lo ha sido siempre! Y, probablemente, siempre lo serб. Te digo que han nacido raros. Tъ fнjate cуmo se largan a Nueva York para oнr una уpera o ver una exposiciуn de pintura. Y cуmo encargan libros franceses y alemanes a los yanquis. Y se pasan las horas leyendo o soсando, sabe Dios quй, en lugar de pasarlas cazando o jugando al poker, como hacen las personas decentes.

—No hay nadie en el condado que monte como Ashley —dijo Scarlett, indignada por el estigma de afeminado que se arrojaba sobre йl—. Nadie, excepto tal vez su padre. Y, en cuanto al poker, їno te ganу Ashley doscientos dуlares en Jonesboro la semana pasada?

—Los chicos de Calvert han estado otra vez chismorreando —dijo Gerald, resignado—, pues de otro modo no sabrнas la cantidad. Ashley puede montar a caballo con el mejor y jugar al poker con el mejor, Ўo sea, conmigo!, gatita. Y no te niego que si se pone a beber es capaz de dejar atrбs a los mismos Tarleton. Puede hacer esas cosas, pero no pone corazуn en ellas. Por eso digo que es un ser raro.

Scarlett, con el pecho oprimido, permaneciу silenciosa. Sabнa que Gerald tenнa razуn y no encontraba disculpa para su amado. Ashley no ponнa nunca el corazуn en ninguna de aquellas cosas tan agradables y que tan bien sabнa hacer. No les dedicaba mбs que un interйs cortйs, en contraste con los demбs, a quienes les interesaba vitalmente.

Interpretando certeramente su silencio, Gerald le acariciу el brazo, y dijo triunfante:

—ЎScarlett! їReconoces, entonces, que es verdad? їQuй ibas a hacer con un marido como Ashley? Todos los Wilkes son unos autйnticos lunбticos.

Y luego, con acento mimoso, continuу:

—Aunque hace un momento mencionй a los Tarleton, no quiere esto decir que los ensalce. Son simpбticos muchachos, pero si prefieres a Cade Calvert, a mн lo mismo me da. Los Calvert son buena gente, todos ellos; aunque el viejo se haya casado con una yanqui. Y cuando yo desaparezca, Ўcбllate, rica, y escъchame!, os dejarй Tara a ti y a Cade.

—ЎNo querrнa a Cade ni en bandeja de plata! —gritу Scarlett, exasperada—. Haz el favor de no decirle nada de mн. No quiero ni Tara ni ninguna otra antigua plantaciуn. Las plantaciones no me importan nada cuando...

Iba a decir «cuando no tengo al hombre que quiero», pero Gerald, irritado por la desdeсosa actitud con que acogнa su dadivosa oferta, lo que mбs querнa en el mundo despuйs de Ellen, exhalу un rugido:

—їEres capaz, tъ, Scarlett O'Hara, de decirme a mн que esta tierra de Tara no te importa nada?

Scarlett moviу la cabeza obstinadamente. Sentнa demasiado dolorido su corazуn para que la preocupase irritar a su padre.

—La tierra es la ъnica cosa del mundo que tiene algъn valor —murmurу йl; haciendo con sus cortos y gruesos brazos amplios ademanes de indignaciуn—, porque es la ъnica que perdura. ЎNo lo olvides! Es la ъnica cosa que merece que trabajemos por ella, que luchemos por ella, que muramos por ella.

—ЎOh, papб! —protestу Scarlett, disgustada—. ЎHablas como un irlandйs!

—Nunca me he avergonzado de serlo; por el contrario, estoy orgulloso de ello. ЎNo olvides que tъ tambiйn eres medio irlandesa, seсorita! Y para cualquiera que tenga en sus venas una gota de sangre irlandesa la tierra en que vive es como su madre. De ti sн que estoy avergonzado ahora. Te ofrezco la tierra mбs hermosa del mundo, exceptuando el condado de Meath, en el Viejo Continente, їy tъ, quй haces? ЎLa desprecias!

Gerald habнa empezado a excitarse, gritando de rabia, cuando algo en el desconsolado rostro de su hija le hizo interrumpirse.

—Bueno, eres joven aъn. Ya sentirбs despuйs ese amor a la tierra. No podrбs escapar de йl, si tienes sangre irlandesa. Eres sencillamente una niсa, preocupada por tus adoradores. Cuando seas vieja, ya verбs lo que es eso. Y ahora, їquieres decidirte por Cade o por los gemelos o por uno de los chicos de Evan Munroe? ЎYa verбs el pago que te doy!

—ЎOh, papб!

En aquel momento estaba ya Gerald completamente harto de la conversaciуn y aburridнsimo de encontrarse aquel problema sobre sus hombros. Se sentнa ofendido, ademбs, al ver que Scarlett seguнa estando desconsolada aun despuйs de haberle ofrecido los mejores partidos del condado y Tara por aсadidura. A Gerald le gustaba que sus regalos fuesen recibidos con palmitas y besos.

—ЎVaya! ЎNo haga usted pucheros, seсorita! No me importa con quiйn te cases con tal que piense como tъ y sea un caballero, un hombre del Sur, y arrogante. Porque el amor de la mujer llega despuйs del matrimonio.

—ЎPor Dios, papб! ЎЙsa sн que es una teorнa del Viejo Continente!

—Y una magnнfica teorнa. Todos los americanos tratan afanosos de casarse por amor, como los criados, como los yanquis. Los mejores matrimonios son aquellos que escogen los padres. їCуmo va a saber una chiquilla tonta, como tъ, distinguir a un hombre bueno de un canalla? Fнjate, si no, en los Wilkes. їQuй es lo que les hace conservarse dignos y fuertes a travйs de todas las generaciones? Pues sencillamente el casarse con sus afines; entre primos, como quiere su familia que lo hagan.

—ЎDios mнo! —gimiу Scarlett, sintiendo renovado su dolor con las palabras de Gerald, que trajeron de nuevo a su mente la inevitable verdad. Su padre la mirу y bajando la cabeza anduvo unos pasos indeciso.

—їNo estarбs llorando? —le preguntу, acariciбndole torpemente la barbilla e intentando levantarle lа cabeza, compasivo.

—ЎNo! —exclamу ella con vehemencia, dando un respingo.

—Mintiendo es lo que estбs, y me enorgullezco de ello. Me alegro de que seas orgullosa, gatita. Y deseo verte orgullosa maсana, en la barbacoa. No quiero que todo el condado cotillee y se rнa de ti maсana porque hayas entregado tu corazуn a un hombre que no ha pensado en ti mбs que como amiga de la familia.

«Sн que ha pensado —se dijo Scarlett, dolida—. ЎYa lo creo que ha pensado! Estoy segura de que si hubiera tenido un poco mбs de tiempo se lo hubiera hecho confesar... ЎAy, si no fuese porque los Wilkes se creen siempre obligados a casarse con sus primas! »



  

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