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Lo que el viento se llevу 10 страница



El grupo se volviу hacia йl y le concediу la correcta acogida que se debe a un forastero.

—їHa pensado alguno de ustedes, seсores, que no hay ni una fбbrica de caсones al sur de la lнnea Mason-Dixon? їY en las pocas fundiciones que hay en el Sur? їY en las escasas fбbricas de lana y algodуn? їHan pensado ustedes que no tenemos ni un barco de guerra y que los yanquis pueden bloquear nuestros puertos en una semana, haciendo que no podamos vender nuestro algodуn al extranjero? Pero... claro es que habrбn pensado ustedes en estas cosas.

«ЎEso quiere decir que los muchachos son una partida de tontos! » pensу Scarlett, indignada, y sus mejillas se arrebolaron.

Evidentemente, no fue la ъnica que tuvo aquel pensamiento, porque ya algunos muchachos empezaron a adelantar la barbilla. John Wilkes volviу, despreocupada pero rбpidamente, a su sitio junto al que habнa hablado, como para recordar a todos los presentes que aquel hombre era su huйsped y que, ademбs, habнa seсoras delante.

—Lo malo de la mayorнa de nosotros, los del Sur —prosiguiу Rhett Butler—, es que no viajamos bastante o que no sacamos el suficiente provecho de nuestros viajes. Todos ustedes naturalmente, han viajado. їPero quй han visto? Europa, Nueva York, Filadиlfia, y las seсoras, claro es, han estado en Saratoga[8] —Se inclinу ligeramente hacia el grupo que estaba en el cenador—. Han visto los hoteles y los museos, y los bailes, y las casas de juego. Y han vuelto a casa creyendo que no hay nada como el Sur. En cuanto a mн, he nacido en Charleston, pero he pasado estos ъltimos aсos en el Norte. —Con una sonrisa mostrу sus blancos dientes, como si se diera cuenta de que todos los presentes sabнan por quй no vivнa ya en Charleston y no le importase nada que lo supieran—. He visto muchas cosas que ustedes no han visto. Los millares de emigrantes que lucharбn gustosos con los yanquis, por la comida y unos dуlares; las fбbricas, las fundiciones, los astilleros, las minas de hierro y de carbуn... y todo lo que nosotros no tenemos. Lo ъnico que poseemos es algodуn, esclavos y arrogancia... Nos aniquilarнan en un mes.

Hubo un momento de silenciosa tensiуn. Rhett Butler sacу del bolsillo de su chaqueta un fino paсuelo de hilo y se sacudiу distraнdamente el polvo de una manga. Del grupo surgiу un murmullo amenazador y del cenador llegу un rumor parecido al de una colmena alborotada. Aunque Scarlett sintiese aъn en sus mejillas el ardor de la cуlera, algo en su espнritu prбctico le hizo comprender que aquel hombre tenнa razуn y que hablaba con sentido comъn. Sн, ella no habнa visto nunca una fбbrica ni conocido a nadie que la hubiera visto. Pero aunque aquello fuese verdad, no era caballeroso hacer aquellas declaraciones..., y menos en una reuniуn donde todos estaban divirtiйndose.

Stuart Tarleton se adelantу con las cejas fruncidas, llevando a Brent pegado a sus talones. Los gemelos eran, naturalmente, unos muchachos bien educados y no iban a armar una escena en la barbacoa, aunque los provocasen gravemente. Al mismo tiempo, las seсoras sentнanse agradablemente excitadas porque rara vez podнan ver ahora un jaleo o una riсa. Generalmente, las oнan contar a terceras personas.

—їQuй quiere usted decir, caballero? —dijo Stuart lentamente.

Rhett le mirу con ojos corteses pero burlones.

—Quiero decir —respondiу— lo que Napoleуn... (їquizбs ha oнdo usted hablar de йl? ) hizo observar una vez: «ЎDios estб al lado del ejйrcito mбs fuerte! » —Y, volviйndose a John Wilkes, le dijo con una cortesнa que no era fingida—: Me prometiу usted mostrarme su biblioteca. їQuiere usted hacerme el gran favor de enseсбrmela ahora? Tengo que regresar a Jonesboro a primeras horas de la tarde, pues me reclaman allн unos pequeсos negocios.

Se volviу de frente al grupo, hizo chocar sus tacones y se inclinу como un maestro de baile, con una reverencia graciosa en un hombre tan fuerte, y tan insolente como una bofetada. Cruzу el prado con John Wilkes, con la negra cabeza erguida, y el sonido de su risa mortificante llegу hasta el grupo que estaba junto a las mesas.

Hubo un silencio sorprendido, y luego volviу a elevarse el murmullo. India, cansada, se levantу de su silla en el cenador y se acercу al furibundo Stuart Tarleton, pero la expresiуn de sus ojos mientras contemplaba fijamente el alterado rostro del muchacho hizo sentir a Scarlett como un remordimiento de conciencia. Era la misma expresiуn que tenнa Melanie cuando miraba a Ashley, pero Stuart no la notaba. Luego, India le amaba. Scarlett pensу que si ella no hubiese coqueteado tan descaradamente con Stuart el aсo anterior, en aquella reuniуn polнtica, harнa tiempo que йl estarнa casado con India. Pero luego desapareciу aquel remordimiento, ante el consolador pensamiento de que no era culpa suya si las otras muchachas no sabнan retener a sus galanes.

Finalmente, Stuart sonriу a India con una sonrisa forzada, asintiendo con la cabeza. Probablemente India le habнa rogado que no siguiera al seсor Butler para no armar jaleo. Un comedido tumulto se oyу bajo los бrboles, cuando los invitados se levantaron, sacudiйndose las migas de los trajes. Las seсoras casadas llamaron a las ayas y a los niсos, reuniйndolos para la partida, y grupos de muchachas se pusieron en marcha hacia la casa riendo y charlando, para subir a los dormitorios y chismorrear y hacer una siesta reparadora.

Todas las mujeres, excepto la seсora Tarleton, salieron de la explanada dejando la sombra de los robles y el cenador a los hombres. La seсora Tarleton se detuvo con Gerald, Calvert y otros que deseaban una respuesta acerca de los caballos para la tropa.

Ashley se encaminу hacia donde estaban sentados Scarlett y Charles, con una sonrisa pensativa y divertida en el rostro.

—Un maldito arrogante, їverdad? —observу, siguiendo con la mirada a Butler—. Parece un Borgia.

Scarlett pensу rбpidamente, pero no pudo recordar ninguna familia del condado de Atlanta o de Savannah que se llamara asн. —No los conozco. їEs pariente de ellos? їQuiйnes son? Una extraсa expresiуn se pintу en la cara de Charles. La incredulidad y la vergьenza luchaban con el amor. Triunfу йste al comprender que a una muchacha le bastaba con ser amable, cariсosa y bella aunque no fuera instruida, lo cual estorbarнa a sus encantos, y contestу: —Los Borgia eran italianos.

—ЎOh! —dijo Scarlett, perdiendo interйs—, Ўextranjeros! Devolviу a Ashley su preciosa sonrisa, pero por alguna razуn йste no la miraba. Miraba a Charles y en su comprensivo rostro habнa una leve expresiуn de lбstima.

Scarlett, asomada al rellano de la escalera, escudriсу cautelosamente desde la barandilla el vestнbulo inferior. Estaba vacнo. Desde los dormitorios del piso de arriba, llegaba un incesante runrъn de voces que aumentaba y disminuнa, acompaсadas de carcajadas y de «ЎNo es posible! їQuй te dijo entonces? ». En las camas y en los divanes de las seis grandes alcobas, las muchachas descansaban, despuйs de haberse quitado los vestidos y aflojado los corsйs y con los cabellos sueltos a la espalda. La siesta de la tarde era una costumbre local y no resultaba nunca tan necesaria como en las reuniones que duraban todo el dнa, que empezaban por la maсana temprano y acababan con el baile. Durante media hora las muchachas charlaban y reнan, y luego las criadas cerraban las persianas y en la semioscuridad las voces se convertнan en susurros y al final cesaban y el silencio era interrumpido tan sуlo por las respiraciones, suaves y regulares.

Antes de trasladarse al vestнbulo y de bajar las escaleras, Scarlett se asegurу de que Melanie estaba acostada en la cama junto a Honey y Hetty Tarleton. Desde la ventana del rellano pudo ver el grupo de los hombres sentados en el cenador bebiendo en grandes vasos y comprendiу que permanecerнan allб hasta el final de la tarde. Sus ojos rebuscaron en el grupo, pero Ashley no estaba entre ellos. Escuchу con atenciуn y oyу su voz. Como esperaba, estaba aъn en el camino principal, despidiendo a las seсoras y a los niсos.

Bajу rбpidamente la escalera, con el corazуn en la garganta. їY si se hubiera encontrado con el seсor Wilkes? їQuй disculpa le darнa para rondar la casa, cuando todas las demбs muchachas estaban durmiendo la siesta para mantener su belleza? Bueno, habнa que arriesgarse.

Al llegar al ъltimo escalуn oyу a los criados que trajinaban en el comedor a las уrdenes del mayordomo, quitando la mesa y las sillas, preparбndolo todo para el baile. Al otro lado del amplio vestнbulo, la puerta de la biblioteca estaba abierta; se asomу y entrу sin hacer ruido. Esperarнa a que Ashley terminase sus despedidas y le llamarнa entonces, cuando entrara en la casa.

La biblioteca estaba en la penumbra, pues tenнa echadas las persianas. La estancia oscura, de altas paredes completamente cubiertas de negros libros, la deprimiу. No era aquйl el lugar que hubiera escogido para una cita como la que esperaba. Los libros en gran cantidad siempre la deprimнan, asн como las personas aficionadas a leer mucho. Mejor dicho..., todas excepto Ashley. Los pesados muebles surgнan en aquella media luz; las butacas de altos respaldos y hondos asientos, hechas para los gigantescos Wilkes: bajas y mullidas butaquitas de terciopelo con unas banquetas delante, tapizadas tambiйn de terciopelo, para las muchachas. En un extremo de la amplia habitaciуn frente a la chimenea, habнa un sofб de dos metros (el sitio preferido de Ashley) que alzaba su macizo respaldo como un enorme animal dormido.

Entornу la puerta, dejando una rendija, y tratу de calmar los latidos de su corazуn. Se esforzу en recordar con precisiуn lo que la noche anterior habнa planeado decir a Ashley, pero no lo consiguiу. їHabнa pensado decirle algo realmente o habнa planeado hacer hablar a Ashley? No lo recordaba; la invadiу, de repente, un escalofrнo de terror. Si su corazуn dejase de latir de aquel modo tan rбpido, quizб podrнa pensar serenamente, pero el rбpido palpitar aumentу su velocidad, al oнr a Ashley decir adiуs a los ъltimos que se marchaban y entrar en el vestнbulo.

Sуlo conseguнa pensar que le amaba..., que amaba todo en йl, desde la punta de sus cabellos dorados hasta sus elegantes botas oscuras; amaba su risa aunque la desconcertara a veces, y sus extraсos silencios. ЎOh, si entrase y la cogiese entre sus brazos, entonces no tendrнa necesidad de decirle nada! Seguramente la amaba. «Quizб, si rezase... » Cerrу los ojos y empezу a murmurar «Dios te salve, Marнa, llena eres de gracia... »

—ЎCуmo! ЎScarlett!

Era la voz de Ashley que interrumpнa su oraciуn, sumiйndola en la mayor de las confusiones. Se habнa detenido en el vestнbulo, mirбndola desde la puerta entornada con una sonrisa enigmбtica.

—їDe quiйn te escondes? їDe Charles o de los Tarleton? Ella se reprimiу. ЎDe modo que Ashley se habнa dado cuenta de los hombres que habнan estado a su alrededor! ЎQuй admirable estaba con sus ojos tranquilos, sin notar lo mбs mнnimo su turbaciуn! No pudo pronunciar una sola palabra, pero le cogiу de una mano y le hizo pasar a la habitaciуn. Йl entrу, algo sorprendido pero interesado.

Habнa en ella una tensiуn y en sus ojos un fulgor que йl nunca habнa visto antes, y en la semioscuridad percibiу tambiйn el rubor que le habнa subido a las mejillas. Automбticamente, Ashley cerrу la puerta y le cogiу una mano.

—їQuй pasa? —preguntу en voz baja.

Al contacto de su mano, ella empezу a temblar. Empezaba a suceder lo que habнa soсado. Mil pensamientos incoherentes bulleron en su mente, pero le fue imposible captar ni uno solo y expresarlo en palabras. Sуlo pudo mover la cabeza y mirarle a la cara. їPor quй no hablaba йl?

—їQuй pasa? —repitiу Ashley—. їQuieres decirme un secreto? De repente, Scarlett recobrу el habla y, en el mismo instante, todos las enseсanzas de Ellen quedaron olvidadas y la fogosa sangre irlandesa de Gerald hablу por boca de su hija. —Sн..., un secreto. Te amo. Por un momento hubo un silencio tan profundo que pareciу que ninguno de los dos respiraba. Dejу ella de temblar y la invadiу, en cambio, una oleada de felicidad y de orgullo. їPor quй no lo habнa hecho antes? ЎCuбnto mбs sencillo que todas las tonterнas propias de una dama que le habнan enseсado! Y sus ojos buscaron бvidamente los de Ashley.

Habнa en ellos consternaciуn, incredulidad y... algo mбs... їQuй era? Sн; Gerald tenнa la misma expresiуn el dнa en que su caballo favorito se rompiу una pata y fue necesario rematarlo. їPor quй le venнa ahora esto a la mente? ЎQuй pensamiento mбs estъpido! їPor quй Ashley la miraba tan extraсamente, sin decir nada? Algo como una mбscara cortйs apareciу ahora en la cara del muchacho, que sonriу galantemente.

—їNo te basta con la colecciуn de corazones de todos los demбs hombres? —dijo con su voz acariciadora y burlona—. їQuieres conquistarlos a todos? Bien; sabes que has tenido siempre mi corazуn, lo sabes y has probado tus dientes en йl.

No..., no era aquello. No era asн como ella se lo habнa imaginado. En el furioso remolino de ideas que se agitaban en su cabeza, una empezaba a tomar forma. Por alguna razуn que ella ignoraba, Ashley fingнa, como si ella estuviese coqueteando con йl. Pero йl sabнa que no era eso. Estaba segura de que lo sabнa.

—Ashley... Ashley..., dime..., tъ debes... ЎOh, por favor, no te burles ahora! їTengo de verdad tu corazуn? ЎOh, querido, yo te a...!

—ЎNo debes decir eso, Scarlett! No debes. No lo piensas de verdad. Te odiarбs a ti misma por haberlo dicho y me odiarбs a mн por haberlo escuchado.

Ella volviу la cabeza, denegando. Una ola cбlida corrнa velozmente por sus venas.

—No podrй nunca odiarte. Te digo que te amo. Y sй que tъ tambiйn me quieres, porque... —se interrumpiу. No habнa visto jamбs una expresiуn tan dolorosa en un rostro—. Ashley, me quieres..., їverdad?

—Sн —respondiу йl con voz opaca—. Te quiero.

Si le hubiese dicho que la odiaba, no la hubiera aterrado tanto. Le apretу la mano en silencio.

—Scarlett —replicу йl—, їno podrнamos marcharnos de aquн y olvidar lo que hemos hablado, como si no hubiera sucedido?

—No —susurrу la joven—. No puedo. їQuй quieres decir con eso? їNo quieres... casarte conmigo?

Йl contestу:

—Me casarй con Melanie muy pronto.

Sin saber cуmo, de repente, Scarlett se encontrу sentada en la silla roja de terciopelo, y Ashley en la banqueta, a sus pies... Le tenнa ambas manos fuertemente cogidas. Йl le decнa cosas..., cosas que no tenнan sentido. La cabeza de la muchacha estaba vacнa, completamente vacнa de cuantos pensamientos se agolpaban allн un momento antes y las palabras de Ashley le causaban tan poca impresiуn como la lluvia en los cristales. Caнan en oнdos que no escuchaban, eran palabras tiernas y dulces, llenas de compasiуn como las de una madre que habla a una niсa dolida.

El nombre de Melanie traspasу su aturdimiento y Scarlett mirу los ojos grises, de cristal, del muchacho. Vio en ellos aquel aire distante que tanto la habнa atraнdo en otras ocasiones..., y tambiйn una expresiуn como de odio hacia sн mismo.

—Mi padre anunciarб nuestro compromiso matrimonial esta noche. Nos casaremos pronto. Te lo debн haber dicho antes, pero creнa que lo sabнas ya. Creн que lo sabнas todo... desde hace aсos. Nunca me imaginй que tъ..., tъ, que tienes tantos adoradores y galanes... Pensй que Stuart...

Ella recobraba ahora la vida, el sentimiento y la comprensiуn. —Pero acabas de decirme que me querнas. Sus manos ardorosas la oprimнan.

—Querida, їpor quй tratas de obligarme a decir cosas que pueden herirte?

El silencio de ella le impulsу a proseguir:

—їCуmo podrй hacerte comprender estas cosas? ЎEres tan joven e irreflexiva, que no sabes lo que significa el matrimonio! —Sй que te amo.

—El amor no basta para hacer un matrimonio feliz, y mбs cuando se trata de dos personas tan diferentes como nosotros. Tъ, Scarlett, lo querrнas todo de un hombre, el cuerpo, el corazуn, el alma, los pensamientos. Y, si no los posees, serбs desgraciada. Yo no desearнa todo tu corazуn y tu alma. Esto te ofenderнa y empezarнas a odiarme..., Ўoh, amargamente! Odiarнas los libros que leyera y la mъsica que me gustase porque me apartarнan de ti aunque sуlo fuera por un momento, y yo..., quizб yo...

—їAmas a Melanie?

—Ella es como yo, de mi sangre, y nos comprendemos mutuamente. ЎScarlett! ЎScarlett! їCуmo podrй hacerte comprender que un matrimonio sуlo puede ser feliz entre dos personas parecidas?

Alguien mбs lo habнa dicho: «Cada oveja con su pareja, pues de otro modo no serбn felices. » їQuiйn lo habнa dicho? Parecнale a ella que habнa pasado un millуn de aсos desde que oyera estas palabras. Pero tampoco la convencieron. —Tъ has dicho que me querнas. —No debнa haberlo dicho. En el fondo del cerebro de Scarlett se encendiу una pequeсa llama y, convirtiйndose en ira, empezу a abrasarla.

—Sн, has sido lo bastante insensato para decirlo...

Йl palideciу.

—He sido un insensato, puesto que estoy a punto de casarme con Melanie. Te he hecho daсo a ti, y aъn mбs, a Melanie. No debн haberlo dicho porque sй que no me comprenderбs. їCуmo podrнa yo vivir contigo, contigo, que tienes toda la pasiуn por la vida que yo no tengo? Tъ puedes amar y odiar con una violencia para mн imposible. Porque eres elemental como el fuego, el viento y las cosas salvajes, mientras que yo...

Ella pensу en Melanie y vio de repente sus tranquilos ojos castaсos con su expresiуn distante, sus plбcidas manitas en los ajustados mitones de encaje negro y sus apacibles silencios. Entonces su ira estallу, la misma ira que habнa hecho a Gerald matar a un hombre y a otros irlandeses a realizar actos que pagaron con su cabeza.

No habнa ahora, en ella, nada de los correctos y ponderados Robillard, que sabнan dominar en silencio la situaciуn mбs violenta.

—їPor quй no lo dijiste, cobarde? ЎTuviste miedo de casarte! Prefieres vivir con esa estъpida cretina que sуlo sabe abrir la boca para decir «sн» y «no» y que criarб una piara de niсos tan memos e insulsos como ella. Porque...

—ЎNo debes hablar asн de Melanie!

—ЎPues me da la gana! їQuiйn eres tъ para decirme que no debo? ЎCobarde, patбn...! Me hiciste creer que te casarнas conmigo y...

—ЎSй justa, por favor! —rogу Ashley—. їCuбndo te he dicho que...?

No querнa ser justa aunque supiese que no decнa la verdad, pero no querнa callarse. Ashley no habнa traspasado nunca los lнmites de la amistad con ella, y, al recordar esto, una nueva cуlera la invadiу, la cуlera del orgullo herido y de la vanidad femenina. Habнa perdido el tiempo creyendo que la querнa. Preferнa a una estъpida con la cara de mosquita muerta como Melanie. ЎOh, cuбnto mejor hubiera sido seguir los consejos de Ellen y de Mamita! Asн no le hubiese revelado nunca que le amaba... ЎCualquier cosa valнa mбs que sufrir aquella vergьenza!

Se levantу con los puсos apretados y йl la imitу con la expresiуn de muda angustia de quien se ve forzado a afrontar unas realidades dolorosas.

—Te odiarй mientras viva, canalla..., estъpido...; sн, estъpido...

їQuй otras palabras podнa decir? No se le ocurrнan otras peores.

—Scarlett..., por favor...

Extendiу su mano hacia ella y, cuando lo hacнa, Scarlett alzу la suya y lo abofeteу con toda su fuerza. En el silencio de la habitaciуn, aquel ruido sonу como un latigazo. La rabia de Scarlett desapareciу sъbitamente dejбndole el corazуn desolado.

La marca roja de su mano resaltaba claramente sobre el rostro pбlido y cansado de Ashley. Йl no dijo nada; pero, cogiendo la mano de ella, la llevу a sus labios y la besу. Y luego, antes de que ella hubiese podido decir una palabra, saliу cerrando suavemente la puerta.

Scarlett volviу a sentarse repentinamente, porque la reacciуn de su rabia le hizo doblar las rodillas. Se habнa ido de allн y el recuerdo de su rostro abofeteado la perseguirнa hasta la muerte.

Oyу el suave rumor de sus pasos que se alejaban por el largo vestнbulo y se le apareciу la evidente enormidad de sus actos. Lo habнa perdido para siempre. Ahora la odiarнa cada vez que la viese, se acordarнa de cуmo le buscу, cuando йl no la habнa alentado en absoluto.

«Soy tan mala como Honey Wilkes», pensу de improviso, y recordу que todos, y ella mбs que cualquiera, se habнan reнdo desdeсosamente de la conducta descocada de Honey. Vio la torpe coqueterнa de Honey y oyу su necia risita cuando iba del brazo de cualquier muchacho y este pensamiento despertу en ella una nueva rabia, rabia contra ella misma, contra Ashley, contra todo el mundo. Porque, odiбndose a sн misma, odiaba a todos con la furia de la humillaciуn y el frustrado amor de sus diecisйis aсos. Sуlo un бtomo de verdadera ternura se mezclaba con aquel amor. La mayor parte se componнa de vanidad y de complicada confianza en sus propios encantos. Ahora habнa perdido y mбs que su sentimiento de perder sentнa el temor de haber dado un pъblico espectбculo de sн misma. їHabнa sido tan descarada como Honey? їSe reirнan de ella? Ante este pensamiento, empezу a temblar. Apoyу su mano sobre una mesita que habнa a su lado, tocando un florero de porcelana, en el que sonreнan dos querubines. La habitaciуn estaba tan silenciosa que casi sintiу deseos de gritar para romper el silencio. Tenнa que hacer algo o volverse loca. Cogiу el florero y lo lanzу rabiosamente, atravesando el cuarto, contra la chimenea. Pasу rozando el alto respaldo del sofб y se hizo pedazos con leve estrйpito contra la repisa de mбrmol.

—Esto —dijo una voz desde las profundidades del sofб— es ya demasiado.

Nada en su vida la habнa asustado tanto, y su boca quedу tan seca que no pudo emitir ni un sonido. Se asiу al respaldo de la silla sintiendo que se le doblaban las rodillas, mientras Rhett Butler se incorporaba del sofб donde estaba tumbado y le hacнa una reverencia de exagerada cortesнa.

—Malo es que le perturben a uno la siesta con un episodio como el que me han obligado a escuchar, pero їpor quй ha de peligrar mi vida? Era una realidad y no un fantasma. Pero ЎDios mнo, lo habнa oнdo todo! Scarlett reuniу sus fuerzas para lograr una digna apariencia.

—Caballero, debнa usted haber hecho notar su presencia.

—їDe verdad? —Los dientes blancos de йl brillaron y sus audaces ojos oscuros rieron—. ЎPero si los intrusos fueron ustedes! Yo tenнa que esperar al seсor Kennedy, y notando que era, quizб, persona «non grata» abajo, he sido lo suficientemente considerado para evitar mi presencia importuna y vine aquн pensando que no serнa molestado. Pero, Ўay. J —Y se encogiу de hombros, riendo suavemente.

Empezaba ella a irritarse al pensar que aquel hombre grosero e impertinente lo habнa oнdo todo..., habнa oнdo cosas que preferнa haber muerto antes que revelarlas.

—Los que escuchan escondidos... —comenzу furiosa.

—... oyen a veces cosas muy divertidas e instructivas —dijo йl con burlona sonrisa—. Con una gran experiencia de escuchar escondido, yo...

—ЎNo es usted un caballero! —le interrumpiу Scalett.

—Observaciуn justнsima —contestу йl, sonriente—. Y usted, joven, no es una seсora. —Parecнa encontrar aquello muy divertido, porque volviу a reнr suavemente—. Nadie puede seguir siendo una seсora despuйs de haber dicho y hecho lo que acabo de oнr. Aunque las seсoras presentan escaso atractivo para mн, en verdad. Sй lo que piensan; pero nunca tienen el valor o la falta de educaciуn de decir lo que piensan. Y esto, con el tiempo, es un aburrimiento. Pero usted, mi querida seсorita O'Hara, es una muchacha de valor, de singular energнa, de un carбcter realmente admirable, y yo me descubro ante usted. Comprendo muy bien los encantos que el elegante seсor Wilkes puede hallar en una muchacha de su apasionada naturaleza. Debe dar gracias a Dios, postrarse ante una muchacha con su..., їcуmo dijo...?, con su «pasiуn por la vida», pero siendo un pobre de espнritu...

—ЎNo es usted digno de limpiarle las botas! —gritу Scarlett rabiosamente.

—їY dice usted que va a odiarlo toda la vida? —Y Butler volviу a sentarse en el sofб mientras ella oнa su risita.

Si hubiese podido matarlo, lo habrнa hecho. En lugar de eso, saliу de la habitaciуn con toda la dignidad que pudo conseguir, y cerrу estrepitosamente la pesada puerta.

Subiу las escaleras tan rбpidamente que cuando llegу al rellano creyу que se iba a desmayar. Se detuvo y cogiуse a la baranda, latiйndole el corazуn con tal fuerza, por la cуlera, la afrenta y el esfuerzo, que parecнa salнrsele del corpino. Intentу respirar profundamente, pero el corpino abrochado por Mamita era demasiado estrecho. Si se desvanecнa y la encontraban en el rellano de la escalera, їquй pensarнan? ЎOh, pensarнan Dios sabe quй cosa, Ashley, aquel abominable Butler y aquellas odiosas muchachas, tan celosas! ЎPor primera vez en su vida lamentу no llevar sales como las otras muchachas! Tampoco habнa llevado nunca una cajita de vinagre aromбtico. Se habнa vanagloriado siempre de no saber lo que era un vahнdo. ЎImposible desmayarse ahora!

Poco a poco el sufrimiento empezу a disminuir. Pronto se sentirнa mejor, se deslizarнa silenciosamente hacia el lavabo junto al dormitorio de India para aflojarse el corsй y despuйs echarse en uno de los lechos junto a una muchacha dormida. Tratу de calmar los latidos del corazуn y de tranquilizar su rostro, porque suponнa que debнa tener el aspecto de una loca. Si alguna de las chicas se hubiera despertado, habrнa comprendido en seguida que se trataba de algo que no le habнa salido bien. Nadie debнa saber lo que habнa ocurrido.

A travйs de la amplia ventana del rellano de la escalera vio a los hombres que aъn permanecнan bajo los frondosos бrboles. ЎCуmo los envidiaba! ЎQuй cosa tan bella era ser hombre y no tener que sufrir las penas por las que habнa atravesado momentos antes! Mientras los miraba, con los ojos que le ardнan y la cabeza que le giraba, oyу un veloz galopar en el camino principal, el crujir de la arena y el eco de una voz excitada que hacнa una pregunta a los negros. La arena volviу a crujir y ella pudo ver la figura de un hombre a caballo que galopaba a travйs del prado verde hacia el grupo indolente que formaban los hombres. їUn invitado retrasado? Pero їpor quй atravesaba a caballo el prado que era el orgullo de India? No le reconociу; pero, cuando el jinete bajу del caballo y cogiу el brazo de John Wilkes, Scarlett distinguiу sus excitadas facciones. Todos le rodearon rбpidamente, abandonando en las mesas y en tierra los vasos y los abanicos de palma. A pesar de la distancia, oyу el clamor de las voces que interrogaban y llamaban y percibiу en seguida la febril tensiуn de los hombres. Finalmente, por encima del vocerнo confuso se oyу la voz de Stuart Tarleton en un grito exaltado: «ЎYee-eey-y! », como si estuviese de caza. Asн, Scarlett oyу por primera vez el grito de los rebeldes.

Mientras miraba, los cuatro Tarleton, seguidos de los muchachos Fontaine, salieron del grupo gritando:

—Jeems! ЎEh, Jeems! Ensilla los caballos.

«Se debe de haber incendiado la casa de alguien», pensу Scarlett. Fuese fuego o no, debнa entrar en el dormitorio antes de ser descubierta.

Su corazуn latнa ahora menos violentamente. Subiу de puntillas los escalones hasta el vestнbulo silencioso. Una templada somnolencia invadнa toda la casa, como si йsta durmiese tambiйn, como las muchachas. Asн permanecerнa hasta que llegase la noche, con toda su belleza de mъsicas y candelabros. Muy despacito, Scarlett abriу la puerta del lavabo y se deslizу dentro. Aъn tenнa la mano sobre el pestillo, cuando de la puerta de enfrente, entreabierta, y que daba a un dormitorio, le llegу la voz de Honey Wilkes, sumisa como un susurro.

—Me parece que Scarlett se ha portado hoy como una descarada. La muchacha sintiу que su corazуn empezaba de nuevo la loca danza anterior, e inconscientemente puso encima su mano, como para obligarle a que se detuviera. «Los que escuchan ocultos escuchan tambiйn cosas muy instructivas», le resonу en la memoria. їDebнa salir nuevamente? їO debнa hacerse ver y poner en evidencia a Honey como merecнa? Pero la voz que oyу inmediatamente despuйs la hizo detenerse. Ni un tronco de caballos hubiera podido moverla al oнr la voz de Melanie.

—ЎOh, Honey, no seas mala! Es sуlo vivaz, ingeniosa. A mн me parece simpatiquнsima.

«ЎOh! —pensу Scarlett, clavбndose las uсas en el corpino—. ЎSentirse defendida por esa hipуcrita! »

Era peor que la leve maledicencia de Honey. Scarlett no habнa tenido jamбs confianza en ninguna mujer y no habнa atribuido a ninguna, con excepciуn de su madre, motivos que no fuesen netamente egoнstas.

Melanie estaba segura de Ashley y por eso podнa concederse el lujo de manifestar un espнritu cristiano. Scarlett pensу que de este modo Melanie presumнa de su conquista y al mismo tiempo se procuraba la reputaciуn de ser buena y dulce. Era un truco que ella habнa empleado muchas veces hablando de otras muchachas con los hombres, y habнa conseguido siempre convencerlos de aquel modo de su bondad y su altruismo.

—їQuй dices, querida? —replicу Honey бsperamente y levantando la voz—. Cualquiera dirнa que estбs ciega.

—Chist, Honey —susurrу Sally Munroe—. ЎSe te va a oнr en toda la casa!

Honey bajу la voz y continuу:

—їNo has visto cуmo coqueteaba con todos? Hasta con el seсor Kennedy, que es el pretendiente de su hermana. ЎNo he visto nunca cosa igual! Y tambiйn ha tratado de atraer a Charles. —Honey sonriу con cierta petulancia—. Sabe muy bien que Charles y yo... —їDe verdad? —murmuraron algunas voces excitadas. —Sн, pero no lo digбis a nadie... ЎTodavнa no! Hubo algunas risas y los muelles de la cama crujieron como si alguien hubiese pinchado a Honey. Melanie murmurу algunas palabras sobre lo feliz que la hacнa tener a Honey por hermana.



  

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