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Jaime Bayly 11 страница—Bueno, Alcides, te dejo, me ha llamado Gustavo Parker. —Ya, papito, anda nomá s. Entonces, ¿ nos vemos esta noche en tu programa? —Confirmado, Alcides. Te espero a las nueve y media. Salimos a las diez en punto, en directo. —¿ Voy solo toda la hora, no? —Obvio, Alcides. Tú solo y hablamos sobre tu plan de gobierno y sobre lo que quieras. —Y ni una pregunta acerca de la niñ a Soraya, ¿ estamos claros? —Ni una, eso está clarí simo. —Muy bien, muy bien, allí estaremos con Elsita. Muchas gracias por la invitació n. —De nada, Alcides, siempre es muy estimulante conversar contigo. —Nos vemos por la noche, hermano. No nos para nadie, carajo. Vamos a hacer treinta puntos de rating. Balaguer escuchó que Tudela gritaba: —¡ Elsa, llama a Coqui Lobató n y dile que necesito que me haga un laciado para esta noche! ¡ Y tambié n a Marita Dí az Ufano y aví sale que tiene que maquillarme a las ocho! —¡ Marita no puede! —gritó Elsa, para que Balaguer escuchase todo. —¿ Por qué? —se sorprendió Tudela. —Porque tiene que maquillar al negro Mamanchura —respondió Elsa, y ambos soltaron una carcajada que resultó humillante para Balaguer. —Nos vemos por la noche —dijo Tudela al telé fono, y colgó. Balaguer pensó Me tienen cogido de los huevos, y no solo ahora: el resto de mi vida voy a tener que ser un mamó n de Alcides y Elsita, me van a tener chantajeado hasta el final de mi carrera este par de hijos de la gran puta. Luego llamó a Gustavo Parker. —¿ Todo bien, Gustavo? —Todo bien. Todo bajo control. —¿ Qué quieres que hagamos en la noche? Parker se tomó su tiempo, resopló, habló con voz cansada, resignada, como si hubiese perdido una batalla: —No conviene atacar al cholo —dijo. —Entiendo —dijo Balaguer—. ¿ No salimos con el caso Soraya, entonces? —preguntó, sumiso, con un tono de voz blando, como para dejar en claro que harí a lo que ordenase Parker. —Me parece que no —contestó Parker, sin atropellarse—. No conviene. El cholo me puede joder si gana, y hasta ahora va primero en las encuestas y todo indica que ganará. Balaguer se quedó pensativo. —No me conviene pelearme con é l —prosiguió Parker—. Si gana la presidencia, necesito que me haga algunos favorcitos. Tú sabes que el canal debe mucho dinero por impuestos atrasados y, como te imaginará s, no tengo la menor intenció n de pagar un carajo, el cholo me ha prometido que si no lo atacamos con el caso de la niñ a, me va a refinanciar esa deuda a treinta añ os, y en treinta añ os lo má s probable es que yo ya esté frí o y enterrado, y si estoy vivo, entonces encontraré a otro presidente huevas tristes que me vuelva a refinanciar la deuda y así patearemos los pagos a veinte o treinta añ os má s —Parker se rio de su conocida sangre frí a para ignorar deudas, deshonrar compromisos y maltratar acreedores. —Pero hay algo que está s perdiendo de vista, Gustavo. —Ya sé que estoy perdiendo la vista —dijo Parker, con tono pí caro. —Te olvidas de esto: si salimos esta noche con el caso Soraya, destruiremos a Tudela —precisó Balaguer—. Y si lo destruimos, no ganará las elecciones, no será presidente. —¿ Tú crees? —dudó Parker—. ¿ Tú crees que si demostramos que el cholo no ha reconocido a su hija haremos que pierda la elecció n? —No creo, estoy seguro. —Yo tengo mis dudas. En este paí s, ¿ quié n no tiene un hijo negado por ahí? Si te descubren un hijo no firmado, una bala perdida, no pasa nada, eres uno má s, eres un buen peruano. —¿ Entonces cancelo a Lourdes y a Soraya? —Sí, pero suave con ellas, diles que mejor las entrevistas el pró ximo domingo. Huevé alas, toré alas, y no las pierdas de vista, nos conviene tenerlas a mano para que el cholo sepa que lo podemos joder en cualquier momento. —¿ Y si se molestan y me dicen que van a salir en otro canal? —Si salen en otro canal, no es problema nuestro, ya es problema del cholo, nosotros no lo habremos traicionado. —Las llamo ya mismo y cancelo con ellas —se avino mansamente Balaguer a las ó rdenes de su jefe. —Oye, Juan. —Dime, Gustavo. —Andan diciendo que tienen un video contra ti. ¿ Sabes algo? —No sé nada —mintió Balaguer, y pensó Estoy jodido, el cholo es un traidor, es cuestió n de horas para que Parker vea el video y me despida. —Cuí date. Me huele mal. Me ha llamado la gringa Elsa Kohl y me ha dicho que tienen un video tuyo, que me lo va a mandar mañ ana lunes. —Esa gringa es una loca peligrosa —dijo Balaguer, haciendo acopio de todo el cinismo del que era capaz para salir del embrollo o ganar unas horas—. Está mintiendo. No tiene nada. Lo dice para meternos miedo, para que no salgamos esta noche con el caso Soraya. —¿ Está s seguro de que no tienen un video? —Segurí simo, Gustavo. —¿ No has ido nunca a Las Suites de Barranco? —Nunca. —Igual, no te preocupes. Si te han grabando culeando con una rusa o una polaca en Las Suites, ¡ bienvenido al club! Parker soltó una risotada y Balaguer se rio de un modo impostado solo para halagarlo. Pensó Si me ve culeando con Mamanchura, no creo que le resulte tan gracioso. Colgaron. Balaguer llamó enseguida a Lourdes Osorio, tení a que darle la mala noticia, cancelar la entrevista pactada para esa noche. No tení a má s remedio, no podí a arriesgarse a que Tudela y Elsa Kohl sacasen su video esa medianoche ni a que se lo enviasen al dí a siguiente a Gustavo Parker. —¿ A qué hora pasan a recogernos, Juanito? —se apresuró a preguntar Lourdes—. Ya estamos bien arregladas para salir por la noche contigo. Soraya se ha comprado un vestido bien lindo para la ocasió n. —Qué bueno, qué emoció n —contestó Balaguer, y pensó No puedo, no soy capaz, esto es mucho para mí, no tengo cara para desairarlas, para humillarlas, tampoco para seguir saliendo en televisió n si sacan mi video con Mamanchura; tal vez lo mejor sea irme por la noche a Buenos Aires y olvidarme de la locura peruana. —¿ Está s bien, Juanito? Te siento un poco triste. En mala hora me metí a la televisió n, pensó Balaguer. Debí ser abogado, profesor, crí tico de cine, debí ser algo discreto y no una jodida estrella de televisió n, esto es demasiada presió n para mí. —Lourdes, no sé si voy a poder entrevistarte por la noche —dijo, en tono de disculpa. —¿ De nuevo te acobardas, Juanito? —lo increpó Lourdes, en tono desafiante; luego gritó —: ¡ Soraya, tení as razó n, parece que Juanito Balaguer arruga al final! —¡ Llama ahora mismo al programa de Raú l Haza y confí rmale que vamos para allá! —respondió a lo lejos Soraya—. ¡ Te dije que en Juanito no podí amos confiar, es un chupamedias de mi papá! Balaguer odió a la niñ a, sintió que era una engreí da, que no entendí a nada de lo que le estaba pasando. Luego dijo: —Lo siento, Lourdes. El señ or Parker no me da permiso. —Ay, Juanito, eres una falla, prometes y prometes y luego nos dejas plantadas. No te preocupes, amigo, sabí amos que esto podí a pasar, por eso ya habí amos hablado con el señ or Raú l Haza de Canal 4, y ahora saldremos en Pasa la noche con Raú l. —Oh, Dios, va a ser el caos —comentó Balaguer—. ¿ Y qué van a decirle a Raú l? —Todo —sentenció Lourdes—. Todo. Absolutamente todo. —¡ Que eres un pisado de Alcides Tudela y de Gustavo Parker! —amenazó Soraya, que habí a levantado otro auricular y escuchaba la conversació n. —Y que te ofrecimos la primicia pero tú trataste de coimearnos —añ adió Lourdes. —¡ Eso no es verdad! —protestó Balaguer. —¡ Sí es verdad! —gritó Soraya. —¡ Entonces devué lvanme los cincuenta mil dó lares que les pagué por la exclusiva! —se quejó Balaguer—. ¡ No pueden quedarse con la plata y salir en el programa de Raú l Haza! —¡ No te devolvemos nada! —chilló Soraya. —Vamos a llevarle la plata al señ or Raú l Haza y vamos a enseñ arla como prueba de que trataste de coimearnos —dijo Lourdes, sin exaltarse. Balaguer pensó Estoy jodido en cualquier caso. Si las entrevisto, todo el Perú me verá culeando con Mamanchura. Si no las entrevisto, todo el Perú las verá denunciá ndome por coimero ante Raú l Haza. Elige, huevó n, se instó, ¿ prefieres quedar como maricó n o como coimero? —Bueno, ya, paso a buscarlas a las ocho de la noche y salimos en el programa —cedió. —Si no vienes y nos dan las ocho y cuarto, nos vamos al programa del señ or Raú l Haza —anunció Lourdes. —Estaré allí a las ocho —prometió Balaguer. Luego pensó El video con Mamanchura va a salir tarde o temprano, y mañ ana se lo mandará n a Gustavo Parker, eso es inevitable, es cuestió n de horas, ya está s frito, está s chamuscado, y si te vas a quemar, será mejor morir como los valientes, morir matando, matando al cholo concha de su madre, así por lo menos la gente sabrá que el video con Mamanchura es una venganza baja, rastrera, por haber tenido el coraje de defender a una niñ a negada por su padre y a una provinciana honorable que se ha pasado media vida peleando en los tribunales para que se haga justicia. Tienes un plan, se dijo, haces la entrevista esta noche, le sacas la mierda a Tudela sin contemplaciones, y luego esperas a ver si difunden o no el video, tal vez los golpeas tan fuerte que quedan aturdidos y se desaniman de darte una puñ alada y al final todo queda en una bravuconada y quizá ni siquiera Parker vea el video finalmente. La mejor defensa es el ataque, se dio á nimos, los voy a hacer papilla esta noche y luego a esperar lo que sea el destino, y si el video sale, te escapas a Buenos Aires, ya veremos mañ ana, esta noche destruyes al cholo miserable y te haces respetar por é l, por la gringa loca de Elsa Kohl y por el pendejo de Gustavo Parker, para que sepan quié n es Juan Balaguer, carajo, para que sepan que no está n tratando con un tí tere o un monigote o un fantoche má s de la mugrienta televisió n peruana. Vamos a ver quié n es má s fuerte. Lo que Lourdes Osorio se temí a ocurrió una tarde en que su jefe, Enrico Botto Ugarteche, regresó de un almuerzo opí paro en el Club Nacional. La llamó a su oficina, se arrojó sobre ella, abrazá ndola con virulencia y besá ndola en la boca, y recitó, beodo, un poema de Baudelaire, «El vino de los amantes»: «¡ Hoy el espacio es fabuloso! / Sin freno, espuelas o brida / partamos a lomos de vino / ¡ a un cielo divino y má gico! ». Luego Botto se bajó los pantalones y le dijo: «Bebe de mi botella añ eja, mamita». Lourdes se negó, apartá ndose: «No puedo, señ or Botto, soy virgen, soy una mujer religiosa, tengo moral». «¡ Yo tambié n tengo moral! », rugió Botto, acariciá ndose la verga. «¡ No soy un inmoral! ¡ Pero tengo una pinga que tiene su propia moral! », explicó, tambaleante. «Arrodí llate, hijita, lá ctala mientras yo rezo el credo en latí n», apuró. «No puedo, soy virgen», musitó, afligida, Lourdes, que nunca antes habí a visto un colgajo viril y sintió arcadas ante la dotació n genital de su jefe, que le pareció má s bien pequeñ a, diminuta y flá cida. «Pues si eres virgen, es menester que un caballero te desvirgue y ese caballero seré yo, a mucha honra», dijo Botto, y se lanzó de nuevo a besarla, mientras Lourdes se resistí a a trompicones. «Bá jate el calzó n, dé jame verte las flores del mal», le dijo, con una mirada lujuriosa, llena de intenciones. «Es usted un degenerado», se armó de valor Lourdes. «¡ Renuncio! », gritó, y estalló en lá grimas. «No hay problema, si quieres renuncia, pero antes dame una chupadita», insistió Botto, con ternura. «Te lo pido encarecidamente, te lo ruego. » Lourdes siguió firme, empujá ndolo, haciendo gestos de disgusto y repugnancia. Botto la tiró en el silló n, se dejó caer sobre ella y, como no consiguió sacarle el calzó n a pesar de los forcejeos, se frotó sobre su vestido, besá ndola en la boca, y, mientras friccionaba su miembro contra el vestido ya arrugado de Lourdes, se acordó de Baudelaire: «Cual dos torturados á ngeles / por calentura implacable / en el cristal matutino / sigamos el espejismo». Luego estalló en un orgasmo escandaloso, dando gritos, convulsioná ndose, los ojos desorbitados, en blanco, un hilillo de baba cayendo por la comisura de sus labios tré mulos. «Renuncio, señ or Botto, es usted un asqueroso», espetó Lourdes, ponié ndose de pie. «Ya, mamita, no seas rencorosa, anda a limpiarte el vestido y mañ ana te subo el sueldo», le contestó Botto, desparramado sobre el silló n, rascá ndose los testí culos. Pero Lourdes Osorio salió presurosa, ofuscada, el vestido impregnado del lí quido seminal de su jefe, dispuesta a no regresar má s, aunque tuviese que morirse de hambre o volver al convento o regresar a Piura. Juan Balaguer se echó sobre su cama. Tení a media hora antes de darse una ducha y ponerse un traje para ir a la televisió n. Supo que el programa de esa noche tendrí a consecuencias devastadoras, sintió que no habí a manera de salir airoso del enredo en que se habí a metido, que su vida confortable y perezosa de estrella de televisió n que trabajaba dos noches por semana (y ni siquiera las noches enteras, apenas unas horas) y que descansaba o intrigaba los dí as restantes estaba seriamente amenazada de estallar en un escá ndalo y quedar reducida a la nada misma. Meditó serenamente sus opciones. Si se negaba a entrevistar esa noche a Alcides Tudela y a darle todo el programa como el candidato querí a y a hacerle preguntas sumisas y complacientes, era virtualmente seguro que, en represalia, al dí a siguiente Tudela y sus esbirros harí an circular el video sexual con Mamanchura. De todos modos, pensó, aun si lo entrevisto esta noche y no digo una palabra sobre el caso Soraya y me porto bien con é l y le demuestro que me tiene pisado y que soy un pusilá nime asustado, es muy probable que el video sexual termine saliendo a la luz tarde o temprano, y cuando eso ocurra, Tudela me dirá que é l no tuvo la culpa, que é l no lo soltó, que fue una filtració n, un descuido, un exabrupto de la loca de Elsa Kohl, y por lo demá s es tambié n probable que mañ ana mismo alguna mano insidiosa le haga llegar el video a Gustavo Parker y, aunque lograse ganar tiempo y aplazar el escá ndalo, no tendrí a cara para mirar a Gustavo y mentirle, có mo podrí a mentirle si las imá genes me incriminan de un modo irrebatible y no permiten la menor duda, y si Gustavo termina viendo el video mañ ana o en unos dí as, tendré que renunciar, sé lo mucho que é l desprecia a los maricones, sé que no tolerarí a la idea de que su periodista estrella sea un maricó n en el cló set, é l me odiarí a y yo me odiarí a por ser un maricó n agazapado, a escondidas, y é l me botarí a, o mejor yo mismo renunciarí a, porque me sentirí a incapaz de mirarlo a los ojos o de mirar a la cá mara con el aplomo con que siempre la he mirado, y un hombre con miedo en televisió n es un hombre al que el pú blico no respeta, al que el pú blico desdeñ a y menosprecia, es como el torero asustado que encoleriza a las gradas, que se sienten burladas por ese sujeto que deberí a derrochar coraje y de pronto exhibe un temor que lo paraliza y lo desluce. Esta es una primera conclusió n que parece só lida, pensó, resignado a lo peor: haga lo que haga esta noche, debo asumir que el video sexual se hará pú blico en los pró ximos dí as o en las pró ximas semanas; tal vez a estas alturas ya esté en poder de algú n periodista de la competencia, como Malena Delgado o Raú l Haza, o tal vez ya esté en un sobre cerrado en la oficina de Gustavo Parker. Lo razonable es prepararme para el mayor escá ndalo de mi carrera. Está claro que cuando el video sea difundido y la gente se solace viendo mis miserias, mis debilidades en una cama de un hotel con un moreno corpulento y bien dotado, será el final de mi carrera como periodista, no podré salir má s en televisió n, y está claro que eso ocurrirá incluso si la suerte me es propicia y el video no se propala pú blicamente y solo llega a las manos de Gustavo Parker, en cuyo caso me salvaré de un escá ndalo brutal y despiadado, pero de cualquier manera será el final de mi carrera como periodista de televisió n, como busto parlante, como hablantí n a sueldo, que hace pasar por sinceras sus sonrisas impostadas. Esta es una primera conclusió n, siguió calibrando, estamos llegando al final del camino, luego se abre un despeñ adero por el cual habré de caer al vací o, mientras el pú blico que antes me alababa ahora aplaudirá con frenesí morboso mi caí da. Tengo, entonces, que tomar una decisió n complementaria, no ya si he de morir como estrella de televisió n, porque la muerte está anunciada, está escrita en el destino, es cosa de horas o de dí as, sino de có mo prefiero morir, en qué circunstancias quiero rodar por el abismo. Una opció n es no pasar a buscar a Lourdes Osorio y a Soraya Tudela, no llevarlas a mi programa, no entrevistarlas esta noche, hacerles un desaire má s, y salir con Tudela todo el programa. La consecuencia directa y previsible de esa decisió n será que Lourdes y Soraya saldrá n esta misma noche en el programa de Raú l Haza, o en otro, y si no ocurre esta noche, entonces será mañ ana o pasado mañ ana, pero bien pronto, porque, humilladas, estarí an consumidas por el rencor y la sed de venganza, y ló gicamente urdirí an sin demora una aparició n en algú n programa de la competencia, y una vez que Lourdes y Soraya esté n en la televisió n, no solo se propondrá n destruir a Alcides Tudela, denunciá ndolo por cobarde y corrupto y probando que durante catorce añ os ese hombre que aspira a ser presidente del Perú se ha negado una y otra vez, y pagando sobornos, a reconocer a su hija bioló gica, sino que tambié n acometerá n con entusiasmo la tarea de destruirme a mí, y dirá n indignadas que yo no quise entrevistarlas, que prometí hacerlo esta noche pero que las dejé plantadas, y añ adirá n que intenté sobornarlas por orden de Tudela y de Parker, que les di dinero para que se callaran la boca y no boicotearan la elecció n de Tudela, me acusará n de haberles entregado una coima de cien mil dó lares cumpliendo ó rdenes de mis jefes, dirá n que soy un rastrero, un aduló n, un vendido, un mercenario, un sujeto sin moral ni escrú pulos que no tiene respeto alguno por perseguir la verdad, por informar correctamente, un periodista de alcantarilla que solo busca acomodarse con el poder de turno y obtener pingü es beneficios monetarios, y por supuesto cuando me acusen de todo eso no habrá quien no les crea, como no habrá quien no les crea cuando acusen a Tudela de negar a su hija, que es idé ntica a é l y por eso cuando salga en televisió n pulverizará toda duda al respecto. En caso de que no entreviste esta noche a Lourdes y Soraya, debo estar preparado no ya para un escá ndalo devastador, sino para dos escá ndalos malhadados, sañ udos, encarnizados, que me dejará n reducido a escombros, a la sombra pá lida y borrosa de lo que fui, a un fugitivo perseguido por la vergü enza pú blica: en cosa de pocos dí as, el pú blico sabrá que soy maricó n, y maricó n entregado y gozoso, maricó n que pierde el aliento por un negro aventajado, maricó n taimado que finge ser viril en televisió n y que en la cama es una dama, y ni siquiera una dama, una puta, una puta barata y suplicante, y ademá s que soy un miserable coimero que cumple las ó rdenes desalmadas de Gustavo Parker y Alcides Tudela, que má s que un periodista soy un intrigante y un conspirador, y un sujeto abyecto y repugnante que no tiene pudor para humillar a una adolescente y a su madre. Un escá ndalo, el del video sexual, parece inevitable; el otro puedo impedirlo esta noche si entrevisto a Lourdes y a Soraya. Esa es la otra opció n, que por supuesto no está exenta de riesgos, pero a estas alturas ya soy carne muerta en cualquier caso, solo debo elegir có mo quiero morir, có mo quiero que me recuerde el pú blico, mi pú blico, que alguna vez me tuvo en alta estima y pensó incluso que podí a postularme con é xito a un cargo polí tico de importancia. Si, incumpliendo las instrucciones de Gustavo Parker, y contrariando las amenazas de Alcides Tudela, decido sorprenderlos y siento en mi programa a Lourdes y a Soraya y me arriesgo a entrevistarlas pase lo que pase (aun si Gustavo decidiera cortar el programa en el aire, cosa que dudo porque quedarí a como un censor y un mató n y dañ arí a su reputació n de gran defensor de la libertad de prensa), habré conseguido un par de cosas que no parecen desdeñ ables a estas alturas en las que ya estoy perdido de todos modos: primero, neutralizaré la amenaza de que Soraya y su madre salgan en otro programa denunciá ndome por tramposo y medroso y coimero, y segundo, quedaré ante la opinió n pú blica como un periodista que tuvo valores y principios y un mí nimo sentido de la é tica y la rectitud profesionales y no se arredró ante los poderosos y salió a denunciarlos. Ambas cosas, evitar la denuncia de coimero y fijar ante la opinió n pú blica la idea de que, a pesar de mis debilidades y miserias (de las que se encontrará amplia informació n en el video sexual), supe ser un periodista cabal en el momento má s quemante y aciago, cuando otros se hubieran empequeñ ecido, parecen logros indudables, ventajas que debo perseguir, minú sculos triunfos que hará n menos bochornosa y despreciable mi caí da. Mi caí da habrá de ocurrir, ya estoy cayendo, solo falta que la gente se asome a presenciar este descenso paté tico, el final de mi errabunda carrera, pero depende de mí, de la decisió n que tome esta noche, que esa caí da sea completamente repudiable o tenga al menos un punto de dignidad, un gesto ú ltimo de coraje o de nobleza que pueda inspirar compasió n en algunos. Y está claro que ya no puedo impedir que el pú blico se entere de que soy un maricó n camuflado, está claro que ya no puedo impedir que se sepa que amo a un negro que no me ama y que simula amarme a cambio de dinero, está claro que ya nadie podrá seguir vié ndome como periodista serio y creí ble porque la otra imagen, la del maricó n mamó n que ruega que le den por el culo, será má s poderosa y habrá de superponerse sobre todas las demá s y será la que prevalezca en el recuerdo del pú blico cuando aparezca en televisió n o cuando camine o cada vez que se evoquen mis dí as de gloria y esplendor, jugando a ser poderoso; está claro que ya no puedo impedir nada de eso, pero sí que la gente me recuerde ademá s como un coimero y un lameculos de su jefe y un renacuajo angurriento. Ahora bien, si decido no entrevistar esta noche a Soraya y a su mamá, ¿ aumentan las probabilidades de que Tudela y su esposa Elsa Kohl se apiaden de mí y no suelten el video con Mamanchura? A primera vista se dirí a que sí, pero algo conozco a Tudela y a la gentuza que lo secunda, algo conozco a la bruja rencorosa y mala sangre de Elsa Kohl, los conozco bastante para saber que, desesperados porque Lourdes y Soraya los habrá n denunciado de todos modos, ya no en mi programa sino en el de Haza u otro, y culpá ndome injustamente por haberles dado deseos de justicia a ambas piuranas, decidirá n (si no lo han decidido ya, si el video no está ya en manos de Parker o de alguno de mis enemigos en la prensa) que deben soltar el video para escarmentarme, para castigarme, y de paso, porque así de cí nicos son, para desviar la atenció n pú blica, para darle circo barato a la gente, para que el pueblo no esté ya hablando solo de la hija negada de Tudela, sino principalmente del tal Mamanchura que me pone a gozar en un cuarto del hotel Los Delfines, de las cosas inflamadas y lujuriosas que le grito cuando me acomoda en cuatro y me da por el culo. De modo que serí a ingenuo presumir que si no entrevisto a las piuranas entonces no saldrá el video; no es tan fá cil, bueno fuera. Si no las entrevisto, ellas saldrá n en el programa de Haza en Canal 4, o en cualquier otro, y quemará n vivo a Tudela y de paso me quemará n vivo a mí tambié n, y cuando eso pase, Tudela y su esposa querrá n mi cabeza y soltará n el video y no habrá manera de pararlos, los conozco, sé que me linchará n en un caso o en el otro, sé que se excitará n con la idea morbosa de ver mi linchamiento. De manera que llegamos a la misma conclusió n: el video de Mamanchura será visto por todo el paí s y tendrá resonancias y repercusiones incluso en otros paí ses, eso está claro, a eso tengo que atenerme, a ese hecho crudo debo resignarme. Así las cosas, parece una ventaja morir dignamente antes que morir con absoluta indignidad y descré dito, hay algo de postrera dignidad en poner el pecho y recibir las balas defendiendo la causa noble de dos mujeres provincianas, de una señ ora piurana tantas veces escarnecida y una adolescente que reclama con justicia ser reconocida por su padre, parece conveniente tener ese ú ltimo gesto de valor, no porque tenga valor, desde luego me tiemblan las piernas y soy un cobarde, sino porque debo fingirlo, debo presentarme en la televisió n como si fuera un valiente y desafiar al dueñ o del canal y al candidato favorito y quedar como lo que no soy, como un hombre corajudo, al menos tengo algunas aptitudes histrió nicas para actuar esta noche con el valor que en realidad no poseo, será la mejor actuació n de mi vida, la de un actor interpretando el papel de periodista insobornable, pero solo soy un actor y en este momento aciago debo recordarlo y entregar la ú ltima y má s persuasiva de mis interpretaciones. Lo que venga luego parece inevitable: la difusió n del video sexual, que me despidan o que renuncie, que la prensa se cebe en mis secretos de alcoba, que mi amante se esconda en Buenos Aires esperá ndome, la burla y el escarnio de mis adversarios, comenzando por Lola Figari, que será la primera moralista en poner el grito en el cielo y rasgarse las vestiduras y decir que soy un mal ejemplo para la juventud y la niñ ez, que soy un hombrecillo gobernado por sus bajos instintos, corrompido por la voracidad de su entrepierna, entregado a unos placeres innombrables, reñ idos con la pureza cristiana. Podrá n decir todo eso de mí, que los engañ é, que no tuve entereza ni agallas para confesar que me gustan los hombres y que hice una carrera pú blica fundada en la simulació n y la jactancia de unas virtudes inexistentes, podrá n decir que soy maricó n y que me retuerzo de placer cuando mi amante me da por el culo, podrá n decir todo eso, pero nadie podrá decir nunca que cedí al chantaje de un candidato canallesco y envanecido, que me acobardé cuando silbaban las balas, que no hice lo que, siendo maricó n y bien maricó n, me dictaba el sentido de la é tica y del respeto al pú blico. Podrá n decir que me pillaron como maricó n en el armario, pero nadie podrá decir nunca que soy un coimero que intentó amordazar a dos honorables provincianas; nadie podrá decir nunca que soy un arrastrado ante mi jefe, el señ or Gustavo Parker; nadie podrá decir que me hinqué de rodillas, tré mulo, ante la presencia intimidante del mató n Alcides Tudela; nadie podrá decir que escupí sobre la honra de Soraya y de su madre. Dirá n que soy un maricó n tan maricó n que no se atrevió a ser maricó n en pú blico, que solo ejercí a su sexualidad a escondidas sin saber que lo estaban grabando, pero no podrá n decir que, puesto a escoger entre defender a una adolescente y a su madre y traicionarlas para defender a un candidato ruin, fui tambié n un maricó n en lo moral, no podrá n decir que me mariconeé cuando me tocó ser un hombre y morir como tal. Dirá n que soy un maricó n y que me gustan los negros y un negro en particular, pero esta noche demostraré en mi programa que se puede ser un maricó n privadamente y un hombre valiente pú blicamente, es eso lo que haré esta noche, ahora solo tengo que ir a buscar a Lourdes y a Soraya y luego morir con toda la dignidad que sea posible, y simular ante cá maras, ya maquillado, mi papel de predicador o de joven promesa o de virtuoso incomprendido.
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