2 de abril. 4 de abril

2 de abril

Alivio general. Como dice el viejo Almstadt, puesto que tení a que irme era mejor que fuera y terminase con ello de una vez. Y mi padre tambié n dijo: «Bueno, por lo menos no tendrá s que seguir esperando». Ayer hablé con Amos, y me pidió que almorzara con é l en su club. Repliqué que iba a estar ocupado. Sé que me habrí a presentado a sus amigos como «mi hermano que se incorpora al ejé rcito» y que en lo sucesivo serí a conocido como un hombre que estuvo «metido en ello».

4 de abril

Vanaker se mudó esta mañ ana. Despué s de que se hubiera marchado, oí a Marie en su habitació n. Habí a encontrado dos frascos de perfume vací os en la papelera. Yo estaba en lo cierto. El hombre dejó atrá s una considerable cantidad de artí culos, amontonados en el hediondo armario. Botellas, claro —las que, por alguna razó n, no le habí an parecido apropiadas para arrojarlas al jardí n— revistas ilustradas con fotos de mujeres desnudas, guantes, ropa interior sucia, la cazoleta de una pipa, un pañ uelo manchado de grasa, un ejemplar de El progreso del peregrino y una edició n escolar de Cien grandes poemas narrativos, una caja de fó sforos, un sombrero de fieltro, una corbata sobre la que habí a cierta materia seca. La colecció n entera acabó en una caja que Marie bajó al só tano.

Pasé varias horas metiendo mis cosas en el baú l.

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