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21 de enero
Susie Farson llegó muy agitada y nos dijo que ella y su marido se iban a Detroit. El Departamento de la Guerra le ha ofrecido a Walter un curso de adiestramiento en comunicació n por radio. Ella confí a en que la admitan en la misma escuela. Dejan el bebé al cuidado de la hermana de Farson, que trabaja en un restaurante del centro. —Cuidará de ella. Janey adora a la niñ a. Os escribiré para deciros có mo nos va. Ah, Iva, te agradeceré que vayas de vez en cuando y me digas qué tal está. Te daré la direcció n de Janey. —Por supuesto —replicó Iva, pero frí amente. Susie se apresuró a marcharse, y entonces Iva me dijo—: ¡ Esa idiota! ¿ Y si le ocurre algo a la criatura? —No quiere perder a su marido —comenté. —¿ Perderle? A estas alturas yo le habrí a pegado un tiro. Ademá s, no hace má s que empeorar las cosas. Si algo sale mal, é l le echará la culpa. Y ella cree que lo está haciendo por amor. ¡ Oh, pare de una vez! Estas ú ltimas palabras iban dirigidas al señ or Vanaker, que carraspeaba, tosí a ruidosamente, se interrumpí a como si hubiera echado un pestillo carnoso en la garganta, y volví a a toser. Cualquier cosa que alterase la vida normal en nuestra habitació n desencadenaba uno de sus accesos. No paró hasta que Iva, con una exhibició n de mal genio insó lita en ella, golpeó la pared con una zapatilla.
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