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Tercera parte 7 страница



Desapareciу subiendo por Hantverkargatan.

Erika Berger habнa ido a por cafй y ahora estaba observando la pantalla. Durante cincuenta y tres minutos no pasу absolutamente nada, a excepciуn de que su salvapantallas se activaba a intervalos regulares. Luego el ICQ volviу a hacer clin.

—Ya estб. Tienes mucha mierda en tu disco duro; dos virus, por ejemplo.

—Sorry. їCuбl es el prуximo paso?

—їQuiйn es el administrador de la red informбtica del SMP?

—No lo sй. Tal vez Peter Fleming, que es el jefe tйcnico.

—Vale.

—їQuй tengo que hacer ahora?

—Nada. Vete a casa.

—їNada mбs?

—Estaremos en contacto.

—їTengo que dejar el ordenador encendido?

Pero Lisbeth Salander ya se habнa ido. Frustrada, Erika Berger se quedу mirando la pantalla. Al final apagу el ordenador y saliу a buscar un cafй donde poder sentarse a pensar tranquilamente.


Capнtulo 20

Sбbado, 4 de junio

 

Mikael Blomkvist se bajу del autobъs en Slussen, cogiу el ascensor de Katarinahissen y paseу hasta Fiskargatan 9.Habнa comprado pan, leche y queso en la tienda que estaba delante del edificio del Gobierno civil y, nada mбs entrar, se puso a colocar los productos en la nevera. Luego encendiу el ordenador de Lisbeth Salander.

Tras un instante de reflexiуn tambiйn encendiу su Ericsson Tнo azul. Pasу de usar su mуvil normal, ya que, de todos modos, no querнa hablar con nadie que no tuviera que ver con la historia de Zalachenko. Constatу que durante las ъltimas veinticuatro horas habнa recibido seis llamadas, tres de Henry Cortez, dos de Malin Eriksson y una de Erika Berger.

Empezу llamando a Henry Cortez, que estaba en un cafй de Vasastan y que tenнa algunos detalles que tratar con йl, aunque nada urgente.

Malin Eriksson sуlo habнa llamado para dar seсales de vida.

Luego llamу a Erika Berger pero estaba comunicando.

Entrу en el foro de Yahoo [La_Mesa_Chalada] y encontrу la versiуn final de la autobiografнa de Lisbeth Salander. Asintiу sonriendo, imprimiу el documento y se puso a leerlo en el acto.

Lisbeth Salander iba golpeteando la pantalla de su Palm Tungsten T3.Con la ayuda de la cuenta de Erika Berger, habнa dedicado una hora a entrar en la red informбtica del SMP y analizarla. No se habнa metido en la cuenta de Peter Fleming, pues no resultaba necesario hacerse con los derechos de administraciуn. Lo que le interesaba era acceder a la administraciуn del SMP con los expedientes personales. Y allн Erika Berger ya tenнa derechos.

Deseу ardientemente que Mikael Blomkvist hubiese tenido la bondad de pasarle a escondidas su PowerBook con un teclado de verdad y una pantalla de 17 pulgadas en vez del ordenador de mano. Se descargу una lista de todos los trabajadores del SMP y comenzу a repasarla. Se trataba de doscientas veintitrйs personas, ochenta y dos de las cuales eran mujeres.

Empezу tachando a todas las mujeres. No es que las excluyera de la locura, pero las estadнsticas confirmaban que la gran mayorнa de las personas que acosaban a las mujeres eran hombres. Asн que quedaban ciento cuarenta y una.

Las estadнsticas tambiйn hablaban a favor de que una buena parte de los bous venenosos solнan ser o adolescentes o individuos de mediana edad. Como el SMP no contaba con adolescentes entre sus empleados, dibujу una curva de edades y eliminу a todas las personas que se encontraran por encima de los cincuenta y cinco y por debajo de los veinticinco. Quedaban ciento tres personas.

Meditу un rato. No tenнa mucho tiempo. Quizб menos de veinticuatro horas. Tomу una rбpida decisiуn. Eliminу de un plumazo a todos los que trabajaban en distribuciуn, publicidad, fotografнa, conserjerнa y departamento tйcnico. Se centrу en el grupo de periodistas y en el personal de redacciуn y le saliу una lista de cuarenta y ocho personas compuesta por hombres con edades comprendidas entre los veintisйis y los cincuenta y cuatro aсos.

Luego oyу el sonido del llavero. Apagу de inmediato el ordenador y lo guardу bajo el edredуn, entre sus muslos. Su ъltima comida de sбbado en el Sahlgrenska acababa de llegar. Resignada, se quedу mirando la col en salsa. Despuйs de la comida sabнa que no iba a poder trabajar tranquila durante un rato. Guardу el ordenador en el hueco de detrбs de la mesilla y esperу a que dos mujeres de Eritrea pasaran la aspiradora y le hicieran la cama.

Una de ellas se llamaba Sara y le habнa estado pasando furtiva y regularmente unos cuantos Marlboro Light durante el ъltimo mes. Tambiйn le habнa dado un mechero que Lisbeth escondнa detrбs de la mesilla. Agradecida, Lisbeth cogiу los dos cigarrillos que se iba a fumar esa noche junto a la ventana de ventilaciуn.

Todo recobrу la tranquilidad a partir de las dos. Sacу el ordenador de mano y se conectу. Habнa pensado volver directamente a la administraciуn del SMP, pero se dio cuenta de que tambiйn tenнa problemas personales que resolver. Realizу su repaso diario comenzando por el foro de Yahoo [La_Mesa_Chalada]. Constatу que Mikael Blomkvist llevaba tres dнas sin introducir nada nuevo y se preguntу quй estarнa haciendo. Seguro que el muy cabrуn anda por ahн con alguna tonta tetona.

Acto seguido, entrу en el foro de Yahoo [Los caballeros] y quiso ver si Plague habнa contribuido con algo. No lo habнa hecho.

Luego consultу el disco duro del fiscal Richard Ekstrцm (una correspondencia de menor interйs sobre el juicio) asн como los del doctor Peter Teleborian.

Cada vez que entraba en el disco duro de Teleborian tenнa la sensaciуn de que su temperatura corporal bajaba unos cuantos grados.

Hallу el informe psiquiбtrico forense que ya habнa redactado Teleborian sobre ella, pero que, como era lуgico, no se iba a realizar oficialmente hasta que йste hubiese tenido la posibilidad de examinarla. Habнa hecho varias mejoras en su prosa, pero en general no habнa nada nuevo. Descargу el informe y lo enviу a [La_Mesa_Chalada]. Consultу el correo electrуnico recibido por Teleborian en las ъltimas veinticuatro horas abriendo uno a uno cada mail. Estuvo a punto de pasar por alto la importancia de uno de los mбs breves:

Sбbado, 15.00 en el anillo de la estaciуn central. Joсas.

Fuct{. Joсas. Una persona que ha aparecido en un montуn de correos dirigidos a Teleborian. Usa una cuenta de Hotmail. Sin identificar.

Lisbeth Salander dirigiу la mirada al reloj digital de la mesilla: 14.28. Hizo inmediatamente clin en el ICQ de Mikael Blomkvist. No obtuvo respuesta.

Mikael Blomkvist imprimiу las doscientas veinte pбginas del manuscrito que ya habнa terminado. Luego apagу el ordenador y se sentу a la mesa de la cocina de Lisbeth Salander con un bolнgrafo para corregir las pruebas.

Estaba contento con la historia. Pero el hueco mбs grande seguнa vacнo. їCуmo iba a poder encontrar al resto de la Secciуn? Malin Eriksson tenнa razуn. Resultaba imposible. El tiempo apremiaba.

Lisbeth Salander blasfemу, frustrada, intentando contactar con Plague en el ICQ. No contestaba. Mirу de reojo el reloj: 14.30.

Se sentу en el borde de la cama e intentу acordarse de las cuentas ICQ. Primero probу con la de Henry Cortez y luego con la de Malin Eriksson. Nadie contestaba. Sбbado. Todo el mundo tiene el dнa libre. Mirу de nuevo el reloj: 14.32.

Despuйs tratу de localizar a Erika Berger. Nada de nada. Le he dicho que se fuera a casa. Mierda. 14.33.

Podrнa enviar un SMS al mуvil de Mikael Blomkvist... pero estaba pinchado. Se mordiу el labio inferior.

Al final, desesperada, se volviу hacia la mesilla y llamу a la enfermera. Eran las 14.35 cuando oyу la llave introducirse en la puerta y una enfermera llamada Agneta que rondaba los cincuenta aсos asomу la cabeza.

—Hola. їTe pasa algo?

—їEstб el doctor Anders Jonasson en la planta? —їNo te encuentras bien?

—Estoy bien. Pero necesito intercambiar unas palabras con йl. Si es posible.

—Lo vi hace un momento. їDe quй se trata? —Tengo que hablar con йl.

Agneta frunciу el ceсo. La paciente Lisbeth Salander rara vez llamaba a las enfermeras si no se trataba de un intenso dolor de cabeza o de algъn otro problema urgente. Nunca habнa dado problemas y jamбs habнa solicitado hablar con un determinado mйdico. Sin embargo, Agneta habнa advertido que Anders Jonasson habнa dedicado un considerable tiempo a la paciente detenida, quien, por lo general, solнa aislarse por completo del mundo. Era posible que hubiera conseguido establecer algъn tipo de contacto.

—De acuerdo. Voy a ver si tiene un minuto —dijo la enfermera amablemente para a continuaciуn cerrar la puerta. Y echar el cerrojo. Eran las 14.36. Las 14.37 Ya-

Lisbeth se levantу de la cama y se acercу a la ventana. De vez en cuando consultaba el reloj: 14.39. T4-4°-

A las 14.44 °yу pasos en el pasillo y el sonido del llavero del vigilante de Securitas. Anders Jonasson le echу una inquisitiva mirada y al ver los desesperados ojos de Lisbeth Salander se detuvo.

—їHa pasado algo?

—Estб pasando ahora mismo. їTienes un mуvil?

—їQuй?

—Un mуvil. Tengo que hacer una llamada. Dubitativo, Anders Jonasson mirу de reojo hacia la puerta.

—Anders... ЎNecesito un mуvil! ЎAhora!

Oyу la desesperaciуn de su voz y, metiйndose la mano en el bolsillo, le entregу su Motorola. Lisbeth se lo arrancу prбcticamente de las manos. No podнa llamar a Mikael Blomkvist ya que su telйfono estaba pinchado por el enemigo. El problema era que no le habнa dado el nъmero de su secreto Ericsson Tнo azul. Nunca se lo planteу ya que nunca se habrнa imaginado que ella pudiera llamarlo desde su aislamiento. Dudу una dйcima de segundo y marcу el nъmero de mуvil de Erika Berger. Oyу tres tonos antes de que ella respondiera.

Erika Berger se hallaba en su BMW, a un kilуmetro de su casa de Saltsjуbaden, cuando recibiу una llamada que no esperaba. Aunque tambiйn era cierto que Lisbeth Salander ya la habнa sorprendido por la maсana. —Berger.

—Salander. No hay tiempo para explicaciones. їTienes el nъmero del telйfono secreto de Mikael? El que no estб pinchado.

—Sн.

—Llбmalo. ЎPero ya! Teleborian se va a encontrar con Joсas en el anillo de la estaciуn central a las 15.00. —їQuй?...

—Date prisa. Teleborian. Joсas. El anillo de la estaciуn central. 15.00 horas. Tiene un cuarto de hora.

Lisbeth apagу el mуvil para que Erika no se viera tentada a derrochar los segundos haciendo preguntas innecesarias. Le echу un vistazo al reloj, que acababa de cambiar a las 14.46.

Erika Berger frenу y aparcу en el arcйn de la carretera. Buscу la agenda del bolso y empezу a pasar pбginas hasta que encontrу el nъmero que Mikael le habнa dado la noche que cenaron en Samirs gryta

Mikael Blomkvist oyу el sonido del telйfono. Se levantу de la mesa de la cocina, fue hasta el despacho de Salander y cogiу el mуvil, que estaba sobre la mesa.

—їSн?

—Erika.

—Hola.

—Teleborian se va a encontrar con Joсas en el anillo de la estaciуn central a las 15.00. Te quedan unos minutos. —їQuй? їQuй? —Teleborian...

—Ya te he oнdo. їCуmo lo sabes? —Dйjate de preguntas y date prisa. Mikael mirу el reloj: 14.47. —Gracias. Hasta luego.

Cogiу el maletнn del ordenador y bajу por las escaleras en vez de esperar el ascensor. Mientras corrнa marcу el nъmero del Tнo azul de Henry Cortez.

—Cortez.

—їDуnde estбs?

—Comprando unos libros en Akademibokhandeln.

—Teleborian se va a encontrar con Joсas en el anillo de la estaciуn central a las 15.00. Yo voy de camino pero tъ estбs mбs cerca.

—ЎHostias! Salgo pitando.

Mikael bajу corriendo por Gуtgatan y se dirigiу a toda pastilla hacia Slussen. Llegу jadeando a la plaza y mirу su reloj de reojo. Monica Figuerola tenнa razуn cuando le dio la lata para que empezara a hacer ejercicio. 14.56. No le iba a dar tiempo. Buscу un taxi.

Lisbeth Salander le devolviу el mуvil a Anders Jonasson. —Gracias —dijo.

—їTeleborian? —preguntу Anders Jonasson—. No he podido evitar haber oнdo el nombre.

Lisbeth asintiу con la cabeza y lo mirу.

—-Teleborian es un pбjaro de mucho mucho cuidado. No te imaginas cuбnto.

—No. Pero sospecho que ahora mismo estб pasando algo grave: es la primera vez en todo este tiempo que te veo tan excitada. Espero que sepas lo que estбs haciendo.

Lisbeth le dedicу una torcida sonrisa.

—Pronto lo sabrбs —dijo ella.

Henry Cortez saliу corriendo de Akademibokhandeln como un loco. Cruzу Sveavбgen por el viaducto de Master Samuelsgatan y siguiу bajando hasta Klara Norra, donde girу para entrar en Klarabergsviadukten y atravesar Vasagatan. Cruzу Klarabergsgatan entre un autobъs y dos coches que le pitaron frenйticamente y entrу por la puerta de la estaciуn en el preciso instante en que el reloj marcaba las 15.00.

Cogiу las escaleras mecбnicas bajando los escalones de tres en tres hasta llegar a la planta baja y pasу corriendo por delante de la tienda de Pocketshop antes de aminorar el paso para no llamar la atenciуn. Mirу fija e intensamente a la gente que se hallaba alrededor del anillo.

No vio a Teleborian ni al hombre que Christer Malm habнa fotografiado delante del Copacabana y que pensaban que era Joсas. Mirу el reloj: 15.01. Jadeaba como si hubiese corrido el maratуn de Estocolmo.

Se la jugу: atravesу el vestнbulo a toda prisa y saliу a Vasagatan. Se detuvo y barriу los alrededores con la mirada, estudiando hasta donde sus ojos alcanzaban —y una a una— a todas las personas. Ningъn Peter Teleborian. Ningъn Joсas.

Dio media vuelta y se metiу dentro. 15.03. No habнa nadie cerca del anillo.

Luego alzу la vista y, por un segundo, divisу el perfil de Peter Teleborian, con su caracterнstica cabellera revuelta y su perilla, justo cuando йste salнa de Pressbyrеn, en el otro extremo del vestнbulo. Acto seguido, el hombre de las fotos de Christer Malm se materializу a su lado. Cruzaron el recinto y salieron a Vasagatan por la puerta norte.

Henry Cortez suspirу. Se secу el sudor de la frente con la palma de la mano y empezу a seguir a los dos hombres.

Mikael Blomkvist llegу en taxi a la estaciуn central de Estocolmo a las 15.07. Entrу apresuradamente en el vestнbulo principal, pero no pudo ver ni a Teleborian ni a Joсas. Ni tampoco a Henry Cortez, por otra parte.

Cogiу su Tнo para llamar a Henry Cortez en el mismo instante en que le empezу a sonar.

—Ya los tengo. Estбn en c\pub Tre Remmare de Vasagatan, junto a la boca de metro de la lнnea que va hasta Akalla.

—Gracias, Henry. їY tъ dуnde estбs? —En la barra. Tomбndome una caсa. Bien merecida.

—Vale. A mн me conocen, asн que me quedarй fuera. Supongo que no tienes ninguna posibilidad de escuchar lo que dicen.

—Ni una. Veo la espalda de ese tal Joсas y el maldito Teleborian no hace mбs que murmurar; ni siquiera puedo ver los movimientos de sus labios.

—De acuerdo.

—Pero puede que tengamos un problema. —їCuбl?

—Ese tal Joсas ha dejado su cartera y su mуvil encima de la mesa. Y ha puesto un par de llaves de coche sobre la cartera.

—Vale. Ya me encargo yo de eso.

El mуvil de Monica Figuerola sonу con el politono del tema de la pelнcula Hasta que llegу su hora. Dejу el libro sobre el deнsmo de la Antigьedad, que parecнa no terminarse nunca.

—Hola. Soy Mikael. їQuй haces?

—Estoy en casa ordenando los cromos de mis antiguos amantes. Esta maсana me han abandonado miserablemente.

—Lo siento. їTienes cerca tu coche?

—La ъltima vez que lo vi estaba aparcado aquн enfrente.

—Bien. їTe apetece dar una vuelta por la ciudad? —No mucho. їQuй pasa?

—Peter Teleborian estб en Vasagatan tomбndose una cerveza con Joсas. Y como yo colaboro con la Stasi... perdуn, con la Sдpo, he pensado que a lo mejor te apetecerнa venir.

Monica Figuerola ya se habнa levantado del sofб para coger las llaves del coche.

—їNo me estarбs tomando el pelo?...

—Ni mucho menos. Y Joсas ha puesto las llaves de un coche encima de la mesa donde se ha sentado.

—Voy para allб.

Malin Eriksson no cogнa el telйfono, pero Mikael Blomkvist tuvo suerte y pudo hablar con Lottie Rarim, que se encontraba en Бhlйns comprando un regalo de cumpleaсos para su marido. Mikael le mandу que hiciera horas extra y que se apresurara en ir al pub para servir de refuerzo a Henry Cortez. Luego volviу a llamar a Cortez.

—El plan es el siguiente: dentro de cinco minutos tendremos un coche aquн. Aparcaremos en Jбrnvagsgatan, delante del pub.

—Vale.

—Lottie Karim llegarб dentro de un par de minutos. —Bien.

—Cuando dejen e\pub, tъ seguirбs a Joсas. Lo harбs a pie y, por el mуvil, me irбs diciendo por dуnde vais. En cuanto lo veas acercarse a un coche, comunнcamelo. Lottie seguirб a Teleborian. Si no llegamos a tiempo, coge la matrнcula.

—De acuerdo.

Monica Figuerola aparcу en Nordic Light Hotel, frente a Arlanda Express. Mikael Blomkvist abriу la puerta del copiloto un minuto despuйs de que ella hubiese aparcado.

—їEn quй pub estбn?

Mikael se lo dijo.

—Debo pedir refuerzos.

—No te preocupes. Los tenemos vigilados. Mбs gente podrнa estropearlo todo.

Monica Figuerola lo mirу desconfiada.

—їY cуmo te enteraste de que esta reuniуn iba a tener lugar?

—Sorry. Protecciуn de fuentes.

—Ў Joder! їEs que en Millenium tenйis vuestro propio servicio de inteligencia? —exclamу ella.

Mikael parecнa contento. Siempre resultaba divertido ganar a la Sдpo en su propio terreno.

En realidad, no tenнa ni la mбs mнnima idea de a quй se debнa esa llamada de Erika Berger —tan inesperada como un relбmpago en medio de un cielo claro— para avisarle de que Teleborian y Joсas se iban a ver. Desde el diez de abril, ella ya no estaba al corriente del trabajo que se realizaba en la redacciуn de Millennium. Por supuesto, sabнa quiйn era Teleborian, pero Joсas no entrу en escena hasta el mes de mayo y, segъn tenнa entendido Mikael, Erika ignoraba por completo su existencia, asн como que era objeto de las sospechas no sуlo de Millennium sino tambiйn de la Sдpo.

Tendrнa que sentarse a hablar seriamente con Erika Berger dentro de muy poco.

Lisbeth Salander mirу la pantalla de su ordenador y arrugу el morro. Despuйs de la llamada realizada con el mуvil del doctor Anders Jonasson apartу de su mente cualquier pensamiento relacionado con la Secciуn y se centrу en el problema de Erika Berger. Tras una detenida deliberaciуn, eliminу de la lista del grupo de hombres de entre veintisйis y cincuenta y cuatro aсos a todos los casados. Sabнa que no estaba hilando muy fino y que no se basaba en una argumentaciуn racional, ni estadнstica ni cientнficamente hablando, para tomar esa decisiуn. El boli venenoso podrнa ser perfectamente un esposo modйlico con cinco hijos y un perro. Podrнa ser una persona que trabajara en la conserjerнa. Podrнa ser, incluso, una mujer, aunque no lo creнa.

Simplemente necesitaba reducir el nъmero de nombres de la lista y, con esta ъltima decisiуn, el grupo pasу de cuarenta y ocho a dieciocho individuos. Constatу que una gran parte de ellos eran reporteros importantes, jefes o jefes adjuntos; todos ellos, mayores de treinta y cinco aсos. Si en ese grupo no encontraba nada interesante, podrнa ampliar de nuevo el cerco.

A las cuatro de la tarde entrу en la pбgina web de Hacker Republic y le pasу la lista a Plague. El le hizo clin unos cuantos minutos mбs tarde.

—18 nombres. їQuй?

—Un pequeсo proyecto paralelo. Considйralo un ejercicio.

—їEh?

—Uno de los nombres pertenece a un hijo de puta. Encuйntralo.

—їCuбles son los criterios?

—Hay que trabajar rбpido. Maсana me desenchufan. Para entonces tenemos que haberlo encontrado.

Le contу la historia de El boli venenoso que iba a por Erika Berger.

—Vale. їY yo saco algo de todo esto?

Lisbeth Salander reflexionу un rato.

—Sн. Que no voy a ir hasta Sundbyberg para provocar un incendio en tu casa.

—їSerнas capaz?

—Te pago siempre que te pido que hagas algo para mн. Esto no es para mн. Considйralo impuestos.

—Empiezas a dar muestras de competencia social.

—Bueno, їquй?

—Vale.

Le pasу los cуdigos de acceso de la redacciуn del SMP y se desconectу del ICQ.

Ya eran las 16.20 cuando Henry Cortez llamу. —Parece que se van a levantar. —De acuerdo. Estamos preparados. Silencio.

—Se estбn separando en la puerta del pub. Joсas se dirige hacia el norte. Lottie sigue a Teleborian hacia el sur.

Mikael levantу un dedo y seсalу a Joсas cuando йste asomу por Vasagatan. Monica Figuerola asintiу. Unos segundos despuйs, Mikael tambiйn pudo ver a Henry Cortez. Monica Figuerola arrancу el motor.

—Estб cruzando Vasagatan y continъa hacia Kungsgatan —dijo Henry Cortez por el mуvil.

—Manten la distancia para que no te descubra.

—Hay bastante gente. Silencio.

—Va hacia el norte por Kungsgatan.

—Al norte por Kungsgatan —repitiу Mikael.

Monica Figuerola metiу una marcha y enfilу Vasagatan. Se detuvieron un momento en un semбforo en rojo.

—їY ahora dуnde estбis? —preguntу Mikael cuando giraron entrando en Kungsgatan.

—A la altura de PUB. Va a paso rбpido. Oye, ha cogido direcciуn norte por Drottninggatan.

—Direcciуn norte por Drottninggatan —repitiу Mikael.

—De acuerdo —dijo Monica Figuerola, e hizo un giro ilegal para meterse por Klara Norra y acercarse hasta Olof Palmes gata. Se metiу por esa calle y se detuvo delante del edificio de SIF. Joсas cruzу Olof Palmes gata y subiу hacia Sveavбgen. Henry Cortez lo estaba siguiendo al otro lado de la calle.

—Ha girado hacia el este...

—No te preocupes. Os vemos a los dos.

—Tuerce a Hollбndargatan... Atenciуn... Coche. Un Audi rojo.

—Coche —dijo Mikael, y apuntу el nъmero que Cortez les comunicу.

—їCуmo estб aparcado? —preguntу Monica Figuerola.

—Mirando al sur —informу Cortez—. Va a salir a Olof Palmes gata, justo delante de vosotros... Ahora.

Monica Figuerola ya habнa arrancado y pasado Drottninggatan. Pitу y les hizo seсas a un par de peatones que intentaban cruzar por el paso de cebra con el semбforo en rojo.

—Gracias, Henry. Tomamos el relevo.

El Audi rojo se fue hacia el sur por Sveavбgen. Mientras lo seguнa, Monica Figuerola abriу su mуvil con la mano izquierda y marcу un nъmero.

—Por favor, їme podйis buscar una matrнcula? Un Audi rojo —dijo, y repitiу la matrнcula que Henry Cortez les habнa comunicado.

—Joсas Sandberg, nacido en el 71. їQuй has dicho?... Helsingуrsgatan, Kista. Gracias.

Mikael apuntу los datos que le dieron a Monica Figuerola.

Siguieron al Audi rojo por Hamngatan hasta llegar a Strandvбgen y luego subieron inmediatamente por Arti-Uerigatan. Joсas Sandberg aparcу a una manzana del Museo del Ejйrcito. Cruzу la calle y entrу en el portal de un elegante edificio de finales del siglo XIX.

—Mmm —dijo Monica Figuerola, mirando de reojo a Mikael.

Mikael asintiу con la cabeza. Joсas Sandberg habнa ido hasta una direcciуn que se encontraba a una manzana del edificio en el que le dejaron un piso al primer ministro para que celebrara cierta reuniуn privada.

—Buen trabajo —dijo Monica Figuerola.

En ese mismo instante llamу Lottie Karim y le contу que el doctor Peter Teleborian habнa subido hasta Klarabergsgatan por las escaleras mecбnicas de la estaciуn y que luego siguiу andando hasta la jefatura de policнa de Kungsholmen.

—їLa jefatura de policнa? їUn sбbado a las cinco de la tarde? —se preguntу Mikael.

Monica Figuerola y Mikael Blomkvist se miraron sin saber quй pensar. Durante unos pocos segundos, Monica pareciу sumergirse en una profunda reflexiуn. Acto seguido, cogiу su mуvil y llamу al inspector Jan Bublanski.

—Hola. Monica, de la DGP/Seg. Nos vimos en Norr Malarstrand hace algъn tiempo.

—їQuй quieres? —preguntу Bublanski.

—їTienes a alguien de guardia este fin de semana?

—Sonja Modig —dijo Bublanski.

—Necesito un favor. їSabes si se encuentra en el edificio de jefatura?

—Lo dudo. Hace un tiempo esplйndido y es sбbado por la tarde.

—De acuerdo. їPodrнas intentar contactar con ella o con alguna otra persona del equipo que pudiera buscarse una excusa para acercarse hasta el pasillo del fiscal Richard Ekstrцm? Porque creo que ahora mismo se estб celebrando una reuniуn en su despacho.

—їUna reuniуn?

—Ahora no tengo tiempo de explicбrtelo. Necesito saber si estб reunido con alguien. Y en tal caso, їquiйn?

—їQuieres que espнe a un fiscal que, ademбs, es mi superior?

Monica Figuerola arqueу las cejas. Luego se encogiу de hombros.

—Sн —contestу.

—De acuerdo —dijo Bublanski antes de colgar.

La verdad era que Sonja Modig se encontraba mбs cerca de jefatura de lo que Bublanski temнa. Estaba tomando un cafй con su marido en el balcуn de la casa de una amiga que vivнa en el barrio de Vasastan. Los padres de Sonja se habнan llevado a los niсos para pasar una semana con ellos, asн que, al verse libre, el matrimonio decidiу hacer algo tan anticuado como salir a cenar por ahн e ir al cine.

Bublanski le explicу lo que querнa.

—їY quй excusa me invento para entrar asн como asн en el despacho de Ekstrцm?

—Ayer le prometн que Ўe enviarнa un informe puesto al dнa sobre Niedermann, pero la verdad es que se me olvidу entregбrselo antes de irme. Estб en mi mesa.

—De acuerdo —dijo Sonja Modig.

Mirу a su marido y a su amiga.

—Tengo que ir a la jefatura. Me llevo el coche; con un poco de suerte estarй de vuelta dentro de una hora.

Su marido suspirу. La amiga suspirу.

—Lo cierto es que estoy de guardia —se disculpу Sonja Modig.

Aparcу en Bergsgatan, subiу hasta el despacho de Bublanski y buscу los tres folios que constituнan el magro resultado de las pesquisas realizadas para dar con el asesino de policнas Ronald Niedermann. «No es como para colgarse una medalla», pensу.

Luego saliу al rellano de la escalera y subiу una planta mбs. Se detuvo frente a la puerta que daba al pasillo. Esa tarde tan veraniega la jefatura de policнa se hallaba casi desierta. No andaba a hurtadillas. Simplemente, caminaba con mucho sigilo. Se parу ante la puerta de Ekstrцm, que estaba cerrada. Oyу el sonido de unas voces y se mordiу el labio inferior.

De repente, perdiу todo el coraje y se sintiу ridicula. En una situaciуn normal habrнa llamado a la puerta, la habrнa abierto exclamando algo asн como Anda, hola; їtodavнa sigues aquн? y habrнa entrado como si nada. Ahora se le antojу raro.

Echу un vistazo a su alrededor.

їPor quй la habнa llamado Bublanski? їDe quй iba la reuniуn?

Mirу hacia el otro lado del pasillo. Frente al despacho de Ekstrцm habнa una pequeсa sala de reuniones con sitio para diez personas. Allн habнa asistido ella a mбs de una presentaciуn.

Entrу y cerrу la puerta con mucho cuidado. Las persianas estaban bajadas y la pared de cristal que daba al pasillo tenнa las cortinas echadas. La sala estaba en penumbra. Cogiу una silla, se sentу y corriу la cortina dejando una fina rendija por la que podнa ver el pasillo.

Se sentнa incуmoda. Si alguien entrara en ese momento, le iba a resultar muy difнcil explicarle quй hacнa allн. Cogiу el mуvil y consultу el reloj en la pantalla. Casi las seis. Le desactivу el sonido, se reclinу contra el respaldo de la silla y se puso a mirar la puerta cerrada del despacho de Ekstrцm.

A las siete de la tarde, Plague le hizo clin a Lisbeth Salander.

—De acuerdo. Ya soy administrador del SMP. —їDonde?

El le descargу una direcciуn http,

—No nos darб tiempo en veinticuatro horas. Aunque tengamos el correo de los dieciocho, nos llevarб dнas piratear todos sus ordenadores de casa. Es muy probable que la mayorнa ni siquiera los tenga conectados un sбbado por la tarde.

—Plague, ocъpate de sus ordenadores de casa y yo me encargarй de los del SMP.

—Es lo que pensaba hacer. Tu ordenador de mano es un poco limitado. їAlguien en especial en quien deba centrarme?

—No. Cualquiera de ellos.

—De acuerdo.

—Plague.

—Sн.

—Si no encontramos nada de aquн a maсana, quiero que tъ sigas.

—De acuerdo.

—En tal caso, te pagarй.

—Bah. Descuida. Esto es divertido.

Se desconectу del ICQ y fue a la direcciуn http a la que Plague habнa bajado todos los derechos de administraciуn del SMP. Empezу comprobando si Peter Fleming estaba conectado y se hallaba en la redacciуn del SMP. No. Asн que usу sus cуdigos de usuario y entrу en el servidor del SMP. De esta manera podrнa leer toda la correspondencia que hubiese existido: tambiйn los correos que hubieran sido borrados de las cuentas particulares.

Comenzу con Ernst Teodor Billing, cuarenta y tres aсos, uno de los jefes del turno de noche del SMP. Abriу su correo y empezу a retroceder en el tiempo. Le dedicу mбs o menos dos segundos a cada mail, tiempo mбs que suficiente para hacerse una idea de quiйn lo habнa enviado y de lo que contenнa. Al cabo de unos cuantos minutos ya habнa aprendido a identificar lo que constituнa el correo rutinario relacionado con el trabajo en forma de memorandos, horarios y otras cosas carentes de interйs. Empezу a pasar de todo ello.



  

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