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Tercera parte 2 страница



Trinity y Bob the Dog emplearon una tйcnica que se llamaba Random Frequency Trackjng System, RFTS. No se trataba de una tйcnica desconocida. Habнa sido desarrollada por la National Security Agency norteamericana, la NSA, y habнa sido incorporada a una desconocida cantictac! de satйlites que vigilaban determinados centros de crisis y capitales de especial interйs de todo el mundo.

La NSA contaba con enormes recursos a su disposiciуn y usaba una especie de red para captar simultбneamente un gran nъmero de llamadas de mуvil en la regiуn que fuera. Cada llamada era separada y procesada digitalmente a travйs de ordenadores que estaban programados para reaccionar ante palabras como, por ejemplo, «terrorista» o «kalashnikov». Si una de esas palabras aparecнa, el ordenador enviaba de forma automбtica un aviso, y un operador entraba y escuchaba la conversaciуn para decidir si era de interйs o no.

Las cosas se complicaban a la hora de identificar un mуvil concreto. Cada telйfono mуvil tiene una firma propia y ъnica —una huella dactilar— en forma de nъmero de telйfono. Con un equipamiento dotado de una extremada sensibilidad, la NSA podнa centrarse en una zona especнfica y discernir y escuchar las conversaciones. La tйcnica resultaba sencilla, pero no completamente segura. Las llamadas salientes eran especialmente difнciles de reconocer, mientras que, en cambio, una llamada entrante se identificaba con mayor facilidad, ya que se iniciaba justo con esa huella dactilar cuya funciуn consistнa en que el telйfono en cuestiуn captara la seсal.

La diferencia entre las ambiciones de Trinity y las de la NSA con respecto a las escuchas era de carбcter econуmico. NSA tenнa un presupuesto anual que ascendнa a miles de millones de dуlares americanos, cerca de doce mil agentes empleados a tiempo completo y acceso a la mбs absoluta tecnologнa punta del mundo de la informбtica y la telefonнa. Trinity no contaba mбs que con su furgoneta y con unos treinta kilos de material electrуnico que, en su mayorнa, estaba compuesto por aparatos caseros fabricados por Bob the Dog. La NSA, a travйs de la vigilancia por satйlite, podнa dirigir antenas muy sensibles hacia un edificio concreto de cualquier lugar del mundo. Trinity tenнa un antena construida por Bob the Dog cuyo alcance efectivo era de unos quinientos metros.

La tйcnica de la que disponнa Trinity le obligaba a aparcar la furgoneta en Bergsgatan o en alguna de las calles colindantes y calibrar laboriosamente el equipo hasta que identificara esa huella dactilar que constituнa el nъmero de mуvil del fiscal Richard Ekstrцm. Como no sabнa sueco, debнa enviar las llamadas, a travйs de otro mуvil, a casa de Plague, que era quien las escuchaba en realidad.

Durante cinco dнas con sus cinco noches, un Plague cada vez mбs ojeroso escuchу hasta la saciedad una enorme cantidad de llamadas que entraban y salнan de la jefatura de policнa y los edificios cercanos. Escuchу fragmentos de investigaciones en curso, descubriу furtivos encuentros amorosos y grabу una gran cantidad de llamadas que contenнan chorradas sin ningъn tipo de interйs. La noche del quinto dнa, Trinity le enviу una seсal que una pantalla digital identificу en el acto como el nъmero del fiscal Ekstrцm. Plague sintonizу la antena parabуlica en la frecuencia exacta.

La tйcnica RFTS funcionaba sobre todo en las llamadas que le entraban a Ekstrцm. Lo que la antena parabуlica de Trinity hacнa era simplemente captar la seсal de bъsqueda del nъmero de mуvil de Ekstrцm, que se desviaba por el espacio de toda Suecia.

En cuanto Trinity empezу a grabar las llamadas de Ekstrцm, pudo tambiйn obtener las huellas de su voz para que Plague trabajara con ellas.

Plague procesaba la voz de Ekstrцm a travйs de un programa llamado VPRS, que significa Voiceprint Recognition System. Eligiу una docena de palabras frecuentes, como por ejemplo «vale» o «Salander». En cuanto dispuso de cinco ejemplos diferentes de una palabra, el programa analizу el tiempo que se tardaba en pronunciarla, la profundidad del tono de la voz y su registro de frecuencia, cуmo acentuaba la terminaciones y una docena mбs de marcadores. El resultado fue un grбfico que permitнa a Plague escuchar tambiйn las llamadas que salнan del mуvil del fiscal Ekstrцm. La antena parabуlica se mantenнa en permanente escucha buscando una llamada en la que apareciera, precisamente, la curva grбfica de Ekstrцm en alguna de esa docena de palabras de uso frecuente. La tйcnica no era perfecta. Pero alrededor del cincuenta por ciento de las llamadas que Ekstrцm hacнa desde su mуvil y desde las inmediaciones de la jefatura era escuchado y grabado.

Por desgracia, la tйcnica adolecнa de una obvia desventaja: en cuanto el fiscal Ekstrцm abandonaba la jefatura cesaban las posibilidades de realizar escuchas; a no ser que Trinity supiera dуnde se encontraba Ekstrцm y pudiera aparcar por los alrededores.

Una vez obtenida la orden de la mбxima autoridad, Torsten Edklinth pudo crear por fin una pequeсa pero legнtima unidad operativa. Eligiу a dedo a cuatro colaboradores. Optу, conscientemente, por aquellos jуvenes talentos que contaban con cierta experiencia en la policнa abierta y que acababan de ser reclutados para la DGP/Seg. Dos procedнan de la brigada de fraudes, otro de la policнa financiera y el cuarto de la brigada de delitos violentos. Fueron convocados al despacho de Edklinth, donde йste les dio una charla sobre el carбcter de la misiуn y la necesidad de mantenerla bajo una absoluta confidencialidad. Tambiйn subrayу que la investigaciуn se realizaba obedeciendo una peticiуn directa del primer ministro. Monica Figuerola se convirtiу en el jefe de los nuevos agentes y dirigiу la investigaciуn con una fuerza que se correspondнa con la de su fнsico.

Pero la investigaciуn avanzaba despacio, algo que en gran parte se debнa a que nadie estaba muy seguro de a quiйn o a quiйnes investigar. En mбs de una ocasiуn, Edklinth y Figuerola sopesaron la posibilidad de detener simplemente a Mбrtensson y empezar a hacerle preguntas. Pero siempre acababan decidiendo que debнan esperar: una detenciуn significarнa que toda la investigaciуn saldrнa a la luz.

No fue hasta el martes, once dнas despuйs de la reuniуn con el primer ministro, cuando Monica Figuerola llamу a la puerta del despacho de Edklinth y le dijo:

—Creo que tenemos algo.

—Siйntate.

—Evert Gullberg.

—їSн?

—Uno de nuestros investigadores hablу con Marcus Erlander, el que estб investigando el asesinato de Zalachenko. Segъn Erlander, la DGP/Seg se puso en contacto con la policнa de Gotemburgo apenas dos horas despuйs del asesinato y le entregу informaciуn sobre las amenazadoras cartas de Gullberg.

—Menuda diligencia.

—Sн. Demasiada. Los de la DGP/Seg enviaron por fax nueve cartas, supuestamente redactadas por Gullberg, a la policнa de Gotemburgo. Sin embargo, hay un problema.

—їCuбl?

—Dos de ellas iban dirigidas al Ministerio de Justicia: al ministro de Justicia y al ministro de la Democracia. —Sн. Eso ya lo sabнa.

—Ya, lo que pasa es que la carta que era para el ministro de la Democracia no se registrу en el ministerio hasta el dнa siguiente. Llegу en una entrega postal mбs tardнa.

Edklinth se quedу mirando fijamente a Monica Figuerola. Por primera vez sintiу verdadero miedo ante la posibilidad de que todas sus peores sospechas se confirmaran. Monica Figuerola siguiу, implacable.

—En otras palabras, la DGP/Seg mandу por fax una carta que aъn no habнa sido recibida por el destinatario. —ЎDios mнo! —dijo Edklinth.

—Fue un colaborador de protecciуn personal el que enviу las cartas por fax. —їQuiйn?

—No creo que tenga nada que ver con esto. Por la maсana ya las tenнa sobre su mesa, y poco despuйs del asesinato le encargaron que contactara con la policнa de Gotemburgo.

—їY quiйn le hizo ese encargo?

—La secretaria del jefe administrativo.

—Dios mнo, Monica... їEntiendes lo que eso significa?

—Sн.

—Que la DGP/Seg estб implicada en el homicidio de Zalachenko.

—No. Lo que significa, definitivamente, es que habнa personas dentro de la DGP/Seg que estaban al tanto del asesinato antes de que se cometiera. La ъnica cuestiуn es saber quiйnes.

—El jefe administrativo...

—Sн. Pero empiezo a sospechar que ese club de Zalachenko se encuentra fuera de la casa. —їQuй quieres decir?

—Mбrtensson. Fue trasladado desde protecciуn personal y trabaja por su cuenta. Durante la ъltima semana lo hemos estado vigilando a jornada completa. Que sepamos, no ha estado en contacto con nadie de dentro de la casa. Recibe llamadas a un mуvil, pero no conseguimos escucharlas porque no sabemos quй nъmero es; lo ъnico que sabemos es que no es su mуvil privado. Se ha reunido con ese hombre rubio al que no hemos podido identificar todavнa.

Edklinth frunciу el ceсo. En ese mismo instante, Anders Berglund llamу a la puerta. Era el colaborador de entre los reciйn reclutados que habнa trabajado para la policнa financiera.

—Creo que he encontrado a Evert Gullberg —dijo Berglund.

—Entra —dijo Edklinth.

Berglund puso una descantillada fotografнa en blanco y negro sobre la mesa. Edklinth y Figuerola contemplaron la foto. En ella aparecнa un hombre al que los dos reconocieron de inmediato. Se veнa a dos corpulentos policнas vestidos de paisano haciйndole pasar por una puerta. Se trataba del legendario coronel espнa Stig Wennerstrцm.

—Esta foto procede de la editorial Бhlйn & Бkerlund y se publicу en la revista Se en la primavera de 1964. Fue realizada durante el juicio en el que Wennerstrцm fue condenado a cadena perpetua.

—Vale.

—Al fondo se ven tres personas. A la derecha, el comisario Otto Danielsson, o sea, el que detuvo a Wennerstrцm.

—Sн...

—Mira al hombre que estб detrбs de Danielsson, a su izquierda.

Edklinth y Figuerola vieron a un hombre alto con un fino bigote y un sombrero. Recordaba vagamente al escritor Dashiell Hammett.

—Comparad su cara con la que tiene Gullberg en su foto de pasaporte. Ya habнa cumplido los sesenta y seis aсos cuando se la hizo.

Edklinth frunciу las cejas.

—No me atreverнa a jurar que se trata de la misma persona...

—Pero yo sн —dijo Berglund—. Dale la vuelta.

El dorso llevaba un sello que indicaba que la foto pertenecнa a la editorial Бhlйn & Бkerlund y que el nombre del fotуgrafo era Julius Estholm. El texto estaba escrito a lбpiz: Stig Wennerstrцm flanqueado por dos policнas entrando en el tribunal de Estocolmo. Al fondo O. Danielsson, E. Gullberg y H. W. Francke.

—Evert Gullberg —dijo Monica Figuerola—. Estaba en la DGP/Seg.

—No —dijo Berglund—. Tйcnicamente hablando no estaba allн. Por lo menos, no cuando se hizo esta foto.

—їNo?

—La DGP/Seg no se fundу hasta cuatro dнas despuйs. Aquн todavнa pertenecнa a la Policнa Secreta del Estado.

—їQuiйn es H. W. Francke? —preguntу Monica Figuerola.

—Hans Wilhelm Francke —respondiу Edklinth—. Muriу a principios de los aсos noventa, pero fue el director adjunto de la Policнa Secreta del Estado a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Toda una leyenda, al igual que Otto Danielsson. De hecho, lo he visto en un par de ocasiones.

—їSн? —dijo Monica Figuerola.

—Dejу la DGP/Seg a finales de los sesenta. Francke y P. G. Vinge nunca se llevaron bien; siempre estaban discutiendo, y supongo que lo echarнan con unos cincuenta o cincuenta y cinco aсos. Abriу su propio negocio.

—їSu propio negocio?

—Sн, se convirtiу en asesor de seguridad para la industria privada. Tenнa las oficinas cerca de Stureplan, pero de vez en cuando tambiйn daba conferencias para formar al personal de la DGP/Seg. Fue asн como lo conocн yo.

—Bien. їY por quй discutнan Vinge y Francke?

—Chocaban; eran muy distintos. Francke era algo asн como un cowboy que veнa agentes de la KGB por todas partes, mientras que Vinge era un burуcrata de la vieja escuela. Poco tiempo despuйs echaron a Vinge porque pensaba que Palme trabajaba para la KGB, lo que es bastante irуnico.

—Mmm —dijo Monica Figuerola, observando la foto en la que Gullberg y Francke estaban juntos.

—Creo que ya va siendo hora de que volvamos a hablar con el ministro de Justicia —intervino Edklinth.

—Millennium ha salido hoy— comentу Monica Figuerola.

Edklinth le echу una incisiva mirada. —Ni una palabra sobre el asunto Zalachenko —aсadiу ella.

—Total, que nos queda probablemente un mes hasta que salga el prуximo nъmero. Es bueno saberlo. Pero tenemos que ocuparnos de Blomkvist; es como una bomba de relojerнa en medio de todo este lнo.


Capнtulo 17

Miйrcoles, 1 de junio

 

Nada advirtiу previamente a Mikael Blomkvist de que alguien se encontraba en el rellano de la escalera cuando llegу a la puerta de su бtico de Bellmansgatan 1. Eran las siete de la tarde. Se detuvo en seco al descubrir a una mujer rubia con el pelo corto y rizado sentada en el ъltimo escalуn. La identificу de inmediato gracias a la foto de pasaporte que le habнa facilitado Lottie Karim: Monica Figuerola, de la DGP/Seg.

—Hola, Blomkvist —lo saludу alegremente y cerrу el libro que habнa estado leyendo. Mikael mirу la portada por el rabillo del ojo y constatу que estaba en inglйs y que trataba de la visiуn que se tenнa de los dioses en la Antigьedad. Alzу la mirada y examinу a su inesperada visitante. Ella se levantу. Llevaba un veraniego vestido blanco de manga corta y habнa colgado una cazadora roja de cuero en la barandilla de la escalera.

—Nos gustarнa hablar contigo —dijo.

Mikael Blomkvist la observу. Era alta, mбs alta que йl, y la impresiуn se reforzaba por el hecho de que estaba dos peldaсos mбs arriba. Contemplу sus brazos, bajу la mirada hacia sus piernas y se dio cuenta de que tenнa bastantes mбs mъsculos que йl.

—Ya veo que vas mucho al gimnasio —dijo йl.

Ella sonriу y sacу su placa.

—Me llamo...

—Te llamas Monica Figuerola, naciste en 1969 y vives en Pontonjбrgatan, en Kungsholmen. Eres oriunda de Borlange, pero has trabajado como policнa en Uppsala. Hace tres aсos que estбs en la DGP/Seg, en protecciуn constitucional. Eres una fanбtica del ejercicio fнsico y una vez fuiste una atleta de йlite, y casi te clasificaste para entrar en el equipo nacional sueco que participу en los Juegos Olнmpicos. їQuй quieres de mн?

Ella se quedу sorprendida, pero asintiу y se recuperу con rapidez.

—ЎQuй bien! —dijo con voz aliviada—. Entonces ya sabes quiйn soy y no tienes por quй tenerme miedo. —їNo?

—Ciertas personas necesitan hablar tranquilamente contigo. Como tu casa y tu mуvil parecen estar bajo escucha y hay razones para ser discreto, me han enviado a mн para invitarte.

—їY por quй querrнa yo ir a algъn sitio con una persona que trabaja en la Sдpo?

Reflexionу un rato.

—Bueno... puedes acompaсarme aceptando una amable invitaciуn, pero si lo prefieres, te esposo y te llevo conmigo.

Ella sonriу dulcemente. Mikael Blomkvist le devolviу la sonrisa.

—Oye, Blomkvist: entiendo que tengas motivos de sobra para desconfiar de alguien que viene de la Sдpo. Pero lo cierto es que no todos los que trabajamos allн somos tus enemigos, y hay muy buenas razones para hablar con mis jefes.

El aguardу.

—Bueno, їquй prefieres? їEsposado o voluntario?

—Este aсo ya me han esposado una vez. Ya tengo el cupo cubierto. їAdonde vamos?

Monica Figuerola conducнa un Saab 9-5 nuevo, que estaba aparcado a la vuelta de la esquina de Pryssgrбnd.

Al subir al coche, ella abriу su mуvil y marcу un nъmero predeterminado.

—Llegaremos en quince minutos —comunicу.

Le dijo a Mikael Blomkvist que se abrochara el cinturуn de seguridad y pasу por Slussen hasta llegar a Ostermalm, donde aparcу en una calle perpendicular a Artillerigatan. Se quedу quieta un instante y lo observу.

—Blomkvist: йsta es una invitaciуn amistosa. No te va a pasar nada.

Mikael Blomkvist no dijo nada. Se guardу sus comentarios para cuando supiera de quй iba todo aquello. Ella marcу el cуdigo de la puerta. Subieron en el ascensor hasta la cuarta planta, a un apartamento en cuya puerta figuraba el nombre de Martinsson.

—Sуlo hemos tomado prestado el piso para la reuniуn de esta tarde —dijo ella antes de abrir—. A la derecha, al salуn.

La primera persona a la que Mikael vio fue Torsten Edklinth, algo que no le produjo ninguna sorpresa, ya que la Sдpo estaba implicada en grado sumo en el desarrollo de los acontecimientos y porque, ademбs, Edklinth era el jefe de Monica Figuerola. Que el jefe de protecciуn constitucional se hubiera molestado en ir a buscarlo indicaba que alguien estaba preocupado.

Luego percibiу que una figura que se hallaba junto a la ventana se volvнa hacia йl. El ministro de Justicia. Eso sн que resultу sorprendente.

A continuaciуn, oyу un ruido por la derecha y vio a una persona enormemente familiar levantarse de un sillуn. Nunca se habrнa imaginado que Monica Figuerola lo trajera a una mбs bien nocturna reuniуn conspirativa con el primer ministro.

—Buenas noches, seсor Blomkvist —dijo el primer ministro—. Discъlpenos por haberle pedido con tan poca antelaciуn que venga a esta reuniуn, pero hemos comentado la situaciуn y todos estamos de acuerdo en que debemos hablar con usted, bueno... contigo. Pasemos de formalidades. їTe apetece un cafй o alguna otra cosa?

Mikael mirу a su alrededor. Vio un mueble de comedor de madera oscura repleto de vasos, tazas vacнas y restos de una tarta salada. Ya deben de llevar aquн unas cuantas horas.

—Ramlуsa -—dijo.

Se la sirviу Monica Figuerola. Luego ellos se sentaron en unos sofбs que habнa al fondo de la habitaciуn y ella permaneciу de pie.

—Me ha reconocido y sabe cуmo me llamo, dуnde vivo, dуnde trabajo y que soy una adicta al ejercicio fнsico —les comentу Monica Figuerola.

El primer ministro le echу una rбpida mirada a Torsten Edklinth en primer lugar y luego a Mikael Blomkvist. De repente, Mikael se dio cuenta de que se encontraba en una posiciуn de poder: el primer ministro necesitaba algo de йl y probablemente no tuviera ni idea de lo que Mikael Blomkvist sabнa.

—Intento hacerme una idea de quiйn es quiйn en todo este cacao —dijo Mikael con un tono ligero de voz.

No serй yo el que engaсe al primer ministro.

—їY cуmo conocнas el nombre de Monica Figuerola? —preguntу Edklinth.

Mikael mirу de reojo al jefe de protecciуn constitucional. No tenнa ni idea de lo que habнa llevado al primer ministro a convocar una reuniуn secreta en un piso prestado del barrio de Ostermalm, pero se sentнa inspirado. En la prбctica, no habнa tantas posibilidades: era Dragan Armanskij quien habнa puesto la bola en juego dбndole la informaciуn a alguien en quien confiaba. Y ese alguien debнa haber sido Edklinth o alguna persona cercana. Mikael se arriesgу.

—Un amigo comъn hablу contigo —le dijo a Edklinth—. Pusiste a Figuerola a investigar lo que estaba pasando y ella descubriу que unos activistas de la Sдpo se dedican a realizar escuchas ilegales, a robar en mi casa y actividades por el estilo, con lo cual confirmaste la existencia del club de Zalachenko. Eso te preocupу tanto que sentiste la necesidad de llevar el asunto mбs allб, pero te quedaste sentado en tu despacho sin saber muy bien a quiйn acudir. Asн que te dirigiste al ministro de Justicia, quien, a su vez, se dirigiу al primer ministro. Y aquн estamos. їQuй querйis de mн?

Mikael hablу con un tono que daba a entender que disponнa de una fuente muy bien situada y que le habнa permitido seguir cada paso dado por Edklinth. Cuando los ojos de йste se abrieron de par en par, vio que el farol que se acababa de marcar habнa dado resultado. Prosiguiу.

—El club de Zalachenko me espнa a mн, yo los espнo a ellos y tъ espнas al club de Zalachenko, de modo que, a estas alturas, el primer ministro estб tan preocupado como cabreado. Sabe que cuando terminemos esta conversaciуn le espera un escбndalo al que tal vez no sobreviva el gobierno.

Monica Figuerola esbozу una repentina sonrisa, pero la ocultу tras un vaso de Ramlуsa. Acababa de percatarse de que Blomkvist se estaba marcando un farol, y de entender cуmo la habнa podido sorprender con el conocimiento de su nombre y hasta del nъmero de zapato que calzaba.

Me vio en el coche en Bellmansgatan. Es una persona que siempre estб en guardia. Se quedу con la matrнcula y me identificу. Pero todo lo demбs son conjeturas.

Ella no dijo nada.

El primer ministro parecнa preocupado.

—їEs eso lo que nos espera? —preguntу—. їUn escбndalo que va a derrotar al gobierno?

—El gobierno no es mi problema —dijo Mikael—. Mi trabajo consiste en sacar a la luz mierdas como la del club de Zalachenko.

El primer ministro asintiу.

—Y el mнo consiste en gobernar el paнs de acuerdo con los principios de la Constituciуn.

—Lo cual quiere decir que mi problema, en definitiva, tambiйn es el problema del gobierno. Pero no al revйs.

—Dejemos de dar rodeos. їPor quй crees que he preparado este encuentro?

—Para averiguar cuбnto sй y quй pienso hacer.

—Por una parte sн. Pero, mбs concretamente, porque todo esto ha ocasionado una crisis constitucional. Dйjame comentarte en primer lugar que el gobierno no tiene nada que ver con este asunto. Nos ha cogido completamente por sorpresa. Nunca he oнdo hablar de ese... ese club al que llamas el club de Zalachenko. El ministro de Justicia no sabe nada al respecto. Torsten Edklinth, que ocupa un alto cargo dentro de la DGP/Seg y que lleva trabajando allн muchos aсos, nunca ha oнdo hablar del tema.

—Sigue sin ser mi problema.

—Ya lo sй. Lo que queremos saber es cuбndo piensas publicar tu texto y, preferentemente, el contenido exacto de lo que quieres publicar. Es sуlo una pregunta; no tiene nada que ver con una pretensiуn de controlar posibles daсos.

—їNo?

—Blomkvist, lo peor que yo podrнa hacer en este momento serнa intentar influir en el contenido de tu reportaje. En su lugar, voy a proponerte una colaboraciуn.

—Soy todo oнdos.

—Ahora que hemos confirmado que existe una conspiraciуn dentro de una parte excepcionalmente delicada de la administraciуn del Estado, he ordenado que se lleve a cabo una investigaciуn —el primer ministro se volviу hacia el ministro de Justicia—: їpuedes explicarle en quй consiste la orden del gobierno?

—Es muy fбcil. Se le ha encomendado a Torsten Edklinth la misiуn de que investigue con urgencia si todo esto se puede confirmar. Su encargo consiste en recopilar informaciуn para que pueda serle entregada al fiscal general, quien, a su vez, ha de decidir si dictar auto de procesamiento o no. En otras palabras, una orden muy clara. Mikael asintiу con la cabeza.

—A lo largo de la tarde, Edklinth nos ha ido informando del desarrollo de la investigaciуn. Hemos tenido una larga discusiуn sobre algunos detalles constitucionales: queremos, por supuesto, que se hagan bien las cosas.

—Naturalmente —dijo Mikael en un tono que daba a entender que no se fiaba nada de las garantнas del primer ministro.

—La investigaciуn se encuentra ahora en una fase delicada. Aъn no sabemos con exactitud quй personas estбn implicadas. Necesitamos tiempo para identificarlas. Por eso enviamos a Monica Figuerola para que te invitara a esta reuniуn.

—Pues ha hecho muy bien su trabajo: no me ha dado muchas opciones.

El primer ministro frunciу el ceсo y mirу de reojo a Monica Figuerola.

—Olvнdalo —dijo Mikael-—. Su comportamiento ha sido ejemplar. їQuй es lo que deseas?

—Queremos saber cuбndo piensas publicar tu texto. Ahora mismo la investigaciуn se estб llevando a cabo con la mбxima confidencialidad, de manera que, si actъas antes de que Edklinth termine, podrнas echarlo todo a perder.

—Mmm. їY cuбndo quieres que lo publique? їDespuйs de las prуximas elecciones?

—Eso lo decides tъ; yo no puedo influir sobre eso. Lo que te pido es que, antes de hacerlo, nos avises para que nosotros sepamos quй fecha lнmite tenemos para llevar a cabo nuestra investigaciуn.

—Entiendo. Antes mencionaste algo sobre una colaboraciуn.. .

El primer ministro asintiу.

—Primero quiero decir que, en circunstancias normales, ni se me habrнa pasado por la cabeza pedirle a un periodista que asistiera a una reuniуn como йsta.

—Creo que en circunstancias normales habrнas hecho todo lo que hubiera estado en tu mano para mantener alejados a los periodistas de una reuniуn asн.

—Sн. Pero tengo entendido que a ti te motivan varios factores. Como periodista tienes fama de no andarte con chiquitas cuando se trata de corrupciуn. En ese caso, no hay ninguna discrepancia con respecto a nosotros.

—їNo?

—No. Ni la mбs mнnima. O, mejor dicho... si hay alguna, es mбs bien de carбcter jurнdico, pero no en lo que se refiere al objetivo. Si es verdad que existe ese club de Zalachenko, no sуlo se trata de una organizaciуn criminal, sino tambiйn de una amenaza para la seguridad del paнs. Hay que pararlos y los responsables tienen que ser entregados a la justicia. En eso tъ y yo estamos de acuerdo їno?

Mikael asintiу.

—Tengo entendido que conoces esta historia mejor que nadie. Lo que te proponemos es que compartas tus conocimientos. Si esto hubiera sido una investigaciуn policial normal y corriente en torno a un simple delito, el que instruyera el caso podrнa haberte convocado a un interrogatorio. Pero esto es, como ya sabes, una situaciуn extrema.

Mikael permaneciу callado un instante mientras reflexionaba sobre el asunto.

—їY quй me dais a cambio si colaboro?

—Nada. No voy a negociar contigo. Si quieres publicar el texto maсana mismo, hazlo. No quiero verme envuelto en ningъn tipo de regateo que pueda ser dudoso desde un punto de vista constitucional. Pido tu colaboraciуn por el bien de la naciуn.

—Nada puede ser bastante —dijo Mikael Blomkvist—. Dйjame decirte una cosa: estoy muy cabreado. Estoy muy cabreado con el Estado, con el gobierno, con la Sдpo y con esos malditos cabrones que, sin ninguna razуn, encerraron a una niсa de doce aсos en el manicomio para luego asegurarse de que la declaraban incapacitada.

—Lisbeth Salander se ha convertido en un asunto gubernamental —dijo el primer ministro, sonriendo incluso—. Mikael: personalmente estoy muy indignado por todo lo que le ha pasado. Y crйeme cuando te digo que los responsables van a pagar por lo que han hecho. Pero antes de hacer nada, necesitamos saber quiйnes son.

—Tъ tienes tus problemas. El mнo es que quiero que se absuelva a Lisbeth Salander y que anulen su declaraciуn de incapacidad.

—Ahн no te puedo ayudar. No estoy por encima de la ley y no puedo dictar lo que han de decidir los fiscales y los jueces. Debe ser absuelta en un juicio.

—De acuerdo —dijo Mikael Blomkvist—. Quieres una colaboraciуn. Dame acceso a la investigaciуn de Edklinth y contarй quй es lo que pienso publicar y cuбndo.

—No puedo. Eso me pondrнa a mн con respecto a ti en la misma situaciуn que viviу el predecesor del ministro de Justicia con aquel Ebbe Carlsson.

—Yo no soy Ebbe Carlsson —dijo Mikael tranquilamente.

—Eso ya me ha quedado claro. Sin embargo, Torsten Edklinth sн que puede decidir, claro estб, quй informaciуn es la que desea compartir mientras el marco de su misiуn se lo permita.

—Mmm —murmurу Mikael Blomkvist—. Quiero saber quiйn era Evert Gullberg.

Un silencio se instalу en el salуn.

—Lo mбs probable es que, durante muchos aсos, Evert Gullberg fuera el jefe de esa secciуn de la DGP/Seg a la que tъ llamas El club de Zalachenko —dijo Edklinth.

El primer ministro le echу una mirada incisiva a Edklinth.

—Creo que eso ya lo sabнa —dijo Edklinth, excusбndose.

—Es correcto —intervino Mikael—. Empezу en los aсos cincuenta en la Sдpo y en los sesenta se convirtiу en jefe de algo llamado Secciуn para el Anбlisis Especial. Fue йl quien se ocupу de todo el asunto Zalachenko.

El primer ministro negу con la cabeza.

—Sabes mбs de lo debido. Y me encantarнa enterarme de cуmo lo has averiguado. Pero no te lo voy a preguntar.

—Mi historia tiene algunos agujeros —dijo Mikael—. Y quiero taparlos. Dame la informaciуn que me falta y no os pondrй la zancadilla.

—Como primer ministro no puedo darte esa informaciуn. Y Torsten Edklinth estarнa en la cuerda floja si lo hiciera.

—ЎY una mierda! Yo sй lo que querйis. Tъ sabes lo que yo quiero. Si me dais esa informaciуn, os tratarй como fuente, con toda la garantнa de anonimato que eso implica. No me malentendбis: en mi reportaje voy a contar la verdad tal y como yo la veo. Si tъ estбs implicado, te dejarй en evidencia y me asegurarй de que nunca jamбs vuelvas a ser elegido. Pero, de momento, no tengo motivos para creer que йse sea el caso.

El primer ministro mirу de reojo a Edklinth. Tras un instante de duda, moviу afirmativamente la cabeza. Mikael lo vio como una seсal de que el primer ministro acababa de violar la ley —si bien era cierto que de un modo muy teуrico— dando su consentimiento a que Mikael pudiese acceder a informaciуn clasificada.

—Esto se soluciona de una forma bastante sencilla —dijo Edklinth—. Soy el responsable de una comisiуn unipersonal, de modo que yo mismo elijo a mis colaboradores. Tъ no puedes formar parte de esa comisiуn, ya que eso implicarнa que te vieras obligado a firmar una declaraciуn de secreto profesional. Pero no hay nada que me impida contratarte como asesor externo.



  

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