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Tercera parte 9 страница



—Guay —dijo.

—Serнa interesante saber alguna vez a quй se debe que estйs leyendo a investigadores a los que ni siquiera yo entiendo.

En cuanto Anders Jonasson abandonу la habitaciуn, Lisbeth sacу el ordenador de mano. Un ъltimo esfuerzo. Gracias al departamento de recursos humanos del SMP, Lisbeth se enterу de que Peter Fredriksson llevaba seis aсos trabajando allн. Durante esa йpoca habнa estado de baja durante dos largos perнodos: dos meses en 2003 y tres meses en 2004. Consultando los expedientes personales, Lisbeth averiguу que en ambas ocasiones se habнa debido a estrйs. En una de ellas, el predecesor de Erika Berger, Hбkan Morander, habнa cuestionado si Fredriksson podrнa seguir ocupando el cargo de secretario de redacciуn.

Palabras. Palabras. Palabras. Nada concreto. A las dos menos cuarto, Plague le hizo clin. —їQuй?

—їSigues en Sahlgrenska? —їTъ quй crees?

—Es йl.

—їEstбs seguro?

—Entrу en el ordenador del trabajo desde el de casa hace media hora. Aprovechй la ocasiуn y me metн en su ordenador de casa. Tiene escaneadas unas fotos de Erika Berger en el disco duro.

—Gracias.

—Estб bastante buena. —ЎPlague!

—Ya lo sй. Bueno, їquй hago?

—їHa colgado las fotos en la red?

—Por lo que he visto no.

—їPuedes minar su ordenador?

—Eso ya estб hecho. Si intenta enviar fotos por correo o colgar en la red algo que pase de veinte kilobytes, petarб el disco duro.

—Muy bien.

—Querнa irme a dormir. їTe las arreglas sola? —Como siempre.

Lisbeth se desconectу del ICQ. Mirу el reloj y se dio cuenta de que pronto serнa la hora de comer. Se apresurу en redactar un mensaje que dirigiу al foro de Yahoo [La_Mesa_Chalada]:

Mikael. Importante. Llama ahora mismo a Erika Berger y dile que Peter Fredriksson es El boli venenoso.

En el mismo instante en que enviу el mensaje oyу movimiento en el pasillo. Levantу su Palm Tungsten T3y besу la pantalla. Luego lo apagу y lo colocу en el hueco de detrбs de la mesilla.

—Hola, Lisbeth —dijo su abogada Annika Giannini desde la puerta.

—Hola.

—La policнa te vendrб a buscar dentro de un rato. Te he traнdo ropa. Espero que sea de tu talla.

Con cierto reparo, Lisbeth le echу un vistazo a una selecciуn de pulcros pantalones oscuros y de blusas claras.

Fueron dos uniformadas agentes de la policнa de Gotemburgo las que vinieron a buscar a Lisbeth Salander. Su abogada tambiйn la iba a acompaсar a la prisiуn.

Cuando salieron de su habitaciуn y pasaron por el pasillo, Lisbeth reparу en que varios empleados la observaron con curiosidad. Con un movimiento de cabeza, los saludу amablemente y alguno que otro le devolviу el saludo con la mano. Por pura casualidad, Anders Jonasson se encontraba en la recepciуn. Se miraron y se saludaron con la cabeza. Aъn no habнan doblado la esquina cuando Lisbeth advirtiу que Anders Jonasson ya se estaba dirigiendo a su habitaciуn.

Lisbeth Salander no pronunciу palabra alguna ni cuando las agentes vinieron a buscarla ni tampoco durante su traslado.

Mikael Blomkvist cerrу su iBook y dejу de trabajar a las siete de la maсana del domingo. Se quedу sentado un rato ante el escritorio de Lisbeth Salander mirando fijamente al vacнo.

Luego entrу en el dormitorio y se puso a contemplar la enorme cama de matrimonio. Al cabo de un rato volviу al despacho, abriу el mуvil y llamу a Monica Figuerola.

—Hola. Soy Mikael.

—Hombre. їYa estбs levantado?

—Acabo de terminar de trabajar y me voy a acostar. Sуlo querнa saludarte.

—Cuando un hombre llama tan sуlo para saludar es porque tiene alguna otra cosa en mente.

Mikael se riу.

—Blomkvist, si quieres puedes venirte a dormir aquн.

—-Voy a ser una compaснa muy aburrida.

—Ya me acostumbrarй.

Cogiу un taxi hasta Pionjбrgatan.

Erika Berger pasу el domingo en la cama con Greger Backman. Estuvieron charlando y medio durmiendo. Por la tarde se vistieron y dieron un largo paseo hasta el muelle del barco de vapor y luego una vuelta por el pueblo.

—Lo del SMP ha sido un error —dijo Erika Berger cuando llegaron a casa.

—No digas eso. Ahora es duro, pero eso ya lo sabнas. Cuando le hayas cogido el ritmo todo te parecerб mбs llevadero.

—No es por el trabajo; me las arreglo bien. Es por la actitud.

-Mmm.

—No estoy a gusto. Pero no puedo dimitir a las pocas semanas de haber entrado.

Abatida, se sentу a la mesa de la cocina y mirу apбticamente al vacнo. Greger Backman nunca la habнa visto tan resignada.

El inspector Hans Faste vio por primera vez a Lisbeth Salander a las doce y media del domingo, cuando una policнa de Gotemburgo la llevу al despacho de Marcus Erнander.

—ЎJoder, lo que nos ha costado dar contigo! —le soltу Hans Faste.

Lisbeth Salander se lo quedу mirando un largo rato y concluyу que era idiota y que no iba a dedicar muchos segundos a preocuparse por su existencia.

—La inspectora Gunilla Wбring os acompaсarб hasta Estocolmo —dijo Erнander.

—Bueno —apremiу Faste—. Vamonos ya. Hay unas cuantas personas que quieren hablar seriamente contigo, Salander.

Erlander se despidiу de Lisbeth Salander. Ella lo ignorу.

Para mayor comodidad, habнan decidido trasladar a la prisionera en coche hasta Estocolmo. Gunilla Waring conducнa. Hans Faste iba sentado en el asiento del copiloto y se pasу los primeros momentos del viaje con la cabeza vuelta hacia atrбs intentando hablar con Lisbeth Salander. A la altura de Alingsеs ya habнa empezado a sentir tortнcolis y desistiу.

Lisbeth Salander contemplaba el paisaje por la ventanilla lateral. Era como si Faste no existiera en su mundo.

«Teleborian tiene razуn. Esta tнa es retrasada, joder —pensу Hans Faste—. Ya verб cuando lleguemos a Estocolmo.»

A intervalos regulares, mirу de reojo a Lisbeth Salander e intentу hacerse una idea de la mujer que llevaba tanto tiempo persiguiendo. Hasta йl tuvo sus dudas al ver a esa chica flaca. Se preguntу cuбnto pesarнa. Se recordу a sн mismo que era lesbiana y, por lo tanto, no una mujer de verdad.

En cambio, puede que eso del satanismo fuera una exageraciуn. No daba la impresiуn de ser muy satбnica.

Irуnicamente, se dio cuenta de que habrнa preferido mil veces mбs haberla arrestado por los tres asesinatos por los que la buscaron en un principio, pues una chica flaca tambiйn puede usar una pistola, pero la realidad habнa acabado imponiйndose en esa investigaciуn. Ahora estaba detenida por maltratar gravemente a los jefes supremos de Svavelsjц MC, un delito del que ella, sin duda, era culpable y del que —-en el caso de que negara su culpabilidad— tambiйn existнan pruebas tйcnicas.

Monica Figuerola despertу a Mikael Blomkvist a eso de la una del mediodнa. Ella habнa estado sentada en el balcуn terminando el libro sobre el deнsmo de la Antigьedad mientras Mikael roncaba en el dormitorio; habнa tenido un placentero momento de paz. Cuando entrу y lo mirу fue consciente de que Mikael la atraнa mбs de lo que lo habнa hecho ningъn otro hombre en muchos aсos.

Era una sensaciуn agradable pero inquietante. Mikael Blomkvist no le parecнa un elemento estable en su vida.

Cuando йl se despertу, bajaron a Norr Mбlarstrand a tomar cafй. Luego ella se lo llevу a casa e hizo el amor con йl hasta bien entrada la tarde. Mikael la dejу a eso de las siete de la tarde. Ella ya empezу a echarlo de menos desde el mismo instante en el que йl le dio un beso en la mejilla y cerrу la puerta.

A eso de las ocho de la tarde del domingo, Susanne Linder llamу a la puerta de la casa de Erika Berger. No iba a pasar la noche en el chalet, ya que Greger Backman habнa vuelto, asн que la visita no tenнa nada que ver con el trabajo. Durante las largas conversaciones que mantuvieron en la cocina, las noches que Susanne estuvo en casa de Erika, llegaron a intimar bastante. Susanne Linder habнa descubierto que Erika le caнa bien, y veнa a una mujer desesperada que se disfrazaba para ir impasible al trabajo, pero que, en realidad, no era mбs que un nudo de angustia andante.

Susanne Linder sospechaba que esa angustia no sуlo tenнa que ver con El boli venenoso. Pero ella no era psicуloga, y ni la vida ni los problemas vitales de Erika Berger eran asunto suyo. Asн que cogiу el coche y se acercу a casa de Berger tan sуlo para saludarla y preguntarle cуmo se encontraba. Ella y su marido se hallaban en la cocina, callados y bajos de бnimo. Daban la impresiуn de haber pasado el domingo hablando de cosas serias.

Greger Backman preparу cafй. Susanne Linder sуlo llevaba un par de minutos en la casa cuando el mуvil de Erika empezу a sonar.

A lo largo del dнa, Erika Berger habнa contestado a todas las llamadas con una creciente sensaciуn de inminente cataclismo.

—Berger.

—Hola, Ricky.

Mikael Blomkvist. Mierda. No le he contado que la carpeta de Borgsjу ha desaparecido. —Hola, Micke.

—Ya han trasladado a Lisbeth Salander a la prisiуn de Gotemburgo y maсana se la llevarбn a Estocolmo. —Vaya...

—Te ha mandado un... un mensaje.

—їAh sн?

—Es muy crнptico.

—їQuй?

—Dice que El boli venenoso es Peter Fredriksson.

Erika Berger permaneciу callada durante diez segundos, mientras un cъmulo de pensamientos irrumpнa en su cabeza. Imposible. Peter no es asн. Salander tiene que haberse equivocado.

—їAlgo mбs?

—No. Eso es todo. їSabes quй ha querido decir? —Sн.

—Ricky, їquй es lo que estбis tramando tъ y Lisbeth? Ella te llamу para que me avisaras de lo de Teleborian y ahora...

—Gracias, Micke. Luego hablamos.

Colgу y se quedу mirando a Susanne Linder con ojos de fiera.

—Cuйntanos —dijo Susanne Linder.

Susanne Linder tuvo sentimientos encontrados; de buenas a primeras, a Erika Berger le habнan comunicado que su secretario de redacciуn, Peter Fredriksson, era El boli venenoso. Y al contarlo, las palabras le salieron atropelladamente. Luego Susanne Linder le preguntу cуmo sabнa que Fredriksson era su stalker.

De repente, Erika Berger enmudeciу. Susanne observу sus ojos y vio que algo habнa cambiado en su actitud. Erika Berger pareciу desconcertada.

—-No lo puedo contar...

—їQuй quieres decir?

—Susanne, sй que Fredriksson es El boli venenoso. Pero no me pidas que te diga cуmo me ha llegado la informaciуn. їQuй hago?

—Si quieres que yo te ayude, tienes que contбrmelo.

—No... no es posible. No lo entiendes.

Erika Berger se levantу y se acercу a la ventana de la cocina, donde permaneciу un instante de espaldas a Susanne Linder. Luego se dio la vuelta.

—Voy a ir a casa de ese cabrуn.

—ЎY una mierda! No vas a ir a ninguna parte, y menos a casa de alguien que te odia a muerte. Erika Berger vacilу.

—Siйntate. Cuйntame lo que ha pasado. їHa sido Mikael Blomkvist el que te ha llamado? Erika asintiу.

—Le he... le he pedido a un hacker que revise los ordenadores de todo el personal.

—Aja. Y debido a eso, es probable que ahora seas culpable de un grave delito informбtico. Y no quieres contar quiйn es ese hacker, claro.

—He prometido no contarlo nunca... Hay otras personas en juego. Es algo en lo que estб trabajando Mikael Blomkvist.

—їConoce Blomkvist a El boli venenoso}

—No, sуlo ha transmitido el mensaje.

Susanne Linder ladeу la cabeza y observу a Erika Berger. De pronto, en su cabeza se generу una cadena de asociaciones:

Erika Berger. Mikael Blomkvist. Millennium. Policнas sospechosos que entraban en la casa de Blomkvist e instalaban aparatos de escuchas. Susanne Linder vigilando a los que vigilaban. Blomkvist trabajando como un loco en un reportaje sobre Lisbeth Salander.

Todo el personal de Milton Security sabнa que Lisbeth Salander era un hacha en informбtica. Nadie entendнa de dуnde le venнan esas habilidades pero, por otra parte, Susanne nunca habнa oнdo hablar de que Salander fuera una hachar. Sin embargo, en una ocasiуn Dragan Armanskij habнa dicho algo sobre el hecho de que Salander entregaba unos informes asombrosos cuando hacнa investigaciones personales. Una hachar...

Pero, joder, Salander estб retenida e incomunicada en Gotemburgo.

No tenнa sentido.

—їEstamos hablando de Salander? —preguntу Susanne Linder.

Fue como si Erika Berger hubiese sido alcanzada por un rayo.

—No puedo comentar de dуnde proviene la informaciуn. Ni una sola palabra.

De repente Susanne Linder soltу una risita.

Ha sido Salander. La confirmaciуn de Berger no podнa ser mбs clara. Estб completamente desequilibrada.

Pero es imposible.

їQuй cono estб pasando aquн?

O sea, que Lisbeth Salander, durante su cautiverio, asumнa la tarea de averiguar quiйn eraElboli venenoso... Una autйntica locura.

Susanne Linder se quedу reflexionando.

No sabнa absolutamente nada sobre Lisbeth Salander. Tal vez la hubiera visto en unas cinco ocasiones durante los aсos que ella estuvo trabajando en Milton Security y nunca intercambiу ni una sola palabra con ella. Salander se le antojaba una persona difнcil, una chica que adoptaba una actitud social de rechazo y que tenнa una coraza tan dura que no la penetrarнa ni un martillo compresor. Tambiйn habнa constatado que Dragan Armanskij la acogiу bajo su ala protectora. Susanne Linder respetaba a Armanskij y suponнa que a йl no le faltaban buenas razones para comportarse de ese modo con la complicada chica.

El boli venenoso es Peter Fredriksson.

їTendrнa razуn? їHabнa pruebas?

Luego Susanne Linder consagrу dos horas a interrogar a Erika Berger sobre todo lo que sabнa acerca de Peter Fredriksson, cuбl era su papel en el SMP y cуmo habнa sido su relaciуn desde que Erika se convirtiу en su jefa. Las respuestas no le aclararon nada.

Erika Berger dudу hasta la frustraciуn. Oscilaba entre el deseo de ir a casa de Fredriksson para enfrentarse con йl y la duda de si podнa ser verdad. Al final, Susanne Linder la convenciу de que no podнa irrumpir en casa de Peter Fredriksson y acusarlo sin mбs: si resultaba que era inocente, Berger quedarнa como una perfecta idiota.

Consecuentemente, Susanne Linder prometiу encargarse del tema. Una promesa de la que se arrepintiу en el mismo instante en que la hizo, pues no tenнa ni la mбs mнnima idea de cуmo cumplirla.

A pesar de todo, ahora estaba aparcando su Fiat Strada de segunda mano en Fisksatra, lo mбs cerca del piso de Peter Fredriksson que pudo. Cerrу con llave las puertas del coche y mirу a su alrededor. No sabнa muy bien cуmo proceder, pero suponнa que iba a tener que llamar a su puerta y, de una u otra manera, convencerlo para que le contestara algunas preguntas. Era perfectamente consciente de que se trataba de una actividad que quedaba al margen de su trabajo en Milton Security y de que Dragan Armanskij se pondrнa furioso si se enterara de lo que estaba haciendo.

No era un buen plan. Y en cualquier caso, el plan se resquebrajу antes de que ella ni siquiera hubiese podido ponerlo en marcha.

En el mismo instante en que llegу al patio que habнa ante la entrada y empezу a acercarse al portal de Peter Fredriksson, la puerta se abriу. Susanne Linder lo reconociу en el acto por la foto del informe que habнa visto en el ordenador de Erika Berger. Ella siguiу andando y se cruzaron. El desapareciу en direcciуn al garaje. Susanne Linder se detuvo, dubitativa, y lo siguiу con la mirada. Luego consultу su reloj y constatу que eran poco menos de las once de la noche y que Peter Fredriksson se disponнa a ir a algъn sitio. Se preguntу adonde se dirigirнa y regresу corriendo a su coche.

Mikael Blomkvist se quedу mirando el mуvil durante un largo rato desde que Erika Berger colgу. Se preguntу quй estaba sucediendo. Frustrado, contemplу el ordenador de Lisbeth Salander; a esas alturas, ya la habнan trasladado a los calabozos y no tenнa ninguna posibilidad de preguntбrselo.

Abriу su Tнo azul y llamу a Idris Ghidн a Angered.

—Hola. Mikael Blomkvist.

—Hola —le respondiу Idris Ghidi.

—Sуlo te llamaba para decirte que ya puedes interrumpir el trabajo que me has estado haciendo.

Idris Ghidi asintiу en silencio. Ya sabнa que Mikael Blomkvist lo iba a llamar, porque habнan trasladado a Lisbeth Salander.

—Entiendo —dijo.

—Puedes quedarte con el mуvil, tal y como acordamos. Te mandarй el ъltimo pago esta misma semana. —Gracias.

—Soy yo el que te debe dar las gracias por tu ayuda.

Mikael abriу su iBook y se puso a trabajar. El desarrollo de los acontecimientos de los ъltimos dнas significaba que una considerable parte del manuscrito tenнa que modificarse y que, con toda probabilidad, habнa que insertar una historia completamente nueva.

Suspirу.

A las once y cuarto, Peter Fredriksson aparcу a tres manzanas de la casa de Erika Berger. Susanne Linder ya sabнa adonde se dirigнa y lo dejу actuar para no llamar su atenciуn. Ella pasу por delante del coche de Fredriksson poco mбs de dos minutos despuйs de que йl hubiese aparcado. Constatу que estaba vacнo. Pasу la casa de Erika Berger, avanzу un poco mбs y aparcу donde йl no pudiera verla. Le sudaban las manos.

Abriу una cajita de Catch Dry y se metiу en la boca una dosis de snus.

Luego abriу la puerta del coche y mirу a su alrededor. En cuanto se dio cuenta de que Fredriksson se dirigнa a Saltsjуbaden, supo que la informaciуn de Salander era correcta. Ignoraba por completo cуmo lo habнa averiguado, pero ya no le cabнa ninguna duda de que Fredriksson era El boli venenoso. Suponнa que Fredriksson no se habнa acercado hasta Saltsjуbaden para pasar el rato, sino que estaba tramando algo.

Y serнa estupendo que ella pudiera pillarlo in fraganti.

Sacу una porra telescуpica del compartimento lateral de la puerta del coche y la sopesу con la mano un instante. Pulsу el botуn de la empuсadura y, automбticamente, surgiу un pesado y elбstico cable de acero. Apretу los dientes.

Йsa era la razуn por la que dejу la policнa de Sуdermalm.

Tan sуlo le habнa dado un arrebato de furia en una ocasiуn, cuando la patrulla en la que trabajaba, por tercera vez en el mismo nъmero de dнas, tuvo que acudir a una casa de Hagersten despuйs de que la misma mujer llamara a la policнa pidiendo socorro a gritos porque su marido la estaba maltratando. Y, al igual que en las dos primeras ocasiones, la situaciуn se calmу antes de que la patrulla llegara.

Cumpliendo con su rutina, sacaron al marido hasta las escaleras mientras le tomaban declaraciуn a la mujer. No, ella no querнa poner una denuncia. No, habнa sido un error. No, su marido era bueno... en realidad la culpa la tenнa ella. Ella lo habнa provocado...

Y todo ese tiempo el muy cabrуn se lo pasу con una sonrisa burlona en la cara y sin apartar la mirada de Susanne Linder.

No sabrнa explicar por quй lo hizo. Pero, de pronto, algo se quebrу en su interior. Sacу la porra y le pegу en toda la boca. El primer golpe apenas tuvo fuerza; sуlo le partiу el labio y, acto seguido, йl se agachу. Durante los diez siguientes segundos —hasta que sus colegas la agarraron y la sacaron de allн a la fuerza— una lluvia de porrazos cayу sobre la espalda, los riсones, las caderas y los hombros de aquel tipo.

Aquello, al final, no llegу a juicio. Dimitiу del cuerpo esa misma noche y se fue a casa, donde se pasу una semana entera llorando. Luego se armу de valor y llamу a la puerta de Dragan Armanskij. Le contу lo que habнa hecho y por quй habнa dejado la policнa. Le pidiу trabajo. Armanskij dudу y le dijo que se lo pensarнa. Ella ya habнa perdido la esperanza cuando, seis semanas mбs tarde, йl la llamу para comunicarle que estaba dispuesto a ponerla a prueba.

Susanne Linder hizo una amarga mueca y se metiу la porra bajo el cinturуn, por la parte de atrбs. Comprobу que tenнa el bote de gas lacrimуgeno en el bolsillo derecho de la cazadora y que los cordones de las zapatilias de deporte estaban bien atados. Se dirigiу andando a casa de Erika Berger y entrу con mucho sigilo en el jardнn.

Sabнa que el detector de movimientos de la parte trasera aъn no estaba instalado, asн que, en silencio, continuу caminando por el cйsped a lo largo del seto que delimitaba el terreno. No lo pudo ver. Le dio la vuelta a la casa y se quedу quieta. De repente lo divisу: una sombra en la penumbra junto al estudio de Greger Backman.

No se da cuenta de lo estъpido que es volviendo aquн. Es incapaz de mantenerse alejado.

Fredriksson estaba agachado intentado ver algo a travйs de una rendija de las cortinas de un cuarto de estar que quedaba junto al salуn. Luego fue hasta la terraza y mirу por la rendija de las persianas bajadas de las ventanas que habнa junto al enorme ventanal panorбmico, que seguнa cubierto con la madera contrachapada.

De repente, Susanne Linder sonriу.

Aprovechу que йl estaba de espaldas para cruzar el jardнn a hurtadillas hasta la esquina del chalet. Se ocultу tras unos arbustos de grosellas que crecнan junto a la fachada lateral. Lo podrнa controlar a travйs del follaje. Desde su posiciуn, Fredriksson deberнa poder ver el vestнbulo principal y parte de la cocina. A todas luces, habнa encontrado algo interesante en lo que centrar su atenciуn, pues transcurrieron diez minutos antes de que volviese a moverse. Se acercу a Susanne Linder.

Cuando Fredriksson doblу la esquina y pasу por delante de Susanne Linder, ella se levantу y le dijo en voz baja:

—Oye, Fredriksson.

Йl se detuvo en seco y se volviу hacia ella.

Susanne vio brillar sus ojos en la oscuridad. No consiguiу apreciar la expresiуn de su cara, pero oyу cуmo contuvo el aliento, como si se encontrara en estado de shoc\.

—Podemos resolver esto de una manera sencilla o de una difнcil —dijo ella—. Vamos a ir hacia tu coche y...

Fredriksson se dio la vuelta y echу a correr.

Susanne Linder cogiу la porra telescуpica y le asestу un golpe doloroso y devastador en la parte frontal de la rodilla izquierda.

Cayу emitiendo un ahogado quejido.

Alzу la porra para darle otro golpe pero se contuvo. Sintiу los ojos de Dragan Armanskij en la nuca.

Se inclinу hacia delante, lo tumbу boca abajo y le puso una rodilla en la parte baja de la espalda. Agarrу su mano derecha, se lo llevу con fuerza hasta la espalda y lo esposу. Era dйbil y no opuso resistencia.

Erika Berger apagу la luz del salуn y subiу cojeando hasta el piso superior. Ya no necesitaba las muletas, pero todavнa le dolнa cuando apoyaba la planta del pie. Greger Backman apagу la luz de la cocina y siguiу a su mujer. Nunca la habнa visto tan infeliz. Nada de lo que le decнa parecнa poder tranquilizarla o atenuar esa angustia que padecнa.

Ella se desnudу y se metiу bajo las sбbanas dбndole la espalda.

—No es culpa tuya, Greger —dijo ella al oнrlo meterse en la cama.

—No estбs bien —dijo йl—. Quiero que te quedes en casa unos dнas.

Greger le pasу un brazo alrededor del hombro. Ella no intentу rechazarlo, pero mostrу una actitud pasiva. El se acercу y, abrazбndose a ella, la besу cariсosamente en el cuello.

—Nada de lo que digas o hagas me va a tranquilizar. Sй que necesito un descanso. Me siento como si me hubiese subido a un tren expreso y acabara de descubrir que me he equivocado de vнa.

—Podrнamos salir a navegar un par de dнas. Desconectar de todo.

—No. Yo no puedo desconectar de todo. Ella se volviу hacia йl.

—Tal y como estбn las cosas, huir serнa lo peor. Tengo que resolver los problemas. Luego, si quieres, nos vamos.

—De acuerdo —dijo Greger—. Parece ser que no soy de gran ayuda.

Ella le dedicу una tierna sonrisa.

—No. No lo eres. Pero gracias por estar aquн. Te quiero con locura, ya lo sabes.

El asintiу.

—No me puedo creer que sea Peter Fredriksson —dijo Erika Berger—. Nunca he percibido la mбs mнnima hostilidad de su parte.

Susanne Linder se preguntу si no deberнa llamar a la puerta de Erika Berger, pero, justo en ese momento, vio apagarse las luces de la planta baja. Bajу la vista y mirу a Peter Fredriksson. No habнa pronunciado palabra. Permanecнa absolutamente quieto. Reflexionу un buen rato antes de decidirse.

Se agachу, lo cogiу por las esposas y, levantбndolo, lo apoyу contra la fachada.

—їPuedes tenerte de pie? —le preguntу.

El no contestу.

—Vale, entonces lo haremos de la manera mбs sencilla. Si opones la mбs mнnima resistencia, le darй el mismo tratamiento a tu rodilla derecha. Y si te resistes, te romperй los brazos. їEntiendes lo que te digo?

Percibiу que йl respiraba con mucha intensidad. їMiedo?

Lo condujo hasta la calle a empujones. Luego se lo llevу hasta el coche, aparcado a tres manzanas de allн. Йl cojeaba y ella lo ayudaba. Al llegar al vehнculo, se encontraron con un hombre que habнa sacado a pasear al perro y que se detuvo a mirar al esposado Peter Fredriksson.

—Esto es un asunto policial —dijo Susanne Linder con voz firme—. Vayase a casa.

Lo sentу en el asiento de atrбs y lo llevу a casa, a Fisksбtra. Eran las doce y media de la noche y no se encontraron con nadie al acercarse al portal. Susanne Linder le sacу las llaves y lo condujo hasta su piso, situado en la tercera planta, subiendo por las escaleras.

—Tъ no puedes entrar en mi domicilio —dijo Peter Fredriksson.

Era lo primero que decнa desde que ella lo esposу.

Abriу la puerta y lo metiу a empujones.

—No tienes derecho. Para realizar un registro domiciliario debes...

—Yo no soy policнa —le replicу ella en voz baja.

El se quedу mirбndola lleno de desconfianza.

Ella lo agarrу por la camisa, lo metiу a empujones en el salуn y lo sentу en un sofб. Tenнa un apartamento de dos habitaciones pulcramente limpio y ordenado. Un dormitorio a la izquierda del salуn, la cocina al otro lado del vestнbulo, y un pequeсo cuarto para trabajar contiguo al salуn.

Echу un vistazo al cuarto de trabajo y suspirу aliviada. The smoking gun. Descubriу enseguida las fotos del бlbum de Erika Berger extendidas en una mesa junto a un ordenador. En la pared que quedaba justo al lado, йl habнa clavado una treintena de fotos. Ella contemplу la exposiciуn con las cejas arqueadas. Erika Berger era una mujer condenadamente guapa. Y gozaba de una vida sexual mбs divertida que la de Susanne Linder.

Escuchу a Peter Fredriksson moverse y volviу al salуn para contenerlo. Le dio un porrazo, lo arrastrу hasta el despacho y lo dejу en el suelo.

—ЎQuйdate quieto! —le dijo.

Se acercу hasta la cocina y encontrу una bolsa de papel de Konsum. Quitу, una tras otra, las fotos de la pared. Encontrу el saqueado бlbum y los diarios de Erika Berger.

—їDуnde estб el vнdeo? —preguntу.

Peter Fredriksson no contestу. Susanne Linder se dirigiу al salуn y encendiу la tele. Habнa una pelнcula metida en el vнdeo, pero tardу bastante en dar con el canal en el mando.

Sacу la cinta y dedicу un largo rato a asegurarse de que no habнa hecho copias.

Encontrу las cartas de amor de Erika y el informe de Borgsjу. Luego centrу su interйs en el ordenador de Peter Fredriksson. Constatу que tenнa un escбner Microtec conectado a un PC IBM. Levantу la tapa del escбner y se topу con una foto en la que se veнa a Erika Berger en una fiesta del Club Xtreme celebrada la Nochevieja de 1986, segъn rezaba en una banderita que habнa clavada en la pared.

Encendiу el ordenador y descubriу que estaba protegido por una contraseсa.

—їQuй contraseсa tienes? —le preguntу.

Peter Fredriksson permaneciу obstinadamente quieto en el suelo negбndose a hablar con ella.

Una total tranquilidad invadiу a Susanne Linder. Sabнa que, desde un punto de vista tйcnico, a lo largo de la noche habнa cometido un delito tras otro, incluido uno que se podrнa denominar coacciуn ilнcita e, incluso, secuestro grave. Le daba igual; es mбs: se sentнa mбs bien eufуrica.

Al cabo de un rato, se encogiу de hombros, se hurgу los bolsillos y sacу su navaja militar suiza. Quitу todos los cables del ordenador, volviу la parte trasera hacia ella y usу el destornillador estrella para abrir la tapa. Le llevу quince minutos desmontar el ordenador y extraer el disco duro.

Mirу a su alrededor. Lo tenнa todo, pero para jugar sobre seguro, le dio un buen repaso a los cajones del escritorio, a las pilas de papeles y a las estanterнas. De repente, su mirada se depositу en un viejo anuario escolar que se hallaba sobre el alfйizar de la ventana. Constatу que era del Instituto de Bachillerato de Djursholm y de 1978. їNo me dijo Erika Berger que era de Djursholm... ? Lo abriу y empezу a repasar las fotos clase por clase.

Encontrу a Erika Berger, de dieciocho aсos de edad, con una gorra de estudiante y una radiante sonrisa con hoyuelos. Vestнa un fino y blanco vestido de algodуn y llevaba un ramo de flores en la mano. Parecнa la mismнsima personificaciуn de esa tнpica y candida adolescente que saca excelentes notas.

Susanne Linder casi pasa por alto el vнnculo, aunque aparecнa en la pбgina siguiente. Nunca lo habrнa reconocido, pero el texto del pie de foto no daba lugar a dudas: Peter Fredriksson. Estuvo en el mismo curso que Erika Berger, aunque en otra clase. Vio a un chico flaco con rostro serio mirando a la cбmara por debajo de la gorra.



  

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