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Tercera parte 11 страницаAl cabo de diez minutos se abriу la puerta. —Hola, Lisbeth —saludу amablemente Teleborian. El sonriу. Lisbeth Salander se quedу helada. Los elementos de la ecuaciуn que habнa formulado en el aire se le cayeron al suelo y se le desperdigaron. Oyу como los nъmeros y los signos rebotaban y tintineaban como si hubiesen cobrado forma fнsica. Peter Teleborian se quedу quieto y la observу durante uno o dos minutos antes de sentarse frente a ella. Lisbeth seguнa con la mirada fija en la pared. Al cabo de un rato, desplazу la mirada y lo mirу a los ojos. —Lamento que hayas acabado asн —dijo Peter Teleborian—. Harй todo cuanto estй en mi mano para ayudarte. Espero que consigamos crear un ambiente de confianza mutua. Lisbeth examinу cada centнmetro de la persona que tenнa enfrente. El pelo enmaraсado. La barba. Esa pequeсa separaciуn entre sus dos dientes delanteros. Sus finos labios. La americana marrуn. La camisa con el cuello abierto. Oyу la pйrfida amabilidad de su suave voz: —Tambiйn espero poder ayudarte mejor que la ъltima vez que nos vimos. Dejу sobre la mesa un pequeсo cuaderno y un bolнgrafo. Lisbeth bajу la mirada y observу el bolнgrafo. Era un tubo afilado de color plata. Anбlisis de consecuencias. Reprimiу el impulso de extender la mano y coger el bolнgrafo. Sus ojos buscaron el dedo meсique izquierdo de йl. Descubriу una dйbil lнnea blanca justo donde ella, quince aсos antes, le habнa clavado los dientes y cerrado la mandнbula con tanta rabia que casi le cortу el dedo. Fueron necesarios tres enfermeros para inmovilizarla y abrirle la mandнbula a la fuerza. En aquella ocasiуn yo era una pequeсa y asustada niсa que apenas habнa alcanzado la pubertad. Ahora soy adulta. Ahora puedo matarte cuando quiera. Fijу la mirada en un punto de la pared situado por detrбs de Teleborian, recogiу los nъmeros y los signos matemбticos que se le habнan caнdo al suelo y empezу a recomponer la ecuaciуn. El doctor Peter Teleborian contemplу a Lisbeth Sa-lander con una expresiуn neutra en el rostro. No se habнa convertido en un psiquiatra de renombre mundial por carecer de conocimientos sobre el ser humano, todo lo contrario: poseнa una gran capacidad para leer sentimientos y estados de бnimo. Tuvo la impresiуn de que una gйlida sombra atravesу la sala, pero lo interpretу como un signo de que la paciente sentнa miedo y vergьenza bajo su inmutable apariencia. Lo vio como una buena seсal de que ella, a pesar de todo, reaccionaba ante su presencia. Tambiйn se mostrу satisfecho con el hecho de que ella no hubiera modificado su comportamiento. Se ahorcarб ella sуlita.
La ъltima medida que Erika Berger tomу en el SMP fue sentarse en su cubo de cristal y redactar un comunicado para los colaboradores. Se encontraba bastante irritada cuando se puso a escribirlo y, aun a sabiendas de que se trataba de un error, le salieron dos folios enteros en los que explicaba por quй abandonaba el SMP y lo que pensaba de ciertas personas. Borrу todo el texto y volviу a empezar empleando un tono mбs objetivo. No mencionу a Peter Fredriksson. Si lo hiciera, todo el interйs se centrarнa en йl, y las verdaderas razones se ahogarнan en un mar de titulares sobre el acoso sexual. Alegу dos motivos. El mбs importante era que se habнa encontrado con una masiva oposiciуn dentro de la direcciуn al presentar su propuesta de que los jefes y los propietarios redujeran sus sueldos y sus bonificaciones. Por culpa de eso, se verнa obligada a iniciar su йpoca en el SMP con drбsticas reducciones de personal, algo que no sуlo constituнa un incumplimiento de las perspectivas presentadas cuando la convencieron para que aceptara el cargo, sino que tambiйn imposibilitarнa cualquier intento de cambiar y reforzar el periуdico a largo plazo. El segundo motivo fue el reportaje que revelaba las actividades de Borgsjу. Erika explicу que йste le habнa ordenado que silenciara la historia y que eso no formaba parte de su trabajo. De modo que, al no tener elecciуn, se veнa obligada a abandonar la redacciуn. Terminу diciendo que los problemas del SMP no habнa que buscarlos en el personal sino en la direcciуn. Leyу su escrito sуlo una vez, corrigiу un error de ortografнa y se lo enviу a todos los colaboradores del grupo. Hizo dos copias y le mandу una al Pressens tidning y otra al уrgano sindical Journalisten. Luego metiу su laptop en la bolsa y fue a ver a Anders Holm. —Hasta luego —dijo. —Hasta luego, Berger. Ha sido un horror trabajar contigo. Se sonrieron. —Una ъltima cosa —dijo. —їQuй? —Johannes Frisk ha estado trabajando en un reportaje por encargo mнo. —Nadie sabe en quй diablos anda metido. —Apуyalo. Ya ha llegado bastante lejos y yo voy a estar en contacto con йl. Dйjaselo terminar. Te prometo que saldrбs ganando. Pareciу pensativo. Luego asintiу. No se dieron la mano. Ella dejу el pase de la redacciуn sobre la mesa de Holm y bajу al garaje a por su BMW. Poco despuйs de las cuatro estaba aparcando cerca de la redacciуn de Millennium.
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