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Segunda parte 1 страница



Hacker Republic

Del ial 22 de mayo

 

Una ley irlandesa del aсo 697 prohibe que las mujeres sean militares, lo que da a entender que, antes de ese aсo, las mujeresfueron militares. Los pueblos que en distintos momentos de la historia han tenido mujeres soldado son, entre otros, los бrabes, los bereberes, los kurdos, los rajputas, los chinos, los filipinos, los maorнes, los papuas, los aborнgenes australianos y los micronesios, asн como los indios americanos.

Hay una rica flora de leyendas sobre las temibles guerreras de la Grecia antigua: historias que hablan de mujeres que, desde su mбs tierna infancia, fueron entrenadas en el arte de la guerra y el manejo de las armas, asн como adiestradas para soportar toda clase de sufrimientos fнsicos. Vivнan separadas de los hombres y se fueron a la guerra con sus propios regimientos. Los relatos contienen a menudo pasajes en los que se insinъa que vencieron a los hombres en el campo de batalla. Las amazonas son mencionadas en la literatura griega en obras como la litada de Homero, escrita mбs de setecientos aсos antes de Cristo.

Tambiйn fueron los griegos los que acuсaron el tйrmino amazona. La palabra significa literalmente «sin pecho» porque, con el objetivo de que a las mujeres les resultara mбs fбcil tensar el arco, les quitaban el pecho derecho. Aunque parece ser que dos de los mйdicos griegos mбs importantes de la historia, Hipуcrates y Galeno, estaban de acuerdo en que ese tipo de operaciуn aumentaba la capacidad de usar armas, resulta dudoso que, en efecto, se les practicara. La palabra encierra una duda lingьнstica implнcita, pues no queda del todo claro que el prefijo «a» de «amazona» signifique en realidad «sin»; incluso se ha llegado a sugerir que su verdadero significado sea el opuesto: que una amazona fuera una mujer con pechos particularmente grandes. Tampoco existe en ningъn museo ni un solo ejemplo de imagen, amuleto o estatua que represente a una mujer sin el pecho derecho, cosa que, en el caso de que la leyenda sobre la extirpaciуn del pecho hubiese sido cierta, deberнa haber sido un motivo mбs que frecuente de representaciуn artнstica.


Capнtulo 8

Domingo, 1 de mayo — Lunes, 2 de mayo

 

Erika Berger inspirу profundamente antes de abrir la puerta del ascensor y entrar en la redacciуn del Svenska Morgуn-Posten. Eran las diez y cuarto de la maсana. Iba impecable: unos pantalones negros, un jersey rojo y una americana oscura. Habнa amanecido un primer dнa de mayo esplйndido y, al atravesar la ciudad, advirtiу que los integrantes del movimiento obrero ya se estaban reuniendo, lo que la llevу a pensar que ya hacнa mбs de veinte aсos que ella no participaba en ninguna manifestaciуn.

Permaneciу un momento ante las puertas del ascensor, completamente sola y fuera de la vista de todo el mundo. El primer dнa en su nuevo trabajo. Desde su puesto, junto a la entrada, se divisaba una gran parte de la redacciуn, con el mostrador de noticias en el centro. Alzу un poco la mirada y vio las puertas de cristal del despacho del redactor jefe que, durante los prуximos aсos, serнa su lugar de trabajo.

No estaba del todo convencida de ser la persona mбs adecuada para dirigir esa amorfa organizaciуn que el Svenska Morgуn-Posten constituнa. Cambiar de Millennium —que tan sуlo contaba con cinco empleados— a un periуdico compuesto por ochenta periodistas y otras noventa personas mбs entre administrativos, personal tйcnico, maquetadores, fotуgrafos, vendedores de anuncios, distribuciуn y todo lo que se necesita para editar un periуdico, suponнa dar un paso de gigante. A eso habнa que aсadirle una editorial, una productora y una sociedad de gestiуn. En total, unas doscientas treinta personas.

Se preguntу por un breve instante si todo aquello no serнa un enorme error.

Luego la mayor de las dos recepcionistas, al percatarse de quiйn era la reciйn llegada a la redacciуn, saliу de detrбs del mostrador y le estrechу la mano.

—Seсora Berger. Bienvenida al SMP.

—Llбmame Erika. Hola.

—Beatrice. Bienvenida. Te acompaсarй al despacho del redactor jefe Morander... Bueno, del antiguo redactor jefe, quiero decir.

—Muy amable, pero ya lo estoy viendo en esa jaula de cristal —dijo Erika, sonriendo—. Creo que encontrarй el camino. De todos modos, muchas gracias por tu amabilidad.

Al cruzar la redacciуn a paso ligero advirtiу que el murmullo de la redacciуn se reducнa un poco. De repente sintiу que todas las miradas se concentraban en ella. Se detuvo ante el mostrador central de noticias y saludу con un movimiento de cabeza.

—Luego tendremos ocasiуn de saludarnos como es debido —dijo para continuar caminando y llamar al marco de la puerta de cristal.

El redactor jefe Hбkan Morander, que pronto dejarнa su cargo, tenнa cincuenta y nueve aсos, doce de los cuales los habнa pasado en ese cubo de cristal de la redacciуn del SMP. Al igual que Erika Berger, venнa de otro periуdico y, en su dнa, fue contratado a dedo; de modo que ya habнa dado ese mismo primer paseo que ella acababa de dar. Al alzar la vista la contemplу algo desconcertado, consultу su reloj y se levantу.

—Hola, Erika —saludу—. Creнa que empezabas el lunes.

—No podнa aguantar ni un dнa mбs en casa. Asн que aquн estoy.

Morander le estrechу la mano.

—Bienvenida. ЎQuй bien que alguien me releve, joder!

—їCуmo estбs? —preguntу Erika.

Se encogiу de hombros en el mismo momento en que Beatrice, la recepcionista, entraba con cafй y leche.

—Es como si ya funcionara a medio gas. La verdad es que prefiero no hablar de eso. Uno va por la vida sintiйndose joven e inmortal y luego, de repente, te dicen que te queda muy poco tiempo. Y si hay una cosa que tengo clara, es que no pienso malgastar lo que me quede en esta jaula de cristal.

Se frotу inconscientemente el pecho. Tenнa problemas cardiovasculares: la razуn de su repentina dimisiуn y de que Erika empezara varios meses antes de lo que en un principio se habнa previsto.

Erika se dio la vuelta y abarcу toda la redacciуn con la mirada. Estaba medio vacнa. Vio a un reportero y a un fotуgrafo de camino al ascensor dispuestos a cubrir —supuso ella— la manifestaciуn del uno de mayo.

—Si molesto o si estбs ocupado, dнmelo y me voy.

—Lo ъnico que tengo que hacer hoy es redactar un editorial de cuatro mil quinientos caracteres sobre las manifestaciones del uno de mayo. He escrito ya tantos que podrнa hacerlo hasta durmiendo. Si los socialistas quieren ir a la guerra con Dinamarca, yo tengo que explicar por quй se equivocan. Y si los socialistas quieren evitar la guerra con Dinamarca, yo tengo que explicar por quй se equivocan.

—їCon Dinamarca? —preguntу Erika.

—Bueno, es que una parte del mensaje del uno de mayo debe tratar sobre el conflicto de la integraciуn. Y ni que decir tiene que, digan lo que digan, los socialistas estбn muy equivocados.

De pronto, soltу una carcajada.

—Suena cнnico —dijo ella. —Bienvenida al SMP.

Erika no tenнa ninguna opiniуn formada de antemano sobre el redactor jefe Hбkan Morander. Para ella era un anуnimo y poderoso hombre que pertenecнa a la йlite de los redactores jefe. Cuando leнa sus editoriales, le resultaba aburrido, conservador y todo un experto a la hora de quejarse de los impuestos, el tнpico liberal apasionado defensor de la libertad de expresiуn, pero nunca habнa tenido ocasiуn de conocerlo en persona ni de hablar con йl.

—Habнame del trabajo —dijo ella.

—Yo me irй el ъltimo dнa de junio. Trabajaremos al alimуn durante dos meses. Descubrirбs cosas positivas y cosas negativas. Yo soy un cнnico, de manera que por regla general suelo ver tan sуlo lo negativo.

Se levantу y se puso a su lado, junto al cristal.

—Descubrirбs que ahн fuera te espera toda una serie de adversarios: jefes del turno de dнa y veteranos editores de textos que han creado sus propios y pequeсos imperios y que son dueсos de clubes de los que no puedes ser miembro. Intentarбn tantear cuбl es tu lнmite y colocar sus propios titulares y sus propios enfoques; vas a tener que actuar con mucha mano dura para hacerles frente.

Erika asintiу.

—Luego estбn los jefes del turno de noche, Billinger y Karlsson... son un capнtulo aparte. Se odian y, gracias a Dios, no hacen el mismo turno, pero se comportan como si fueran tanto los redactores jefe como los mбximos responsables del periуdico. Y tienes a Anders Holm, que es jefe de Noticias y con el que tendrбs bastante relaciуn. Seguro que os pelearйis unas cuantas veces. En realidad es йl quien hace el SMP todos los dнas. Contarбs con algunos reporteros que van de divos y otros que, para serte sincero, deberнan jubilarse.

—їNo hay ningъn colaborador bueno?

De repente Morander se riу.

—Pues sн. Pero ya decidirбs tъ misma con quiйn quieres llevarte bien. Ahн fuera hay unos cuantos reporteros que son muy pero que muy buenos.

—їY la direcciуn?

—El presidente de la junta directiva es Magnus Borgsjу. Fue йl quien te reclutу. Es una persona encantadora, a caballo entre la vieja escuela y un aire renovador, pero, sobre todo, es quien manda. Hay otros miembros de la junta, algunos de ellos pertenecientes a la familia propietaria, que, mбs que otra cosa, parece que sуlo estбn pasando el rato, y unos cuantos mбs que son miembros de varias juntas directivas y revolotean de un lado para otro y de reuniуn en reuniуn.

—Parece que no estбs muy contento con la junta.

—Es que hay una clara divisiуn: tъ publicas el periуdico, ellos se encargan de la economнa. No deben entrometerse en el contenido del periуdico, pero siempre surgen situaciones comprometidas. Para serte sincero, Erika, esto te resultarб muy duro.

—їPor quй?

—Desde los gloriosos dнas de los aсos sesenta, la tirada se ha visto reducida en casi ciento cincuenta mil ejemplares y el SMP empieza a acercarse a ese punto en el que no resulta rentable. Hemos reestructurado la empresa y hecho un recorte de mбs de ciento ochenta puestos de trabajo desde 1980. Hemos pasado al formato tabloide: algo que deberнamos haber hecho hace ya veinte aсos. El SMP sigue perteneciendo a los grandes periуdicos, pero no falta mucho para que empiecen a considerarnos un periуdico de segunda. Si es que no lo somos ya.

—Entonces, їpor quй me han contratado? —preguntу Erika.

—Porque la edad media de los que leen el SMP es de mбs de cincuenta aсos y la incorporaciуn de nuevos lectores de veinte aсos es prбcticamente nula. El SMP tiene que renovarse. Y la idea de la junta era la de fichar a la redactora jefe mбs insospechada que se pudiera imaginar. —їA una mujer?

—No sуlo a una mujer, sino a la mujer que acabу con el imperio Wennerstrцm, considerada la reina del periodismo de investigaciуn y con fama de ser mбs dura que ninguna otra. Resultaba irresistible. Si tъ no eres capaz de darle un nuevo aire al periуdico, nadie podrб hacerlo. El SMP no ha contratado tanto a Erika Berger como a su reputaciуn.

Eran poco mбs de las dos de la tarde cuando Mikael Blomkvist dejу el cafй Copacabana, situado junto al Kvartersbion de Hornstull. Se puso las gafas de sol y, al torcer por Bergsunds Strand para dirigirse al metro, descubriу casi inmediatamente un Volvo gris aparcado en la esquina. Pasу ante йl sin aminorar el paso y constatу que se trataba de la misma matrнcula y que el coche estaba vacнo.

Era la sйptima vez que lo veнa en los ъltimos cuatro dнas. No sabrнa decir si hacнa mucho tiempo que el vehнculo andaba rondando por allн, pues el hecho de que hubiese advertido su presencia habнa sido fruto de la mбs pura casualidad. La primera vez que reparу en йl fue el miйrcoles por la maсana, cuando, de camino a la redacciуn de Millennium, lo vio aparcado cerca de su domicilio de Bellmansgatan. Se fijу por casualidad en la matrнcula, que empezaba con las letras KAB, y reaccionу porque йse era el nombre de la empresa de Alexander Zalachenko: Karl Axel Bodin. Probablemente no habrнa reflexionado mбs sobre el tema si no hubiera sido porque, tan sуlo unas cuantas horas despuйs, vio ese mismo coche cuando comiу con Henry Cortez y Malin Eriksson en Medborgarplatsen. En esa ocasiуn el Volvo se hallaba aparcado en una calle perpendicular a la redacciуn de Millennium.

Se preguntу si no se estarнa convirtiendo en un paranoico, pero poco despuйs visitу a Holger Palmgren en la residencia de Ersta y el Volvo gris estaba en el aparcamiento reservado para las visitas. Demasiada casualidad. Mikael Blomkvist empezу a mantener la vigilancia a su alrededor. No se sorprendiу cuando, a la maсana siguiente, lo volviу a descubrir.

En ninguna de las ocasiones pudo ver a su conductor. Una llamada al registro de coches, sin embargo, le informу de que el turismo figuraba registrado a nombre de un tal Gуran Mбrtensson, de cuarenta aсos y domiciliado en Vittangigatan, Vбllingby. Siguiу investigando y descubriу que Gуran Mбrtensson poseнa el tнtulo de consultor empresarial y que era el propietario de una sociedad domiciliada en un apartado postal de Fleminggatan, en Kungsholmen. Mбrtensson tenнa un interesante curriculum. En 1983, cuando contaba dieciocho aсos, hizo el servicio militar en la unidad especial de defensa costera y luego continuу como profesional en las Fuerzas Armadas. Ascendiу a teniente y en 1989 se despidiу y recondujo su carrera ingresando en la Academia de policнa de Solna. Entre 1991 y 1996 trabajу en la policнa de Estocolmo. En 1997 desapareciу del servicio y en 1999 registrу su propia empresa.

Conclusiуn: la Sдpo.

Mikael se mordiу el labio inferior. Un periodista de investigaciуn podrнa volverse paranoico con bastante menos. Mikael llegу a la conclusiуn de que se hallaba bajo una discreta vigilancia, pero que йsta se efectuaba con tanta torpeza que se habнa dado cuenta.

O a lo mejor no era tan torpe: la ъnica razуn por la que se habнa percatado de la existencia del coche residнa en esa matrнcula que, por casualidad, llamу su atenciуn porque encerraba un significado para йl. Si no hubiese sido por KAB, ni siquiera se habrнa dignado a mirar el coche.

Durante toda la jornada del viernes, KAB brillу por su ausencia. Mikael no estaba del todo seguro, pero ese dнa creнa haber sido seguido por un Audi rojo, aunque no consiguiу ver la matrнcula. El sбbado, sin embargo, el Volvo volviу a aparecer.

Justo veinte segundos despuйs de que Mikael Blomkvist abandonara el cafй Copacabana, Christer Malm, apostado en la sombra de la terraza del cafй Rosso, al otro lado de la calle, cogiу su Nikon digital y sacу una serie de doce fotografнas. Fotografiу a los dos hombres que salieron del cafй poco despuйs de Mikael y que fueron tras йl pasando por delante del Kvartersbion.

Uno de los hombres era rubio y de una mediana edad difнcil de precisar, aunque mбs tirando a joven que a viejo. El otro, que parecнa algo mayor, tenнa el pelo fino y rubio, mбs bien pelirrojo, y llevaba unas gafas de sol. Los dos vestнan vaqueros y oscuras cazadoras de cuero.

Se despidieron junto al Volvo gris. El mayor abriу la puerta del coche mientras el joven seguнa a Mikael Blomkvist hasta el metro.

Christer Malm bajу la cбmara y suspirу. No tenнa ni idea de por quй Mikael lo habнa cogido aparte y le habнa pedido encarecidamente que el domingo por la tarde se diera unas cuantas vueltas por los alrededores del cafй Copacabana para ver si podнa encontrar un Volvo gris con la matrнcula en cuestiуn. Le dio instrucciones para que se colocara de tal manera que pudiera fotografiar a la persona que, con toda probabilidad, abrirнa la puerta del coche poco despuйs de las tres. Al mismo tiempo, debнa mantener los ojos bien abiertos por si alguien seguнa a Mikael Blomkvist.

Sonaba como el inicio de una tнpica aventura del superdetective Kalle Blomkvist. Christer Malm nunca habнa tenido del todo claro si Mikael Blomkvist era paranoico por naturaleza o si poseнa un don paranormal. Tras los acontecimientos de Gosseberga, Mikael se habнa vuelto extremadamente cerrado y, en general, de difнcil trato. Cierto que eso no resultaba nada extraсo cuando Mikael andaba metido en alguna intrincada historia —Christer le conociу esa misma reservada obsesiуn y ese mismo secretismo con lo del asunto Wennerstrцm—, pero ahora resultaba mбs evidente que nunca.

En cambio, Christer Malm no tuvo ninguna dificultad en constatar que, en efecto, Mikael Blomkvist estaba siendo perseguido. Se preguntу quй nuevo infierno—que, sin duda, acapararнa el tiempo, las fuerzas y los recursos de Millennium— se les venнa encima. Christer Malm considerу que no era un buen momento para que Blomkvist hiciera una de las suyas ahora que la redactora jefe de la revista les habнa abandonado por Gran Dragуn y que la estabilidad de la revista, conseguida con no poco esfuerzo, se hallaba bajo amenaza.

Pero por otro lado, hacнa por lo menos diez aсos —a excepciуn del desfile del Festival del orgullo gay— que Christer Malm no participaba en una manifestaciуn, y ese domingo del uno de mayo no tenнa nada mejor que hacer que complacer a Mikael. Se levantу y, despreocupadamente, siguiу a la persona que estaba persiguiendo a Mikael Blomkvist. Algo que no formaba parte de las instrucciones. No obstante, ya en Lбngholmsgatan, perdiу de vista al hombre.

Una de las primeras medidas que Mikael tomу en cuanto supo que su telйfono estaba pinchado fue mandar a Henry Cortez a comprar mуviles de segunda mano. Cortez encontrу una partida de restos de serie del modelo Ericsson Tнo por cuatro cuartos. Mikael abriу anуnimas cuentas de tarjetas prepago en Comviq. El se quedу con uno y el resto lo repartiу entre Malin Eriksson, Henry Cortez, Annika Giannini, Christer Malm y Dragan Armanskij. Los usarнan tan sуlo para las conversaciones que en absoluto deseaban que fueran escuchadas. Las llamadas normales se harнan desde los nъmeros habituales. Eso provocу que todo el mundo tuviera que cargar con dos mуviles.

Al salir del Copacabana Mikael se dirigiу a Millennium, donde Henry Cortez tenнa guardia ese fin de semana. A raнz del asesinato de Zalachenko, Mikael habнa confeccionado una lista de guardias con el objetivo de que la redacciуn no permaneciera vacнa y de que alguien se quedara a dormir allн por las noches. Las guardias las hacнan йl mismo, Henry Cortez, Malin Eriksson y Christer Malm. Lottie Karim, Monica Nilsson y el jefe de marketing, Sonny Magnusson, estaban excluidos. Ni siquiera se lo preguntaron. El miedo que Lottie Karim le tenнa a la oscuridad era de sobra conocido por todos, de modo que ella nunca jamбs habrнa aceptado pasar la noche sola en la redacciуn. Monica Nilsson, en cambio, no le temнa en absoluto a la oscuridad, pero trabajaba como una loca con sus temas y pertenecнa a ese tipo de personas que se van a casa cuando su jornada laboral llega a su fin. Y Sonny Magnusson ya habнa cumplido sesenta y un aсos, no tenнa nada que ver con el trabajo de redacciуn y pronto se irнa de vacaciones.

—їAlguna novedad? —preguntу Mikael.

—Nada especial —dijo Henry Cortez—. Las noticias de hoy sуlo hablan, como no podнa ser de otra manera, del uno de mayo.

Mikael asintiу.

—Voy a quedarme aquн unas cuantas horas. Tуmate la tarde libre y vuelve sobre las nueve de la noche.

En cuando Henry Cortez desapareciу, Mikael se acercу hasta su mesa y sacу su reciйn adquirido mуvil. Llamу a Gotemburgo, al periodista/ra?/ff«ї<? Daniel Olofsson. Millennium llevaba muchos aсos publicando textos de Olofsson y Mikael tenнa una gran confianza en su capacidad periodнstica para recabar material de base para una investigaciуn.

—Hola, Daniel. Soy Mikael Blomkvist. їEstбs libre? —Sн.

—Necesito que alguien me haga un trabajo de investigaciуn. Puedes facturarme cinco dнas, pero no necesito que escribas nada. O, mejor dicho, si te apetece escribir algo sobre el tema no tenemos ningъn problema en publicбrtelo, pero lo que buscamos es sуlo la investigaciуn.

—Shoot.

—Es un poco delicado. Excepto conmigo, no deberбs tratar esto con nadie y sуlo nos comunicaremos a travйs de Hotmail. Ni siquiera quiero que digas que estбs trabajando para Millennium.

—Suena divertido. їQuй andas buscando?

—Quiero que hagas un reportaje sobre el hospital de Sahlgrenska. Lo llamaremos Urgencias y tu cometido serб reflejar la diferencia entre la realidad y la serie de televisiуn. Quiero que visites aquello un par de dнas y que des cumplida cuenta de las labores que se realizan tanto en urgencias como en la UVI. Habla con los mйdicos, las enfermeras, el personal de limpieza y todos los demбs empleados. їCуmo son las condiciones laborales? їQuй hacen? Ese tipo de cosas. Con fotos, por supuesto.

—їLa UVI? —preguntу Olofsson.

—Eso es. Necesito que te centres en los cuidados de los pacientes gravemente heridos del pasillo n C. Quiero saber cуmo son los planos del pasillo, quiйnes trabajan allн, cуmo son y cuбl es su curriculum.

—Mmm —dijo Daniel Olofsson—. Si no me equivoco, el 11 C es donde estб ingresada una tal Lisbeth Salander.

Olofsson no se habнa caнdo de un guindo.

—ЎNo me digas! —exclamу Mikael Blomkvist—. ЎQuй interesante! Averigua en quй habitaciуn se encuentra, cuбl es su rutina diaria y quй es lo que hay en las habitaciones colindantes.

—Mucho me temo que este reportaje va a tratar sobre algo totalmente diferente —le comentу Daniel Olofsson.

—Bueno... Como ya te he dicho, lo ъnico que me interesa es la informaciуn que puedas sacar.

Se intercambiaron las direcciones de Hotmail.

Lisbeth Salander estaba tendida boca arriba, en el suelo de su habitaciуn del Sahlgrenska, cuando Marianne, la enfermera, abriу la puerta.

—Mmm —dijo Marianne, manifestando asн sus dudas sobre los beneficios de tumbarse en el suelo de la UVI. Pero aceptу que era el ъnico sitio que habнa para que la paciente realizara sus ejercicios.

Tras haberse pasado treinta minutos intentando hacer flexiones, estiramientos y abdominales —tal y como le habнa recomendado su terapeuta—, Lisbeth Salander estaba completamente empapada en sudor. Tenнa una tabla con una larga serie de movimientos que debнa realizar a diario para reforzar la musculatura de los hombros y las caderas tras la operaciуn efectuada tres semanas antes. Respiraba con dificultad y no se sentнa en forma: se cansaba enseguida y el hombro le tiraba y le dolнa al menor esfuerzo. No cabнa duda, no obstante, de que estaba mejorando. El dolor de cabeza que la atormentу durante los dнas inmediatamente posteriores a la operaciуn se habнa ido apagando y sуlo se manifestaba de manera esporбdica.

Ella se consideraba de sobra recuperada como para, sin dudarlo ni un segundo, marcharse del hospital o, por lo menos, salir cojeando de allн si fuera posible, lo cual no era el caso. Por una parte, los mйdicos aъn no le habнan dado el alta y, por otra, la puerta de su habitaciуn siempre estaba cerrada con llave y vigilada por un maldito gorila de Securitas que no se movнa de una silla del pasillo.

Lo cierto era que estaba lo bastante bien como para que la trasladaran a una planta de rehabilitaciуn normal. Sin embargo, tras todo tipo de discusiones, la policнa y la direcciуn del hospital acordaron que, de momento, Lisbeth permaneciera en la habitaciуn r8: resultaba fбcil de vigilar, estaba bien atendida y se hallaba situada algo apartada de las demбs habitaciones, al final de un pasillo con forma de «L». Por lo tanto, era mбs sencillo que continuara allн —donde el personal, a raнz del asesinato de Zalachenko, estaba mбs pendiente de la seguridad y ya conocнa el problema de Lisbeth Salander— que trasladarla a otra planta, con todo lo que eso implicaba a la hora de modificar las rutinas diarias.

En cualquier caso, su estancia en el Sahlgrenska era cuestiуn de unas pocas semanas mбs. En cuanto los mйdicos le dieran el alta, serнa trasladada a los calabozos de Kronoberg, Estocolmo, en rйgimen de prisiуn preventiva, hasta que se celebrara el juicio. Y la persona que decidirнa que ese dнa habнa llegado era Anders Jonasson.

Tuvieron que pasar no menos de diez dнas, tras los acontecimientos de Gosseberga, para que el doctor Jonasson permitiera a la policнa realizar un primer interrogatorio en condiciones, algo que, a ojos de Annika Giannini, resultaba estupendo. Lo malo era que Anders Jonasson tambiйn habнa puesto trabas para que la abogada pudiera ver a su dienta, y eso la irritaba sobremanera.

Tras el caos ocasionado a raнz del asesinato de Zalachenko, Jonasson efectuу una evaluaciуn a fondo del estado de Lisbeth Salander y concluyу que, considerando que habнa sido sospechosa de un triple asesinato, debнa de haberse visto expuesta a una gran dosis de estrйs. Anders Jonasson ignoraba si era culpable o inocente, aunque, como mйdico, tampoco tenнa el menor interйs en dar respuesta a esa pregunta. Sуlo constatу que Lisbeth Salander se hallaba sometida a un enorme estrйs. Le habнan pegado tres tiros y una de las balas le penetrу en el cerebro y casi la mata. Tenнa una fiebre que se resistнa a remitir y le dolнa mucho la cabeza.

Habнa elegido jugar sobre seguro. Sospechosa de asesinato o no, ella era su paciente y su trabajo consistнa en velar por su pronta recuperaciуn. Por ese motivo le prohibiу las visitas, cosa que no tenнa nada que ver con la prohibiciуn, jurнdicamente justificada, que habнa dictado la fiscal. Le prescribiу un tratamiento y reposo absoluto.

Como Anders Jonasson consideraba que el aislamiento total de una persona era una forma de castigo tan inhumana que, de hecho, rayaba en la tortura, y que ademбs no resultaba saludable para nadie hallarse separado por completo de sus amistades, decidiу que la abogada de Lisbeth Salander, Annika Giannini, hiciera de amiga en funciones. Jonasson mantuvo una seria conversaciуn con Annika Giannini y le explicу que le concederнa una hora de visita al dнa para que viera a Lisbeth Salander. Durante ese tiempo podrнa conversar con ella o, si asн lo deseaba, permanecer callada y hacerle compaснa. No obstante, las conversaciones no deberнan, en la medida de lo posible, tratar los problemas mundanos de Lisbeth Salander ni sus inminentes batallas legales.

—A Lisbeth Salander le han disparado en la cabeza y estб gravemente herida —remarcу—. Creo que se encuentra fuera de peligro, pero siempre existe el riesgo de que se produzcan hemorragias u otras complicaciones. Necesita descanso y tiempo para curarse. Sуlo despuйs de que eso ocurra podrб empezar a enfrentarse a sus problemas jurнdicos.

Annika Giannini entendiу la lуgica del razonamiento del doctor Jonasson. En las conversaciones de carбcter general que Annika mantuvo con Lisbeth Salander le dio una ligera pista de la estrategia que ella y Mikael habнan diseсado, aunque durante los primeros dнas no tuvo ninguna posibilidad de entrar en detalles: Lisbeth Salander se encontraba tan drogada y agotada que a menudo se dormнa mientras estaban hablando.

Dragan Armanskij examinу la serie de fotos que Christer Malm habнa hecho de los dos hombres que siguieron a Mikael Blomkvist desde el Copacabana. Las imбgenes eran muy nнtidas.

—No —dijo—. No los conozco.

Mikael Blomkvist asintiу con la cabeza. Esa maсana de lunes se hallaban reunidos en Milton Security, en el despacho de Dragan Armanskij. Mikael habнa entrado en el edificio por el garaje.

—Sabemos que el mayor es Gуran Mбrtensson, el propietario del Volvo. Hace al menos una semana que me persigue como si fuera mi mala conciencia, pero es obvio que puede llevar mucho mбs tiempo haciйndolo.

—їY dices que es de la Sдpo?

Mikael seсalу la documentaciуn que habнa reunido sobre la carrera profesional de Mбrtensson. Hablaba por sн sola. Armanskij dudу: la revelaciуn de Blomkvist le habнa producido sentimientos encontrados.

Cierto: los policнas secretos del Estado siempre metнan la pata. Ese era el orden normal de las cosas, no sуlo en la Sдpo sino tambiйn, probablemente, en todos los servicios de inteligencia del planeta. ЎPor el amor de Dios, si hasta la policнa secreta francesa mandу un equipo de buceadores a Nueva Zelanda para hacer estallar el Rainbow Warrior, el barco de Greenpeace! Algo que sin duda habнa que considerar como la operaciуn de inteligencia mбs estъpida de la historia mundial, exceptuando, tal vez, el robo del presidente Nixon en el Watergate. Con una cadena de mando tan idiota no era de extraсar que se produjeran escбndalos. Los йxitos nunca salen a la luz, claro... En cambio, en cuanto la policнa secreta hacнa algo inadecuado, cometнa alguna estupidez o fracasaba, los medios de comunicaciуn se le echaban encima y lo hacнan con toda la sabidurнa que dan los conocimientos obtenidos a toro pasado.

Armanskij nunca habнa entendido la relaciуn que los medios de comunicaciуn suecos mantenнan con la Sдpo.

Por una parte, la Sдpo era considerada una magnнfica fuente: casi cualquier precipitada tonterнa polнtica ocasionaba llamativos titulares. La Sдpo sospecha que... Una declaraciуn de la Sдpo constituнa una fuente de gran importancia para un titular.

Pero, por otra, tanto los medios de comunicaciуn como los polнticos de distinto signo se dedicaban a ejecutar con todas las de la ley a los miembros de la Sдpo que eran pillados espiando a los ciudadanos suecos. Allн habнa algo tan contradictorio que, en mбs de una ocasiуn, Armanskij habнa podido constatar que ni los polнticos ni los medios de comunicaciуn estaban bien de la cabeza.



  

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