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Segunda parte 4 страница



—De acuerdo.

—їPor quй lo preguntas? їHa pasado algo? —No, no ha pasado nada. Es sуlo que no llego a comprenderla.


Capнtulo 10

Sбbado, 7 de mayo — Jueves, 12 de mayo

 

Mikael Blomkvist apartу la carpeta con la investigaciуn que le habнa enviado clfreelance Daniel Olofsson desde Gotemburgo. Pensativo, mirу por la ventana y se puso a contemplar el trasiego de gente que pasaba por Gуtgatan. Era una de las cosas que mбs le gustaban de su despacho. Gуtgatan estaba llena de vida las veinticuatro horas del dнa y cuando se sentaba junto a la ventana nunca se sentнa del todo aislado o solo.

Sin embargo, se sentнa estresado a pesar de no tener ningъn asunto urgente entre manos. Habнa seguido trabajando obstinadamente en esos textos con los que tenнa intenciуn de llenar el nъmero veraniego de Millennium, pero al final se habнa dado cuenta de que el material era tan abundante que ni siquiera un nъmero temбtico serнa suficiente. Le estaba sucediendo lo mismo que con el caso Wennerstrцm, asн que optу por publicar los textos en forma de libro. Ya tenнa material para algo mбs de ciento cincuenta pбginas, pero calculaba que podrнa llegar a trescientas o trescientas cincuenta.

Lo mбs sencillo ya estaba: habнa descrito los asesinatos de Dag Svensson y Mia Bergman y dado cuenta de las circunstancias que lo llevaron a descubrir sus cuerpos. Habнa explicado por quй Lisbeth Salander se convirtiу en sospechosa. Dedicу un capнtulo entero de treinta y siete pбginas a fulminar, por una parte, todo lo que la prensa habнa escrito sobre Lisbeth y, por otra, al fiscal Richard Ekstrцm y, de forma indirecta, toda la investigaciуn policial. Tras una madura reflexiуn, habнa suavizado la crнtica dirigida tanto a Bublanski como a sus colegas. Lo hizo despuйs de haber estudiado el vнdeo de una rueda de prensa de Ekstrцm en la que resultaba evidente que Bublanski se encontraba sumamente incуmodo y manifiestamente descontento con las precipitadas conclusiones de Ekstrцm.

Tras la inicial descripciуn de los dramбticos acontecimientos, retrocediу en el tiempo hasta la llegada de Zalachenko a Suecia, la infancia de Lisbeth Salander y todo el cъmulo de circunstancias que la llevу a ser recluida en la clнnica Sankt Stefan de Uppsala. Se esmerу mucho en cargarse por completo las figuras del doctor Peter Teleborian y la del fallecido Gunnar Bjцrck. Incluyу el informe psiquiбtrico forense de 1991 y explicу las razones por las que Lisbeth Salander se habнa convertido en una amenaza para esos anуnimos funcionarios del Estado que se encargaban de proteger al desertor ruso. Reprodujo gran parte de la correspondencia mantenida entre Teleborian y Bjцrck.

Luego revelу la nueva identidad de Zalachenko y su actividad como gбnster a tiempo completo. Hablу del colaborador Ronald Niedermann, del secuestro de Miriam Wu y de la intervenciуn de Paolo Roberto. Por ъltimo, resumiу el desenlace de la historia de Gosseberga, donde Lisbeth Salander fue enterrada viva tras recibir un tiro en la cabeza, y explicу los motivos de la inъtil y absurda muerte de un agente de policнa cuando Niedermann, en realidad, ya habнa sido capturado.

A partir de ahн el relato avanzaba con mбs lentitud. El problema de Mikael era que la historia seguнa presentando considerables lagunas: Gunnar Bjцrck no habнa actuado solo; tenнa que existir un grupo mбs grande, influyente y con recursos detrбs de todo lo ocurrido. Cualquier otra cosa serнa absurda. Pero al final llegaba a la conclusiуn de que el denigrante y abusivo trato que le habнan dispensado a Lisbeth Salander no podrнa haber sido autorizado por el gobierno ni por la Direcciуn de la Policнa de Seguridad. Tras esa conclusiуn no se escondнa una desmedida confianza en los poderes del Estado sino su fe en la naturaleza humana. Si hubiera tenido una base polнtica, una operaciуn de ese calibre nunca podrнa haberse mantenido en secreto: alguien habrнa tenido que arreglar cuentas pendientes con alguien y se habrнa ido de la lengua, tras lo cual ya harнa muchos aсos que los medios de comunicaciуn habrнan descubierto el caso Salander.

Se imaginaba al club de Zalachenko como un reducido y anуnimo grupo de activistas. Sin embargo, el problema era que no podнa identificar a ninguno de ellos, aparte de, posiblemente, a Gуran Mбrtensson, de cuarenta aсos, policнa con cargo secreto que se dedicaba a seguir a Mikael Blomkvist.

La idea era que el libro estuviera terminado e impreso para estar en la calle el mismo dнa en el que se iniciara el juicio contra Lisbeth Salander. Christer Malm y йl tenнan en mente una ediciуn de bolsillo, que se entregarнa plastificada junto con el nъmero especial de verano de Millennium y que se venderнa a un precio mбs alto del habitual. Habнa repartido una serie de tareas entre Henry Cortez y Malin Eriksson, que tendrнan que producir textos sobre la historia de la policнa de seguridad, el caso IB y temas similares.

Ya estaba claro que iba a haber un juicio contra Lisbeth Salander.

El fiscal Richard Ekstrцm habнa dictado auto de procesamiento por graves malos tratos en el caso de Magge Lundin y por graves malos tratos o, en su defecto, intento de homicidio en el caso de Karl Axel Bodin, alias Alexander Zalachenko.

Aъn no se habнa fijado la fecha de la vista, pero, gracias a unos colegas de profesiуn, Mikael se habнa enterado de que Ekstrцm estaba preparando el juicio para el mes de julio, aunque eso dependнa del estado de salud de Lisbeth Salander. Mikael entendiу la intenciуn: un juicio en pleno verano siempre despierta menos atenciуn que uno en otras йpocas del aсo.

Arrugу la frente y mirу por la ventana de su despacho.

Todavнa no ha terminado: la conspiraciуn contra Lisbeth Salander continъa. Es la ъnica manera de explicar los telйfonos pinchados, que atacaran a Annika, el robo del informe sobre Salander de 1991. Y, tal vez, el asesinato de Zalachenko.

Pero no tenнa pruebas.

Tras consultar a Malin Eriksson y Christer Malm, Mikael tomу la decisiуn de que la editorial de Millennium tambiйn publicarнa, antes del juicio, el libro de Dag Svensson sobre el traffickjng. Era mejor presentar todo el lote a la vez, y no habнa razуn alguna para esperar. Todo lo contrario: el libro no despertarнa el mismo interйs en ningъn otro momento. Malin era la principal responsable de la ediciуn final del libro de Dag Svensson, mientras que Henry Cortez ayudaba a Mikael a redactar el del caso Salander. De ese modo, Lottie Karim y Christer Malm (este ъltimo en contra de su voluntad) pasaban a ser temporales secretarios de redacciуn de Millennium y Monica Nilsson se convertнa en la ъnica reportera disponible. La consecuencia de este incremento en la carga de trabajo fue que toda la redacciуn anduviera de culo y que Malin Eriksson se viera obligada a contratar a numerosos periodistasfreelance para producir textos. Temнan que les saliera caro, pero no les quedу otra elecciуn.

Mikael anotу en un postit amarillo que tenнa que aclarar el tema de los derechos de autor con la familia de Dag Svensson. Habнa averiguado que sus padres vivнan en Orebro y que eran los ъnicos herederos. En la prбctica, no necesitaba ningъn permiso para publicar el libro en nombre de Dag Svensson, pero, en cualquier caso, tenнa la intenciуn de ir a Orebro, hacerles una visita y obtener su consentimiento. Lo habнa ido aplazando porque habнa estado demasiado ocupado, pero ya era hora de resolver ese detalle.

Luego sуlo quedaban otros cientos de detalles. Algunos de ellos concernнan a la cuestiуn del enfoque que le iba a dar a la figura de Lisbeth Salander en los textos. Para poder determinarlo de manera definitiva debнa hablar con ella personalmente para que le permitiera contar toda la verdad o, por lo menos, una parte. Pero esa conversaciуn privada no se llegarнa a mantener, ya que Lisbeth Salander se encontraba detenida y tenнa prohibidas las visitas.

En ese aspecto tampoco Annika Giannini era de gran ayuda. Ella seguнa a rajatabla el reglamento vigente y no tenнa intenciуn de hacerle a su hermano de chica de los recados llevбndole y trayйndole mensajes secretos. Annika tampoco contaba nada de lo que trataba con su dienta, a excepciуn de los detalles que se referнan a la conspiraciуn maquinada contra ella, con los que Annika necesitaba ayuda. Resultaba frustrante pero correcto. Por lo tanto, Mikael no tenнa ni idea de si Lisbeth le habнa revelado a Annika que su ex administrador la habнa violado y que ella se habнa vengado tatuбndole un llamativo mensaje en el estуmago. Mientras Annika no sacara el tema, Mikael tampoco lo harнa.

Pero lo que constituнa un verdadero problema era, sobre todo, el aislamiento de Lisbeth Salander. Ella era una experta informбtica y una hacker, cosa que Mikael conocнa pero Annika no. Mikael le habнa hecho a Lisbeth la promesa de que nunca revelarнa su secreto. Y la habнa cumplido. El ъnico inconveniente estaba en que ahora йl sentнa la imperiosa necesidad de recurrir a las habilidades de Lisbeth Salander.

Asн que tenнa que ponerse en contacto con ella como fuera.

Suspirу, abriу nuevamente la carpeta de Daniel Olofsson y sacу dos papeles. Uno era un extracto del registro de pasaportes en el que figuraba un tal Idris Ghidi, nacido en 1950. Se trataba de un hombre con bigote, tez morena y pelo negro con canas en las sienes.

El otro documento contenнa el resumen que habнa hecho Daniel Olofsson sobre la vida de Idris Ghidi.

Ghidi era un refugiado kurdo de Irak. Daniel Olofsson habнa buscado bastante mбs informaciуn sobre Idris Ghidi que sobre ningъn otro empleado. La explicaciуn de esa descompensaciуn informativa residнa en que, durante un tiempo, Idris Ghidi habнa despertado la atenciуn de los medios de comunicaciуn, por lo que su nombre figuraba en varios textos de la hemeroteca.

Nacido en 1950 en la ciudad de Mosul, al norte de Irak, hizo la carrera de ingenierнa y participу en el gran salto econуmico que se produjo en el paнs en los aсos setenta. En 1984 empezу a trabajar como profesor de tйcnicas de construcciуn en el instituto de bachillerato de Mosul. No era conocido como activista polнtico. Sin embargo, era kurdo y, por tanto, un criminal en potencia en el Irak de Sadam Hussein. En octubre de 1987 el padre de Idris Ghidi fue detenido, sospechoso de ser un activista kurdo. No se daban mбs detalles sobre la naturaleza exacta del delito. Lo ejecutaron, probablemente en enero de 1988, acusado de traicionar a la patria. Dos meses mбs tarde, la policнa secreta iraquн fue a buscar a Idris Ghidi cuando acababa de empezar una clase sobre la resistencia de materiales en la construcciуn de puentes. Lo llevaron a una cбrcel de las afueras de Mosul donde, durante once meses, fue sometido a prolongadas torturas con el ъnico objetivo de hacerle confesar. A Idris Ghidi nunca le quedу muy claro quй era lo que debнa confesar, de modo que las torturas continuaron.

En marzo de 1989, un tнo de Idris Ghidi pagу una cantidad de dinero equivalente a unas cincuenta mil coronas suecas al lнder local del Partido Baath, algo que se considerу suficiente recompensa por el daсo que habнa ocasionado Idris Ghidi al Estado iraquн. Lo soltaron dos dнas mбs tarde y se lo entregaron a su tнo. En el momento de la liberaciуn pesaba treinta y nueve kilos y era incapaz de andar. Antes de liberarlo, le destrozaron la cadera izquierda con un mazo para que en el futuro no anduviera por ahн haciendo tonterнas.

Idris Ghidi se debatiу entre la vida y la muerte durante varias semanas. Un tiempo despuйs, cuando ya estaba bastante recuperado, su tнo lo trasladу a la granja de un pueblo situado a unos sesenta kilуmetros de Mosul. Durante el verano fue cogiendo fuerzas hasta que reuniу las suficientes para volver a aprender a andar, aunque con la ayuda de unas muletas. Tenнa muy claro que no se recuperarнa del todo. Su ъnica duda era quй iba a hacer en el futuro. De repente, un dнa de agosto, le informaron de que sus dos hermanos habнan sido detenidos por la policнa secreta. Nunca los volverнa a ver. Suponнa que se hallarнan enterrados bajo algъn montуn de tierra en las afueras de Mosul. En septiembre, su tнo se enterу de que la policнa de Sadam Hussein lo estaba buscando de nuevo. Fue entonces cuando Idris Ghidi tomу la decisiуn de ir a ver a uno de esos parбsitos anуnimos que, a cambio de una recompensa equivalente a unas treinta mil coronas, lo llevу al otro lado de la frontera con Turquнa y, de allн, con la ayuda de un pasaporte falso, a Europa.

Idris Ghidi aterrizу en Suecia, en el aeropuerto de Arlanda, el 19 de octubre de 1989. No sabнa ni una palabra de sueco, pero le habнan dado instrucciones para que se dirigiera a la policнa del control de pasaportes y solicitara asilo polнtico de inmediato, cosa que hizo en un defectuoso inglйs. Fue trasladado a un centro de refugiados polнticos de Upplands-Vбsby, donde pasу los dos aсos siguientes, hasta que la Direcciуn General de Inmigraciуn decidiу que Idris Ghidi carecнa de suficientes razones de peso para que le fuera concedido el permiso de residencia.

A esas alturas, Ghidi ya habнa aprendido sueco y recibido asistencia mйdica por su maltrecha cadera. Lo habнan operado dos veces y podнa desplazarse sin muletas. Mientras tanto, en Suecia, tuvo lugar el debate de Sjуbo, surgido a raнz de que los gobernantes de ese municipio se hubieran negado a recibir emigrantes, varios centros de acogida de refugiados polнticos fuesen objeto de atentados y Bert Karlsson fundara el partido polнtico Nueva Democracia.

Que Idris Ghidi figurara en la hemeroteca se debнa, en concreto, a que, a ъltima hora, consiguiу un nuevo abogado que se dirigiу a los medios de comunicaciуn para explicar su situaciуn. Otros kurdos establecidos en Suecia se comprometieron con el caso, entre ellos algunos miembros de la combativa familia Baksi. Se convocaron reuniones de protesta y se redactaron varias peticiones a la ministra de Inmigraciуn Birgit Friggebo. Todo esto recibiу tanta atenciуn mediбtica que la Direcciуn General de Inmigraciуn cambiу de parecer y Ghidi obtuvo el permiso de residencia y de trabajo en el Reino de Suecia. En enero de 1992 abandonу el centro de refugiados de Upplands-Vбsby como un hombre libre.

Tras su salida del centro de refugiados empezу una nueva etapa: debнa encontrar un empleo al tiempo que continuaba yendo a fisioterapia por su cadera. Idris Ghidi no tardу en descubrir que el hecho de ser un ingeniero tйcnico bien preparado, con un buen expediente y muchos aсos de experiencia, no significaba absolutamente nada. Durante los siguientes aсos trabajу como repartidor de periуdicos, lavaplatos, limpiador y taxista. Tuvo que dejar el empleo de repartidor por algo tan simple como que no podнa subir y bajar escaleras al ritmo que se le exigнa. Le gustaba ser taxista excepto por dos cosas: desconocнa por completo el plano de las calles y carreteras de la regiуn de Estocolmo y era incapaz de permanecer mбs de una hora quieto en la misma posiciуn sin que el dolor de cadera se hiciera insufrible.

En el mes de mayo de 1998, Idris Ghidi se mudу a Gotemburgo. La razуn fue que un familiar lejano se compadeciу de йl y le ofreciу un empleo fijo en una empresa de limpieza. A Idris Ghidi le resultaba imposible trabajar a jornada completa, asн que le dieron un puesto a media jornada como encargado de un equipo de limpieza del hospital de Sahlgrenska con el que la empresa tenнa una contrata. Su trabajo era fбcil y rutinario y consistнa en fregar suelos, seis dнas por semana, en una serie de pasillos, entre ellos el 11 C.

Mikael Blomkvist leyу el resumen de Daniel Olofsson y examinу el retrato de Idris Ghidi que aparecнa en el registro de pasaportes. Luego entrу en la hemeroteca y descargу varios de los artнculos utilizados por Olofsson para su resumen. Los leyу con mucha atenciуn y se quedу reflexionando durante un buen rato. Encendiу un cigarrillo: con Erika Berger fuera, la prohibiciуn de fumar en la redacciуn no habнa tardado en ablandarse. Henry Cortez tenнa incluso —ostensiblemente— un cenicero sobre su mesa.

Por ъltimo, Mikael sacу la hoja que Daniel Olofsson habнa redactado sobre el doctor Anders Jonasson. La leyу con unos pliegues en la frente de lo mбs profundos.

El lunes, Mikael Blomkvist no vio el coche con la matrнcula KAB y no tuvo la sensaciуn de que lo estuvieran siguiendo pero, aun asн, decidiу jugar sobre seguro cuando, desde Akademibokhandeln, se dirigiу a la entrada lateral de los grandes almacenes NK, por donde accediу, para a continuaciуn salir por la puerta principal; harнa falta ser un superhombre para poder vigilar a una persona dentro de NK. Apagу sus dos mуviles y pasу por el centro comercial Gallerian hasta la plaza de Gustaf Adolf, llegу hasta el edificio del Riksdag y entrу en Gamla Stan. Por lo que pudo ver, nadie lo estaba siguiendo. Se fue metiendo por algunas pequeсas y estrechas calles y dando grandes rodeos hasta que llegу a la direcciуn correcta y llamу a la puerta de la editorial Svartvitt.

Eran las dos y media de la tarde. Mikael llegу sin previo aviso, pero allн estaba el redactor Kurdo Baksi, a quien se le iluminу la cara cuando descubriу a Mikael Blomkvist.

—ЎHombre, mira quiйn ha venido! —exclamу Kurdo Baksi cariсosamente—. Ya nunca vienes a verme.

—їAh, no? їY quй es lo que estoy haciendo ahora? —dijo Mikael.

—Ya, pero han pasado por lo menos tres aсos desde la ъltima vez.

Se estrecharon la mano.

Mikael Blomkvist conocнa a Kurdo Baksi desde los aсos ochenta. El fue una de las personas que le echу una mano a Kurdo cuando йste empezу a sacar su revista Svartvitt haciendo fotocopias clandestinas por la noche en las oficinas del sindicato LO. Kurdo fue pillado in fraganti por Per-Erik Бstrуm, por aquel entonces secretario de investigaciуn de LO, quien aсos mбs tarde se convertirнa en cazador de pedуfilos y prestarнa sus servicios a la asociaciуn de ayuda a la infancia Rбdda Barnen. Una noche, ya tarde, Бstrуm entrу en la sala de la fotocopiadora y se encontrу con un cabizbajo Kurdo Baksi junto a montones de pбginas del primer nъmero de Svartvitt. Бstrуm le echу un vistazo a la pйsimamente maquetada portada y dijo que con esa puta pinta la revista no iba a ningъn sitio. Luego diseсу el logotipo que figurarнa en la cabecera de Svartvitt durante quince aсos, hasta que la revista pasу a mejor vida y se convirtiу en la editorial Svartvitt. Por esa йpoca, Mikael estaba atravesando un horrible perнodo como informador del gabinete de prensa de LO: su ъnica experiencia en el mundo de los informadores. Per-Erik Бstrуm lo convenciу para que corrigiera las pruebas y ayudara a Kurdo a editar Svartvitt. A partir de ese momento, Kurdo Baksi y Mikael Blomkvist se hicieron amigos.

Mikael Blomkvist se sentу en un sofб mientras Kurdo Baksi iba a por cafй a la mбquina del pasillo. Estuvieron charlando un rato de todo un poco, tal y como sucede cuando pasas mucho tiempo sin ver a un amigo, pero fueron interrumpidos una y otra vez porque el mуvil de Kurdo no parу de sonar y йl no hacнa mбs que mantener breves conversaciones telefуnicas en kurdo o posiblemente turco o бrabe o alguna otra lengua que Mikael no entendнa. Cada vez que Mikael visitaba la editorial Svartvitt se repetнa la misma historia: la gente llamaba de todo el mundo para hablar con Kurdo.

—Querido Mikael: te veo preocupado. їQuй te pasa? —acabу preguntando Kurdo.

—їPuedes apagar el mуvil durante cinco minutos para que hablemos tranquilos?

Kurdo apagу el telйfono.

—Vale... necesito que me hagas un favor. Un importante y urgente favor... Y el tema no puede salir de esta habitaciуn.

—Tъ dirбs.

—En 1989 un refugiado kurdo llamado Idris Ghidi llegу a Suecia procedente de Irak. Cuando estaba a punto de ser extraditado, tu familia le ayudу, gracias a lo cual consiguiу el permiso de residencia. No sй si fue tu padre u otro miembro de tu familia.

—Fue mi tнo, Mahmut Baksi. Conozco a Idris. їQuй le pasa?

—En la actualidad trabaja en Gotemburgo. Necesito que me haga un trabajo sencillo. Pagado, claro.

—їQuй tipo de trabajo? —Kurdo: їtъ confнas en mн? —Por supuesto. Somos amigos.

—El trabajo que necesito que haga es algo peculiar. Muy peculiar. No quiero contarte en quй consiste, pero te aseguro que no se trata de nada ilegal o que os vaya a crear problemas a ti o a Idris Ghidi.

Kurdo Baksi observу atentamente a Mikael Blomkvist.

—Entiendo. Y no quieres contarme de quй se trata.

—Cuanta menos gente lo sepa, mejor. Lo que necesito es que le hables a Idris de mн para que estй dispuesto a escuchar lo que tengo que decirle.

Kurdo reflexionу un momento. Luego se acercу a su mesa y abriу una agenda. Tardу poco tiempo en encontrar el nъmero de Idris Ghidi. Acto seguido levantу el auricular. La conversaciуn se mantuvo en kurdo y, a juzgar por la expresiуn del rostro de Kurdo, se iniciу con las habituales frases de saludo y cortesнa. Luego se puso serio y le explicу la razуn de su llamada.

—їCuбndo quieres verlo?

—Si es posible, el viernes por la tarde. Pregъntale si puedo ir a su casa.

Kurdo siguiу hablando un ratito mбs antes de despedirse y colgar.

—Idris Ghidi vive en Angered —dijo Kurdo Baksi—. їTienes la direcciуn?

Mikael asintiу.

—El viernes llegarб a casa sobre las cinco de la tarde. Estarб encantado de recibirte.

—Gracias, Kurdo —respondiу Mikael.

—Trabaja en el hospital de Sahlgrenska como limpiador —apostillу Kurdo Baksi.

—Ya lo sй —contestу Mikael.

—Bueno, no he podido evitar leer en los periуdicos que estбs implicado en esa historia de Salander. —Correcto.

—Le pegaron un tiro. —Eso es.

—Tengo entendido que estб ingresada en el Sahlgrenska.

—Tambiйn es correcto.

Kurdo Baksi tampoco se habнa caнdo de un guindo.

Comprendiу que Mikael Blomkvist estaba tramando algo; era su especialidad. Conocнa a Mikael desde la dйcada de los ochenta. Nunca habнan sido amigos нntimos, pero siempre se habнan llevado bien y cada vez que Kurdo le pedнa un favor ahн estaba Mikael. En todos esos aсos se habнan tomado alguna que otra cerveza juntos si habнan coincidido en alguna fiesta o en algъn bar.

—їMe vas a involucrar en algo que deberнa saber? —preguntу Kurdo.

—No te voy a involucrar en nada. Tu ъnico papel ha sido el de hacerme el favor de presentarme a uno de tus amigos. Y repito: no le voy a pedir a Idris que haga nada ilegal.

Kurdo asintiу. Eso le bastaba. Mikael se levantу. —Te debo una.

—Hoy por ti, maсana por mн —dijo Kurdo Baksi.

Henry Cortez colgу el telйfono y empezу a hacer tanto ruido al tamborilear con los dedos en el borde de la mesa que Monica Nilsson, molesta, arqueу una ceja y le clavу la mirada. Ella constatу que йl se encontraba profundamente absorto en sus pensamientos. Se sentнa algo irritada por todo en general, pero decidiу no pagarlo con йl.

Monica Nilsson sabнa que Blomkvist andaba chismorreando con Cortez, Malin Eriksson y Christer Malm sobre la historia de Salander, mientras que de ella y de Lottie Karim se esperaba que se encargaran del trabajo duro para el prуximo nъmero de una revista que se habнa quedado sin directora desde que Erika se marchу.

Malin era bastante buena, pero no tenнa la experiencia ni el peso de Erika Berger. Y Cortez no era mбs que un niсato.

La irritaciуn de Monica Nilsson no se debнa a que se sintiera excluida o a que ella quisiera el trabajo que hacнan ellos: nada mбs lejos de la realidad. Su misiуn consistнa en cubrir la informaciуn relativa al gobierno, al Riksdag y a las direcciones generales. Era un trabajo con el que se encontraba a gusto y que controlaba a la perfecciуn. Ademбs, andaba muy liada con otros encargos, como el de escribir una columna semanal para una revista sindical, diversos trabajos de voluntaria para Amnistнa Internacional y algunas cosas mбs. Eso era incompatible con ser redactora jefe de Millennium, lo cual significaba trabajar doce horas diarias como mнnimo y sacrificar los fines de semana y los dнas festivos.

Sin embargo, tenнa la sensaciуn de que algo habнa cambiado en Millennium. De repente la revista le resultaba extraсa. Y no podнa precisar con exactitud quй era lo que estaba mal.

Mikael Blomkvist continuaba siendo tan irresponsable como siempre, desaparecнa en sus misteriosos viajes e iba y venнa como le daba la gana. Cierto: era copropietario de Millennium y podнa decidir lo que querнa hacer, pero, joder, algo de responsabilidad se le podнa pedir, їno?

Christer Malm era el otro copropietario y resultaba mбs o menos igual de ъtil que cuando estaba de vacaciones. Se trataba sin duda de una persona inteligente y, ademбs, habнa asumido el puesto de jefe cuando Erika se hallaba de vacaciones u ocupada con otras historias, pero lo que йl hacнa era mбs bien llevar a cabo lo que otras personas ya habнan decidido. Era brillante en todo lo relacionado con el diseсo grбfico y la maquetaciуn, pero completamente retrasado cuando se trataba de planificar una revista.

Monica Nilsson frunciу el ceсo.

No, estaba siendo injusta; lo que la sacaba de quicio era que algo habнa ocurrido en la redacciуn: Mikael trabajaba con Malin y Henry y, en cierto modo, todos los demбs se habнan quedado fuera. Habнan creado su propio cнrculo y se encerraban en el despacho de Erika... de Malin, y salнan todos callados. Con Erika la revista siempre habнa sido un colectivo. Monica no entendнa quй era lo que habнa ocurrido, aunque sн que la hubieran dejado al margen.

Mikael trabajaba en la historia de Salander y no soltaba prenda. Algo que, por otra parte, era lo mбs normal: tampoco dijo ni mu sobre el reportaje de Wennerstrцm -—ni siquiera a Erika—, pero esta vez tenнa a Malin y Henry como confidentes.

En fin, que Monica estaba irritada. Necesitaba unas vacaciones. Necesitaba cambiar de aires. Vio a Henry Cortez ponerse la americana de pana.

—Voy a salir un rato —le comentу—. Dile a Malin que estarй fuera un par de horas.

—їQuй pasa?

—-Creo que tengo una buena historia. Muy buena. Sobre inodoros. Quiero comprobar algunos detalles, pero, si todo sale bien, el nъmero de junio tendrб un buen reportaje.

—їInodoros? —preguntу Monica Nilsson, siguiйndolo con la mirada.

Erika Berger apretу los dientes y, lentamente, dejу en la mesa el texto sobre el inminente juicio contra Lisbeth Salander. Se trataba de un texto corto, a dos columnas, que aparecerнa en la pбgina cinco con las noticias nacionales. Se quedу mirбndolo un minuto y frunciу los labios. Eran las tres y media del jueves. Llevaba doce dнas trabajando en el SMP. Cogiу el telйfono y llamу al jefe de Noticias Anders Holm.

—Hola. Soy Berger. їPuedes buscarme al reportero Johannes Frisk y traйrmelo al despacho ahora mismo?

Colgу y esperу pacientemente hasta que Holm entrу en el cubo de cristal con paso tranquilo y despreocupado seguido de Johannes Frisk. Erika consultу su reloj.

—Veintidуs —dijo.

—їQuй? —preguntу Holm.

—Veintidуs minutos. Has tardado veintidуs minutos en levantarte de la mesa, caminar quince metros hasta la de Johannes Frisk y arrastrar tus pies hasta aquн.

—-No me has dicho que fuera urgente. Estoy bastante ocupado...

—No te he dicho que no fuera urgente. Te he dicho que buscaras a Johannes Frisk y que vinieras a mi despacho inmediatamente y cuando yo digo inmediatamente es inmediatamente, no esta noche ni la prуxima semana ni cuando a ti te plazca levantar el culo de la silla.

—Oye, me parece que...

—Cierra la puerta.

Erika esperу hasta que Anders Holm hubo cerrado la puerta. Lo examinу en silencio. Sin duda, era un jefe de Noticias muy competente y su papel consistнa en asegurarse de que el SMP se llenara cada dнa con los textos adecuados, redactados de modo comprensible y presentados en el orden y con el espacio estipulados en la reuniуn matutina. En consecuencia, Anders Holm tenнa cada dнa entre sus manos una tremenda cantidad de tareas con las cuales hacнa malabarismos sin que ninguna de ellas se le cayera.

El problema de Anders Holm era que ignoraba de forma sistemбtica las decisiones tomadas por Erika Berger. Durante esas dos semanas ella habнa tratado de encontrar una fуrmula para colaborar con йl: habнa razonado amablemente, habнa probado a darle уrdenes directas, lo habнa animado a que se replanteara las cosas por sн mismo. Lo habнa intentado todo para que йl entendiera cуmo querнa ella que fuera el periуdico.

Sin ningъn resultado.

El texto que ella rechazaba por la tarde acababa, a pesar de todo, yendo a la imprenta por la noche, en cuanto ella se iba a casa. «Se nos cayу un texto y nos quedу un hueco que tenнa que llenar con algo.»

El titular que Erika habнa decidido se veнa, de pronto, ignorado y sustituido por otro completamente distinto. Y no era que la elecciуn resultara siempre errуnea, pero se llevaba a cabo sin consultar con ella. Y se hacнa de forma ostensiva y desafiante.

Siempre se trataba de pequeсos detalles. La reuniуn de la redacciуn prevista para las 14.00 se adelantaba de repente a las 13.50 sin que nadie se lo comunicara, de manera que, cuando ella llegaba, ya se habнan tomado casi todas las decisiones. «Lo siento... entre una cosa y otra se me pasу avisarte.»

Por mucho que lo intentara, Erika Berger no alcanzaba a entender el motivo por el que Anders Holm habнa adoptado esa actitud hacia ella, pero constatу que ni las distendidas conversaciones ni las reprimendas en tono amable surtнan efecto. Hasta ahora siempre habнa preferido no discutir delante de los otros colaboradores de la redacciуn e intentar dejar su irritaciуn para las conversaciones privadas. Eso no habнa dado ningъn fruto, asн que ya iba siendo hora de expresarse con mayor claridad, esta vez ante el colaborador Johannes Frisk, algo que garantizaba que el contenido de la conversaciуn se extendiera por toda la redacciуn.



  

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