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Segunda parte 2 страница



Armanskij no tenнa nada en contra de la existencia de la Sдpo: alguien debнa encargarse de que ninguno de esos chalados nacionalbolcheviques que se habнan pasado la vida leyendo a Bakunin —o a quien diablos leyeran esos chalados neonazis— fabricara una bomba de fertilizantes y petrуleo y la colocara en una furgoneta ante las mismas puertas de Rosenbad. De modo que la Sдpo era necesaria y Armanskij consideraba que, mientras el objetivo fuera proteger la seguridad general de los ciudadanos, un poco de espionaje a pequeсa escala no tenнa por quй ser siempre tan negativo.

El problema residнa, por supuesto, en que una organizaciуn cuya misiуn consistнa en espiar a sus propios compatriotas debнa ser sometida al mбs estricto control pъblico y tener una transparencia constitucional excepcionalmente alta. Lo que sucedнa con la Sдpo era que tanto a los polнticos como a los parlamentarios les resultaba casi imposible ejercer ese control, ni siquiera cuando el primer ministro nombrу una comisiуn especial que, sobre el papel, tendrнa autorizaciуn para acceder a todo cuanto deseara. A Armanskij le habнan dejado el libro de Cari Lidbom Una misiуn y lo leyу con creciente asombro: en Estados Unidos habrнan arrestado en el acto a una decena de miembros destacados de la Sдpo por obstrucciуn a la justicia y los habrнan obligado a comparecer ante el Congreso para someterse a un interrogatorio pъblico. En Suecia, al parecer, eran intocables.

El caso Lisbeth Salander ponнa en evidencia que algo estaba podrido en la organizaciуn, pero cuando Mikael Blomkvist fue a ver a Armanskij para darle un mуvil seguro, la primera reacciуn de йste fue pensar que Blomkvist se habнa vuelto paranoico. Fue al enterarse de los detalles y examinar las fotos de Christer Malm cuando no tuvo mбs remedio que aceptar que las sospechas de Blomkvist tenнan un fundamento. Algo que no presagiaba nada bueno, sino que mбs bien daba a entender que la conspiraciуn de la que fue objeto Lisbeth Salander, hacнa ya quince aсos, no habнa sido una casualidad.

Simplemente, habнa demasiadas coincidencias para que fuera fruto del azar. Era posible que Zalachenko hubiera sido asesinado por un fanбtico de la justicia. Pero no en el mismo momento en que tanto a Annika Giannini como a Mikael Blomkvist les robaban los documentos sobre los que se basaban las pruebas del caso. Un autйntico desastre. Y, por si fuera poco, Gunnar Bjцrck, el principal testigo, va y se ahorca.

—Vale —dijo Armanskij mientras reunнa la documentaciуn de Mikael—. їTe parece bien, entonces, que le lleve todo esto a mi contacto?

—Siempre y cuando se trate de alguien de confianza.

—Sй que es una persona con un gran sentido de la йtica y una vida impecablemente democrбtica.

—їEn la Sдpo? —preguntу Mikael Blomkvist con una evidente duda en la voz.

—Tenemos que ponernos de acuerdo. Tanto Holger Palmgren como yo hemos aceptado tu plan y vamos a colaborar contigo. Pero te aseguro que solos no podemos actuar. Habrб que buscar aliados dentro de la administraciуn si no queremos que esto acabe mal.

—De acuerdo —dijo Mikael a regaсadientes—. Estoy demasiado acostumbrado a esperar a que Millennium estй en la calle para desentenderme de un tema. Nunca he dado informaciуn sobre una historia antes de haberla publicado.

—Pues con йsta ya lo has hecho. No sуlo me lo has contado a mн, sino tambiйn a tu hermana y a Palmgren. Mikael asintiу.

—Y lo has hecho porque incluso tъ te has dado cuenta de que este asunto va mucho mбs allб de unos titulares en tu revista. En este caso no eres un periodista objetivo sino un personaje que influye en el desarrollo de los acontecimientos.

Mikael moviу afirmativamente la cabeza.

—Y, como tal, necesitas ayuda para lograr lo que te has propuesto.

Mikael volviу a asentir. De todos modos, no les habнa contado toda la verdad ni a Armanskij ni a Annika Giannini. Seguнa guardando secretos que sуlo compartнa con Lisbeth Salander. Le estrechу la mano a Armanskij.


Capнtulo 9

Miйrcoles, 4 de mayo

 

El redactor jefe Hбkan Morander falleciу a mediodнa, tres dнas despuйs de que Erika Berger entrara como redactora jefe en prбcticas en el SMP. Habнa pasado toda la maсana metido en el cubo de cristal mientras Erika, acompaсada del secretario de redacciуn, Peter Fredriksson, se reunнa con la redacciуn de deportes para saludar a los colaboradores y hacerse una idea de su forma de trabajar. Fredriksson tenнa cuarenta y cinco aсos y, al igual que Erika Berger, era bastante nuevo en el SMP. Sуlo llevaba cuatro aсos en el periуdico. Era una persona callada y bastante competente y agradable; Erika ya habнa decidido que confiarнa en sus conocimientos cuando le llegara el momento de hacerse con el timуn del barco. Consagrу gran parte de su tiempo a decidir en quiйnes depositar su confianza para poder incorporarlos inmediatamente a su equipo. Fredriksson era, sin duda, uno de los candidatos. Cuando volvieron al mostrador central vieron cуmo Hбkan Morander se levantaba y se acercaba a la puerta del cubo de cristal. Parecнa asombrado.

Luego se echу bruscamente hacia delante y se agarrу al respaldo de una silla durante unos segundos antes de desplomarse al suelo.

Falleciу antes de que llegara la ambulancia.

Esa tarde reinу el desconcierto en la redacciуn. Borgsjo, el presidente de la junta directiva, llegу a eso de las dos y reuniу a los colaboradores para pronunciar unas breves palabras de recuerdo. Hablу de cуmo Morander habнa consagrado al periуdico los ъltimos quince aсos de su vida y del precio que a veces exigнa el periodismo. Guardaron un minuto de silencio. Acto seguido, mirу inseguro a su alrededor como si no supiera muy bien cуmo continuar.

Que alguien fallezca en su lugar de trabajo es algo muy poco frecuente; incluso es raro. La gente debe tener la gentileza de retirarse para morir. Debe desaparecer: jubilarse o ingresar en un hospital y reaparecer un dнa, de repente, para convertirse en tema de conversaciуn en la cafeterнa: por cierto, їte has enterado de que el viejo Karlsson muriу el viernes pasado? Sн, el corazуn... El sindicato le va a enviar unas flores. Sin embargo, morir en tu puesto de trabajo ante los mismos ojos de tus compaсeros resulta bastante mбs incуmodo. Erika advirtiу el shoc\ que se habнa apoderado de la redacciуn. El SMP se habнa quedado sin timonel. De golpe, reparу en que varios de los colaboradores la miraban por el rabillo del ojo. La carta desconocida.

Sin que nadie se lo pidiera y sin saber muy bien quй decir, carraspeу, dio un pequeсo paso hacia delante y hablу con un tono de voz alto y firme.

—En total sуlo he podido tratar a Hбkan Morander tres dнas. No es mucho tiempo pero, por lo poco que he tenido ocasiуn de ver, lo cierto es que me habrнa gustado llegar a conocerlo mejor.

Hizo una pausa al darse cuenta por el rabillo del ojo de que Borgsjу la estaba mirando. Parecнa sorprendido por el hecho de que ella se hubiese pronunciado. Dio otro paso hacia delante. No sonrнas. No debes sonreнr. Eso te da un aire de inseguridad. Alzу ligeramente la voz.

—Con el inesperado fallecimiento de Morander se nos plantea un problema: yo no iba a sucederle hasta dentro de dos meses y confiaba en aprender de su experiencia durante ese tiempo.

Se percatу de que Borgsjу abriу la boca para decir algo.

—Lo cierto es que eso ya no va a suceder y que a partir de ahora vamos a vivir una йpoca de cambios. Pero no olvidemos que Morander era el redactor jefe de este periуdico, y este periуdico debe salir tambiйn maсana. Nos quedan nueve horas para el cierre y sуlo cuatro para terminar el editorial. Me gustarнa preguntaros... quiйn de vosotros era el mejor amigo y el mбs нntimo confidente de Morander.

Los colaboradores se miraron unos a otros y un breve silencio invadiу la sala. Al final, Erika oyу una voz por la izquierda:

—Creo que era yo.

Gunnar Magnusson, sesenta y un aсos, secretario de redacciуn de la secciуn de Opiniуn y colaborador del SMP desde hacнa treinta y cinco aсos.

—Alguien tiene que sentarse a escribir una necrolуgica sobre Morander. Yo no puedo hacerlo: serнa demasiado presuntuoso por mi parte. їTe ves con fuerzas?

Gunnar Magnusson dudу un instante, pero acabу asintiendo.

—Dйjalo en mis manos —respondiу. —Le dedicaremos toda la pбgina del editorial; prescindiremos del resto.

Gunnar asintiу nuevamente. —Necesitamos fotografнas...

Erika desplazу la mirada a la derecha y se detuvo en Lennart Torkelsson, el jefe de fotografнa. Este asintiу.

—Hay que ponerse en marcha. Es muy posible que esto se tambalee un poco en las prуximas semanas. Cuando necesite ayuda para tomar decisiones os pedirй consejo y confiarй en vuestra competencia y experiencia. Vosotros sabйis cуmo se hace este periуdico mientras que a mн aъn me queda mucho por aprender.

Se dirigiу al secretario de redacciуn, Peter Fredriksson.

—Peter, sй que Morander confiaba mucho en ti. Durante un tiempo tendrбs que ser mi mentor y llevar una carga un poco mбs pesada de lo habitual. Me gustarнa que fueras mi consejero. їTe parece bien?

Moviу afirmativamente la cabeza. їQuй otra cosa podнa hacer?

Erika volviу a centrarse en el editorial.

-—Otra cosa: esta maсana Morander estuvo redactando el editorial. Gunnar, їpodrнas entrar en su ordenador para ver si lo llegу a terminar? Aunque, de todos modos, lo vamos a publicar: se trata de su ъltimo editorial y serнa una pena y una vergьenza no hacerlo. El periуdico que vamos a hacer hoy sigue siendo el periуdico de Hбkan Morander.

Silencio.

—Si alguno de vosotros necesita descansar un rato para estar solo y pensar, que lo haga sin el menor remordimiento. Todos sabйis ya cuбles son nuestros deadlines.

Silencio. Advirtiу que algunos movнan la cabeza en seсal de semiaprobaciуn.

—Go to work, boys andgirls —dijo en voz baja.

Jerker Holmberg hizo un gesto de impotencia con las manos. Jan Bublanski y Sonja Modig parecнan dudar. Curt Svensson presentaba un aspecto indefinido. Los tres examinaron el resultado de la investigaciуn preliminar que Jerker Holmberg habнa terminado esa maсana.

—їNada? —preguntу sorprendida Sonja Modig.

—Nada —dijo Holmberg mientras negaba con la cabeza—. El informe del forense llegу esta maсana. Todo indica que se trata de un suicidio por ahorcamiento.

Todos dirigieron la mirada a las fotografнas que se habнan hecho en el salуn de la casa de campo de Smеdalarц. De ellas se deducнa que Gunnar Bjцrck, jefe adjunto del departamento de extranjerнa de la Sдpo, se habнa subido por su propio pie a un taburete para, acto seguido, colgar una soga en el gancho de la lбmpara, ponйrsela alrededor del cuello y, de una resuelta patada, enviar el taburete a varios metros de йl. El forense dudaba de cuбndo se produjo exactamente la muerte, pero al final determinу que fue la tarde del 12 de abril. Bjцrck fue encontrado el 17 de abril por nada mбs y nada menos que Curt Svensson. Ocurriу despuйs de que Bublanski intentara contactar con Bjцrck en repetidas ocasiones y de que, enervado, acabara mandando a Svensson que volviera a traer a Bjцrck a la comisarнa.

En algъn momento en el transcurso de esos dнas, el gancho de la lбmpara del techo habнa cedido por el peso y el cuerpo de Bjцrck se desplomу sobre el suelo. Svensson descubriу el cuerpo a travйs de la ventana y dio el aviso. Al principio, Bublanski y todos los que llegaron al lugar pensaron que se trataba de un crimen y que alguien habнa estrangulado a Bjцrck. Fueron los tйcnicos forenses los que ese mismo dнa, aunque algo mбs tarde, encontraron el gancho. Se le encomendу a Jerker Holmberg la tarea de investigar las causas de la muerte.

—No hay nada que induzca a pensar que se haya cometido un crimen o que Bjцrck estuviese acompaсado —dijo Holmberg.

—La lбmpara...

—La lбmpara del techo tiene las huellas dactilares del dueсo de la casa —que la colgу hace dos aсos— y del propio Bjцrck. Lo cual sugiere que йl mismo la bajу.

— їY de dуnde saliу la soga?

—Del asta de la bandera del jardнn trasero. Alguien cortу mбs de dos metros de cuerda. Habнa un cuchillo en el alfйizar de la ventana que hay junto a la puerta de la terraza. Segъn el propietario de la casa, el cuchillo es suyo: lo guardaba en una caja de herramientas que tiene bajo el fregadero. Las huellas dactilares de Bjцrck estбn tanto en el mango como en la hoja, asн como en la caja de herramientas.

—Mmm —dijo Sonja Modig.

—ї"Quй tipo de nudos eran? —quiso saber Curt Svensson.

—Nudos vaqueros normales y corrientes. Lo que produce la muerte es un simple nudo corredizo. Tal vez sea eso lo mбs llamativo: Bjцrck tenнa conocimientos de navegaciуn y sabнa hacer nudos de verdad. Pero quiйn sabe hasta quй punto alguien que va a suicidarse se preocupa de la forma de los nudos.

—їDrogas?

—Segъn el informe de toxicologнa, a Bjцrck se le han detectado restos de potentes analgйsicos en la sangre: los que le habнan recetado. Tambiйn le han encontrado restos de alcohol, aunque nada remarcable. En otras palabras, estaba mбs o menos sobrio.

—El forense ha dictaminado que presenta rasguсos.

—Un rasponazo de tres centнmetros en la parte exterior de la rodilla izquierda. Un araсazo. Le he dado mil vueltas a eso, aunque podrнa habйrselo hecho de un montуn de maneras distintas... dбndose, por ejemplo, contra el borde de una silla o algo asн.

Sonja Modig cogiу una foto que mostraba la cara deformada de Bjцrck. El nudo corredizo habнa penetrado con tanta profundidad que la cuerda ni siquiera se apreciaba bajo los pliegues de la piel. Su rostro presentaba un aspecto grotescamente hinchado.

—Podemos determinar que lo mбs seguro es que, antes de que el gancho cediese, Bjцrck permaneciera colgado durante varias horas, es muy probable que cerca de veinticuatro. Toda la sangre se le acumulу tanto en la cabeza, donde la soga impidiу que le bajara al cuerpo, como en las extremidades inferiores. Cuando el gancho cediу, la caja torбcica de Bjцrck fue a dar contra el borde de la mesa del salуn, lo que le provocу una fuerte contusiуn. Pero eso se produjo mucho tiempo despuйs del fallecimiento.

—ЎQuй forma mбs jodida de morir! —dijo Curt Svensson.

-—No te creas. La soga era tan fina que penetrу profundamente y le cortу el riego sanguнneo. Debiу de perder la conciencia en cuestiуn de segundos y morir al cabo de uno o dos minutos.

Disgustado, Bublanski cerrу el informe de la investigaciуn preliminar. Aquello no le gustaba nada. No le gustaba nada que Bjцrck y Zalachenko, al parecer, hubieran muerto el mismo dнa, uno asesinado a tiros por un loco y el otro por su propia mano. Pero ninguna especulaciуn en el mundo podнa cambiar el hecho de que la investigaciуn del lugar del crimen no sustentara en absoluto la teorнa de que alguien habнa ayudado a Bjцrck a emprender su viaje al mбs allб.

—Se hallaba bajo mucha presiуn —dijo Bublanski—. Sabнa que el caso Zalachenko estaba a punto de salir a la luz y que corrнa el riesgo de que le salpicara por violar la ley de comercio sexual y de que los medios de comunicaciуn lo dejaran en evidencia. Me pregunto quй serнa lo que mбs miedo le daba. Ademбs, estaba enfermo y llevaba mucho tiempo con dolores crуnicos... No lo sй. Me habrнa gustado que hubiera dejado una carta o algo asн.

—Muchos de los que se suicidan no escriben nunca una carta de despedida.

—Ya lo sй. De acuerdo. No tenemos elecciуn. Archivaremos el caso Bjцrck.

Erika Berger fue incapaz de sentarse en la silla que Morander tenнa en su jaula de cristal y apartar sus pertenencias. Demasiado pronto. Le pidiу a Gunnar Magnusson que hablara con la familia de Morander para que la viuda pasara a recogerlas cuando le fuese bien.

Asн que, en medio de aquel ocйano que era la redacciуn, buscу un espacio en el mostrador central para instalar su portбtil y asumir el control. Aquello era un autйntico caos. Pero tres horas despuйs de haberse hecho a toda prisa con el timуn del SMP, el editorial ya estaba en la imprenta. Gunnar Magnusson habнa escrito un texto de cuatro columnas sobre la vida y la obra de Hбkan Morander. La pбgina se componнa de un retrato central de Morander, su inconcluso editorial a la izquierda y una serie de fotografнas en el margen inferior. La maquetaciуn dejaba bastante que desear, pero tenнa un impacto emocional que hacнa perdonables los defectos.

Poco antes de las seis de la tarde, Erika se encontraba repasando los titulares de la primera pбgina y tratando los textos con el jefe de ediciуn cuando Borgsjу se acercу a ella y le tocу el hombro. Erika levantу la vista.

—їPuedo hablar contigo un momento?

Se acercaron hasta la mбquina de cafй de la sala de descanso del personal.

—Sуlo querнa decirte que estoy muy contento por cуmo te has hecho hoy con la situaciуn. Creo que nos has sorprendido a todos.

—No me quedaban muchas alternativas. Pero voy a ir dando tumbos hasta que coja rodaje.

—Todos somos conscientes de ello.

—їTodos?

—Me refiero tanto a la plantilla como a la direcciуn. Sobre todo a la direcciуn. Pero despuйs de lo que ha ocurrido hoy estoy mбs convencido que nunca de que tъ eres la elecciуn mбs acertada. Has llegado justo a tiempo y te has visto obligada a asumir el mando en una situaciуn muy difнcil.

Erika casi se sonrojу. No lo hacнa desde que tenнa catorce aсos.

—ї Puedo darte un buen consejo?... —-Por supuesto.

—Me he enterado de que has discutido con Anders Holm, el jefe de Noticias, sobre unos titulares.

—No estбbamos de acuerdo en el enfoque que se le habнa dado al texto sobre la propuesta fiscal del Gobierno. El introdujo una opiniуn personal en el titular y ahн debemos ser neutrales; las opiniones son para el editorial. Y ya que ha salido el tema, te querнa comentar que, de vez en cuando, escribirй un editorial, pero, como ya sabes, no tengo ninguna afiliaciуn polнtica, asн que hemos de resolver la cuestiуn de quiйn va a ser el jefe de la secciуn de Opiniуn.

—De momento se encargarб Magnusson —respondiу Borgsjу.

Erika Berger se encogiу de hombros.

—A mн me da igual a quiйn nombrйis. Pero debe ser una persona que defienda claramente las ideas del periуdico.

—Te entiendo. Lo que querнa decirte es que creo que debes darle a Holm cierto margen de actuaciуn. Lleva mucho tiempo trabajando en el SMP y ha sido jefe de Noticias durante quince aсos. Sabe lo que hace. Puede resultar arisco, pero es una persona prбcticamente imprescindible.

—Ya lo sй. Morander me lo contу. Pero por lo que respecta a la cobertura de noticias me temo que tendrб que mantenerse a raya. Al fin y al cabo, me habйis contratado para darle un nuevo aire al periуdico.

Borgsjу moviу pensativamente la cabeza.

—De acuerdo. Resolveremos los problemas a medida que vayan surgiendo.

Annika Giannini estaba tan cansada como irritada cuando, el miйrcoles por la noche, subiу al X2000 en la estaciуn central de Gotemburgo para regresar a Estocolmo. Se sentнa como si durante el ъltimo mes hubiese vivido en el X2000. Apenas habнa visto a su familia. Fue a por un cafй al vagуn restaurante, se acomodу en su asiento y abriу la carpeta que contenнa las anotaciones de la ъltima conversaciуn mantenida con Lisbeth Salander. Algo que tambiйn contribuнa a su cansancio e irritaciуn.

«Me oculta algo —pensу Annika Giannini—. La muy idiota no me estб diciendo la verdad. Y Micke tambiйn me oculta algo. Sabe Dios en quй andarбn metidos.»

Tambiйn constatу que, ya que su hermano y su dienta no se habнan comunicado entre sн, la conspiraciуn -—en el caso de que existiera—- debнa de ser un acuerdo tбcito que les resultaba natural. No sabнa de quй se trataba, pero suponнa que tenнa que ver con algo que a Mikael Blomkvist le parecнa importante no sacar a la luz.

Temнa que fuera una cuestiуn de йtica, el punto dйbil de su hermano. El era amigo de Lisbeth Salander. Annika conocнa a su hermano y sabнa que su lealtad hacia las personas a las que йl definiу una vez como amigos sobrepasaba los lнmites de la estupidez, aunque esos amigos resultaran imposibles y se equivocaran de cabo a rabo. Tambiйn sabнa que Mikael podнa tolerar muchas tonterнas pero que existнa un lнmite tбcito que no se podнa traspasar. El punto exacto en el que se situaba ese lнmite parecнa variar de una persona a otra, pero ella sabнa que, en mбs de una ocasiуn, Mikael habнa roto por completo su relaciуn con algunos нntimos amigos por haber hecho algo que йl consideraba inmoral o inadmisible. En situaciones asн se volvнa inflexible: la ruptura no sуlo era total y definitiva sino que tambiйn quedaba fuera de toda discusiуn. Mikael ni siquiera contestaba al telйfono, aunque la persona en cuestiуn lo llamara para pedirle perdуn de rodillas.

Annika Giannini entendнa lo que pasaba en la cabeza de Mikael Blomkvist. En cambio, no tenнa ni idea de lo que acontecнa en la de Lisbeth Salander; a veces pensaba que allн no sucedнa nada en absoluto.

Segъn le habнa comentado Mikael, Lisbeth podнa ser caprichosa y extremadamente reservada para con su entorno. Hasta el dнa que la conociу pensу que eso sucederнa en una fase transitoria y que serнa cuestiуn de ganarse su confianza. Pero, tras todo un mes de conversaciones, Annika constatу que, en la mayorнa de las ocasiones, sus charlas resultaban bastante unidireccionales, si bien era cierto que, durante las dos primeras semanas, Lisbeth Salander no se habнa encontrado con fuerzas para mantener un diбlogo.

Annika tambiйn pudo advertir que habнa momentos en los que Lisbeth Salander daba la impresiуn de hallarse sumida en una profunda depresiуn y de no tener el menor interйs en resolver su situaciуn ni su futuro. Parecнa que Lisbeth Salander no entendнa que la ъnica posibilidad con la que contaba Annika para procurarle una defensa satisfactoria dependнa del acceso que ella tuviera a toda la informaciуn. No podнa trabajar a ciegas.

Lisbeth Salander era una persona mohнna y mбs bien parca en palabras. Lo poco que decнa lo expresaba, no obstante, con mucha exactitud y tras largas y reflexivas pausas. Las mбs de las veces no contestaba a las cuestiones, y en otras ocasiones respondнa, de pronto, a una pregunta que Annika le habнa hecho dнas atrбs. En los interrogatorios policiales, Lisbeth Salander permaneciу sentada en la cama mirando al vacнo y sin abrir la boca. No intercambiу ni una palabra con los policнas. Con una sola excepciуn: cuando el inspector Marcus Erlander le preguntу acerca de lo que sabнa sobre Ronald Niedermann; Lisbeth lo observу y contestу con toda claridad a cada pregunta. En cuanto Erlander cambiу de tema, Salander perdiу el interйs y volviу a fijar la mirada en el vacнo.

Annika ya se esperaba que Lisbeth no le dijera nada a la policнa: por principio no hablaba con las autoridades. Cosa que, en este caso, resultaba positiva. A pesar de que

Annika, de vez en cuando, incitaba formalmente a su dienta para que respondiera a las preguntas de la policнa, en su fuero interno estaba muy contenta con el profundo silencio de Salander. La razуn era muy sencilla: se trataba de un silencio coherente. Asн no la pillarнan con mentiras ni razonamientos contradictorios que podrнan causar una mala impresiуn en el juicio.

Pero aunque Annika ya se esperaba ese silencio, se sorprendiу de que fuera tan inquebrantable. Cuando se quedaron solas, le preguntу por quй se negaba a hablar con la policнa de esa forma tan ostensible.

—Tergiversarбn todo lo que yo diga y lo emplearбn en mi contra.

—Pero si no explicas nada, te condenarбn.

—Bueno... Pues que lo hagan. No soy yo la que ha montado todo este lнo. Si quieren condenarme, no es mi problema.

Sin embargo, aunque en mбs de una ocasiуn Annika prбcticamente tuvo que sacarle las palabras con sacacorchos, Lisbeth le fue contando, poco a poco, casi todo lo ocurrido en Stallarholmen. Todo menos una cosa: no le habнa explicado por quй Magge Lundin acabу con una bala en el pie. Por mucho que Annika se lo preguntara y le diese la lata, Lisbeth Salander no hacнa mбs que mirarla con descaro mientras le mostraba su torcida sonrisa.

Tambiйn le habнa hablado de lo acontecido en Gosseberga. Pero sin decir ni una palabra de por quй habнa seguido a su padre. їFue hasta allн para matarlo —tal y como sostenнa el fiscal-— o para hablar con йl y hacerle entrar en razуn? Desde el punto de vista jurнdico la diferencia resultaba abismal.

Cuando Annika sacу el tema de su anterior administrador, el abogado Nils Bjurman, Lisbeth se volviу aъn mбs parca en palabras. Su respuesta mбs frecuente era que no habнa sido ella la que le disparу y que eso tampoco formaba parte de los cargos que se le imputaban. to del departamento de extranjerнa de la Sдpo, se habнa subido por su propio pie a un taburete para, acto seguido, colgar una soga en el gancho de la lбmpara, ponйrsela alrededor del cuello y, de una resuelta patada, enviar el taburete a varios metros de йl. El forense dudaba de cuбndo se produjo exactamente la muerte, pero al final determinу que fue la tarde del 12 de abril. Bjцrck fue encontrado el 17 de abril por nada mбs y nada menos que Curt Svensson. Ocurriу despuйs de que Bublanski intentara contactar con Bjцrck en repetidas ocasiones y de que, enervado, acabara mandando a Svensson que volviera a traer a Bjцrck a la comisarнa.

En algъn momento en el transcurso de esos dнas, el gancho de la lбmpara del techo habнa cedido por el peso y el cuerpo de Bjцrck se desplomу sobre el suelo. Svensson descubriу el cuerpo a travйs de la ventana y dio el aviso. Al principio, Bublanski y todos los que llegaron al lugar pensaron que se trataba de un crimen y que alguien habнa estrangulado a Bjцrck. Fueron los tйcnicos forenses los que ese mismo dнa, aunque algo mбs tarde, encontraron el gancho. Se le encomendу a Jerker Holmberg la tarea de investigar las causas de la muerte.

—-No hay nada que induzca a pensar que se haya cometido un crimen o que Bjцrck estuviese acompaсado —dijo Holmberg.

—La lбmpara...

—La lбmpara del techo tiene las huellas dactilares del dueсo de la casa —que la colgу hace dos aсos— y del propio Bjцrck. Lo cual sugiere que йl mismo la bajу.

—їY de dуnde saliу la soga?

—Del asta de la bandera del jardнn trasero. Alguien cortу mбs de dos metros de cuerda. Habнa un cuchillo en el alfйizar de la ventana que hay junto a la puerta de la terraza. Segъn el propietario de la casa, el cuchillo es suyo: lo guardaba en una caja de herramientas que tiene bajo el fregadero. Las huellas dactilares de Bjцrck estбn tanto en el mango como en la hoja, asн como en la caja de herramientas.

—Mmm —dijo Sonja Modig.

—їQuй tipo de nudos eran? —quiso saber Curt Svensson.

—Nudos vaqueros normales y corrientes. Lo que produce la muerte es un simple nudo corredizo. Tal vez sea eso lo mбs llamativo: Bjцrck tenнa conocimientos de navegaciуn y sabнa hacer nudos de verdad. Pero quiйn sabe hasta quй punto alguien que va a suicidarse se preocupa de la forma de los nudos.

—їDrogas?

—Segъn el informe de toxicologнa, a Bjцrck se le han detectado restos de potentes analgйsicos en la sangre: los que le habнan recetado. Tambiйn le han encontrado restos de alcohol, aunque nada remarcable. En otras palabras, estaba mбs o menos sobrio.

—El forense ha dictaminado que presenta rasguсos.

—Un rasponazo de tres centнmetros en la parte exterior de la rodilla izquierda. Un araсazo. Le he dado mil vueltas a eso, aunque podrнa habйrselo hecho de un montуn de maneras distintas... dбndose, por ejemplo, contra el borde de una silla o algo asн.

Sonja Modig cogiу una foto que mostraba la cara deformada de Bjцrck. El nudo corredizo habнa penetrado con tanta profundidad que la cuerda ni siquiera se apreciaba bajo los pliegues de la piel. Su rostro presentaba un aspecto grotescamente hinchado.

—Podemos determinar que lo mбs seguro es que, antes de que el gancho cediese, Bjцrck permaneciera colgado durante varias horas, es muy probable que cerca de veinticuatro. Toda la sangre se le acumulу tanto en la cabeza, donde la soga impidiу que le bajara al cuerpo, como en las extremidades inferiores. Cuando el gancho cediу, la caja torбcica de Bjцrck fue a dar contra el borde de la mesa del salуn, lo que le provocу una fuerte contusiуn. Pero eso se produjo mucho tiempo despuйs del fallecimiento.

—ЎQuй forma mбs jodida de morir! —dijo Curt Svensson.

—No te creas. La soga era tan fina que penetrу profundamente y le cortу el riego sanguнneo. Debiу de perder la conciencia en cuestiуn de segundos y morir al cabo de uno o dos minutos.

Disgustado, Bublanski cerrу el informe de la investigaciуn preliminar. Aquello no le gustaba nada. No le gustaba nada que Bjцrck y Zalachenko, al parecer, hubieran muerto el mismo dнa, uno asesinado a tiros por un loco y el otro por su propia mano. Pero ninguna especulaciуn en el mundo podнa cambiar el hecho de que la investigaciуn del lugar del crimen no sustentara en absoluto la teorнa de que alguien habнa ayudado a Bjцrck a emprender su viaje al mбs allб.

—Se hallaba bajo mucha presiуn —dijo Bublanski—. Sabнa que el caso Zalachenko estaba a punto de salir a la luz y que corrнa el riesgo de que le salpicara por violar la ley de comercio sexual y de que los medios de comunicaciуn lo dejaran en evidencia. Me pregunto quй serнa lo que mбs miedo le daba. Ademбs, estaba enfermo y llevaba mucho tiempo con dolores crуnicos... No lo sй. Me habrнa gustado que hubiera dejado una carta o algo asн.



  

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