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MILLENNIUM 3 20 страница



Permanecieron sentados durante mбs de dos horas hablando en voz baja.

Eran poco mбs de las ocho de la tarde del sбbado cuando Dragan Armanskij dejу su despacho de Milton Security y fue andando hasta la sinagoga de la congregaciуn de Sуdermalm de Sankt Paulsgatan. Llamу a la puerta y, tras presentarse, el rabino en persona lo hizo pasar.

—He quedado aquн con un amigo —dijo Armanskij.

—Una planta mбs arriba. Le enseсarй el camino.

El rabino le ofreciу una kipб que Armanskij se puso con no pocas dudas. Se habнa criado en una familia musulmana donde lo de ponerse una kipб en la cabeza y visitar la sinagoga no formaba precisamente parte de sus hбbitos diarios. Se sentнa incуmodo con ella.

Jan Bublanski tambiйn llevaba una.

—Hola, Dragan. Gracias por haberte tomado la molestia de venir. Le he pedido al rabino que nos deje una sala para que podamos hablar con tranquilidad.

Armanskij se sentу enfrente de Bublanski.

—Supongo que tendrбs tus razones para andar con tanto secretismo...

—Irй directamente al grano: sй que eres amigo de Lisbeth Salander.

Armanskij asintiу.

—Quiero saber lo que tъ y Blomkvist habйis tramado para ayudar a Salander.

—їY quй te hace creer que estamos tramando algo?

—Pues que el fiscal Richard Ekstrцm me ha preguntado por lo menos una docena de veces quй es lo que en realidad sabйis en Milton Security sobre la investigaciуn de Salander. Y no pregunta por curiosidad sino porque le preocupa que montes algo que pueda tener repercusiones mediбticas. —Mmm.

—Y si Ekstrцm estб preocupado, es porque sabe que estбs tramando algo. O por lo menos se lo teme, o supongo que ha hablado con alguien que tiene miedo de que asн sea.

—їCon alguien?

—Dragan, no juegues conmigo al escondite. Tъ sabes muy bien que en 1991 Salander fue objeto de un abuso judicial, y tengo miedo de que vaya a ser objeto de otro cuando empiece el juicio.

—Estamos en una democracia y eres policнa: si posees alguna informaciуn al respecto, debes actuar.

Bublanski hizo un gesto afirmativo.

—Pienso actuar. La cuestiуn es cуmo.

—Venga, dime lo que tengas que decirme.

—Quiero saber en quй andбis metidos Blomkvist y tъ. Supongo que no os habйis quedado de brazos cruzados.

—Es complicado. їCуmo sй que me puedo fiar de ti?

—Hay un informe de 1991 que Mikael Blomkvist encontrу...

—Lo conozco.

—Ya no tengo acceso a ese informe.

—Yo tampoco. Las dos copias que Blomkvist y su hermana tenнan se han extraviado.

—їExtraviado? —preguntу Bublanski.

—La copia de Blomkvist se la llevaron cuando entraron a robar en su casa, y la de Annika Giannini se la quitaron en un atraco en Gotemburgo. Todo eso ocurriу el mismo dнa en que mataron a Zalachenko.

Bublanski permaneciу callado un largo rato.

—їPor quй no sabemos nada de ese asunto?

—Mikael Blomkvist lo expresу asн: sуlo existe un momento bueno para publicar y una infinita cantidad de momentos malos.

—Pero vosotros... o sea, йl... їpiensa publicarlo? Armanskij asintiу.

—Un atraco en Gotemburgo y un robo aquн, en Estocolmo. El mismo dнa. Eso significa que nuestros enemigos estбn bien organizados —comentу Bublanski.

—Ademбs, tal vez deba aсadir que tenemos pruebas de que el telйfono de Giannini estб pinchado.

—Aquн hay alguien que estб cometiendo una larga serie de delitos.

—Por lo tanto, la cuestiуn es saber quiйn es nuestro enemigo —concluyу Dragan Armanskij.

—Eso es. En ъltima instancia es la Sдpo la que tiene interйs en silenciar el informe de Bjцrck. Pero, Dragan... estamos hablando de la policнa de seguridad sueca. Es una autoridad estatal. No me creo que esto sea algo consentido por la Sдpo. Ni siquiera creo que sean capaces de orquestar algo asн.

—Ya lo sй. A mн tambiйn me cuesta digerir todo esto. Por no mencionar el hecho de que alguien entre en el hospital de Sahlgrenska y le vuele la tapa de los sesos a Zalachenko.

Bublanski permaneciу callado. Armanskij rematу la faena:

—Y al mismo tiempo Gunnar Bjцrck va y se ahorca.

—Asн que creйis que se trata de crнmenes premeditados. Conozco a Marcus Erlander, el que hizo la investigaciуn en Gotemburgo. No encuentra nada que indique que fuera algo mбs que el acto impulsivo de una persona enferma. Y hemos investigado la muerte de Bjцrck minuciosamente. Todo apunta a que fue un suicidio.

Armanskij movнa la cabeza mientras escuchaba.

—Evert Gullberg, setenta y ocho aсos, enfermo de cбncer y a punto de morir, tratado por depresiуn clнnica unos meses antes del asesinato. He puesto a Frбklund a que saque todo lo que pueda sobre Gullberg de los archivos pъblicos.

їY?

—Hizo el servicio militar en Karlskrona en los aсos cuarenta, estudiу Derecho y luego se introdujo en el mundo de las empresas privadas como asesor fiscal. Durante mбs de treinta aсos tuvo un despacho aquн, en Estocolmo: perfil discreto, clientes privados... quienesquiera que fueran. Se jubilу en 1991. Regresу a su ciudad natal, Laholm, en 1994... Nada que destacar.

—Pero...

—Excepto unos detalles desconcertantes. Frбklund no ha podido hallar en ningъn sitio ninguna referencia a Gullberg. Jamбs se le ha mencionado en ningъn periуdico y no hay nadie que sepa quй clientes tenнa. Es como si nunca hubiese existido como profesional.

—їQuй quieres decir?

—La Sдpo es la conexiуn obvia. Zalachenko era un desertor ruso; їy quiйn mejor para ocuparse de йl que la Sдpo? Y luego estб lo de la capacidad de organizaciуn que fue necesaria para conseguir que en 1991 encerraran a Lisbeth Salander en el psiquiбtrico. Por no hablar de robos, atracos y telйfonos pinchados quince aсos despuйs... Pero yo tampoco creo que la Sдpo estй detrбs de esto. Mikael Blomkvist los llama El club de Zalachenko... una pequeсa secta compuesta por veteranos y frнos guerreros salidos de su hibernaciуn que se esconden en algъn oscuro pasillo de la Sдpo.

Bublanski asintiу.

—їY quй podemos hacer?


Capнtulo 12

Domingo, 15 de mayo — Lunes, 16 de mayo

 

El comisario Torsten Edklinth, jefe del Departamento de protecciуn constitucional de la Sдpo, se pellizcу el lуbulo de la oreja mientras, pensativo, contemplaba al director ejecutivo de la prestigiosa empresa de seguridad Milton Security, quien de pronto lo habнa llamado para insistir en invitarlo a cenar el domingo en su casa de Lidingу. La esposa de Armanskij, Ritva, les habнa servido un guiso delicioso. Comieron y mantuvieron una educada conversaciуn. Edklinth se preguntaba quй serнa en realidad lo que querнa Armanskij. Despuйs de la cena, Ritva se fue al sofб para ver la tele y los dejу solos en la mesa. Armanskij empezу a contar la historia de Lisbeth Salander paso a paso.

Edklinth giraba lentamente la copa del vino tinto.

Dragan Armanskij no era ningъn tonto. Eso ya lo sabнa.

Edklinth y Armanskij se conocнan desde hacнa doce aсos, cuando una diputada de izquierdas recibiу una serie de anуnimas amenazas de muerte. Ella lo puso en conocimiento del lнder del grupo de su partido, tras lo cual se informу al departamento de seguridad del Riksdag. Se trataba de vulgares amenazas que daban a entender que su desconocido autor poseнa ciertos conocimientos personales sobre la diputada. La historia fue, por consiguiente, objeto de interйs de la policнa de seguridad. La diputada recibiу protecciуn mientras durу la investigaciуn.

Por aquel entonces, el Departamento de protecciуn personal contaba con el presupuesto mбs pequeсo de toda la Sдpo. Sus recursos eran muy limitados. La brigada responde de la protecciуn de la Casa Real y del primer ministro, asн como —segъn las necesidades— de ciertos ministros y lнderes de partidos polнticos. Esas necesidades superan a menudo los recursos; en realidad, la mayorнa de los polнticos suecos carece de todo tipo de protecciуn personal seria. La diputada en cuestiуn recibiу protecciуn en algunos actos pъblicos en los que participaba, pero al acabar la jornada laboral la abandonaban a su suerte; o sea, justo en ese momento en el que aumenta la probabilidad de que un chiflado que se dedica a perseguir a una persona pase a la acciуn. La desconfianza de la diputada en la capacidad de la policнa para protegerla se incrementу rбpidamente.

Vivнa en un chalet de Nacka. Una noche en la que llegу tarde a casa, tras haber librado una larga batalla con los de la comisiуn de finanzas, descubriу que alguien habнa entrado en su domicilio forzando la puerta de la terraza y habнa escrito denigrantes epнtetos sexuales en la pared del salуn, ademбs de haberse masturbado en su dormitorio. Por eso cogiу el telйfono y contratу a Milton Security, para que ellos se encargaran de su protecciуn personal. No informу a la Sдpo de esa decisiуn, de modo que cuando a la maсana siguiente fue a dar una charla a un colegio de Tбby se produjo una colisiуn frontal entre los matones del Estado y los privados.

En aquella йpoca, Torsten Edklinth era jefe adjunto en funciones del Departamento de protecciуn personal. Por puro instinto, odiaba una situaciуn en la que esos matones privados realizaran las tareas encomendadas a los matones pъblicos. Pero tambiйn se dio cuenta de que las quejas de la diputada estaban justificadas: su cama manchada constituнa una prueba mбs que suficiente de la ineficacia del Estado. En vez de empezar a medirse las fuerzas, Edklinth se calmу, reflexionу e invitу a comer al jefe de Milton Security, Dragan Armanskij. Llegaron a la conclusiуn de que la situaciуn tal vez resultara mбs seria de lo que en un principio habнa sospechado la Sдpo y de que habнa razones de sobra para reforzar la protecciуn de la diputada. Edklinth tambiйn era lo bastante inteligente como para percatarse de que la gente de Armanskij no sуlo poseнa la competencia requerida para realizar el trabajo, sino tambiйn una preparaciуn similar —como mнnimo— a la de la policнa y hasta era probable que un equipamiento tйcnico mucho mejor. Resolvieron el problema haciendo que la gente de Armanskij asumiera toda la responsabilidad de la protecciуn personal y que la Sдpo se encargara de la investigaciуn criminal y de pagar la factura.

Los dos hombres descubrieron que se caнan bien y que tenнan facilidad para colaborar, algo que, a lo largo de los aсos, volverнa a suceder en otras muchas ocasiones. Desde entonces, Edklinth tenнa un gran respeto por la competencia profesional de Dragan Armanskij, de modo que cuando йste lo invitу a cenar para mantener una conversaciуn privada y en confianza se mostrу dispuesto a escucharlo.

Lo que nunca se habrнa imaginado, sin embargo, era que Armanskij le pusiera en las manos una bomba con la mecha encendida.

—A ver si te he entendido bien: їme estбs diciendo que la policнa de seguridad se dedica a actividades criminales?

—No —dijo Armanskij—. No me has entendido. Lo que te estoy diciendo es que algunas personas pertenecientes a la policнa de seguridad se dedican a eso. No creo ni por un momento que esto cuente con el beneplбcito de la direcciуn de la Sдpo o que tenga algъn tipo de aprobaciуn estatal.

Edklinth contemplу las fotos que Christer Malm le hizo al hombre que se metiу en un coche cuya matrнcula empezaba con las letras KAB.

—Dragan... Esto no es unapracticaljoI{e, їverdad?

—Ojalб fuera una broma.

Edklinth meditу un rato.

—їY quй diablos quieres que haga yo?

A la maсana siguiente, Torsten Edklinth limpiу con gran meticulosidad sus gafas mientras reflexionaba. Era un hombre de pelo canoso, de grandes orejas y enйrgico rostro. Sin embargo, en ese instante, su semblante parecнa mбs desconcertado que otra cosa. Se encontraba en su despacho de la jefatura de policнa de Kungsholmen y habнa pasado gran parte de la noche cavilando sobre cуmo iba a manejar la informaciуn que Dragan Armanskij le habнa proporcionado.

No eran ideas agradables. La policнa de seguridad era la instituciуn sueca a la que todos los partidos polнticos (bueno, casi todos) le concedнan un valor imprescindible y de la que, al mismo tiempo, todos parecнan desconfiar atribuyйndole disparatadas teorнas conspirativas. Era innegable que los escбndalos habнan sido muchos, sobre todo en la dйcada de los setenta, dominada por ideas tan radicalmente izquierdistas, cuando, a decir verdad, se produjeron algunos... llamйmoslos desaciertos constitucionales. Pero despuйs de que la Sдpo fuera objeto de cinco investigaciones realizadas por comisiones estatales, todas duramente criticadas, una nueva generaciуn de funcionarios habнa tomado el relevo. Se trataba de una escuela mбs joven de activistas reclutados de entre las brigadas de delitos econуmicos, de armas y de fraudes de la autйntica policнa: agentes acostumbrados a investigar delitos de verdad, y no fantasнas polнticas.

La policнa de seguridad se modernizу y, sobre todo, la protecciуn constitucional adquiriу un nuevo y mбs destacado papel. Su misiуn, tal y como se formulaba en las instrucciones del gobierno, consistнa en prevenir y descubrir las amenazas que pudieran atentar contra la seguridad interior del Reino. Por tal se entendнa toda actividad ilegal que, por medio de la violencia, las amenazas o la fuerza, pretendiera modificar nuestra Constituciуn, provocar que los уrganos polнticos o las autoridades estatales tomaran decisiones en una determinada direcciуn o impedir que los ciudadanos ejercieran las libertades y los derechos establecidos en la Constituciуn.

La misiуn de la protecciуn constitucional era, por consiguiente, defender la democracia sueca de reales o presuntos intentos antidemocrбticos. Ahн entraban, especialmente, los anarquistas y los nazis. Los anarquistas porque se empeсaban en practicar la desobediencia civil provocando incendios en peleterнas; los nazis porque eran nazis y, por definiciуn, enemigos de la democracia.

Con la carrera de Derecho a sus espaldas, Torsten Edklinth empezу como fiscal y luego entrу en la Sдpo, donde llevaba veintiъn aсos. Al principio trabajу sobre el terreno llevando todo lo referente a protecciуn personal y luego pasу a protecciуn constitucional, donde sus tareas estuvieron a caballo entre el anбlisis y la gestiуn administrativa para, algъn tiempo despuйs, acabar siendo el director del departamento. En otras palabras, era el jefe supremo de la parte policial de la defensa de la democracia sueca. El comisario Torsten Edklinth se consideraba a sн mismo demуcrata. En ese sentido, la definiciуn era sencilla: la Constituciуn era dictada por el Riksdag y el cometido que йl tenнa consistнa en velar por que se mantuviera intacta.

La democracia sueca se basa en una sola ley y puede expresarse con las letras LFLE, que significan Ley Fundamental de la Libertad de Expresiуn. La LFLE establece el derecho imprescindible que cada persona tiene a decir, opinar, pensar y creer lo que le apetezca. A este derecho se acogen todos los ciudadanos suecos, desde el nazi mбs chalado hasta el anarquista que tira piedras, pasando por los que quedan en medio.

Todas las demбs leyes fundamentales, como por ejemplo la Constituciуn, son solamente las fiorituras prбcticas de la libertad de expresiуn. Por lo tanto, la LFLE es la ley en la que se sustenta la democracia. Edklinth consideraba que su misiуn primordial consistнa en defender los derechos legales que los ciudadanos suecos tienen a opinar y decir exactamente lo que deseen, aunque no compartiera ni por un momento el contenido de sus opiniones o de sus palabras.

Esta libertad, sin embargo, no significa que estй todo permitido, algo que ciertos fundamentalistas de la libertad de expresiуn —sobre todo pedуfilos y grupos racistas— intentan defender en el debate polнticocultural. Toda democracia tiene sus limitaciones, y los lнmites de la LFLE estбn establecidos por la Ley de la Libertad de Prensa, la LLP. Esta ley establece, en principio, cuatro limitaciones de la democracia. Estб prohibido publicar pornografнa infantil y ciertas descripciones de violencia sexual independientemente del nivel artнstico que el autor pretenda imprimirles. Estб prohibido incitar a la revuelta y animar a cometer delitos. Estб prohibido difamar o calumniar a otra persona. Y estб prohibido acosar a un grupo йtnico.

Tambiйn la LLP fue establecida por el Riksdag y contiene esas limitaciones de la democracia que son aceptables tanto social como democrбticamente; es decir, ese contrato social que constituye el marco de una sociedad civilizada. La esencia de la legislaciуn reside en que ningъn ser humano tiene derecho a acosar o humillar a otra persona.

Siendo la LFLE y la LLP leyes, se requiere una autoridad estatal capaz de garantizar su cumplimiento. En Suecia esa funciуn se ha repartido en dos instituciones, una de las cuales, la Procuradurнa General de Jusdcia, tiene como misiуn procesar al que comete una violaciуn de la LLP.

En ese sentido, Torsten Edklinth se sentнa cualquier cosa menos satisfecho. Consideraba que la Procuradurнa General de Justicia era, por tradiciуn, demasiado permisiva a la hora de procesar lo que en realidad constituнan claras violaciones de la Constituciуn sueca. La PGJ solнa contestar que el principio de la democracia era tan importante que sуlo debнa intervenir y dictar auto de procesamiento en casos de extrema necesidad. Sin embargo, durante los ъltimos aсos, esa actitud se habнa empezado a cuestionar cada vez mбs, en especial desde que el secretario general de la Comisiуn de Helsinki sueca, Robert Hбrdh, encargara un informe que examinaba la falta de iniciativa de la PGJ durante los ъltimos aсos. El informe constatу que resultaba prбcticamente imposible procesar y conseguir que se condenara a alguien por acosar a un grupo йtnico.

La otra instituciуn era el Departamento de protecciуn constitucional de la policнa de seguridad, y el comisario Torsten Edklinth se tomу esta misiуn con la mбxima seriedad. Consideraba que se trataba del cargo mбs importante y mбs bonito que podнa tener un policнa, y no cambiarнa su puesto por ningъn otro de toda la Suecia policial y judicial. Era, simplemente, el ъnico policнa del paнs que tenнa como misiуn la de ser policнa polнtico. Se hallaba ante una misiуn delicada que exigнa una gran sabidurнa a la par que un milimйtrico sentido de la justicia, ya que la experiencia de demasiados paнses demostraba que una policнa polнtica podнa convertirse fбcilmente en la mayor amenaza de la democracia.

En general, tanto los medios de comunicaciуn como los ciudadanos pensaban que la principal tarea de la protecciуn constitucional era controlar a los nazis y a los veganos militantes. Ciertamente, ese tipo de manifestaciones acaparaba una importante parte del interйs de la protecciуn constitucional, pero, aparte de eso, habнa una larga lista de instituciones y fenуmenos de los que tambiйn se debнa ocupar el departamento. Si al rey, pongamos por caso, o al jefe del Estado Mayor de la Defensa se les antojara decir que el parlamentarismo ya habнa cumplido sus dнas y que el Riksdag debнa ser reemplazado por una dictadura militar o algo parecido, entonces el rey o el jefe del Estado Mayor pasarнan rбpidamente a ser objeto de interйs de la protecciуn constitucional. Y si a un grupo de policнas se les ocurriese estirar los lнmites de la legalidad hasta el punto de que se vieran reducidos los derechos constitucionales de un individuo, entonces tambiйn la protecciуn constitucional se verнa obligada a actuar. En esos casos tan serios, ademбs, la investigaciуn deberнa ser realizada por la Fiscalнa General del Estado.

El problema era, por supuesto, que la protecciуn constitucional tenнa, casi exclusivamente, una funciуn analнtica y controladora y ninguna actividad operativa. Por eso, por regla general, era la policнa normal u otros departamentos dentro de la policнa de seguridad los que intervenнan cuando habнa que detener a los nazis.

A ojos de Torsten Edklinth, esta circunstancia resultaba profundamente insatisfactoria. Casi todos los paнses normales cuentan, de una u otra forma, con un tribunal constitucional independiente cuya misiуn consiste en, entre otras muchas, asegurarse de que las autoridades no violen los principios democrбticos. En Suecia esta tarea la realizan el Procurador General de Justicia o el Defensor del Pueblo, quienes, sin embargo, sуlo pueden dejarse guiar por lo que otros han decidido. Si Suecia hubiese tenido un tribunal constitucional, entonces la abogada de Lisbeth Salander podrнa haber procesado inmediatamente al Estado sueco por violar los derechos constitucionales de su dienta. Y el tribunal podrнa haber pedido que se pusieran todos los papeles sobre la mesa y obligado a comparecer a quien se le hubiese antojado —incluso al primer ministro— hasta que el asunto se esclareciera. Tal y como ahora estaban las cosas, el abogado podrнa poner, como mucho, una denuncia al Defensor del Pueblo, quien, sin embargo, no tenнa atribuciones para presentarse en las oficinas de la policнa de seguridad y empezar a exigir que le entregaran documentos.

Desde hacнa muchos aсos, Torsten Edklinth habнa sido un ferviente defensor de la instauraciуn de un tribunal constitucional. De haber existido, ahora habrнa podido ocuparse de la informaciуn proporcionada por Dragan Armanskij de una manera muy sencilla: redactando una denuncia policial y entregбndole la documentaciуn al tribunal. De ese modo se habrнa iniciado un inexorable proceso.

Sin embargo, tal y como estaban las cosas en la actualidad, Torsten Edklinth carecнa de poderes jurнdicos para iniciar la instrucciуn de un caso.

Suspirу y se metiу un snus en la boca.

Si la informaciуn de Dragan Armanskij era cierta, entonces se encontraban ante un caso en el que unos cuantos policнas de seguridad que ocupaban cargos importantes habнan hecho la vista gorda ante una serie de graves delitos contra los derechos de una mujer sueca; luego, con mentiras, encerraron a su hija en un hospital psiquiбtrico y por ъltimo le dieron carta blanca a un ex espнa ruso para que se dedicara al trбfico de armas, drogas y mujeres. Torsten Edklinth frunciу los labios. No querнa ni empezar a contar el nъmero de veces que se habrнa violado la ley en toda esta historia. Por no hablar del robo en la casa de Mikael Blomkvist, el atraco a la abogada de Lisbeth Salander y posiblemente —algo que Torsten Edklinth se negaba a creer— la participaciуn en el asesinato de Alexander Zalachenko.

En fin, un lнo en el que a Torsten Edklinth no le apetecнa lo mбs mнnimo verse involucrado. Por desgracia, ya lo estaba desde el mismo instante en el que Dragan Armanskij lo invitу a cenar.

Por consiguiente, la pregunta a la que tenнa que dar respuesta era cуmo manejar la situaciуn. Esa respuesta era formalmente sencilla: si la historia de Armanskij resultaba ser cierta, a Lisbeth Salander —si no a mбs personas—• la habнan privado en grado sumo de la posibilidad de ejercer sus derechos y libertades constitucionales. Ante sus ojos se abriу, asimismo, un verdadero enjambre de sospechas sobre si ciertos уrganos polнticos o algunas autoridades estatales habrнan sido obligados a tomar decisiones en una determinada direcciуn, algo que llegaba hasta el mismo nъcleo de la misiуn de la protecciуn constitucional. Torsten Edklinth era un policнa que conocнa la existencia de un posible delito y tenнa, por lo tanto, la obligaciуn de contactar con un fiscal y poner una denuncia. Desde un punto de vista mбs informal, la respuesta no resultaba tan sencilla. Francamente, era complicado.

La inspectora Monica Figuerola, a pesar de su tan poco sueco apellido, naciу en Dalecarlia en el seno de una familia cuyos antepasados se instalaron en Suecia como poco en los tiempos de Gustav Vasa. Era una mujer cuya presencia se hacнa notar. Y eso se debнa a varias circunstancias. Tenнa treinta y seis aсos de edad, ojos azules y medнa un metro y ochenta y cuatro centнmetros. Su pelo era de un rubio trigueсo, corto y rizado. Era guapa y se vestнa de una forma que sabнa que la hacнa atractiva.

Y tenнa un cuerpo excepcionalmente atlйtico.

Esto ъltimo se debнa a que, de joven, se dedicу al atletismo de йlite; incluso estuvo a punto de entrar en el equipo nacional sueco para competir en los Juegos Olнmpicos cuando contaba diecisiete aсos. Ya hacнa mucho que habнa abandonado el atletismo, pero seguнa entrenбndose afanosamente en el gimnasio cinco dнas por semana.

Se entregaba tanto al ejercicio que las endorfinas funcionaban como una droga que le producнa sнndrome de abstinencia cada vez que lo dejaba. Corrнa, jugaba al tenis, practicaba kбrate y levantaba pesas; ademбs, durante mбs de diez aсos se dedicу en serio al culturismo. Sin embargo, redujo la actividad de esta variante extrema de culto al cuerpo dos aсos antes, en una йpoca en la que se pasaba dos horas diarias en el gimnasio. Ahora tan sуlo lo practicaba unos cuantos minutos al dнa. No obstante, visto en su conjunto, el ejercicio que practicaba seguнa siendo de tal calibre y su cuerpo estaba tan musculado que sus malintencionados colegas solнan llamarla «seсor Figuerola». Cuando se ponнa camisetas de tirantes o vestidos de verano, a nadie le pasaban inadvertidos sus bнceps ni sus omoplatos.

Algo que molestaba a muchos de sus compaсeros de trabajo masculinos —aparte de su constituciуn fнsica— era el hecho de que, ademбs, fuera algo mбs que una cara bonita. Acabу el bachillerato obteniendo las mejores notas posibles, ingresу en la Academia de policнa con poco mбs de veinte aсos y, terminada su formaciуn, trabajу en la policнa de Uppsala durante nueve aсos, mientras estudiaba Derecho en su tiempo libre. Por puro gusto, hizo tambiйn la carrera de Ciencias Polнticas. No le costaba nada memorizar y analizar conocimientos. Raramente leнa novelas policнacas u otra literatura de entretenimiento. En cambio, se sumergнa con gran interйs en libros que versaban sobre temas de lo mбs variopinto, desde el Derecho internacional hasta la historia de la Antigьedad.

Estando en la policнa pasу de trabajar en el servicio de patrulla —lo que representу una gran pйrdida para la seguridad callejera de Uppsala— a ocupar un puesto como inspectora, en un primer momento en la brigada de delitos violentos y mбs tarde en la brigada especializada en delitos econуmicos. En el aсo 2000 solicitу plaza en la policнa de seguridad de Uppsala y en el aсo 2001 se trasladу a Estocolmo. Al principio trabajу en el contraespionaje pero, casi de inmediato, Torsten Edklinth —que daba la casualidad de que conocнa al padre de Monica Figuerola y que habнa seguido de cerca la carrera de la chica— se la llevу al Departamento de protecciуn constitucional.

Cuando finalmente Edklinth decidiу que, tras lo que le habнa contado Armanskij, tenнa que actuar, meditу un instante y luego llamу a Monica Figuerola para que se presentara en su despacho. Ella llevaba menos de tres aсos en protecciуn constitucional, lo cual significaba que seguнa siendo mбs un policнa de verdad que un guerrero chupatintas.

Ese dнa iba vestida con unos vaqueros ceсidos, unas sandalias de color turquesa con un ligero tacуn y una americana azul marino.

—їEn quй andas trabajando ahora? —preguntу Edklinth mientras la invitaba a sentarse.

—Estamos investigando el robo que se cometiу hace dos semanas en ese supermercado de barrio de Sunne.

La policнa de seguridad no solнa investigar robos producidos contra supermercados; ese tipo de trabajo policial le correspondнa exclusivamente a la policнa ordinaria. Monica Figuerola era la jefa de una secciуn compuesta por cinco colaboradores que se dedicaban a analizar la delincuencia polнtica. La herramienta mбs importante con que contaban consistнa en una serie de ordenadores que estaban conectados con la informaciуn de incidencias de la policнa abierta. Prбcticamente todas las denuncias que se hacнan en todos los distritos policiales de Suecia pasaban por los ordenadores que estaban al mando de Monica Figuerola. Los equipos poseнan un software que escaneaba automбticamente todos los informes policiales y que tenнa por objeto reaccionar a trescientos diez tйrminos especнficos, como por ejemplo moraco, cabeza rapada, esvбstica, inmigrante, anarquista, saludo hitleriano, nazi, nacionaldemуcrata, traidor nacional, puta judнa o follanegros. Si uno de esos tйrminos figuraba en un informe policial, el ordenador les daba el aviso y el informe en cuestiуn se sacaba y se examinaba de modo individual. Dependiendo de la situaciуn, luego se podнa solicitar el sumario y seguir estudiando el caso.

Una de las tareas de la protecciуn constitucional es la de publicar todos los aсos el informe Amenazas contra la seguridad nacional, que constituye la ъnica estadнstica fiable sobre la delincuencia polнtica. Dicha estadнstica se basa exclusivamente en denuncias efectuadas en comisarнas locales. En el caso del robo del supermercado de Sunne, el ordenador reaccionу ante tres tйrminos clave: inmigrante, charretera y moraco. Dos jуvenes enmascarados, con amenazas y a punta de pistola, habнan robado en un supermercado de barrio cuyo propietario era inmigrante. Se hicieron con una suma de dinero que ascendнa a dos mil setecientas ochenta coronas, ademбs de con un cartуn de cigarrillos. Uno de los atracadores llevaba una cazadora de media cintura con una bandera sueca en las charreteras del hombro. El otro joven le gritу varias veces «puto moraco» al dueсo de la tienda y lo obligу a tumbarse en el suelo.

Todo eso en su conjunto fue suficiente para que los colaboradores de Figuerola sacaran el sumario e intentaran averiguar si los atracadores tenнan algъn vнnculo con las pandillas de nazis locales de la provincia de Vбrmland y si, en tal caso, el robo podrнa ser etiquetado de racista, ya que uno de los atracadores habнa manifestado opiniones racistas. De ser asн, dicho robo constituirнa uno mбs de los datos que engrosarнan la estadнstica del aсo siguiente, algo que luego se analizarнa y se adjuntarнa a la estadнstica europea que las oficinas de la UE de Viena publicaban anualmente. Tambiйn podrнa darse el caso de que los atracadores fueran boy scouts que se habнan comprado una cazadora Frуvik con la bandera sueca, que fuese pura casualidad que el propietario del supermercado resultara ser inmigrante y que se hubiese pronunciado el tйrmino «moraco». En ese caso, el departamento de Figuerola suprimirнa el robo de las estadнsticas.



  

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