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Segunda parte 3 страница



—Muchos de los que se suicidan no escriben nunca una carta de despedida.

—Ya lo sй. De acuerdo. No tenemos elecciуn. Archivaremos el caso Bjцrck.

Erika Berger fue incapaz de sentarse en la silla que Morander tenнa en su jaula de cristal y apartar sus pertenencias. Demasiado pronto. Le pidiу a Gunnar Magnusson que hablara con la familia de Morander para que la viuda pasara a recogerlas cuando le fuese bien.

Asн que, en medio de aquel ocйano que era la redacciуn, buscу un espacio en el mostrador central para instalar su portбtil y asumir el control. Aquello era un autйntico caos. Pero tres horas despuйs de haberse hecho a toda prisa con el timуn del SMP, el editorial ya estaba en la imprenta. Gunnar Magnusson habнa escrito un texto de cuatro columnas sobre la vida y la obra de Hбkan Morander. La pбgina se componнa de un retrato central de Morander, su inconcluso editorial a la izquierda y una serie de fotografнas en el margen inferior. La maquetaciуn dejaba bastante que desear, pero tenнa un impacto emocional que hacнa perdonables los defectos.

Poco antes de las seis de la tarde, Erika se encontraba repasando los titulares de la primera pбgina y tratando los textos con el jefe de ediciуn cuando Borgsjу se acercу a ella y le tocу el hombro. Erika levantу la vista.

—їPuedo hablar contigo un momento?

Se acercaron hasta la mбquina de cafй de la sala de descanso del personal.

—Sуlo querнa decirte que estoy muy contento por cуmo te has hecho hoy con la situaciуn. Creo que nos has sorprendido a todos.

—No me quedaban muchas alternativas. Pero voy a ir dando tumbos hasta que coja rodaje.

—Todos somos conscientes de ello.

—їTodos?

—Me refiero tanto a la plantilla como a la direcciуn. Sobre todo a la direcciуn. Pero despuйs de lo que ha ocurrido hoy estoy mбs convencido que nunca de que tъ eres la elecciуn mбs acertada. Has llegado justo a tiempo y te has visto obligada a asumir el mando en una situaciуn muy difнcil.

Erika casi se sonrojу. No lo hacнa desde que tenнa catorce aсos.

—їPuedo darte un buen consejo?... —Por supuesto.

—Me he enterado de que has discutido con Anders Holm, el jefe de Noticias, sobre unos titulares.

—No estбbamos de acuerdo en el enfoque que se le habнa dado al texto sobre la propuesta fiscal del Gobierno. El introdujo una opiniуn personal en el titular y ahн debemos ser neutrales; las opiniones son para el editorial. Y ya que ha salido el tema, te querнa comentar que, de vez en cuando, escribirй un editorial, pero, como ya sabes, no tengo ninguna afiliaciуn polнtica, asн que hemos de resolver la cuestiуn de quiйn va a ser el jefe de la secciуn de Opiniуn.

—De momento se encargarб Magnusson —respondiу Borgsjу.

Erika Berger se encogiу de hombros.

—A mн me da igual a quiйn nombrйis. Pero debe ser una persona que defienda claramente las ideas del periуdico.

—-Te entiendo. Lo que querнa decirte es que creo que debes darle a Holm cierto margen de actuaciуn. Lleva mucho tiempo trabajando en el SMP y ha sido jefe de Noticias durante quince aсos. Sabe lo que hace. Puede resultar arisco, pero es una persona prбcticamente imprescindible.

—Ya lo sй. Morander me lo contу. Pero por lo que respecta a la cobertura de noticias me temo que tendrб que mantenerse a raya. Al fin y al cabo, me habйis contratado para darle un nuevo aire al periуdico.

Borgsjу moviу pensativamente la cabeza.

—De acuerdo. Resolveremos los problemas a medida que vayan surgiendo.

Annika Giannini estaba tan cansada como irritada cuando, el miйrcoles por la noche, subiу al X2000 en la estaciуn central de Gotemburgo para regresar a Estocolmo. Se sentнa como si durante el ъltimo mes hubiese vivido en el X2000. Apenas habнa visto a su familia. Fue a por un cafй al vagуn restaurante, se acomodу en su asiento y abriу la carpeta que contenнa las anotaciones de la ъltima conversaciуn mantenida con Lisbeth Salander. Algo que tambiйn contribuнa a su cansancio e irritaciуn.

«Me oculta algo —pensу Annika Giannini—. La muy idiota no me estб diciendo la verdad. Y Micke tambiйn me oculta algo. Sabe Dios en quй andarбn metidos.»

Tambiйn constatу que, ya que su hermano y su dienta no se habнan comunicado entre sн, la conspiraciуn —en el caso de que existiera— debнa de ser un acuerdo tбcito que les resultaba natural. No sabнa de quй se trataba, pero suponнa que tenнa que ver con algo que a Mikael Blomkvist le parecнa importante no sacar a la luz.

Temнa que fuera una cuestiуn de йtica, el punto dйbil de su hermano. El era amigo de Lisbeth Salander. Annika conocнa a su hermano y sabнa que su lealtad hacia las personas a las que йl definiу una vez como amigos sobrepasaba los lнmites de la estupidez, aunque esos amigos resultaran imposibles y se equivocaran de cabo a rabo. Tambiйn sabнa que Mikael podнa tolerar muchas tonterнas pero que existнa un lнmite tбcito que no se podнa traspasar. El punto exacto en el que se situaba ese lнmite parecнa variar de una persona a otra, pero ella sabнa que, en mбs de una ocasiуn, Mikael habнa roto por completo su relaciуn con algunos нntimos amigos por haber hecho algo que йl consideraba inmoral o inadmisible. En situaciones asн se volvнa inflexible: la ruptura no sуlo era total y definitiva sino que tambiйn quedaba fuera de toda discusiуn. Mikael ni siquiera contestaba al telйfono, aunque la persona en cuestiуn lo llamara para pedirle perdуn de rodillas.

Annika Giannini entendнa lo que pasaba en la cabeza de Mikael Blomkvist. En cambio, no tenнa ni idea de lo que acontecнa en la de Lisbeth Salander; a veces pensaba que allн no sucedнa nada en absoluto.

Segъn le habнa comentado Mikael, Lisbeth podнa ser caprichosa y extremadamente reservada para con su entorno. Hasta el dнa que la conociу pensу que eso sucederнa en una fase transitoria y que serнa cuestiуn de ganarse su confianza. Pero, tras todo un mes de conversaciones, Annika constatу que, en la mayorнa de las ocasiones, sus charlas resultaban bastante unidireccionales, si bien era cierto que, durante las dos primeras semanas, Lisbeth Salander no se habнa encontrado con fuerzas para mantener un diбlogo.

Annika tambiйn pudo advertir que habнa momentos en los que Lisbeth Salander daba la impresiуn de hallarse sumida en una profunda depresiуn y de no tener el menor interйs en resolver su situaciуn ni su futuro. Parecнa que Lisbeth Salander no entendнa que la ъnica posibilidad con la que contaba Annika para procurarle una defensa satisfactoria dependнa del acceso que ella tuviera a toda la informaciуn. No podнa trabajar a ciegas.

Lisbeth Salander era una persona mohнna y mбs bien parca en palabras. Lo poco que decнa lo expresaba, no obstante, con mucha exactitud y tras largas y reflexivas pausas. Las mбs de las veces no contestaba a las cuestiones, y en otras ocasiones respondнa, de pronto, a una pregunta que Annika le habнa hecho dнas atrбs. En los interrogatorios policiales, Lisbeth Salander permaneciу sentada en la cama mirando al vacнo y sin abrir la boca. No intercambiу ni una palabra con los policнas. Con una sola excepciуn: cuando el inspector Marcus Erlander le preguntу acerca de lo que sabнa sobre Ronald Niedermann; Lisbeth lo observу y contestу con toda claridad a cada pregunta. En cuanto Erlander cambiу de tema, Salander perdiу el interйs y volviу a fijar la mirada en el vacнo.

Annika ya se esperaba que Lisbeth no le dijera nada a la policнa: por principio no hablaba con las autoridades. Cosa que, en este caso, resultaba positiva. A pesar de que Annika, de vez en cuando, incitaba formalmente a su dienta para que respondiera a las preguntas de la policнa, en su fuero interno estaba muy contenta con el profundo silencio de Salander. La razуn era muy sencilla: se trataba de un silencio coherente. Asн no la pillarнan con mentiras ni razonamientos contradictorios que podrнan causar una mala impresiуn en el juicio.

Pero aunque Annika ya se esperaba ese silencio, se sorprendiу de que fuera tan inquebrantable. Cuando se quedaron solas, le preguntу por quй se negaba a hablar con la policнa de esa forma tan ostensible.

—Tergiversarбn todo lo que yo diga y lo emplearбn en mi contra.

—Pero si no explicas nada, te condenarбn.

—Bueno... Pues que lo hagan. No soy yo la que ha montado todo este lнo. Si quieren condenarme, no es mi problema.

Sin embargo, aunque en mбs de una ocasiуn Annika prбcticamente tuvo que sacarle las palabras con sacacorchos, Lisbeth le fue contando, poco a poco, casi todo lo ocurrido en Stallarholmen. Todo menos una cosa: no le habнa explicado por quй Magge Lundin acabу con una bala en el pie. Por mucho que Annika se lo preguntara y le diese la lata, Lisbeth Salander no hacнa mбs que mirarla con descaro mientras le mostraba su torcida sonrisa.

Tambiйn le habнa hablado de lo acontecido en Gosseberga. Pero sin decir ni una palabra de por quй habнa seguido a su padre. їFue hasta allн para matarlo —tal y como sostenнa el fiscal— o para hablar con йl y hacerle entrar en razуn? Desde el punto de vista jurнdico la diferencia resultaba abismal.

Cuando Annika sacу el tema de su anterior administrador, el abogado Nils Bjurman, Lisbeth se volviу aъn mбs parca en palabras. Su respuesta mбs frecuente era que no habнa sido ella la que le disparу y que eso tampoco formaba parte de los cargos que se le imputaban.

Y cuando Annika llegу al mismнsimo fondo de la cuestiуn, lo que habнa desencadenado toda la serie de acontecimientos —el papel desempeсado por el doctor Teleborian en 1991-—, Lisbeth se convirtiу en una tumba.

«Asн no vamos bien —constatу Annika—-. Si Lisbeth no confнa en mн, perderemos el juicio. Tengo que hablar con Mikael.»

Lisbeth Salander estaba sentada en el borde de la cama mirando por la ventana. Podнa ver la fachada del edificio situado al otro lado del aparcamiento. Llevaba asн, sin moverse y sin que nadie la molestara, mбs de una hora, desde que Annika Giannini, furiosa, se levantara y saliera de la habitaciуn dando un portazo. Volvнa a tener dolor de cabeza, aunque era ligero e iba remitiendo. Sin embargo, se sentнa mal.

Annika Giannini la irritaba. Desde un punto de vista prбctico entendнa que su abogada le diera siempre la lata sobre detalles de su pasado. Era lуgico y comprensible que Annika Giannini necesitara todos los datos. Pero no le apetecнa lo mбs mнnimo hablar de sus sentimientos ni de su modo de actuar. Consideraba que su vida era asunto suyo y de nadie mбs. Ella no tenнa la culpa de que su padre fuera un sбdico patolуgicamente enfermo y un asesino. Tampoco de que su hermano fuera un asesino en masa. Y menos mal que no habнa nadie que supiera que йl era su hermano, algo que, con toda probabilidad, tambiйn se usarнa en su contra en la evaluaciуn psiquiбtrica que tarde o temprano le realizarнan. No habнa sido ella la que asesinу a Dag Svensson y a Mia Bergman. No habнa sido ella la que nombrу un administrador que resultу ser un cerdo y un violador.

Aun asн, era su vida la que iba a ser puesta patas arriba y examinada desde todos los бngulos, y ella la que se verнa obligada a explicarse y pedir perdуn por haberse defendido.

Querнa que la dejaran en paz. Al fin y al cabo era ella la que tenнa que vivir consigo misma. No esperaba que nadie fuera su amigo. Probablemente Annika Giannini de los Cojones estuviera de su parte, pero se trataba de una amistad profesional, puesto que era su abogada. Kalle Blomkvist de los Cojones tambiйn andaba por allн, aunque Annika apenas lo mentaba y Lisbeth nunca preguntaba por йl: ahora que el asesinato de Dag Svensson estaba resuelto y que Mikael ya tenнa su artнculo, Lisbeth no esperaba que se moviera mucho por ella.

Se preguntу quй pensarнa Dragan Armanskij de ella despuйs de todo lo ocurrido.

Se preguntу cуmo verнa Holger Palmgren la situaciуn.

Segъn Annika Giannini, ambos se habнan puesto de su parte, pero eso no eran mбs que palabras. Ellos no podнan hacer nada para resolver sus problemas personales.

Se preguntу quй sentirнa Miriam Wu por ella.

Se preguntу quй sentнa por sн misma y llegу a la conclusiуn de que, mбs que otra cosa, sentнa indiferencia ante toda su vida.

De pronto, sus pensamientos fueron interrumpidos por el vigilante jurado, que introdujo la llave en la cerradura, abriу la puerta e hizo pasar al doctor Anders Jonasson.

—Buenas tardes. їCуmo se encuentra hoy la seсorita Salander ?

—O.K. —contestу.

Jonasson consultу su historial y constatу que ya no tenнa fiebre. Ella se habнa habituado a sus visitas, que realizaba un par de veces por semana. De todos los que la trataban y tocaban, йl era la ъnica persona con la que ella experimentaba cierta confianza. En ninguna ocasiуn le habнa dado la impresiуn de que la mirara de forma rara. Visitaba su cuarto, charlaba con ella un rato y se interesaba por su estado de salud. No le hacнa preguntas sobre Ronald Niedermann ni sobre Alexander Zalachenko, ni tampoco si estaba loca o por quй la policнa la tenнa encerrada. Sуlo parecнa interesarle cуmo respondнan sus mъsculos, cуmo progresaba la curaciуn de su cerebro y cуmo se encontraba ella en general.

Ademбs, йl, literalmente hablando, habнa estado hurgando en su cerebro; alguien que habнa hecho eso merecнa ser tratado con respeto, consideraba Lisbeth. Para su gran asombro, se dio cuenta de que —a pesar de que la tocara y analizara la evoluciуn de su fiebre— las visitas de Anders Jonasson le resultaban agradables.

—їTe parece bien que me asegure de ello?

Procediу a efectuarle el habitual examen mirando sus pupilas, auscultбndola y tomбndole el pulso; a continuaciуn, le extrajo sangre.

—їCуmo me encuentro? —preguntу ella.

—Estб claro que vas mejorando. Pero tienes que aplicarte mбs con la gimnasia. Y veo que te has rascado la costra de la herida de la cabeza. No lo hagas.

Hizo una pausa.

—їTe puedo hacer una pregunta personal?

Lisbeth lo mirу de reojo. El aguardу hasta que ella asintiу con la cabeza.

—Ese dragуn que tienes tatuado... no lo he visto entero, pero he podido constatar que es muy grande y que te cubre una buena parte de la espalda. їPor quй te lo hiciste?

—їQue no lo has visto entero? De repente йl sonriу.

—Bueno, quiero decir que lo vi de pasada, porque cuando te tuve desnuda frente a mн yo estaba bastante ocupado cortando hemorragias, sacбndote balas y cosas por el estilo.

-—їPor quй lo preguntas?

—Simple curiosidad.

Lisbeth Salander reflexionу durante un buen rato. Luego lo mirу.

—Me lo hice por una razуn personal de la que no quiero hablar.

Anders Jonasson meditу la respuesta y moviу pensativo la cabeza.

—Vale. Perdona la pregunta.

—їQuieres verlo?

El pareciу asombrarse.

—Sн. їPor quй no?

Le volviу la espalda y se quitу el camisуn. Se puso de pie y se colocу de tal forma que la luz de la ventana iluminу su espalda. Йl constatу que el dragуn le cubrнa una zona de la parte derecha de la espalda. Empezaba en el hombro y le bajaba por el omoplato hasta terminar en una cola que descansaba sobre la cadera. Era un trabajo bonito y muy profesional. Una verdadera obra de arte.

Al cabo de un rato, Lisbeth volviу la cabeza.

—їSatisfecho?

—Es bonito. Pero debieron de hacerte un daсo de mil demonios.

—Sн —reconociу ella—. Doliу.

Anders Jonasson abandonу la habitaciуn de Lisbeth Salander algo desconcertado. Estaba contento con el progreso de su rehabilitaciуn fнsica. Pero no llegaba a comprender a esa curiosa chica. No era necesario tener un mбster en psicologнa para darse cuenta de que mentalmente no se encontraba demasiado bien. Su trato con йl era correcto, pero no exento de una бspera desconfianza. Jonasson tambiйn tenнa entendido que ella se mostraba educada con el resto del personal, pero que no pronunciaba palabra cuando la visitaba la policнa. Se encerraba a cal y canto en su caparazуn y marcaba en todo momento una distancia con su entorno.

La policнa la habнa encerrado y un fiscal iba a procesarla por intento de homicidio y por un delito de lesiones graves. Le intrigaba que una chica tan pequeсa y de constituciуn tan frбgil hubiese poseнdo la fuerza fнsica que se necesitaba para llevar a cabo ese tipo de violencia, en especial teniendo en cuenta que la violencia se habнa dirigido contra hombres ya talluditos.

Le habнa preguntado por el tatuaje del dragуn mбs que nada para encontrar un tema personal sobre el que hablar. A decir verdad, no le interesaba en absoluto la razуn por la que ella habнa adornado su cuerpo de esa forma tan exagerada, pero suponнa que si habнa elegido estamparlo con un tatuaje tan grande, era porque sin duda йste tendrнa un especial significado para ella. De modo que йse podrнa ser un buen tema para iniciar una conversaciуn.

Habнa adquirido la costumbre de visitarla un par de veces por semana. En realidad, las visitas quedaban fuera de su horario, y ademбs su mйdico era Helena Endrin. Pero Anders Jonasson era el jefe de la unidad de traumatologнa y estaba inmensamente satisfecho del trabajo que realizу la noche en la que Lisbeth Salander entrу en urgencias. Tomу la decisiуn correcta cuando eligiу extraerle la bala y, segъn habнa podido constatar, la lesiуn no le habнa dejado secuelas como lagunas de memoria, disminuciуn de las funciones corporales u otras minusvalнas. Si su mejorнa siguiera progresando de la misma manera, abandonarнa el hospital con una cicatriz en el cuero cabelludo, pero sin mбs complicaciones. No podнa pronunciarse, en cambio, sobre las cicatrices que tal vez tuviera en el alma.

Regresу a su despacho y descubriу que un hombre con americana oscura se encontraba junto a la puerta apoyado en la pared. Tenнa el pelo enmaraсado y una barba muy bien cuidada.

—їEl doctor Jonasson?

—Sн.

—Hola, soy Peter Teleborian, el mйdico jefe de la clнnica psiquiбtrica infantil de Sankt Stefan, en Uppsala.

—Sн, ya te conozco.

—Bien. Me gustarнa hablar contigo un momento en privado si tienes tiempo.

Anders Jonasson abriу la puerta de su despacho con la llave.

—їEn quй puedo ayudarte? —le preguntу Anders Jonasson.

—Se trata de una de tus pacientes: Lisbeth Salander. Necesito verla.

—Mmm. En ese caso debes pedirle permiso al fiscal. Estб detenida y le han prohibido las visitas. Ademбs, hay que informar con antelaciуn a su abogada...

—Sн, sн, ya lo sй. Pero pensaba que en este caso nos podrнamos saltar toda esa burocracia. Soy mйdico, de modo que me podrнas dejar hablar con ella por razones puramente mйdicas.

—Bueno, tal vez se pueda justificar asн. Pero no acabo de entender el motivo.

—Durante aсos fui el psiquiatra de Salander mientras estuvo ingresada en el Sankt Stefan de Uppsala. Seguн su evoluciуn hasta que cumpliу dieciocho aсos y el tribunal autorizу su inserciуn en la sociedad, aunque bajo tutela administrativa. Tal vez deba aсadir que yo, naturalmente, me opuse a esa decisiуn. Desde entonces la han dejado ir a la deriva y hoy vemos el resultado.

—Entiendo -—dijo Anders Jonasson.

—Sigo sintiendo una gran responsabilidad por ella y me gustarнa tener la oportunidad de evaluar hasta quй punto ha empeorado durante los ъltimos diez aсos.

—їEmpeorado?

—En comparaciуn con cuando era adolescente y recibнa cuidados especializados. He pensado que podrнamos buscar una soluciуn adecuada, entre mйdicos.

—Por cierto, ahora que recuerdo... Quizб me puedas ayudar con un tema que no entiendo muy bien. Entre mйdicos, quiero decir. Cuando ella ingresу aquн, en Sahlgrenska, mandй que le hicieran una amplia evaluaciуn mйdica. Un colega pidiу su informe pericial de psiquiatrнa forense. Estaba redactado por un tal Jesper H. Lуderman.

—Correcto. Yo fui el director de su tesis doctoral. —Muy bien. Pero el informe resultaba muy impreciso.

—їAh, sн?

—No se da ningъn diagnуstico; mбs bien parece el estudio acadйmico de un paciente callado. Peter Teleborian se riу.

—Sн, no siempre es fбcil tratar con ella. Como queda claro en el informe, ella se negaba en redondo a participar en las entrevistas de Lуderman. Lo que ocasionу que йl se viera obligado a expresarse con tйrminos algo vagos, cosa completamente correcta por su parte.

—De acuerdo. Pero, aun asн, lo que se recomendaba era que ella fuera internada.

—Eso se basa en su historial. Nuestra experiencia sobre la evoluciуn de su cuadro clнnico se remonta a muchos aсos atrбs.

—Eso es justo lo que no acabo de entender. Cuando ella ingresу aquн pedimos su historial a Sankt Stefan. Pero todavнa no nos lo han mandado.

—Lo siento. Pero estб clasificado por decisiуn del tribunal.

—Entiendo. їY cуmo vamos a ofrecerle una adecuada asistencia mйdica en el Sahlgrenska si no podemos acceder a su historial? Porque, de hecho, ahora somos nosotros los que tenemos la responsabilidad mйdica sobre ella.

—Yo me he ocupado de ella desde que tenнa doce aсos y no creo que haya ningъn mйdico en toda Suecia que conozca tan bien su cuadro clнnico.

—їY cuбl es... ?

—Lisbeth Salander adolece de un grave trastorno psicolуgico. Como tъ bien sabes, la psiquiatrнa no es una ciencia exacta. Prefiero no comprometerme ofreciendo un solo diagnуstico exacto. Pero sufre evidentes alucinaciones que presentan claros rasgos paranoicos y esquizofrйnicos. En su cuadro tambiйn se incluyen perнodos manнacodepresivos y carece por completo de empatia.

Anders Jonasson examinу al doctor Peter Teleborian durante diez segundos para, acto seguido, realizar un gesto con las manos manifestando su poca intenciуn de discutir.

—No serй yo quien le discuta un diagnуstico al doctor Teleborian, pero їnunca has pensado en un diagnуstico mбs sencillo?

—їCuбl?

—El sнndrome de Asperger, por ejemplo. Es cierto que no le he hecho ningъn examen psiquiбtrico, pero si tuviera que adivinar a botepronto lo que padece, pensarнa en algъn tipo de autismo como lo mбs probable. Eso explicarнa su incapacidad para aceptar las convenciones sociales.

—Lo siento, pero los pacientes de Asperger no suelen quemar a sus padres. Crйeme: nunca he visto un caso de sociopatнa mбs claro.

—Yo la veo mбs bien cerrada, pero no como una psicуpata paranoica.

—Es manipuladora a mбs no poder —dijo Peter Teleborian—. Sуlo muestra lo que ella cree que tъ quieres ver.

Anders Jonasson frunciу imperceptiblemente el ceсo. De repente, Peter Teleborian contradecнa por completo su propia evaluaciуn sobre Lisbeth Salander. Si habнa algo que Jonasson no creнa de ella era que fuera manipuladora. Todo lo contrario: se trataba de una persona que, impertйrrita, mantenнa la distancia con su entorno y no mostraba ningъn tipo de emociуn. Intentaba casar la imagen que Teleborian describнa con la que йl se habнa forjado sobre Lisbeth Salander.

—Y eso que tъ sуlo la has tratado durante el breve perнodo de tiempo en el que sus lesiones la han obligado a permanecer quieta. Yo he sido testigo de sus violentos arrebatos y de su odio irracional. He dedicado muchos aсos a intentar ayudar a Lisbeth Salander. Por eso he venido hasta aquн. Propongo una colaboraciуn entre el Sahlgrenska y Sankt Stefan.

—їA quй tipo de colaboraciуn te refieres?

—Tъ te encargas de sus problemas fнsicos; no me cabe duda de que le estбs dando las mejores atenciones posibles. Pero estoy muy preocupado por su estado psнquico y me gustarнa poder tratarla cuanto antes. Estoy dispuesto a prestar toda mi ayuda.

—Ya.

—Necesito verla para realizar, en primer lugar, una evaluaciуn de su estado.

—Entiendo. Pero, desafortunadamente, no te puedo ayudar.

—їPerdуn?

—Como ya te he dicho, estб detenida. Si quieres iniciar un tratamiento psiquiбtrico con ella, dirнgete a la fiscal Jervas, que es quien toma las decisiones en ese tipo de asuntos, y, ademбs, eso tendrнa que hacerse con el consentimiento de su abogada, Annika Giannini. Si se trata de una evaluaciуn forense, es el tribunal el que deberнa encargarte esa tarea.

—Esa es, precisamente, toda la burocracia que yo querнa evitar.

—Ya, pero yo respondo de ella y si dentro de poco ha de ir a juicio, necesitamos tener en regla los papeles de todas las medidas que hemos adoptado. De modo que esa vнa burocrбtica se hace imprescindible.

—Muy bien. Entonces puedo informarte de que ya he recibido una peticiуn del fiscal Richard Ekstrцm de Estocolmo para que la someta a un examen psiquiбtrico forense. Algo que se realizarб de cara a la celebraciуn del juicio.

—Estupendo. Entonces te permitirбn visitarla sin que tengamos que saltarnos el reglamento.

—Pero mientras hacemos todo ese papeleo corremos el riesgo de que su estado empeore. Sуlo me interesa su salud.

—A mн tambiйn —dijo Anders Jonasson—. Y, entre nosotros: no veo ningъn sнntoma que me indique que es una enferma mental. Se encuentra maltrecha y sometida a una situaciуn de gran tensiуn. Pero no veo en absoluto que sea esquizofrйnica o que sufra de obsesiones paranoicas.

El doctor Peter Teleborian dedicу algъn tiempo mбs a intentar convencer a Anders Jonasson para que cambiara su decisiуn. Cuando al fin comprendiу que resultaba inъtil, se levantу bruscamente y se despidiу.

Anders Jonasson permaneciу un largo instante contemplando pensativo la silla en la que habнa estado sentado Teleborian. Era cierto que no resultaba del todo inusual que otros mйdicos contactaran con йl para darle sus consejos u opiniones con respecto al tratamiento de algъn paciente. Pero se trataba, casi exclusivamente, de doctores que ya eran responsables de un tratamiento en curso; йsta era la primera vez que un psiquiatra aterrizaba como un platillo volante e insistнa —saltбndose todos los trбmites burocrбticos— en que le dejara ver a una paciente a quien, al parecer, llevaba aсos sin tratar. Al cabo de un momento, Anders Jonasson le echу un vistazo al reloj y constatу que eran poco menos de las siete de la tarde. Cogiу el telйfono y llamу a Martina Karlgren, la psicуloga de apoyo cuyos servicios ofrecнa el Sahlgrenska a los pacientes que habнan sufrido un trauma.

—Hola. Supongo que ya has acabado por hoy. їTe llamo en mal momento?

—No te preocupes. Estoy en casa y no hago nada en particular.

—Es que tengo una duda: tъ has hablado con nuestra paciente Lisbeth Salander... їMe podrнas decir cuбles son tus impresiones?

—Bueno, la he visitado tres veces y me he prestado a hablar con ella. Y siempre ha declinado la oferta, de forma amable pero resuelta.

—Ya, pero їquй impresiуn te produce?

—їQuй quieres decir?

—Martina, sй que no eres psiquiatra, pero eres una persona inteligente y sensata. їQuй impresiуn te ha dado?

Martina Karlgren dudу un instante.

—No sй muy bien cуmo contestar a esa pregunta. La vi dos veces cuando estaba prбcticamente reciйn ingresada y se encontraba en tan mal estado que no conseguн establecer ningъn verdadero contacto con ella. Luego la volvн a visitar, harб mбs o menos una semana, porque me lo pidiу Helena Endrin.

—їY por quй te pidiу Helena que la visitaras?

—Lisbeth Salander se estб recuperando. Y se pasa la mayor parte del tiempo tumbada en la cama mirando fijamente al techo. La doctora Endrin querнa que yo le echara un vistazo.

—їY quй pasу?

—Me presentй. Charlamos durante un par de minutos. Quise saber cуmo se encontraba y si necesitaba hablar con alguien. Me dijo que no. Le preguntй si podнa hacer algo por ella y me pidiу que le pasara a escondidas un paquete de tabaco.

—їSe mostrу irritada u hostil?

Martina Karlgren meditу la respuesta un instante.

—No. Yo dirнa que no. Estaba tranquila, pero mantenнa una gran distancia. Que me pidiera que le pasara un paquete de tabaco en plan contrabando me pareciу mбs una broma que una peticiуn seria. Le preguntй si le apetecнa leer algo, si querнa que le prestara algъn libro. Al principio no quiso nada, pero luego me preguntу si tenнa alguna revista cientнfica que hablara de la genйtica y de la investigaciуn neurolуgica.

—їDe quй?

—De genйtica.

—їDe genйtica?

—Sн. Le contestй que en nuestra biblioteca habнa algunos libros de divulgaciуn general. No era eso lo que le interesaba. Dijo que ya habнa leнdo unos cuantos libros sobre el tema y mencionу unos tнtulos, bбsicos, por lo visto, de los que no he oнdo hablar en mi vida. Asн que lo que le interesaba era la pura investigaciуn en ese campo.

—ї Ah, sн? —se asombrу Anders Jonasson.

—Le comentй que lo mбs seguro era que no tuviйramos libros tan especializados en nuestra biblioteca; lo cierto es que hay mбs de Philip Marlowe que de literatura cientнfica, pero que verнa si podнa encontrar algo.

—їY encontraste algo?

—Subн y cogн unos ejemplares de Nature y New England Journal of Medicine. Se puso muy contenta y me dio las gracias por la molestia.

—Pero son revistas bastante especializadas; allн no hay mбs que ensayos e investigaciуn pura y dura.

—Pues las lee con gran interйs.

Anders Jonasson se quedу mudo un instante.

—їCуmo juzgas tъ su estado psicolуgico?

—Es muy cerrada. Conmigo no ha hablado de absolutamente nada de carбcter privado.

—їLa ves como psнquicamente enferma, manнacodepresiva o paranoica?

—No, en absoluto. En ese caso te habrнa avisado. Es cierto que es muy suya, que tiene grandes problemas y que se encuentra en una situaciуn de mucho estrйs. Pero estб tranquila y lъcida, y parece capaz de controlar la situaciуn.



  

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