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MILLENNIUM 3 21 страница



—Tengo una misiуn complicada para ti —dijo Torsten Edklinth.

—Vale —contestу Monica Figuerola.

—Es un trabajo que acarrea el potencial riesgo de llevarte a la mбs absoluta desgracia e incluso acabar con tu carrera profesional.

—Entiendo.

—Sin embargo, si tienes йxito y las cosas salen bien, puede suponer un gran avance profesional. He pensado en trasladarte a la unidad operativa del Departamento de protecciуn constitucional.

—Perdona que te lo diga, pero la protecciуn constitucional no tiene unidad operativa.

—Sн —le respondiу Torsten Edklinth—. Ahora sн. La he creado esta misma maсana. De momento sуlo cuenta con una persona: tъ.

Monica Figuerola puso cara de escepticismo.

—La misiуn de la protecciуn constitucional es proteger la Constituciуn de una amenaza interna, lo que por regla general significa nazis o anarquistas. Pero їquй hacemos si resulta que la amenaza proviene de nuestra propia organizaciуn?

Edklinth dedicу la siguiente media hora a relatar toda aquella historia que Dragan Armanskij le contу la noche anterior.

—їQuiйn es la fuente de todas esas afirmaciones? —preguntу Monica Figuerola.

—Eso, de momento, carece de importancia. Cйntrate en la informaciуn que nos ha facilitado.

—Lo que quiero saber es si tъ consideras que esa fuente tiene credibilidad.

—La conozco desde hace muchos aсos y considero que es una persona de la mбxima credibilidad.

—Es que suena completamente... No sй: decir inverosнmil es quedarse corta.

Edklinth asintiу.

—A una novela de espнas —precisу.

—їY quй es lo quieres que haga?

—Desde este mismo instante quedas relevada de todas las demбs tareas. Tu ъnica misiуn es йsta: averiguar el grado de veracidad de esta historia. Debes verificar o desechar las afirmaciones. Sуlo me informarбs a mн; a nadie mбs.

—ЎDios mнo! —exclamу Monica Figuerola—. Ahora entiendo a quй te referнas con eso de que podrнa llevarme a la desgracia.

—Sн. Pero si la historia es verdadera... si tan sуlo una mнnima fracciуn de todas esas declaraciones es verdadera, tendremos que hacer frente a una crisis constitucional.

—їPor dуnde empiezo? їCуmo lo hago?

—Empieza por lo mбs fбcil. Empieza con la lectura de aquel informe que redactу Gunnar Bjцrck en 1991. Despuйs quiero que identifiques a las personas que, supuestamente, estбn persiguiendo a Mikael Blomkvist. Segъn mi fuente, el propietario del coche es un tal Gуran Mбrtensson, de cuarenta aсos de edad, policнa y residente en Vittangigatan, en Vбllingby. Luego identifica a la otra persona que aparece en las fotos que hizo el fotуgrafo de Mikael Blomkvist. Este joven rubio de aquн.

—De acuerdo.

—A continuaciуn deberбs investigar el pasado de Evert Gullberg. Yo no he oнdo hablar de йl en mi vida, pero, segъn mi fuente, tiene que existir algъn vнnculo con la policнa de seguridad.

—Eso quiere decir que alguien de aquн contratу a un viejo de setenta y ocho aсos para que asesinara a un espнa. No me lo creo.

—Aun asн, debes comprobarlo. Y la investigaciуn la harбs en secreto. Consъltame antes si piensas tomar alguna medida concreta. No quiero que esto levante olas.

—Lo que me estбs pidiendo supone una investigaciуn enorme. їCуmo voy a poder hacerla yo sola?

—No vas a estar sola. Si acaso al principio. Si vuelves y me dices que no has encontrado nada, pues ya estб y nos olvidamos del asunto. Pero si das con algo sospechoso, ya decidiremos cуmo seguir.

Monica Figuerola dedicу la hora del almuerzo a levantar pesas en el gimnasio de la policнa. Su comida consistiу en un bocadillo de albуndigas con ensaladilla de remolacha y un cafй solo que se llevу a su despacho al volver del gimnasio. Cerrу la puerta, limpiу su mesa y se puso a leer el informe de Gunnar Bjцrck mientras se tomaba el bocadillo.

Tambiйn leyу el anexo con la correspondencia que mantuvieron Bjцrck y el doctor Peter Teleborian. Apuntу cada nombre y cada hecho concreto que figuraba en el informe y que podнa ser objeto de verificaciуn. Al cabo de dos horas se levantу y fue a por mбs cafй a la mбquina. Al salir del despacho cerrу la puerta con llave, algo que formaba parte de las rutinas de la DGP/Seg.

Lo primero que hizo fue comprobar el nъmero de registro del informe. Llamу al encargado del registro, quien le comunicу que no existнa ningъn informe con ese nъmero. El segundo paso consistiу en consultar una hemeroteca. Allн hubo mбs suerte. Los dos periуdicos vespertinos y uno de los matutinos habнan informado de que, aquel dнa, una persona habнa sufrido graves quemaduras en el incendio de un coche en Lundagatan. La vнctima del incidente era un hombre de mediana edad cuyo nombre no se revelaba. Uno de los vespertinos decнa, ademбs, que, segъn un testigo, el incendio habнa sido provocado por una niсa pequeсa. Esa serнa, por tanto, la famosa bomba incendiaria que Lisbeth Salander le tirу a un agente ruso llamado Zalachenko. Por lo menos, eso sн parecнa ser cierto.

Gunnar Bjцrck, que figuraba como el autor del informe, existiу en realidad. Se trataba de una persona conocida que habнa ocupado un cargo importante en el Departamento de extranjerнa, que estuvo de baja debido a una hernia discal y que, por desgracia, acabу suicidбndose.

No obstante, el Departamento de recursos humanos no podнa informar sobre las actividades realizadas por Gunnar Bjцrck en 1991. Esa informaciуn era confidencial incluso para otros colaboradores de la DGP/Seg. Normas de la casa.

Que Lisbeth Salander residiу en Lundagatan en el aсo 1991 y que se pasу los dos siguientes aсos en la clнnica psiquiбtrica de Sankt Stefan eran datos fбciles de verificar. En lo relativo a esos detalles por lo menos, la realidad no parecнa contradecir el contenido del informe.

Peter Teleborian era un conocido psiquiatra que solнa dejarse ver por la tele. Habнa trabajado en Sankt Stefan en 1991 y en la actualidad era el mйdico jefe de la clнnica.

Monica Figuerola reflexionу un largo rato sobre el significado del informe. Luego llamу al jefe adjunto del Departamento de personal.

—Tengo una pregunta complicada —anunciу.

—їCuбl?

—Estamos haciendo un anбlisis que trata de evaluar la credibilidad de una persona y su salud psнquica general. Necesito contactar con un psiquiatra u otro experto que tenga autorizaciуn para acceder a informaciуn clasificada. Me han hablado de un tal doctor Peter Teleborian y me gustarнa saber si podrнa contratarle.

La respuesta se hizo esperar un rato.

—El doctor Peter Teleborian ha sido asesor externo de la Seg en un par de ocasiones. Estб autorizado y puedes hablar con йl, en tйrminos generales, sobre informaciуn clasificada. Pero antes de dirigirte a йl, debes seguir el procedimiento burocrбtico habitual: tu jefe tiene que dar su visto bueno y hacer una peticiуn formal.

A Monica Figuerola se le encogiу ligeramente el corazуn. Acababa de verificar un dato que era imposible que se conociera fuera de un cнrculo muy reducido de personas: Peter Teleborian habнa tenido que ver con la DGP/Seg. Con ese dato, la credibilidad del informe quedaba reforzada.

Dejу de lado el informe y se dedicу al resto de la informaciуn que le habнa proporcionado Torsten Edklinth. Estudiу las fotos de Christer Malm de las dos personas que, presuntamente, siguieron a Mikael Blomkvist desde el cafй Copacabana el uno de mayo.

Consultу el registro de coches y constatу que, en efecto, Gуran Mбrtensson existнa y poseнa un Volvo gris con la matrнcula en cuestiуn. Luego, a travйs del Departamento de recursos humanos, pudo confirmar que era empleado de la DGP/Seg. Se trataba de la comprobaciуn mбs sencilla que podнa efectuar y tambiйn esa circunstancia parecнa ser correcta. El corazуn se le encogiу un poco mбs.

Gуran Mбrtensson trabajaba en protecciуn personal. Era guardaespaldas. Formaba parte de ese grupo de colaboradores que, en numerosas ocasiones, se habнa encargado de la seguridad del primer ministro. Sin embargo, hacнa unas cuantas semanas que estaba en comisiуn de servicios en el Departamento de contraespionaje. La habнa iniciado el 10 de abril, unos dнas despuйs de que Alexander Zalachenko y Lisbeth Salander hubieran sido ingresados en el hospital de Sahlgrenska; no obstante, ese tipo de traslados no eran nada raros si faltaba personal para algъn asunto urgente.

A continuaciуn, Monica Figuerola llamу al jefe adjunto de contraespionaje, un hombre al que conocнa personalmente y para el que habнa trabajado durante su breve estancia en ese departamento. Le preguntу si Gуran Mбrtensson estaba ocupado con alguna misiуn importante y si podrнa cedйrselo para una investigaciуn de la protecciуn constitucional.

El jefe adjunto del contraespionaje se quedу perplejo. Sin duda la habнan informado mal: Gуran Mбrtensson, de protecciуn personal, no se hallaba allн en comisiуn de servicios. Lo sentнa mucho.

Monica Figuerola colgу el telйfono y se quedу mirбndolo durante dos minutos. En protecciуn personal pensaban que Gуran Mбrtensson se hallaba en contraespionaje. Pero allн no estaba. Ese tipo de traslados tienen que ser aprobados y gestionados por el jefe administrativo. Se estirу para coger el telйfono y llamarlo, pero se detuvo. Si los de protecciуn personal hubiesen trasladado a Mбrtensson, el jefe administrativo tendrнa que haber dado su visto bueno. Pero Mбrtensson no se encontraba en contraespionaje. Algo que el jefe administrativo tenнa que saber. Y si hubiesen trasladado a Mбrtensson a algъn departamento que se dedicara a seguir a Mikael Blomkvist, el jefe administrativo tambiйn deberнa estar al corriente de eso.

Torsten Edklinth le habнa dicho que no levantara olas. Preguntar al jefe administrativo podrнa ser sinуnimo de tirar una piedra muy grande en un pequeсo estanque.

Erika Berger suspirу aliviada cuando, poco despuйs de las diez y media de la maсana del lunes, se sentу tras la mesa de su cubo de cristal. Necesitaba imperiosamente la taza de cafй que acababa de traerse de la mбquina. Habнa pasado las primeras horas de trabajo en dos reuniones. La primera habнa sido una reuniуn matinal de quince minutos en la que el secretario de redacciуn Peter Fredriksson trazу las directrices de trabajo de ese dнa. Ante la escasa confianza que le inspiraba Anders Holm, Erika se vio obligada a fiarse cada vez mбs del juicio de Fredriksson.

La otra fue una reuniуn de una hora de duraciуn con el presidente de la junta directiva, Magnus Borgsjу, el jefe de asuntos econуmicos del SMP, Christer Sellberg, y el responsable del presupuesto, Ulf Flodin. La reuniуn versу sobre el descenso del mercado publicitario y la bajada de ventas del periуdico. Tanto el responsable del presupuesto como el jefe de asuntos econуmicos se mostraron de acuerdo en que habнa que tomar medidas para reducir el dйficit del SMP.

—El primer trimestre de este aсo nos hemos mantenido a flote gracias a una ligera subida del mercado publicitario y a la jubilaciуn de dos colaboradores. Sus puestos quedan vacantes —dijo Ulf Flodin—. Es muy probable que consigamos acabar el actual trimestre con un dйficit muy pequeсo. Pero no cabe duda de que los periуdicos gratuitos Metro y StocJ^holm City siguen comiйndose el mercado publicitario de Estocolmo. El ъnico pronуstico que podemos ofrecer para el tercer trimestre es que tendrб un claro dйficit.

—їY cуmo hacemos frente a eso? —preguntу Borgsjу.

—La ъnica alternativa razonable son los recortes. No reducimos la plantilla desde el aсo 2002. Pero calculo que antes de fin de aсo nos veremos obligados a prescindir de al menos diez puestos.

—їCuбles? —preguntу Erika Berger.

—Tenemos que actuar segъn el principio del cortaquesos y quitar un puesto aquн y otro allб. La redacciуn de deportes tiene ahora seis puestos y medio. Habrб que reducir la plantilla a cinco empleados a jornada completa.

—Si no me equivoco, la redacciуn de deportes va de cabeza. Eso significa que habrб que reducir la cobertura de deportes.

Flodin se encogiу de hombros.

—Si a alguien se le ocurre otra propuesta mejor, soy todo oнdos.

—No tengo nada mejor que proponer, pero lo cierto es que si reducimos personal, no nos quedarб mбs remedio que hacer un periуdico mбs fino, y si hacemos un periуdico mбs fino, el nъmero de lectores disminuirб y, con ello, tambiйn el nъmero de anunciantes.

—El eterno cнrculo vicioso —dijo Sellberg, el jefe de asuntos econуmicos.

—Me habйis contratado para que le dй la vuelta a esta situaciуn. Para lograrlo voy a apostar fuerte por mejorar el periуdico y hacerlo mбs atractivo para los lectores. Pero eso no serб posible si me tengo que dedicar a cortar cabezas.

Se dirigiу a Borgsjу.

—їCuбnto tiempo puede seguir haciendo aguas el periуdico? їCuбnto dйficit podemos soportar antes de que nos vayamos a pique?

Borgsjу frunciу los labios.

—Desde principios de los aсos noventa, el SMP se ha ido comiendo una gran parte de los antiguos fondos. Tenemos una cartera de acciones que ha reducido su valor en mбs de un treinta por ciento a lo largo de los ъltimos diez aсos. Se ha invertido mucho dinero en tecnologнa informбtica. O sea, que hemos tenido unos gastos enormes.

—He visto que el SMP ha desarrollado un sistema propio de ediciуn de textos, el AXT. їCuбnto costу eso?

—Unos cinco millones de coronas.

—Pues no le veo la lуgica. Hoy en dнa tienes en el mercado programas muy baratos. їPor quй el SMP ha apostado por invertir tanto dinero en desarrollar los suyos propios?

—Bueno, Erika... no sй quй decirte. Fue el anterior jefe tйcnico el que nos convenciу. El decнa que, a la larga, resultarнa mбs barato y que, ademбs, el SMP podrнa luego vender licencias del programa a otros periуdicos.

—їY alguien lo ha comprado?

—Sн, la verdad es que sн. Un periуdico local de Noruega.

—Fantбstico —dijo Erika Berger con una voz seca—. Siguiente cuestiуn: estamos usando PC que tienen mбs de cinco o seis aсos...

—Por este aсo queda descartado invertir en nuevos ordenadores —dijo Flodin.

La reuniуn continuу. Erika empezу a ser consciente de que Flodin y Sellberg ignoraban sus objeciones y propuestas. Para ellos sуlo habнa que hablar de recortes; algo que resultaba comprensible desde el punto de vista de un responsable de presupuesto y un jefe de asuntos econуmicos, pero inaceptable para la visiуn de una redactora jefe reciйn entrada. Sin embargo, lo que a ella le molestaba de verdad era que rechazaran constantemente sus argumentos con amables sonrisas que la hacнan sentirse como una colegiala dando cuenta de sus deberes. Sin pronunciar ni una sola palabra inapropiada, los dos adoptaban una actitud tan estereotipada hacia ella que hasta le resultaba divertido. No te estrujes el cerebro con cosas tan complicadas, nena.

Borgsjу tampoco resultу de gran ayuda. El se mantuvo a la espera y dejу que los demбs participantes de la reuniуn terminaran de hablar; pero Erika no vio en йl esa actitud paternalista.

Suspirу, conectу su laptop y abriу el correo electrуnico. Habнa recibido diecinueve correos. Cuatro de ellos eran spam de alguien que querнa (i) que comprara Viagra, (2) ofrecerle cybersexo con The sexiest Lolitas on the net a cambio de una modesta suma de cuatro dуlares americanos por minuto, (3) hacerle una oferta algo mбs fuerte de Animal Sex, the Juiciest Horse Fuc^ in the Universe, y (4) que se suscribiera a mode.nu, un newsletter producido por una empresa basura que inundaba el mercado de anuncios y que no paraba de mandar esa mierda por mucho que ella les avisara de que no le interesaban sus ofertas promocionales. Otros siete correos consistнan en las llamadas «cartas de Nigeria», remitidas por la viuda del ex jefe del Banco Nacional de Abu Dhabi, que le ofrecнa fantбsticas sumas de dinero; bastaba con que estuviera dispuesta a contribuir con un capital menor para crear confianza, y otras chorradas por el estilo.

Los restantes mails estaban compuestos por la agenda matinal; la de mediodнa; tres correos del secretario de redacciуn Peter Fredriksson, que la ponнa al tanto del desarrollo de la principal noticia del dнa; un correo de su asesor fiscal personal, que querнa concertar una reuniуn para hablar de los cambios de su sueldo tras haberse pasado de Millennium al SMP, asн como un correo de su higienista dental, que le recordaba que ya le tocaba hacerse su chequeo trimestral. Apuntу la hora en su agenda electrуnica y se dio cuenta de que iba a tener que cancelarla porque para ese dнa tenнa fijada una importante reuniуn con la redacciуn.

Por ъltimo abriу un correo cuyo remitente era cen-tralred@smpost.se y el asunto [Para el conocimiento de la redactora jefe]. Dejу lentamente la taza de cafй.

[ЎPUTA! їQUIЙN CONO TE CREES QUE ERES, MALDITA ZORRA? NO VENGAS AQUН TODA CHULA. ЎQUE TE DEN POR EL CULO CON UN DESTORNILLADOR, PUTA! CUANTO ANTES TE LARGUES DE AQUН MEJOR.]

Erika Berger levantу automбticamente la mirada y buscу al jefe de Noticias Anders Holm. No estaba en su sitio y no lo veнa por la redacciуn. Volviу a mirar quiйn lo mandaba y luego levantу el auricular y llamу a Peter Fleming, jefe tйcnico del SMP.

-—Hola. їA quiйn pertenece la direcciуn centralred® smpost.se?

—A nadie. Esa direcciуn no es del SMP.

—Pues acabo de recibir un correo con ese remite.

—Es falso. їTiene un virus?

—No. O al menos el programa antivirus no se ha activado.

—Vale. La direcciуn no existe. Pero es muy fбcil falsificar una direcciуn para que parezca autйntica. En la red hay pбginas web mediante las cuales puedes enviar ese tipo de correos.

—їEs posible rastrearlo?

—Resulta prбcticamente imposible, aunque la persona en cuestiуn sea tan tonta como para haberlo mandado desde su ordenador personal de casa. Como mucho se podrнa rastrear el nъmero IP hasta un servidor, pero si ha usado una cuenta de Hotmail, por ejemplo, no hay nada que hacer.

Erika le dio las gracias por la informaciуn. Reflexionу unos instantes. No era precisamente la primera vez que recibнa un correo amenazador o el mensaje de un chalado. El correo se referнa, como era obvio, a su nuevo trabajo como redactora jefe del SMP. Se preguntу si procederнa de algъn loco que hubiera leнdo algo sobre ella relacionado con la muerte de Morander o si el remitente se encontraba en el edificio.

Monica Figuerola reflexionу largo y tendido sobre lo que iba a hacer con lo de Evert Gullberg. Una de las ventajas que conllevaba trabajar en el Departamento de protecciуn constitucional era que le otorgaba amplios poderes para consultar prбcticamente cualquier investigaciуn policial de Suecia que pudiera estar relacionada con algъn delito racista o polнtico. Constatу que Alexander Zalachenko era inmigrante y que analizar la violencia dirigida contra personas nacidas en el extranjero, para comprobar si se trataba de delitos motivados por racismo o no, formaba parte de su cometido. Por lo tanto, tenнa legнtimo derecho a acceder a la investigaciуn sobre el asesinato de Zalachenko para determinar si Evert Gullberg estaba vinculado a una organizaciуn racista o si habнa expresado ideas racistas en relaciуn con el homicidio. Pidiу el informe de la investigaciуn y lo estudiу meticulosamente. Allн encontrу las cartas que en su dнa fueron enviadas al ministro de Justicia y se percatу de que, aparte de una serie de ataques personales de carбcter denigrante y obsesivo, tambiйn figuraban los tйrminos «follamoros» y «traidor de la patria».

Luego dieron las cinco. Monica Figuerola guardу todo el material en la caja fuerte de su despacho, quitу la taza de cafй de la mesa, apagу el ordenador y fichу al salir. Con paso decidido y rбpido, fue andando hasta un gimnasio de Sankt Eriksplan y dedicу la siguiente hora a hacer pesas en plan tranquilo.

Cuando hubo acabado, volviу caminando a su apartamento en Pontonjбrgatan, se duchу y se tomу una cena tardнa pero sana. Pensу por un instante en llamar a Daniel Mogren, que vivнa tres manzanas mбs abajo en la misma calle. Daniel era carpintero y culturista y durante tres aсos habнa sido, de vez en cuando, su compaсero de entrenamiento. Durante los ъltimos meses tambiйn se habнan enrollado en varias ocasiones.

Era cierto que el sexo resultaba casi tan satisfactorio como un duro entrenamiento en el gimnasio, pero a los treinta y tantos, o mбs bien cuarenta menos algo, Monica Figuerola habнa empezado a pensar si no deberнa, a pesar de todo, empezar a interesarse por un hombre y una situaciуn vital mбs permanentes. Tal vez incluso niсos. Aunque no con Daniel Mogren.

Tras un momento de reflexiуn llegу a la conclusiуn de que en realidad no tenнa ganas de ver a nadie. En su lugar se fue a la cama con un libro sobre la historia de la Antigьedad. Se durmiу poco antes de medianoche.


Capнtulo 13

Martes, 17 de mayo

 

Monica Figuerola se despertу a las seis y diez de la maсana del martes, saliу a correr una larga vuelta por Norr Malarstrand, se duchу y fichу la entrada en la jefatura de policнa a las ocho y diez. Dedicу la primera hora de la maсana a redactar un informe sobre las conclusiones a las que habнa llegado el dнa anterior.

A las nueve llegу Torsten Edklinth. Monica le dio veinte minutos para que despachara el posible correo de la maсana y luego se acercу a su despacho y llamу a la puerta. Esperу diez minutos mientras su jefe leнa el informe que ella acababa de redactar. Leyу las cuatro hojas, de principio a fin, dos veces. Al final alzу la vista y la mirу.

—El jefe administrativo —dijo pensativo. Ella asintiу.

—El tiene que haber dado su visto bueno a la comisiуn de servicios de Mбrtensson. Por lo tanto, ha de saber que Mбrtensson no estб en contraespionaje, donde, segъn el Departamento de protecciуn personal, se supone que debe encontrarse.

Torsten Edklinth se quitу las gafas, sacу un paсuelo de papel y las limpiу con toda meticulosidad. Reflexionу. Habнa visto en incontables ocasiones al jefe administrativo Albert Shenke en reuniones y jornadas organizadas por la casa, pero no podнa afirmar que lo conociera demasiado. Se trataba de una persona de estatura mбs bien baja, de pelo fino y rubio tirando a pelirrojo y con una cintura que, con el paso de los aсos, habнa dado bastante de sн. Sabнa que Shenke tenнa unos cincuenta y cinco aсos y que llevaba prestando sus servicios en la DGP/Seg desde hacнa, como poco, veinticinco; tal vez mбs. Durante la ъltima dйcada habнa ocupado el puesto de jefe administrativo, y antes trabajу como jefe administrativo adjunto y en otros cargos dentro de la administraciуn. Lo consideraba una persona callada que era capaz de actuar con mano dura si hacнa falta. Edklinth no tenнa ni idea de a quй se dedicaba Shenke en su tiempo libre, pero recordaba haberlo visto en alguna ocasiуn en el garaje de la jefatura de policнa vestido de sport y con unos palos de golf en el hombro. Asimismo, una vez, hacнa ya aсos y por pura casualidad, se topу con йl en la уpera.

—Hay una cosa que me ha llamado la atenciуn —dijo ella.

—їQuй?

—Evert Gullberg. Hizo el servicio militar en los aсos cuarenta, se convirtiу en asesor fiscal y luego desapareciу entre la niebla en los cincuenta.

-їSн?

—Cuando el otro dнa tratamos ese tema, hablamos de йl como si fuese un asesino contratado.

—Sй que suena rebuscado, pero...

—Lo que mбs me ha llamado la atenciуn ha sido que he encontrado tan poco sobre su pasado que me da la sensaciуn de que mбs bien parece algo fabricado. Durante los aсos cincuenta y sesenta, tanto IB como la Seg montaron empresas fuera de casa.

Torsten Edklinth hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

—Me estaba preguntando cuбndo te plantearнas esa posibilidad.

—Necesitarнa una autorizaciуn para acceder a los expedientes personales de los aсos cincuenta —dijo Monica Figuerola.

—No —respondiу Torsten Edklinth, negando con la cabeza—. No podemos entrar en el archivo sin permiso del jefe administrativo y no queremos llamar la atenciуn hasta que tengamos las espaldas bien cubiertas.

—їY cуmo piensas que debemos proceder?

—Mбrtensson —dijo Edklinth—. Averigua quй estб haciendo.

Lisbeth Salander estaba examinando la ventana de ventilaciуn de su habitaciуn, cerrada con llave, cuando oyу que se abrнa la puerta y entraba Anders Jonasson. Eran mбs de las diez de la noche del martes. El mйdico frustraba asн sus planes para huir del hospital.

Ella ya habнa medido los centнmetros que la ventana podнa abrirse, constatado que su cabeza podrнa pasar y que probablemente no tendrнa mayores problemas en introducir el resto del cuerpo. Habнa tres pisos hasta el suelo, pero, con la ayuda de unas sбbanas y el cable alargador de tres metros de largo que estaba enchufado a una lбmpara, ese problema quedarнa resuelto.

Habнa planificado mentalmente su huida paso a paso. El problema era la ropa. Tenнa unas bragas, el camisуn del hospital y un par de sandalias de goma que le habнan dejado. Contaba con doscientas coronas que Annika Giannini le habнa prestado para que pudiera pedir golosinas del quiosco del hospital. Serнa suficiente para hacerse con unos vaqueros baratos y una camiseta en la tienda del Ejйrcito de Salvaciуn, siempre y cuando pudiera dar con ella en Gotemburgo. El resto del dinero tenнa que alcanzar, como fuera, para llamar por telйfono a Plague. Luego ya verнa. Habнa previsto aterrizar en Gibraltar un par de dнas despuйs de escaparse y hacerse luego con una nueva identidad en alguna parte del mundo.

Anders Jonasson saludу con un movimiento de cabeza y se sentу en la silla destinada a las visitas. Ella se sentу en el borde de la cama.

—Hola, Lisbeth. Perdona que no te haya visitado durante los ъltimos dнas, pero he estado muy liado en urgencias y ademбs me han hecho mentor de un par de mйdicos jуvenes.

Ella asintiу. No se esperaba que el doctor Anders Jonasson le hiciera visitas particulares.

El sacу el historial de Lisbeth y estudiу con atenciуn la evoluciуn de la curva de la temperatura y la medicaciуn. Observу que tenнa una temperatura estable, de entre 37 y 37.2 grados, y que durante la ъltima semana no le habнan dado ninguna pastilla para el dolor de cabeza.

—Tu mйdica es la doctora Endrin, їno? їTe llevas bien con ella?

—Sн... Bien —dijo Lisbeth sin mayor entusiasmo.

—їMe dejas que te eche un vistazo?

Ella asintiу. Jonasson sacу una pequeсa linterna del bolsillo, se inclinу hacia delante e iluminу los ojos de Lisbeth para estudiar las contracciones y dilataciones de sus pupilas. Le pidiу que abriera la boca y le examinу la garganta. Luego, con mucho cuidado, le puso las manos alrededor del cuello y le moviу la cabeza de un lado a otro un par de veces.

—їTienes molestias en el cuello? —preguntу.

Ella negу con un gesto.

—їY quй tal el dolor de cabeza?

—Me viene de vez en cuando, pero se me pasa.

—El proceso de cicatrizaciуn sigue su curso. El dolor de cabeza te irб desapareciendo poco a poco.

Ella continuaba teniendo el pelo tan corto que no tuvo mбs que apartar un poco para palpar la cicatriz que se hallaba por encima de su oreja. Se estaba curando sin problemas, pero todavнa le quedaba una pequeсa costra.

—Has vuelto a rascarte la herida. Ni se te ocurra hacerlo de nuevo, їvale?

Ella dijo que sн con la cabeza. El cogiу su codo izquierdo y le alzу el brazo.

—їPuedes levantarlo tъ sola?

Lisbeth lo levantу.

—їTienes algъn dolor o alguna molestia en el hombro?

Ella negу con la cabeza. —їTe tira? —Un poco.

—Creo que debes entrenar los mъsculos del hombro un poquito mбs.

—No es fбcil cuando una estб encerrada. El sonriу.

—Eso no serб para siempre. їEstбs haciendo los ejercicios que te manda el fisioterapeuta? Ella volviу a asentir.

Sacу el estetoscopio y lo apretу un rato contra su muсeca para calentarlo. Luego se sentу en el borde de la cama, le desabrochу el camisуn, le auscultу el corazуn y le tomу el pulso. Le pidiу que se inclinara hacia delante y le colocу el estetoscopio en la espalda para auscultarle los pulmones.

—Tose.

Ella tosiу.

—Vale. Ya puedes abrocharte el camisуn. Desde un punto de vista mйdico estбs mбs o menos recuperada.

Ella asintiу. Esperaba que con eso йl se levantara y le prometiera que volverнa al cabo de unos dнas, pero se quedу sentado en la silla. Permaneciу en silencio un largo rato dando la impresiуn de estar pensando en algo. Lisbeth esperу pacientemente.

—їSabes por quй me hice mйdico? —preguntу de repente.

Ella negу con la cabeza.

—Vengo de una familia obrera. Siempre quise ser mйdico. Bueno, la verdad es que de joven pensaba ha­cerme psiquiatra. Era terriblemente intelectual.

Lisbeth lo mirу con una repentina atenciуn en cuanto mencionу la palabra «psiquiatra».

—Pero no estaba muy seguro de ser capaz de hacer una carrera asн. De modo que cuando salн del bachillerato me formй como soldador y trabajй de eso durante unos aсos.

Moviу la cabeza afirmativamente como para mostrar­le a Lisbeth que no le estaba mintiendo.

—Me pareciу buena idea tener algo a lo que recurrir si fracasaba en la carrera de Medicina. Y ser soldador tam­poco es tan diferente a ser mйdico. Se trata de reparar y unir piezas sueltas. Y ahora trabajo aquн en el Sahlgrenska y reparo a gente como tъ.



  

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