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MILLENNIUM 3 16 страница



Ademбs, йl, literalmente hablando, habнa estado hurgando en su cerebro; alguien que habнa hecho eso merecнa ser tratado con respeto, consideraba Lisbeth. Para su gran asombro, se dio cuenta de que —a pesar de que la tocara y analizara la evoluciуn de su fiebre— las visitas de Anders Jonasson le resultaban agradables.

—їTe parece bien que me asegure de ello?

Procediу a efectuarle el habitual examen mirando sus pupilas, auscultбndola y tomбndole el pulso; a continuaciуn, le extrajo sangre.

—їCуmo me encuentro? —preguntу ella.

—Estб claro que vas mejorando. Pero tienes que aplicarte mбs con la gimnasia. Y veo que te has rascado la costra de la herida de la cabeza. No lo hagas.

Hizo una pausa.

—їTe puedo hacer una pregunta personal?

Lisbeth lo mirу de reojo. El aguardу hasta que ella asintiу con la cabeza.

—Ese dragуn que tienes tatuado... no lo he visto entero, pero he podido constatar que es muy grande y que te cubre una buena parte de la espalda. їPor quй te lo hiciste?

—їQue no lo has visto entero? De repente йl sonriу.

—Bueno, quiero decir que lo vi de pasada, porque cuando te tuve desnuda frente a mн yo estaba bastante ocupado cortando hemorragias, sacбndote balas y cosas por el estilo.

-—їPor quй lo preguntas?

—Simple curiosidad.

Lisbeth Salander reflexionу durante un buen rato. Luego lo mirу.

—Me lo hice por una razуn personal de la que no quiero hablar.

Anders Jonasson meditу la respuesta y moviу pensativo la cabeza.

—Vale. Perdona la pregunta.

—їQuieres verlo?

El pareciу asombrarse.

—Sн. їPor quй no?

Le volviу la espalda y se quitу el camisуn. Se puso de pie y se colocу de tal forma que la luz de la ventana iluminу su espalda. Йl constatу que el dragуn le cubrнa una zona de la parte derecha de la espalda. Empezaba en el hombro y le bajaba por el omoplato hasta terminar en una cola que descansaba sobre la cadera. Era un trabajo bonito y muy profesional. Una verdadera obra de arte.

Al cabo de un rato, Lisbeth volviу la cabeza.

—їSatisfecho?

—Es bonito. Pero debieron de hacerte un daсo de mil demonios.

—Sн —reconociу ella—. Doliу.

Anders Jonasson abandonу la habitaciуn de Lisbeth Salander algo desconcertado. Estaba contento con el progreso de su rehabilitaciуn fнsica. Pero no llegaba a comprender a esa curiosa chica. No era necesario tener un mбster en psicologнa para darse cuenta de que mentalmente no se encontraba demasiado bien. Su trato con йl era correcto, pero no exento de una бspera desconfianza. Jonasson tambiйn tenнa entendido que ella se mostraba educada con el resto del personal, pero que no pronunciaba palabra cuando la visitaba la policнa. Se encerraba a cal y canto en su caparazуn y marcaba en todo momento una distancia con su entorno.

La policнa la habнa encerrado y un fiscal iba a procesarla por intento de homicidio y por un delito de lesiones graves. Le intrigaba que una chica tan pequeсa y de constituciуn tan frбgil hubiese poseнdo la fuerza fнsica que se necesitaba para llevar a cabo ese tipo de violencia, en especial teniendo en cuenta que la violencia se habнa dirigido contra hombres ya talluditos.

Le habнa preguntado por el tatuaje del dragуn mбs que nada para encontrar un tema personal sobre el que hablar. A decir verdad, no le interesaba en absoluto la razуn por la que ella habнa adornado su cuerpo de esa forma tan exagerada, pero suponнa que si habнa elegido estamparlo con un tatuaje tan grande, era porque sin duda йste tendrнa un especial significado para ella. De modo que йse podrнa ser un buen tema para iniciar una conversaciуn.

Habнa adquirido la costumbre de visitarla un par de veces por semana. En realidad, las visitas quedaban fuera de su horario, y ademбs su mйdico era Helena Endrin. Pero Anders Jonasson era el jefe de la unidad de traumatologнa y estaba inmensamente satisfecho del trabajo que realizу la noche en la que Lisbeth Salander entrу en urgencias. Tomу la decisiуn correcta cuando eligiу extraerle la bala y, segъn habнa podido constatar, la lesiуn no le habнa dejado secuelas como lagunas de memoria, disminuciуn de las funciones corporales u otras minusvalнas. Si su mejorнa siguiera progresando de la misma manera, abandonarнa el hospital con una cicatriz en el cuero cabelludo, pero sin mбs complicaciones. No podнa pronunciarse, en cambio, sobre las cicatrices que tal vez tuviera en el alma.

Regresу a su despacho y descubriу que un hombre con americana oscura se encontraba junto a la puerta apoyado en la pared. Tenнa el pelo enmaraсado y una barba muy bien cuidada.

—їEl doctor Jonasson?

—Sн.

—Hola, soy Peter Teleborian, el mйdico jefe de la clнnica psiquiбtrica infantil de Sankt Stefan, en Uppsala.

—Sн, ya te conozco.

—Bien. Me gustarнa hablar contigo un momento en privado si tienes tiempo.

Anders Jonasson abriу la puerta de su despacho con la llave.

—їEn quй puedo ayudarte? —le preguntу Anders Jonasson.

—Se trata de una de tus pacientes: Lisbeth Salander. Necesito verla.

—Mmm. En ese caso debes pedirle permiso al fiscal. Estб detenida y le han prohibido las visitas. Ademбs, hay que informar con antelaciуn a su abogada...

—Sн, sн, ya lo sй. Pero pensaba que en este caso nos podrнamos saltar toda esa burocracia. Soy mйdico, de modo que me podrнas dejar hablar con ella por razones puramente mйdicas.

—Bueno, tal vez se pueda justificar asн. Pero no acabo de entender el motivo.

—Durante aсos fui el psiquiatra de Salander mientras estuvo ingresada en el Sankt Stefan de Uppsala. Seguн su evoluciуn hasta que cumpliу dieciocho aсos y el tribunal autorizу su inserciуn en la sociedad, aunque bajo tutela administrativa. Tal vez deba aсadir que yo, naturalmente, me opuse a esa decisiуn. Desde entonces la han dejado ir a la deriva y hoy vemos el resultado.

—Entiendo -—dijo Anders Jonasson.

—Sigo sintiendo una gran responsabilidad por ella y me gustarнa tener la oportunidad de evaluar hasta quй punto ha empeorado durante los ъltimos diez aсos.

—їEmpeorado?

—En comparaciуn con cuando era adolescente y recibнa cuidados especializados. He pensado que podrнamos buscar una soluciуn adecuada, entre mйdicos.

—Por cierto, ahora que recuerdo... Quizб me puedas ayudar con un tema que no entiendo muy bien. Entre mйdicos, quiero decir. Cuando ella ingresу aquн, en Sahlgrenska, mandй que le hicieran una amplia evaluaciуn mйdica. Un colega pidiу su informe pericial de psiquiatrнa forense. Estaba redactado por un tal Jesper H. Lуderman.

—Correcto. Yo fui el director de su tesis doctoral. —Muy bien. Pero el informe resultaba muy impreciso.

—їAh, sн?

—No se da ningъn diagnуstico; mбs bien parece el estudio acadйmico de un paciente callado. Peter Teleborian se riу.

—Sн, no siempre es fбcil tratar con ella. Como queda claro en el informe, ella se negaba en redondo a participar en las entrevistas de Lуderman. Lo que ocasionу que йl se viera obligado a expresarse con tйrminos algo vagos, cosa completamente correcta por su parte.

—De acuerdo. Pero, aun asн, lo que se recomendaba era que ella fuera internada.

—Eso se basa en su historial. Nuestra experiencia sobre la evoluciуn de su cuadro clнnico se remonta a muchos aсos atrбs.

—Eso es justo lo que no acabo de entender. Cuando ella ingresу aquн pedimos su historial a Sankt Stefan. Pero todavнa no nos lo han mandado.

—Lo siento. Pero estб clasificado por decisiуn del tribunal.

—Entiendo. їY cуmo vamos a ofrecerle una adecuada asistencia mйdica en el Sahlgrenska si no podemos acceder a su historial? Porque, de hecho, ahora somos nosotros los que tenemos la responsabilidad mйdica sobre ella.

—Yo me he ocupado de ella desde que tenнa doce aсos y no creo que haya ningъn mйdico en toda Suecia que conozca tan bien su cuadro clнnico.

—їY cuбl es... ?

—Lisbeth Salander adolece de un grave trastorno psicolуgico. Como tъ bien sabes, la psiquiatrнa no es una ciencia exacta. Prefiero no comprometerme ofreciendo un solo diagnуstico exacto. Pero sufre evidentes alucinaciones que presentan claros rasgos paranoicos y esquizofrйnicos. En su cuadro tambiйn se incluyen perнodos manнacodepresivos y carece por completo de empatia.

Anders Jonasson examinу al doctor Peter Teleborian durante diez segundos para, acto seguido, realizar un gesto con las manos manifestando su poca intenciуn de discutir.

—No serй yo quien le discuta un diagnуstico al doctor Teleborian, pero їnunca has pensado en un diagnуstico mбs sencillo?

—їCuбl?

—El sнndrome de Asperger, por ejemplo. Es cierto que no le he hecho ningъn examen psiquiбtrico, pero si tuviera que adivinar a botepronto lo que padece, pensarнa en algъn tipo de autismo como lo mбs probable. Eso explicarнa su incapacidad para aceptar las convenciones sociales.

—Lo siento, pero los pacientes de Asperger no suelen quemar a sus padres. Crйeme: nunca he visto un caso de sociopatнa mбs claro.

—Yo la veo mбs bien cerrada, pero no como una psicуpata paranoica.

—Es manipuladora a mбs no poder —dijo Peter Teleborian—. Sуlo muestra lo que ella cree que tъ quieres ver.

Anders Jonasson frunciу imperceptiblemente el ceсo. De repente, Peter Teleborian contradecнa por completo su propia evaluaciуn sobre Lisbeth Salander. Si habнa algo que Jonasson no creнa de ella era que fuera manipuladora. Todo lo contrario: se trataba de una persona que, impertйrrita, mantenнa la distancia con su entorno y no mostraba ningъn tipo de emociуn. Intentaba casar la imagen que Teleborian describнa con la que йl se habнa forjado sobre Lisbeth Salander.

—Y eso que tъ sуlo la has tratado durante el breve perнodo de tiempo en el que sus lesiones la han obligado a permanecer quieta. Yo he sido testigo de sus violentos arrebatos y de su odio irracional. He dedicado muchos aсos a intentar ayudar a Lisbeth Salander. Por eso he venido hasta aquн. Propongo una colaboraciуn entre el Sahlgrenska y Sankt Stefan.

—їA quй tipo de colaboraciуn te refieres?

—Tъ te encargas de sus problemas fнsicos; no me cabe duda de que le estбs dando las mejores atenciones posibles. Pero estoy muy preocupado por su estado psнquico y me gustarнa poder tratarla cuanto antes. Estoy dispuesto a prestar toda mi ayuda.

—Ya.

—Necesito verla para realizar, en primer lugar, una evaluaciуn de su estado.

—Entiendo. Pero, desafortunadamente, no te puedo ayudar.

—їPerdуn?

—Como ya te he dicho, estб detenida. Si quieres iniciar un tratamiento psiquiбtrico con ella, dirнgete a la fiscal Jervas, que es quien toma las decisiones en ese tipo de asuntos, y, ademбs, eso tendrнa que hacerse con el consentimiento de su abogada, Annika Giannini. Si se trata de una evaluaciуn forense, es el tribunal el que deberнa encargarte esa tarea.

—Esa es, precisamente, toda la burocracia que yo querнa evitar.

—Ya, pero yo respondo de ella y si dentro de poco ha de ir a juicio, necesitamos tener en regla los papeles de todas las medidas que hemos adoptado. De modo que esa vнa burocrбtica se hace imprescindible.

—Muy bien. Entonces puedo informarte de que ya he recibido una peticiуn del fiscal Richard Ekstrцm de Estocolmo para que la someta a un examen psiquiбtrico forense. Algo que se realizarб de cara a la celebraciуn del juicio.

—Estupendo. Entonces te permitirбn visitarla sin que tengamos que saltarnos el reglamento.

—Pero mientras hacemos todo ese papeleo corremos el riesgo de que su estado empeore. Sуlo me interesa su salud.

—A mн tambiйn —dijo Anders Jonasson—. Y, entre nosotros: no veo ningъn sнntoma que me indique que es una enferma mental. Se encuentra maltrecha y sometida a una situaciуn de gran tensiуn. Pero no veo en absoluto que sea esquizofrйnica o que sufra de obsesiones paranoicas.

El doctor Peter Teleborian dedicу algъn tiempo mбs a intentar convencer a Anders Jonasson para que cambiara su decisiуn. Cuando al fin comprendiу que resultaba inъtil, se levantу bruscamente y se despidiу.

Anders Jonasson permaneciу un largo instante contemplando pensativo la silla en la que habнa estado sentado Teleborian. Era cierto que no resultaba del todo inusual que otros mйdicos contactaran con йl para darle sus consejos u opiniones con respecto al tratamiento de algъn paciente. Pero se trataba, casi exclusivamente, de doctores que ya eran responsables de un tratamiento en curso; йsta era la primera vez que un psiquiatra aterrizaba como un platillo volante e insistнa —saltбndose todos los trбmites burocrбticos— en que le dejara ver a una paciente a quien, al parecer, llevaba aсos sin tratar. Al cabo de un momento, Anders Jonasson le echу un vistazo al reloj y constatу que eran poco menos de las siete de la tarde. Cogiу el telйfono y llamу a Martina Karlgren, la psicуloga de apoyo cuyos servicios ofrecнa el Sahlgrenska a los pacientes que habнan sufrido un trauma.

—Hola. Supongo que ya has acabado por hoy. їTe llamo en mal momento?

—No te preocupes. Estoy en casa y no hago nada en particular.

—Es que tengo una duda: tъ has hablado con nuestra paciente Lisbeth Salander... їMe podrнas decir cuбles son tus impresiones?

—Bueno, la he visitado tres veces y me he prestado a hablar con ella. Y siempre ha declinado la oferta, de forma amable pero resuelta.

—Ya, pero їquй impresiуn te produce?

—їQuй quieres decir?

—Martina, sй que no eres psiquiatra, pero eres una persona inteligente y sensata. їQuй impresiуn te ha dado?

Martina Karlgren dudу un instante.

—No sй muy bien cуmo contestar a esa pregunta. La vi dos veces cuando estaba prбcticamente reciйn ingresada y se encontraba en tan mal estado que no conseguн establecer ningъn verdadero contacto con ella. Luego la volvн a visitar, harб mбs o menos una semana, porque me lo pidiу Helena Endrin.

—їY por quй te pidiу Helena que la visitaras?

—Lisbeth Salander se estб recuperando. Y se pasa la mayor parte del tiempo tumbada en la cama mirando fijamente al techo. La doctora Endrin querнa que yo le echara un vistazo.

—їY quй pasу?

—Me presentй. Charlamos durante un par de minutos. Quise saber cуmo se encontraba y si necesitaba hablar con alguien. Me dijo que no. Le preguntй si podнa hacer algo por ella y me pidiу que le pasara a escondidas un paquete de tabaco.

—їSe mostrу irritada u hostil?

Martina Karlgren meditу la respuesta un instante.

—No. Yo dirнa que no. Estaba tranquila, pero mantenнa una gran distancia. Que me pidiera que le pasara un paquete de tabaco en plan contrabando me pareciу mбs una broma que una peticiуn seria. Le preguntй si le apetecнa leer algo, si querнa que le prestara algъn libro. Al principio no quiso nada, pero luego me preguntу si tenнa alguna revista cientнfica que hablara de la genйtica y de la investigaciуn neurolуgica.

—їDe quй?

—De genйtica.

—їDe genйtica?

—Sн. Le contestй que en nuestra biblioteca habнa algunos libros de divulgaciуn general. No era eso lo que le interesaba. Dijo que ya habнa leнdo unos cuantos libros sobre el tema y mencionу unos tнtulos, bбsicos, por lo visto, de los que no he oнdo hablar en mi vida. Asн que lo que le interesaba era la pura investigaciуn en ese campo.

—ї Ah, sн? —se asombrу Anders Jonasson.

—Le comentй que lo mбs seguro era que no tuviйramos libros tan especializados en nuestra biblioteca; lo cierto es que hay mбs de Philip Marlowe que de literatura cientнfica, pero que verнa si podнa encontrar algo.

—їY encontraste algo?

—Subн y cogн unos ejemplares de Nature y New England Journal of Medicine. Se puso muy contenta y me dio las gracias por la molestia.

—Pero son revistas bastante especializadas; allн no hay mбs que ensayos e investigaciуn pura y dura.

—Pues las lee con gran interйs.

Anders Jonasson se quedу mudo un instante.

—їCуmo juzgas tъ su estado psicolуgico?

—Es muy cerrada. Conmigo no ha hablado de absolutamente nada de carбcter privado.

—їLa ves como psнquicamente enferma, manнacodepresiva o paranoica?

—No, en absoluto. En ese caso te habrнa avisado. Es cierto que es muy suya, que tiene grandes problemas y que se encuentra en una situaciуn de mucho estrйs. Pero estб tranquila y lъcida, y parece capaz de controlar la situaciуn.

—De acuerdo.

—їPor quй lo preguntas? їHa pasado algo? —No, no ha pasado nada. Es sуlo que no llego a comprenderla.


Capнtulo 10

Sбbado, 7 de mayo — Jueves, 12 de mayo

 

Mikael Blomkvist apartу la carpeta con la investigaciуn que le habнa enviado clfreelance Daniel Olofsson desde Gotemburgo. Pensativo, mirу por la ventana y se puso a contemplar el trasiego de gente que pasaba por Gуtgatan. Era una de las cosas que mбs le gustaban de su despacho. Gуtgatan estaba llena de vida las veinticuatro horas del dнa y cuando se sentaba junto a la ventana nunca se sentнa del todo aislado o solo.

Sin embargo, se sentнa estresado a pesar de no tener ningъn asunto urgente entre manos. Habнa seguido trabajando obstinadamente en esos textos con los que tenнa intenciуn de llenar el nъmero veraniego de Millennium, pero al final se habнa dado cuenta de que el material era tan abundante que ni siquiera un nъmero temбtico serнa suficiente. Le estaba sucediendo lo mismo que con el caso Wennerstrцm, asн que optу por publicar los textos en forma de libro. Ya tenнa material para algo mбs de ciento cincuenta pбginas, pero calculaba que podrнa llegar a trescientas o trescientas cincuenta.

Lo mбs sencillo ya estaba: habнa descrito los asesinatos de Dag Svensson y Mia Bergman y dado cuenta de las circunstancias que lo llevaron a descubrir sus cuerpos. Habнa explicado por quй Lisbeth Salander se convirtiу en sospechosa. Dedicу un capнtulo entero de treinta y siete pбginas a fulminar, por una parte, todo lo que la prensa habнa escrito sobre Lisbeth y, por otra, al fiscal Richard Ekstrцm y, de forma indirecta, toda la investigaciуn policial. Tras una madura reflexiуn, habнa suavizado la crнtica dirigida tanto a Bublanski como a sus colegas. Lo hizo despuйs de haber estudiado el vнdeo de una rueda de prensa de Ekstrцm en la que resultaba evidente que Bublanski se encontraba sumamente incуmodo y manifiestamente descontento con las precipitadas conclusiones de Ekstrцm.

Tras la inicial descripciуn de los dramбticos acontecimientos, retrocediу en el tiempo hasta la llegada de Zalachenko a Suecia, la infancia de Lisbeth Salander y todo el cъmulo de circunstancias que la llevу a ser recluida en la clнnica Sankt Stefan de Uppsala. Se esmerу mucho en cargarse por completo las figuras del doctor Peter Teleborian y la del fallecido Gunnar Bjцrck. Incluyу el informe psiquiбtrico forense de 1991 y explicу las razones por las que Lisbeth Salander se habнa convertido en una amenaza para esos anуnimos funcionarios del Estado que se encargaban de proteger al desertor ruso. Reprodujo gran parte de la correspondencia mantenida entre Teleborian y Bjцrck.

Luego revelу la nueva identidad de Zalachenko y su actividad como gбnster a tiempo completo. Hablу del colaborador Ronald Niedermann, del secuestro de Miriam Wu y de la intervenciуn de Paolo Roberto. Por ъltimo, resumiу el desenlace de la historia de Gosseberga, donde Lisbeth Salander fue enterrada viva tras recibir un tiro en la cabeza, y explicу los motivos de la inъtil y absurda muerte de un agente de policнa cuando Niedermann, en realidad, ya habнa sido capturado.

A partir de ahн el relato avanzaba con mбs lentitud. El problema de Mikael era que la historia seguнa presentando considerables lagunas: Gunnar Bjцrck no habнa actuado solo; tenнa que existir un grupo mбs grande, influyente y con recursos detrбs de todo lo ocurrido. Cualquier otra cosa serнa absurda. Pero al final llegaba a la conclusiуn de que el denigrante y abusivo trato que le habнan dispensado a Lisbeth Salander no podrнa haber sido autorizado por el gobierno ni por la Direcciуn de la Policнa de Seguridad. Tras esa conclusiуn no se escondнa una desmedida confianza en los poderes del Estado sino su fe en la naturaleza humana. Si hubiera tenido una base polнtica, una operaciуn de ese calibre nunca podrнa haberse mantenido en secreto: alguien habrнa tenido que arreglar cuentas pendientes con alguien y se habrнa ido de la lengua, tras lo cual ya harнa muchos aсos que los medios de comunicaciуn habrнan descubierto el caso Salander.

Se imaginaba al club de Zalachenko como un reducido y anуnimo grupo de activistas. Sin embargo, el problema era que no podнa identificar a ninguno de ellos, aparte de, posiblemente, a Gуran Mбrtensson, de cuarenta aсos, policнa con cargo secreto que se dedicaba a seguir a Mikael Blomkvist.

La idea era que el libro estuviera terminado e impreso para estar en la calle el mismo dнa en el que se iniciara el juicio contra Lisbeth Salander. Christer Malm y йl tenнan en mente una ediciуn de bolsillo, que se entregarнa plastificada junto con el nъmero especial de verano de Millennium y que se venderнa a un precio mбs alto del habitual. Habнa repartido una serie de tareas entre Henry Cortez y Malin Eriksson, que tendrнan que producir textos sobre la historia de la policнa de seguridad, el caso IB y temas similares.

Ya estaba claro que iba a haber un juicio contra Lisbeth Salander.

El fiscal Richard Ekstrцm habнa dictado auto de procesamiento por graves malos tratos en el caso de Magge Lundin y por graves malos tratos o, en su defecto, intento de homicidio en el caso de Karl Axel Bodin, alias Alexander Zalachenko.

Aъn no se habнa fijado la fecha de la vista, pero, gracias a unos colegas de profesiуn, Mikael se habнa enterado de que Ekstrцm estaba preparando el juicio para el mes de julio, aunque eso dependнa del estado de salud de Lisbeth Salander. Mikael entendiу la intenciуn: un juicio en pleno verano siempre despierta menos atenciуn que uno en otras йpocas del aсo.

Arrugу la frente y mirу por la ventana de su despacho.

Todavнa no ha terminado: la conspiraciуn contra Lisbeth Salander continъa. Es la ъnica manera de explicar los telйfonos pinchados, que atacaran a Annika, el robo del informe sobre Salander de 1991. Y, tal vez, el asesinato de Zalachenko.

Pero no tenнa pruebas.

Tras consultar a Malin Eriksson y Christer Malm, Mikael tomу la decisiуn de que la editorial de Millennium tambiйn publicarнa, antes del juicio, el libro de Dag Svensson sobre el traffickjng. Era mejor presentar todo el lote a la vez, y no habнa razуn alguna para esperar. Todo lo contrario: el libro no despertarнa el mismo interйs en ningъn otro momento. Malin era la principal responsable de la ediciуn final del libro de Dag Svensson, mientras que Henry Cortez ayudaba a Mikael a redactar el del caso Salander. De ese modo, Lottie Karim y Christer Malm (este ъltimo en contra de su voluntad) pasaban a ser temporales secretarios de redacciуn de Millennium y Monica Nilsson se convertнa en la ъnica reportera disponible. La consecuencia de este incremento en la carga de trabajo fue que toda la redacciуn anduviera de culo y que Malin Eriksson se viera obligada a contratar a numerosos periodistasfreelance para producir textos. Temнan que les saliera caro, pero no les quedу otra elecciуn.

Mikael anotу en un postit amarillo que tenнa que aclarar el tema de los derechos de autor con la familia de Dag Svensson. Habнa averiguado que sus padres vivнan en Orebro y que eran los ъnicos herederos. En la prбctica, no necesitaba ningъn permiso para publicar el libro en nombre de Dag Svensson, pero, en cualquier caso, tenнa la intenciуn de ir a Orebro, hacerles una visita y obtener su consentimiento. Lo habнa ido aplazando porque habнa estado demasiado ocupado, pero ya era hora de resolver ese detalle.

Luego sуlo quedaban otros cientos de detalles. Algunos de ellos concernнan a la cuestiуn del enfoque que le iba a dar a la figura de Lisbeth Salander en los textos. Para poder determinarlo de manera definitiva debнa hablar con ella personalmente para que le permitiera contar toda la verdad o, por lo menos, una parte. Pero esa conversaciуn privada no se llegarнa a mantener, ya que Lisbeth Salander se encontraba detenida y tenнa prohibidas las visitas.

En ese aspecto tampoco Annika Giannini era de gran ayuda. Ella seguнa a rajatabla el reglamento vigente y no tenнa intenciуn de hacerle a su hermano de chica de los recados llevбndole y trayйndole mensajes secretos. Annika tampoco contaba nada de lo que trataba con su dienta, a excepciуn de los detalles que se referнan a la conspiraciуn maquinada contra ella, con los que Annika necesitaba ayuda. Resultaba frustrante pero correcto. Por lo tanto, Mikael no tenнa ni idea de si Lisbeth le habнa revelado a Annika que su ex administrador la habнa violado y que ella se habнa vengado tatuбndole un llamativo mensaje en el estуmago. Mientras Annika no sacara el tema, Mikael tampoco lo harнa.

Pero lo que constituнa un verdadero problema era, sobre todo, el aislamiento de Lisbeth Salander. Ella era una experta informбtica y una hacker, cosa que Mikael conocнa pero Annika no. Mikael le habнa hecho a Lisbeth la promesa de que nunca revelarнa su secreto. Y la habнa cumplido. El ъnico inconveniente estaba en que ahora йl sentнa la imperiosa necesidad de recurrir a las habilidades de Lisbeth Salander.

Asн que tenнa que ponerse en contacto con ella como fuera.

Suspirу, abriу nuevamente la carpeta de Daniel Olofsson y sacу dos papeles. Uno era un extracto del registro de pasaportes en el que figuraba un tal Idris Ghidi, nacido en 1950. Se trataba de un hombre con bigote, tez morena y pelo negro con canas en las sienes.

El otro documento contenнa el resumen que habнa hecho Daniel Olofsson sobre la vida de Idris Ghidi.

Ghidi era un refugiado kurdo de Irak. Daniel Olofsson habнa buscado bastante mбs informaciуn sobre Idris Ghidi que sobre ningъn otro empleado. La explicaciуn de esa descompensaciуn informativa residнa en que, durante un tiempo, Idris Ghidi habнa despertado la atenciуn de los medios de comunicaciуn, por lo que su nombre figuraba en varios textos de la hemeroteca.

Nacido en 1950 en la ciudad de Mosul, al norte de Irak, hizo la carrera de ingenierнa y participу en el gran salto econуmico que se produjo en el paнs en los aсos setenta. En 1984 empezу a trabajar como profesor de tйcnicas de construcciуn en el instituto de bachillerato de Mosul. No era conocido como activista polнtico. Sin embargo, era kurdo y, por tanto, un criminal en potencia en el Irak de Sadam Hussein. En octubre de 1987 el padre de Idris Ghidi fue detenido, sospechoso de ser un activista kurdo. No se daban mбs detalles sobre la naturaleza exacta del delito. Lo ejecutaron, probablemente en enero de 1988, acusado de traicionar a la patria. Dos meses mбs tarde, la policнa secreta iraquн fue a buscar a Idris Ghidi cuando acababa de empezar una clase sobre la resistencia de materiales en la construcciуn de puentes. Lo llevaron a una cбrcel de las afueras de Mosul donde, durante once meses, fue sometido a prolongadas torturas con el ъnico objetivo de hacerle confesar. A Idris Ghidi nunca le quedу muy claro quй era lo que debнa confesar, de modo que las torturas continuaron.

En marzo de 1989, un tнo de Idris Ghidi pagу una cantidad de dinero equivalente a unas cincuenta mil coronas suecas al lнder local del Partido Baath, algo que se considerу suficiente recompensa por el daсo que habнa ocasionado Idris Ghidi al Estado iraquн. Lo soltaron dos dнas mбs tarde y se lo entregaron a su tнo. En el momento de la liberaciуn pesaba treinta y nueve kilos y era incapaz de andar. Antes de liberarlo, le destrozaron la cadera izquierda con un mazo para que en el futuro no anduviera por ahн haciendo tonterнas.

Idris Ghidi se debatiу entre la vida y la muerte durante varias semanas. Un tiempo despuйs, cuando ya estaba bastante recuperado, su tнo lo trasladу a la granja de un pueblo situado a unos sesenta kilуmetros de Mosul. Durante el verano fue cogiendo fuerzas hasta que reuniу las suficientes para volver a aprender a andar, aunque con la ayuda de unas muletas. Tenнa muy claro que no se recuperarнa del todo. Su ъnica duda era quй iba a hacer en el futuro. De repente, un dнa de agosto, le informaron de que sus dos hermanos habнan sido detenidos por la policнa secreta. Nunca los volverнa a ver. Suponнa que se hallarнan enterrados bajo algъn montуn de tierra en las afueras de Mosul. En septiembre, su tнo se enterу de que la policнa de Sadam Hussein lo estaba buscando de nuevo. Fue entonces cuando Idris Ghidi tomу la decisiуn de ir a ver a uno de esos parбsitos anуnimos que, a cambio de una recompensa equivalente a unas treinta mil coronas, lo llevу al otro lado de la frontera con Turquнa y, de allн, con la ayuda de un pasaporte falso, a Europa.

Idris Ghidi aterrizу en Suecia, en el aeropuerto de Arlanda, el 19 de octubre de 1989. No sabнa ni una palabra de sueco, pero le habнan dado instrucciones para que se dirigiera a la policнa del control de pasaportes y solicitara asilo polнtico de inmediato, cosa que hizo en un defectuoso inglйs. Fue trasladado a un centro de refugiados polнticos de Upplands-Vбsby, donde pasу los dos aсos siguientes, hasta que la Direcciуn General de Inmigraciуn decidiу que Idris Ghidi carecнa de suficientes razones de peso para que le fuera concedido el permiso de residencia.



  

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