Хелпикс

Главная

Контакты

Случайная статья





DISPUESTO A TODO 21 страница




caligrafí a. Ha tenido la necesidad de escribirme y esto solo hace aumentar la esperanza.

 

Querido Alexander:

Los recuerdos no se pueden borrar. Olvidarse de la ú nica persona que has amado y odiado al mismo tiempo es imposible. Antes de conocerte no creí a en el amor, era desconfiada, y en cierta manera, intentaba protegerme careciendo de sentimientos. Cuando te vi aquella noche en la discoteca, sentí algo dentro de mí. Me suscitabas curiosidad y yo no conseguí a controlar mi comportamiento. El cartel de peligro parpadeaba en tu frente, pero yo no me detuve. Querí a provocarte aú n sabiendo que peligraba.

Lo que ha pasado entre nosotros es pura locura, imposible y poco real. Pertenecemos a dos mundos diferentes, y sin embargo, nos completamos a la perfecció n. Cuando estamos juntos me sucede algo má gico. Me encuentro sumergida en otra dimensió n, donde solo estamos tú y yo. En ese rincó n de paraí so estamos felices y tranquilos. Sin embargo, la realidad llama apresuradamente a la porta recordá ndome que nuestro amor es imposible. Ahora sé que pensamos lo mismo. Me dijiste que me fuera y así hice. Me sorprendiste con tu decisió n, pero puedo decirte que la he apreciado. Has apartado el egoí smo y has tomado la decisió n correcta. Yo tambié n he apartado muchas cosas y decidido que no seguiré el plan de Vladan. No quiero tener nada que ver con vuestro mundo. Quiero vivir una vida normal y tranquila y espero que respetes mi decisió n. Te llevaré siempre en mi corazó n Alexander.

Siempre tuya. Crystal.

¡ Yebat! —Maldigo golpeando las manos en el volante. Tengo que arreglar la situació n lo antes posible antes de perderla para siempre.


 


CAPÍ TULO 14

♠ ♠ ♠

 

 

Entra en el bar. Sé que es é l, pero no lo miro. Se acerca al mostrador y yo levanto la mirada. Nos miramos y é l se sorprende cuando sonrí o. Esperaba su visita, sabí a que no se rendirí a tan fá cilmente.

—Buenos dí as.

—Buenos dí as. —Su voz se siente a duras penas, lo cual no es tí pico en el. Me siento segura y descarada, así que decido provocarlo.

—¿ Qué le preparo? —Pregunto comportá ndome como si no supiera quié n es.

—Un Scotch, gracias. —Responde má s confundido que nunca.

—¿ No prefiere vodka? —Pregunto arqueando la ceja.

Todaví a aturdido niega con la cabeza mientras yo rí o para mis adentros. Esperaba que viniera a buscarme y lo ha hecho. Le paso un vaso lleno y apoyo la botella al lado.

—Por si acaso… —Susurro acercá ndome ligeramente. Me siento a buen recaudo, esta vez é l está en mi territorio. Bebe un trago sin apartar la mirada. Observa mi vientre y yo tiemblo. Sabe lo del embarazo. No está aquí por mí, sino por el niñ o. El bar se vací a, permanecemos solos nosotros dos.

—¿ Qué le trae por aquí? —Pregunto.

—Estaba buscando a una persona de vital importancia para mí. Cuá nto me gustarí a creerle…

—¿ Y usted es de vital importancia para esa persona? —Pregunto seria.

Niega la cabeza suspirando. Lo estoy martirizando, si bien estaba deseando verlo. Silencio, enmudece. Continú o trabajando como si no existiera. Lo miro de reojo mientras se masajea las sienes. Me entran ganas de llorar, está en el lí mite de la tolerancia. Venga, Alex, estoy esperando a que pierdas el control.

—Crystal, necesito hablar contigo. —Dice impaciente.

Lo pienso dos veces y luego llego a la conclusió n de que no estarí a mal hablar. Ha venido hasta aquí para esto.

—Vamos a comer algo, así podrá s contarme el Infierno de Dante.

Me quito el delantal mientras bajo su mirada alterada. Habrí a apostado que me habrí a encontrado, es un hombre de mil recursos. Podrí a trasladarme incluso a Alaska, pero é l me encontrarí a siempre. Despué s de todo lo que ha pasado, le he echado mucho en falta. He intentado salir adelante por todos los medios, de cambiar pá gina, pero algo que crece dentro de mí me recuerda continuamente


que é l es imborrable. No digo que me habrí a abalanzado sobre é l, pero la idea se me ha pasado por la cabeza. Lo quiero, pero no acepto su mundo. É l no es malo. Es verdad, tiene ese aspecto arisco y esa cara con el letrero te parto en dos, pero nunca me harí a dañ o. El hecho de que me haya buscado insistentemente me da que pensar. Ahora solo queda descubrir el motivo de su presencia.

Salgo del bar y permanezco embelesada. Lo veo apoyado en un coche negro con las gafas de sol puestas. Es hermoso, te quita la respiració n. Pantaló n blanco ajustado, chaqueta clá sica azul que deja entrever la camisa blanca. Fascinante. Probablemente mis hormonas está n revolucionadas. Ya basta. Concentré monos. Tengo que dar lo mejor de mí. Necesito saber algunas cosas y me sirve concentració n.

Se acerca besá ndome en la mejilla.

—Te he echado de menos. —Me susurra con voz sensual.

Sofocos. Tengo calor, estoy ardiendo. Vaya… Me impresiona má s que antes. Me aparto ligeramente mientras se quita las gafas de sol. ¡ Mierda!, ¡ estoy acabada! Me mira, lo miro, ¿ puedo besarlo? No, no puedo. Qué pena, es irresistible. Venga vamos, acaba con esto.

—¿ Adó nde me llevas? —Pregunto agachando la cabeza.

Uhm, no sé cuá nto resistiré, estoy indecisa si besarlo o darle unas cuantas bofetadas. Amor y odio.

—A un bonito lugar. —Responde abrié ndome la puerta.

Me siento, miro la carretera intentando con todas mis fuerzas no mirarlo.

Indiferencia, Crystal, me repito una y otra vez.

Cuando llegamos ante un restaurante encantador en la orilla del rí o, trato de bajar del coche, pero no lo consigo.

—¿ Está s bien? —Pregunta.

No lo estoy, estoy confundida. No consigo bajar del coche, mi cuerpo no se mueve. No consigo respirar.

—¿ Por qué está s aquí, Alex? —Pregunto de buenas a primeras.

Necesito bajar del coche. Trato de abrir la puerta, pero no lo consigo, está bloqueada.

—Estoy aquí por ti. Su voz es profunda.

—Dijiste que debí a marcharme… —Comento molesta. —¿ Tienes intenció n de llevarme otra vez a Rusia para tenerme prisionera en tu castillo? —Pregunto.

Sorprendido, niega con la cabeza rotundamente.


—No, no volveré a hacer nada en contra de tu voluntad.

Estoy a punto de responder, pero é l baja del coche. Lo miro mientras se acerca a mi puerta y la abre.

—No entiendo por qué está s aquí … —Murmuro bajando.

Entramos en el restaurante, no miro a mi alrededor. É l me acompañ a a la ú ltima mesa, la má s apartada.

—Si esperas que vuelva a tu mundo, te equivocas. Me quedaré aquí y no hay má s que hablar. Si me llevas a Rusia contra mi voluntad que sepas que prefiero quitarme la vida má s bien que estar en medio de mafiosos.

Agacho la cabeza susurrando la ú ltima palabra. Me he puesto muy nerviosa y alguien se está rebelando. Me da vueltas la cabeza. No ahora, mi corazó n, no es el momento. Cojo el menú y me abanico con é l. Aire. Me falta aire.

—¿ Te encuentras bien? —Pregunta preocupado levantá ndose de sopetó n.

—¡ Qué date ahí, no te acerques! —Ordeno, pero no me escucha y se acerca igualmente.

Coge el menú de mis manos y me abanica. Bebo un trago de agua porque tengo la garganta seca. Se agacha y apoya una mano en mi barriga.

—Te está volviendo loca, ¿ eh? —Pregunta bromeando.

Estoy sorprendida por su comportamiento. Estoy a punto de responder, pero me detengo. Debo contarle la verdad, no puedo esconderlo, por mucho que esté enfadada con é l no puedo no contarle esta noticia. Le sonrí o y é l me acaricia el rostro dulcemente.

—Esperamos un niñ o, Alex. —Confieso.

Me he quitado un peso enorme. É l me aprieta, me besa y no parece enfadado, es má s, es feliz. Repentinamente a nuestro alrededor reina la oscuridad. É l se aleja, trato de retenerlo, pero se escapa. Grito, pero mi voz no se siente.

 

 

Abro los ojos de golpe. Respiro a duras penas. Ha sido solo un sueñ o. É l no está aquí. Apoyo las manos en el pecho mientras el corazó n late con fuerza. Quisiera gritar a pleno pulmó n.

Era solo un sueñ o, pero parecí a de verdad. Las lá grimas descienden mientras cubro mi rostro con el cojí n. Quisiera tanto que fuera verdad, que supiera lo del niñ o. Al final tengo que admitir que he esperado en vano a que me buscara durante dos meses, pero de é l ni rastro. Simplemente se ha cansado de seguirme y ha decidido acabar con todo esto, no hay otra explicació n. Aprieto la almohada en el pecho, muerdo la esquina y tiro con fuerza. Siento un dolor


insoportable y no sé có mo dejar de atormentarme. Echo en falta todo de é l. En mi interior estoy gritando, pero se sienten solo los sollozos. No puedo seguir adelante así, no es bueno para el niñ o. Desde hace dos meses a esta parte, he tenido oportunidad de informarme acerca del embarazo y todo lo que ello conlleva. Tí a Pené lope es muy atenta y cuando se enteró de mi estado, reaccionó mejor de lo que se esperaba. Hablamos largo y tendido de ello y al final me animó. No paro de repetirme que irá todo bien.

No conseguí a pasar los dí as en casa, y este es el motivo por el que he decidido encontrar un trabajo. A mi tí a no le gustó mucho la idea, pero luego comprendió el porqué. No quiero depender de ella, quiero construirme un futuro y quisiera comenzar antes de que mi hijo nazca. Me siento en el borde de la cama y miro por la ventana. Es medianoche y no consigo pegar ojo. Pienso constantemente en é l, es lo ú nico que hago desde que estoy aquí. Alex duerme conmigo en mis sueñ os y la situació n no parece mejorar. Me levanto, y mientras atravieso la habitació n, mi reflejo en el espejo llama la atenció n. Retrocedo y observo mi figura. No se ve mucho, así que decido encender la luz. Lo que veo no es bueno: una chica de rostro pá lido, ojos enrojecidos, ojeras. Pelo largo, despeinado y sin brillo. Un cuerpo minuto que parece desaparecer gradualmente. No me reconozco. ¿ Dó nde ha acabado mi verdadero yo?

En el embarazo anterior todo era diferente, yo era feliz y fí sicamente me encontraba bien, y en cambio esta vez… Resoplo y me maldigo mientras agarro el pelo para hacerme una coleta. ¡ Al diablo Alexander Volkov! Tengo que recomponerme, espero un niñ o. Dios mí o, no puedo continuar en este estado lamentable. Llego al armario y elijo la ropa para el dí a siguiente. Mañ ana por la mañ ana estaré impecable. Necesito un bañ o relajante, dormir algunas horas y mañ ana todo será diferente. Estoy intentando convencerme, pero una parte de mí sabe que dentro se ha roto algo que no se puede ajustar. La culpa solo la tiene una persona.

—¡ Te odio con todas mis fuerzas, Alexander Volkov! —Murmuro mientras preparo la bañ era.

 

ALEXANDER


El tiempo se detiene. Llega la hora del ajuste de cuentas. Vladan y yo nos intercambiamos una mirada fugaz. Apoyo la espalda en mi coche y observo la escena. Llevan al hombre encapuchado al centro del almacé n abandonando a las puertas de Kiev. He espero este momento durante cuatro meses. Cada dí a lejos de ella me ha hecho má s irascible y má s cruel.

Ya khochu, chotby on privyazan k stulu. —Ordena Vladan llevando puestos los guantes de piel negra.

Por primera vez veo a un hombre como Vladan en acció n, veamos si es verdad lo que se dice de é l. Enciendo el cigarro e inspiro profundamente. ¡ Mierda! Hací a añ os que no fumaba, y sin embargo, despué s de la despedida de Crystal, he retomado las viejas costumbres. Normalmente para descargar la tensió n tengo otros mé todos, pero quiero demasiado a esa muchacha como para equivocarme má s aú n. He prometido que seré un hombre mejor, pero para serlo tendré que resolver el ú ltimo de mis problemas.

Cuando le atan, le quitan las vendas de los ojos. Percatá ndose de quien está en frente niega con la cabeza y suelta una carcajada. Tengo que mantener la calma, no puedo matarlo ahora. Vladan se acerca al hombre, levanta su mentó n y lo mira con crueldad.

—¿ Qué te causa tanta gracia, Pavlov?

El hombre responde apretando la mandí bula y escupié ndole en la cara.

Idi k chertu.

Tiene agallas, hay que reconocerlo. Vladan saca un pañ uelo blanco de tela y se limpia el rostro con calma. Permanece con indiferencia y con compostura, como un gran señ or. Me cruzo de brazos y miro a Pavlov. Espera que llegue mi turno y arreglamos cuentas.

—Te he ofrecido todas mis riquezas, y sin embargo, querí as matar a mi hija. Envuelve la mano alrededor del cuello del hombre y aprieta.

—¿ Por qué no podemos comportarnos como hombres de negocios y poner fin a nuestra guerra? —Pregunta un instante antes de liberar el agarre.

El hombre respira a duras penas, pero no se altera.

—Ese cabró n y tú habé is matado a mi hija. No existen riquezas que puedan enterrar mi dolor. No me detendré hasta que no vea tambié n a tu hija bajo tierra, Vladan.

Tiro el cigarro al suelo maldiciendo. Se acabaron las tonterí as. Me acerco y golpeo al hombre con un puñ o violento.

—¡ Tú no la tocará s! —Grito en su cara.

—No he matado a tu hija, yo la querí a, joder.


Me mira a los ojos y se inclina hacia adelante tratando de darme un cabezazo, pero consigo moverme un instante antes de que me toque.

—¿ Có mo puedes estar aquí con el asesino de la mujer que dices que querí as? Tú nunca querrá s a nadie má s que a ti mismo, Volkov, esa es la verdad. A ti no te importa nadie porque eres una bestia sin corazó n.

La rabia aumenta y mantener el control es difí cil, pero lo intento igualmente.

—Querí a a tu hija lo suficiente como para querer matar a la hija de Vladan, pero cuando la conocí, me enamoré de ella y me di cuenta de lo horribles que somos. Todo lo que hacemos está mal, pero no nos gusta admitirlo. Preferimos el poder, el dinero y no importa las muertes que ocasionemos. Me ofreciste muchos trabajos, Pavlov, y cuando conocí a tu hija, estabas deseando que nos unié ramos en matrimonio para crear una alianza. A ti solo te importa el poder y el dinero, y estoy aquí para decirte que puedes tener todo lo que Vladan y yo tenemos, pero a cambio debes olvidarte de Crystal.

Abre los ojos incré dulo.

—¿ Todo esto por una niñ a?, ¿ qué tiene de especial? —Pregunta irritado.

—La quiero. —Respondo orgulloso y decidido.

—Eres dé bil, tendrí a que haberme dado cuenta. —Comenta mientras rí e con tristeza.

—No soy dé bil, solo soy un hombre dispuesto a mejorar por amor, Pavlov. Amor… —Susurro a su oí do. —Una palabra desconocida para hombres como nosotros, ¿ verdad?

—Eres un cabró n, Volkov, y te pudrirá s en el Infierno. —Grita. Se mueve en la silla e intenta liberarse por todos los medios.

—La ú nica persona que puede mandarme al infierno es ella. Nadie má s. — Digo.

—Se acabó, estoy cansado de perder el tiempo. ¿ Pavlov aceptas nuestra propuesta o no? —Pregunta Vladan impaciente.

El hombre no responde, nos observa y mira a su alrededor. Sabe que es una trampa, no es estú pido.

—No descansaré hasta que no tenga a tu hija, Vladan. Deberí as saber que la sangre se lava con má s sangre, hermano.

¿ Qué?, ¿ son hermanos? Retrocedo perdido y observo a los dos hombres desconcertado.

—Cierra esa boca. Nosotros no somos hermanos, solo crecimos en el mismo orfanato. —Protesta Vladan, notablemente molesto.

—Realizamos una promesa con sangre, Vladan, y tú me has traicionado. Has


traicionado a la ú nica persona que te querí a de verdad.

Vladan extrae una pistola calibre 45 y la apunta a la frente de Pavlov. Siempre ha sido una guerra entre ellos dos en la que yo me he encontrado en medio. Inconscientemente siempre les he seguido el juego. Un juego sangriento.

—Hiciste que la ú nica persona que querí a escapara. Le asustaste dicié ndole quié nes é ramos cuando te diste cuenta que yo querí a dejar todo por ella. Destruiste lo ú nico que apreciaba.

El grito de Vladan es desgarrador, es casi impensable asociar tal comportamiento a su persona, siempre está tranquilo y mantiene la compostura.

—Esperaba un hijo. Te habí a perforado el cerebro, parecí as un pollo sin cabeza. Necesitabas que alguien te guiara y tomé la decisió n correcta. La eché porque tú estabas mandando al traste todos nuestros negocios.

¡ Mierda! Sabí a que la madre de Crystal estaba embarazada. No creo que todaví a Vladan examine la posibilidad de dejar su patrimonio al hombre que causó su infelicidad

—Volkov, creo que ha llegado el momento de que te marches. —La voz de Vladan está rota. Se vuelve hacia mí.

—No hagas mis mismos errores. Hazla feliz y deja a las espaldas quié n eres. Sé un hombre mejor porque mi hija se merece lo mejor. —Dice.

Miro a los dos hombres y entiendo que mi presencia está de má s. Ya han decidido có mo acabará. Hoy no habrá ningú n ganador. Me pongo las gafas de sol y me encamino hacia el coche.

—Yuri, coge a los hombres y volved al castillo. —Ordeno antes de subir al coche.

Salgo del almacé n y decido que ha llegado el momento de llevar a cabo mi plan. Cuatro jodidos meses prepará ndome para que todo salga segú n lo previsto. He decidido que Alexander Volkov debe morir. Pero antes de que esto pase, tengo que hacer algo como el hombre que soy. Encontrar a Crystal y darle finalmente lo que se merece. Necesito a Monforte. Es la ú nica persona de la que me puedo fiar en este momento. Es un buen amigo. Tecleo su nú mero y espero a que responda.

—¡ Alex, qué honor! Hace tiempo que no hablamos, amigo mí o. —Exclama en un ruso asqueroso.

Niego con la cabeza riendo.

—Tony, necesito tu ayuda. —Digo dá ndome cuenta de que ni siquiera lo he saludado.


—¿ Tú me necesitas? —Pregunta con sarcasmo.

Es un amigo, pero me cuesta entender su humorismo. Digamos la verdad, no estoy hecho para perder el tiempo.

—Necesito encontrar a una persona y me sirven tus fuentes. —Explico. Cojo la carretera principal y voy en direcció n a Moscú.

—¿ Es una persona que forma parte de nuestra familia? —Pregunta con curiosidad.

—No. Es una persona muy importante para mí. —Explico resoplando.

No me gusta que se entrometan en mis asuntos. Preferirí a no explicar nada y tener lo que quiero.

¿ È na fimmina? —Pregunta en dialecto siciliano.

¿ Có mo olvidar que es de origen siciliano? Cuando habla así de vez en cuando no le entiendo. Pero dejé moslo pasar.

—¿ Puedo contar contigo? Es algo urgente. —Insisto.

—Necesito solo nombre y apellido, y una foto. Ti fazzu aviri tuttu chiuddu chi voi. —Responde.

Otra vez. ¿ Pero no le entra en la cabeza que no entiendo una mierda de siciliano? Tal vez lo sabe y se divierte tomá ndome el pelo.

—Crsytal Kaleda, la foto te la mando inmediatamente. Tony, encué ntrala, es de vital importancia.

No creo haberme mostrado nunca tan vulnerable, pero necesito encontrarla.

—Así será, amigo mí o. Te llamo en cuenta descubra dó nde se encuentra tu hermosura. —Comenta disfrutando de la situació n.

Quisiera responder, pero no estoy de humor, solo quiero encontrarla, es lo ú nico que me importa en este momento. Mientras tanto tengo que encargarme de otro tema importante que tengo que resolver con la má xima urgencia.

 

Ya khochu, chtoby on privyazan k stulu: quiero que esté atado a la silla.


Idi k chertu: ve al diablo.


 


CAPÍ TULO 15

♠ ♠ ♠

 

 

ALEXANDER

En Moscú ha saltado por los aires el local Paraí so. En su interior se encontraba el propietario Alexander Volkov. El incendio parece intencionado, pero se espera la confirmació n de las autoridades competentes. El cuerpo del señ or Volkov no es identificable, pero los hermanos confirman la llamada del local minutos antes de la explosió n.

Leo una de las muchas pá ginas web que han dado la noticia y sonrí o. Estoy oficialmente muerto, desde hace seis dí as. ¡ Alexander Volkov ya no existe! He elaborado un plan perfecto para desaparecer. El ú nico modo para salir de este mundo es la muerte y yo he fingido la mí a. Ninguno sabe lo de mi plan, ni siquiera mis hermanos. No ha sido fá cil despedirme de ellos, pero este el ú nico modo para comenzar una nueva vida. Por ella estoy dispuesto realmente a todo. Preparé el local cargá ndolo de explosivos y metiendo un cadá ver en mi despacho. Paso las horas en el local controlando los libros de cuentas durante los dí as de cierre, por lo tanto, la hipó tesis concuerda. Para validarla aú n má s, efectué una llamada a mis hermanos desde la oficina y pocos minutos despué s el local saltó por los aires. La parte má s complicada fue el desplazamiento. He usado el tren, un medio má s seguro y menos rastreable. Desde Kirov llegué a Bobrovitsa, en Ucrania. Pasé la noche refugiá ndome debajo de un puente esperando para coger el tren del dí a siguiente. Atravesé Rumaní a, y luego me detuve nuevamente en Kula, en Serbia, donde encontré cobijo en una casa abandonada. No fue nada fá cil, pero era el ú nico modo de no dejar rastro. Cuando llegué a Zagabria, en Croacia, cobré algunos cheques al portador y proseguí mi viaje atravesando Eslovenia, hasta que por fin llegué a Italia. Estoy molido, pero no descansaré hasta que no la encuentre.

Ahora me encuentro en Roma y he localizado la direcció n de Crsytal. Despué s de haber alquilado un coche con una nueva identidad, aparco en la otra parte de la calle y espero. He decidido no presentarme inmediatamente donde ella, primero quiero observarla, ver có mo pasa sus dí as. No he parado de pensar en ella y en el momento en que la volverí a a ver. Impaciente golpeteo los dedos en el volante hasta que alguien abre la puerta de casa. Mi corazó n late con


fuerza cuando la veo salir. Parece una diosa, mi diosa. Lleva un vestido color melocotó n que le queda divinamente. Mira el cielo y respira profundamente. Baja las manos y se acaricia el vientre. Incré dulo miro el bulto y es como me hubieran apuñ alado en el corazó n. No es posible, ella no está … ¡ Mierda!,

¡ está embarazada! Busca algo en el bolso mientras se acerca a la acera. Parece cansada y demacrada. ¿ Ha continuado con su vida? La rabia crece, pero consigo mantenerla a raya. No puede haber conocido a otra persona y esperar un niñ o en tan poco tiempo. Me pregunto si el niñ o es mí o. No lo sé, han pasado cuatro meses. Aprieto el volante con fuerza intentando tranquilizarme. Nada de impulsividad, no puedo permitirme equivocarme. Estamos a pocos metros. Tan cercanos, y sin embargo, tan lejanos. Un coche llega frenando bruscamente junto a ella. Estoy a punto de salir alarmado, pero me paralizo cuando la escucho reí r. Un chico de pelo rizado sale del coche feliz y corre a abrazarla. ¿ Y este quié n coñ o es? Los dos se abrazan cariñ osamente y eso me molesta enormemente. Se me parte el corazó n. Ella sonrí e y é l le besa la frente mientras acaricia su el pelo. Se intercambian algunas palabras y despué s la acomoda en el coche. Mierda, mierda, mierda. La rabia está prevaleciendo. Crystal, no me hagas esto, te suplico. No me digas que has renunciado a nosotros. Quisiera bajar y detenerla, pero no puedo, se enfurecerí a y me mandarí a al Infierno. O peor todaví a, harí a que me arrestaran. Todos mis proyectos se irí an al traste y no puedo permitirme algo así. Volveré a estar junto a ella y estoy dispuesto a todo si es necesario. Quiero saber má s, debo descubrir có mo ha cambiado su vida en estos meses, y lo que es má s importante, tengo que saber si el niñ o que espera es mí o.

Despué s de diez minutos, el coche se detiene de frente a un bar y baja solo ella. Se despide del chico con la mano sonrié ndole y entra en el local. Tengo curiosidad por saber por qué está aquí. No quiero que me vea, así que permanezco a una cierta distancia observando a travé s de la cristalera. La busco con los ojos, pero no la encuentro. Pasan algunos minutos y la veo. Se posiciona detrá s del mostrador y prepara café s. ¿ Mi amor trabaja en un bar? Inconcebible. ¿ Por qué demonios trabaja en un bar? Estoy furioso, no puede trabajar en el estado en el que se encuentra. Observo có mo responde sonriente a los clientes mientras despacha los pedidos. Parece tranquila, tiene incluso un aspecto diferente, parece má s mujer. Sigue siendo hermosa, pero la encuentro diferente, tiene la mirada perdida. Por lo que parece, para volver a su vida, debo encontrar otro modo. Prefiero observarla y tratar de pensar có mo actuar. Solo entonces daré un paso para recuperarla.


 


CAPÍ TULO 16

♠ ♠ ♠

 

 

Alex. Alex. Alex. Es el ú nico pensamiento que me acompañ a en mis dí as vací os. ¡ Oh, al diablo! Deberí a estar contenta, esta es la mejor solució n para mí, para nuestro hijo. Estoy intentando convencerme con todas mis fuerzas, pero por lo que parece no lo estoy consiguiendo. Me falta como el aire que respiro y paso las noches insomnes pensando en el tiempo que hemos pasado juntos, en todo lo que ha sucedido. Me gustaba ese cará cter especial y duro, lo hací a ú nico y parece que no lo olvido.

Hoy estoy má s triste que nunca porque he visto a la niñ a, tendré una hija. En el instante en el que la estaba viendo he tenido un pinchazo en el corazó n. Habrí a querido que estuviera junto a mí, deseaba compartir con é l esta emoció n, pero ambos hemos escogido caminos diferentes. No le dije lo del embarazo y é l renunció a mí.

Mañ ana es mi cumpleañ os, pero no me apetece celebrarlo. Estoy intentado salir adelante por todos los medios, pero algo me lo impide. Tal vez sea mejor decir que su recuerdo me lo impide. Por increí ble que suene, estando lejos consigue condicionar mi vida.

—Crystal, acué rdate que mañ ana llega el propietario. —Me informa Anna, mi compañ era.

Té cnicamente a partir de mañ ana este bar será mí o. Gracias al apoyo de mi tí a y de su marido, he decidido gestionar el bar en el que trabajo. Mañ ana me veré con el propietario del negocio para ultimar los ú ltimos detalles y lo estoy deseando. Será un trabajo pesado y en pocos meses no podré estar presente, pero no quiero renunciar a esta oportunidad.



  

© helpiks.su При использовании или копировании материалов прямая ссылка на сайт обязательна.