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QUINTA PARTE 16 страница



—Entonces..., entonces, їquieres decir que yo lo he destrozado todo... que tъ ya no me quieres nada en absoluto?

—Asн es.

—Pero —repitiу Scarlett tercamente, como una niсa que cree que exponer su deseo es conseguirlo—, pero yo te quiero.

—Йsa es tu desgracia.

Scarlett lo mirу rбpidamente para comprobar si habнa ironнa en sus palabras; mas no era asн. Estaba simplemente exponiendo un hecho. Pero era un hecho que ella aъn no podнa admitir. Lo mirу con ojos implorantes que ardнan con obstinaciуn desesperada, y la dura lнnea de la mandнbula que se marcу a travйs de su suave mejilla era la mandнbula de Gerald.

—No seas tonto, Rhett; yo puedo hacer...

Rhett levantу la mano con ademбn de horror y sus cejas negras se elevaron formando los dos arcos sardуnicos de antaсo.

—No hagas ese gesto tan obstinado, Scarlett. Me asustas. Veo que estбs haciendo la transferencia de tus tempestuosos amores de Бshley a mн, y temo por mi libertad y mi paz. No, Scarlett, no quiero ser perseguido como lo fue el infortunado Ashley. Ademбs, me voy a marchar.

La mandнbula de Scarlett temblу hasta que consiguiу encajar los dientes para afirmarla. ЎMarcharse! ЎNo, todo menos eso! їCуmo iba a poder vivir sin йl? Todos se habнan alejado de ella, todos los que le importaban, excepto Rhett. Rhett no podнa irse... Pero їcуmo podrнa retenerlo? Era impotente contra su frнa determinaciуn y sus indiferentes palabras.

—Me voy a marchar. Pensaba decнrtelo cuando volvieses de Marietta.

—їMe abandonas?

—No te sientas esposa abandonada y dramбtica, Scarlett. No te va ese papel. їNo quieres divorcio, ni siquiera separaciуn? Bueno, entonces volverй lo bastante frecuentemente para evitar las murmuraciones.

—ЎCondenadas murmuraciones! —gritу enfadada—. ЎTe quiero! Llйvame contigo.

—No —respondiу decidido.

Por un momento, Scarlett estuvo a punto de echarse a llorar como una chiquilla. Se hubiera tirado al suelo, maldecido, chillado y pataleado. Pero un resto de orgullo y de sentido comъn la hizo contenerse. Pensу: «Si lo hago, se limitarб a mirarme, o se reirб de mн. No debo chillar, no debo suplicar, no debo hacer nada que me exponga a su desprecio. Debe respetarme aunque..., aunque no me quiera». Levantу la barbilla, y se esforzу por preguntar con tranquilidad.

—їAdonde piensas ir?

Los ojos de Rhett brillaron al contestar:

—Tal vez a Inglaterra, o a Parнs. Tal vez a Charleston, a intentar hacer las paces con mi gente.

—Pero si los odias. Te he oнdo muy a menudo reнrte de ellos.

—Me sigo riendo —dijo йl, encogiйndose de hombros—. Pero ya he llegado al final de mi vida aventurera, Scarlett. Tengo cuarenta y cinco aсos, la edad en que un hombre empieza a conceder algъn valor a las cosas que en la juventud tratу tan a la ligera. La uniуn de la familia, el honor, la tranquilidad, tienen raнces demasiado hondas. ЎOh, no me estoy retractando, no me arrepiento de ninguno de mis actos! Me he dado la gran vida. Una vida tan excelente, que ahora empieza a perder sabor y necesito algo distinto. No, nunca he pensado en cambiar mбs que las manchas de la piel, pero quiero conseguir la apariencia exterior de la respetabilidad. La respetabilidad ajena, querida mнa. La tranquila dignidad que puede tener la vida, vivida entre gentes distinguidas. Cuando vivн esa vida, no apreciй su sereno encanto.

De nuevo Scarlett parecнa encontrarse en la huerta de Tara. Habнa la misma mirada en los ojos de Rhett que habнa brillado entonces en los de Ashley. Las palabras de Ashley resonaban en sus oнdos tan claramente como si no fuera Rhett el que estaba hablando. Recordaba fragmentos de frases: «Una simetrнa, una perfecciуn de arte griego», repitiу, como un papagayo.

Rhett exclamу:

—їPor quй dices eso? Es precisamente lo que yo querнa decir.

—Es algo que oн a Ashley hace mucho tiempo, en aquellos dнas.

Йl se encogiу de hombros y la luz desapareciу de sus ojos.

—ЎSiempre Ashley! —dijo. Y permaneciу un momento en silencio—. Scarlett, cuando tengas cuarenta y cinco aсos, acaso comprenderбs de quй estoy hablando, y entonces tal vez, tambiйn tъ, estarбs cansada de seres amanerados, modales fingidos y emociones baratas. Pero lo dudo. Yo creo que siempre te sentirбs mбs atraнda por el brillo que por el oro... Sin embargo, no puedo esperar tanto para cerciorarme... Y tampoco deseo esperar. No me interesa. Me voy a errar por viejas ciudades, y viejas regiones, donde tal vez quede algo de los viejos tiempos... Soy tan sentimental como todo eso. Atlanta es demasiado nueva para mн.

—Basta —dijo Scarlett de pronto.

Apenas habнa oнdo nada de lo que йl habнa dicho. Desde luego no lo habнa entendido. Pero comprendiу que no podrнa soportar por mбs tiempo con serenidad el sonido de su voz cuando ya no quedaba amor en йl.

Rhett se detuvo y la mirу asombrado.

—Comprendes lo que estaba diciendo, їverdad? —preguntу, poniйndose en pie.

Scarlett le tendiу las manos con las palmas hacia arriba, con el ademбn que desde las mбs remotas edades ha indicado sъplica, y su corazуn se reflejaba en su rostro.

—No —exclamу—. Lo ъnico que sй es que no me quieres y que te marchas. ЎOh, amor mнo! Si tъ te marchas, їquй va a ser de mн?

Por un momento, Rhett vacilу como si se preguntase si no serнa mejor una mentira piadosa que la verdad desnuda. Luego se encogiу de hombros.

—Scarlett, nunca he sido de esas personas que recogen los pedazos rotos, los pegan y luego se dicen a sн mismos que la cosa compuesta estб tan bien como la nueva. Lo que estб roto, roto estб. Y prefiero recordarlo como fue, nuevo, a pegarlo y ver despuйs las seсales de la rotura durante toda mi vida. Acaso, si yo fuera mбs joven... —suspirу—. Pero soy demasiado viejo para creer en sentimentalismos, equivalentes a pasar una esponja y volver a empezar. Soy demasiado viejo para soportar la carga de mentiras corteses, que nacen de vivir en continua desilusiуn. No podrнa vivir contigo y mentirte, y mucho menos podrнa mentirme a mн mismo. Quisiera que me pudiese importar adonde vas o lo que quieres. Pero no puedo.

Lanzу un suspiro y dijo con suave indiferencia:

—Querida mнa, no se me da un ardite.

Scarlett, muda, le oyу subir las escaleras, sintiendo que la iba a asfixiar aquel dolor que sentнa en la garganta. Con el ruido de pasos, que morнa en el vestнbulo, morнa la ъltima cosa por la que valнa la pena vivir. Sabнa que no habнa apelaciуn. Que ninguna razуn desviarнa a aquel frнo cerebro de su veredicto. Sabнa que habнa pensado cada una de las palabras que habнa dicho, por muy a la ligera que algunas de ellas hubieran sido pronunciadas. Lo sabнa porque sentнa en йl algo fuerte, implacable, todas las cualidades que en vano buscara en Ashley.

Jamбs habнa comprendido a ninguno de los dos hombres a quienes habнa amado, y asн los habнa perdido a los dos. Ahora tenнa una vaga sensaciуn de que, si hubiera comprendido a Ashley, nunca lo habrнa amado y de que si hubiera comprendido a Rhett nunca lo habrнa perdido. Pensу, desolada, que no habнa comprendido nunca a nadie en el mundo.

Sentнa un piadoso embotamiento de la mente; un embotamiento que —lo sabнa por larga experiencia— darнa pronto paso a un dolor agudo, lo mismo que los destrozados tejidos divididos por el bisturн del cirujano atraviesan un instante de insensibilidad antes de que comience su tortura.

«No quiero pensar en esto ahora —se dijo, ceсuda, evocando su antiguo conjuro mбgico—. Me volverй loca si pienso ahora en que lo pierdo. Pensarй en ello maсana. »

«Pero —gritaba su corazуn, rechazando el conjuro y comenzando a dolerle— no puedo dejarle marchar. Tiene que haber algъn medio para impedirlo. »

—No quiero pensar en esto ahora —repitiу en voz alta, procurando encontrar un baluarte contra la marea ascendente del dolor—. Yo... En fin, yo maсana me irй a Tara. —Y se sintiу aliviada.

Habнa ido otra vez a Tara medrosa y derrotada y habнa salido de entre sus acogedores muros fuerte y armada para la victoria. Lo que habнa conseguido una vez, sin saber cуmo, lo conseguirнa, Dios mediante, de nuevo. їDe quй modo? No lo sabнa. No querнa discurrir sobre ello ahora. Lo ъnico que querнa era tener un espacio abierto en el cual respirar a su gusto, un lugar tranquilo para cicatrizar sus heridas, un refugio en el que trazar su plan de campaсa. Pensу en Tara y sintiу como si una mano tibia y suave acariciase su corazуn. Creнa ver la casa blanca dбndole la bienvenida a travйs de las rojizas hojas otoсales; percibir la suave inquietud del crepъsculo posarse sobre ella como una bendiciуn; advertir la caнda del rocнo sobre los campos de arbustos verdes, maculados de copos blanquecinos; ver el crudo color de la tierra roja y la sombrнa beьeza de los pinos oscuros en las lejanas colinas.

Se sintiу vagamente reconfortada, y algunos de sus locos pesares, de sus heridas, quedaron desvanecidos. Permaneciу un momento recordando pequeсos detalles: la avenida de oscuros cedros que conducнa a Tara, los macizos jazmines, el vivo verdor de las plantas sobre los muros blancos, las cortinillas blancas que revoloteaban en las ventanas. Y Mamita estarнa allн. De repente anhelу ver a Mamita con ansia, como anhelaba, cuando era una niсa pequeсita, reclinar su cabeza en el robusto pecho, sentir la curtida y negra mano acariciando su cabello. Mamita: el ъltimo eslabуn con los tiempos pasados...

Con el espнritu de su raza, que se niega a reconocer la derrota, aun cuando la mire fijamente, cara a cara, Scarlett levantу la cabeza. Atraerнa de nuevo a Rhett. Estaba convencida de que lo conseguirнa. No habнa habido un solo hombre al que no hubiese subyugado cuando se lo habнa propuesto.

«Pensarй en todo esto maсana, en Tara. Allн me serб mбs fбcil soportarlo. Sн: maсana pensarй en el medio de convencer a Rhett. Despuйs de todo, maсana serб otro dнa. »



  

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