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Lo que el viento se llevу 11 страница



—ЎAh, pues a mн no me gustarнa que Scarlett fuese mi cuсada, porque es descarada como nadie! —aсadiу la voz afligida de Hetty Tarleton—. Casi se ha arreglado con Stuart. Brent dice que no le importa un comino, aunque en realidad estб loco por ella.

—Si me preguntбis a mн —murmurу Honey con misteriosa importancia—, yo os dirй quiйn es el que le interesa a ella: Ashley.

Los susurros se fueron elevando violentamente preguntando, interrumpiendo, y Scarlett se sintiу helada por el temor y la humillaciуn. Honey era una estъpida, una cretina, una simplona por lo que respecta a los hombres, pero tenнa en lo concerniente a las mujeres un instinto femenino que Scarlett no habнa apreciado nunca. La mortificaciуn y el orgullo ofendido, de los cuales habнa sufrido en la biblioteca con Ashley y despuйs con Rhett Butler, no tenнan importancia comparados con esto. Se podнa tener confianza en que los hombres (incluso un individuo como el seсor Butler) callarнan, pero aquella charlatana de Honey Wilkes criticaba a diestra y siniestra; antes de las seis lo sabrнa toda la comarca. Y Gerald, la noche anterior habнa dicho que no querнa que en el paнs se riese nadie de su hija. ЎCуmo se reirнan todos ahora! Un sudor viscoso le baсу los costados, partiendo de las axilas.

La voz de Melanie, mesurada y tranquila, se levantу sobre las otras en son de queja.

—Sabes muy bien que no es eso, Honey, y no estб bien que hables asн...

—Es asн, Melly, y, si tъ no estuvieses siempre dispuesta a buscar la bondad en los que no la tienen, repararнas en ello. Yo estoy contenta. Le estб bien empleado. Scarlett O'Hara no ha hecho nunca otra cosa que enredar y tratar de llevarse los enamorados de otras chicas. Sabes muy bien que ha separado a Stuart de India, y hoy ha intentado atraerse al seсor Kennedy, a Ashley, a Charles...

«ЎDebo irme a casa! —pensу Scarlett—. ЎDebo irme a casa! » ЎSi hubiera podido por obra de magia ser transportada a Tara...! ЎPoder estar con Ellen, verla, esconder la cara en su regazo, llorar y contбrselo todo! Si hubiese oнdo una palabra mбs se habrнa precipitado en la habitaciуn y hubiera agarrado a Honey por los pбlidos cabellos y habrнa escupido en la cara de Melanie Hamilton para enseсarle lo que pensaba de su caridad. Pero se habнa portado ya hoy de un modo bastante vulgar, tanto como una miserable cualquiera, y йste era su tormento. Apretу en sus manos las faldas para que no hiciesen ruido y retrocediу como un animal asustado. «A casa —pensaba al atravesar velozmente el vestнbulo, delante de las puertas cerradas y de las habitaciones silenciosas—, debo marcharme a casa. » Estaba ya en la puerta de la calle cuando le asaltу un nuevo pensamiento: Ўno podнa irse a casa, no podнa huir! Debнa quedarse, soportar toda la malicia de las muchachas y la propia humillaciуn de su corazуn. Huir significaba darles mayor motivo.

Golpeу con el puсo cerrado la gran columna que estaba a su lado, como si hubiese sido Sansуn, y deseando hacer saltar Doce Robles destruyendo todo lo que habнa dentro. Los harнa arrepentirse, les harнa ver... No sabнa aъn cуmo, pero lo harнa. Los ofenderнa mбs que ellos la habнan ofendido a ella.

Por el momento, Ashley, como tal Ashley, estaba olvidado. No era el joven soсador del que ella estaba enamorada; era una parte de los Wilkes, de Doce Robles, de la comarca; y Scarlett los odiaba a todos porque se reнan de ella. La vanidad es mбs fuerte que el amor a los diecisйis aсos, y por eso en su corazуn ardiente no habнa sitio para otra cosa sino para el odio.

«No irй a casa —pensу—, permanecerй aquн y los harй arrepentirse. No dirй nada a mamб ni a nadie. » Hizo un esfuerzo para entrar de nuevo en la casa, subir las escaleras y entrar en un dormitorio. Al volverse, vio a Charles que entraba por la otra extremidad del amplio vestнbulo. Al verla, se dirigiу a ella de prisa. Tenнa los cabellos en desorden y la cara arrebolada por la excitaciуn.

—їSabe usted lo que ha ocurrido? —gritу antes de haberse unido a ella—. їHa oнdo? ЎHa llegado ahora mismo Paul Wilson de Jonesboro con la noticia!

Hizo una pausa, sin aliento, llegando a su lado. Ella no se moviу y le mirу fijamente.

—Lincoln pide hombres, soldados (voluntarios, quiero decir), Ўsetenta y cinco mil!

ЎDe nuevo el seсor Lincoln! їPero serнa posible que los hombres no pensasen nunca en las cosas de importancia? He aquн que ese idiota esperaba que ella se excitase por los caprichos del seсor Lincoln, mientras tenнa el corazуn deshecho y la reputaciуn arruinada.

Charles la mirу fijamente; el rostro de la joven estaba blanco como la cera y sus ojos verdes brillaban como si fuesen esmeraldas. No habнa visto un fuego parecido en la cara de ninguna muchacha, ni tal esplendor en los ojos de nadie.

—Soy un bruto —dijo—. Habrнa debido decirlo mбs suavemente. ЎHe olvidado que las mujeres son muy delicadas! Siento haberla molestado. їNo se siente mejor? їPuedo traerle un vaso de agua?

—No —respondiу Scarlett, y esbozу una sonrisa forzada.

—їQuiere ir a sentarse en un banco? —dijo el joven, cogiйndola por un brazo.

Ella asintiу y Charles la ayudу cortйsmente a descender los peldaсos y la condujo a travйs de la hierba hasta el banco de hierro bajo la encina mбs majestuosa, en la glorieta situada delante de la casa. «ЎQuй frбgiles y tiernas son las mujeres! —pensу—. Basta nombrar la guerra para verlas desmayarse. »

Esta idea le hizo sentirse mбs hombre, y entonces redoblу su amabilidad. La muchacha parecнa tan extraсa y en su rostro blanco habнa una belleza tan salvaje que le hacнa latir el corazуn con violencia. їEra posible que se hubiera asustado al pensar que йl pudiese ir a la guerra? No; se trataba de una presunciуn excesiva. їPero por quй le miraba de un modo tan raro? їPor quй sus manos temblaban mientras sacaba su paсuelito de seda? Sus espesas pestaсas batнan como las de aquella niсa de la novela que habнa leнdo, con verdadera timidez y amor.

Charles se aclarу la voz tres veces para hablar, sin conseguirlo. Bajу los ojos, porque los verdes de ella eran tan penetrantes que casi parecнa que le atravesaban.

«Tiene mucho dinero —pensу rбpidamente Scarlett, mientras su cerebro formaba un nuevo plan—. Y no tiene padres que puedan molestarme, y, ademбs, vive en Atlanta. Si me casara pronto, harнa ver a Ashley que me importa un comino..., que sуlo querнa coquetear. Y para Honey serнa la muerte. No encontrarб nunca otro cortejador y todos se reirбn de ella. Melanie sufrirб por ello, porque quiere mucho a Charles. Tambiйn sufrirбn Stuart y Brent... » No sabнa precisamente por quй querнa perjudiCharles a ellos, a no ser porque tenнan hermanas antipбticas.

«Todos se sentirнan despechados cuando yo volviese aquн de visita en un buen coche, con gran cantidad de vestidos y con casa propia. No podrбn nunca, nunca, reнrse de mн. »

—De seguro, habrб que luchar —dijo Charles despuйs de algunas tentativas embarazosas—. Pero no se conmueva, seсorita Scarlett: en un mes habrб terminado todo y oiremos cуmo piden piedad. ЎSeguro que sн! No quisiera por nada del mundo dejar de oнr eso. Temo que esta noche no haya baile, porque el Escuadrуn debe reunirse en Jonesboro. Los Tarleton se han marchado a difundir la noticia. Sй que a las seсoras las desgarrarб.

Ella murmurу «ЎOh! », no sabiendo decir otra cosa; pero esto fue suficiente. Volvнale la sangre frнa y su mente empezaba a ver claro. Sobre todas sus emociones se formaba una capa de hielo y pensу que ya jamбs volverнa a sentirse ardiente. їPor quй no casarse con aquel buen muchacho tнmido? Valнa tanto como los otros y a ella no le importaba nada ninguno. No, ya no querrнa a ninguno, aunque viviese hasta los noventa aсos.

—No puedo decidir ahora si irй con el seсor Wade Hampton a la Legiуn de Carolina del Sur o con la Guardia de la ciudad de Atlanta. Ella volviу a decir «ЎOh! ». Sus ojos se encontraron, y las pestaсas de Scarlett, agitбndose, fueron la perdiciуn del joven.

—їMe esperarб, seсorita Scarlett? Serб..., serб magnнfico saber que me espera hasta que los hayamos vencido. —Y aguardу sin respirar las palabras de ella, observando los labios rojos que se plegaban en las comisuras de su boca, notando por primera vez la sombra de aquellas comisuras, pensando lo hermoso que serнa besarla.

La mano de ella, con la palma hъmeda de sudor, resbalу entre las suyas.

—No sй... —murmurу, y sus ojos se velaron. Sentado, apretбndole la mano, йl la mirу fijamente con la boca abierta. Con los ojos bajos, Scarlett le observaba a travйs de sus pestaсas, con la impresiуn de contemplar un sapo enorme.

Йl hizo por hablar otra vez; no pudo, y volviу a enrojecer.

—їEs posible que me ame?

Ella no respondiу, pero bajу los ojos, y Charles fue nuevamente transportado a un йxtasis de turbaciуn. Acaso un hombre no debнa hacer tal pregunta a una mujer. Quizбs ella encontrara inconveniente responderla. No habiendo tenido el valor, antes de ahora, de colocarse en una situaciуn parecida, Charles no sabнa cуmo comportarse. Tenнa deseos de gritar, de cantar y de besarla, de hacer cabriolas en el prado y, despuйs, de correr a decir a todos, blancos y negros, que ella le amaba.

Pero se limitу a estrecharle la mano hasta clavarle los anillos en la carne.

—їQuiere casarse pronto conmigo?

—ЎHum! ЎYo...! —respondiу ella, jugueteando con un pliegue del vestido.

—Podrнamos celebrar un matrimonio doble con Mel...

—No —respondiу ella rбpidamente, y sus ojos fulgieron con un relбmpago amenazador.

Charles comprendiу que habнa cometido un nuevo error. Era natural que una muchacha desease una fiesta de bodas propia, no una glorнa compartida. ЎQuй buena era al no hacer caso de sus desaciertos! ЎSi al menos estuviese oscuro, quizбs йl se envalentonarнa con las tinieblas y se atreverнa a besarle la mano diciйndole todo lo que anhelaba decirle!

—їCuбndo puedo hablar con su padre?

—Cuanto antes mejor —respondiу ella, esperando que йl aflojase la dolorosa presiуn sobre los anillos sin verse obligada a decнrselo.

Charles se puso en pie y, por un momento, Scarlett temiу que hiciese una cabriola antes de que la dignidad le contuviese. La mirу radiante a los ojos, con todo su sentido y noble corazуn. Nadie la habнa mirado asн hasta ahora y nadie mбs la mirarнa de aquel modo; y, sin embargo, ella pensaba que parecнa un ternero.

—Voy a buscarle —dijo Charles con el rostro iluminado por una sonrisa—. No puedo esperar. їQuiere excusarme..., querida?

Pronunciу esta palabra con esfuerzo; pero, habiйndole salido bien, la repitiу con placer.

—Sн, le esperarй aquн. Hace fresco y se estб bien. El atravesу el prado y desapareciу detrбs de la casa, dejando a Scarlett sola bajo la encina, cuyas hojas susurraban movidas por el viento. De las cuadras salнan hombres a caballo; los siervos negros cabalgaban velozmente detrбs de sus amos. Los Munroe pasaron a galope agitando sus sombreros; los Fontaine y los Calvert recorrieron el camino gritando. Los cuatro Tarleton atravesaron el prado y los adelantaron. Brent gritу:

—ЎMamб nos darб los caballos! ЎYeeeyyy! Y desaparecieron, dejбndola nuevamente sola. La casa blanca se levantaba delante de ella, con sus grandes columnas, y parecнa que se retraнa de ella, con dignidad. De ahora en adelante, ya no serнa su casa. Ashley no le harнa nunca traspasar aquel umbral como su esposa. ЎOh, Ashley! їQuй he hecho? En lo profundo de su intimidad, bajo el orgullo feliz y el frнo sentido prбctico, algo se agitу haciйndola padecer. Habнa nacido en ella una emociуn de adulta, mбs fuerte que su vanidad y que su obstinado orgullo. Ella amaba a Ashley. Sabнa que le amaba, y no le habнa querido nunca tanto como en el momento en que vio a Charles desaparecer en el recodo del camino enarenado.

Dos semanas despuйs, Scarlett estaba casada, y dos meses mбs tarde viuda. Fue liberada pronto de las ligaduras que habнa atado con tanta prisa y con tan poca reflexiуn; la descuidada libertad de cuando era soltera habнa desaparecido para siempre. La viudez habнa seguido muy de cerca al matrimonio, y la maternidad, para desбnimo suyo, siguiу despuйs de breve tiempo.

En los aсos posteriores, cuando volvнa a pensar en los ъltimos dнas de abril de 1861, Scarlett no recordaba nunca perfectamente los detalles. El tiempo y los sucesos se veнan como a travйs de un telescopio, confusos como una pesadilla que no tenнa lуgica ni realidad. Hasta la hora de su muerte habrнa lagunas en el recuerdo de aquellos dнas. Especialmente vago era el recuerdo del tiempo transcurrido desde que aceptу a Charles hasta el matrimonio. ЎDos semanas! Un noviazgo tan breve habrнa sido imposible en tiempo de paz. Habrнa sido necesario el decoroso espacio de un aсo o, por lo menos, de seis meses. Pero el Sur estaba en llamas por la guerra y los acontecimientos se sucedнan rбpidamente, como llevados por un viento impetuoso, y el ritmo tranquilo de los antiguos dнas habнa desaparecido.

Ellen levantу las manos al cielo y aconsejу un aplazamiento para que Scarlett pudiese reflexionar. Pero a sus insistencias la joven respondiу con rostro inflexible y no le prestу atenciуn. Querнa casarse y pronto. A mбs tardar dentro de dos semanas.

Sabiendo que el matrimonio de Ashley habнa sido anticipado del otoсo al dнa uno de mayo, a fin de que pudiese marchar con la Milicia apenas fuese llamado al servicio, Scarlett habнa fijado la fecha de su propia boda para el dнa anterior al de la suya. Ellen protestу, pero Charles perorу con nueva elocuencia, porque estaba impaciente por marchar a Carolina del Sur para unirse a la legiуn de Wade Hampton; Gerald se puso de parte de los jуvenes. Estaba excitado por la fiebre de la guerra y complacido de que Scarlett hubiese hecho una buena elecciуn. їPor quй retrasarlo?

Ellen, aturdida, terminу por consentir como tantas otras madres en aquellos dнas. Su mundo tranquilo habнa sido trastornado; sus plegarias, sus consejos y sus exhortaciones se rompнan contra la fuerza nueva que los arrastraba.

El Sur estaba ebrio de entusiasmo y de excitaciуn. Todos se hallaban convencidos de que una batalla bastarнa para terminar la guerra y los jуvenes se apresuraban a enrolarse antes de que la guerra terminase y se daban prisa a casarse antes de ir a batir a los yanquis. Se hicieron docenas de casamientos de guerra en el condado; quedaba muy poco tiempo para sentir el dolor de la separaciуn; todos estaban demasiado ocupados y emocionados para tener pensamientos graves o para perder el tiempo en lamentaciones. Las mujeres preparaban uniformes, hacнan punto y cortaban vendas; los hombres se ejercitaban y organizaban. Trenes repletos de tropas atravesaban diariamente Jonesboro, dirigiйndose al Norte, a Atlanta y a Virginia. Algunos destacamentos fueron alegremente uniformados con los colores Scarlett, azul y verde de las compaснas de la Milicia; otros pequeсos grupos vestнan ropas tejidas a mano y gorros de piel de tejуn; otros, sin uniforme, vestнan de paсo negro. Todos estaban armados a medias y ejercitados a medias tambiйn, pero llenos de excitaciуn y con ganas de gritar como cuando iban a una fiesta. La vista de aquellos hombres daba a los muchachos de la comarca el temor de que la guerra pudiese terminar antes de que ellos mismos llegasen a Virginia; los preparativos para la partida del Escuadrуn fueron activados.

En medio de este tumulto, se hicieron tambiйn los preparativos para el casamiento de Scarlett, la cual, casi antes de darse cuenta, fue envuelta en el vestido de novia y en el velo de Ellen y descendiу la larga escalinata de Tara del brazo de su padre, mientras gran cantidad de invitados los esperaban. Despuйs recordу, como en un sueсo, los cientos de candelabros que iluminaban las paredes, el rostro de su madre, afectuoso, un poco angustiado, con sus labios que se movнan en una silenciosa plegaria por la felicidad de su hija; Gerald, rojo por los abundantes tragos de coсac y por el orgullo de casar a su gatita con un joven dotado de dinero y buen nombre... y Ashley, al fondo de la escalera, con Melanie del brazo.

Viendo la expresiуn de aquel rostro, ella pensу: «No puede ser verdad. No puede ser. Es una pesadilla. Me despertarй y encontrarй que era una pesadilla. No debo pensar en esto ahora. Pensarй mбs tarde, cuando pueda soportarlo..., cuando no vea mбs sus ojos. »

Era en verdad como un sueсo, aquel paso, a travйs de dos filas de personas sonrientes, el rostro encarnado de Charles y sus palabras balbuceantes y las respuestas propias, tan extraсamente claras y frнas. Despuйs, las felicitaciones y los abrazos, los brindis y el baile..., todo, todo como un sueсo. Tambiйn la sensaciуn del beso de Ashley en su mejilla y el dulce susurro de Melanie, «Ahora somos verdaderamente hermanas», eran irreales. Hasta la excitaciуn provocada por la serie de incidentes ocasionados por la gruesa y emotiva tнa de Charles, la seсorita Pittypat Hamilton, parecнa una pesadilla.

Cuando el baile y los brindis terminaron y sobrevino la aurora, cuando todos los invitados de Atlanta que fue posible hospedar en Tara y en las dependencias se fueron a acostar en los lechos, en los divanes y en las balas de algodуn extendidas en el suelo, y todos los vecinos se volvieron a descansar en vista del casamiento del siguiente dнa en Doce Robles, entonces, aquel estado de catalepsia semejante a un sueсo se rompiу como un cristal ante la realidad. La realidad era Charles, que salнa lleno de emociуn de su gabinete, en camisуn de noche, evitando la mirada de espanto que ella le dirigнa desde la cama.

Ciertamente, ella sabнa que las personas casadas ocupaban el mismo lecho; pero no habнa pensado nunca en esto. La cosa parecнa naturalнsima en el caso de sus padres, pero no habнa pensado nunca en aplicarla a sн misma.

Ahora, por primera vez despuйs de la barbacoa, se dio cuenta de lo que habнa hecho. El pensamiento de que aquel joven extraсo, con quien ella en realidad no se habнa querido casar, debiera venir a su cama, mientras su corazуn estaba lleno de angustia y de llanto por su acciуn demasiado ligera y de desolaciуn por haber perdido a Ashley para siempre, le era insoportable. Mientras йl dudaba en acercarse, ella murmurу con voz ronca:

—Si te acercas gritarй fuerte, gritarй, gritarй con todas mis fuerzas. ЎMбrchate! ЎNo me toques!

Asн, Charles Hamilton pasу su noche de bodas sobre una butaca colocada en un бngulo del dormitorio, sin sentirse demasiado infeliz, porque comprendнa, o creнa comprender, el pudor y la delicadeza de su esposa.

Estaba dispuesto a esperar que sus temores se desvanecieran; sуlo..., sуlo... Suspirу, rebullйndose para buscar una posiciуn cуmoda, y pensу que dentro de poco tendrнa que marchar a la guerra.

Si sus propias bodas tuvieron para Scarlett un carбcter de pesadilla, las de Ashley aъn fueron peores. Con su vestido verde manzana del «segundo dнa», en el saloncito de Doce Robles, entre el esplendor de centenares de velas y apretada entre la misma multitud del dнa anterior, vio la carita insignificante de Melanie Hamilton resplandecer hasta llegar a ser bella en el momento en que se convirtiу en Melanie Wilkes. Ahora, Ashley estaba perdido para siempre. Su Ashley. No, no «su» Ashley. їHabнa sido alguna vez suyo? Todo estaba confuso en su mente, su cerebro estaba cansado y lleno de angustia. Le habнa dicho que lo querнa, pero їquй los habнa separado? Si al menos consiguiese recordar... Habнa impuesto silencio a las comadrerнas de la comarca casбndose con Charles, pero їcuбl era el resultado? Entonces le habнa parecido importante, pero ahora no lo era realmente. Lo ъnico que importaba era Ashley. Ahora se habнa escapado para siempre y ella estaba casada con un hombre al que no sуlo no amaba, sino por el que sentнa un verdadero desprecio.

ЎOh, cуmo lo lamentaba todo! Habнa oнdo hablar de gentes que se habнan cortado la nariz para burlarse de su propio rostro, pero hasta hoy esto no habнa sido para ella mбs que una figura retуrica. Ahora comprendнa lo que querнa decir: junto al deseo frenйtico de liberarse de Charles y volver sana y salva a Tara, doncella aъn, tenнa conciencia de que la culpa era de sн misma. Ellen habнa tratado de retenerla y ella no habнa querido escucharla.

Bailу toda la noche como alucinada y hablу mecбnicamente y sonriу maravillбndose de las estupideces de los demбs, que la creнan una esposa feliz y no veнan que tenнa el corazуn destrozado. ЎNo, gracias a Dios, no lo veнan!

Aquella noche, despuйs de que Mamita la hubo ayudado a desnudarse y se marchу, cuando Charles saliу del gabinetito preguntбndose si debнa pasar una segunda noche en la butaca, ella rompiу a llorar. Llorу hasta que Charles subiу al lecho, a su lado, y tratу de confortarla; llorу sin pronunciar palabra y al fin cesaron las lбgrimas y permaneciу sollozando tranquilamente con la cabeza sobre el pecho del joven.

Si no hubiese sido por la guerra, habrнan estado una semana de visitas a travйs de la comarca, con bailes y convites en honor de las dos parejas de esposos, antes de que partiesen para Saratoga o White Sulphur en viaje de bodas. Si no hubiese sido por la guerra, Scarlett se hubiera puesto trajes para el tercero, cuarto y quinto dнa, para recibir a los Fontaine, a los Calvert y a los Tarleton. Pero no hubo ni recibimientos ni viajes de novios. Una semana despuйs de la boda, Charles se marchу para unirse al coronel Wade Hampton; quince dнas despuйs, tambiйn Ashley y la Milicia se pusieron en marcha, dejando toda la comarca desierta de jуvenes.

En aquellas dos semanas, Scarlett no tuvo nunca ocasiуn de ver a Ashley solo ni de cambiar una palabra con йl. Ъnicamente, en el terrible momento de la partida, cuando se detuvo delante de Tara, camino del tren, ella pudo decirle unas palabras. Melanie, con cofia y chai, serena en su nueva posiciуn de seсora casada, estaba cogida de su brazo. Todos los habitantes de Tara, blancos o negros, salieron para saludar a Ashley, que se iba a la guerra; Melanie dijo:

—Debes besar a Scarlett, Ashley. Ahora es mi hermana.

Ashley se inclinу y le rozу con los labios frнos el rostro rнgido e impasible. Scarlett no sintiу la menor alegrнa por este beso: no estaba satisfecha, porque lo habнa sugerido Melanie. Йsta le apretу un brazo, diciйndole:

—їIrбs a Atlanta a hacernos una visita, a la tнa Pittypat y a mн? ЎTenemos tantos deseos de tenerte con nosotros, querida! Deseamos conocer mejor a la esposa de Charles.

Transcurrieron cinco semanas durante las cuales vinieron de Carolina del Sur cartas de Charles, tнmidas, extбticas, enamoradas, llenas de amor y de proyectos para despuйs de la guerra, llenas de su deseo de ser un hйroe por su amada y de su adoraciуn por su comandante Wade Hampton. La sйptima semana llegу un telegrama del mismo coronel y despuйs una carta, una bella y digna carta de condolencia. Charles habнa muerto. El coronel querнa haber telegrafiado antes pero Charles, creyendo que su enfermedad no fuese cosa importante, no habнa querido preocupar a su familia. El desgraciado muchacho no sуlo habнa sido engaсado en el amor que creнa haber conquistado, sino tambiйn en sus altas esperanzas de honor y de gloria en el campo de batalla. Habнa muerto ignominiosamente despuйs de una breve pulmonнa a continuaciуn de un sarampiуn, sin haberse podido acercar a los yanquis.

A su debido tiempo naciу el niсo de Charles, y, como se acostumbraba dar a los hijos el nombre del comandante de sus padres, fue bautizado con el nombre de Wade Hampton Hamilton. Scarlett llorу de desesperaciуn cuando supo que estaba encinta y deseу morir. Llevу su embarazo con un mнnimo de molestias, trajo al mundo al niсo con pocos sufrimientos y se restableciу tan rбpidamente, que obligу a decir a Mamita que йsta era una cosa vulgar, porque una seсora debнa sufrir mбs.

Scarlett demostrу poco afecto por el niсo. No lo habнa deseado y no estaba contenta con su llegada. Ahora que lo tenнa, le parecнa imposible que fuese suyo y una parte de sн misma.

Si bien fнsicamente se habнa restablecido pronto, mentalmente estaba aturdida y dolorida. Su espнritu estaba decaнdo a pesar de todos los esfuerzos de los habitantes de la plantaciуn para levantarlo. Ellen atendнa a sus labores con aire preocupado, y Gerald, blasfemando mбs que de costumbre, llevaba de Jonesboro inъtiles obsequios a su hija. Hasta el viejo doctor admitiу estar desorientado despuйs de que su tуnico compuesto de azufre e hierbas no diera resultado. Dijo a Ellen, en privado, que era el dolor lo que hacнa a Scarlett tan irritable y cada dнa mбs indiferente. Pero Scarlett, si hubiese tenido ganas de hablar, habrнa dicho que se trataba de un dolor muy diferente del que creнan y mбs complejo. No dijo que era el fastidio, el terror de ser madre y sobre todo la ausencia de Ashley lo que le daba aquella expresiуn tan dolorida.

Su fastidio era agudo y continuo. El condado carecнa de toda diversiуn y de toda manifestaciуn de vida social desde que la Milicia partiera a la guerra. Todos los jуvenes interesantes se habнan marchado: los cuatro Tarleton, los dos Calvert, los Fontaine, los Munroe y todos los muchachos atrayentes de Jonesboro, Fayetteville y Lovejoy. Habнan quedado los viejos, los invбlidos y las mujeres; йstas pasaban el tiempo haciendo punto y cosiendo, cultivando con mбs abundancia el algodуn y el grano y criando mayor nъmero de cerdos, ovejas y vacas para el Ejйrcito. No se veнa nunca un verdadero hombre, excepto cuando una vez al mes venнa el comisario del Escuadrуn, el maduro cortejador de Suellen, Frank Kennedy, a abastecerse de vнveres. Los hombres del almacйn de intendencia no eran muy interesantes, y el tнmido cortejo de Frank Kennedy la fastidiaba hasta resultarle difнcil ser cortйs en sus miradas. ЎSi al menos йl y Suellen se decidieran!

Aunque los soldados de intendencia hubiesen sido mбs interesantes esto no hubiera cambiado la situaciуn. Ella era viuda y su corazуn estaba en la tumba de su marido. Por lo menos todos estaban convencidos de ello y pensaban que ella obraba de conformidad con lo que creнan. Esto la irritaba, porque, por mucho que buscase, no conseguirнa recordar nada de Charles como no fuese aquella expresiуn de ternero moribundo cuando ella le dijo que se casarнa con йl. Tambiйn esta imagen iba desapareciendo. Era viuda y tenнa que comportarse como tal. Las diversiones de las muchachas ya no eran para ella. Ahora debнa ser todavнa mбs seria que una seсora casada.

Ellen se lo recordу el dнa que encontrу al lugarteniente de Frank que paseaba en el jardнn con Scarlett y la hacнa reнr de todo corazуn. Profundamente preocupada, Ellen le habнa dicho lo fбcil que era ser criticada como viuda. La conducta de йsta debнa ser mucho mбs reservada ante la gente que la de una seсora con marido.

«Dios sabe —pensу Scarlett mientras escuchaba obediente la dulce voz de su madre— que las mujeres casadas no se divierten nada en absoluto; asн que a las viudas mбs les valdrнa morir. »

Una viuda tenнa que llevar horribles vestidos negros sin un adorno que los avivase, ni flores, ni cintas, ni encajes o joyas; sуlo alfileres de уnice o collares hechos con el pelo del difunto. El velo de crespуn negro que llevaba en la cofia debнa llegarle hasta las rodillas y sуlo podнa ser acortado tres aсos despuйs de la viudez, de modo que le llegase sуlo hasta los hombros. Las viudas no podнan charlar animadamente ni reнr fuerte. Cuando sonreнan, debнan hacerlo de una manera triste y trбgica y (йsta era la cosa mбs terrible) no podнan, de ningъn modo, demostrar que experimentaban placer en compaснa varonil. Si algъn hombre era tan grosero que le demostrase interйs, ella debнa persuadirle con una digna referencia de su marido. «ЎOh, sн! —pensaba Scarlett tristemente... —. Hay viudas que se vuelven a casar, pero cuando estбn viejas y arrugadas. Dios sabe cуmo lo consiguen, con todos los vecinos ocupбndose siempre de ellas. Generalmente, es con algъn viejo desolado que debe atender a una gran plantaciуn y a una docena de chiquillos. »

El matrimonio era ya de por sн una cosa desagradable, pero la viudez... ЎOh, entonces la vida habнa terminado para siempre! ЎQuй engaсados estaban aquellos que le decнan que el pequeсo Wade Hampton debнa servirle de gran consuelo ahora que Charles no existнa, y cуmo la fastidiaba que le dijesen que ya tenнa por quiйn preocuparse en la vida!

Todos afirmaban que serнa muy dulce para ella conservar este recuerdo postumo de su amor; naturalmente, ella no los desengaсaba; pero este pensamiento estaba lejos de su mente. Se interesaba poco por Wade y algunas veces le resultaba difнcil recordar que era suyo.

Por la maсana, cuando se despertaba, en los primeros momentos, era todavнa Scarlett O'Hara; el sol brillaba a travйs de las ramas del magnolio, delante de su ventana, los mirlos cantaban y el agradable olor a tocino frito llegaba a su olfato. Era de nuevo joven y despreocupada. De pronto oнa llorar a un rorro hambriento y experimentaba un momento de sorpresa durante el cual pensaba: «ЎPero si hay un niсo en casa! » Y entonces recordaba que era suyo.

ЎY Ashley! ЎOh, mбs que nada Ashley! Por primera vez en su vida detestу Tara, el largo camino rojizo que conducнa a la colina y al rнo, detestу los campos purpъreos con los verdes brotes del algodуn. Cada palmo de terreno, cada бrbol y cada arroyuelo, cada camino y sendero le recordaba a йl. Ashley pertenecнa a otra mujer y se habнa marchado a la guerra, pero su espнritu vagaba aъn por los caminos en el crepъsculo y le sonreнa con sus ojos grises y soсadores en la sombra del porche. Cada vez que el estrйpito de herraduras llegaba del camino de Doce Robles, por un agradable momento pensaba: «ЎAshley! »



  

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