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PUTA 13 страница



—Estaba buscando informaciуn. —їQuй tipo de informaciуn?

—La que sospecho que Lundin y Nieminen fueron a destruir porque podнa contribuir a aclarar quiйn asesinу a ese cabrуn.

—їConsidera usted que el letrado Bjurman era un cabrуn? їLo he entendido bien? —Sн.

—їY por quй tiene esa opiniуn?

—Era un sбdico cerdo, un hijo de puta y un violador, asн que era un cabrуn.

Lisbeth citу tal cual las palabras que le tatuу al difunto letrado Bjurman en el estуmago, confesando de este modo, aunque indirectamente, que era ella la autora del texto. Eso, sin embargo, no formaba parte de la acusaciуn contra Lisbeth Salander. Bjurman nunca puso ninguna denuncia por lesiones y, ademбs, no se podнa probar si se lo habнa dejado tatuar voluntariamente o si se lo habнan realizado a la fuerza.

—En otras palabras, afirma que su administrador abusу de usted sexualmente. їPuede contarnos cuбndo tuvieron lugar esos supuestos abusos?

—La primera vez el martes 18 de febrero de 2003, y la segunda el viernes 7 de marzo de ese mismo aсo.

—Se ha negado a contestar a todas las preguntas que le han hecho los interrogadores que han intentado hablar con usted. їPor quй?

—No tenнa nada que decirles.

—He leнdo la supuesta autobiografнa que inesperadamente me entregу su abogada hace un par de dнas. Tengo que decir que es un documento extraсo; ya volveremos sobre eso. Pero en ese texto afirma usted que el abogado Bjurman la forzу en una primera ocasiуn a realizarle sexo oral y que en la segunda se pasу una noche entera sometiйndola a repetidas violaciones y a una grave tortura.

Lisbeth no contestу. —їEs eso correcto? —Sн.

—їDenunciу las violaciones a la policнa? —No.

—їPor quй no?

—Los policнas nunca me han hecho caso cuando he intentado contarles algo. Asн que no tenнa ningъn sentido denunciar nada.

—їHablу de esos abusos con algъn conocido suyo? їAlguna amiga?

—No.

—їPor quй no?

—Porque no era asunto de nadie.

—Vale. їContactу usted con algъn abogado?

—No.

—їSe dirigiу a algъn mйdico para que le examinara las lesiones que, segъn usted, le ocasionу? —No.

—Y tampoco se dirigiу a ningъn centro de acogida de mujeres.

—Acabas de hacer una afirmaciуn.

—Perdуn. їSe dirigiу a algъn centro de acogida?

—No.

Ekstrцm se volviу hacia el presidente de la sala. —Quiero llamar la atenciуn del tribunal sobre el hecho de que la acusada ha afirmado que fue vнctima de dos abusos sexuales, uno de los cuales debe ser considerado de extrema gravedad. Sostiene que la persona culpable de esas violaciones fue su administrador, el difunto letrado Nils Bjurman. Asimismo, habrнa que considerar los siguientes hechos...

Ekstrцm hojeу sus papeles.

—La investigaciуn realizada por la brigada de delitos violentos no ha revelado nada en el pasado del abogado Nils Bjurman que pueda reforzar la credibilidad de lo que cuenta Lisbeth Salander. Bjurman nunca ha sido juzgado por ningъn delito. Nunca ha sido objeto de ninguna investigaciуn. Nadie lo ha denunciado jamбs. Antes de encargarse de la acusada, tambiйn fue el administrador o el tutor de otros numerosos jуvenes y ninguno de ellos ha manifestado que fueran sometidos a ningъn tipo de abuso. Todo lo contrario: insisten en que Bjurman siempre se portу correcta y amablemente con ellos.

Ekstrцm pasу la pбgina.

—Tambiйn es mi deber recordar que a Lisbeth Salander la han catalogado como esquizofrйnica paranoica. Se trata de una mujer joven con tendencias violentas documentadas que, desde su mбs temprana adolescencia, ha tenido graves problemas para relacionarse con la sociedad. Ha pasado varios aсos en una instituciуn psiquiбtrica y se encuentra sometida a la tutela de un administrador desde que cumpliу los dieciocho aсos. Por muy lamentable que pueda resultar, hay razones para ello. Lisbeth Salander constituye un peligro para sн misma y para su entorno. Estoy convencido de que lo que necesita no es una reclusiуn penitenciaria; lo que necesita es asistencia mйdica.

Hizo una pausa dramбtica.

—Hablar del estado mental de una persona joven es una tarea repugnante. Hay muchas cosas que vulneran su integridad, y su estado psнquico siempre es objeto de mъltiples interpretaciones. No obstante, en el caso que nos ocupa no debemos olvidar la distorsionada visiуn que Lisbeth Salander tiene del mundo. Se manifiesta con toda claridad en esa pretendida autobiografнa. En nin­guna otra parte su falta de contacto con la realidad re­sulta tan patente como aquн; no es necesario recurrir a testigos ni interpretar lo que una u otra persona quiera afirmar. Contamos con sus propias palabras. Podemos juzgar por nosotros mismos la credibilidad de sus afir­maciones.

Depositу su mirada en Lisbeth Salander. Ella se la devolviу. Y a continuaciуn sonriу. Cobrу un aspecto mal­vado. Ekstrуm frunciу el ceсo.

—їQuiere la seсora Giannini aсadir algo? —pre­guntу el juez Iversen.

—No —contestу Annika Giannini—. Tan sуlo que las conclusiones del fiscal Ekstrуm no son mбs que ton­terнas.

 

 

La sesiуn de la tarde se iniciу con el interrogatorio de la testigo Ulrika von Liebenstaahl, de la comisiуn de tutelaje, a quien Ekstrуm habнa llamado para intentar averi­guar si existнa algъn tipo de queja contra el abogado Bjur-man. La seсora Von Liebenstaahl lo negу en redondo: esas afirmaciones le parecieron insultantes.

—Llevamos un riguroso control de los asuntos de ad­ministraciуn y tutelaje. Durante casi veinte aсos, el abo­gado Bjurman trabajу para la comisiуn de tutelaje antes de ser asesinado de tan vergonzosa manera.

A pesar de que Lisbeth Salander no estaba acusada de homicidio y de que ya habнa quedado claro que fue Ronald Niedermann el que asesinу a Bjurman, Ulrika von Liebenstaahl contemplу a Lisbeth Salander con una mirada fulminante.

—Durante todos esos aсos no hemos recibido ni una sola queja contra el abogado Bjurman. Era una persona concienzuda que dio frecuentes muestras de un fuerte compromiso para con sus clientes.

—їAsн que no cree usted verosнmil que sometiera a Lisbeth Salander a una grave violencia sexual?

—Lo considero absurdo. Tenemos sus informes men­suales, y yo misma me reunн con йl en varias ocasiones para tratar este caso.

—La abogada Annika Giannini ha exigido formal­mente que la tutela administrativa de Lisbeth Salander se anule a efectos inmediatos.

—A nadie le alegra mбs que a nosotros anular una tutela administrativa. Sin embargo, tenemos una respon­sabilidad que nos obliga a atenernos a la normativa vi­gente. Desde la comisiуn hemos puesto la condiciуn de que los expertos psiquiбtricos, siguiendo el procedimiento normal, declaren curada a Lisbeth Salander antes de que se pueda plantear una posible modificaciуn del estado de su tutela.

—Entiendo.

—Eso significa que debe someterse a un reconoci­miento psiquiбtrico. Algo que, como todos sabemos, se niega a hacer.

El interrogatorio de Ulrika von Liebenstaahl durу mбs de cuarenta minutos durante los cuales se estudiaron los informes mensuales de Bjurman.

Annika Giannini hizo una sola pregunta justo antes de que terminara el interrogatorio.

—їSe encontraba usted en el dormitorio del abogado Bjurman la noche del 7 al 8 de marzo de 2003 ?

—Claro que no.

—Asн que, en otras palabras, no tiene ni la mбs mн­nima idea de si los datos que aporta mi dienta son verda­deros o no...

—La acusaciуn contra el abogado Bjurman es ab­surda.

—Esa es su opiniуn. їPuede usted proporcionarle una coartada o documentar de alguna otra manera que no sometiу a mi dienta a abusos sexuales?

—Eso es imposible, claro que no. Pero la probabilidad...

—Gracias. Eso es todo —concluyу Annika Giannini.

A eso de las siete de la tarde, Mikael Blomkvist se encontrу con su hermana en Slussen, concretamente en las oficinas de Milton Security, para hacer un resumen de la jornada.

—Ha sido mбs o menos como me esperaba —dijo Annika—. Ekstrцm se ha tragado la autobiografнa de Salander.

—Bien. їCуmo se estб comportando ella? Annika se riу.

—Estupendamente; si hasta parece una psicуpata autйntica. Actъa con total naturalidad. —Mmm.

—Hoy se ha tratado mбs que nada el tema de Stallarholmen. Maсana serб lo de Gosseberga, los interrogatorios con gente de la brigada forense y cosas similares. Ekstrцm va a intentar demostrar que Salander fue allн para matar a su padre.

—De acuerdo.

—Pero puede que tengamos un problema tйcnico: por la tarde Ekstrцm llamу a una tal Ulrika von Liebenstaahl, de la comisiуn de tutelaje. Y empezу a decir que yo no tenнa derecho a defender a Lisbeth.

—їPor quй?

—Sostiene que Lisbeth estб bajo tutela administrativa y que no tiene derecho a elegir un abogado por sн misma.

—їCуmo?

—Es decir, que tйcnicamente hablando yo no puedo ser su abogada si la comisiуn de tutelaje no lo aprueba.

—Para maсana por la maсana el juez Iversen deberб haber tomado una decisiуn al respecto. Cuando terminу la sesiуn de hoy intercambiй con йl unas breves palabras; creo que va a decir que puedo seguir representбndola. Mi argumento ha sido que la comisiуn de tutelaje ha tenido tres meses para recurrir y que me parecнa una impertinencia que protestara cuando el juicio ya se habнa iniciado.

—El viernes testificarб Teleborian. Tienes que ser tъ quien lo interrogue.

El jueves, tras haber estudiado una serie de mapas y fotografнas y escuchado las largas conclusiones tйcnicas sobre lo acontecido en Gosseberga, el fiscal Ekstrцm determinу que todas las pruebas indicaban que Lisbeth Salander habнa ido en busca de su padre con el propуsito de matarlo. El eslabуn mбs fuerte de la cadena de pruebas era que ella habнa llevado a Gosseberga un arma de fuego, una P-83 Wanad polaca.

El hecho de que Alexander Zalachenko (segъn la historia de Salander) o tal vez el asesino de policнas Ronald Niedermann (segъn la declaraciуn prestada por Zalachenko antes de ser asesinado en el hospital de Sahlgrenska) hubiesen intentado, a su vez, matar a Lisbeth Salander, asн como el hecho de que la enterraran en el bosque, no significaba en absoluto que ella no hubiese perseguido a su padre hasta Gosseberga con el premeditado objetivo de matarle. Ademбs, casi lo consigue, porque le dio con un hacha en la cara. Ekstrцm exigнa que Lisbeth Salander fuera condenada por intento de homicidio o, en su defecto, conspiraciуn para cometer homicidio, asн como, en todo caso, por lesiones graves.

La versiуn de Lisbeth Salander era que habнa ido hasta Gosseberga para enfrentarse a su padre y hacerle confesar los asesinatos de Dag Svensson y Mia Bergman. Esta afirmaciуn era de suma importancia para la cuestiуn de la premeditaciуn.

Cuando Ekstrцm terminу de interrogar al testigo Melker Hansson, de la brigada forense de la policнa de Gotemburgo, la abogada Annika Giannini le hizo unas pocas y breves preguntas.

—Seсor Hansson, їhay algo, lo que sea, en su investigaciуn y en toda la documentaciуn forense que ha recopilado que, de alguna manera, pueda determinar que Lisbeth Salander estй mintiendo sobre el objetivo de su visita a Gosseberga? їPuede usted probar que ella fue allн para matar a su padre?

Melker Hansson reflexionу un instante.

—No —dijo finalmente.

—Entonces, їno puede pronunciarse sobre las intenciones de Salander? —No.

—їQuiere eso decir que la conclusiуn del fiscal Ekstrцm, aun siendo elocuente y detallada, es por lo tanto una mera especulaciуn?

—Supongo que sн.

—їHay algo en las pruebas forenses que contradiga la afirmaciуn de Lisbeth Salander de que se llevу el arma polaca, una P-83 Wanad, por pura casualidad? їAlgo que contradiga que simplemente se hallaba en su bolso porque, tras habйrsela quitado el dнa anterior a Sonny Nieminen en Stallarholmen, no supo quй hacer con ella?

—No.

—Gracias —dijo Annika Giannini. Acto seguido, se sentу. Fueron sus ъnicas palabras durante la hora que durу la declaraciуn de Hansson.

Hacia las seis de la tarde del jueves, Birger Wadensjуу abandonу el edificio de Artillerigatan de la Secciуn con la sensaciуn de hallarse rodeado de amenazantes nubarrones y de avanzar hacia una inminente hecatombre. Hacнa ya unas cuantas semanas que habнa comprendido que su cargo —el de director, es decir, el de jefe de la Secciуn para el Anбlisis Especial— no era mбs que una fуrmula desprovista de significado. Sus opiniones, protestas o sъplicas no surtнan el menor efecto: Fredrik Clinton habнa asumido el mando y tomaba todas las decisiones. Si la Secciуn hubiese sido una instituciуn pъblica y transparente, no habrнa importado; le hubiera bastado con dirigirse a su superior para denunciar ese hecho.

Pero tal y como estaban las cosas en esos momentos no habнa nadie a quien acudir para protestar. Se encontraba solo y abandonado al capricho de una persona que йl consideraba psнquicamente enferma. Y lo peor era que la autoridad de Clinton resultaba absoluta. Mocosos como Joсas Sandberg y fieles servidores como Georg Nystrуm: todos parecнan ponerse firmes y cumplir sin rechistar el mбs mнnimo deseo de ese loco enfermo terminal.

Reconociу que Clinton era una autoridad discreta que no trabajaba para su propio beneficio. Podнa incluso admitir que trabajaba por el bien de la Secciуn o, por lo menos, por lo que йl consideraba el bien de la Secciуn. Era como si toda la organizaciуn se encontrara en caнda libre, en un estado de sugestiуn colectiva en la que avezados colaboradores se negaban a admitir que cada movimiento que se hacнa, cada decisiуn que se tomaba y se ejecutaba no hacнa mбs que acercarlos cada vez mбs al abismo.

Wadensjуу sintiу una presiуn en el pecho cuando entrу en Linnйgatan, calle en la que ese dнa habнa encontrado un sitio para aparcar. Desactivу la alarma del coche y sacу las llaves. Ya estaba a punto de abrir la puerta cuando percibiу unos movimientos a sus espaldas y se dio la vuelta. Entornу los ojos a contraluz. Tardу unos segundos en reconocer a aquel hombre alto y fuerte que se encontraba sobre la acera.

—Buenas tardes, seсor Wadensjуу —dijo Torsten Edklinth, jefe del Departamento de protecciуn constitucional—. Llevo mбs de diez aсos apartado del trabajo de campo, pero hoy me ha parecido que tal vez mi presencia resulte apropiada.

Wadensjуу mirу desconcertado a los dos policнas civiles que flanqueaban a Edklinth. Eran Jan Bublanski y Marcus Erlander.

De repente se dio cuenta de lo que le iba a pasar.

—Tengo el triste deber de comunicarle que el fiscal general ha decidido detenerle por una serie de delitos tan larga que sin duda llevarб semanas catalogarlos todos con exactitud.

—Pero їquй es esto? —protestу Wadensjуу indignado.

—Esto es el momento en el que queda detenido como sospechoso de cooperaciуn para cometer homicidio. Tambiйn se le acusa de extorsiуn, sobornos, escuchas ilegales, varios casos de grave falsificaciуn y grave malversaciуn, robo, abuso de autoridad, espionaje y un largo etcйtera. Ahora se va usted a venir conmigo a Kungsholmen, donde hablaremos tranquila y seriamente.

—ЎYo no he cometido ningъn homicidio! —dijo Wadensjуу, conteniendo el aliento.

—Eso lo tendrб que decidir la investigaciуn.

—ЎFue Clinton! ЎTodo esto es culpa de Clinton! —dijo Wadensjуу.

Torsten Edklinth asintiу, contento.

Todo policнa estб familiarizado con el hecho de que hay dos maneras de realizar un interrogatorio a un sospechoso: con el poli bueno y con el poli malo. El poli malo amenaza, suelta palabrotas, da puсetazos en la mesa y, por lo general, se comporta como un borde con el ъnico objetivo de atemorizar al detenido y provocar asн su sumisiуn y confesiуn. El poli bueno —a ser posible, un seсor mayor algo canoso—, invita a cigarrillos y cafй, asiente con simpatнa y emplea un tono comprensivo.

La mayorнa de los policнas —aunque no todos— tambiйn saben que, por lo que al resultado respecta, la tйcnica interrogativa del poli bueno resulta, a todas luces, superior. Un ladrуn ya curtido y duro de pelar no se deja impresionar lo mбs mнnimo por el poli malo. Y un inseguro aficionado que tal vez confiesa dejбndose intimidar por un poli malo, siempre acaba de todos modos confesando, al margen de la tйcnica interrogativa que se utilice.

Mikael Blomkvist escuchу el interrogatorio de Birger Wadensjуу desde una sala contigua. Su presencia habнa sido objeto de una serie de disputas internas antes de que Edklinth decidiera que, sin lugar a dudas, podrнan sacar provecho de las observaciones de Blomkvist.

Mikael constatу que Torsten Edklinth empleaba una tercera variante de interrogatorio policial: el policнa indiferente, estrategia que, en este caso concreto, parecнa funcionar aъn mejor. Edklinth entrу en la sala de interrogatorios, sirviу cafй en unas tazas de porcelana, enchufу la grabadora y se reclinу en la silla.

—Tenemos contra ti todas las pruebas tйcnicas imaginables. Nuestro ъnico interйs en oнr tu versiуn es, sencillamente, que nos confirmes las cosas que ya sabemos. Aunque sн nos gustarнa, tal vez, que nos respondieras a una pregunta: їpor quй? їCуmo pudisteis ser tan idiotas de empezar a liquidar a la gente, aquн, en Suecia, como si estuviйsemos en el Chile de la dictadura de Pinochet? La grabadora estб en marcha. Si quieres decir algo, йste es el momento. Si no quieres hablar, la apago, te quitamos la corbata y los cordones de los zapatos y te subimos a los calabozos, a la espera de abogado, juicio y sentencia.

Luego Edklinth se tomу un trago de cafй y permaneciу completamente callado. Como en los dos minutos que siguieron Wadensjуу no dijo nada, alargу la mano y apagу la grabadora. Se levantу.

-—Voy a asegurarme de que te vengan a buscar dentro de un par de minutos. Adiуs.

—Yo no he matado a nadie —soltу Wadensjуу cuando Edklinth ya habнa abierto la puerta. Йste se detuvo en el umbral.

—No me interesa mantener una conversaciуn general contigo. Si quieres dar explicaciones, me siento y pongo la grabadora. Toda la Suecia oficial, sobre todo el primer ministro, espera con ansiedad tus palabras. Si me lo cuentas, puedo ir a ver al primer ministro esta misma noche para darle tu versiуn de los acontecimientos. Si no me lo cuentas, serбs en cualquier caso procesado y condenado.

—Siйntate —dijo Wadensjуу.

Resultу obvio para todo el mundo que ya se habнa resignado. Mikael respirу aliviado. Lo acompaсaban Monica Figuerola, la fiscal Ragnhild Gustavsson, Stefan, el anуnimo colaborador de la Sдpo, asн como otras dos personas del todo desconocidas. Mikael sospechу que una de las dos, como poco, representaba al ministro de Justicia.

—Yo no tuve nada que ver con los asesinatos —dijo Wadensjуу cuando Edklinth volviу a poner en marcha la grabadora.

—Los asesinatos —le dijo Mikael Blomkvist a Monica Figuerola.

—Schhh —contestу ella.

—Fueron Clinton y Gullberg. Yo no tenнa ni idea de lo que iban a hacer. Lo juro. Me quedй en estado deshoc\ cuando me enterй de que Gullberg habнa matado de un tiro a Zalachenko. No me podнa creer que fuera verdad... No me lo podнa creer. Y cuando me enterй de lo de Bjцrck por poco me da un infarto.

—Habнame del asesinato de Bjцrck —dijo Edklinth sin cambiar el tono de voz—. їCуmo se llevу a cabo?

—Clinton contratу a alguien. No sй ni siquiera cуmo lo hicieron, pero eran dos yugoslavos. Serbios, si no me equivoco. Fue Georg Nystrуm quien les hizo el encargo y les pagу. Nada mбs saberlo, comprendн que todo aquello acabarнa siendo nuestra ruina.

—Retomйmoslo desde el principio —propuso Edklinth—. їCuбndo empezaste a trabajar para la Secciуn?

Cuando Wadensjуу comenzу a hablar ya no hubo quien lo parara. El interrogatorio se prolongу durante casi cinco horas.


Capнtulo 26

Viernes, 15 de julio

 

El viernes por la maсana, el doctor Peter Teleborian, que se hallaba sentado en el banquillo de los testigos, inspirу mucha confianza. Fue interrogado por el fiscal Ekstrцm durante mбs de noventa minutos y contestу a todas las preguntas con calma y autoridad. Unas veces su rostro mostraba una expresiуn de preocupaciуn y otras entretenimiento.

—Resumiendo... —dijo Ekstrцm, hojeando sus notas—, su juicio como psiquiatra, tras muchos aсos de experiencia, es que Lisbeth Salander sufre de una esquizofrenia paranoide.

—Siempre he dicho que realizar una evaluaciуn exacta de su estado entraсa una dificultad extrema. Como ya se sabe, la paciente es prбcticamente aurista en su relaciуn con los mйdicos y las autoridades. Mi opiniуn es que sufre una grave enfermedad psнquica, aunque ahora mismo serнa incapaz de ofrecer un diagnуstico exacto. Tampoco puedo decir en quй estado de psicosis se encuentra sin realizar unos estudios mucho mбs amplios.

—En cualquier caso, usted considera que no se encuentra en un estado psнquicamente sano.

—Todo su historial no es mбs que una elocuente prueba de que йse no es el caso.

—Ha tenido ocasiуn de leer la autobiografнa, por llamarla de alguna forma, que Lisbeth Salander ha redactado y que le ha dejado al tribunal a modo de explicaciуn. їQuiere hacer algъn comentario al respecto?

Peter Teleborian hizo un gesto con las manos y se encogiу de hombros sin pronunciar palabra.

—Pero їquй credibilidad le concede a la historia?

—Aquн no hay ninguna credibilidad. Lo ъnico que hay es una serie de afirmaciones, unas mбs fantбsticas que otras, sobre unas cuantas personas. En general, su redacciуn confirma las sospechas de que sufre de esquizofrenia paranoide.

—їPodrнa poner algъn ejemplo?

—Lo mбs obvio es, claro estб, esa supuesta violaciуn de la que culpa a su administrador, el seсor Bjurman.

—їPodrнa usted ser mбs preciso?

—La descripciуn ofrece todo lujo de detalles. Estamos ante el clбsico ejemplo de una de esas absurdas y exageradas fantasнas que pueden tener los niсos. Sobran casos similares de conocidos juicios de incesto en los que el niсo realiza unas detalladas descripciones que caen por su propio y absurdo peso y en los que se carece por completo de pruebas tйcnicas. Se trata, por lo tanto, de unas fantasнas erуticas que hasta un niсo de muy corta edad podrнa tener... Mбs o menos como si estuviesen viendo una pelнcula de terror en la televisiуn.

—Pero Lisbeth Salander no es una niсa, sino una mujer adulta —dijo Ekstrцm.

—Sн, y es verdad que nos falta por determinar con exactitud el nivel mental en el que se encuentra. Pero en el fondo tiene usted razуn en una cosa: es adulta. Y probablemente ella sн se crea la descripciуn que nos ha dado.

—-їQuiere decir que se trata de una mentira?

—No; si ella se cree lo que estб diciendo, no se trata de ninguna mentira. Se trata de una historia que demuestra que ella no sabe separar la fantasнa de la realidad.

—Entonces, їno fue violada por el abogado Bjurman?

—No. La probabilidad de que eso haya ocurrido habrнa que considerarla inexistente. Ella necesita cuidados mйdicos cualificados.

—Usted tambiйn aparece en el relato de Lisbeth Salander.. .

—Sн, eso resulta un poco morboso, por llamarlo de alguna manera... Pero nos encontramos de nuevo ante una fantasнa a la que ella da salida. Si debemos creer a la pobre chica, yo soy mбs bien un pedуfilo...

Sonriу y siguiу:

—Pero es una manifestaciуn exacta de lo que estoy diciendo. En la biografнa de Salander podemos leer que la mayor parte del tiempo que pasу en Sankt Stefan la maltrataron inmovilizбndola con correas a una camilla y que, por las noches, yo me presentaba en su habitaciуn. He aquн un clбsico ejemplo de su incapacidad para interpretar la realidad. O, mejor dicho, de cуmo ella interpreta la realidad.

—Gracias. Cedo el testigo a la defensa por si la seсora Giannini desea hacer alguna pregunta.

Como durante los dos primeros dнas del juicio Annika Giannini apenas preguntу ni protestу, todos esperaban que actuara del mismo modo: que hiciera unas cuantas preguntas de rigor para, a continuaciуn, dar por concluido el interrogatorio. «La verdad es que el trabajo de la defensa es tan lamentable que hasta da vergьenza», pensу Ekstrцm.

—Sн. Deseo hacer unas preguntas —dijo Annika Giannini—. La verdad es que tengo bastantes preguntas y es muy posible que esto se alargue. Son las once y media. Propongo que hagamos una pausa para comer, de manera que a la vuelta pueda interrogar al testigo sin interrupciones.

El juez Iversen decidiу levantar la sesiуn para almorzar.

A Curt Svensson lo acompaсaban dos agentes uniformados cuando, a las doce en punto, puso su enorme mano sobre el hombro del comisario Georg Nystrуm en la puerta del restaurante Mбster Anders, de Hantverkargatan. Este, asombrado, alzу la vista y mirу a Curt Svensson, que casi le estampa la placa en las narices.

—Buenos dнas. Queda usted detenido como sospechoso de cooperaciуn para cometer homicidio y por intento de asesinato. La totalidad de los cargos le serбn comunicados por el fiscal general esta misma tarde. Le sugiero que nos acompaсe voluntariamente —dijo Curt Svensson.

Georg Nystrуm parecнa no entender el idioma en el que hablaba Curt Svensson. Pero constatу que Curt Svensson era una persona a la que convenнa acompaсar sin protestar.

El inspector Jan Bublanski estaba acompaсado por Sonja Modig y siete agentes uniformados cuando el colaborador Stefan Bladh, de protecciуn constitucional, les dejу entrar a las doce en punto en esa secciуn cerrada del edificio de la jefatura de policнa de Kungsholmen que constituнa la sede de la Sдpo. Atravesaron los pasillos hasta que Stefan se detuvo y seсalу un despacho. La secretaria del jefe administrativo se quedу perpleja cuando Bublanski le enseсу su identificaciуn.

—Haga el favor de permanecer quieta. Esto es una intervenciуn policial.

Se acercу hasta la puerta del despacho interior y, al abrirla, sorprendiу al jefe administrativo, Albert Shenke, en plena conversaciуn telefуnica.

—їQuй es esto? —preguntу Shenke.

—Soy el inspector Jan Bublanski. Queda usted detenido por delinquir contra la Constituciуn sueca. Los diferentes cargos de la acusaciуn le serбn comunicados a lo largo de la tarde.

—ЎEsto es inaudito! —protestу Shenke.

—їA que sн? —replicу Bublanski.

Precintу el despacho de Shenke y colocу en la puerta a dos agentes a los que les dio la orden de que no dejaran pasar a nadie. Los autorizу a usar las porras e incluso a sacar sus armas reglamentarias si alguien intentaba entrar utilizando la fuerza.

Continuaron la procesiуn por el pasillo hasta que Stefan seсalу otra puerta y se repitiу el procedimiento con el jefe de presupuesto Gustav Atterbom.

Jerker Holmberg recibiу el refuerzo de una patrulla del distrito de Sуdermalm cuando, a las doce en punto, llamу a la puerta de unas oficinas alquiladas provisionalmente en la tercera planta de un edificio situado justo enfrente de la redacciуn de Millennium, en Gуtgatan.

Como nadie abrнa, Jerker Holmberg ordenу que los agentes que lo acompaсaban forzaran la puerta, pero antes de que les diera tiempo a hacer uso de la palanqueta se abriу una pequeсa rendija.

—ЎPolicнa! —dijo Jerker Holmberg—. ЎSalga con las manos donde yo pueda verlas!

—ЎSoy policнa! —respondiу el inspector Gуran Mбrtensson.

—Ya lo sй. Y tiene licencia para un puto montуn de armas.

—Claro, es que soy policнa en misiуn especial.

—ЎY una mierda! —le replicу Jerker Holmberg.

Le ayudaron a poner a Mбrtensson contra la pared y a quitarle el arma reglamentaria.

—Queda detenido por escuchas ilegales, falta grave en el ejercicio de sus funciones, allanamiento de morada en repetidas ocasiones en la casa que el periodista Mikael Blomkvist tiene en Bellmansgatan y, probablemente, por unos cuantos cargos mбs. Espуsalo.

Jerker Holmberg hizo una rбpida inspecciуn de las oficinas y constatу que allн habнa suficiente material electrуnico como para montar un estudio de grabaciуn. Le ordenу a un agente que se quedara vigilando el lugar y le dio instrucciones muy precisas para que permaneciera sentado y quieto en una silla y no dejara huellas dactilares.

Cuando sacaron a Mбrtensson por el portal del inmueble, Henry Cortez alzу su Nikon digital e hizo una serie de veintidуs fotografнas. Era cierto que no era fotуgrafo profesional y que la calidad de las fotos dejaba bastante que desear. Pero las imбgenes fueron vendidas al dнa siguiente a un periуdico vespertino a cambio de una cantidad de dinero realmente escandalosa.

Monica Figuerola fue la ъnica de los policнas que participaron en las redadas de ese dнa que fue vнctima de un imprevisto incidente. Ya habнa recibido los refuerzos de la unidad de intervenciуn del distrito de Norrmalm y de tres colegas de la DGP/Seg cuando, a las doce en punto, entrу por el portal del edificio de Artillerigatan y subiу las escaleras hasta la ъltima planta, propiedad de la empresa Bellona.

La operaciуn habнa sido planificada con poco tiempo de antelaciуn. Una vez congregada la fuerza policial ante la puerta del piso, ella dio la seсal. Dos corpulentos agentes uniformados levantaron un ariete de acero de cuarenta kilos y derribaron la puerta con dos golpes bien precisos. La fuerza de intervenciуn, provista de chalecos antibalas y armas de refuerzo, apenas tardу diez segundos en ocupar el piso.



  

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